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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.67 no.2 Ciudad de México oct./dic. 2017

https://doi.org/10.24201/hm.v67i2.3490 

Reseñas

Jacques Le Goff, ¿Realmente es necesario cortar la historia en rebanadas?

Carlos Astarita* 

* Universidad de Buenos Aires

Le Goff, Jacques. ¿Realmente es necesario cortar la historia en rebanadas?. traducción al castellano de, Enríquez, Yenny. México: Fondo de Cultura Económica, 2016. 109p. ISBN: 978-607-164-257-8.


El mismo año de la muerte de Jacques Le Goff, 2014, se publica en Francia (París, Seuil, colección La Librairie du XXIe siècle) el último libro de este destacado representante del medievalismo francés, ahora traducida al castellano. En la línea de la haut vulgarisation de muchos de sus escritos, este ensayo fue considerado su testamento intelectual.1 En él explica y fundamenta su concepción, defendida en distintas oportunidades, de que en Europa Occidental hubo una muy larga Edad Media que se prolongó hasta la segunda mitad del siglo XVIII.2 Un punto central para justificar esta periodización consiste en anular la división tradicional entre Edad Media y Renacimiento, tesis que ya estaba sobreentendida en su conocido libro sobre los intelectuales en la Edad Media.3

El tratamiento se inicia con las antiguas periodizaciones hechas por religiosos y que se plasmó en dos modelos. Por un lado, el de las cuatro edades surgido de Daniel en el Antiguo Testamento y retomado por cronistas y teólogos del siglo XII; por otro, el que proviene de los seis periodos de San Agustín. En ambos arquetipos estuvo presente la idea de decadencia o envejecimiento del mundo, y tanto en uno como en otro quedó implícito el concepto de renacimiento. Más allá de estas concepciones se instaló ampliamente la división del tiempo histórico hecha por Dionisio el Exiguo en el siglo VI d.C. a partir del nacimiento de Jesucristo.

La noción de Edad Media como un periodo singular surgió de escritores y poetas de los siglos XIV y XV que definieron de manera peyorativa el periodo que les precedió. En 1688, con la Historia universalis de Christoph Cellarius (Keller), el periodo quedó establecido y se consolidó como oscuro con los ilustrados del siglo XVIII, y con historiadores decimonónicos como Jules Michelet (1798-1874) y Jacob Burckhardt (1818-1897). Posteriormente, con la influencia del romanticismo y la labor de especialistas como Charles Homer Haskins (1870-1937) y Marc Bloch (1886-1944), se pasó a una valoración positiva. Aceptando esta nueva noción, Le Goff se propuso mostrar que el término Edad Media es el más apropiado para designar el largo periodo que se interpone entre la Antigüedad y nuestro mundo contemporáneo. Un paso esencial consistió en eliminar la división tradicional de la que surgió la noción de Renacimiento.

En este punto comienza la verdadera demostración (lo antes dicho no es más que una repetición de asuntos muy conocidos). Esta demostración se basó casi exclusivamente en bibliografía. Consideró a cuatro autoridades en el Renacimiento: Paul Oskar Kristeller, Eugenio Garin, Erwin Panofsky y Jean Delumeau. La exégesis fue particular. Ninguno de los mencionados ha negado la importancia que tuvo el florecimiento cultural del siglo XII, pero tampoco ninguno renunció a ver las innovaciones del Renacimiento. Le Goff citó los aportes de estos autores, aunque por la forma fraccionada en la que los ha enumerado no deja en claro cuál es la principal línea argumental de cada uno. No obstante, concluyó afirmando que el Renacimiento (con mayúscula) no representó un periodo particular, sino que ha sido el último renacimiento (con minúscula) de una larga Edad Media.

Con este procedimiento rescató la obra de Casiodoro en el siglo VI, la de Alcuino de York entre fines del siglo VIII y comienzos del IX, y el racionalismo del siglo XII. Este desarrollo lo relacionó con la periodización de los hombres de la Iglesia, la institución que aportaba el pensamiento dominante de la institución dominante. Este concepto, en cuyo origen han influido los estudios de Le Goff, fue adoptado por conocidos medievalistas franceses, como Jérôme Baschet, Joseph Morsel, Patrick Boucheron, Jean-Claude Schmitt, Alain Guerreau y Jean-Louis Biget, mención que ubica a la obra en un definido marco conceptual e historiográfico. La Iglesia controlaba la vida social, incluida la noción del tiempo, y a pesar del protestantismo aquí también prevaleció una continuidad profunda, porque la influencia cristiana se mantuvo intacta entre los creyentes hasta el siglo XVIII.

Habiendo realizado casi toda la elaboración con base en la cultura, Le Goff trató de resguardar su tesis de evidencias que nadie ignora. La más notable, la que en general establece el final de la Edad Media, es la de los descubrimientos. Consideró que su importancia fue durante mucho tiempo menor porque recién a mediados del siglo XVIII comenzaron a sentirse los efectos de esos descubrimientos, y éstos se limitaron a la economía monetaria. En el terreno de la economía apeló a una bibliografía sumamente restringida (por lo menos al hablar del Renacimiento los autores eran representativos del métier), para concluir muy rápidamente diciendo que en los siglos XVI y XVII no había capitalismo. Las conmociones políticas apenas se mencionan. Así, por ejemplo, la revolución inglesa fue despachada en un párrafo en el que alude a la decapitación de Carlos I y la abdicación de Jacobo I para deducir que, a pesar de todo, la monarquía persistió. Esa revolución política fue entonces un accidente de superficie y la permanencia de la Edad Media queda asegurada con un enunciado muy poco riguroso.

En suma, decir que en este ensayo está el legado de Le Goff es menospreciar su aporte. Su herencia debe buscarse en una obra que tiene muy poco que ver con la liviandad de este olvidable ensayo.

1Virginie Tournay, “Jacques Le Goff, Faut-il vraiment découper l’histoire en tranches?”, Lectures [en línea], reseñas, 2014, publicado el 5 de agosto de 2014, consultado el 4 de julio de 2016. URL: http://lectures.revues.org/15220.

2Incluso en la entrevista que le hizo Luisa Corradini, “Seguimos viviendo en la Edad Media”, La Nación (12 oct. 2005), dijo que la Edad Media perduraba en el mundo contemporáneo.

3Jacque Le Goff, Les intellectuels au Moyen Âge, París, Éditions du Seuil, 1957.

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