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Historia mexicana

versão On-line ISSN 2448-6531versão impressa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.65 no.4 Ciudad de México Abr./Jun. 2016

 

Reseñas

Alicia Contreras Sánchez y Carlos Alcalá Ferráez (eds.), Cólera y población, 1833-1854. Estudios sobre México y Cuba

Lourdes Márquez Morfín* 

* Escuela Nacional de Antropología e Historia-INAH

Contreras Sánchez, Alicia; Alcalá Ferráez, Carlos. Cólera y población, 1833-1854. Estudios sobre México y Cuba. Zamora, Michoacán: El Colegio de Michoacán, 2014. 338p. ISBN: 978-607-8257-79-9.


El Vibrio cholerae expone su poder, impacto y efectos devastadores, cuando las condiciones le son favorables para su dispersión y desarrollo. Esta bacteria es responsable del cólera, enfermedad infecto-contagiosa causante de múltiples epidemias y endemias a lo largo de centurias. Provocó la primera pandemia mundial en el siglo XIX, al salir de su nicho original en Asia; continúo haciendo su aparición esporádica a lo largo de décadas y 150 años después, su presencia se recrudeció en el sureste asiático, donde todavía es endémica. En América, cuando se le creía olvidado y considerado un problema de salud pública mundial del pasado, las autoridades sanitarias lanzaron signos de alerta desde la región del Amazonas en 1991. Como era previsible, dada la dinámica de comunicaciones actuales vía área o terrestre, las migraciones y el comercio, se diseminó por el continente y llegó a México, a pesar de la actitud optimista del gobierno, que minimizaba las posibilidades de un brote epidémico.

El libro editado por Alicia Contreras Ferráez y Carlos Alcalá Sánchez trae a la luz la vigencia del tema y sumerge al lector en multitud de circunstancias sociales, económicas, políticas, demográficas, emocionales y epidemiológicas generadas por la llegada a suelo “virgen” de una enfermedad extraña para América, el cólera. Además de la información y resultados empíricos fundamentados en datos cuantitativos, la obra presenta una riqueza documental sobre la vida cotidiana y la muerte, “en tiempos del cólera”, por medio de los relatos sobre el terrible y fulminante mal por parte de enfermos, sus parientes, médicos y autoridades.

La obra se estructura mediante diez investigaciones puntuales en dos regiones: Caribe y zona sur; Zona norte-occidente. La introducción, a cargo de Lilia Olivier, pionera en el abordaje demográfico y epidemiológico del cólera en Guadalajara, con su estudio sobre la epidemia en 1833, expone magistralmente la situación historiográfica actual y analiza con detalle cada uno de los aportes comprendidos en el capitulado del libro. Su lectura invita a profundizar en los diversos efectos de las epidemias de cólera en México y sus factores determinantes para algunas regiones poco analizadas con anterioridad, así como las rutas del contagio.

Este padecimiento, como muchos otros de carácter infeccioso, surge abruptamente y súbitamente desaparece, para quedar sumergido en la oscuridad, hasta que diversas condiciones propician inesperados brotes epidémicos. Sobre el cólera y sus consecuencias demográficas, sociales, políticas y sanitarias, entre otros diversos aspectos, se ha desarrollado un bagaje de estudios muy amplio y heterogéneo. Buena parte de las investigaciones iniciales se abordaban desde una óptica médico clínica e histórica. La finalidad residía en conocer la etiología de la enfermedad, su distribución y origen geográfico. En la historiografía predominaban las crónicas y aspectos anecdóticos sobre remedios, curación, prácticas funerarias apresuradas que daban origen a relatos espeluznantes, reportes de números catastróficos de enfermos y muertos, sin ningún rigor estadístico. A finales de la década de 1980, una óptica integral sobre las epidemias conduce al desarrollo de perspectivas y metodologías multidisciplinarias. Florece un paradigma centrado en el examen del impacto diferencial de la morbimortalidad, para conocer los resultados sociodemográficos en entornos urbanos y rurales, en sus pobladores, -hombres, mujeres y niños-, en grupos étnicos, “razas”, “calidades”; condición civil: casados, solteros, viudos. Una variable de consideración gira en torno a las relaciones socioeconómicas, o bien con el medio físico y el clima, en la búsqueda de los componentes determinantes de los efectos devastadores del cólera. Este nuevo paradigma conjuga el rigor historiográfico, el análisis demográfico, los conocimientos sobre la etiología de la enfermedad y sus características biológicas, que constituyen elementos fundamentales para un examen crítico sobre las epidemias de cólera y muchas otras.

La revisión detallada de los estudios que integran esta obra conduce a intentar distinguir patrones, tendencias y la multicausalidad en torno a la enfermedad, dependiendo de la metodología empleada. Las deducciones sobre morbilidad, mortalidad y letalidad en varias ciudades y localidades resaltan distintas interpretaciones. Respecto a la duración de la epidemia, en algunos casos ésta oscila, en términos generales, en alrededor de dos a tres meses, con una mayor presencia durante el verano, aunque hay algún registro en el periodo invernal. Las zonas geográficas más afectadas eran las húmedas y cálidas. La relación entre las rutas de comunicación y las poblaciones contagiadas en la primera (1833) y en la segunda epidemia (1849-1950), como fue el caso de la región del norte, en Yucatán y Cuba, queda bien establecida mediante los excelentes mapas donde se identifican los trayectos de diseminación del cólera. Los estudios utilizaron un enfoque demográfico para conocer el impacto epidemiológico por medio de los registros parroquiales con causa de muerte o los listados de enfermos y muertos por cólera en algunos lugares. En cada capitulado los autores describen, analizan y relacionan las condiciones de las localidades invadidas por el cólera, lo cual permite interpretar sus resultados con base en los determinantes fundamentales para valorar la mortalidad diferencial, destacando la falta de salubridad, pisos de tierra, carencia de drenajes, el sistema y las condiciones de suministro de agua, como pozos, aljibes, fuentes y sus formas de distribución, venta y transporte, sin descontar la contaminación del vital líquido. La minuciosa descripción de la infraestructura urbana; el sistema sanitario; las políticas públicas de cada país, región, estado, ciudad y poblado, son elementos centrales en las investigaciones sobre las epidemias y su desarrollo. El relato por medio de testimonios o cartas de familias completas contagiadas, y la muerte de varios de sus miembros, muestra el dolor, la angustia y desolación colectiva, al ir soportando hora con hora, día a día, el fallecimiento de sus seres queridos.

Acerca de los resultados relevantes mostrados en la obra, quiero señalar la importancia de la identificación de los grupos de riesgo y su asociación con condiciones precarias de vida, situaciones insalubres y viviendas con todo tipo de carencías. Sobre las deducciones de la morbi mortalidad diferencial entre hombres y mujeres, varios trabajos destacan mayor mortalidad en varones adultos, como sucedió en Michoacán y Chiapas. La presencia de la enfermedad en Chiapas no había sido examinada con detalle y Julio Contreras brinda un panorama general puntual sobre su incidencia en las distintas regiones. Los resultados por sexo y edad son muy valiosos, ya que el autor logra obtener estadísticas a partir de datos sobre número de hombres, mujeres y en los distintos grupos de edad, y con ello la frecuencia diferencial de muertes por cólera. De ahí concluye que el cólera mató casi por igual a hombres y mujeres en Chiapas, aunque ligeramente más a los primeros (52.6%); respecto a los grupos de riesgo por edad, 87.2% fueron adultos. También las estadísticas de la época para La Habana logran datos sobre edad, sexo, “raza”, condición social, estado civil y distribución geográfica. Sin embargo, no fue posible aplicar las técnicas adecuadas para obtener la mortalidad en los diferentes grupos biológicos, ya que la carencia de información sobre los totales de población, hombres, mujeres, niños, grupos étnicos (blancos, de color, mestizos, indígenas) o bien socioeconómicos, impide llegar a resultados confiables o precisos sobre la frecuencia diferencial respecto a variables sociales o biológicas. Ésta es una dificultad constante y un problema metodológico central en la investigación epidemiológica, de ahí que Enrique Beldarraín y Luz María Espinosa mencionen de manera general que el impacto mayor lo tuvieron “los africanos y sus descendientes nacidos en la isla”, quienes vivían en condiciones insalubres. Lo mismo sucede en otros de los estudios, donde se plantea que afligió más a niños, sin contar con el dato de cuántos niños había en la población. Las gráficas expuestas sobre el número de defunciones en ocasiones manejan este dato como sinónimo de mortalidad, para lo que sería necesario contar con el monto de la población y de éste calcular cuántos murieron. La investigación sobre Cuba, con énfasis en La Habana, sirve de preámbulo para lo sucedido en Campeche en 1833, analizado y descrito por Carlos Alcalá, quien muestra resultados sociodemográficos precisos sobre mortalidad por barrios, grupos de edad y sexo. En Yucatán, Alicia Contreras desarrolla la expansión y rutas de contagio del cólera en la entidad y en ciudades como Mérida y sus barrios; en Izamal, Tekach y Valladolid, durante el segundo brote de cólera en Yucatán en 1848-1854. En esta primera parte también se analiza el impacto demográfico de la epidemia de 1833 en poblados como Citilcum y Tixkokob, de la península yucateca.

La región norte-occidente forma parte de la segunda sección del libro, con las contribuciones sobre Chihuahua. José Marcos Medina y Viviana Ramírez analizan el cólera en 1850-1851 en Sonora, y otras contribuciones se concentran en lo acontecido en Sombrerete, Zacatecas, un año atrás, y en Michoacán y Uruapan durante la primera y segunda epidemias. En Chihuahua, Cramaussel calcula el número de enfermos de la población total. La mortalidad general osciló entre 30 y 50% y la letalidad alrededor de 10%, aunque en algunas circunstancias pudo ser mayor. En los poblados de Michoacán el promedio de letalidad calculado por Oziel Talavera es 33.8%, mucho más alto. Los valores diferenciales de mortalidad se relacionan con el medio físico; las zonas frías alcanzaron cifras menores, en cambio en Apatzingán hubo una letalidad cercana a 100%. En Chiapas los cálculos indican 5% de muertes por cólera. Para Guadalajara las consecuencias sociodemográficas en 1850-1851 son expuestas por Juan Luis Argumaniz, quien elabora diversos cálculos en dos de las cinco parroquias de Guadalajara, San Juan Bautista y Dulce Nombre de Jesús, mediante algunos indicadores, como es la mortalidad por causas. Obtiene varias cifras de mortalidad para 1850: 3.52%, de un total de 50 315 habitantes, o bien 8.9% según las fuentes para cada cálculo. En relación con el resultado diferencial menciona mayor mortalidad femenina, pero aclara que esa deducción se debe al mayor número de mujeres en la ciudad. En contraste, en área rurales, donde la composición de la población hombres y mujeres es equilibrada, ocurría lo contrario. Un año después, el brote epidémico elevó el número de muertes a casi 10%, sin embargo el cólera no fue la principal causa de muerte, sino las afecciones diarreicas de carácter endémico. De hecho el grupo de edad más afectado fue el de los menores de cinco años, como ocurre en los años de mortalidad “normal” en las poblaciones antiguas. El éxito o fracaso de las medidas gubernamentales ante las epidemias tuvo su fundamento en la etiología de cada enfermedad y su forma de reproducción, transmisión y contagio. La causa del cólera tiene una base en las posibilidades del Vibrio de desarrollarse, multiplicarse y diseminarse por medio del agua contaminada por desechos orgánicos, en cuyo interior las diminutas bacterias luchan por sobrevivir e incrementarse; pequeños organismos que son capaces de acabar con su enorme víctima, el humano, en pocas horas. El libro Cólera y población queda integrado al cúmulo de conocimientos generados en tiempos recientes sobre una de las epidemias investigadas con gran entusiasmo en las últimas décadas; brinda valiosa información para áreas poco estudiadas, además de abundar en las rutas del contagio, por lo cual sin duda constituye una referencia obligada al tema.

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