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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.67 no.3 Ciudad de México ene./mar. 2018

https://doi.org/10.24201/hm.v67i3.3534 

Reseñas

Ignac Tirš, Pinturas de la Antigua California y de México: Códice Klementinum de Praga

Bernardo García Martínez†* 

* El Colegio de México

Tirš, Ignac. Pinturas de la Antigua California y de México: Códice Klementinum de Praga. González Rodríguez, Luis; Anzures y Bolaños, María del Carmen. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2015. 190p. ISBN: 978-607-022-860-5.


Este libro sobresale por la impecable reproducción a color de una serie de pinturas del jesuita checo Ignac Tirš, misionero en Baja California, realizadas en un periodo de tiempo que pudo ser antes o después de la expulsión de los jesuitas en 1768. Aquí se dice que fue antes. Sobre ese periodo no hay ningún testimonio concluyente, aunque convence más lo sostenido en dos ediciones previas de las mismas pinturas, aparecida una en Los Ángeles en 1972 y otra en Praga en 1987: que Tirš las hizo después. Dichas ediciones (con reproducciones en blanco y negro) son poco accesibles, pero las pinturas, que se conservan en la Biblioteca Clementina de Praga, son más o menos conocidas. Ya antes algunas de ellas, “exóticas y primitivas” según las describió el geógrafo Homer Aschmann al reseñar la edición de 1972, habían servido para ilustrar un bonito calendario checo del año de 1970.1 No se les había denominado, con tanta pompa como ahora, Códice Klementinum de Praga, pero se puede perdonar que los editores alimenten un poco sus egos. También puede perdonarse la pretendida corrección política de escribir el apellido de Tirš al estilo checo, siendo que él, como la mayoría de los jesuitas de Bohemia, eran de familia y lengua alemana.

Las pinturas de Tirsch -bueno, dejémoslo en Tirš- son 48 y representan paisajes de la misión de Santiago y sus vecindades, personajes y trajes de Baja California, algunas escenas de otras partes de México y una buena cantidad de plantas y animales, sobre todo pájaros, de la península. Los comentaristas, empezando por algunos de sus compañeros jesuitas, han coincidido en que Tirš tenía gusto por la naturaleza y era buen observador. Algunos de sus pocos escritos lo confirman.

Esta publicación produce reacciones encontradas. Por un lado no cabe duda de que es un libro bonito que puede adornar cualquier mesa de centro y hará un buen regalo de cumpleaños. Para los no iniciados se recogen las pocas noticias disponibles a propósito de Tirš, acompañadas de minibiografías de sus compañeros en la Península, bien conocidos algunos por sus escritos, como Jakob Bägert y Miguel del Barco. El especialista apreciará un par de cartas de Tirš (una de ellas extractada hace años por Miguel León-Portilla en un breve artículo del que en este libro no se da razón), una carta inédita del padre Lorenzo Carranco, unos informes sobre la confiscación de manuscritos de los misioneros, y diversos pormenores sacados del Archivo Histórico Nacional de Madrid, del Archivo General de la Nación de México, del Fondo Franciscano de la Biblioteca Nacional de México y de algunos impresos checos. También hay un par de párrafos que informan y opinan sobre el papel y los pigmentos de las pinturas, aunque en el fondo no son otra cosa que un comentario somero sobre lo ya dicho en la edición de Praga. Se agradece, en fin, la traducción de las líneas explicativas con que Tirš intituló, en alemán, cada una de sus pinturas. Todo esto es de utilidad aun cuando aporta muy escasas novedades y apenas daría material para un modesto artículo en una revista de divulgación.

Por otro lado, al recorrer las páginas, hay cosas que cuesta trabajo creer. Dejemos de lado la autocomplaciente introducción, que se antoja reseña de trámites burocráticos y fue escrita todavía en vida de don Luis González Rodríguez, quien falleció en 1998. Lo que sigue, y que parece haber sido elaborado también por aquellos años, son seis capitulitos de tres o cuatro páginas cada uno que fueron armados con pedacería de información y datos menudos, entre los que se encuentra alguna información novedosa pero que en su mayor parte son extracto o traducción de fuentes jesuitas publicadas, como, por ejemplo, de Del Barco, Clavijero y Ducrue, del cual se traducen y condensan varios pasajes para llenar, íntegramente, las tres páginas del capítulo 5. Tres o cuatro páginas más copiadas de Clavijero ayudan a llenar un largo apéndice, que se completa con las cartas e informes mencionados arriba, así como con un listado de “compañeros bajacalifornianos” de Tirš hecho con apoyo en diversos catálogos, pero omitiendo el más completo y reciente de Bernd Hausberger ( Jesuiten aus Mitteleuropa im kolonialen Mexiko). El resultado es que la lectura no refleja ningún argumento, la consulta es caótica y la información no parece actualizada: la bibliografía sólo llega a 1993. Pero, para llegar a lo verdaderamente increíble, falta tomar en cuenta nada menos que 19 páginas dedicadas a identificar en una especie de glosario las plantas y animales representados en las pinturas. Para elaborarlo, los editores simplemente sacaron datos de obras conocidas (como la de Helia Bravo-Hollis sobre las cactáceas mexicanas o el Diccionario de mejicanismos de Santamaría -omitido este último en la bibliografía) y, de manera muy conspicua, de la Enciclopedia de la vida animal (en traducción española de 1979). Para lo que nos transmiten, hubieran podido recurrir a Wikipedia con más provecho.

Consideremos el ejemplo del dibujo de un animalito que Tirš tituló “leopardo”. Gracias a la sofisticada investigación que se nos ofrece, el lector se entera de que el leopardo es un animal de Asia y gran parte de África y que la pantera negra es una variedad del leopardo. Sólo después, como observación marginal, los editores nos aclaran que lo que el jesuita pintó no era realmente un leopardo, sino un puma. Si algún lector curioso se interesara por una referencia concreta sobre el puma en Baja California quedaría en tinieblas. De la paloma torcaz, en otro ejemplo, el lector se entera de que su “raza típica” se extiende por toda Europa. Si quisiera saber, entonces, qué hace una paloma torcaz en los dibujos bajacalifornianos de Tirš, que lo averigüe en otro lado. No son asuntos que hayan causado preocupación en la edición, paleografía, traducción, investigación, estudios introductorios y glosarios [sic] que acompañan a este Códice Klementinum de Praga. Más se preocupó el reseñador ya mencionado de la edición de 1972, quien observó que una de las láminas representa un cirio pascual (Idria columnaris) que sólo se encuentra al norte del paralelo 28 y por lo tanto da lugar a cuestionar si Tirš en efecto vio todo lo que pintó, punto de relevancia para el discutido fechamiento de las pinturas. Pero en esta edición sólo se dice que “cirio” es un nombre genérico y que la Idria columnaris es una planta Fouquieriaceae. Los términos científicos que se derrochan a lo largo de casi 20 páginas pueden impresionar al incauto, pero será inútil buscar en este libro la más elemental reflexión sobre asuntos tan complicados.

Dejando de lado las pinturas naturalistas, Tirš ofrece algunas de interés antropológico y tres o cuatro extraordinarios paisajes de las misiones a propósito de los cuales podrían hacerse infinidad de comentarios. Por suerte, y para regocijo del lector, siete breves párrafos de la página 137 desahogan el asunto. Más allá de una descripción de lo obvio, ninguna pregunta al respecto hallará respuesta en esta edición. ¿Por qué, por ejemplo, en la vista de la misión de Santiago se aprecia lo que aparentan ser dos iglesias y en la de San José del Cabo se ve la figurita de un hombre corriendo que parece ser un negro? ¿Por qué la abundancia de cercas de madera? ¿No merece explicación el que los españoles se representen en algunas pinturas con atuendos tan elaborados y elegantes que no pueden tomarse como característicos sino como representativos de alguna ocasión especial? ¿Por qué, en los dibujos de personajes indígenas no sometidos, las mujeres llevan faldellines como los que se han descrito en otras fuentes, pero los hombres portan calzoncillos que seguramente son producto de la mojigatería del jesuita? Son cuestiones que cualquier conocedor de la historia sudcaliforniana podría responder sin mucha dificultad y que darían pie a páginas muy útiles e instructivas para cualquier lector, sin hablar de que un verdadero especialista descubriría detalles insospechados. ¿Acaso no es con ese fin que se reproducen pinturas, fotografías y todo tipo de imágenes en una publicación universitaria, máxime si es tan lujosa como ésta? O se supone que así debería ser.

Something is rotten… somewhere cuando tres prestigiados institutos de investigación de una universidad, siempre exigentes al máximo en cuanto a la calidad, originalidad y actualización del trabajo que realizan sus investigadores, prontos a aplicar con rigor extremo los lineamientos y requisitos que establecen las autoridades -y las burocracias-, celosos del buen destino de sus recursos económicos, comparten el crédito editorial sin explicación alguna por una obra atractiva, sí, pero desarticulada y tan débil e inacabada que, además, no ha tenido el beneficio de una revisión o actualización. Si se publicó como homenaje a González Rodríguez, merecido sin duda, debió haberse hecho explícito junto con un estudio crítico impecable, escrito por un tercero, que hiciera justicia tanto al tema como a tan eminente investigador. Resulta desconcertante (¿o acaso cómico?) encontrar en la página legal de este libro la advertencia de que “todos los manuscritos entregados para su publicación […] son sometidos a un riguroso proceso de dictaminación bajo el principio de doble ciego conforme a los artículos… [tal y tal] del Reglamento del Comité Editorial”. Los recursos que consumió esta lujosa publicación han de haber sido considerables y el ejemplo que deja es cuestionable. En fin. Alguna enseñanza sacamos de todo esto.

El lector disfrutará las pinturas de Tirš, de las que se puede afirmar que son interesantes, naifs, mediocres y divertidas al mismo tiempo, y que constituyen una mina de información para el que las sepa leer e interpretar. Para lograr esto último tendrá que recurrir a otros textos.

REFERENCIAS

Doyce B. Nunis Jr., The Drawings of Ignacio Tirsch: A Jesuit Missionary in Baja California, trad. de Elsbeth Schulz-Bischof, Los Ángeles, Dawson’s Book Shop, 1972 [ Links ]

Homer Aschmann, reseña de The Drawings, cit., en The Journal of California Anthropology (1974), pp. 120-122 [ Links ]

Simona Binkova y Oldrich Kašpar, “La aportación de los materiales bohémicos para el estudio de la historia y cultura de América Latina: los dibujos de Ignacio Tirsch”, en Annals of the Naprstek Museum, XIV (1987), pp. 105-124 [ Links ]

1Simona Binkova y Oldrich Kašpar, “La aportación de los materiales bohémicos para el estudio de la historia y cultura de América Latina: los dibujos de Ignacio Tirsch”, en Annals of the Naprstek Museum, XIV (1987), pp. 105-124; Doyce B. Nunis Jr., The Drawings of Ignacio Tirsch: A Jesuit Missionary in Baja California, trad. de Elsbeth Schulz-Bischof, Los Ángeles, Dawson’s Book Shop, 1972; Homer Aschmann, reseña de The Drawings, cit., en The Journal of California Anthropology (1974), pp. 120-122.

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