SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.66 número2Bernd Hausberger y Raffaele Moro, La Revolución Mexicana en el cine. Un acercamiento a partir de la mirada italoeuropea índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

Links relacionados

  • Não possue artigos similaresSimilares em SciELO

Compartilhar


Historia mexicana

versão On-line ISSN 2448-6531versão impressa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.66 no.2 Ciudad de México Out./Dez. 2016

 

Reseñas

Fernando Escalante, Historia mínima del neoliberalismo , México, El Colegio de México, 2015, 320 pp. ISBN 978-607-462786-2

Juan Espíndola Mata1 

1Centro de Investigación y Docencia Económicas, México

Escalante, Fernando. Historia mínima del neoliberalismo. México: El Colegio de México, 2015. 320p. ISBN: 978-607-462786-2.


Desde hace ya varias décadas, el neoliberalismo ha estado en boca de todos, sobre todo en la de sus detractores, a quienes podríamos llamar aquí, apilando prefijos, los antineoliberales. La palabra casi siempre alude peyorativamente a una idea difusa e inabarcable: como si se hablara del mal o de la perversidad. No obstante la vaguedad con la que suele dibujársele, el neoliberalismo es un fenómeno de contornos muy precisos, y con una historia que ya viene haciéndose larga. Por eso es indispensable el ejercicio de rastrear sus orígenes, trazar su evolución, examinar sus ideas centrales y, lo más importante, ponerlo en tela de juicio. Es lo que hace Fernando Escalante en su Historia mínima del neoliberalismo. Y lo hace, además, con erudición y sin dejarse encasillar por limitaciones disciplinarias, con un estilo ligero, mordaz y que es capaz de desbrozar y explicar con absoluta claridad argumentos complejos, todo como si se tratara de una novela detectivesca. Y es que, al final del día, la del neoliberalismo es en efecto la historia de un crimen.

El libro, que consta de una introducción, diez capítulos, una apostilla y una guía de lecturas básicas, cubre todos los flancos indispensables para entender el neoliberalismo. Contiene un recuento de sus orígenes históricos, de algunos de sus conceptos centrales en el plano intelectual e ideológico y de sus momentos clave en el plano institucional, así como algunas explicaciones claras sobre los mecanismos financieros, políticos e intelectuales que apuntalan al régimen neoliberal tanto en el orden nacional como en el global.

El neoliberalismo, que como apunta Escalante no es meramente una doctrina económica, sino también un programa cultural, un proyecto político y una ideología, tiene tres ideas básica. La primera lo distingue del liberalismo clásico y se refiere al papel del Estado. Para el neoliberalismo, el Estado no debe reducirse a su mínima expresión, como querían los liberales clásicos, sino reconfigurarse para servir al mercado, para defenderlo: incluso para crearlo ahí donde antes no existía, ahí donde las relaciones sociales y económicas parecieran reacias a la mercantilización. Segundo dogma del neoliberal: el mercado es el mecanismo más eficiente para gestionar la vida económica y todo aquello de lo que ella está hecha -información, ordenación de preferencias, etc.-, y además, ya en términos morales, es el método más apropiado para promover la libertad individual. El mercado es la libertad. Esta identidad entre libertad económica y libertad política (o acaso la prevalencia de la primera sobre la segunda) es otro rasgo que separa al liberal de antaño del liberal de hogaño. Y tercero: las instituciones y prácticas privadas son siempre mejores que las públicas. Más vale una solución privada que un (des)arreglo público. Con esas ideas esenciales, los neoliberales comenzaron a poner en marcha un programa de reformas institucionales a escala global que fue dejando atrás el consenso bienestarista de la posguerra y transformó radicalmente a las sociedades contemporáneas.

El libro pone fecha exacta al surgimiento del neoliberalismo como movimiento intelectual. Es en 1938 cuando se reúnen en París muchos de quienes después formarán parte del movimiento neoliberal para discutir la obra de Walter Lippman, The Good Society. La motivación de todos ellos, dicen, es revitalizar al liberalismo y a las instituciones liberales, a las que consideran asediadas por el "colectivismo": los partidos de masas, las ideologías totalitarias, los movimientos nacionalistas y étnicos, los escépticos del libre mercado. Años después, pasada la guerra, vuelven a reunirse los neoliberales, esta vez con ánimos renovados y hasta arreciados, siempre retratándose como una minoría perseguida, a punto de acometer cambios revolucionarios. La sede es Mont Pélerin, Suiza, y Friedrich von Hayek el gran instigador. En esta segunda reunión, el neoliberalismo asume una actitud más beligerante, y de paso renuncia al rigor intelectual. Con financiamiento empresarial, comienza a consolidar un aparato de propagación ideológica, asertivo pero a la vez -y esto es fundamental- discreto. Los neoliberales se proponen persuadir a "los vendedores de ideas de segunda mano", en la expresión del propio Von Hayek. Y se arraigan en departamentos de universidades como la de Chicago, en centros de estudios, fundaciones, think tanks, consultoras, etc. Así se gesta un movimiento cultural, en hombros de hombres como Von Hayek, Ludwig von Mises, Milton Friedman, Gary Becker, Richard Posner, entre muchos otros, y que incluso tiene en el ordoliberalismo alemán de autores como Wilhelm Röpke y Alfred Müller-Armack una versión más moderada.

El libro discute algunos de los textos canónicos de la ciencia madre para el neoliberalismo: la economía neoclásica, ese triste remedo de la física que quisiera para las ciencias humanas leyes de validez universal, desprendidas de la estorbosa especificidad de cada contexto social. El libro analiza algunos de los momentos estelares de esta disciplina profundamente antikeynesiana: la curva de Phillips, el teorema de (Ronald) Coase, la teoría de la elección pública de James Buchanan. La economía neoclásica mira el mercado como si fuera un hecho natural, y además su lenguaje, aparentemente técnico y sanitizado de conceptos éticos, introduce, subrepticiamente, un código moral. Nociones como "eficiencia", "equilibrio", "óptimo", se convierten en parámetros éticos.

Después de mostrar las ideas básicas, el libro narra el éxito apabullante de la praxis neoliberal en las últimas décadas del siglo pasado. Su consolidación empieza en los años setenta, cuando la crisis económica produce hartazgo social. Es entonces cuando aparece el vendedor de milagros neoliberal, que ofrece un proyecto con un diagnóstico claro (la burocracia pública y la planeación gubernamental, contaminadas por la "política", están en el origen de la crisis) y una receta igualmente simple (la privatización como regla: crear mercados que administren al mundo bajo el incentivo de la ganancia). Vienen después la gran ofensiva encabezada por Ronald Reagan y Margaret Thatcher en sus países, el esplendor del neoliberalismo en los noventa, y el uso pleno del herramental neoliberal: la privatización de empresas públicas, la liberalización comercial, pero también, en el contexto internacional, la multiplicación de los paraísos fiscales, la desregulación financiera, el reforzamiento de las fronteras nacionales para explotar la mano de obra barata de los países pobres.

Una buena ilustración de la lógica neoliberal es su rechazo de la educación pública. El tema recibe considerable atención en las páginas del libro. Para la mirada neoliberal, la educación pública es disfuncional y está en crisis. Su explicación, como muchas de las del neoliberalismo, es elemental, casi grosera: los maestros tienen privilegios "injustificables", como el salario seguro y la definitividad, y esto elimina el incentivo para que se esmeren. El magisterio además no le rinde cuentas a sus clientes, los padres y estudiantes, que no tienen la capacidad de elección; es decir, es un actor monopólico, y eso, dice la teoría, lo vuelve ineficiente. El remedio neoliberal es tan básico como el diagnóstico. Si la definitividad y el escalafón son perniciosos, que se eliminen, y además que se evalúe constantemente a los maestros a partir de pruebas estandarizadas que detecten si el estudiantado aprende o no. Si la educación pública tiene una posición monopólica, hágase un mercado escolar con vales escolares (vouchers) como los propuestos por Friedman (financiamiento escolar público pero con gestión privada). Como apunta Escalante, en los hechos ninguna de las propuestas ha arrojado saldos positivos. La competencia no ha traído mejoras educativas claras, y no es raro que el ánimo competitivo de las escuelas suela concentrarse en la oferta de bienes extraacadémicos como el estatus social. Más aún, eliminar el régimen laboral tradicional termina por precarizar las condiciones laborales de los maestros, y tal situación no es ningún aliciente para la mejora docente. Añadiría dos comentarios para reforzar el argumento de Escalante. Donde se han impulsado reformas educativas a lo neoliberal, como los vales escolares, los criterios para la distribución de los recursos públicos a las escuelas particulares han sido opacos e inequitativos (Argentina); y el país que más experimentó con ellos, Chile, ya ha empezado a dar marcha atrás. Por otra parte, como lo ilustra el caso mexicano, la incertidumbre laboral, sumada al profit motive (que tanto motiva al ideario neoliberal) y a la existencia de un sector educativo privado paralelo al oficial, conduce a la explotación laboral del magisterio en el sector privado. En todo caso, la lectura de este capítulo puede servir al lector mexicano para tomar con la debida reserva la reciente reforma educativa llevada a cabo en el país. Tiene sus virtudes, sin duda, pero es indispensable que en su afán por mejorar la calidad educativa y remover los privilegios sindicales que la han lastrado, los reformadores no sucumban a la tentación neoliberal descrita en estas páginas.

Uno de los capítulos más fascinantes del libro se titula "otra idea de la humanidad". El neoliberalismo es una propuesta económica pero también, ya se dijo, un proyecto de transformación cultural. Es decir, las propuestas neoliberales de política económica dependen de que se acepte una visión muy específica de lo que los filósofos de antaño solían llamar la naturaleza humana. Al reflexionar sobre el sentido de la vida, el neoliberal de manual siempre lo hará a través del prisma del mercado o, más específicamente, del mercado abstracto, platónico, donde los hombres persiguen siempre sus intereses, colocándolos como medida última de todas las cosas. Antes que nada, el individuo neoliberal es un maximizador de utilidades. Bajo la pretensión de realismo, la ideología neoliberal construye una imagen de las personas como seres egoístas, calculadores, maximizadores, con apegos débiles y transitorios al bienestar colectivo. Por eso la única manera de contribuir al bien común es persiguiendo el bien propio. El resultado es degradar nuestra valoración del ser humano, construir una teoría a partir de su dimensión más oscura, más predatoria. Y también justificar los arreglos sociales desiguales que derivan de tal concepción. Escribe Escalante:

El mercado es también un sistema normativo, una forma moral. La inseguridad, la incertidumbre, la pobreza, ya no son males que haya que combatir, sino la condición de posibilidad del orden deseable. Todo ello sirve de estímulo para mejorar, obliga a los hombres a superarse. Si desapareciera ese horizonte de penuria, no habría iniciativa, ni esfuerzo ni creatividad. Para decirlo en una frase, la pedagogía de la miseria es indispensable para la forja del hombre nuevo (p. 167).

El libro concluye haciendo una descripción de la arquitectura financiera, con las empresas calificadoras de riesgo como la clave de bóveda que dio pie a la crisis económica más devastadora de las últimas décadas, la de 2008. Más interesante aún, la obra propone una explicación sobre uno de los aspectos que más extrañeza causa sobre el momento neoliberal de finales del siglo pasado y finales del presente: la débil oposición que enfrentó en el terreno intelectual. El neoliberalismo, dice Escalante, creó una industria de la opinión a la medida y domesticó a la élite cultural, en un fenómeno similar al que vivieron los intelectuales franceses de mediados del siglo pasado, cuya adhesión al marxismo fue ciega y total. El neoliberalismo se convirtió en el nuevo "opio de los intelectuales".

Dice el manual del reseñista que toda buena reseña debe incluir alguna crítica al libro que se está examinando. Tal desiderátum es un genuino reto cuando se trata de obras como ésta: lúcida, brillante y acertada en todo lo fundamental. Planteo, pues, apenas un mínimo desacuerdo. Es un reparo sobre el reparto de los actores neoliberales según lo describe Escalante. El autor incluye al filósofo estadounidense John Rawls dentro del dramatis personae neoliberal. La inclusión es significativa, porque la rawlsiana es la teoría más influyente de la tradición filosófica analítica en el mundo anglosajón. La teoría de Rawls, dice Escalante, tiene por interlocutores a algunos de los pilares intelectuales del neoliberalismo. "Es la tradición intelectual con la que quiere dialogar John Rawls [...]. Lo importante para esta historia no es la conclusión a la que llega, sino el método que emplea para hacerla verosímil" (p. 163). Del famoso "velo de la ignorancia" rawlsiano dice Escalante: "consigue que el cálculo egoísta de individuos racionales produzca reglas para proteger algo que se parece al interés público" (p. 165; énfasis añadido). Frente a esta crítica, me pregunto si lo que llevó a Rawls a dialogar con Becker, Olson y compañía no es una mera concesión táctica: el afán de convencerlos de que incluso sus propios métodos llevan a conclusiones no neoliberales. después de todo, Rawls desarrolla una argumentación moral independiente del experimento mental del velo de la ignorancia, según la cual la distribución del ingreso y de las oportunidades no debe depender de factores arbitrarios desde el punto de vista moral, como el talento de las personas, el cual debe ser, por otra parte, un acervo de la comunidad. La de Rawls es una crítica al mérito como criterio exclusivo para distribuir riqueza y oportunidades, justo como la de Escalante al ideario neoliberal. Escribe el autor: "la idea de mérito individual se sobrepone a cualquier otra consideración como criterio ético (haciendo abstracción de casi todas las condiciones materiales de ese 'mérito' -que no es en realidad individual, y en la mayoría de los casos no depende tampoco del esfuerzo ni del talento, o sea que no es mérito" (p. 295). En fin, que Rawls y Escalante están en el mismo barco.

Escribía Marx que la burguesía se asemeja "al mago que ya no es capaz de dominar las potencias infernales que ha desencadenado con sus conjuros". Esas palabras podrían referirse al neoliberalismo: un conjuro que hace falta confrontar, entender y rechazar. La Historia mínima del neoliberalismo es una aportación fundamental para comenzar con el exorcismo.

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons