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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.68 no.1 Ciudad de México jul./sep. 2018

https://doi.org/10.24201/hm.v68i1.3652 

Reseñas

Sobre Fausta Gantús (coord.), Elecciones en el México del siglo XIX: las prácticas

José Antonio Aguilar Rivera1 

1Centro de Investigación y Docencia Económicas

Gantús, Fausta. Elecciones en el México del siglo XIX: las prácticas. México: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2016. 2p. ISBN: 978-607-947-529-1.


El advenimiento de la democracia en México ha tenido diversas implicaciones. Una de ellas ha sido abrir la reflexión histórica de nuestro pasado electoral. Por muchos años se pensó que la historia de las elecciones en el país no era sino la historia de la simulación política. El poder no se transmitía por medio del voto sino del pronunciamiento, la componenda y el fraude. Estudiar esos rituales -que por alguna razón inexplicable se repetían con enorme regularidad- era una ingenuidad en el mejor de los casos y una pérdida de tiempo en el peor. En pocos años las cosas han cambiado y un grupo cada vez más numeroso de historiadores desafía ahora abiertamente la interpretación convencional de las elecciones en México, en particular durante el siglo XIX. Como señala Fausta Gantús en la introducción de la obra que comento: “nos propusimos participar en las tareas de desmontaje de estereotipos y acercarnos al valor que pudieron haber tenido los comicios en la política decimonónica”. Con los lentes del presente los sucesos del pasado se leen de manera distinta. Tal vez porque la experiencia contemporánea con la democracia nos ha mostrado a los mexicanos -a veces dolorosamente- que la realidad en ocasiones dista mucho del ideal, ahora podemos comprender que el parámetro con el que hemos medido los procesos electorales del pasado era maniqueo y probablemente ingenuo. El gobierno representativo no fue, en ningún lugar, en ningún momento, el reino de los ángeles. Las elecciones en el mundo occidental surgieron como prácticas que, a la par del consentimiento, involucraban negociación, jerarquía, y a menudo corrupción. La equidad, como elemento constitutivo de la democracia, ha sido una fantasía de los mexicanos de las últimas dos décadas.

El revisionismo de la historia de las elecciones ha tenido varias manifestaciones, pero ninguna tan ambiciosa como el esfuerzo coordinado por Gantús desde el Instituto Mora. El proyecto “Hacia una historia de las prácticas electorales en México, siglo XIX”, que reúne a historiadores en diversas etapas de su carrera, ya ha rendido frutos. El primer resultado de ese empeño fue un volumen con vocación pedagógica que abría el taller del historiador a escrutinio en la tarea de dar cuenta de las prácticas electorales: Elecciones en el México del siglo XIX: las fuentes (2015). Un año después vieron la luz dos volúmenes más dedicados al análisis de casos concretos. Se trata de 17 ensayos que abarcan un periodo que va desde los primeros experimentos electorales en la Nueva España, con la Constitución de Cádiz, hasta la elección presidencial de 1896. Participan en estos libros: Matilde Souto, Irving Reynoso, Israel Arroyo, Catherine Andrews, Águeda Venegas, Georgina López, Juan Carlos Sánchez, Sonia Pérez, Cecilia Noriega, Edwin Alcántara, Regina Tapia, Rodrigo Carvajal, Francisco Javier Delgado, Alicia Salmerón, Miguel Ángel Sandoval, Fausta Gantús y María Eugenia Ponce. El arco temporal es muy amplio, así como los espacios regionales y sociales de los que se ocupan los capítulos. Durante el siglo xix se realizó un número no cuantificado de elecciones en México. Se efectuaron comicios locales, estatales y nacionales. En estos libros se discuten procesos electorales en los tres niveles. La coordinadora comprendió que para tener una idea cabal del significado de las prácticas electorales era necesario tener cortes transversales y temporales: los procesos nacionales no pueden ser comprendidos sin la dimensión local, pero a menudo lo local está influido críticamente por lo nacional, tal y como lo demuestra Alicia Salmerón en su análisis de las elecciones de 1871 en Veracruz. Ambos libros son una muy buena muestra de lo que investigadores profesionales pueden hacer una vez que se vuelcan sobre las diversas fuentes disponibles para el estudio de las elecciones: archivos municipales, estatales, nacionales, archivos judiciales, legislativos, prensa y correspondencia privada. Los recursos a disposición del historiador son desiguales: en algunos casos es posible hacer una reconstrucción puntual y completa de los procesos electorales a partir de los documentos preservados, como lo hace Israel Arroyo para el caso de Atlixco, Puebla, mientras que en otros -como en Tamaulipas-, buena parte de la evidencia documental directa ha desaparecido. El leitmotiv de esta obra es la reconstrucción de las prácticas electorales. No es cosa menor. Se trata de una recuperación que inicia, como se ha dicho, de un punto de partida revisionista compartido por los autores. Intentan demostrar que las elecciones no fueron lo que los estereotipos afirman. Y llevan a cabo esa tarea de manera muy exitosa. Por ejemplo, sin caer en el anacronismo, se puede afirmar que en la mayoría de las experiencias aquí analizadas tuvo lugar un grado variable de competencia electoral. No se trata, por supuesto, de utilizar parámetros del siglo XXI, sino de reconocer que en las elecciones chocaban a menudo intereses opuestos que eran articulados por los competidores en los comicios. Las elecciones no eran coreografías bien orquestadas por un caudillo, sino procesos abiertos en los cuales a menudo los actores se salían del guión y producían resultados inesperados.

Es indudable que esta obra abre camino a otros historiadores. Son necesarios muchos más estudios de caso locales, estatales y nacionales. Son necesarios como lo son las piezas para armar un complejo rompecabezas. Sin embargo, la proliferación de estudios de caso como los aquí presentados no necesariamente dará por sí sola respuestas a las preguntas sobre qué eran y qué significaban las elecciones en México en el siglo XIX. ¿Cuáles son las tendencias generales en estos fenómenos? La síntesis es una tarea pendiente. En otras palabras, la generalización no emana automáticamente de la evidencia si ésta no se interroga de formas específicas. Para comprender cabalmente las elecciones decimonónicas en México es necesario, además de contar con muchas de las piezas del extensísimo rompecabezas temporal y territorial, tener una idea de cómo funcionaba el gobierno representativo en el mundo occidental. ¿Qué significa México en la historia del gobierno representativo? La experiencia comparada es crítica para poder identificar peculiaridades, patrones y divergencias. La mirada histórica teóricamente informada es clave para esta tarea. Por ejemplo, al ponderar el papel de las élites y las clases populares en los comicios, es necesario entender lo que Bernard Manin ha llamado el “principio de la distinción” en el gobierno representativo. De la misma manera, sin utilizar la inferencia lógica difícilmente seremos capaces de distinguir lo importante de lo secundario. Varios de los capítulos registran, por ejemplo, el patrón que siguió la extensión del sufragio en México, en el cual una franquicia muy abierta sufrió un breve interludio censitario, pero no se preguntan por las razones de ese fenómeno.

La investigación rigurosa de muchos más casos es muy necesaria, porque sin ella no tendremos una imagen de conjunto sobre cómo se desarrollaron las prácticas electorales en México. Sin embargo, formular preguntas teóricas es fundamental para comprender la relevancia y el significado de esas experiencias. Elecciones en el México del siglo XIX abona con creces a la primera etapa de la tarea.

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