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Historia mexicana

On-line version ISSN 2448-6531Print version ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.69 n.1 Ciudad de México Jul./Sep. 2019

https://doi.org/10.24201/hm.v69i1.3677 

Reseñas

Pedro L. San Miguel, “Muchos Méxicos.” Imaginarios históricos sobre México en Estados Unidos

Patrick Iber* 

*University of Wisconsin, Madison

San Miguel, Pedro L.. “Muchos Méxicos.” Imaginarios históricos sobre México en Estados Unidos. México: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2016. 367p. ISBN: 978-607- 947-550-5.


Entre a cualquier librería en Estados Unidos (si es que encuentra una) y busque la sección de historia latinoamericana. Es muy probable que sea pequeña. Y es casi seguro que encontrará los mismos pocos temas. Perfiles de revolucionarios cubanos; algunos libros sobre raza; algo sobre las dictaduras; quizá algo sobre religión. Algunos volúmenes más sobre el Imperio. Zapata and the Mexican Revolution (Zapata y la Revolución mexicana), de Womack. El mercado para el material sobre esta región es reducido y está dominado por unos cuantos conceptos y temas clave. Constituye un registro de lo que les interesa a los estadounidenses sobre la zona y sobre cómo la conciben e imaginan. Y esto también tiene una historia.

“Muchos Méxicos”. Imaginarios históricos sobre México en Estados Unidos, de Pedro L. San Miguel , es una colección perspicaz y provocativa de ensayos historiográficos escritos en Estados Unidos sobre México, que identifica los patrones de interés en el ámbito académico.

¿Quién habla por América Latina, emitiendo criterios en nombre suyo? -pregunta el autor-. ¿Quién ha asumido su representación, y cómo ha sido figurada, plasmada, modelada, imaginada, vislumbrada, concebida, pensada o conjeturada dicha región, esa que ha sido denominada, entre otras formas, como ‘el otro Occidente’?

Para responder estas preguntas, San Miguel elige como objeto de análisis la obra de varios mexicanistas del siglo XX que trabajan en Estados Unidos -académicos gringos, si usted quiere-. San Miguel, historiador puertorriqueño formado en Estados Unidos, se ubica tanto dentro como fuera de las categorías que analiza, lo cual deriva en una productiva tensión. El autor utiliza a México como ejemplo debido al peso adicional que su proximidad con Estados Unidos le fue brindando a medida que dicho país constituía sus imágenes del “otro” mexicano.

Es fácil imaginar que un libro con este tema optara por una condena rotunda. Podría criticar a los académicos gringos por sus cegueras, por su presunción, o por su monroísmo académico, parafraseando a Juan A. Ortega y Medina. Libros como Under Northern Eyes (Bajo los ojos del norte), de Mark T. Berger, argumentan que la academia latinoamericanista (una categoría que por sí misma existe en buena parte de Estados Unidos y que es producto de la mirada imperial) ha servido de cómplice del imperio. Pero éste no es en absoluto el registro en que está escrito el libro de San Miguel. Sus dos principales influencias son Mauricio Tenorio, cuya obra ha sondeado los límites de la utilidad de las categorías que usamos para pensar sobre la región (Latin America: The Allure and Power of an Idea [América Latina: la atracción y el poder de una idea]; Argucias de la historia), y Hayden White, cuyo análisis de la construcción de la trama en la narrativa histórica ha ayudado a que muchos historiadores tomen conciencia de los recursos narrativos que dan forma al argumento histórico.

Siguiendo a White, a San Miguel le interesa describir las metanarrativas que han definido los estudios académicos sobre la región. De éstas identifica cuatro: “1) las repercusiones de los ‘grandes diseños’ imperiales sobre la región; 2) el problema del ‘atraso’, la ‘dependencia’ o el ‘subdesarrollo’; 3) las identidades colectivas (sean éstas étnicas, raciales, culturales, nacionales o de género), y 4) las resistencias de los subalternos”. San Miguel divide su libro en seis capítulos. El primero explora diversas historias sobre el pasado indígena de México, concentrándose sobre todo en la obra magna de Charles Gibson, The Aztecs under Spanish Rule (Los aztecas bajo el dominio español), de 1964. El segundo examina algunas representaciones del atraso mediante un análisis de la nueva historia económica, que en este caso se identifica con la obra de Stephen Haber y John Coatsworth. El tercer capítulo, el plato fuerte del volumen, gira en torno a John Womack y la escritura y recepción de Zapata y la Revolución Mexicana. Los capítulos cuarto, quinto y sexto se concentran en ciertas palabras analíticas clave: raza/etnicidad, rebelión y resistencia, y nación, respectivamente.

El capítulo que probablemente ilustre mejor el método de San Miguel es el que aborda Zapata de Womack. San Miguel recurre a la lectura detallada del texto para identificar las estructuras narrativas, así como las ideas y conceptos que subyacen a los argumentos. Siguiendo a Hayden White, lee la historia como literatura. Al inicio del capítulo aparece una cita del propio Womack: “Dado que el compromiso proviene de las mejores intenciones, fomenta una experiencia indirecta, las versiones estadounidenses de los conflictos y temas latinoamericanos rondan inevitablemente la ficción”. Zapata de Womack está relacionado con la política general de la década de 1960 -mientras que anteriormente los académicos residentes en Estados Unidos tendían a simpatizar con Francisco I. Madero, en ese momento Zapata se convirtió en el héroe trágico de la revolución mexicana-. La historia que narra -de manera maravillosa, por supuesto- Zapata de Womack es una de las auténticas comunidades opuestas a las fuerzas coercitivas de la sociedad moderna. Y el Zapata de Womack, como lo lee San Miguel, está colmado de las cualidades del héroe narrativo: “el heredero de lo mejor de su estirpe, de los valores morales que habían destilado sus antepasados como resultado de la confluencia entre historia, cultura y naturaleza”. Zapata “era acreedor de uno de los rasgos fundamentales del ‘salvador’: expresaba ‘una visión coherente e integral del destino colectivo’ ”. Quizá sean estas estructuras narrativas las que contribuyeron a hacer un clásico de Zapata.

La lectura del libro que hace San Miguel se vuelve doblemente convincente cuando revisa una tesis escrita por Womack, originario de Oklahoma, sobre la Green Corn Rebellion, la rebelión del maíz verde en ese mismo estado. Esta rebelión, un breve levantamiento armado que tuvo lugar en 1917, fue un fracaso más claro que el de Zapata. Pero el argumento que presenta Womack al respecto es similar. Su origen se halla en la industrialización y la modernización de la agricultura. Su importancia no radicó en su éxito, sino en lo que demostró sobre la resistencia de la gente común ante la modernidad despiadada. La tesis muestra la consistencia de los intereses y de las estrategias narrativas de Womack, y vuelve aún más intrigante su distanciamiento posterior de su interés en los campesinos, sobre todo en su capítulo sobre la revolución mexicana en la Cambridge History of Latin America (Historia de América Latina de Cambridge).

Habrá quien considere que extraer las estructuras narrativas de las obras equivale a descalificarlas, como si exponer una construcción implicara volverla automáticamente falsa. Sin embargo, San Miguel niega de manera explícita que éste sea su objetivo. Por momentos esto ocurre, como cuando señala los prejuicios de algún autor, o cuando se revela algún tipo de pensamiento ahistórico. Pero, en general, no se trata de eso. La admiración de San Miguel por Gibson y Womack es evidente. El propósito de su análisis es, como él mismo arguye, mostrar que

[…] ni las palabras ni las narraciones son neutras, imparciales, objetivas o indiferentes. Pese a ello, los historiadores usualmente operamos desde una virtual indolencia ante ellas, actuando como si lo único determinante en la investigación fuese la consulta documental y las operaciones estrictamente técnicas que de esa actividad emanan.

En algunos casos, las interpretaciones de San Miguel parecen no dar del todo en el blanco. Si bien es cierto que tanto John Coatsworth como Stephen Haber son historiadores económicos, y que quizá ambos pertenecen a la nueva historia económica, sus opiniones sobre el funcionamiento de los mercados no son idénticas, y es probable que la crítica de San Miguel al neoliberalismo contrabandeado dentro de la nueva historia económica se aplique de manera más directa a Haber que a Coatsworth. Además, hay algunas omisiones que tal vez ameritarían atención: ¿qué hay de Florencia Mallon (mencionada, mas no analizada a profundidad), la defensora más articulada de la nueva historia cultural, opuesta a la nueva historia económica? Me encantaría leer un capítulo de San Miguel sobre la construcción de la trama en el número sobre lucha libre de la Hispanic American Historical Review (Revista de historia hispanoamericana), en el que Haber y Mallon presentan ensayos metodológicos contrapuestos.

En general, empero, me parece que el análisis de San Miguel es perspicaz y persuasivo. Entre otras cosas, revela las formas en que los estudios académicos de Estados Unidos sobre México también lo son sobre Estados Unidos, sus intereses y preocupaciones. Los estudios sobre la raza en México reflejan preocupaciones sobre la raza en Estados Unidos. Lo mismo ocurre con los estudios sobre la rebelión. El título del libro se deriva, por supuesto, de Many Mexicos (Muchos Méxicos) de Lesley Bird Simpson. Sin embargo, San Miguel transforma su significado, de modo que el énfasis pasa de la diversidad geográfica y cultural al trabajo de la imaginación histórica.

México, para los estadunidenses, ha sido varias cosas: en propiedad, ha sido muchos Méxicos. Ha fungido, por ejemplo, como espejo en el cual escrutar y confrontar su propia fisonomía, su identidad, sus conflictos, sus contradicciones; asimismo, ha sido un lugar mítico en el cual buscar la utopía, en el cual proyectar sus esperanzas, sus ensueños, sus ilusiones, sus delirios y sus fantasías.

Resulta que la construcción del “otro” revela mucho sobre uno mismo. Podría decirse incluso que la construcción del Otro como Otro -a pesar de Tenorio- puede ocultar elementos compartidos de la historia.

De nuevo, el objetivo de este argumento no es descalificar la obra en cuestión. San Miguel no está diciendo que los estudios académicos de los mexicanistas que trabajan en Estados Unidos no puedan ser productivos y reveladores. En el epílogo hace un guiño a un conjunto distinto de críticas dirigidas a los tropos de las narrativas nacionalistas, quizá más comunes entre los mexicanistas residentes en México, al menos en el pasado. El meollo no está en que un enfoque sea mejor, o peor, que otro. Lo que este trabajo de lectura detallada logra es exponer las rutinas mentales en las que podemos caer con facilidad, revelar el tipo de historias que simplemente nos resultan más fáciles de contar debido a las categorías que usamos para reflexionar sobre el mundo. Éstas son necesariamente distintas para los historiadores de México o América Latina que trabajan en Estados Unidos, y han influido en su forma de construir el campo de estudio y el tipo de preguntas que plantean. Sin embargo, quizá al cobrar consciencia sobre estos patrones podamos evitarlos, estar atentos a las pruebas contrapuestas o complejas cuando éstas aparezcan en los archivos. Los valiosos ensayos historiográficos de San Miguel merecen ser leí- dos y pensados con atención por los estudiantes que aborden los textos clásicos analizados en el libro. Nos harán mejores lectores de estas obras y nos ayudarán a historizar no sólo los volúmenes en cuestión, sino también a nosotros mismos.

Traducción de Adriana Santoveña

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