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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.66 no.1 Ciudad de México jul./sep. 2016

 

Reseñas

Pilar Gonzalbo Aizpuru (coord.), Espacios en la historia: invención y transformación de los espacios sociales

Mariana Medina López* 

* Universidad Nacional Autónoma de México.

Gonzalbo Aizpuru, Pilar. Espacios en la historia: invención y transformación de los espacios sociales. ,, México: El Colegio de México, 2014. 426p. ISBN: 978-607-462-730-5.


Tal vez el espacio es uno de los conceptos más difíciles de abordar, ya lo decía Einstein en La relatividad: “el oscuro término ‘espacio’, por el cual -confesémoslo honestamente- no podemos representarnos absolutamente nada”.1 Aun con toda esta oscuridad que no deja vislumbrar tan fácilmente una noción, nos negamos a perder la batalla y seguimos empeñados en su análisis; quizá esa dificultad es la que no deja de encantar e invitar a su reflexión.

El espacio remite tanto a materialidad como a abstracción y las definiciones que se sostienen en torno a él responden a su contexto explicativo; no hay que suponer un carácter homogéneo que sirva para todos los campos del saber. Se trata de entender el concepto, por medio de los elementos que lo posibilitan. Así, “el espacio, como concepto, resulta transdisciplinar, multifacético y dinámico; se observa en la materialidad o en la abstracción e implica un ejercicio constante que va de la presencia a la representación, de la resignifación a la existencia”.2

En cuanto a la historia, por mucho tiempo el espacio se consideró un espacio, un envase de la actividad humana o un entorno arquitectónico, asumido como mero fondo. Pero hay que destacar que desde la segunda generación de la Escuela de los Anales se le ha rescatado y pensado. La visión del espacio como contenedor absoluto fue cuestionada gradualmente y las nuevas perspectivas transitaron “[…] por un papel activo de los procesos sociales en la producción de lo espacial, de la incorporación de subjetividades, representaciones e imaginarios en la espacialidad de las personas y sus colectividades”.3

El “giro espacial” entra en la dinámica anterior y en las ciencias sociales; la noción de “giro” se refiere a un renovado interés en diversos temas, como lo han sido el giro cultural o el lingüístico, entre otros. Además, estos movimientos buscan un nuevo enfoque del tema, una renovación teórica, conceptual e, incluso, metodológia.4

Se han puesto en la mesa diferentes maneras historiográficas de abordar el espacio, contemplándose diversos ángulos e “[…] innumerables aspectos: geográfico y cultural, público y privado, real y simbólico, mental y material” (p. 9). De tal manera, se han realizado amplios estudios sobre las cuestiones teóricas, pero también se ha dado pie a ver otros lares del espacio.

Un ejemplo de lo anterior es el acercamiento a los espacios sociales, aquellos que construimos y en los que nos desenvolvemos día a día, donde las creencias y tradiciones se viven y transmiten. El estudio de la vida cotidiana es el marco historiográfico perfecto en el que se pueden estudiar estos espacios sociales.

Desde hace más de 20 años, El Colegio de México tiene el Seminario de Historia de la Vida Cotidiana, a cargo de la doctora Pilar Gonzalbo Aizpuru. En él se plantean problemáticas históricas del día a día; no se enfocan en sucesos excepcionales, sino en actividades diarias que han construido el acontecer cotidiano de las personas; han abordado temas como el amor (Amor e historia. La expresión de los afectos en el mundo de ayer, de 2013), la familia (La familia en el mundo iberoamericano, de 1994; Familia y vida privada en la historia de Iberoamérica, de 1996; Familia y educación en Iberoamérica, de 1999; Familias iberoamericanas. Historia, identidad y conflictos, de 2001) y los miedos (Una historia de los usos del miedo, de 2009). De tal manera, los espacios sociales no podían dejar de ser objeto de atención, siendo los lugares donde se desenvuelve lo cotidiano y que, al mismo tiempo, se construyen a partir de las prácticas y sus significados.

Espacios en la historia: invención y transformación de los espacios sociales es el fruto más reciente del seminario. Pilar Gonzalbo es la responsable de reunir y editar los 16 ensayos -más el trabajo de su autoría- que lo conforman. En él se conjuntan diversas temporalidades y temáticas que toman al espacio social como protagonista.

Se deja claro que no se trata de un debate historiográfico acerca del denominado “giro espacial”, y la obra quiere mantenerse “al margen de los debates teóricos, y sin pretensiones de insertar nuestras investigaciones en una posición definida” (p. 9). Tampoco hay un deslinde de ellos y se reconoce su inspiración para ver el espacio como un elemento constante en la historia, que puede ser sujeto a diversas propuestas.

Los trabajos están distribuidos en cuatro partes: “Espacios simbólicos y realidades en conflicto. Los símbolos y las prácticas”; “Percepciones y proyectos en el mundo de la cultura urbana”; “Espacios de poder y espacios de cambio. Hoy como ayer: la creación de nuevos espacios”, y “Convivencia, espacios sociales y orden urbano”. Estos apartados engloban diferentes ángulos de interpretación del espacio, mostrando cómo han convivido en la cotidianidad y cómo, al mismo tiempo, lo construyen.

“Espacios simbólicos y realidades en conflicto” comprende cuatro trabajos que muestran el diálogo y la contradicción existentes entre lo vivido y lo representado. Se toma a la religión como tema para llegar al objetivo, por ejemplo: el primer apartado presenta los rituales del Santo Tribunal del siglo XVII en “Los autos de fe de Cartagena de Indias: espacios ceremoniales de poder y castigo”, de Pablo Rodríguez Jiménez. En él se muestra cómo el dictamen público de sentencias se llevaba a cabo en la Plaza Mayor, el centro simbólico de la ciudad. Así, por medio de la demostración del castigo se enseñaba a no desobedecer y, al mismo tiempo, se construía un espacio simbólico con la manifestación y práctica del ritual. Otro trabajo incluido en este apartado ahonda en la capacidad del sonido para crear espacios; se trata de “Campanas, esquilones y esquilitas. El espacio y el orden de la sonoridad conventual en la Puebla de los Ángeles del siglo XVIII”, de Rosalva Loreto López. La autora interpreta el sonido como un instrumento comunicativo de regulación, donde el retumbar de las campanas crea un espacio que no se construye a partir de paredes, sino a raíz de una práctica religiosa, abriendo los límites materiales de la ciudad y marcando los horarios de la vida cotidiana.

Apegándose al marco conceptual del diseño urbano, los “espacios abiertos, espacios cerrados, infraestructura y comunicación, medio natural, algunos modelos y esquemas de desarrollo de la forma urbana, el equipamiento y mobiliario urbano”5 son los elementos que comprenden el espacio urbano. Pero éste también debe referir a las relaciones sociales, las actividades humanas y la manera en que se le concibe: el espacio urbano será el contexto y el contenedor; algo tanto material como intangible. Bajo esta premisa, la segunda parte del libro, “Percepciones y proyectos en el mundo de la cultura urbana”, quiere ver qué hay detrás de los proyectos urbanos, qué espacios sociales se crean con ellos y las transformaciones que traen consigo. En “Las mujeres en el espacio musical del siglo XIX mexicano”, de Verónica Zárate Toscano, se ve cómo las mujeres fueron convirtiendo la esfera privada de su sala de piano en un lugar de acción con carácter público. Cuando había tertulias o reuniones con amigos, se creaba un espacio de exposición meramente femenino, donde las mujeres de clases media y alta, a partir de la ejecución musical, tenían la posibilidad de abrir un nuevo espacio, en el que eran vistas y reconocidas.

Otro capítulo de esta parte es “Espacios transformados: el impacto de la reconfiguración urbana de la ciudad de México en el siglo XIX”, de Anne Staples. Los cambios en el paisaje arquitectónico de la ciudad, mediante la resignificación de lugares o la asignación de nuevas funciones a sitios específicos, crean respuestas emocionales en los transeúntes y habitantes. Para la autora, la expulsión de los jesuitas y la desamortización y nacionalización de los bienes significaron un cambio en el uso de suelo, motivado por una razón ideológica. “El propósito era borrar el recuerdo de la imposición religiosa y política de España y darle rienda suelta al nuevo nacionalismo mexicano” (p. 167). El capítulo traza la transformación y resignifación de los espacios religiosos en seculares, donde el deseo de una ciudad moderna convirtió conventos en nuevas calles y a otras construcciones eclesiásticas en negocios o viviendas.

Los cuatro capítulos que conforman la tercera parte del libro, “Hoy como ayer: la creación de nuevos espacios”, muestran algunos de los cambios que trajo el paso a la modernidad. Los textos ejemplifican dichas modificaciones con la formación de nuevos espacios; ya sea con el establecimiento de una fábrica, que representa el cambio de una producción casera a una manufactura en serie, o con la creación y apertura de nuevos espacios políticos para la mujer.

En esta parte se encuentra el texto de Pilar Gonzalbo Aizpuru “Espacio laboral y vida en familia. Las mujeres en la Real Fábrica de Tabacos de la Ciudad de México”. En él se ve a la fábrica no sólo como espacio físico, sino como espacio social, generador de una nueva dinámica de trabajo y de comportamiento familiar. Para las mujeres que antes armaban cigarros en casa, el cambio de lugar de trabajo no significó un desprendimiento de su papel materno; el traslado a la Real Fábrica “no exigía la renuncia a la simultaneidad del trabajo con la vida doméstica” (p. 246). Llevaban a sus hijos al espacio laboral, donde hubo injerencia administrativa para controlar la situación; se impulsaron medidas que intentaron potencializar el rendimiento y la no distracción de las trabajadoras, pero, ¿cómo romper de un día para otro la dinámica de las madres? Fue un proceso que supuso flexibilidad en las pautas administrativas, al mismo tiempo que la idea de una jornada de trabajo se adaptaba a la vida. Se trató de una nueva manera de trabajar, que no sólo modificó el espacio laboral, sino el de la vida cotidiana en familia.

“Abriendo fronteras. Espacios de formación y cambio en los Altos de Chiapas”, de Cecilia Greaves Lainé, muestra cómo la apertura religiosa en los Altos de Chiapas, durante tres décadas del siglo pasado, ayudó a crear una autoconciencia de los derechos indígenas. La educación y la capacidad de conversión religiosa, tanto católica como protestante, son apuntadas como elementos que contribuyeron en el levantamiento armado que inició en enero de 1994. Al mismo tiempo son creadoras de nuevos espacios de acción, que dieron lugar a la autoconciencia y a la autodefensa de la comunidad.

“Convivencia, espacios sociales y orden urbano” es la última parte de la obra. La ciudad, sus actividades cotidianas y los espacios que éstas generan son el hilo conductor del apartado. La revisión de la vivienda como espacio público es lo que nos brinda “El patio de vecindad como espacio público para la convivencia. Ciudad de México, siglo XVIII”. En estos lugares, la convivencia era más forzada, por el simple hecho de compartir baño, escaleras y patio; todo se veía, oía y olía. Los patios de vecindad fueron microcosmos que reflejaron la cotidianidad novohispana. El trabajo quiere demostrar lo difíciles que son de vislumbrar los límites entre las actividades personales y las públicas, sobre todo cuando la proximidad con los vecinos hace casi nula la vida privada.

Los últimos dos capítulos ahondan en la relación existente entre la salud y los espacios asignados para el restablecimiento de ella, sin olvidar la moral que se inyecta en dicha dicotomía. “Entre dentro y fuera: el Hospital Morelos para prostitutas enfermas”, de Ana María Carrillo, relata cómo el espacio médico ejerce la función de curar y recluir, bajo la premisa de que las trabajadoras sexuales eran “mujeres públicas, porque llevaban lo que se consideraba del ámbito privado a los espacios públicos” (p. 400) y el Estado asumía la responsabilidad de juzgarlas, tratarlas y encerrarlas en el hospital. Teniendo el argumento de que las prostitutas amenazaban la salud pública, el gobierno tenía el arma perfecta para recluirlas, creando un espacio de encarcelamiento en donde se buscaba restablecer la moral.

Espacios en la historia: invención y transformación de los espacios sociales es una invitación a pensar la espacialidad de la historia. La obra se enfoca en los espacios sociales y las opciones interpretativas que éstos pueden brindar. Verlo como recipiente y como productor, apreciar las relaciones sociales como generadoras de espacios, pero al mismo tiempo, como actuantes en ellos. Lo que nos brinda el libro es una gama de espacios sociales, ya sean del siglo XVIII o de plena mitad del siglo XX. La temporalidad y la espacialidad ligadas en el estudio de la cotidianidad, enfocadas en espacios no tangibles, que son creados a partir de políticas urbanas, prácticas diarias, significados y representaciones.

1Albert Einstein, La relatividad, México, Grijalbo, 1970, p. 22.

2Teresita Quiroz Ávila, “Reflexiones sobre el espacio. A manera de prólogo”, en Leonardo Martínez Carrizales y Teresita Quiroz Ávila (coords.), El espacio. Presencia y representación, México, Universidad Autónoma Metropolitana, 2009, p. 26.

3Salomón González Arellano, “Integración de la dimensión espacial en las ciencias sociales: revisión de los principales enfoques analíticos”, en Alejandro Mercado Celis (coord.), Reflexiones sobre el espacio en las ciencias sociales: enfoques, problemas y líneas de investigación, México, Universidad Autónoma Metropolitana, Juan Pablos Editor, 2010, p. 164.

4Véase más en Alicia Lindon, “Los giros teóricos: texto y contexto”, en Alicia Lindon y Daniel Hiernaux (coords.), Los giros de la geografía humana, desafíos y horizontes, Barcelona, México, Anthropos, Universidad Autónoma Metropolitana, 2010.

5Luis Alfonso Peniche Camacho, El centro histórico de la ciudad de México. Una visión del siglo XX, México, Universidad Autónoma Metropolitana, 2004 p. 7.

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