SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.68 número4Sobre Horacio Tarcus, El socialismo romántico en el Río de la Plata (1837-1852)Sobre Carlos Illades, Hacia la República del Trabajo. El mutualismo artesanal del siglo XIX índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.68 no.4 Ciudad de México abr./jun. 2019

https://doi.org/10.24201/hm.v68i4.3630 

Reseñas

Sobre Apen Ruiz Martínez, Género, Ciencia y Política. Voces, vidas y miradas de la arqueología mexicana

Frida Gorbach* 

*Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, México

Ruiz Martínez, Apen. Género, ciencia y política. Voces, vidas y miradas de la arqueología mexicana. México: Secretaría de Cultura, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2016. ISBN: 978-607-484-797-0.


El libro de Apen Ruiz narra la historia de la arqueología practicada en México durante el periodo comprendido entre 1890 y la década de 1920, sólo que en este caso la historia se escribe a contracorriente, en una pelea contra la historia “clásica” de la arqueología, aquella que sigue el hilo de los descubrimientos arqueológicos desde los episodios de una cronología sexenal. Me parece que es precisamente esa crítica lo que le permite empezar a escribir antropología de otro modo.

Así, en lugar de seguir el camino que marcan las fechas célebres, las gestas de los padres fundadores, el linaje de los protagonistas que participaron en la construcción del conocimiento arqueológico, Género, ciencia y política da luz sobre historias “alternativas”, escritas desde lugares no hegemónicos. Sigue la línea de investigación iniciada por Haydée López Hernández,1 Mechthild Rutsch2 y Luis Vázquez León3 y, al igual que ellos, se resiste a narrar la historia de la arqueología mexicana en función de sus momentos estelares, a la manera de Ignacio Bernal,4 o a seguir la sucesión de proyectos impulsados por el presidente en turno (López Mateos y el Proyecto Teotihuacán, Díaz Ordaz y Cholula, Luis Echeverría y el rescate de los huesos de Cuauh témoc, López Portillo y el Templo Mayor).5 Más bien, lo que hace es poner en escena disputas entre discursos, fragmentos de prácticas cotidianas, vínculos -profesionales, institucionales, afectivos- entre distintos actores. Le interesa más examinar los archivos que interpretar los restos arqueológicos, pero emprende una búsqueda arqueológica de la historia al tiempo que hace que de las palabras conservadas en el archivo surjan indicios de prácticas de trabajo de campo.

En Género, ciencia y política la historia no registra acumulativamente una serie de sucesos, sino que conjunta en el espacio prácticas, experiencias personales, jornadas de trabajo constante y cotidiano, relaciones de amistad y rivalidad, luchas institucionales y dificultades financieras. Su narrativa se va tejiendo con las voces, acciones y prácticas de hombres y mujeres que en una compleja interacción participaron en la construcción del conocimiento arqueológico. Un archivo epistolar, formado fundamentalmente por cartas personales y diarios de viaje, le permite conectar las experiencias de campo de las expediciones de Carl Lumholtz en el norte de México entre 1894 y 1897, las de Marshall Saville en el sur entre 1897 y 1901, las experiencias de vida de Isabel Ramírez y Zelia Nuttall -dos mujeres que buscaron un lugar en la práctica arqueológica de esos años-, con la actuación de funcionarios estatales que facilitaron y obstaculizaron el trabajo y al mismo tiempo, todo ello para mostrar que en el quehacer científico la experiencia personal y subjetiva importa.

Para conocer las prácticas arqueológicas y abrir paso a las experiencias y los afectos del pasado, Apen Ruiz necesita primero romper las cercas de la “historia nacional”, ese marco de referencia estable que desde fuera determina el sentido de los acontecimientos, y operar entonces un desplazamiento capaz de sacar a la arqueología de su encierro nacionalista. En ese sentido, su historia no sólo se mueve entre lo interno y lo externo, entre lo que esa historia incluye y excluye en cada momento, entre México y Estados Unidos, dos tradiciones científicas que imaginaron y gestionaron de forma muy diferente sus pasados arqueológicos, sino que además piensa a la nación, ya no como una entidad preestablecida y absoluta, una unidad geográfica y conceptual que proporciona coherencia a cualquier análisis, sino como el cerco que impide que los conceptos sean pensados históricamente, desde las modalidades que adoptan según las cambiantes formas de los contextos.

Tal como lo han mostrado investigaciones previas, la autora reconoce que la arqueología mexicana articuló una noción de Estado patrimonial a partir de la protección del ámbito material y tangible del pasado; sin embargo, en este caso no se dan por sentado conceptos como “Estado”, “nación”, “cultura”, sino que son puestos en contexto y, de esa manera, en cuestión. Más que denunciar las complicidades entre los arqueólogos, la disciplina y las ideologías nacionalistas, algo que en alguna medida ha caracterizado a la producción historiográfica reciente, Apen Ruiz busca desentrañar pequeñas conexiones entre la disciplina y el poder, intersecciones casi invisibles entre género, ciencia y nación, momentos de una polémica, rastros de desencuentros -académicos, institucionales y personales- olvidados por la historia, ante la necesidad de recrear una narrativa exitosa y nacional de la arqueología.

De todas formas, pienso que la gran novedad de Género, ciencia y política radica en que, en esas redes de intercambio entre personajes, objetos e interpretaciones, la diferencia sexual ocupa un lugar central. El género es el eje del análisis, la perspectiva que le permite abrir la disci plina arqueológica a otros horizontes y mirar las intersecciones entre ciencia, política y diferencia sexual. Así se adentra en los entretelones de la Escuela Internacional de Arqueología y Etnología Americanas, en las prácticas de dos expediciones y en las vidas de dos mujeres, todo con el propósito de mostrar que la disciplina arqueológica se funda en un orden de género, es decir, que la práctica científica no sólo está marcada por el género, sino que nace con perspectiva de género.

Por un lado, mediante el género Apen Ruiz mira las expediciones, las mismas que marcaron la especificidad de la arqueología frente a la antropología social y que articularon una noción de patrimonio nacional, la de Carl Lumholtz y la de Marshall Saville, dos exploradores dispuestos a superar las dificultades que les presentaba una tierra “virgen”, inhóspita y salvaje, exótica, desordenada, femenina, y a enfrentarse a los “nativos”, seres inertes, parte constitutiva del paisaje, feminizados, que existen únicamente para interferir en el éxito del trabajo de campo y en la apropiación de los objetos; y dispuestos también a negociar con el Estado, una entidad masculina, encargada de proteger las ruinas de la nación mediante la promulgación de leyes. Por otro lado, con una perspectiva de género compara la experiencia de vida de dos mujeres muy diferentes, una mexicana y otra estado unidense, dos personajes secundarios, con distinto acceso a las instituciones y al mundo de los hombres, y muestra cómo una diferencia geopolítica es al mismo tiempo una diferencia de clase, de raza y de género. Una mexicana “sin archivo”, desconocida casi, maestra de educación básica en Milpa Alta, informante “nativa” de antropólogos como Franz Boas y Eduard Seler, a quien se recuerda como la mujer que recogía fragmentos de cerámica para Boas, y otra californiana, dueña de la Casa Alvarado en Coyoacán, estrechamente vinculada a una comunidad internacional, con gran capacidad para relacionarse con intelectuales y políticos mexicanos, “madre y protectora” de Manuel Gamio, y quien dejó una gran correspondencia y más de 40 artículos publicados.

Pero la finalidad no es tanto visibilizar la participación de esas mujeres en la arqueología o rescatar las líneas de una biografía que muestre la excepcionalidad de esa participación, algo que seguramente haría una historia de género más convencional, como ubicar su lugar en el proceso de profesionalización de la antropología y la arqueología mexicanas. A la autora le interesa entender cómo esas dos mujeres llevaron a cabo su práctica arqueológica, cómo negociaron constantemente sus papeles de género en un contexto que asignaba papeles fijos a hombres y mujeres, cómo tuvieron que buscar nichos propios y cómo practicaron un estilo diferente de hacer y escribir arqueología.

En este sentido, resulta difícil dejar de referirse aquí a la polémica que entablaron Leopoldo Batres, el inspector de Monumentos, y Zelia Nuttall, una mujer que se atrevió a contradecir a un hombre reconocido por muchos por su carácter autoritario, su cercanía a Díaz, y por la forma centralizadora y acaparadora de gestionar la arqueología en México. Sucedió que Zelia Nuttall realizó un trabajo de excavación arqueológica en la Isla de Sacrificios, en Veracruz, y Batres cuestionó de inmediato la validez de esa investigación, al mismo tiempo que reclamaba para sí la autoría del descubrimiento y la descalificaba por ser extranjera e histérica, es decir, incapaz de mantener una conversación racional. Pero más allá del enfrentamiento entre dos personalidades fuertes, la polémica retrata, como en una instantánea, el modo en que la arqueología operaba políticamente en el país, la forma como funcionaban las instituciones mexicanas y sus actores, el modo de ejercer la autoridad y tomar decisiones. Como un lente de aumento, el debate deja ver casi con nitidez las pequeñas redes de privilegios, las formas clientelares y caciquiles con las que operaban las instituciones académicas mexicanas. Como dice Apen Ruiz, esa polémica pone “de relieve la estructura piramidal y autoritaria de la arqueología mexicana, en cuya cúspide se encontraba exclusivamente Batres”.

Pero en este libro el género está presente no sólo como eje y como perspectiva de análisis, sino también como escritura. Un poco a la manera de Zelia Nuttall, quien escribía diferente, con un estilo, decía Boas, poco científico y más literario, Apen Ruiz escribe desde un lugar que me atrevería a llamar “femenino”. Femenino no sólo por el énfasis que pone en la reconstrucción de los vínculos afectivos, sino sobre todo por el modo pausado de relatar las historias, por el juego con el tiempo repetitivo y circular de los detalles cotidianos, por el tejido fino que conecta relaciones complejas y conflictivas. Con el ritmo lento propio de la reflexión crítica, la autora articula ideas y prácticas; despacio, como si hilara una tela, conecta actores, instituciones, contextos, discursos; pausadamente, como si buscara la forma de destapar una conspiración de silencio construida alrededor de la arqueología y su historia, busca puntos de fuga que le permitan desentrañar la constancia de la simbiosis entre ruinas y nación, y así escapar de la jaula de oro de la historiografía nacionalista. Es como si se propusiera tomar un respiro, desacelerar el ritmo y, con un tiempo que desafía la cronología y los procesos de totalización, liberar a la arqueología/antropología del peso del origen, de las cargas administrativas y de la urgencia fundacional de intervenir en la realidad social y ofrecer respuestas a “los grandes problemas nacionales”. Homi Bhabha diría al respecto que la lentitud “es una medida deliberativa de la reflexión ética y política”, “el movimiento que existe entre el espacio de las palabras y el mundo social”,6 y en este sentido, el libro de Apen Ruiz se estaría preguntando, a final de cuentas, de qué manera las conexiones parciales, los vínculos cotidianos, los afectos, pueden proporcionarnos modestos retazos de saber que nos ayuden a entender algo sobre la forma de liberarnos de viejos marcos y de viejas inercias.

1 Haydée López Hernández, “En busca del alma nacional. La construcción de la ‘cultura madre’ en los estudios arqueológicos en México (1867-1942)”, manuscrito, México, 2010.

2Mechthild Rutsch, Entre el campo y el gabinete: nacionales y extranjeros en la profesionalización de la antropología mexicana (1877-1920), México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Universidad Nacional Autónoma de México, 2007.

3Luis Vázquez León, El Leviatán arqueológico. Antropología de una tradición científica en México, México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Porrúa, 2003.

4Ignacio Bernal, Historia de la arqueología en México, México, Porrúa, 1992.

5Ignacio Rodríguez, “Recursos ideológicos del Estado mexicano: el caso de la arqueología”, en Mechthild Rutsch (comp.), La historia de la antropología en México, México, Universidad Iberoamericana, Plaza y Valdés, Instituto Nacional Indigenista, 1996.

6Homi Bhabha, “Adagio”, en Homi Bhabha y W. J. T. Mitchell (comps.), Edward Said. Continuando la conversación, Buenos Aires, Paidós, 2006, p. 23.

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons