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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.70 no.3 Ciudad de México ene./mar. 2021  Epub 19-Feb-2021

https://doi.org/10.24201/hm.v70i3.3934 

Reseñas

Sobre Gisèle Sapiro, Las condiciones de producción y circulación de los bienes simbólicos

Gustavo Sorá1 

1Instituto de Antropología de Córdoba CONICET/UNC

Sapiro, Gisèle. Las condiciones de producción y circulación de los bienes simbólicos. México: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2017. 115p. ISBN: 978-607-947-555-0.


Las mutaciones de las formas de comunicación en el mundo contemporáneo es un tema candente, de agenda social, instalado en el sentido común de cualquier individuo con cierta escolaridad. Así como la radio en los años veinte o la televisión en los sesenta, la Era Digital se estabiliza y cuestiona los presupuestos sobre las posibilidades de asir el mundo mediante los sistemas simbólicos que se comunican por cualquier tecnología del intelecto. De sentido común (no apenas popular sino también académico) se postula la muerte de la cultura impresa, una revolución “sin igual”, total y homogénea. Por suerte se multiplican las interpretaciones de analistas rigurosos como Roger Chartier que circunscriben los elementos de la transformación en curso; alteraciones (discontinuidades, analogías, malentendidos) que sólo son comprensibles bajo marcos de larga duración, por medio de análisis empíricos razonados y diferenciales según trasfondos culturales, localizaciones de sujetos y comunidades en espacios sociales que permitan aprehender interacciones microsociológicas y conexiones globales. La ilusión más perseverante de aquel sentido común, alimentado por el frenesí de las creencias posmodernas, es la disolución de viejas fronteras. Ya no se sostiene que la Era Digital prescinda de idiomas, naciones, clases sociales, políticas culturales y tantas aduanas de un mundo cada vez más fragmentado, desigual y siempre diferenciado. Entre los investigadores que así lo comprenden, Gisèle Sapiro es de las más sagaces, originales, convincentes.

Las condiciones de producción y circulación de los bienes simbólicos reúne cuatro conferencias dictadas por Gisèle Sapiro en el Instituto Mora, donde en 2013 ocupó la Cátedra Marcel Bataillon. El conjunto representa con nitidez su trayectoria analista, esto es sus aportes documentados y la formación académica de su mirada. Algunas hipótesis y los temas que investiga la socióloga del CNRS y de la École d’Hautes Études en Sciences Sociales: 1) los libros objetivan el medio más poderoso (por su huella material, por los deseos que continúan atrayendo y principalmente por su durabilidad) para la circulación internacional de ideas: ¿qué factores determinan (facilitan, obstaculizan) su desplazamiento entre lenguas y mercados de bienes simbólicos, por medio de las prácticas de traducción y edición? ¿La diversidad cultural que los objetos impresos históricamente han propulsado, es amenazada por las fuerzas de la globalización cultural? 2) Pierre Bourdieu fue un exponente de la época de oro de las ciencias sociales (cuando estas se profesionalizaron en los años sesenta) y es el autor más leído en el mundo entre los representantes de esa gran área de conocimiento. El análisis de los tiempos y lugares de su progresiva traducción aporta una conspicua evidencia de cómo se articulan aquéllos factores de la circulación internacional de ideas hasta fabricar un modelo de autor global. 3) En la estela de las reflexiones sobre la función-autor propuestas por Michel Foucault a finales de los años sesenta, Sapiro echa nueva luz sobre las políticas (normas jurídicas, lógicas comerciales, principios morales) que forman y transforman la asociación de las ideas con un nombre propio. La frontera entre textos privados y bienes impresos es controlada por intereses sociales que se disputan la imposición de visiones de mundo: religiones, Estados, mercados, instituciones de todo tipo; fuerzas en pugna que colisionan y decantan esquemas morales sobre la responsabilidad de quienes escriben y sobre las formas del compromiso (vocación, profesionalización) que asumen ciertas categorías de autores, en los lugares y momentos en los que se ven habilitados a publicar, es decir, a comunicar sus pensamientos a ciertos públicos. Los objetos de análisis abordados por Sapiro a lo largo de los cuatro capítulos de este libro estimulan rupturas epistémicas y promueven lo que Pierre Bourdieu trataba como una Realpolitik de la razón.

En el capítulo “Globalización y diversidad cultural” se desmonta el sesgo naciocéntrico que aún prima en gran parte de los estudios culturales. La autonomía de los campos de producción simbólica se aceleró desde mediados del siglo XIX mediante luchas por el reconocimiento de ciertas categorías de productores: escritores, artistas, académicos, etc. El mecenazgo privado, instituciones estatales como las Academias, comerciantes de bienes simbólicos, el aumento de públicos consumidores, contribuyeron a la diferenciación y la legitimación de nuevas figuras sociales, especialistas en la creación y difusión de representaciones simbólicas (estilos; verdades) cuya factura obedeció antes a las disputas inherentes a las relaciones entre pares (querellas estéticas entre los artistas, por ejemplo) y a las reacciones de la crítica y de los consumidores, que al control de lo que Althusser llamaba aparatos ideológicos (del Estado, la Iglesia, etc.). La relación entre autonomía y heteronomía en los campos de producción simbólica es la cuerda de tensión que la analista interpreta para revelar las fuerzas que intervienen en el funcionamiento de las prácticas culturales. Pero ninguno de los mencionados factores que colisionan para formatear y dinamizar la producción simbólica puede ser pensado per se como garantía de orientación de los agentes de un campo hacia uno u otro polo, hacia la producción restringida (destinada a otros especialistas o iniciados en un arte, lo cual promueve innovación y diversificación) o al gran mercado (destinada al consumo masivo, a la acumulación capitalista, lo cual promueve estandarización).

Lo mismo sucede con el gran tema investigado por Gisèle Sapiro después de su doctorado: las relaciones internacionales en materia de cultura, factor históricamente denegado y hoy en día aún secundarizado por los estudiosos de la producción cultural en las sociedades de clases. La traducción de libros es un barómetro sin igual para revelar hasta qué punto agentes del exterior intervienen en el reconocimiento de un espacio nacional de producción cultural.1 La circulación de las ideas almacenadas en libros no obedece al laissez faire-laissez passer, a la cualidad inherente del pensamiento, de la producción intelectual, a la grandeza del genio nacional. El poder de este vector de incidencia internacional es demostrado por la estructura de tipo centro-periferia que se observa en la sinuosa geografía de lenguas y naciones exportadoras e importadoras de bienes simbólicos. Tan desigual como el comercio de manufacturas, el mundo cultural es jerarquizado y fragmentado por las disputas entre algunos pocos polos con poder de irradiación (rayonnement como dicen los franceses). Las premisas de las teorías de la dependencia, renovadas en su momento por Immanuel Wallerstein, vuelven a ganar todo esplendor en las demostraciones de Gisèle Sapiro y de Johan Heilbron, estrechos colaboradores del CSE y pioneros de la sociología de la traducción.2 Basta pensar en la producción intelectual latinoamericana, condenada a ser traducida apenas como tierra de ficción. Frente a la tendencia a observar las relaciones Norte-Sur como bloques compactos y dicotómicos, Sapiro explica las lógicas de traducción como relaciones entre agentes que se alían y oponen en razón de la homología de sus posiciones en distintos espacios culturales-nacionales.3 Así se descubren sistemas de variaciones según géneros editoriales, según historias de relaciones entre agentes de distintas lenguas y culturas. Por ello mismo las traducciones son objeto de disputas, de deseo, de diferenciación; vectores de fuerzas exteriores que afectan de distinto modo a los polos de la gran difusión cultural y de la difusión restringida. Éste último, sin embargo, precisaría, cada vez más, de políticas estatales de apoyo a la traducción, ante el tremendo efecto de concentración financiera traccionado por el neoliberalismo. De las tensiones entre fuerzas globalizantes e intereses particularizantes, emergió el tema mayor de política cultural de estos tiempos: la diversidad cultural; bandera, creencia, postura moral que no es unívoca.

Los procesos y estructuras que organizan la circulación internacional de ideas es empíricamente aplicada en el segundo capítulo a la obra de Pierre Bourdieu. Allí se despliega con soltura el rigor metodológico de la autora y una de las herencias del famoso autor, director de tesis de Sapiro: la combinatoria entre herramientas de objetivación estadística y agudeza comprensiva; también el trabajo colaborativo, en este caso con Mauricio Bustamante, destacado sociólogo ecuatoriano. Al estudiar los tiempos y lugares de la traducción y recepción, emerge el sustrato de mediadores y mediaciones que explican cómo el reconocimiento de una obra y su consagración no pueden explicarse apenas por las ideas del autor o por cualidades del espacio de producción de origen, sino que, como en todo acto migratorio, es decisiva la acción e intereses de los agentes que intervienen en la recepción. De este modo el capítulo descubre lógicas diferenciales de apreciación y de marcación del autor traducido, entre espacios de producción restringida y entre fuerzas propias del gran mercado cultural: es a mediados de la década de 1990 cuando Bourdieu se torna un autor global. Si antes circulaba fragmentadamente y era recibido como un mentor de formulaciones teóricas audaces y de proposiciones metodológicas originales, a partir de entonces su presencia fue unificada bajo los intereses ideológicos para la búsqueda de voces críticas contra el neoliberalismo y la globalización. Si las apropiaciones son fuente de valoraciones que el autor no sólo no controla, sino que puede hasta rechazar, el análisis de esta clase de trayectos históricos y sociales de internacionalización de una obra deviene instrumento indispensable para observar las fuentes de malentendidos, variantes de lo que Bourdieu denominó violencia simbólica. Si no hay duda que una de las matrices analíticas del sociólogo fue el estructuralismo, nada más absurdo que escuchar a diario en los medios universitarios latinoamericanos el juicio de que Bourdieu no serviría para analizar nuestras sociedades porque fue un autor que sólo habría investigado “el caso francés”. En síntesis, sólo este tipo de sociología histórica de la producción intelectual puede demostrar que al considerar una obra consagrada no basta circunscribir hermenéuticamente el pensamiento del autor; se torna imprescindible considerar las disputas que dirimen su recepción, usos y valoraciones y tornar visibles a los agentes de este particular juego cultural.

Los capítulos tercero y cuarto analizan las transformaciones de la función autor en sentido histórico y sociológico. Formada en filosofía y literatura comparada bajo dirección de Itamar Even-Zohar, en la segunda mitad del libro Sapiro despliega su aguda competencia como investigadora de los mundos literarios y de las prácticas intelectuales. El concepto de responsabilidad es la lente que escoge para observar desde otro ángulo al proceso de autonomización. En él se articulan las representaciones sociales sobre el escritor, las definiciones penales de sus derechos y deberes, así como la propia concepción de aquellos que buscan escribir como un oficio. Los límites de lo pensable y escribible se expanden y retraen al ritmo de la diferenciación de las esferas de opinión pública, de los debates sobre la libertad de expresión. Así afloran las querellas entre empresarios morales y codificadores de derechos, al compás la evolución de las comunidades de lectores, de políticas educativas, de mercados de bienes culturales que sancionan simbólica y económicamente el valor de las letras, del pensamiento, de la razón. Estos capítulos muestran la sutileza de Sapiro como historiadora que transita por los procesos de subjetivación de las nociones de responsabilidad. La ética de la responsabilidad del escritor se moldeó con elementos simbólicos (contenido de las obras) y materiales (control sobre los formatos e ideas; sobre los públicos a los que se orientan las obras) que en los albores del siglo XX se condensaron para la emergencia de ideas sobre el compromiso del intelectual. El último tramo del libro propone un recorrido por el caso francés para demostrar que el intelectual no es una figura unívoca que se transforma en el tiempo, si no que es una categoría de agente cultural que engloba posiciones y orientaciones de sentidos diversos y opuestos. En otras palabras, que la propia figura de intelectual no puede ser comprendida sino como variaciones estructurales en un campo. Los hay dominantes y dominados, críticos universalistas y especialistas, guardianes del orden y contestatarios, orgánicos y colectivos, vanguardistas y retrógrados. Ninguna posición y variante guarda propiedades sustantivas. Las relaciones del sistema de fuerzas producen esas diferencias e indican el vector para leer el caso como una configuración particular entre otras posibles. Así este libro deviene modelo inspirador para analizar y comprender otros contextos.

Con las herramientas aprehendidas con esta lectura, no podemos dejar de decir que 2017 fue el año en que Sapiro comenzó a ser traducida al castellano. Al tiempo que salía este título por el Instituto Mora, el Fondo de Cultura Económica en Buenos Aires lanzaba la traducción de La sociología de la literatura y en Eduvim publicábamos, desde Córdoba, Los intelectuales: profesionalización, politización, internacionalización. Mucho podríamos interpretar sobre este momento fértil en el que, una vez más en la historia, desde México y Argentina, integramos lo mejor de la academia internacional para estimular ideas indispensables ante los desafíos del presente. Dejamos ello para otros textos y espacios de reflexión.

1Anne-Marie Thiesse, otra investigadora francesa invitada al Instituto Mora, es contundente al demostrar como las relaciones internacionales son inherentes a la forja de identidades nacionales. Lo mismo puede decirse de los aportes de Yves Dezalay, otro de los referentes del Centre de Sociologie Européen que dirigía Pierre Bourdieu. Sobre Thiesse, véanse La création des identités nationales. Europe xviiie-xxe siècle, París, Seuil, 1999 y Francia y la cuestión de la identidad nacional, México, Instituto Mora, 2010; sobre Dezalay, véase Yves Dezalay y Bryant Garth, Sociología de la internacionalización, Villa María, Eduvim, 2017.

2Véase Johan Heilbron y Gisèle Sapiro, “La traduction littéraire: un objet sociologique”, en Actes de la Recherche en Sciences Sociales, 144 (2002), pp. 3-7.

3Véase Gisèle Sapiro, “Le champ est-il national? La théorie de la différentiation sociale au prisme de l’histoire globale”, en Actes de la Recherche en Sciences Sociales, 200 (2013), pp. 70-85.

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