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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.70 no.2 Ciudad de México oct./dic. 2020  Epub 20-Ene-2021

https://doi.org/10.24201/hm.v70i2.3796 

Reseñas

Sobre Miguel Ángel Vásquez Meléndez, Los patriotas en escena (1862-1869)

Eduardo Contreras Soto* 

*Instituto Nacional de Bellas Artes

Vásquez Meléndez, Miguel Ángel. Los patriotas en escena (1862-1869). México: El Colegio de México, 2018. 160p. ISBN: 978-607-628-243.


Quienes nos interesamos por el teatro mexicano del siglo XIX conocemos y apreciamos la valiosa labor que Miguel Ángel Vásquez Meléndez lleva realizando en esta materia desde hace ya unas tres décadas, labor que se ve reflejada en una diversidad de trabajos en publicaciones académicas y en varios libros, de los cuales dos me parecen relacionados en línea muy directa con éste que ahora reseño: Fiesta y teatro en la ciudad de México (2003) y México personificado. Un asomo al teatro del siglo XIX (2012), ambos publicados por el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Teatral “Rodolfo Usigli” del Instituto Nacional de Bellas Artes (CITRU), el principal hogar académico de Vásquez Meléndez. Con este nuevo libro, Los patriotas en escena (1862-1869), Vásquez continúa este trabajo de imaginar, reconstruir y escribir una lectura del teatro mexicano decimonónico que, por una parte, se acomode a la información documental con la que se cuenta hoy, mucho más abundante que la de generaciones anteriores de historiadores del teatro, y por otra, considere las perspectivas desde las cuales nuestra experiencia histórica actual puede contemplar esta actividad, no siempre tomada en cuenta a la hora de examinar esos momentos del pasado de nuestra cultura.

El presente libro forma parte de la colección de El Colegio de México titulada “La Aventura de la Vida Cotidiana”, cuyo criterio editorial aparece con toda claridad en la cuarta de forros del libro: “está orientada hacia el público interesado en la historia de la gente común, así como en las anécdotas y circunstancias que han contribuido a formar nuestras costumbres, nuestra cultura y nuestro mundo.” Y estos criterios parecen hechos a la medida del estilo de escritura de Vásquez, pues en sus trabajos él suele aunar la erudición rigurosamente basada en fuentes de primera mano con un estilo de escritura accesible para lectores de un amplio espectro de experiencias e intereses, no sólo para los especialistas del gremio teatral. De hecho, suele pasar que nuestros colegas que se dedican al teatro de manera activa no sólo ignoran la historia del teatro de su propio país, sino que incluso cuando saben que hay material bibliográfico que les ayudaría a solventar esta carencia, como los libros de Vásquez, acaban ignorando o menospreciando tales materiales, por lo cual se da más el caso de que este tipo de libros acaben teniendo como lectores, ironías del oficio, a gente que no tiene vínculos directos con el teatro. Por eso importa tener una pluma amable con el lector común y un poco de paciencia didáctica para explicar aspectos elementales de nuestra historia, dos características que siempre se advierten en los escritos de nuestro autor reseñado.

Los patriotas en escena ofrece un recorrido analítico por la vida teatral en la ciudad de México, con antecedentes que se remontan a la consumación de la independencia nacional, pero con el tema centrado claramente en un periodo de siete años que comprende la intervención francesa, el imperio de Maximiliano de Habsburgo y los inicios de la República restaurada. Si bien se trata de obtener una visión panorámica, de conjunto, sobre el fenómeno teatral durante el periodo, más en lo literario que en lo escénico, el eje central y punto de partida para este estudio se genera en el acercamiento a tres textos dramáticos que le sirven de pretexto a Vásquez para proyectar, desde sus contenidos específicos, las características generalizadas para la práctica cotidiana de la época y, a través de ellos, deducir el juego de ideas e imágenes que se debatían en los conflictos protagonizados por los principales bandos en pugna durante el periodo, los ya sabidos liberales y conservadores. Los textos que son examinados en detalle en este nuevo libro son: El embrollo mexicano, ¿cuál será el fin de la comedia?, publicado en un periódico sin crédito de autor en 1862; Mi amor, bandera y laurel; o sea, la enseña nacional, de Mariano Eduardo Ramos, publicado en 1869; y Loa patriótica, de Justo Sierra, Enrique de Olavarría y Ferrari y Esteban González, que formó parte de unos festejos conmemorativos en 1869. De los tres textos, sólo de este último se puede ofrecer, por ahora, la certeza de que fue representado en escena en su tiempo, así que el principal trabajo de análisis que el libro de Vásquez realiza se da en su revisión a partir de su condición de literatura, si bien se permite imaginar cómo podrían darse ciertas resoluciones propiamente escénicas, deducidas de la lectura de los textos.

Este breve libro está organizado en cuatro partes. En la primera de ellas, “Manuscritos y pdf”, se inicia una revisión panorámica del estado que guardan las fuentes documentales relacionadas con el conocimiento y estudio del teatro en el México del siglo XIX. Esta revisión se realiza, en una forma no muy frecuente para un trabajo académico, desde una perspectiva muy personal, con un relato abundante en menciones concretas de la propia experiencia de Vásquez al acercarse a los acervos que le ha tocado localizar, conocer y manejar como parte de su actividad profesional en los temas específicos de su campo de conocimiento. Se agradece esta actitud un tanto familiar con sus lectores, que el autor se puede dar el lujo de asumir, ante el conocimiento privilegiado que ha tenido de una abundante cantidad de fuentes de primera mano, cuya disponibilidad él mismo compara con la situación del tiempo presente, que está dominada por Internet y por las redes sociales, para bien y para mal. En cuanto a las herramientas de análisis teóricos que Vásquez menciona para su tema, trata de colocar su perspectiva de referencias como si él mismo estuviera en la época estudiada, por lo cual cita a quienes entonces se tuvo como autoridades en la materia, en especial Gaspar Melchor de Jovellanos y Manuel Peredo, representantes ambos de una estética neoclásica que, en efecto, predominaba en la crítica literaria y teatral del periodo. Estas referencias se derivan también, por obvios motivos, de los materiales que Vásquez ha estado estudiando en estos años de su trayectoria, como lo muestra el ya citado libro México personificado. Un asomo al teatro del siglo XIX, que se centra precisamente en la obra crítica de Peredo.

La segunda parte, “Episodios de la historia teatral”, glosa su título como un homenaje a Benito Pérez Galdós y sus célebres Episodios nacionales, novelas de contenido histórico cuyo concepto fue seguido en México por autores como Olavarría y Ferrari, y Victoriano Salado Álvarez, si bien este último no forma parte del estudio de Vásquez, al ser su producción literaria ajena al teatro y posterior al periodo delimitado en su libro. En esta parte, Vásquez elabora un recuento de las actividades más importantes de los dramaturgos mexicanos y de la vida de los principales teatros de la ciudad de México entre 1842, año en que se empezó a construir el Teatro Nacional -o de Santa-Anna o Imperial, según le iban cambiando el nombre los vaivenes políticos-, y 1869, ya en la República restaurada. La elección de este año por parte del autor obedece al hecho de que coincide con la fecha de dos de los tres textos que son el objeto central del estudio. Si bien se trata de un recuento trazado con seguridad y precisión para la ciudad capital, quizá hoy podríamos intentar que estas revisiones en que narramos la vida teatral nacional se ampliaran a mostrar ejemplos de otras ciudades de la República, las cuales, por fortuna, se tienen mucho mejor documentadas en la actualidad de lo que se tenía hace apenas 15 o 20 años, y esto enriquecería la visión panorámica y permitiría superar la visión centralista de una historia teatral que suele tomarse por “nacional”, aunque sólo esté relatando lo que pasaba en la capital de dicha nación.

La tercera parte del libro, “La República en tres actos”, entra de lleno en su objeto central de estudio: una descripción detallada de los tres textos teatrales ya mencionados, con referencias abundantes sobre sus argumentos y situaciones y citas textuales de varios pasajes, así como la descripción de sus personajes, con énfasis en la condición simbólica y hasta alegórica de varios de ellos. Todo este análisis de los materiales literarios lo relaciona Vásquez con los acontecimientos políticos y militares que estaban desarrollándose al mismo tiempo que se dieron a conocer los textos, lo cual ilumina el significado, a veces oscuro por distante, de varios de sus pasajes.

En la parte final del libro, “Teatro e historia”, el autor establece con más precisión las relaciones directas entre las actividades teatrales y las actividades políticas, lo mismo en la creación artística propiamente dicha que en la crítica estética e ideológica de sus contenidos, y en la conducta de escritores, actores y empresarios respecto de los intereses políticos en juego a cada momento de esos intensos y turbulentos años del periodo en cuestión. Además de examinar estas relaciones, se hace una revisión panorámica del uso que los gobernantes y las clases ilustradas han hecho de las actividades escénicas, desde la época virreinal hasta el periodo estudiado, como factor de integración y de identidad local bajo el control del poder respectivo en cada época; de ahí el manejo de la vida teatral como un elemento que, eventualmente, podía exaltar una idea de patriotismo, sobre todo como una contraposición a las fuerzas invasoras, en este caso las francesas. Ello no obstante, y pese a los varios ejemplos que Vásquez cita de vinculación entre la vida teatral y escénica y los intereses de los grupos de poder en sus respectivos momentos, también hace énfasis en la indiferencia que la gente de teatro solía mostrar ante las pugnas partidistas de la época, lo cual les permitió a quienes se dedicaban a la farándula acomodarse a conveniencia para sobrevivir en la realización de su oficio, como tantos ciudadanos que hicieron lo mismo en esos difíciles años.

Para recapitular, una vez hecha la observación de que sería importante ampliar la visión de la vida teatral del México decimonónico más allá de lo que pasaba en su capital, y de que sigue pendiente un análisis de las obras teatrales desde una perspectiva más estética que historicista -en el cual las obras nos puedan importar hoy como objetos de apreciación artística y no sólo como testimonios informativos de su época-, este nuevo libro de Miguel Ángel Vásquez Meléndez enriquece de manera sustancial los estudios serios, de criterio académico y basados en fuentes documentales de primera mano, sobre la historia de nuestro teatro y nuestra vida escénica del siglo antepasado. Tiene el valor de la obra unitaria que es sin dejar de ser, por añadidura, un capítulo de una obra más amplia, ambiciosa y panorámica que es toda la trayectoria de su autor como uno de los especialistas en este mundo de la escena mexicana decimonónica; por ende, sólo me resta desearle que no pase mucho tiempo antes de que agregue un capítulo más, en la forma de su siguiente libro, a esa obra total de su meritoria labor de casi tres décadas.

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