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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.67 no.4 Ciudad de México abr./jun. 2018

https://doi.org/10.24201/hm.v67i4.3571 

Reseñas

Sobre Joanne Rappaport, The Disappearing Mestizo: Configuring Difference in the Colonial New Kingdom of Granada

Jorge E. Delgadillo Núñez1 

1Vanderbilt University

Rappaport, Joanne. The Disappearing Mestizo: Configuring Difference in the Colonial New Kingdom of Granada. Durham: Duke University Press, 2014. 369p. ISBN: 978-082-235-629-5.


En The Disappearing Mestizo, Joanne Rappaport se aleja de su campo de especialización por varios siglos para adentrarse en el funcionamiento de la construcción social de la diferencia en el Reino de Nueva Granada en la época colonial. Antropóloga de formación y de profesión, la autora cuenta con tres libros en su haber, en los cuales ha analizado el carácter de la memoria histórica en Cumbal, la relación entre la memoria oral y la documentación histórica escrita en algunas comunidades andinas, y a los intelectuales indígenas de la región del Cauca, Colombia.

El argumento que estructura éste, el cuarto libro de la autora, es que el tipo de configuración social en el Reino de Nueva Granada no puede caracterizarse como un “sistema de castas”; de hecho, dice la autora, no puede siquiera considerarse un sistema en lo absoluto. Según Rappaport, los procesos de diferenciación social en Nueva Granada eran altamente situacionales y contextuales. La autora también hace un llamado a los investigadores a estudiar las sociedades del pasado en sus propios términos, en lugar de proyectar categorías anacrónicas como “raza”. En ese sentido, Rappaport nota que el concepto que configuraba la construcción de la diferencia social en Nueva Granada -y no sólo allí, sino en todo el imperio español- era el de calidad.

Calidad es un concepto histórico usado en el mundo hispánico para asignar a las personas un lugar en la jerarquía social, para distribuir derechos y obligaciones. Este término generalmente ha sido traducido por algunos investigadores angloparlantes -y en particular por aquellos que estudian el México colonial- como rank o status. Empero, aún existe cierta tendencia en esa tradición historiográfica de equiparar los conceptos de raza y calidad, o de sustituir éste por términos como “categorías socio-raciales”; de allí las críticas que plantea Rappaport y su propuesta de analizar el pasado con categorías históricas. La calidad de una persona era expresada en términos fenotípicos -como negro o mulato-, o “étnicos” -por ejemplo, español o indio. Sin embargo, este concepto iba más allá de estas clasificaciones étnicas o “raciales”, ya que combinaba diferentes maneras de clasificación o identificación social. La calidad de una persona circunscribía supuestas cualidades inherentes que se llevaban en la sangre, y en especial otros elementos que podían obtenerse o perderse a lo largo de la vida, tales como el honor, la reputación y cosas materiales.

La autora realiza una historia etnográfica para reconstruir las vidas de algunos personajes de la ciudad de Bogotá colonial, esto como una forma de aproximarse a los procesos de identificación social relacionados con el concepto de calidad. La historia etnográfica consiste en analizar en profundidad anécdotas o viñetas que presenten algún caso interesante, que genere preguntas y reflexiones sobre la experiencia vivida de las personas, para de allí, por medio de fuentes complementarias, reconstruir el contexto en que se insertan estas historias. Metodológicamente, el libro también trata de mover las discusiones sobre el tema al enfocarse en cómo y cuándo una persona era considerada mestiza, en lugar de preguntar qué era o qué significaba ser mestizo. En este sentido, la autora trata de privilegiar el concepto de identificación como proceso, en lugar del de identidad como objeto de estudio.

Joanne Rappaport ha realizado una investigación extensa en los archivos coloniales de Colombia y en el Archivo General de Indias, en los cuales examinó casos judiciales, o disputas sobre identidad, así como licencias para viajar de la metrópoli a las Indias. De igual manera, la autora ha consultado gran cantidad de bibliografía sobre el tema, la cual utiliza, en especial, en la última sección del libro. Con estas fuentes y herramientas teórico metodológicas, cada uno de los seis capítulos del libro trata de mostrar una faceta distinta de los procesos históricos de diferenciación. En particular, la obra se centra en individuos que fueron categorizados como mestizos en algún momento de sus vidas, con la intención de complementar la creciente información que ya se tiene para los afrodescendientes, cuyo estudio se ha incrementado en las últimas dos décadas.

El primer capítulo explica la noción de calidad y muestra la inestabilidad de las categorías que las autoridades coloniales utilizaban para identificar a las personas y así determinar su lugar dentro de la estructura social. Según explica Rappaport, no sólo en este capítulo, sino a lo largo de todo el libro, la flexibilidad en el proceso de identificación estaba relacionada con la propia mutabilidad de los criterios en que se basaba la calidad de una persona, así como en el carácter contextual y situacional de los procesos de identificación en la Nueva Granada. El segundo capítulo desarrolla el argumento de que es mejor pensar en la categoría mestizo como una “etiqueta” asignada a ciertas personas en determinados contextos o circunstancias, que interpretar a los mestizos como un grupo. Para Rappaport, aquellas personas clasificadas como mestizos carecen de prácticamente todos los atributos para considerarlos un grupo en el sentido sociológico del término.

Pocos libros dedicados al estudio de las sociedades coloniales de la América hispánica han logrado articular satisfactoriamente las nociones de calidad y género. Para la mayoría, la calidad era una cuestión de reputación, de honor, o incluso de clase. En el tercer capítulo del libro, Joanne Rappaport analiza casos como el de doña Ana de Mendoza, una mestiza de nacimiento, quien logró ascender socialmente al casarse con un español de la élite, para argumentar que era mucho más fácil lograr movilidad social ascendente para las mujeres de la Nueva Granada que para los hombres. Asimismo, este capítulo reflexiona sobre la permeabilidad que caracterizaba a las categorías sociales utilizadas durante el periodo colonial, en especial sobre los límites entre ser español y ser mestizo.

El capítulo cuarto, por su parte, presenta las diferentes estrategias que algunos hombres mestizos utilizaron para mejorar su posición social. Esta sección se centra en don Alonso de Silva y don Diego de Torres, aspirantes a caciques de los pueblos muiscas en las afueras de Tunja. Los casos de Silva y Torres presentan un excelente contraste con otras narrativas expuestas en el libro. En éstas, son los propios actores sociales quienes dan cuenta de su posición como mestizos en la sociedad colonial. Alonso de Silva y Diego de Torres se presentan a sí mismos como cristianos devotos que deploran la idolatría; como herederos de la sangre española, que buscan proteger y educar a sus comunidades indígenas. En otras palabras, se construyen a sí mismos como actores políticos al resaltar su herencia española, a la vez que legítimos caciques de los pueblos indios.

Hasta aquí, la autora desarrolla la parte social de las categorías de diferenciación. Sin embargo, como se apuntó al inicio, la calidad de una persona estaba también relacionada con la apariencia física o fenotipo. En este sentido, el quinto capítulo se centra en lo que en aquella época era conocido como fisionomía, es decir, la ciencia o arte de interpretar ciertas cualidades de una persona por medio de sus características físicas. Por medio del análisis de las licencias para viajar a las Indias, Rappaport estudia la relación entre calidad y “fenotipo”, “fisionomía” o “complexión”. La autora concluye que la calidad de una persona iba mucho más allá de su fisionomía, ya que a veces ésta no era ni siquiera el elemento más importante para identificarla. Asimismo, subraya que no se puede, ni se debe, equiparar las calidades con categorías raciales, ya que, primero, la identificación se centraba en individuos, no en grupos; y segundo, la calidad de una persona y sus rasgos físicos, según el imaginario de la época, tenían una relación fluida cuyos términos cambiaban constantemente (p. 178).

El último capítulo es, de alguna manera, una reacción contra la historiografía sobre el tema, en particular aquella que se centra en la Nueva España, y específicamente es una respuesta al trabajo ya clásico de Laura Lewis sobre el “sistema de castas” en el México colonial.1 En su estudio, Lewis menciona que durante el siglo XVIII el sistema de clasificación social se transformó para volverse más rígido, pero aún sin convertirse en un sistema racial. De esta manera, el sexto capítulo de The Disappearing Mestizo analiza algunas de las transformaciones sociales más importantes en la región estudiada, a lo largo del siglo XVIII. Aquí, Rappaport concluye que no hubo tal endurecimiento de las prácticas de clasificación social utilizadas en los siglos previos, pero sí surgieron nuevas formas de categorización que complementaron a las ya existentes y en algunos casos las suplantaron.

No hay duda de que Rappaport hace un excelente trabajo al explicar el funcionamiento de la construcción social de la diferencia en la Nueva Granada. Sin embargo, su obra tiene algunos problemas que vale la pena señalar. En primer lugar, la autora acepta y repite de manera muy acrítica aseveraciones imprecisas de otros autores. Por ejemplo, constantemente repite la afirmación (pp. 7-8, 97, 179, 202) de Tamar Herzog de que sólo los españoles podían ser considerados vecinos, cuando de hecho varios sectores de la sociedad, como pardos y mulatos libres, etc., también podían serlo, ya que ser vecino no sólo implicaba cierto estatus de “ciudadanía” como las dos autoras aseveran, sino la posesión de propiedades en una determinada comunidad.2 En segundo lugar, las generalizaciones que hace sobre la historiografía mexicanista parecen algo infundadas. Constantemente Rappaport habla de un “esquema de castas mexicano” (p. 27), “el modelo de castas” (p. 208), o incluso “el modelo mexicano” (p. 224), que debe ser combatido y dejar de ser aplicado en todo el mundo hispánico. Sin duda, la Nueva España ha recibido la mayoría de la atención por la academia, pero los mexicanistas rara vez hacen generalizaciones sobre otros lugares del continente y algunos de ellos ni siquiera las formulan para toda la Nueva España.

Relacionado con lo anterior y mucho más problemático es el posicionamiento de la autora respecto a la historiografía sobre el tema. Es cierto que ideas como la de “sistema de castas”, o llamar castas, en lugar de calidades, a las clasificaciones sociales utilizadas en la época colonial, predominaron por mucho tiempo en la academia. Empero, Joanne Rappaport no es la única, ni la primera, en proponer disociar el concepto de calidad de los de raza y casta, ni tampoco en criticar la idea del sistema de castas.3 Sin afán de ser injusto, puede decirse que el trabajo de la autora llega un poco tarde para afirmar esto. De hecho, se inserta en una tendencia de la historiografía que lleva al menos dos décadas desarrollándose; es una corriente que ha tratado de estudiar el pasado en sus propios términos y que ha cuestionado la idea del sistema de castas.4

A pesar de estos aspectos, Joanne Rappaport cumple cabalmente con los objetivos que se plantea y presenta un panorama completo sobre el funcionamiento de la diferenciación social en uno de los contextos que ciertamente han sido menos estudiados.

1Laura Lewis, Hall of Mirros: Power, Witchcraft, and Caste in Colonial Mexico, Durham, Duke University Press, 2003.

2Tamar Herzog, Defining Nations: Immigrants and Citizens in Early Modern Spain and Spanish America, New Haven, Yale University Press, 2003.

3Véase, por ejemplo, Robert McCaa, “Calidad, Clase, and Marriage: The Case of Parral, 1788-90”, en The Hispanic American Historical Review, 64: 3 (ago. 1984), pp. 477-501; Richard Boyer, “Negotiating Calidad: The Everyday Struggle for Status in Mexico”, en Historical Archeology, 31: 1 (1997), pp. 64-73; Matthew Restall, The Black Middle: Africans, Mayas, and Spaniards in Colonial Yucatan, Stanford, Stanford University Press, 2009; y Pilar Gonzalbo Aizpuru, “La trampa de las castas”, en Solange Alberro y Pilar

4Véase, por ejemplo, Robert McCaa, “Calidad, Clase, and Marriage: The Case of Parral, 1788-90”, en The Hispanic American Historical Review, 64: 3 (ago. 1984), pp. 477-501; Richard Boyer, “Negotiating Calidad: The Everyday Struggle for Status in Mexico”, en Historical Archeology, 31: 1 (1997), pp. 64-73; Matthew Restall, The Black Middle: Africans, Mayas, and Spaniards in Colonial Yucatan, Stanford, Stanford University Press, 2009; y Pilar Gonzalbo Aizpuru, “La trampa de las castas”, en Solange Alberro y Pilar Gonzalbo Aizpuru, La sociedad novohispana: estereotipos y realidades, México, El Colegio de México, 2013.

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