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Historia mexicana

versão On-line ISSN 2448-6531versão impressa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.66 no.4 Ciudad de México Abr./Jun. 2017

 

Reseñas

Aurelia Valero Pie, Los empeños de una casa. Actores y redes en los inicios de El Colegio de México 1940-1950

Jorge de Hoyos Puente

Valero Pie, Aurelia. Los empeños de una casa. Actores y redes en los inicios de El Colegio de México 1940-1950. ,, México: El Colegio de México, 2015. 569 pp.p. ISBN: 978-607-462-835-7.


El Colegio de México cumple 75 años; es tiempo de celebración para una institución profundamente consolidada y con un amplio reconocimiento internacional, por su alto nivel tanto en investigación como en formación de profesionales en distintas disciplinas de las ciencias sociales y humanas. 75 años apasionantes donde El Colegio de México ha experimentado notables cambios y retos con una profunda solvencia. Para conmemorar esta efeméride, el presidente entonces de El Colegio de México, Javier Garciadiego, encargó a una de sus egresadas, Aurelia Valero, la coordinación de un volumen que explorase los inicios de El Colegio a través de sus figuras más relevantes. Para ello, Valero convocó a 24 colaboradores, combinando la experiencia de maestros consagrados con jóvenes investigadores a quienes encomendó el acercamiento a la biografía de los principales protagonistas de la articulación del proyecto durante la primera década de existencia.

Una primera observación que nos parece relevante es precisamente haber optado por un marco cronológico tan breve, centrado en la primera década de actividad de la institución, prescindiendo así de los 65 años posteriores. Sin duda, este criterio tiene su justificación en la importancia de los personajes que protagonizaron aquella década luminosa para la institución, también con sus momentos críticos, que asentaron las bases de El Colegio, así como la existencia de trabajos previos realizados por Clara E. Lida, José Antonio Matesanz y Josefina Z. Vázquez, que ya nos ilustraron en profundidad sobre la historia de El Colegio. La obra que aquí reseñamos busca realizar un acercamiento diferente a una historia institucional, ya que el protagonismo está en los principales referentes que participaron, centrado en sus aportaciones, en su personalidad y en sus obras. En ese sentido, podemos afirmar que en líneas generales el libro consigue cumplir ese objetivo con creces.

Como todo libro colectivo, tiene sus luces y sombras, aunque resultan más evidentes las primeras que las segundas. Se aprecia también otro rasgo muy característico de muchas obras colectivas, y es su naturaleza confederal, con capítulos concebidos desde muy diversas perspectivas y metodologías, todas ellas soberanas, y en las cuales, en algunas ocasiones, El Colegio de México es difícilmente identificable. Este hecho no demerita la mayoría de los trabajos que desde un acercamiento minucioso ofrecen al lector interesado miradas novedosas y análisis certeros sobre la evolución de los principales protagonistas de la vida académica de El Colegio durante su primera década de existencia. Sin embargo, surge la pregunta sobre la idoneidad de introducir en el título del libro el concepto de “redes”, ya que no hemos podido apreciar un análisis sistemático del conjunto de conexiones entre los actores que interactuaban en esos años en la institución académica. A pesar de estas sutiles objeciones, el lector encuentra en el desarrollo de los capítulos un amplio abanico de propuestas de acercamientos.

Sin duda, resulta imposible en una reseña de estas dimensiones realizar un comentario de cada capítulo. Es por ello por lo que centraré los comentarios en aquellos aspectos más relevantes. Varios de los trabajos no se ajustan estrictamente a la cronología fijada por el libro, explorando facetas claves en los procesos de formación de los protagonistas y que influyeron en la formación de El Colegio. En gran medida, esta cuestión resulta muy grata para el lector, ya que le permite ahondar en la comprensión de trayectorias e intereses de forma más compleja. Entre éstos destaca el capítulo realizado por el profesor Andrés Lira sobre la etapa española de Silvio Zavala. Gracias al estudio de su correspondencia personal podemos adentrarnos en el fascinante mundo de la forja de una voluntad y un camino hacia la investigación histórica no siempre bien entendida por el entorno familiar. La admiración por la disciplina del Centro de Estudios Históricos de Madrid y la búsqueda de construir un modelo análogo en México nos permiten comprender algunas claves de la creación del decano de los centros de estudios de El Colegio de México. En un mismo sentido, destaca el trabajo de Alejandro Estrella sobre Roura-Parella, que nos permite adentrarnos en el ambiente de formación institucionista y su vinculación con el nacionalismo catalán. Entre los capítulos que desbordan el marco cronológico del libro, destaca el dedicado a José Miranda y su papel innovador de la historiografía mexicana realizado por el profesor Bernardo García.

Casi todos los trabajos se centran en la labor intelectual desplegada por los miembros de El Colegio. Podemos ver claramente las diferentes trayectorias desarrolladas. Son en su mayoría estudios meritorios que nos ayudan a comprender la evolución de los protagonistas mediante miradas frescas y renovadoras. El lector encontrará, en función de sus propios conocimientos de cada cual, elementos de reflexión suficientes que justifican el interés de esta obra colectiva. Los textos de Ana Santos sobre Leopoldo Zea, Mirian Alzuri sobre Juan de la Encina, Rebeca Saavedra sobre Moreno Villa, Aurelia Valero sobre García Bacca, María José Ramos sobre Enrique Díez-Canedo, Antolín Sánchez Cuervo sobre Joaquín Xirau, Diana Roselly Pérez sobre Juan Hernández Luna, o de José María López Sánchez sobre Antonio Madinaveitia son muestra de ello.

Me permito detenerme en el texto menos ortodoxo del libro, el dedicado a Adolfo Salazar por Luis de Pablo. El autor opta por un enfoque absolutamente novedoso y centra su interés en la orientación sexual de Salazar y cómo ésta condicionó el desarrollo de su labor como crítico musical y a su condición de exiliado. A pesar de la escasez de fuentes explícitas, el autor consigue con acierto y osadía recrear una atmósfera y unas circunstancias poco tenidas en cuenta a la hora de abordar el estudio del exilio republicano. Esta actitud del autor contrasta positivamente con la de Iñaki Adúriz y su trabajo sobre Eugenio Ímaz. En él abundan los eufemismos a la hora de abordar el suicidio del autor vasco en un hotel de Veracruz en 1951, derivado en gran medida de sus problemas de adaptación a su condición de exiliado. La inadaptación y la opción del suicidio como vía de escape, presente de forma mucho más nítida en el trabajo de Álvaro Matute sobre Ramón Iglesia, son dos aspectos todavía por estudiar y cuantificar a la hora de acercarnos a una historia social del exilio más rica, que afectó por igual a intelectuales y representantes de otros sectores profesionales.

En especial valioso me parece el trabajo de Miranda Lida sobre su abuelo Raimundo Lida. A pesar del parentesco, el saber hacer de la historiadora se impone, permitiendo al lector realizar un recorrido desde Argentina a México con destino final en Estados Unidos del fundador del Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios y de la Nueva Revista de Filología Hispánica. En el mismo sentido, me parece un acierto haber introducido en la lista a José Giral, siempre recordado por su gestión política al frente del gobierno republicano en el exilio. El texto de Francisco Javier Puerto explora una etapa poco conocida de la vida de Giral, alejado de la actividad política tras su desencuentro con la JARE y la desmoralización por la muerte de Manuel Azaña, hasta su regreso a la primera línea en agosto de 1945. Sin duda la labor política de Giral opaca su actividad científica, aquí justamente reivindicada.

Como bien apunta en su lúcida y acertada introducción Aurelia Valero, El Colegio de México contribuyó a la consolidación académica de las ciencias sociales y humanidades en el país. Su creación representó a todas luces un antes y un después en el quehacer cotidiano de los académicos, entre otras razones porque fue una pieza clave en la institucionalización de los puestos de tiempo completo, que permitieron el desarrollo estable de las disciplinas. Aunque resulte un tópico señalarlo nuevamente, este libro es una contribución importante para valorar ese cruce de caminos que representó el exilio republicano de 1939. España perdió actores trascendentales para el desarrollo de una modernidad institucionalizada que encontraron en México una segunda oportunidad, siempre con sus luces y sus sombras.

Jorge de Hoyos Puente, Universidad Nacional de Educación a Distancia

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