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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.67 no.4 Ciudad de México abr./jun. 2018

https://doi.org/10.24201/hm.v67i4.3582 

Reseñas

Sobre Rafael Rojas, Traductores de la utopía. La Revolución cubana y la nueva izquierda de Nueva York

Pablo Yankelevich1 

1El Colegio de México

Rojas, Rafael. Traductores de la utopía. La Revolución cubana y la nueva izquierda de Nueva York. México, Fondo de Cultura Económica, 2016. 279p. ISBN: 978-607-164-217-2.


El acto de traducir no solo alude a la capacidad de enunciar en un idioma lo expresado en otro, es decir, ser la voz de otros, sino que traducir es también interpretar y explicar lo dicho en otra lengua. En este sentido, estudiar las traducciones obliga a conocer versiones originales, detenerse en las condiciones en que fueron producidas, y por supuesto, obliga a conocer a los traductores y a las circunstancias en que leyeron e interpretaron.

Si ya es complicado estudiar las traducciones de un poema, de un ensayo o de una novela, mucho más lo es indagar las traducciones de una utopía. Me refiero a ese lugar habitado por anhelos de construir una comunidad ideal en un futuro más o menos cercano. Una utopía fundada en ideas que cristalizan en textos y en imágenes, en proyectos y en prácticas capaces de movilizar comunidades tras el sueño de construir sociedades más justas, más igualitarias, más democráticas.

Entre las utopías políticas del siglo xx ninguna irradió mayor potencia que el socialismo, y en América Latina ninguna impactó con mayor fuerza que la destrabada por las imágenes de aquel ejército comandado por un puñado de jóvenes barbudos cuando su ingreso triunfal a La Habana en enero de 1959. En la historia de la izquierda latinoamericana, aquella revolución constituye un parteaguas entre discursos y prácticas políticas en torno a estrategias para la fundación de regímenes socialistas. Sin embargo, en América Latina poco se sabe del impacto de esa revolución en la también poco conocida izquierda estadounidense. En esa izquierda Rafael Rojas localiza a los traductores y las traducciones que estudia en este libro, que por cierto corresponde a la versión en español del publicado en inglés por Princeton University Press.1

Rafael Rojas explora horizontes teóricos, biografías intelectuales, y un torrente de expectativas políticas y estéticas para dar cuenta de un intenso debate político-intelectual en torno al rumbo de la Revolución cubana a lo largo de la década de 1960. Se trata de una indagación en busca de los sentidos con que aquella revolución fue leída y traducida por una heterogénea comunidad de intelectuales y artistas que tuvo a Nueva York como caja de resonancia de debates que atravesaron la cultura y la política mundial. Nueva York, ciudad cosmopolita donde enraizó una densa historia de militancias socialistas y liberales en un momento en que los dogmas de la Guerra Fría no pudieron contener la expansión de las vanguardias artísticas, las luchas por la emancipación de la mujer, la liberación sexual, el ascenso del movimiento afroamericano y la oposición a la guerra de Vietnam. Nueva York como escenario privilegiado de discusiones sobre el socialismo realmente existente y las posibilidades de imaginar otro distinto desde los balcones de una nueva izquierda. En suma, Nueva York en tanto espacio de adhesiones y polémicas acerca del carácter del socialismo cubano, y de fuertes impugnaciones a las políticas que el gobierno de Estados Unidos implementó hacia Cuba.

En este libro se reconstruye una pluralidad de voces que resonaron en el espacio público neoyorkino. Son las voces que tradujeron la utopía cubana para instalarla en periódicos, en revistas, en libros y en imágenes fotográficas dando cuenta de emprendimientos políticos, académicos y literarios que surgieron a la luz de aquella revolución, y que se proyectaron más allá de Manhattan hasta resonar en La Habana, México, Buenos Aires, Londres y París.

Rafael Rojas dibuja el mapa intelectual de la izquierda estadounidense para estudiar las reacciones producidas a raíz del rápido tránsito de la dirigencia revolucionaria desde un declarado humanismo democrático en los primeros años de la revolución, hasta el reconocimiento de una matriz marxista leninista en el programa revolucionario hacia 1961. En ese corto tiempo se desató en Manhattan un intenso debate al calor del entusiasmo por las promesas de una revolución, simpatías que se fueron desgranando a medida que la opción socialista se acercó al modelo soviético.

Periodistas, académicos y militantes discutieron en un tiempo que se había acelerado. La radicalización de las acciones revolucionarias en la isla fue respondida con el intervencionismo del gobierno estadounidense que condujo al desastre de Playa Girón y poco después a la Crisis de los Misiles. El alineamiento al bloque socialista no estuvo exento de fracturas; entre otros asuntos, los avatares en la implementación del modelo de economía planificada y la opción que dibujó el Che Guevara, primero en el Congo y luego en Bolivia, alimentaron encuentros y desencuentros en la intelectualidad neoyorquina.

El recorrido se inicia en la delimitación de las corrientes por donde transitó el pensamiento de esa nueva izquierda en medio de la Guerra Fría, y para ello se presta atención a figuras como Harvey Swados e Irving Howe, referentes de corrientes socialdemócratas en la Unión Americana. Se trataba de opiniones y posturas definidas a partir de la lucha contra el macartismo y al calor de los combates por los derechos civiles y la oposición a la guerra Vietnam. Desde ese horizonte, fueron delineados programas atentos a un socialismo antiestalinista, solidario con los nacionalismos anticolonialistas en África y Asia, y fuertemente crítico de la política imperial estadounidense y de las naciones europeas. Sin embargo, esas críticas no impedían la condena a las conductas autoritarias advertidas en los regímenes de los países recientemente independizados y que engrosaban el llamado Tercer Mundo. La piedra de choque que deslindó el terreno para las lecturas de la revolución cubana radicó en la posición de esas corrientes de la izquierda estadounidense frente a la Unión Soviética y el llamado campo socialista. Mientras que, para el establishment socialdemócrata, la defensa del “mundo libre” constituyó un baluarte ante el avance del comunismo soviético, otras opiniones bregaron por el reconocimiento del bloque socialista como una realidad con la que debían convivir las naciones recién descolonizadas; para desde allí asumir la defensa de proyectos autónomos y alternativos al bloque soviético. Estas opiniones y sus principales voceros son estudiados en este libro.

Entre 1959 y 1962 la opinión publica neoyorkina vivió muy de cerca la radicalización ideológica de la Revolución cubana. Los principales periódicos, cadenas de radio y de televisión se encargaron de transmitir noticias, informes y reportajes de lo que acontecía en la isla. Además, la sede de la onu fue escenario de épicas intervenciones de los delegados cubanos, entre ellos el propio Fidel Castro y Ernesto Che Guevara, cuyas figuras alcanzaron dimensiones planetarias. Rafael Rojas se interna en esta atmósfera política rescatando de las páginas de la prensa los textos de los corresponsales en La Habana, antes y después del triunfo de la revolución. De manera particular estudia el lugar que ocupó The New York Times, en las columnas de tres de sus corresponsales: Ruby Hart Phillips, Herbert L. Matthews y Tad Szulc, alimentando el entusiasmo con que inicialmente fue recibida una revolución que prometía restaurar el orden democrático por medio de un programa con fuertes tonalidades nacionalistas.

El apoyo de la administración de John F. Kennedy al desembarco en Bahía de Cochinos y la declaratoria del gobierno de Castro asumiendo un programa socialista deslindaron el campo de la izquierda para instalar una primera gran discusión en torno a si la dirigencia cubana había traicionado a la revolución al abrazar el comunismo y aliarse a la Unión Soviética. El socialismo en Cuba dislocó las relaciones entre los liberales y los radicales, y como expresión de este desencuentro, se muestran las diferentes lecturas que recibieron, por ejemplo, las memorias del gobierno de Kennedy escritas por el historiador Arthur M. Schlesinger Jr.,2 o el desplazamiento de Ruby Hart Phillips, autor del apologético libro Cuba, Island of Paradox, publicado en 1959, hacia sus sonoras intervenciones, un año más tarde, denunciado el peligro comunista en la dirigencia revolucionaria.

En este contexto, Rojas enfoca su investigación en el disenso que generó en las filas de la nueva izquierda la declaratoria de que se trataba de una revolución socialista. Y con este propósito sigue las polémicas que tuvieron lugar en las páginas de revistas como Dissent, The Village Voice y Ramparts, donde escribieron referentes de las vanguardias literarias. Explica las razones por las que un sector de la bohemia artística de Nueva York convirtió a Cuba en emblema de una estética de la autenticidad, tierra de utopía donde podrían habitar los sueños de la liberación sexual y moral. Susan Sontag, Norman Mailer y buena parte de la Generación Beat no se desencantaron de la revolución a pesar de las tempranas noticias sobre la homofobia, la censura y las derivas hacia un estrecho dogmatismo cultural. Las expectativas comenzaron a menguar cuando Allen Ginsberg, invitado a participar como jurado en el Premio Casa de las Américas, fue expulsado de la isla en 1965. Sin embargo, Cuba, tierra de promesas y también de desencanto, lugar de la utopía y también de una dictadura, “reforzó en Ginsberg el sentido libertario del compromiso intelectual y la apuesta por una poesía refractaria al control del capital y del Estado” (p. 177).

Esa misma utopía es rastreada en las expresiones del renovado marxismo en las páginas del Monthly Review, explorando las opiniones de Paul Sweezy, Leo Huberman y J. P. Morray, cuando apoyaron el proyecto socialista invocando la necesidad de que la revolución practicara una cuidadosa diplomacia para evitar los peligros de la sovietización.

En distintos capítulos, Rojas se interna en el género biográfico para retratar las trayectorias de militantes, académicos y artistas. Entre ellos destaca, por un lado, la exploración en la vida y obra de dos veteranos de las causas hispanoamericanas, Waldo Frank y Carleton Beals, subrayando las peculiaridades de sus acercamientos a Cuba, en buena medida modulados por sus visiones de otros procesos revolucionarios, como la revolución mexicana, la lucha de Sandino en Centroamérica y el derrocamiento de la dictadura de Gerardo Machado en 1933 a partir de movimiento liderado por Ramón Grau San Martín. Y por otro lado, en un esfuerzo de auténtica arqueología intelectual es reconstruido el itinerario del sociólogo Charles Wright Mills y su influyente libro Listen, Yankee The Revolution in Cuba. Sucede, afirma Rojas, que para Mills, “tan o más importante que la compresión del fenómeno revolucionario cubano era la crítica de los prejuicios hacia el mismo que se reproducían en la opinión publica de los Estados Unidos” (p. 135).

Si la revolución reprodujo prejuicios, también inyectó ejemplaridad. Un capítulo está dedicado a escrutar los debates en el seno de la comunidad afroamericana. El impacto de la entrevista de Malcom X con Fidel en un hotel en Harlem, el pacifismo de Martin Luther King, la fundación del partido de los Black Panther en 1966, y sobre todo la ruta del líder afroamericano Robert Williams cuando en 1962 dio a conocer, desde el exilio cubano, sus ideas en torno de la legitimidad de la violencia armada, constituyeron algunas de las traducciones de la utopía cubana realizadas en los suburbios negros de la ciudad de Nueva York.

Poetas y editores, profesores universitarios y dirigentes políticos, fotógrafos y periodistas, tejieron una densa red de simpatizantes. Segmentos de esa red se visibilizaron en organizaciones como Fair Play for Cuba Committee, liderada por Waldo Frank y Carleton Beals, y por medio de The League for Militants Poets que publicaba la revista Pa’lante, a cargo de Elizabeth Sutherland Martínez. Todos fueron traductores de la experiencia cubana; en grados distintos fueron críticos de las derivas totalitarias del socialismo en la isla; todos coincidieron en elevar al Che Guevara como el icono de los tiempos nuevos, y todos rechazaron el intervencionismo estadounidense en Vietnam y en Cuba, pero también el intervencionismo soviético en Checoeslovaquia.

Traductores de la utopía cruza fronteras para mostrar los vínculos trasnacionales de la nueva izquierda neoyorquina. Por ello, en las páginas de este libro encontramos a los historiadores marxistas E.P.Thompson y Eric Hobsbawm dialogando desde Londres con sus congéneres estadounidenses; descubrimos a los fundadores de la teoría de la dependencia, Mauro Marini, André Gunder Frank y Fernando Enrique Cardoso, presentes en las páginas del Monthly Review; leemos a Jean Paul Sartre, a Regis Debray y a Frank Fanon alimentando debates sobre el carácter emancipador de las guerras anticoloniales. Y en México advertimos el impulso de un núcleo de intelectuales, Pablo González Casanova, Víctor Flores Olea, Enrique González Pedrero, apostando porque la revolución cubana no se empantane en los mismos fangos que la mexicana.

En esta historia no fue menor el papel del Fondo de Cultura Económica, entonces bajo la dirección de Arnaldo Orfila Reynal. En 1961 esta casa editorial publicó la traducción del libro de Charles Wrigth Mills en la célebre Colección Popular. Escucha, yanqui fue un auténtico best seller que amplificó la voz del sociólogo estadounidense para ensanchar el impacto de la epopeya de Fidel y el Che en toda América Latina. Ahora, medio siglo más tarde, la misma editorial publica esta estupenda investigación. Mills ya no es autor sino uno de los protagonistas de una historia intelectual compleja y heterodoxa que recupera expresiones culturales de la nueva izquierda estadounidense a través de las traducciones y los traductores de la utopía revolucionaria cubana.

1Rafael Rojas, Fighting over Fidel. The New York Intellectuals and the Cuban Revolution, New Jersey, Princeton University Press, 2016.

2Arthur M. Schlesinger Jr., A Thousand Days. John F. Kennedy in the White House, Boston, Houghton Mifflin, 1965.

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