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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.66 no.3 Ciudad de México ene./mar. 2017

 

Reseñas

Tomás Pérez Vejo, España imaginada. Historia de la invención de una nación, Barcelona, Galaxia Gutemberg

Omar Fabián González Salinas1 

1Universidad Michoacana de San Nicolás Hidalgo, México

Pérez Vejo, Tomás. España imaginada. Historia de la invención de una nación. Barcelona: Galaxia Gutemberg, 2015. 612p. ISBN: 978-84-16252-89-3.


Este libro aborda el proceso histórico mediante el cual España como nación moderna, es decir, como sujeto de soberanía y comunidad cultural, fue inventada por el Estado español decimonónico en respuesta a la Era Moderna que exigió una nueva forma de legitimidad política al ser desplazada la tradición del "derecho divino". Con base en un análisis centrado en la pintura de historia de carácter oficial el autor desarrolla la manera en que desde dicho medio se imaginó en el doble sentido de pensar y dotar de imágenes a la nación española, demostrando al mismo tiempo que el arte no sólo tiene un sentido estético, sino que está íntimamente ligado a la política, más aún, cuando se trata de imágenes creadas bajo la tutela de un mecenazgo ejercido por el Estado.

La temática del libro se inserta en uno de los periodos más importantes y complejos de la historia moderna: la formación de imaginarios nacionales que trataron de legitimar a los nuevos Estados y la difusión/imposición de identidades de tipo nacional que determinaron una nueva configuración territorial a nivel mundial. También algunos hechos recientes del ámbito internacional demuestran la vigencia que mantiene el tema. Me refiero a la posible separación de Escocia del Reino Unido y los nacionalismos periféricos de España, sobre todo el catalán, que últimamente ha puesto sobre la mesa del debate político español la cuestión de qué es la nación española y quiénes la conforman. Lo que refiere a las naciones y los nacionalismos es un tema que no sólo no ha sido superado sino que se erige como uno de los conflictos más importantes de inicios del siglo XXI. Contexto que vuelve más pertinente la publicación de esta obra.

Pero abordar un tema de esta magnitud sería difícil para quien estuviera dando sus primeros pasos en el estudio de la complejidad de los nacionalismos, no obstante, este no es el caso de Tomás Pérez Vejo.

España imaginada se compone de seis capítulos complementados por una introducción y conclusión. Es en la parte introductoria donde el autor explica por qué y cómo los Estados liberales comenzaron a inventar un relato de nación que demostrara la existencia de las naciones sobre las cuales se erigía la legitimidad de dichos Estados y cómo la pintura de historia se convierte en una fuente para reconstruir ese proceso histórico. Se desarrollan los elementos importantes en el trabajo de interpretación, tales como el auge de la pintura de temática histórica y su correlación con la consolidación del Estado moderno. Se explica también la forma en que el Estado ejercía un tipo de mecenazgo "indirecto" por medio de medallas, premios y compra de los cuadros.

En los dos primeros capítulos se aborda un tema en común: cómo el relato de nación diseñado a partir de la pintura de historia estableció un origen remoto y una historia que buscaba dar prueba de la existencia de la nación española a lo largo de los siglos. En este proceso se impuso una visión que Pérez Vejo denomina "indigenista", según la cual la "genealogía nacional española" se remonta a los íberos prerromanos considerados los "verdaderos españoles", aunque ello no impedía que a los visigodos, cristianos y romanos de la Hispania también se les adjudicara la identidad española. Se desarrollan lo que el autor califica ciclos de muerte y resurrección nacional, según los cuales la nación española "muere" con la conquista de los "moros" en la península Ibérica, pero resurge cuando se les logra expulsar durante el reinado de los reyes católicos, visto éste como un periodo de reunificación nacional. A partir de ahí la historia de Castilla será tomada como la historia de España, pasando por el siglo XVIII, donde ocurre otra pérdida de la nación, la cual vuelve a renacer con la guerra de independencia y el motín de mayo de 1808.

En el tercer apartado se explica cómo se constituyó un imaginario según el cual la nación española tenía una "naturaleza" guerrera e imperial, para lo cual se crearon pinturas que retrataban la llegada de Cristóbal Colón a América, así como las conquistas en dichas tierras o las intervenciones en África. El siguiente capítulo aborda la manera en que el pasado nacional fue enfocado en el protagonismo de los monarcas, quienes en buena medida encarnaban la historia de España, aunque para ello estos reyes tuvieron que ser "españolizados". De esta forma el monarca visigodo Pelayo representó al gobernante "español" que "recuperó a España" tras imponerse a los "moros". Se habla también de la forma en que a la nación española se le dotó de una historia íntimamente ligada al catolicismo.

El capítulo quinto muestra que para los que imaginaron la nación española en el siglo XIX, ésta se caracterizaba por ser una comunidad liberal que se enfrentaba al absolutismo, al tiempo que estaba siempre dispuesta a defender su independencia. Para el Estado decimonónico no había duda de que la autoinmolación en la resistencia de Sagunto o la batalla de Trafalgar eran indiscutiblemente actos de heroísmo "español". Lo mismo ocurre con el motín del 2 de mayo de 1808 que pasó a interpretarse como la más grande muestra de lucha "española" por mantener la independencia de la nación.

El último apartado recupera la forma en que se imaginó cuáles eran las muestras artísticas más características de España tales como la literatura del Siglo de Oro, así como la existencia de un "carácter nacional" español distinguido por rasgos propios: el valor, el orgullo, la caballerosidad, entre otros. El libro concluye con una reflexión acerca de qué tan fracasado o exitoso fue el proceso de construcción nacional español.

Ahora bien, la obra cuenta con varios aciertos que vale la pena resaltar. Uno de ellos es el uso de fuentes icónicas, un tipo de material que todavía muchos historiadores utilizan para ilustrar sus libros o, en el "mejor" de los casos, para sustentar lo que escriben a partir del análisis de fuentes escritas. Pero el autor aquí demuestra con rigor metodológico que las imágenes son "documentos" en el amplio sentido del concepto susceptibles a ser interrogados y que ofrecen respuestas sobre el pasado, en este caso, para comprender cómo las elites imaginaron la nación española o mejor dicho, distintas naciones españolas, ya que el libro demuestra que la invención de la nación no fue un proceso lineal y homogéneo caracterizado por el consenso, sino todo lo contrario, hubo desacuerdos y distintas versiones sobre qué era la nación. Conflictos que reflejaban que la formación de una historia nacional es una tarea que no es cosa del pasado, sino del presente, pues son los intereses políticos los que llevaron a imaginar Españas distintas.

También sobresale la idea del autor sobre ciclos de nacimiento, muerte y resurrección en el relato de nación. Un modelo de interpretación que explica cómo los que están imaginando a la nación tratan de justificar ciertos periodos "incómodos" para su relato nacional. Tal es el caso de la imposibilidad de asimilar la presencia del Islam en la historia de una nación que se empeña en identificarse como católica. Ante esta situación los constructores de la nación han preferido ver la ocupación árabe como un tiempo en que la nación se encontraba ausente, hasta que llegó el momento de la "resurrección" el periodo que sí se amolda a la imagen de nación que se busca imponer bajo el gobierno de los reyes católicos.

Lo anterior tiene que ver con otro de los elementos más distintivos en los procesos de construcción nacional y que también Pérez Vejo resalta: la selectiva tarea de establecer qué hechos, periodos o personajes son incorporados a la historia nacional y cuáles no. Por su puesto que la idea de una nación católica no asimiló la presencia de musulmanes, como tampoco aceptaría, tomando otro ejemplo del libro, que la ocupación de "españoles" en América fuera vista como una historia de conquistas violentas e injustificadas, ni como una historia con un final de fractura entre los reinos que componían la Monarquía católica de la cual se proclamaba heredero el Estado decimonónico. Para remediar esa situación, los viajes de Cristóbal Colón fueron representados como parte de una historia de descubrimiento y conquista que llevó al "nuevo mundo" la civilización y el catolicismo. Al margen de esa historia imaginada quedó la historia de la colonización y las independencias, periodos que deliberadamente fueron ignorados. La pintura de historia, dice Pérez Vejo, "no sólo construye memoria con la que recuerda sino también, y a veces sobre todo, con lo que olvida" (p. 139).

Sobre esta particular interpretación que en el imaginario nacional español se ha hecho en torno al "descubrimiento" y la conquista, no quisiera dejar pasar la ocasión para señalar que ello explica las distintas formas en que se recuerda el 12 de octubre en España y en América. Mientras que entre los españoles dicha fecha representa el "día de la hispanidad" y orgullo nacional por el pasado imperial y la exportación del hispanismo y catolicismo a nuevas tierras, para muchos americanos significa el recuerdo de un periodo atroz para sus respectivas naciones. Por supuesto que las dos distintas interpretaciones poco tienen que ver con lo que sucedió en tiempos de Colón y de la conquista, pues su explicación radica en la particular forma en que se construyó un relato de nación para cada país. Por citar un ejemplo el cual por cierto, Pérez Vejo estudia en su libro España en el debate público mexicano, en el caso del imaginario nacional mexicano, siendo éste heredero del relato de nación indigenista formado por el liberalismo decimonónico, la presencia "española" no puede ser vista más que como un nefasto paréntesis en la historia nacional de México.

El libro también explica cómo la pintura de historia ayuda a crear y sostener poderosos mitos nacionales. Tal es el caso de los cuadros que Francisco de Goya pintó sobre el motín y los fusilados del 2 y 3 de mayo ocurridos durante la invasión napoleónica; imágenes que se han convertido en pilares que sostienen la idea de que la respuesta de los "españoles" hacia los "franceses" se resume en una acalorada revuelta popular que decidió enfrentar a los invasores, incluso teniendo que utilizar armas improvisadas (p. 380). Una imagen que, nos dice el autor, es más falsa que real, ya que omite que la mayoría de quienes se amotinaron lo hicieron para defender a Fernando VII y no precisamente por una idea de independencia nacional (p. 388), lo mismo que tampoco se menciona que la mayor parte de la población y del ejército real permaneció en sus casas y acuartelados decidiendo no participar en la revuelta del 2 de mayo (p. 177).

Otro de los aspectos más interesantes del libro es la reflexión final en la cual Pérez Vejo aborda el problema de la identidad nacional española en el siglo XX y sus alcances en el tiempo actual. Según el autor, el siglo XIX se distinguió por crear un imaginario nacional coherente, aunque no muy difundido, sobre todo por la incapacidad del Estado para establecer un eficiente sistema educativo capaz de nacionalizar a las masas. El autor señala que el hecho de que el régimen de Francisco Franco se apropiara del relato de nación decimonónico originó que el rechazo al franquismo se confundiera con un rechazo a identificarse con una identidad española, lo cual alimentó la proliferación de nacionalismos periféricos al tiempo que incrementó la resistencia a España como nación.

Por lo hasta aquí expresado se pensará que la obra de Pérez Vejo es inobjetable en todos sus aspectos, no obstante, me parece que la investigación adolece de un tema que la historia social ha señalado desde hace tiempo; esto es que los productos del Estado no deben ser vistos como una imposición "de arriba hacia abajo" donde un grupo de poder elabora prácticas e ideologías que son adoptadas por una sociedad dócil y pasiva. No estoy sugiriendo que la nación española haya sido imaginada "de abajo hacia arriba", tampoco que el pueblo "de a pie" haya tenido un protagonismo en la forma de representar el pasado "español" en la pinturas de historia, pero considero que hubiese sido enriquecedor que se hubieran incorporado pasajes que nos dejaran ver el éxito o rechazo que estas pinturas tenían entre la sociedad. Esto no hubiera sido imposible de lograr, pues el mismo Pérez Vejo indica que había "un público que asiste a las exposiciones nacionales que opina y discute sobre las obras expuestas, tanto desde un punto de vista estético como ideológico y político [...] público que, al menos en algunos momentos, debió de tener un carácter bastante heterogéneo, incluso popular" (p. 44). El problema es que a lo largo del libro no vuelve a mencionar a esta sociedad y esa opinión y discusión sobre las pinturas. En lugar de ello propone que el lector se conforme con saber que ese público conocía y "leía" los cuadros por medio de las críticas escritas (pp. 45-47).

Pérez Vejo señala que si se ha de hablar de un fracaso en la construcción de la identidad nacional española, esto sería en la difusión y no en la invención de la nación, pues el Estado sí logró diseñar un relato de nación con el que pudo legitimarse (pp. 478-479, 488). Pero acaso ¿no es ante la sociedad que el Estado se legitima? En un estudio sobre la relación entre Estado y sociedad se señala que aunque el Estado "nunca deje de hablar, no podemos estar seguros de que alguien esté escuchando".1 En este sentido, podría ser que por medio de la pintura de historia el Estado español daba "gritos" que resonaban en toda la población o "susurros" que pocos percibían. ¿Quién "escuchaba" lo que el Estado decía en términos de nación e identidad nacional y qué opinión le merecía? Contestar este tipo de preguntas hubiera sido enriquecedor para terminar de redondear la obra.

Concluyo con uno de los aspectos que más fácilmente se perciben, aunque para la historiografía analítica se trata de uno de los menos importantes. Me refiero a las cuestiones de forma, y es que uno de los primeros aciertos es que se trata de un libro de lectura ágil para todo público sin necesidad de ser profesional de ciencias sociales, aspecto que no demerita la calidad científica del texto. Por esto y por lo mencionado anteriormente, creo que estamos ante una importante obra que explica con rigor analítico cómo ha sido la invención de la nación y la identidad española, un tema que historiográfica y políticamente goza de buena relevancia y pertinencia en la actualidad.

1Derek Sayer, "Formas cotidianas de formación del Estado", "Formas cotidianas de formación del Estado: algunos comentarios disidentes acerca de la 'hegemonía'", en M. Joseph Gilbert y Daniel Nugent (coords.), Aspectos cotidianos de la formación del Estado, México, Ediciones Era, 2002, pp. 227-238; p. 230.

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