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Historia mexicana

On-line version ISSN 2448-6531Print version ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.67 n.4 Ciudad de México Apr./Jun. 2018

https://doi.org/10.24201/hm.v67i4.3581 

Reseñas

Sobre Judith N. Freidenberg, Contemporary conversations on immigration in the United States: The view from Prince George’s County, Maryland

Gerardo Necoechea Gracia1 

1Instituto Nacional de Antropología e Historia

Freidenberg, Judith N.. Contemporary Conversations on Immigration in the United States: The View from Prince George’s County, Maryland. Lanham, Maryland: Lexington Books, 2016. i-xiv+197p. ISBN: 978-073-918-262-8.


Quien siguió la campaña electoral a lo largo de 2016 que culminó en la elección de Trump a la presidencia de Estados Unidos, reconocerá la importancia de un libro como Contemporary conversations. La propia Judith Freidenberg estaba consciente de esto cuando argumentó en la introducción que el momento presente exigía un libro que ayudara a cambiar las actitudes de los estadounidenses hacia los inmigrantes y que promoviera propuestas legislativas y políticas públicas informadas y no prejuiciadas. Por eso el libro no anuncia ambiciosas pretensiones académicas; el logro académico es de hecho modesto: generar conocimiento de los inmigrantes a partir de sus historias de vida. La apuesta a una intervención eficaz en el campo público, en cambio, es atrevida.

El libro ofrece los resultados del Anthropology of the Immigrant Life Course Research Program, dirigido por Freidenberg en la Universidad de Maryland. Siguiendo la tradición de exposición en estudios antropológicos, la primera parte del libro inicia con una discusión que traza la conformación del espacio de estudio desde tiempos prehistóricos hasta 2013. Pero lo que es de importancia aquí es que el condado de Prince George, en el estado de Maryland, es hoy destino importante para los inmigrantes a Estados Unidos. Ello implica un desplazamiento de la atracción antes ejercida por los barrios obreros en las ciudades industrializadas hacia los suburbios, ya que el condado de Prince George se convirtió durante la segunda mitad del siglo XX en suburbio de Washington D.C., donde reside la mano de obra que satisface las necesidades de servicios en la ciudad capital. La antropóloga deja así bien puesto el escenario para entonces examinar las ideas que los residentes del condado tienen y han tenido a lo largo del siglo respecto de los inmigrantes.

Para lograr este propósito, la autora recurrió a dos fuentes. La primera fue la prensa: realizó un estudio de contenido del Washington Post, de circulación nacional, y del Baltimore Sun, de circulación local. Ambos periódicos fueron escudriñados desde mediados del siglo XIX hasta el presente, buscando las representaciones ideológicas de los inmigrantes y de la inmigración. Las actitudes positivas y negativas oscilan, siguiendo los altibajos económicos, pero persisten los debates respecto de quiénes son inmigrantes aceptables y quiénes son inaceptables, entretejidos con el énfasis en el impacto benéfico o la amenaza siniestra para el país. Los resultados del análisis no sorprenden: una lectura incluso superficial de los estudios históricos sobre la migración mostraría que ya se produjo ese conocimiento, que además con frecuencia logra un mejor trabajo de contextualización para entender las variaciones y las continuidades en las ideas que se tienen de los inmigrantes.

El resultado arrojado por la segunda fuente fue el contrapeso. Junto con un equipo de colaboradores, la antropóloga montó una exposición basada en testimonios personales y un video acerca de los inmigrantes en el condado de Prince George, e invitó al público a responder un cuestionario. Al contrario de la actitud negativa predominante en la prensa actual, las respuestas articularon una idea favorable respecto de la inmigración y de los inmigrantes. Freidenberg supone, y ése era el propósito de la exposición, que la información directa y personalizada de lo que los inmigrantes piensan y han vivido propició en el público actitudes positivas. Pero la autora no contempla la posibilidad de que quienes asistieron y acordaron responder el cuestionario fueron aquellos que ya tenían una disposición favorable hacia la migración antes de visitar la exhibición. Como sea, una de las respuestas interesantes fue que aquellos del público que eran inmigrantes o hijos de inmigrantes no se etiquetaban a sí mismos como tales sino como personas que han viajado y cambiado sus experiencias.

La segunda parte del libro presenta a los inmigrantes por sí mismos. Contiene tres capítulos, cada uno dedicado a un momento clave de la migración: la toma de decisión de dejar el lugar de residencia, la salida de un lugar y a la llegada a otro, y finalmente, cómo los inmigrantes evalúan los cambios ocurridos en su vida. La evidencia proviene de 70 historias de vida, obtenidas por medio de entrevistas abiertas y semiestructuradas, método que, acorde a la explicación que da la autora, es similar al de la historia oral. Para el análisis, fue preciso primero dividir el conjunto en cuatro grupos de edad: los tres primeros abarcando 20 años cada uno, y él último a los mayores de 60. Después los clasificó según el año de entrada y la política migratoria vigente en Estados Unidos: la ley de inmigración de 1965, que abolió el anterior sistema de cuotas para los europeos; la reforma de 1986, que transformó el estatus legal de millones de extranjeros residentes; la de 2001, cuando los ajustes posteriores al ataque a las Torres Gemelas convirtieron al Servicio de Inmigración en parte de Homeland Security; y 2012, cuando la ley dream (que previene la deportación de jóvenes que arribaron como indocumentados siendo menores de 16 años) fue aprobada en Maryland. Las primeras tres, sobre todo, ofrecen un marco histórico para comprender las vicisitudes narradas por los inmigrantes.

Por último, la antropóloga escogió 24 historias de vida representativas del conjunto. Los tres capítulos de la segunda parte recurren a estas 24 narraciones para ilustrar la vida antes de emigrar, y la toma de decisión de viajar a Estados Unidos; los contrastes entre el mundo imaginado y el destino real con el que toparon; y finalmente la evaluación de los cambios que su decisión de migrar trajo a su vida. Aunque Freidenberg anuncia que los inmigrantes hablarán por sí mismos, en realidad no es lo que los capítulos ofrecen. La autora proporciona breves resúmenes que presentan al narrador, y unas cuantas citas directas de los testimonios. La estructura de la discusión obedece a categorías escogidas por ella. Ocasionalmente advertimos una mirada más introspectiva, como cuando las narraciones citadas describen ese momento de duda y miedo antes de embarcarse en el viaje.

La autora no pretende retratos intimistas; usa los testimonios para otros fines. El primero de ellos es mostrar la diversidad entre los narradores, que igual se trata de un hombre joven que deja la pobreza y violencia de El Salvador, que la joven hija de familia de la élite etíope, que emigró después de que el emperador fue derrocado. El segundo fin consiste en mostrar la complejidad que esa diversidad generó, tanto porque las experiencias en el país de origen resultaron en capitales humanos muy disímiles, como porque las expectativas y las oportunidades en el país de destino fueron distintas. Por último, y ésta es una conclusión que Freidenberg subraya, la decisión, la acción y las consecuencias de la migración no sólo atañen al individuo sino a colectivos amplios de parientes, de proveedores de servicios especiales, como pueden ser los coyotes en la frontera México-Estados Unidos, y de funcionarios estatales en uno y otro lugar y en distintos niveles de autoridad. La migración es en todo momento un asunto social.

La tercera y última parte del libro contiene dos capítulos. El primero indaga si los inmigrantes en Estados Unidos ascienden en la estructura socioeconómica; la movilidad social es un tema clásico de la ciencia social norteamericana. La antropóloga no se detiene en la vasta bibliografía existente pero su examen llega a conclusiones similares: aunque a lo largo de su vida los inmigrantes mejoran sus condiciones materiales de vida, no ascienden en la escala social. Lo novedoso es que la autora introduce una unidad de medida diferente: sugiere que un elemento de cambio tiene que ver con el estilo de vida que aflora en las narraciones. Así, por ejemplo, las mujeres encuentran relaciones de género menos rígidas, mientras los jóvenes enfrentan una mayor gama de oportunidades abiertas a su exploración; además, las relaciones sociales, porque dejan de estar limitadas a las relaciones de parentesco, ensanchan los espacios de sociabilidad. Los inmigrantes encuentran, en general, un mayor número de opciones, y en eso fincan su versión del American dream: poder ser quien deseen ser.

Freidenberg recurre a dos ideas para su análisis. La primera es que los inmigrantes residen en un lugar -es decir, un espacio del que se han apropiado y dotado de sentimiento y significado- que está aquí y allá, y que existen en el tiempo del antes y el ahora. Lo que viven no sólo lo interpretan a partir de su experiencia aquí sino también en términos de los códigos aprendidos en sus lugares de origen y de lo que pudo ser su vida allá. Construyen, afirma la autora, una suerte de máquina de traducción que no sólo opera para el idioma sino para las prácticas culturales y la ideología. Al habitar este espacio inmigrante, como ella le llama, los sujetos evalúan lo que les ha acontecido después de trasladar su lugar de residencia. Los estudios de movilidad social, que sólo miden condiciones de empleo, ingreso y lugar de residencia, no logran a cabalidad entender lo que la buena vida significa para estos inmigrantes porque no consideran esta otra dimensión de la experiencia.

La segunda idea que está presente a lo largo del libro consiste en proponer que la inmigración puede ser entendida como una cuestión social o como un problema. Entendida como cuestión social implica una complejidad de aspectos imbricados que hacen converger cuestiones de cultura, economía y política con la subjetividad individual; es una invitación al análisis y la comprensión. Entendida como problema, la inmigración es un asunto unidimensional que requiere de soluciones, ya sea penales o legislativas. El último capítulo aborda este aspecto, enfatizando la percepción ideológica que convierte a la inmigración en un problema, lo reduce a estar a favor o en contra, y por tanto, a ofrecer soluciones que la permitan o la obstaculicen.

El libro es un argumento a favor de poner estas dos formas de abordar el problema en diálogo. Por eso el título alude a conversaciones: de su implementación depende que el conocimiento experto que aconseja a políticos y funcionarios gubernamentales qué hacer acerca del problema de la inmigración expanda el horizonte para incluir la compleja manera en que los inmigrantes experimentan la inmigración. Las respuestas en blanco y negro, empapadas en el prejuicio, aunque sea inadvertido, no conducen a soluciones que promuevan el bienestar sino al miedo y a la ignorancia.

El libro, como ya decía antes, no es una apuesta académica. No es un libro para especialistas, y es poco probable que los políticos o sus consejeros lo lean. En cambio, es un excelente trabajo de introducción a una manera distinta de pensar el problema de la inmigración en Estados Unidos para jóvenes que inician su educación superior. En el futuro inmediato, ellos enfrentarán decisiones políticas que dependen de entender la inmigración como cuestión social.

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