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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.69 no.1 Ciudad de México jul./sep. 2019

https://doi.org/10.24201/hm.v69i1.3674 

Reseñas

Alexandra Pita González (comp.), Redes intelectuales transnacionales en América Latina durante la entreguerra

Carlos Marichal* 

*El Colegio de México

González, Alexandra Pita. comp., Redes intelectuales transnacionales en América Latina durante la entreguerra. México: Universidad de Colima, Miguel Ángel Porrúa, 2016. 283p. ISBN: 997-860-752-405-96.


La historia intelectual en Latinoamérica se está convirtiendo en un campo de estudio cada vez más internacionalizado, y esto me parece que merece aplaudirse no sólo por la riqueza y diversidad de la temática sino porque obliga a practicantes y lectores a romper con los moldes algo estrechos que suele imponer una mirada más estrictamente nacional o local. Este esfuerzo por cruzar fronteras intelectuales se ve reflejado en el excelente título de este nuevo libro, que se ha apropiado muy atinadamente del término “transnacionales para describir y analizar un conjunto de redes de revistas, pensadores y escritores que fueron muy creativos y productivos en la época de entreguerras, cubriendo esencialmente el periodo que se extiende desde la primera guerra mundial hasta 1938.

Como señala la compiladora, este marco temporal tiene sentido para tratar de entender la formación de redes entre intelectuales latinoamericanos porque “la sombra de la guerra generó un espacio propicio para acrecentar los vínculos establecidos con anterioridad entre latinoamericanos y algunos europeos críticos”. En este sentido, cita el caso del filósofo español José Ortega y Gasset, quien fue recibido con entusiasmo por círculos intelectuales a raíz de su viaje a América en 1916. Luego, tuvieron gran influencia en la región los ejemplos de revistas señeras europeas, como Clarté, que tendría muchas réplicas en Sudamérica en la década de 1920. Pero tampoco hay que exagerar la importancia de estas conversaciones trasatlánticas. Pues, en efecto, como demuestran casi todos los ensayos de este libro, los intelectuales latinoamericanos lograron tejer sus propias redes muy densas y ricas de creación y de intercambio durante todo el periodo analizado.

Es más, la metodología aplicada en el libro que privilegia el estudio de las redes representa una aportación novedosa y con enorme potencial para futuras investigaciones. Los cuadros de las múltiples revistas literarias, culturales y políticas que se publicaron en los países latinoamericanos en esta época son complementados por unos diagramas de excelente factura, basados en la visualización de las redes de contactos entre los principales intelectuales que eran editores y escritores, pero también incluyen a cierta cantidad de lectores. Es decir, el trabajo de investigación histórica que se ve reflejado en estos materiales escritos y visuales no sólo es profundo y meticuloso, sino que además revela el empeño colectivo de los autores de este libro en proponer nuevas formas de recuperar capítulos claves de la historia intelectual de la región. En verdad, en esta obra se ve reflejada una nueva red verdaderamente latinoamericana de jóvenes investigadores de nuestros días que ya han publicado muchos trabajos a título individual y también en obras colectivas, como ésta.

Ello se debe en parte sustancial a las labores de la compiladora del libro, Alexandra Pita, quien no sólo estudia las redes intelectuales desde hace muchos años, sino que además las fomenta y establece amplios vínculos entre jóvenes investigadores afines en este vasto subcontinente latinoamericano. En este libro se juntan los estudios de casos de intelectuales y de sus publicaciones para armar el rompecabezas no sólo de un mosaico de individuos entrelazados sino también de muchas de las corrientes intelectuales (y, cómo no, políticas) más fructíferas e influyentes a lo largo de casi un cuarto de siglo de la historia latinoamericana. Los autores centran sus miradas preferentemente en las revistas de entreguerras de Latinoamérica, como vehículos de comunicación, creación y debate de ideas, aunque, ciertamente, van más allá de las revistas.

Uno de los elementos más interesantes que la compiladora propone desde un principio, en su introducción, consiste en plantearse cómo puede abordarse el concepto de grupo, y red, o incluso de generación, utilizando metodologías de análisis a veces entrelazadas, a veces contrapuestas. Cada autor enfrenta este problema y algunos se decantan por una solución y otros por otra algo diferente. Pero reiteremos que en todos los ensayos incluidos se logra describir con mucha amplitud y precisión los diversos integrantes de una o más redes de intelectuales, incluyendo tanto jóvenes, estudiantes universitarios, como otros grupos más maduros de escritores, profesores, ensayistas, editores, políticos.

Cada ensayo permite descubrir, por lo tanto, no sólo personalidades sino mundos de personajes, sus preocupaciones sobre presente y futuro, sus debates, los vehículos de sus debates -como las revistas, ensayos y libros- y también, de manera muy reveladora, la existencia de diversos tipos de redes, fuesen de correspondencia, redes de escritores en revistas, redes políticas, en algunos casos de un país, pero en general entrecruzadas con grupos de intelectuales en otras tierras americanas, aunque también, en ocasiones, con importantes agrupaciones de intelectuales europeos.

El primer ensayo del libro es de Daniel Iglesias, especialista en Perú y el APRA, quien se lanza a un nuevo campo de investigación, que le es afín y que consiste en el estudio de una red intelectual fascinante de estudiantes antidictatoriales que empezaron a destacar en Venezuela a fines de la década de 1920, en combate contra la dictadura de Juan Vicente Gómez. Una de las figuras señeras fue Rómulo Betancourt, quien habría de promover los manifiestos del Plan Barranquilla de 1931 y sus expresiones políticas. Iglesias reconstruye las redes a partir de una amplia base de datos que ha armado de la red “egocéntrica” de Betancourt, la cual se desplaza luego hacia la famosa y productiva revista Repertorio Americano, publicada en los años treinta en Costa Rica, y que sirvió en parte como plataforma antiimperialista de la red personal y política ya mencionada.

El esfuerzo por construir plataformas ideológicas progresistas también lo observamos en un ensayo muy sugerente de Fabio Moraga sobre la influencia y “migración” de la red Clarté a América Latina en el decenio de 1920, que llevó a la fundación de un abanico de revistas y grupos muy interesantes en distintos países de América Latina, desde Guatemala y México hasta el Cono Sur. Clarté era una red europea de pacifismo, impulsada originalmente por Barbusse, Couturier y Lefebvre, además de próceres intelectuales como Anatole France y mucha más gente, la cual se convirtió también en un vehículo de pensamiento político radical y filocomunista, en algunos casos. Para abordar este tema, Moraga sigue a uno de sus inspiradores teóricos -Eduardo Deves-, quien ha afirmado que

[…] la metodología del estudio de redes intelectuales […] permite integrar y superar el asunto de las generaciones, pero también permite ligar pensamiento y práctica política y cultural […] y permite relacionar a los autores con grupos más amplios y entender la inserción institucional de dichos autores.

Ello me parece iluminador y, en verdad, me toca de cerca, ya que fui formado en un ambiente intelectual donde la mención del tema de las “generaciones” era muy frecuente al hablar de la historia de las ideas, en especial de España. El ensayo de Moraga nos habla de generaciones intelectuales latinoamericanas que eran muy conscientes de los discursos y debates de sus contemporáneos europeos y ayuda a entender estas conversaciones intelectuales y políticas multinacionales.

El siguiente ensayo es un estudio de Alexandra Pita sobre la red intelectual y política que se expandió a partir de las labores de José Ingenieros, profesor y pensador multifacético argentino, quien en la década de 1920 impulsó numerosas iniciativas de solidaridad latinoamericanas, incluyendo Renovación. Boletín de ideas, libros y revistas de América Latina. La red de escritores y corresponsales que generó Ingenieros fue realmente notable, ya que abordaba a toda América, de Norte a Sur, y fue una de las plataformas más importantes del pensamiento y debate sobre los temas americanos y sobre el antiimperialismo, sin dejar de lado muchas colaboraciones más estrictamente literarias o culturales.

Esta última es la temática del siguiente ensayo, que viene de la mano de Marco Antonio Vuelvas Solórzano, actualmente investigador de la Universidad de Colima, quien estudia la formación de la red intelectual que se conformó en torno a la revista Ulises, fundada por Salvador Novo en 1927 en México. Esta publicación era expresión de la vanguardia artística del momento, pero se vinculó estrechamente con sus antecedentes, por ejemplo, los ateneístas con Reyes, o los protocontemporáneos, impulsados por Xavier Villaurrutia desde 1924. El número de referencias a destacados literatos en este estudio sobre Ulises nos habla de la riqueza de las conversaciones y publicaciones literarias y artísticas en México en los años posteriores a la Revolución.

Muy diferente es el ensayo de María del Carmen Grillo, de la Universidad Austral de Argentina, quien elige como temática el análisis de una revista conformada por intelectuales argentinos provenientes de la tradición anarquista, que fue muy fuerte en el Río de la Plata desde principios del siglo. Su ensayo, titulado “Una red en el tiempo, el caso de La Campana de Palo, 1925-1927”, propone que la revista funcionó como un nudo de reflexión y debate entre las vanguardias artísticas y el movimiento polifacético anarquista. La autora reconstruye detalladamente una información muy difícil de obtener sobre centenares de figuras y las presenta en una serie de diagramas de redes que resultan en extremo reveladoras y deben de estimular muchas investigaciones futuras.

En el siguiente capítulo, Irma Guadalupe Villasana Mercado, de la Universidad de Zacatecas, ofrece un acercamiento igualmente detallado a una revista de otro talante, que era una publicación de tendencia humanista, católica e hispanista: Abside. Revista de Cultura Mexicana (entre 1937 y 1938). La autora presta especial atención a las noticias de publicaciones que se recogen en esta revista, incluyendo libros, notas críticas y bibliográficas, que resultan muy útiles para conocer lo que se leía en el México de la época, al menos en círculos relevantes de lectores cultos. El estudio de la revista en sí misma, de su circulación y su recepción representa una excelente forma de ofrecer una información bibliográfica muy rica sobre el periodo, acompañado por notas pertinentes sobre autores y escuelas de pensamiento contemporáneos.

Otro trabajo de tipo eminentemente bibliográfico que permite reconstruir redes en gran detalle es el de Cristina Beatriz Fernández, de la Universidad de Mar del Plata, Argentina, quien analiza la Revista de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires entre 1915 y 1922. A partir de una revisión cuidadosa de más de 500 notas bibliográficas, la autora contribuye a reconstruir el universo intelectual de la época, pero a ello agrega una información muy valiosa sobre decenas de revistas paralelas del momento, sobre figuras diversas, intelectuales mayores y menores, y sobre las propias características de las recensiones bibliográficas, y cuanto nos dicen acerca de la recepción de las lecturas y las capacidades críticas que existían en los círculos académicos y literarios de entonces.

Un estudio que se centra más en un intelectual destacado es el trabajo que sigue sobre La Revista Cubana entre 1935 y 1938, que fue impulsada por el singular personaje, intelectual y editor, José María Chacón y Calvo. Esta revista y su editor son analizados por Blanca Mar León Rosabal, egresada de la Universidad de La Habana, con un doctorado de El Colegio de México, quien analiza sus más de 40 volúmenes y destaca la identificación de más de 92 ensayos de muy variada pluma, además de otros trabajos de interés. El estudio se centra en lo que denomina la “red de Chacón y Calvo”, que incluyó no sólo a muchos escritores cubanos y mexicanos, sino también a figuras literarias españolas, desde poco antes del estallido de la Guerra Civil en julio de 1936, pero también poco después. En resumidas cuentas, la revista habla de un proyecto editorial que “dio lugar a un ambiente de colaboración y de intercambio permanente y fluido” de las culturas española e hispanoamericanas.

Asaz distinto es el trabajo de Pablo Requena de la Universidad de Córdoba, Argentina, que analiza los vínculos continentales de la Junta de Historia y Numismática Americana en los años de 1924 a 1937. Por medio de sus publicaciones se descubren vínculos interesantes de los historiadores de la época, en particular grupos interesados en archivos, museos, fuentes, historia económica y monetaria, pero también en la historia de las relaciones internacionales, como se observa por el gran número de diplomáticos latinoamericanos que colaboraron. La revista, que tenía cierto cariz conservador, se ubicaba claramente en el campo del panamericanismo y apuntaba a recuperar funciones relacionadas con el patrimonio histórico y cultural, con la conservación de fuentes y con la enseñanza.

En algunos casos, sin embargo, las redes y los intercambios no prosperaron según deseaban sus integrantes. En el último ensayo del libro, de Regina Crespo, de la Universidad de São Paulo, Brasil, se nos hace ver que pese a los intentos de los intelectuales brasileños por abrir un debate amplio y permanente con intelectuales hispanoamericanos, y en particular con los argentinos, la tarea era difícil. Incluso hoy en día, cuando Brasil se ha convertido en un gigante económico, pero también cultural de América Latina, en muchos sentidos, sigue habiendo una sorprendente falta de apertura, en especial de las editoriales españolas e hispanoamericanas, grandes y medianas, privadas, pero también públicas, que apenas ayudan a que se publiquen los textos brasileños en países de lengua castellana, y viceversa. Allí hay mucho que hacer de nuestra parte para idear programas que rompan estas restricciones.

Por último, debe enfatizarse que Redes intelectuales transnacionales en América Latina se beneficia de un excelente diseño de portada, con un dibujo de las redes sobre un mapa difuminado de las Américas, y de un excelente cuidado editorial. El libro tiene letra grande, lo que es altamente apreciable, y utiliza papel ecológico; y por ello puede sugerirse que esta iniciativa editorial demuestra que son muy convenientes las coediciones, en este caso entre la casa editorial de Miguel Ángel Porrúa, prestigiosa casa privada, y la Universidad de Colima, institución pública. En fin, consideramos que los lectores pueden beneficiarse de esta obra erudita, pero de estilo muy claro, en que la compiladora y los autores plantean gran número de preguntas y observaciones de interés sobre la historia de los intelectuales latinoamericanos en el periodo crucial de entreguerras.

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