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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.65 no.3 Ciudad de México ene./mar. 2016

 

Reseñas

Alexandra Pita González, Educar para la paz: México y la cooperación intelectual internacional, 1922-1948

Fabián Herrera León* 

*Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. México.

Pita González, Alexandra. Educar para la paz: México y la cooperación intelectual internacional, 1922-1948. México: Secretaría de Relaciones Exteriores, Universidad de Colima, 2014. 320p. ISBN: 978-607-446-065-0.


El libro en cuestión forma parte de una nueva colección especializada del Acervo Histórico Diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México. Bajo el título de Organismos Internacionales, esta colección constituye uno de los más ambiciosos proyectos editoriales del archivo de la cancillería en Tlatelolco, al procurar la publicación de resultados de investigación histórica concernientes a ámbitos de interacción multilateral, hasta ahora particularmente efímeros y dispersos. Los estudios sobre la convivencia de México y los mexicanos en los espacios propios de la diplomacia multilateral suelen caracterizarse por un dinámico cambio de enfoques y perspectivas, las más de las veces ausente en las historias nacionales confeccionadas para la interpretación de trayectorias bilaterales, con una visión predominantemente unidireccional y una ausencia de pesos de referencia. El libro de Alexandra Pita tiene un enorme valor historiográfico al representar una inteligente y vasta incursión en el estudio de la cooperación intelectual internacional propia del periodo de entreguerras, aunque no limitada a él; la obra de Alexandra Pita comprende un periodo evolutivo del sistema internacional que no concluyó con la paz de Versalles y que es parte de nuestro presente. Pita nos muestra de este modo un enorme vacío historiográfico que procede a cubrir ampliamente (1922-1948) con base en una notable especialización intelectual y una minuciosa labor en acervos americanos.

La colaboración de los intelectuales cerca de la Sociedad de Naciones y de los institutos de cooperación intelectual y cinematográfica educativa con sede en París y Roma, es relacionada en esta investigación con México y el continente americano, esto es, con un régimen posrevolucionario prácticamente marginado de la escena internacional y un hemisferio con iniciativas propias de colaboración en la materia. Pero ninguno representó un obstáculo insalvable para la organización y también síntesis de esta empresa científica e intelectual, quizá la más universal, moral y humana del periodo de entreguerras: la Organización Internacional de Cooperación Intelectual, sostenida por hombres de una indiscutible autoridad académica moral: Henri Bergson, Albert Einstein, Paul Valéry, Marie Curie, Julien Luchaire, Henri Bonnet, Gabriela Mistral, Alfonso Reyes, sólo por mencionar los que podrían sernos más familiares, involucrados todos, tal como lo precisa oportunamente Pita, “en un ambicioso proyecto político y cultural de gran envergadura: generar un cambio en la conciencia mundial, para abandonar el ímpetu militarista basado en los nacionalismos, e impulsar una visión internacionalista que viera en la solución pacífica por medio de la negociación un medio idóneo para resolver los problemas” (p. 12).

El libro de Alexandra Pita consta de siete capítulos, una introducción y conclusiones, además de siete anexos de enorme valor explicativo y práctico, una concentración de fuentes y un índice onomástico. Educar para la paz hace referencia a uno de los principales proyectos de cooperación impulsado por Ginebra y París y que fue decididamente respaldado en América por las comisiones nacionales de cooperación intelectual; refiere igualmente a una de las empresas acogida con mayor seriedad por los exponentes contemporáneos de la diplomacia cultural mexicana, fortaleciendo con la misma el andamiaje autodefensivo de la política exterior posrevolucionaria.

La autora inicia su libro con una detallada valoración historiográfica que permite apreciar al lector el potencial e importancia de la problemática que el mismo atenderá. Su primer capítulo nos sitúa y familiariza con el contexto de entreguerras en los distintos planos geográficos que considera, así como con el entramado de organizaciones internacionales que entonces hicieron su aparición y la dinámica de cooperación intelectual europea que terminó descansando en diversos ejes, peculiaridad que supondría diferencias que aparecen oportunamente explicadas en este libro. La inesperada incursión mexicana en esta empresa internacional merece un bien concebido apartado que facilitará nuestro entendimiento del amplio avance y cooperación americanos en esta materia, al margen también del previsible recelo americano y del perfil regional de sus principales logros institucionales y educativos (la enseñanza no prejuiciada sobre América), sin obviar el difícil traslape anímico entre panamericanismo y latinoamericanismo, la aproximación entre buenos vecinos y futuros aliados, ni la importancia y el papel extracontinental de fundaciones como la Carnegie y Rockefeller. El diálogo y el debate entre Europa y América sobre el lugar de cada una respecto al futuro de la cultura, el papel de los intelectuales en un plano universal, así como el aprovechamiento de los instrumentos medios nacionales para la superación de este ámbito, corresponden al resto de los capítulos, cuya trama de fondo será la precipitación bélica y la interrupción práctica de la cooperación intelectual, pero no el final de la obra de Pita, que sigue atenta a los proyectos y reflexiones que se harán en la materia a la espera de una nueva y última posguerra.

Sería muy fácil pensar en los archivos de Ginebra y París co mo una carencia en la investigación que Alexandra Pita nos presenta, pero es precisamente esta característica la que ha llevado a la investigadora a demostrar en la práctica el reflejo documental entre los archivos de la Sociedad de Naciones y los acervos diplomáticos nacionales de los que fueron sus miembros o, en su defecto, participaron en los proyectos internacionales de diversa naturaleza impulsados por Ginebra; así también, lo americano y sus propios episodios de cooperación intelectual continental (México, La Habana, Santiago de Chile, Buenos Aires y Wash ington) destacan en significado sobre lo europeo y frente a una historiografía predominantemente eurocentrista, una par ticu laridad que seguramente se habría perdido ante los volúmenes de documentación -estimo más detallados que reveladores- concentrados por la UNESCO y la sede de la ONU al otro lado del Atlántico. Los nuevos resultados de investigación en esta particular línea, que muy probablemente nos presentará Alexandra Pita en lo que resta de esta década, serán, sin lugar a duda, de un incomparable valor historiográfico y formativo para los jóvenes historiadores que requerirá la profundización en todas las posibilidades de investigación que página tras página sugiere ya esta excelente obra.

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