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Historia mexicana

On-line version ISSN 2448-6531Print version ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.66 n.3 Ciudad de México Jan./Mar. 2017

 

Reseñas

Verónica Rueda Estrada, Recompas, recontras, revueltos y rearmados. Posguerra y conflictos por la tierra en Nicaragua, 1990-2008

Mónica Toussaint1 

1Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, México

Rueda Estrada, Verónica. Recompas, recontras, revueltos y rearmados. Posguerra y conflictos por la tierra en Nicaragua, 1990-2008. México: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, Universidad Nacional Autónoma de México, 2015. 518p. ISBN: 978-607-9294-83-0.


El libro aborda el periodo de la posguerra en Nicaragua, el cual inició en 1990 con la desmovilización, la cesantía y el retiro de los excombatientes sandinistas y antisandinistas, y concluyó con las primeras acciones de la Comisión de Reconciliación, instaurada por Daniel Ortega en 2007. Después de que los sandinistas fueron derrotados en las elecciones en 1990, dio inicio el gobierno de Violeta Barrios quien, al igual que los presidentes que la sucedieron, se dio a la tarea de desmilitarizar a Nicaragua y promover la inserción productiva de quienes habían dejado las armas. De aquí que la autora tenga un doble objetivo: considerar críticamente la estrategia de desmilitarización e inserción, y analizar su impacto entre los excombatientes.

Cabe destacar que el libro fue elaborado en el marco del proyecto Guerra y Posguerra en Centroamérica, impulsado conjuntamente por el Instituto Mora y el Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC) de la Universidad Nacional Autónoma de México, desde mediados de 2012, cuyo objetivo ha sido promover y desarrollar la investigación original e interdisciplinaria sobre los procesos sociales, políticos y culturales de los años recientes en Centroamérica, desde una perspectiva histórica y regional, a partir del estudio de los periodos correspondientes al desarrollo de la crisis en la región, la guerra y la posguerra. En particular, se ha buscado consolidar un grupo de investigación interdisciplinario, con el objetivo de analizar la historia de los países del istmo de los años sesenta al presente, y proponer nuevas herramientas de análisis académico sobre la realidad centroamericana.

De manera central, se observa que los problemas de la posguerra encuentran su clave explicativa en los años de la guerra. Por ello, se ve la necesidad de estudiar la historia centroamericana vinculando el análisis de las causas de la crisis, el desarrollo de la lucha armada, los factores internacionales, las negociaciones de paz, la transición a la democracia y las dificultades de los años recientes. Se parte de considerar que los problemas actuales en Centroamérica no se pueden comprender sin una profundidad histórica y que la serie de procesos sociales transformadores, encabezados por diversos actores revolucionarios, dieron como resultado el surgimiento de nuevos problemas y escenarios.

Al analizar la historia reciente del istmo centroamericano, destaca que el punto de quiebre fue el derrocamiento de la dictadura somocista en Nicaragua, en julio de 1979, y el inmediato ascenso del movimiento insurreccional en El Salvador y Guatemala. A partir de entonces, el factor militar adquirió una preeminencia casi exclusiva en la confrontación entre fuerzas revolucionarias y contrarrevolucionarias.

En el caso particular de Nicaragua, las fuerzas revolucionarias tuvieron condiciones excepcionalmente favorables para su causa y exhibieron una habilidad política sin precedente entre los grupos insurgentes de la región. De este modo, lograron capitalizar a su favor el desgaste nacional e internacional del régimen somocista y conjugar el desarrollo interno de la sublevación con un enorme respaldo internacional, tanto político como militar. El arribo de los sandinistas al poder suscitó un gran entusiasmo entre las masas radicalizadas de El Salvador y Guatemala, acrecentando notoriamente la efervescencia insurreccional en la región.

A partir de 1981, la administración republicana de Ronald Reagan adoptó un papel más enérgico en Centroamérica. Ante la posibilidad de que se establecieran en la región gobiernos similares a los de Cuba y Nicaragua, la administración Reagan se empeñó en asumir directamente una cruzada contrarrevolucionaria, lo que la llevó a implementar un diseño estratégico integral denominado guerra de baja intensidad. Ésta contemplaba la desestabilización del régimen sandinista mediante el bloqueo económico, el sabotaje, las amenazas de invasión y el patrocinio de grupos contrarrevolucionarios, así como la reestructuración de las fuerzas armadas, policiales y paramilitares de los países vecinos, y el apoyo a los gobiernos dispuestos a desarrrollar la estrategia contrainsurgente.

Así, durante la presidencia de Reagan, Estados Unidos asumió el enfrentamiento con los movimientos revolucionarios en El Salvador y Guatemala, y con el gobierno sandinista de Nicaragua como parte de una lucha global contra el expansionismo soviético. Ello se tradujo en el desarrollo de una política exterior agresiva, cuyos objetivos centrales eran la reversión del proceso revolucionario en Nicaragua, y la derrota de los movimientos insurgentes en la región. Tomando como base los restos del ejército somocista, la administración Reagan organizó, financió y entrenó, por medio de la cia, a un grupo guerrillero contrarrevolucionario (la Contra) con base en Honduras, que llegó a contar con más de 15 000 efectivos, y que mantuvo un enfrentamiento con el gobierno nicaragüense durante toda la década de 1980.

Habiendo fracasado en sus esfuerzos por contener el avance de la insurgencia en El Salvador y revertir por la fuerza de las armas la revolución nicaragüense, y al no considerar indispensable emprender una invasión masiva con sus propias tropas, los estrategas estadounidenses optaron por mantener indefinidamente una presión constante sobre la región, impidiendo cambios drásticos en la correlación de fuerzas y, en el caso de Nicaragua, esperando a que el desgaste económico y político del régimen sandinista rindiera sus frutos.

Finalmente, con la caída del muro de Berlín y tras el retiro de la URSS del escenario regional, la negociación política cobró un vuelo inesperado en el marco del ascenso de George Bush a la presidencia de Estados Unidos. En 1990, el Frente Sandinista entregó el gobierno a una coalición opositora de centro-derecha, luego de su derrota en los comicios presidenciales. Dos años más tarde, tras un largo y complicado proceso de negociación, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (fmln) acordó la paz con el gobierno salvadoreño mientras que, en Guatemala, el gobierno y los remanentes de la guerrilla pusieron fin al conflicto armado en 1996.

En este marco, es en especial relevante el libro de Verónica Rueda, el cual tiene como punto de partida el año 1990, cuando la Contra nicaragüense desmovilizó a 22 214 combatientes y el gobierno de Violeta Chamorro dejó cesantes a unos 10 000 miembros del Ministerio del Interior (MINT) y del Ejército Popular Sandinista (EPS). Como dice la autora, se trataba de tres ejércitos que dejaban las armas y buscaban insertarse económicamente después una década de lucha interna.

En el discurso gubernamental, estos hombres debían regresar al campo como pequeños productores, para lo cual les otorgarían tierra; sin embargo, la promesa no se cumplió, lo que provocó un nuevo conflicto agrario. De aquí que en este trabajo se busque analizar, con una perspectiva histórica, el conflictivo periodo de la posguerra en Nicaragua, bajo la hipótesis de que el rearme de los excombatientes fue una lucha campesina que formaba parte de las antiguas luchas agrarias por el acceso a la tierra en Nicaragua.

Las fuentes orales de este trabajo se conforman por 52 testimonios de contras, excontras, sandinistas y exsandinistas, mismos que sirven para entender, analizar y profundizar en las causas y principales acciones del rearme como lucha reivindicativa; la manera en que los desmovilizados argumentaron y construyeron sus ideologías, demandas y movilizaciones y, sobre todo, los intrincados conflictos rurales por la tierra en la Nicaragua de la posguerra.

Así, en el libro se estudia a los excombatientes como sujetos activos en la historia de Nicaragua y como parte de un sector fundamental de las luchas campesinas en este país. Se lleva a cabo un balance de su participación en los conflictos rurales recientes, para luego analizar las luchas reivindicativas que emprendieron con el objetivo de lograr el cumplimiento de las promesas planteadas durante el proceso de desmovilización.

A lo largo del trabajo podemos ver cómo, después de entregar las armas, los excombatientes se enfrentaron a múltiples problemas: el regreso a la vida civil tras una década de guerra; la integración al mundo laboral sin capacitación previa; la necesidad de reconciliación con el bando opuesto; el incumplimiento de las promesas gubernamentales de regresarlos al campo como pequeños productores; y la necesidad de retomar las armas para reivindicar su derecho a la tierra.

Es necesario destacar que la autora desarrolló un profundo trabajo de investigación en diversos archivos de Nicaragua, Costa Rica, México y Estados Unidos. En Nicaragua, acudió al Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica de la Universidad Centroamericana (IHNCAUCA); a la Biblioteca Salomón de la Selva de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN); a la Biblioteca de la Asamblea Nacional de Nicaragua; a la Biblioteca del Banco Central de Nicaragua y a la Biblioteca del Ejército de Nicaragua. En Costa Rica, consultó la Biblioteca de la Universidad de Costa Rica y la de la Fundación Arias para la Paz y el Progreso Humano; en México, la Biblioteca Nacional; y en Estados Unidos, los acervos de la Biblioteca de la Universidad de Arizona, en Tucson, y de la Colección Latinoamericana Nettie Lee Benson de la Universidad de Texas, en Austin.

Verónica Rueda hizo una amplia consulta de la prensa nicaragüense y llevó a cabo un seguimiento detallado de las acciones de los excombatientes. Además, el trabajo de campo incluyó a seis organizaciones de excombatientes: Asociación de Discapacitados de la Resistencia Nicaragüense (ADRN); Asociación Resistencia Nicaragüense Israel Galeano "Comandante Franklin" (ARNIG); Coordinadora Nacional de Oficiales en Retiro (CNOR); Asociación de Veteranos de Guerra del Ministerio del Interior La Segovia (AVEMISE); la organización indígena de los excombatientes yatama y la Asociación de Mujeres Nicaragüenses Luisa Amanda Espinosa (AMNLAE). Como la autora señala, esta última no es propiamente una asociación de excombatientes; sin embargo, en su seno reunió al único grupo de mujeres que participaron en el rearme: el Frente Norte Nora Astorga.

En estas organizaciones se recopilaron y analizaron algunos de sus documentos internos, los cuales se convirtieron en un material fundamental para llevar a cabo el trabajo de campo en 2005, 2006 y 2008, durante el cual se realizaron entrevistas a excombatientes, a líderes y tropa de grupos rearmados, a dirigentes y miembros de asociaciones de desmovilizados, a exlíderes de la Contra. Las entrevistas tuvieron lugar en comunidades como Ocotal y Wiwilí, en Nueva Segovia; Totogalpa, en Madriz; Bilwi y Rosita, en la Región Autónoma del Atlántico Norte; Yalí y Pantasma, en Jinotega; el asentamiento irregular El Timal, y en las ciudades de Jinotega, Matagalpa, Estelí, y Managua.

A partir de esta sólida investigación bibliográfica, hemerográfica, documental y testimonial, la autora logra desentrañar las fuerzas subyacentes del proceso revolucionario sandinista y su correlato, la contrarrevolución, al tiempo que analiza las con­ tradicciones entre las propuestas económicas sandinistas y la economía de defensa que se instaló para hacerle frente a la escalada bélica.

Presenta también un detallado panorama acerca del origen de la Contra, sus fuentes de financiamiento y sus problemas internos; aborda el estudio del gobierno de Violeta Barrios y sus principales políticas económicas relativas a la propiedad, así como su impacto entre los combatientes contrarrevolucionarios. A partir de ahí, analiza los principales acuerdos nacionales e internacionales encaminados a lograr la desmovilización y desmilitarización del grupo irregular, los cuales se enfrentaron a muchos obstáculos y, a la postre, resultaron insuficientes.

Para Verónica Rueda resulta fundamental examinar los planes de licenciamiento y retiro de excombatientes de origen sandinista, para luego adentrarse en la situación campesina en Nicaragua y los efectos provocados por la contrarreforma agraria de Violeta Barrios. De aquí que busque caracterizar a la violencia de la posguerra como consecuencia del añejo problema de la tenencia de la tierra, así como de la deficiente entrega de tierras durante la desmovilización, lo que, desde su perspectiva, propició el proceso de rearme.

La autora analiza las fases de organización de la Recontra, así como sus principales acciones armadas; hace una caracterización de los recompas y los revueltos, así como un examen de sus demandas, acciones y reivindicaciones; y, bajo la misma lógica argumentativa, incluye también las actividades de los rearmados. En su análisis destaca problemas como la inseguridad en el campo, el fácil acceso a las armas, la tenencia de la tierra, la falta de políticas reales para la inserción de los excombatientes y la pobreza en el campo, todos ellos detonantes de las acciones armadas de los excombatientes.

Pone especial atención en las medidas del gobierno para lograr que los excombatientes entregaran nuevamente las armas al tiempo que señala cómo, a pesar del reiterado uso de la acción armada, las últimas acciones de los rearmados no lograron cambiar su situación de pobreza. Finalmente, la autora examina las reivindicaciones de los excombatientes después del rearme y señala cómo la principal demanda siguió siendo el acceso a la tierra, como una manera de garantizar su subsistencia y su identidad. Se reconstruye así el proceso de inserción y reconciliación, en el contexto de los trabajos de la Comisión de Reconciliación del gobierno de Daniel Ortega.

La autora concluye enfatizando cómo, a casi dos décadas de su desmovilización, los excombatientes demostraron una serie de cambios en la concepción de sus problemas, en sus formas organizativas y en sus reivindicaciones, pero también dejaron claro su deseo de continuar viviendo del campo y hacerlo productivo. En suma, el libro de Verónica Rueda nos muestra que, más allá de la política de Estados Unidos encaminada a dar marcha atrás al proceso revolucionario en Nicaragua y de los cuantiosos recursos invertidos para financiar a la Contra, existieron una serie de reivindicaciones y problemas internos que dieron sustento a este movimiento, vinculados fundamentalmente al acceso a la tierra y a la incapacidad gubernamental para responder a las demandas y necesidades de los desmovilizados. Por ello, la lectura de este libro es imprescindible para los estudiosos de la historia nicaragüense y centroamericana, en especial, la historia de los años de la posguerra.

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