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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.69 no.1 Ciudad de México jul./sep. 2019

https://doi.org/10.24201/hm.v69i1.3668 

Reseñas

Don H. Doyle (ed.), American Civil Wars: The United States, Latin America, Europe, and the Crisis of the 1860s

Gerardo Gurza Lavalle* 

* Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora

Don H., Doyle. American Civil Wars: The United States, Latin America, Europe, and the Crisis of the 1860s. Chapel Hill: Universi ty of North Carolina Press, 2017. 272p. ISBN: 978-146-963-108-0.


En este libro, una compilación integrada por 11 capítulos y una introducción, los autores se proponen analizar la “crisis global” de la década de 1860, es decir, la madeja trasnacional de conflictos, levantamientos y guerras civiles e internacionales que caracterizaron ese decenio y que fueron decisivas para el proceso de construcción de los estados nacionales en el continente americano. El punto de partida es que todos estos conflictos estuvieron interconectados de manera inextricable, de modo que sólo pueden comprenderse mediante un análisis transnacional, entretejido (entangled), que supere el enfoque convencional de las historias nacionales. Los ensayos giran en torno a tres ejes temáticos principales: el de la política internacional, que incluye la compleja interacción que ésta tuvo con los escenarios político-ideológicos internos; el de la pugna entre republicanismo y monarquismo; y el del impacto de la Guerra Civil en la emancipación de los esclavos en otros países, en especial Brasil y Cuba.

Como esfuerzo colectivo, el libro es bastante exitoso. Cada autor aporta una perspectiva distinta, pero complementaria, para el entendimiento de esta década crucial. Todos los ensayos hacen una aportación útil para comprender los procesos de construcción nacional de manera más completa y sofisticada. Lograr esta coherencia en un libro colectivo no es tarea fácil, y por tanto la labor del editor es digna de encomio.

El libro es también un buen ejemplo del “giro transnacional” en los estudios de la Guerra Civil estadounidense. Si bien el foco del conjunto de trabajos es la intrincada red de conflictos y sus relaciones, la Guerra Civil sigue apareciendo como el acontecimiento central. Esto es válido, tomado en cuenta que la guerra fue condición indispensable de la intervención francesa en México, del intento neocolonial de España en Santo Domingo, y también, tras la emancipación de los esclavos, un factor de mucho peso en las crisis del sistema esclavista en Cuba y en Brasil. Por otra parte, el otorgamiento del papel central a la Guerra Civil presenta asímismo algunos rasgos cuestionables, como explicaré en la parte final de esta reseña.

Es difícil resumir adecuadamente una compilación de este tipo. Aunque, como ya se dijo, los ensayos son complementarios y están muy bien enlazados, cada uno presenta matices de interpretación que no pueden registrarse en una breve reseña. Tampoco será posible mencionarlos a todos.

La recopilación abre con un magnífico ensayo a cargo de Jay Sexton, quien de manera sucinta y clara analiza la Guerra Civil como el momento decisivo en el ascenso de Estados Unidos en la escala de poder internacional. La guerra es crucial en este ascenso por varios motivos: produjo la consolidación interna y unificación definitiva del país, y fue el primer momento de colaboración estrecha entre el Estado, la sociedad y el sector financiero para conseguir la derrota de la Confederación. Con todo, Sexton es cuidadoso y señala con acierto que, pese a su carácter decisivo, la guerra no marcó el inicio de un proceso continuo de acumulación y despliegue de poder en la arena internacional por parte de Estados Unidos. Por el contrario, la Guerra Civil mostró con claridad la necesidad de una colaboración estrecha entre actores no estatales y el gobierno. La capacidad de Estados Unidos para actuar con energía en la escena mundial dependió de esa articulación de actores y esfuerzos, pero las condiciones para ella no volvieron a darse sino hasta 1898.

Sexton prepara el terreno para un análisis más específico sobre lo que estaba en juego en el intercambio diplomático entre las grandes potencias europeas durante la Guerra Civil. Howard Jones afirma en su ensayo que la victoria del Norte dependió en todo momento de que las potencias europeas no otorgaran su reconocimiento a la Confederación como nación independiente, y de que éstas permanecieran al margen del conflicto. Las potencias no eran pasivas: Francia aprovechó la coyuntura para adelantar su proyecto monárquico en México. Inglaterra, mientras tanto, condenaba el derramamiento de sangre y consideraba imposible el sometimiento del Sur y la reunificación del país. A fines de 1862 el gobierno inglés encabezó una iniciativa para mediar en el conflicto y obtener un cese de hostilidades, aunque este intento fue breve y estuvo supeditado a lograr la colaboración francesa, algo que no se daría fácilmente. Sin embargo, Jones vislumbra las posibles consecuencias de esa intervención: la independencia confederada, la cual hubiera aumentado las probabilidades de éxito del experimento imperial en México, dejando un Norte debilitado entre la Confederación y el Canadá inglés; esto es, un balance de poder a la europea, muy favorable a Napoleón III, en Norteamérica.

Patrick J. Kelly, por su parte, aborda el tema del imperialismo sureño, es decir, los propósitos expansionistas hacia México y el Caribe de los sureños esclavistas más radicales. Kelly analiza una interesante paradoja: ansiosos por obtener reconocimiento diplomático, los Con- federados tuvieron que olvidarse de los sueños expansionistas que tanta vigencia habían tenido durante la década de 1850. Al tanto de la necesidad de congraciarse con Francia y España, los sureños tuvieron que renunciar a Cuba y a México, los objetivos tradicionales de sus proyectos de expansión. Para el liderazgo confederado, la guerra puso de manifiesto la dolorosa certeza de que, sin el Norte, la nueva nación no tenía ningún poder en la escena internacional.

Los siguientes ensayos presentan análisis incisivos de las políticas, motivaciones y circunstancias que rodearon el involucramiento de las potencias europeas. Stève Sainlaude explica de manera breve y convincente por qué México era tan importante para Napoleón III (como el mejor instrumento para frenar el crecimiento del poderío estadounidense) y por qué la Guerra Civil ofreció la coyuntura ideal para poner en ejecución sus planes. Christopher Schimdt-Nowara se ocupa de España, actor que, pese a su importancia, ha sido relativamente descuidado por los historiadores. En esta década, España pasaba por un momento de auge y optimismo. Por primera vez en muchos años atravesaba un periodo de estabilidad política y relativa bonanza económica. Este resurgimiento tuvo una manifestación importante en la escena internacional: España se sintió con la capacidad de actuar agresivamente, tanto en África y Asia como en América. No sólo acompañó a Francia e Inglaterra en la breve intervención tripartita en México; también llevó a efecto un intento de reincorporación de Santo Domingo al Imperio, como parte de un intento de asegurar Cuba y Puerto Rico y limitar su vulnerabilidad a un posible ataque desde Haití, o a las expediciones filibusteras estadounidenses. Sin embargo, esta aventura fue breve y España pasó rápidamente de la agresividad a la crisis.

Para entender la dimensión interna del proyecto imperialista en México, Erika Pani hace un rápido pero revelador recorrido por la revuelta historia política del periodo 1821-1861, y explica por qué, después de que el fracaso del Imperio de Iturbide parecía haber cancelado definitivamente la opción monárquica, ésta volvió a aparecer en la década de 1860 no sólo como posible, sino como una solución viable para consolidar el Estado y formar un gobierno más estable y ordenado. La Guerra Civil y la disposición francesa a apoyar el proyecto monárquico completaron las condiciones necesarias para un experimento que, paradójicamente, decepcionó a la mayoría de sus propugnadores iniciales y resultó en un triunfo definitivo del liberalismo republicano.

Cierran el volumen dos estupendos ensayos sobre el impacto que tuvo la abolición de la esclavitud en Estados Unidos en dos de las sociedades esclavistas que sobrevivían en el continente: Brasil y Cuba. En ambos casos había condiciones domésticas que, de manera independiente, hacían dudosa la permanencia de la esclavitud en el largo plazo, pero en ambos la influencia de la emancipación estadounidense fue de gran magnitud. En Cuba, la guerra provocó un cierre definitivo de la importación de esclavos, a lo que se añadió la aparición de una sociedad abolicionista en España. En Brasil, el cierre del comercio -aunque este se había producido desde principios de la década de 1850- se combinó con frecuentes e intensos debates parlamentarios en torno a la abolición y un sentimiento de desprestigio y aislamiento internacional.

Este grupo de ensayos invita a revisar muchas visiones convencionales, y a analizar con nuevos ojos procesos y acontecimientos que creemos conocer bien. Además, el libro se lee con gran fluidez y su estructura lógica y coherente hace que por momentos el lector olvide que se trata de una compilación. Gracias a ello, será útil no sólo para el lector especializado, sino también para estudiantes y para un público más general.

Aparte de los muchos elementos positivos de esta compilación, existe un rasgo que es pertinente cuestionar. Si bien en la introducción se dice al lector que la Guerra Civil no es el factor determinante de esta serie de procesos, el hecho es que varios fragmentos a lo largo del libro siguen insinuando que el acontecimiento central de esta crisis de la década de 1860 es la Guerra Civil, y más específicamente, la victoria de la Unión (p. 8 y passim). El triunfo del Norte aparece como decisivo para el curso político posterior del continente en tanto que fue crucial, se sostiene, para mantener a raya a las potencias europeas y cancelar definitivamente sus anhelos neocolonialistas; para mantener viva y saludable la forma republicana de gobierno; y, asimismo, para impulsar un proceso de abolición de la esclavitud que pronto alcanzaría a Cuba y Brasil. Mi propósito no es negar la importancia de la Guerra Civil. No cabe duda de que fue un acontecimiento que ejerció una vigorosa influencia internacional. En el ámbito de la emancipación, por ejemplo, no puede negarse que la desaparición de la esclavitud en Estados Unidos sirvió como catalizador de los procesos que condujeron a su abolición en Cuba y Brasil.

Sin embargo, en lo que respecta a la derrota del imperialismo europeo y la sobrevivencia del republicanismo, el argumento de indispensabilidad de la victoria norteña se sostiene sólo mediante la adopción de ciertos contrafactuales que no constituyen evidencia definitiva. El problema no está en el recurso de contrafactuales (los “hubiera” son herramientas indispensables para sopesar el impacto y las implicaciones de un acontecimiento histórico), sino en el hecho de que los contrafactuales elegidos de ninguna manera agotan la cantidad de escenarios posibles, y plausibles. Por ejemplo, incluso con una victoria confederada, también era posible que los experimentos imperiales de Francia y España hubiesen caído por su propio peso. Este derrumbe quizá hubiera tomado más tiempo, pero las oposiciones internas y los costos económicos de mantener tropas en el extranjero seguramente hubiesen menoscabado la viabilidad a mediano plazo de esos proyectos. Estrechamente ligado con lo anterior, es muy probable que, pese a una hipotética derrota de la Unión, los regímenes republicanos de Hispanoamérica hubiesen sobrevivido ese tropiezo. En el caso particular de México, el imperio efímero de Maximiliano dejó muy claro que la monarquía, si bien contaba con un apoyo interno considerable, no era capaz de sostenerse sin el respaldo de las bayonetas francesas. Esto es, sin apoyos extranjeros y contando sólo con sus propios medios, los conservadores y monárquicos probablemente hubieran perdido de todas maneras. Por último, el contrafactual de una carrera futura de conquistas por parte de la Confederación, y la consiguiente expansión de la esclavitud, sólo parece factible si partimos del supuesto de una victoria rápida y fácil sobre el Norte, sin desgaste ni destrucción. En realidad, fue la Guerra en sí misma, y no la victoria de la Unión, la que frustró las ambiciones expansionistas del Sur (Kelly lo reconoce así en su ensayo).

En suma, el giro transnacional en los estudios de la Guerra Civil ha sido positivo y muy fructífero, ha superado parroquialismos y excepcionalismos, ha abierto panoramas novedosos de investigación, y ha descubierto relaciones de influencia mutua que nos hacen ver de manera diferente y más compleja las décadas medias del siglo XIX y su importancia crucial para los procesos de construcción de las naciones. Empero, es necesario revisar los contrafactuales, considerar alternativas plausibles y evitar un sobredimensionamiento de los efectos de la victoria de la Unión.

La reserva anterior no alcanza a restarle mérito a esta colección de ensayos, cuya riqueza de análisis y variedad de perspectivas nos invita a seguir reflexionando sobre este periodo fundamental en la historia del continente.

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