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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.70 no.3 Ciudad de México ene./mar. 2021  Epub 19-Feb-2021

https://doi.org/10.24201/hm.v70i3.3850 

Reseñas

Sobre Matthew Vitz, A City on a Lake: Urban Political Ecology and the Growth of Mexico City

Germán Vergara1 

1Georgia Institute of Technology

Vitz, Matthew. A City on a Lake: Urban Political Ecology and the Growth of Mexico City. Durham: Duke University Press, 2018. 338p. ISBN: 978-082-237-040-6.


Al inicio de su libro, Matthew Vitz aclara que “la Ciudad de México no es el lugar para acabar con el declinacionismo dentro de la historiografía ambiental”. Esto no quiere decir que el libro presente una simple historia de declive inexorable. Más bien, A City on a Lake [Una ciudad en un lago] cuenta la historia de derrota: traza el fracaso de las concepciones alternativas para la ingeniería y transformación de la Cuenca de México (donde se ubica la Ciudad de México), y de los trabajadores, campesinos y sectores populares que negociaron, resistieron o intentaron aprovechar estos cambios. A fin de cuentas, fueron estos sectores los más afectados por los cambios de la cuenca. Desde aproximadamente la década de 1880 hasta los años 1940, ingenieros, urbanistas y tecnócratas adoptaron un enfoque de élite para forzar un desarrollo urbano capitalista sobre una población y medio ambiente recalcitrantes. Los enormes proyectos hidráulicos para terminar de drenar los lagos de la cuenca durante el porfiriato; las nuevas políticas forestales que despojaron a los pueblos de sus bosques comunitarios; los cambios en el uso de tierra tras la revolución mexicana; el desarrollo de colonias de clase trabajadora después de 1920… Vitz argumenta que todas estas transformaciones pertenecen a la misma historia: el crecimiento capitalista de la Ciudad de México.

El libro está organizado en torno a un marco que los mexicanistas reconocerán sin problema: el porfiriato, la Revolución, el gobierno de Cárdenas y el cambio conservador del gobierno mexicano después de 1940. Esta estructura narrativa tiene sentido porque Vitz se concentra en la política de la planeación y el desarrollo urbanos. La primera parte del libro consta de dos capítulos: el primero examina el porfiriato y el segundo analiza los años de la Revolución. En esta sección, Vitz sigue a un grupo de organizadores, expertos en salud pública y silvicultores a medida que intentan rediseñar la ciudad de México y sus alrededores para hacer de ellos un entorno más sano, domesticado y moderno. Su plan principal era controlar el agua de la cuenca e implementar prácticas científicas de silvicultura en las montañas circundantes. La élite científica construyó una infraestructura hidráulica masiva para drenar los lagos de una vez por todas en un intento por detener las constantes inundaciones y abrir nuevas tierras para la agricultura en las camas secas de los lagos. Las políticas forestales restringieron los usos forestales de los pueblos considerados responsables de la deforestación y de los elevados índices de erosión que empeoraban las inundaciones. Desde el punto de vista de Vitz, los intentos tecnócratas por controlar el entorno de la cuenca resultaron en buena medida contraproducentes (la cama seca del Lago de Texcoco, por ejemplo, envolvía recurrentemente a la ciudad de México en una nube de polvo) o simplemente fracasaron (las inundaciones continuaron, por supuesto). Los años de la Revolución fueron testigos sobre todo de un impasse en el “modelo de crecimiento” urbano y del surgimiento de una actitud reformista de la élite frente las demandas populares que exigían un uso más democrático de los entornos de la cuenca.

La segunda mitad del libro aborda el periodo postrevolucionario. Durante la década de 1920 hubo una ola de protestas de inquilinos en la ciudad de México y otras zonas urbanas del país. Los manifestantes exigían viviendas costeables e higiénicas, así como el acceso a agua potable segura. Si bien las autoridades de la ciudad solventaron algunas de estas peticiones con la creación de vivienda pública y colonias con servicios urbanos para las clases trabajadoras, la principal historia de estos años (por lo menos para este reseñador) fue la introducción del auto y el surgimiento de la suburbanización al estilo estadounidense. Me habría gustado que Vitz rastreara ambos cambios con mayor detalle, dado el profundo efecto que tuvieron en la ciudad y en la cuenca en las décadas siguientes. De cualquier forma, los lectores pueden enterarse de que, a pesar de la retórica revolucionaria, los expertos (ahora en forma de un grupo recién profesionalizado de urbanistas) continuaron utilizando el enfoque porfirista autoritario y tecnócrata para promover el crecimiento de la ciudad de México, a menudo a expensas de los pobres y del medioambiente de la cuenca. La urbanización especulativa se volvió crónica y la ciudad siguió padeciendo la falta de agua donde más se necesitaba y el exceso de agua donde no se requería. Más adelante, el libro examina los años de Cárdenas a través de la lente de la silvicultura. Ingenieros forestales como Miguel Ángel de Quevedo defendían una regulación estricta del uso de los bosques por parte de los campesinos, en particular de la elaboración de carbón vegetal para el mercado de la ciudad de México. Esta política contravenía la reforma agraria y la distribución de la tierra, el punto fuerte del programa cardenista. Al igual que otros historiadores de la silvicultura en el sur de Asia, África y México, Vitz ve las políticas de conservación forestal en buena medida como una forma de intrusión estatal, y las declaraciones que anunciaban una rápida deforestación como una “narrativa de la degradación” que legitimaba dicha injerencia. Esta interpretación no me convence del todo, pero la falta de estadísticas forestales confiables de ese periodo (a diferencia de las que dejó, por ejemplo, el Servicio Forestal Imperial en India) no permite prever una pronta resolución de esta importante cuestión. Al fin y al cabo, dada la dificultad de reconciliar su programa rural revolucionario con la conservación forestal, Cárdenas eliminó el Departamento Forestal de Quevedo, y la administración de los bosques de la cuenca quedó subordinada a las necesidades urbanas. De esta suerte se disipó la posibilidad de una forma de silvicultura comunal que podría haber cubierto de manera sustentable parte de la creciente demanda de combustible en la ciudad de México.

Los capítulos finales analizan la consolidación del vuelco hacia la derecha del régimen postrevolucionario en México después de 1940 y las políticas posteriores que colocaron a la Cuenca de México en el camino hacia una industrialización acelerada y un crecimiento urbano y demográfico explosivo. Las siguientes décadas fueron testigo de la migración masiva de campesinos hacia los barrios pobres en la periferia de la ciudad de México; la explotación a gran escala del manto acuífero subterráneo de la ciudad y la desviación de vastos volúmenes de agua desde zonas allende la cuenca; y el implacable impulso para industrializar la región. Los desarrolladores planearon colonias enteras y rehicieron secciones de la ciudad para abrir espacio al creciente número de automóviles. Como antes, fueron los pobres rurales y urbanos, así como los suburbios de la ciudad, quienes terminaron asumiendo buena parte del costo de estos desarrollos. El escenario estaba listo para que la ciudad de México se convirtiera en la metrópoli más grande de América Latina, y una de las menos equitativas.

El libro de Vitz tiene varias fortalezas y hace contribuciones muy importantes. Para empezar, está escrito con estilo. Pero más allá de ello, el libro incorpora ideas de una amplia variedad de literaturas y autores. Los estudios sobre ecología política urbana y metabolismo urbano permiten a Vitz enfatizar los vínculos entre los suburbios y el entorno construido de la ciudad de México. De igual forma, Vitz vincula exitosamente historiografías que pocas veces entran en conversación, como la historia urbana ambiental de Estados Unidos y la historia del cardenismo. Sin embargo, quizá la mayor fortaleza del libro sean las conexiones que establece entre procesos históricos aparentemente dispares, como ocurre con la creación de colonias populares y la desecación del Lago de Texcoco, por ejemplo. Este acierto se debe a que el autor mantiene simultáneamente su atención en aspectos que típicamente se mantienen separados en los análisis históricos: políticas y cambios materiales, expertos de élite y grupos populares, ciudad y suburbios. Los futuros historiadores del ambiente urbano de América Latina deberían tomar nota.

Ningún libro es perfecto, y A City on a Lake no es la excepción. Uno de sus defectos es que ciertos conceptos clave no se definen con claridad. Un ejemplo de ello es el capitalismo. En un libro que ve el capitalismo como una importante fuerza que impulsa el cambio histórico -por no decir la fuerza más importante-, este concepto nunca es realmente explicado ni definido (salvo en algunos breves pasajes, como en la página 25). Así, el capitalismo aparece a veces como una fuerza abstracta, y trascendental, y no como una entidad histórica. ¿Cómo se desarrolló exactamente el capitalismo en la Cuenca de México durante el periodo estudiado? ¿Fue la misma modalidad que se desarrolló, por ejemplo, en los centros urbanos del norte de México, ligados a la ganadería, la minería y los intereses industriales? La misma crítica puede aplicarse a “medioambiente” y “ambiental”, que se convierten en términos demasiado amplios y que, por ende, pierden parte de su poder analítico. Adicionalmente, si bien un concepto como “imaginario urbano ambiental” -un constructo histórico utilizado para explicar un fragmento del pasado- me parece útil, me resulta menos clara la utilidad de, digamos, “tecnocracia ambiental”, un concepto más bien descriptivo que resulta un poco anacrónico para referirse al predominio de los expertos en los años 1920, décadas antes del surgimiento de los ingenieros y científicos ambientales.

A pesar de estas objeciones menores, el libro es una gran adición a la historia ambiental latinoamericana. Con algo de suerte, las historias ambientales de otras ciudades latinoamericanas no tardarán en hacerle compañía. Aquellos historiadores urbanos, mexicanistas y latinoamericanistas interesados en las políticas de la planeación urbana, la infraestructura sanitaria, las políticas populares urbanas, y en una perspectiva fresca sobre periodos bien estudiados como el porfiriato y el gobierno de Cárdenas, se verán muy beneficiados con esta lectura.

Traducción de Adriana Santoveña

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