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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.65 no.3 Ciudad de México ene./mar. 2016

 

Reseñas

Gisela Cramer y Ursula Prutsch (eds.), ¡Américas Unidas! Nelson A. Rockefeller´s Office of Inter-American Affairs (1940-46),

Carlos Marichal* 

*El Colegio de México. México.

Cramer, Gisela; Prutsch, Ursula. ¡Américas Unidas! Nelson A. Rockefeller´s Office of Inter-American Affairs (1940-46, ). Madrid: Frankfurt: Iberoamericana, Vervuert, 2012. 316p. ISBN: 978-386-527-719-0.


Hasta 1940 no hay duda de que el adjetivo Inter-American no era utilizado habitualmente para describir al continente, ni en su versión inglesa ni mucho menos en español. De hecho, desde fines del siglo XIX, entre los países al sur del río Bravo, se había popularizada el sustantivo “América Latina”, mientras que en Estados Unidos el término “Latin America” era frecuente, aunque en ningún caso monopolizaba. En España, por su parte, era más frecuente el uso de “Hispanoamérica”, aunque excluía a Brasil y a los países francófonos del Caribe. En Estados Unidos, desde 1889, también se había hecho relativamente usual la expresión “Spanish America”, y al mismo tiempo se usaba el adjetivo Pan American, sobre todo para designar a las conferencias panamericanas.

Sin embargo, en 1940, en plena segunda guerra mundial, por recomendación de Nelson Rockefeller, subsecretario del Departament of State, el gobierno de Estados Unidos adoptó el término Inter-American para describir una nueva oficina gubernamental y una nueva estrategia de vinculación con países vecinos del sur. Recordemos que Estados Unidos no entró a la guerra sino hasta diciembre de 1941, con el ataque de Peral Harbor, pero ya desde 1940, las autoridades en Washington D.C. estaban muy preocupadas con el avance nazi en América Latina. Por ello, desde sus inicios, la Oficina de Asuntos Interamericanos, de 1940 a 1946 adoptó unas metas muy diferentes del “panamericanismo”, ya que las prioridades de guerra de Estados Unidos cambiaron las de su diplomacia y sus instrumentos.

Vale la pena enfatizar el interés que tiene reflexionar sobre los cambios en estas palabras y conceptos porque sugieren la importancia de considerar las aportaciones de este nuevo libro editado por Gisela Cramer y Ursula Prutsch , en el contexto de dos tradiciones, la de la diplomacia de Estados Unidos respecto a América Latina, y la tradición de la cooperación cultural panamericana o latinoamericana.

En lo que se refiere a la diplomacia estadounidense antes de la segunda guerra mundial, existe bibliografía amplia, que centra su atención en los conflictos: por ejemplo, en las aventuras imperialistas de Estados Unidos en el Caribe y Centroamérica desde 1898 en adelante. Esta manera de proceder, que fue conocida como la diplomacia del garrote, tenía su contrapartida en la diplomacia de la zanahoria, sobre todo a escala bilateral, cuando el gobierno estadounidense tenía alguna propuesta atractiva para ofrecer a alguno de los países latinoamericanos.

Existía también otra tradición diplomática distinta que se había desarrollado a partir de las conferencias panamericanas, celebradas entre 1889 y 1938, la cual tuvo objetivos muy variados. En estas reuniones se intercambiaron opiniones entre los delegados de la mayoría de los países del hemisferio sobre multitud de asuntos, en particular problemas y normas de comercio, fiscalidad, finanzas, navegación, normas postales y aduanales, proyectos carreteros, políticas de salud, políticas científicas y de educación, derechos humanos, política hacia la niñez y hacia las mujeres, en los numerosos cónclaves internacionales celebrados desde principios del siglo XX. De hecho, se realizaron decenas de reuniones regionales sobre dichos temas entre 1900 y 1940, a veces bajo el paraguas del panamericanismo y en otros casos de manera autónoma.

En conjunto se realizaron ocho conferencias internacionales de los estados americanos (conocidas como conferencias panamericanas), 15 reuniones de los estados centroamericanos, 16 congresos internacionales de salubridad hemisférica, 13 conferencias referentes a cuestiones comerciales en las Américas, 2 reuniones financieras panamericanas, 6 congresos sobre la niñez americana, 9 reuniones sobre transportes, 4 congresos postales del continente, al menos 8 reuniones de juristas y 6 conferencias hemisféricas de científicos.

El libro que reseñamos ofrece ocho ensayos por sendos autores para explorar las novedades que representó la diplomacia cultural y política puesta en marcha por la recién fundada Office of Interamerican Affairs (OIAA) a partir de 1940, la cual propuso nuevas líneas de acción de parte del gobierno de Estados Unidos para lograr alianzas con los países latinoamericanos en una época de guerra y de grandes conflictos ideológicos internacionales. Me parece notable que, al parecer, esta oficina no hiciera gran esfuerzo por mantener las tradiciones ya establecidas de cooperación cultural e intelectual impulsadas en decenios anteriores, en parte por grupos de intelectuales, en parte en vinculación con la Sociedad de Naciones o el panamericanismo. Estas instancias han sido recogidas por Alexandra Pita en sus recientes estudios, y se expresaban en varias organizaciones como el Comité Internacional de Cooperación Intelectual (CICI, con sede en Ginebra), el Instituto Internacional de Cooperación Intelectual (IICI, con sede en París), el Centro Internacional de Cooperación Intelectual en América (CICI, también con sede en La Habana), la División de Cooperación Intelectual de la Unión Panamericana (DCIUP, con sede en Washington) y la Comisión Mexicana de Cooperación Intelectual (CMCI, con sede en la ciudad de México).

Dichas iniciativas, sin embargo, no constituían propiamente instrumentos de diplomacia gubernamental, sino esfuerzos más amplios y autónomos de cooperación cultural. Pero, evidentemente, desde 1940, para las autoridades de la administración de Franklin D. Roosevelt estos esfuerzos ya no eran adecuados para una época de guerra, y por ello se diseñó una estrategia muy diferente con nuevas metas: ayudar a la lucha contra la difusión del nazismo en América Latina, contribuyendo a la propaganda de una guerra a muerte; ayudar a convencer a las clases medias latinoamericanas de las virtudes de la vida estadounidense para reforzar las alianzas político militares; utilizar el cine, el teatro, la prensa y diversas publicaciones para trasmitir una visión favorable de la lucha de los aliados y del American way of life. En suma, el objetivo de la OIAA consistía en involucrar al mayor número de personas en actividades culturales que pudieran facilitar una mayor simpatía hacia Estados Unidos y su causa militar.

Esta temática es la cubierta del libro que reseñamos. En los capítulos primero y segundo se centra la atención en los programas de cine de la OIAA que fueron utilizados como herramienta de diplomacia cultural y propaganda. En los siguientes capítulos se analiza la soft diplomacy en lo que se refería a las relaciones entre México y Estados Unidos y el trabajo de la oficina estadounidense con la prensa mexicana, con la radio en Argentina, y sus actividades diversas en Brasil y Centroamérica.

Cada capítulo de este libro, escrito por un experto distinto, analiza estos temas de manera original, con fuentes nuevas, razón por la cual resulta de lectura útil, en tanto que constituyen aspectos importantes y poco conocidos de la historia de las relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica durante la segunda guerra mundial.

Pero, ¿qué pasó finalmente con la Oficina y con el proyecto “interamericano” de Estados Unidos? Las autoras señalan con cierta sorpresa que en 1946 simplemente se cerró: La guerre est fini. Concluido el gran conflicto mundial, ya no parecía tener sentido este conjunto de herramientas diplomáticas y propagandísticas en los campos de la cultura, la radio y la televisión, con repercusión en muchos ámbitos de la política. La OIAA, como si fuera una división del ejército estadounidense, se cerró y sus funcionarios salieron en desbandada. Sólo quedó el término Inter American Affairs, que se utilizó para nombrar la sección correspondiente en el Departamento de Estado, aunque luego, en 1948, fue renombrado subsecretaría de Western Hemisphere Affairs.

Algo similar ocurrió con las conferencias panamericanas. Poco después de la segunda guerra mundial, se abandonó este término tras la Conferencia de 1948, que terminó por el estallido del bogotazo, mismo que obligó a los muchos delegados que habían llegado a Colombia a abandonar sus reuniones. Poco después se adoptaría el término Organization of American States, que reemplazaba al de la Unión Panamericana, que ya no tuvo mayor uso. Podría añadirse que pasado el brutal golpe de estado en Guatemala en 1953, apoyado por el gobierno estadounidense, el panamericanismo como término y concepto también feneció. Podemos sugerir que desde entonces la política estadounidense ha respondido más bien a la realpolitik, favoreciendo a militares cuando convenía por razones de geopolítica y por las estrategias de inteligencia y control o, alternativamente, apoyando la diplomacia blanda en otros casos.

Hoy en día en Estados Unidos se usan varios términos para referirse a sus vecinos del sur. El más común es “Latin America”, aunque en ocasiones también se utiliza The Americas, nombre que fue utilizado en los títulos de algunos libros y que también adoptó una revista académica de historia de prestigio de la Academia Franciscana, que sigue publicándose. También se usa este término en el título de la organización empresarial más importante de Estados Unidos que trata asuntos del hemisferio, el Council of the Americas, fundada por el banquero David Rockefeller, hermano menor de Nelson. Pero al menos en Washington, el término Inter American sigue gozando de cierta salud, como lo indica el organismo conocido como Inter American Dialogue. Este libro ayuda a explicar por qué y mucho más.

El colectivo de autores de este libro ha producido un texto bien escrito, ameno y novedoso por su atención al papel de esa curiosas organización de la OIIA entre 1940 y 1946, que fue muy sistemática al utilizar los vehículos culturales del cine, el teatro, la prensa y la radio como herramientas de una diplomacia de guerra en América Latina.

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