SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.68 número1Sobre Raquel E. Güereca Durán, Un dios y un reino para los indios. La rebelión indígena de Tutotepec, 1769Sobre Fausta Gantús (coord.), Elecciones en el México del siglo XIX: las prácticas índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.68 no.1 Ciudad de México jul./sep. 2018

https://doi.org/10.24201/hm.v68i1.3651 

Reseñas

Sobre Nicolas Terrien, “Des patriotes sans patrie”. Histoire des corsaires insurgés de L’Amérique espagnole (1810-1825)

Johanna von Grafenstein1 

1Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, México

Terrien, Nicolas. “Des patriotes sans patrie”. Histoire des corsaires insurgés de L’Amérique espagnole (1810-1825). Mordelles: Éditions Les Perséides, 2015. 381p. ISBN: 978-237-125-011-6.


Celebro la aparición de esta obra en la que todo interesado en el corso marítimo durante las guerras de independencia hispanoamericanas encontrará nuevos planteamientos, fuentes novedosas y sobre todo un acercamiento comprehensivo a esta forma de hacer la guerra en el Atlántico y Pacífico americanos en los años 1810-1825. El libro de Nicolas Terrien se suma a y enriquece la relativamente reducida y especializada bibliografía sobre el corso insurgente. Sobre el tema contamos con unos pocos libros y un número mayor de artículos y otros trabajos breves. Las obras de T. S. Currier y L. W. Bealer de los años veinte y treinta del siglo pasado sobre el corso de los patriotas rioplatenses iniciaron la historiografía enfocada a dilucidar la pregunta sobre si el corso insurgente incidió de manera significativa en las guerras y sus desenlaces, y sobre la composición de estas fuerzas marítimas irregulares, sus objetivos y estrategias de lucha. H. G. Warren estudió en su libro The Sword Was Their Passport (1941) el filibusterismo de la segunda década del siglo XIX, en las fronteras del norte de Nueva España, en las tierras colindantes del Golfo de México y en sus aguas, enfocado especialmente en el papel de ciudadanos y puertos estadounidenses en estas actividades, “subversivas” desde el punto de vista de los representantes de la monarquía española. A. P. Whitaker (1941) y Ch. C. Griffin (1968) consideraron el tema en sus obras generales sobre el papel de Estados Unidos en las luchas por la independencia de las posesiones españolas de América. Griffin escribió un artículo (traducido al español y publicado en Ensayos sobre la historia de América, Caracas, 1969) sobre el corso que tenía a Baltimore como punto de partida y de llegada. En la historiografía latinoamericana, después de los trabajos iniciales de Currier y Bealer mencionados, incursionó de nuevo en el tema José Luciano Franco en los años sesenta y setenta con estudios específicos y recopilaciones de documentos existentes en el Archivo Nacional de Cuba relativos a la historia de México, Haití y Venezuela, volúmenes que contienen materiales importantes sobre el corso insurgente. En México, José Refugio Guzmán realizó estudios y recopilaciones de gran valor, publicados en el Boletín del Archivo General de la Nación, acerca del corso, de la expedición de Xavier Mina y de varios puertecillos a barlovento de Veracruz y su papel en estas actividades de guerra marítima en contra del poder de España en América, especialmente en contra del comercio español en el Golfo de México y mar Caribe. También Enrique Cárdenas de la Peña abarca el tema del corso patriota en su Historia marítima de México en dos volúmenes (1973), con base en documentos de numerosos archivos, entre los que destacan los archivos del Ejército y Marina de Madrid y México, estos últimos poco o nada conocidos. En los años ochenta, la recopilación de Teresa Franco y Guadalupe Jiménez Codinach, titulada Pliegos de la Diplomacia Insurgente, contiene materiales documentales relevantes, mientras que D. Bushnell reúne varios artículos y documentos en la publicación de 1986 La República de las Floridas. Texts and Documents. Anne Pérotin-Dumon inició también en los años ochenta sus estudios sobre el corso practicado desde las Antillas francesas. Los mencionados son sólo ejemplos de la historiografía escrita sobre el corso insurgente y su contexto internacional, y se concentran en el espacio del Golfo-Caribe. En las décadas de 1990 a la fecha se produjeron algunos libros y numerosos trabajos más cortos sobre periodos y espacios geográficos específicos, todos incluidos en la amplia bibliografía comentada por Terrien y trabajados intensamente a lo largo del texto en cuanto a la información contenida y las interpretaciones ofrecidas.1

Los pocos textos y autores mencionados, a los que habría que añadir la producción historiográfica posterior a 1990, muestran que el tema ha ejercido cierta atracción en la historiografía americana y, en menor medida, en la europea. Sin embargo, las grandes interpretaciones de las independencias hispanoamericanas prestan poca atención al tema, excepción hecha de la relación estrecha entre Simón Bolívar y el comerciante corsario Luis Brión, abordada en los pasajes referentes a Venezuela y Nueva Granada. El reducido tratamiento del tema en la historiografía general de las independencias es sin duda producto de la convicción defendida por muchos historiadores de que el corso marítimo insurgente o proinsurgente tuvo un impacto limitado en los desenlaces finales de las guerras. Esta apreciación contrasta con la enorme cantidad de documentos existentes sobre el tema en archivos de América Latina, Estados Unidos y Europa. Dicha documentación es expresión de la importancia que se atribuía al corso insurgente por los contemporáneos, tanto por los insurgentes mismos como por las instancias gubernamentales metropolitanas y coloniales de España, así como por su personal diplomático en Estados Unidos, de cuyos puertos muchas veces salían las expediciones corsarias “patriotas”.

En el contexto historiográfico ya esbozado, la obra de Nicolas Terrien aparece en 2015 con el sugerente título de “Patriotas sin patria”, haciendo con ello alusión a la participación en el corso insurgente de un gran número de refugiados europeos que llegaron a América después de la caída de Napoleón Bonaparte y la restauración de los Borbones en los tronos de España y Francia en 1814. Esos “aventureros” incluían también individuos provenientes de Gran Bretaña e Italia, entre otros países. Fue importante la participación de ciudadanos estadounidenses, entre ellos comerciantes, armadores, capitanes y marineros de los puertos del este y sur de la Unión Americana. Esta abigarrada comunidad de gente de mar participaba en el corso insurgente navegando bajo el pabellón de los a veces efímeros gobiernos independientes de México, Nueva Granada, Venezuela, la Banda Oriental y Buenos Aires en el Río de la Plata, y Chile.

Cada uno de los seis capítulos del libro de Terrien contienen tres secciones, divididas a su vez en varios apartados. Con esta estructura clara y de contenido denso, Terrien logra cubrir prácticamente la totalidad de aspectos que son relevantes en el análisis del tema del corso insurgente. Inicia, el capítulo I, con una discusión de cuestiones legales: la distinción entre piratería y corso; los reglamentos vigentes en América en las primeras décadas del siglo XIX; las patentes y su naturaleza jurídica en general y, finalmente, las patentes emitidas por los gobiernos insurgentes.

El capítulo II está dedicado a los “barcos y hombres” que intervenían en el corso; los capitanes y la marinería, que eventualmente puede ser considerada un “proletariado atlántico”, como sugiere el autor; los barcos, los astilleros y arsenales y sus trabajadores. Entre los capitanes, Terrien resaltan tres figuras: el curazoleño Luis Brión, el francés Louis de Aury y el originario de las Azores, José Almeyda; tres figuras emblemáticas de diferentes “tipos” de corsarios; el autor califica al primero como “revolucionario”, por su indiscutible compromiso con la causa de Simón Bolívar, quien lo nombrara comandante de sus fuerzas navales antes de la salida de la segunda expedición de Haití rumbo a costas venezolanas; llama “aventurero” al segundo por sus múltiples empresas de diferente tipo; y “empresario” al tercero, más enfocado a hacer negocios propios vía el corso y la venta de los botines. Al estudiar los capitanes mencionados, Terrien ofrece excelentes biografías de tres figuras destacadas en el corso marítimo cobijado por las nuevas repúblicas sudamericanas. Dudaría quizá sobre la conveniencia del apelativo de “aventurero” para Louis de Aury, dadas sus intervenciones decisivas en la evacuación de 3 000 personas que se encontraban a punto de morir de hambre en Cartagena, asediada por Pablo Morillo en 1815; la creación por él de una república en Galveston en el nombre de México; su participación en el traslado de hombres y pertrechos de la expedición de Xavier Mina desde Galveston hasta Soto la Marina, en abril de 1817; el establecimiento de la República de la Florida, de nuevo bajo bandera mexicana, en la isla Amelia, y finalmente el asentamiento en la isla Providencia en el archipiélago de San Andrés, después de su expulsión de Amelia por fuerzas militares estadounidenses. Aury era una figura emprendedora y bastante comprometida con la causa de los patriotas -la biografía que ofrece Terrien lo muestra-, quien rivalizaba por el mando con Bolívar y Mina; se impuso en Amelia a otro de los hombres vinculados a los patriotas sudamericanos, el escocés Gregor McGregor, de manera que calificarlo sólo como un aventurero, simplifica quizá su papel en esta década de luchas por la independencia en Hispanoamérica. Una fuente estadounidense habla de Gregor McGregor y su gente como “establecedores itinerantes de repúblicas”, una apreciación que describe también la condición de Aury, pero sin el tono despectivo que tenía esta noción cuando fue creada.2 De todos modos, la clasificación que propone Terrien para diferenciar a los individuos de origen muy diverso que participaban vía el corso marítimo en las luchas contra España es sugerente y da pie a precisiones y reflexiones acerca del papel de estos hombres en una época de grandes cambios. Respecto a la marinería y los trabajadores de los astilleros y arsenales, el autor incursiona en aspectos sociales del corso hispanoamericano, una aportación nueva a la historiografía sobre el tema.

Las redes del corso son el tema del capítulo III, que aborda incursiones en tierra firme, ataques y combates en el mar, así como sus diferentes puntos de apoyo, desde la mencionada isla Amelia, pasando por Barataria en el delta del Misisipi, y Galveston, hasta las islas de Providencia, Margarita y Tortuguilla en el mar Caribe. En la preparación de las expediciones corsarias tuvieron importancia agentes en los diferentes puertos en Estados Unidos, en las costas del Golfo de México y en las islas del mar Caribe, explica Terrien, mientras que el contrabando era una práctica común en la comercialización de los botines. El autor descubre en todo ello la existencia de redes de intereses y negocios, sin las cuales tales actividades no hubieran podido desarrollarse con el éxito que las caracterizaba.

Muy logrado me parece también el capítulo IV, que se ocupa de la “monarquía española frente al desafío corsario”. Aquí se describe la situación de la armada de España en la segunda década del siglo xix, sus limitaciones a causa de la falta de embarcaciones y hombres, lo que no permitía una persecución adecuada de los enemigos en el mar, aunque los pocos guardacostas existentes se esforzaban en esta actividad, y el comercio de Veracruz, La Habana y aun Tampico armaban barcos para defenderse del acoso corsario. A pesar del debilitamiento de las fuerzas navales de España, funcionaba también un “corso realista”, organizado desde la Península, Cuba, tierra firme de las costas norte de América del Sur y del Pacífico chileno. Un tercer elemento de la reacción monárquica frente al corso era la diplomacia española, nos dice Terrien, sobre todo en Estados Unidos, con el caballero Luis de Onís como actor principal. El ministro plenipotenciario se valía de sus cónsules en los diferentes puertos, así como de una red de espías que se infiltraban en el campo insurgente con lo que logró en varias ocasiones impedir planes de invasión a territorios españoles en América o influir en las autoridades estadounidenses para que pusieran algún freno a la preparación de expediciones corsarias en puertos de la Unión Americana.

En el capítulo V se aborda el contexto internacional del corso insurgente bajo el tema guía de la neutralidad, un aspecto de gran relevancia para el conflicto entre España y sus colonias en rebelión. Mientras que estas últimas reclamaban el reconocimiento internacional de sus primeros gobiernos independientes -y la emisión de patentes de corso era una estrategia para conseguir este objetivo, como observa Terrien-, España apelaba a varios tratados suscritos con países con los que la restaurada monarquía de 1814 se encontraba en paz o con los que ésta había sido restablecida con el Tratado de París del mismo año. Durante las guerras anteriores -de 1796 a 1808 con Gran Bretaña, y a partir de este año y hasta 1814 con Francia-, Estados Unidos, Suecia, Dinamarca y varias ciudades hanseáticas habían sido neutrales; los dos estados haitianos existentes entre 1806 y 1820 también adoptaron esta postura. Sin embargo, en la práctica, los países mencionados apoyaban directa e indirectamente a los primeros gobiernos independientes establecidos en México y América del Sur, y toleraban que en sus puertos se preparasen expediciones corsarias y de invasión a tierra firme, se vendiesen los botines obtenidos, y se intercambiaran armas por frutos o metales preciosos. En las negociaciones del Tratado de Amistad y Límites entre Estados Unidos y España, en los años 1815 a 1819, salían con frecuencia a la luz los temas mencionados, que provocaban protestas por parte del encargado español de las negociaciones, el caballero Luis de Onís.

Con la discusión del impacto del corso insurgente en el curso de las revoluciones hispanoamericanas en el capítulo VI, cierra el libro. Entre los aspectos resaltados se encuentran: el corso y su importancia para debilitar las relaciones comerciales entre España y América; el corso como una vía de proporcionar recursos a los insurgentes y primeros gobiernos insurgentes; el corso como apoyo de suministros y de transporte para los ejércitos de tierra, tanto del lado del Atlántico como del Pacífico; y el papel de los corsarios como agentes de las primeras repúblicas de la América hispana.

Finalmente, vale la pena comentar que el libro contiene también algunos anexos, una bibliografía comentada y clasificada por temas, así como dos mapas, todos ellos herramientas de análisis muy útiles para el lector. Respecto a los mapas, hubiese sido importante la inclusión, al lado de Nautla, de Boquilla de Piedra en la costa a barlovento de Veracruz, mencionado aun con mayor frecuencia en la documentación como puertecillo de apoyo para corsarios y para la comunicación con el exterior por parte de los insurgentes novohispanos.

El breve repaso del contenido de “Des patriotes sans patrie” da cuenta, aunque sólo de manera indicativa, de la enorme amplitud de los temas abordados, así como de su desarrollo lógico y coherente. En este sentido, la obra construye por primera vez “una visión global del corso insurgente”, cuya elaboración reclamaba hace más de 30 años Anne Pérotin-Dumon. El análisis de Terrien incluye las acciones desplegadas por corsarios internacionales en el Atlántico Norte (con el Golfo-Caribe como espacio predilecto de operaciones) y el Atlántico Sur, así como en el Pacífico, durante un lapso de 15 años. Con el fin de lograr semejante empresa, el autor se basó muy atinadamente en la bibliografía existente sobre el corso insurgente, literatura sobre todo producida en este lado del Atlántico, con excepción de los trabajos de F. Gámez Duarte y algunos otros. Este apoyo en monografías escritas en un lapso de tiempo muy amplio, desde fines de los años veinte del siglo pasado hasta años recientes, le permite al autor tener acceso (indirecto) a una enorme cantidad de información de archivo, desplegada en esos trabajos, que exploraron sobre todo archivos americanos -latinoamericanos y estadounidenses-, aunque también varios españoles. De esta manera, Terrien logra dar una proyección mucho mayor a sus propias indagaciones en el Archivo General de Indias y el Centre des Archives diplomatiques de La Courneuve, cuyos materiales no han sido explorados para el tema que nos ocupa; en la prensa contemporánea y en una veintena de relatos contemporáneos muy poco considerados hasta ahora.

1Sólo detecté algunos faltantes, sobre todo en cuanto a la historiografía anterior a 1990, como es el caso de varios de los textos mencionados, a los que habría que añadir los trabajos pioneros de Joseph B. Lockey sobre Álvarez de Toledo y sus intrigas por la Florida; Harold Bierck sobre Pedro Gual y sus esfuerzos por capturar un puerto en el Golfo de México, y de Stanley Faye sobre los hermanos Lafitte y Louis de Aury. Entre las obras citadas sobre el corso y la piratería en general habría que añadir también un “clásico”, de J. L. Azcárraga y de Bustamante, El corso marítimo, Madrid, 1950, y una mención más: la disertación de William A. Morgan, “Sea Power in the Gulf of Mexico and the Caribbean during the Mexican and Colombian Wars of Independence, 1815-1830”, tesis de doctorado en filosofía, California, Universidad de California del Sur, 1969, University Microfilms, Inc., Ann Arbor, Mich., 1970.

2Véase el reporte del Comité de Relaciones Exteriores del Congreso, relativo al mensaje del presidente Monroe del 15 de diciembre de 1817, sobre la introducción ilícita de esclavos de la isla Amelia, 10 de enero de 1818, American State Papers, núm. 290, p. 133. Terrien retoma esta expresión cuando dice de Aury que era un “fundador ambulante de repúblicas”, p. 67.

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons