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Historia mexicana

versão On-line ISSN 2448-6531versão impressa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.66 no.1 Ciudad de México Jul./Set. 2016

 

Reseñas

Diego Pulido Esteva, ¡A su salud! Sociabilidades, libaciones y prácticas populares en la Ciudad de México a principios del siglo XX

Mario Barbosa Cruz* 

* Universidad Autónoma Metropolitana-Cuajimalpa.

Pulido Esteva, Diego. ¡A su salud! Sociabilidades, libaciones y prácticas populares en la Ciudad de México a principios del siglo XX. México: El Colegio de México, 2015. 226p. ISBN: 978-607-462-702-2.


El libro de Diego Pulido aborda la complejidad de las sociabilidades etílicas y las prácticas sociales compartidas por hombres y mujeres de diversos sectores sociales y dedicados a numerosas ocupaciones a partir de una revisión amplia de fuentes documentales de diversos acervos y del diálogo con la historiografía nacional e internacional sobre estos temas. La ciudad de México es el escenario y el periodo se extiende desde el porfiriato tardío hasta el año 1929. Los problemas abordados se encuentran en los intersticios de la moralidad y la penalidad; de la prohibición, la temperancia y las políticas más moderadas; así como de la convivencia social y la segregación clasista.

Para lograr este propósito, el autor estudia el problema en varios niveles de análisis: la ubicación de estos lugares en la ciudad, los actores sociales (expendedores, empleados y encargados), el mundo del control y la reglamentación, los discursos sobre la temperancia, las representaciones sobre estas sociabilidades desde la mirada popular y las relaciones entre sociabilidades, violencia y masculinidad.

Antes de señalar algunos de los principales argumentos en relación con estos ejes analíticos, quisiera comentar las preguntas centrales del libro. En primer lugar, está el interés de explorar cuándo el consumo de alcohol pasó de ser una práctica condenada moralmente a un problema social estudiado científicamente. No es un asunto menor ni sólo está relacionado con la proscripción del consumo de bebidas embriagantes ni con la condena o no de ciertos hábitos. Tiene que ver con otros asuntos: conflictos entre los discursos científicos, tradiciones socioculturales, representaciones populares e, incluso, choques entre sectores sociales. En segundo lugar, el autor busca entender los significados de beber para diversos grupos más allá de formas de control y resistencia, como se había abordado inicialmente en la historiografía social. Analiza prácticas diversas de interrelación social que incluyen, por supuesto, el desafío a la autoridad, pero también formas de negociación en la vida diaria mucho más sutiles. ¿Cómo entender las excusas, las formas de relativizar las leyes y reglamentos o las prácticas de corrupción? Hay un conjunto de sutilezas a tener en cuenta para comprender las relaciones sociales de manera mucho más compleja evitando las conclusiones fáciles y las asociaciones entre acciones y reacciones. Ése, a mi modo de ver, es uno de los aportes del libro y se suma a los esfuerzos recientes de la historia social y de la cultural por evitar las explicaciones a partir de fuentes aisladas y, muchas veces, descontextualizadas. Pulido, a partir del análisis de ámbitos bien seleccionados, logra explicar las sociabilidades urbanas desde la polifonía de las relaciones sociales en la ciudad de México a comienzos del siglo XX.

El libro mantiene un diálogo crítico con la bibliografía disponible, un diálogo en donde se retoman, discuten y proponen nuevas interpretaciones para pensar la ciudad, los efectos de la modernización y del crecimiento urbano, las políticas federales y locales, el impacto del cambio de las élites gobernantes durante la Revolución, y los ecos del positivismo y el cientificismo al analizar el mundo social. Sin duda, también hay una preocupación por entender y diferenciar las relaciones y los papeles de hombres y mujeres. Asimismo, el autor introduce el análisis de las formas de estigmatización de las mujeres como encargadas, empleadas y consumidoras de los locales de consumo etílico a partir del contraste de los estereotipos y las representaciones construidas por los contemporáneos de esta época (intelectuales y prensa, principalmente). En un mundo cargado de representaciones masculinas, en el que las mujeres permanecían como víctimas bajo el crisol de la moralidad, Pulido resalta su capacidad de agencia y cómo la presencia creciente en el mundo del trabajo causó debates sociales en la época.

Después de esta ubicación general de los problemas de estudio y los aportes de la obra, no quisiera hacer un recorrido puntual por cada uno de los capítulos sino mencionar algunos de los argumentos que, a mi modo de ver, son relevantes en el cuerpo del libro en el marco de la historiografía social, cultural y urbana de los últimos años.

En primer lugar, me parece muy acertada la decisión de Pulido de iniciar su libro con un análisis socioespacial de los escenarios en donde transcurre esta historia: pulquerías, cantinas, fondas y figones (los dos últimos eran pequeños comercios en donde el pulque acompañaba el expendio de alimentos). Caracteriza estos sitios y, por medio de planos construidos por el autor, brinda la posibilidad de ubicar las colonias, los rumbos y las calles en donde había mayor presencia de estos lugares. No sólo permite saber por qué hay un incremento de fondas y figones luego de la crisis del monopolio pulquero después de 1915, sino que también nos da una idea de las formas como los capitalinos enfrentaron las crisis de la Revolución. Esta situación está contextualizada en las tendencias de segregación social del espacio y de políticas de diferenciación de áreas con fronteras muy tenues. En contra de algunas interpretaciones que señalan una diferenciación más marcada en toda la ciudad, el autor señala que las fronteras eran porosas y que, en la práctica, el ideal de la separación social y espacial de lugares de sociabilidad etílica no se consiguió en áreas y rumbos centrales de la ciudad.

El capítulo dedicado al análisis social de los actores de esta historia resulta de interés para aquellos interesados en conocer las prácticas de diversos sectores sociales urbanos. Pulido analiza el mundo de los pequeños y las pequeñas comerciantes, de los encargados y los empleados de pulquerías, cantinas, fondas y figones. En este apartado quisiera resaltar el papel de estos sujetos sociales como (cito) “engranajes de la vida citadina”. Nos dice el autor que conversaban con la gente; eran confidentes; atendían la solvencia, la prosperidad y la escasez dependiendo de los tiempos; y cuidaban las relaciones sociales con los clientes y con la autoridad. Eran un engranaje entre diversos sectores sociales y sus testimonios dejan ver sus reacciones ante la autoridad, ante los monopolios de los empresarios del pulque, así como su defensa de la libertad de comercio en tiempos de las campañas en favor de la temperancia, que aumentaron su número a partir de 1915.

Estos sujetos sociales eran el principal blanco de las violaciones a los reglamentos cambiantes que buscaban controlar y disciplinar la vida de los establecimientos, un propósito que chocaba con la libertad de comercio. A partir de una muestra de infracciones a los reglamentos, Pulido muestra que los expendios más multados fueron las pequeñas pulquerías y que los motivos aludidos fueron diversos. En este capítulo el autor se propone mostrar las tonalidades diversas de la relación entre el infractor corruptor y la autoridad corrompida a partir de varias actitudes: negociar, “dar guantes”, desafiar, relativizar la norma. Éste ha sido un asunto central, a mi modo de ver, para entender las relaciones con la autoridad y, como lo mencionaba anteriormente, para superar las explicaciones duales de control y resistencia, así como para pensar las relaciones con la autoridad y con las normas legales como un asunto más complejo. Pulido avanza en la caracterización y análisis de la negociación y la corrupción. Analiza las acciones de las autoridades y de quienes recibieron una infracción: qué ganan y qué pierden unos y otros. Estos mecanismos tan comunes en la vida cotidiana pocas veces se han discutido en la historiografía para ir más allá de su significado textual o de los estereotipos construidos que impiden una comprensión más amplia de actitudes y formas de interrelación.

Paralelamente a estos esfuerzos de reglamentación hay otro nivel de análisis en la obra: los discursos sobre el consumo de alcohol, el alcoholismo y la temperancia y sus condiciones de enunciación. Al analizar las campañas moralizantes de católicos y protestantes en la prensa y los impresos, así como las acciones de corte pedagógico, Pulido discute uno de los énfasis del libro. Me refiero a las diferencias entre, por una parte, los discursos de corte liberal en el porfiriato tardío que acudían a la defensa de la moral y a la formación de ligas y asociaciones particulares y, por otra, el discurso cientificista en defensa de la salud impulsado por algunas de las élites de la posrevolución. El autor encuentra un programa social más amplio a partir de la década de 1920 que incluye la enseñanza alcohólica, la creación de instancias gubernamentales, exposiciones, charlas y publicaciones, que marca un viraje en la forma como el gobierno enfrentó el consumo etílico.

Uno de los capítulos más sugerentes del libro reconstruye los imaginarios, valores y estereotipos populares que, en gran parte, hacían contrapeso o mostraban otras aristas del discurso de la temperancia. Pulido presenta y analiza imágenes, grabados, litografías, impresos, hojas sueltas elaborados por individuos que conocían los circuitos de circulación de éstos. Dichas representaciones referían tanto las prácticas de consumo etílico vistas desde el punto de vista del consumidor, como las burlas de los reglamentos y las políticas gubernamentales. Son un acervo de representaciones sobre la hombría, la diversión, la melancolía, el sufrimiento y la explotación. Muchas eran críticas y sátiras, mientras que otras eran formas de publicidad de fondas, cantinas o pulquerías, así como representaciones de la ebriedad, aceptable o no, y de los propios límites de la ética plebeya. Estas representaciones contrastan con las normas y las políticas. Son ejemplos de los enfrentamientos entre diversos sectores sociales, de los desencuentros. De igual forma muestran las formas de caricaturizar las condenas hipócritas de las élites que también consumían bebidas embriagantes pero que rechazaban abiertamente las costumbres populares. Por otra parte, estas representaciones permiten aprehender la ética propia de los sectores populares frente al consumo etílico e, incluso, la apropiación de los discursos de temperancia y de control para señalar límites propios a estas sociabilidades.

El último nivel de análisis que quiero resaltar corresponde a las relaciones que Pulido establece entre las libaciones, la violencia y la masculinidad a partir del análisis de un grupo de 370 expedientes de casos de violencia ocurridos entre 1900 y 1929, en los que el consumo de bebidas embriagantes tuvo un papel protagónico. En ellos, el autor encuentra testimonios de diversos sujetos: los gendarmes, los testigos y los médicos. Unos acusan, otros se defienden y los últimos expresan la opinión “científica” sobre las heridas y el estado de ebriedad. Pulido subraya el papel de la embriaguez como exculpante o atenuante y analiza cómo se enfrentaron estos casos en donde se expresaba ese lugar común de las políticas y los discursos de las élites: la relación indisoluble entre violencia y alcohol. Pulido encuentra que la violencia era evaluada en estos casos a partir de su relación con el estado de embriaguez y achacada principalmente a los sectores populares. De la misma manera, analiza los rituales de masculinidad construidos a partir de la riña y el uso de la violencia, así como el papel de hombres y mujeres en estos altercados. También resalta las estrategias de los rijosos para enfrentar las acusaciones: negar la falta, acudir a la embriaguez como excusa para atenuar la pena o aducir “lagunas mentales” generadas por el consumo de alcohol. El teatro de la impartición de justicia es un ámbito privilegiado para analizar la acción de las autoridades, el papel de la ciencia y de los médicos, y los discursos propios de los acusados frente a la mirada de reprobación de la embriaguez de los sectores populares por parte de las élites.

Estos ejes analíticos y argumentos centrales permiten a Pulido señalar cómo van cambiando las prácticas y las sociabilidades populares, las formas de ejercer autoridad o la inserción de discursos en boga en ámbitos internacionales. También le permiten establecer las diferencias sociales y de género tanto en los diversos escenarios de las sociabilidades como en los discursos de las élites del porfiriato tardío y de la posrevolución.

Es necesario seguir pensando una de las tesis más acertadas de este libro. A lo largo de las primeras décadas del siglo XX, hubo un cambio cualitativo para enfrentar las prácticas libatorias: el individuo no era castigado por sus actos delincuenciales sino por la posibilidad de cometerlos. Las políticas de higiene social impulsadas desde las élites construyeron brechas de comportamiento social de clase donde, al parecer, no las había. Es una afirmación más de una diferenciación social creciente entre sectores sociales con sus propias sociabilidades y espacios de encuentro que, sin duda, marcan un contraste en relación con la recuperación discursiva de lo popular en la Revolución. En este sentido, me parece que hubiera sido muy enriquecedor para el libro haber tomado en cuenta la construcción de la categoría de clase a partir del rico análisis de las diferencias aparentes entre prácticas tan cotidianas como departir en lugares públicos dedicados a la sociabilidad.

Sin embargo, insisto en que este libro es un ejemplo muy destacado de una investigación original y muy bien construida, con gran cantidad de fuentes rescatadas de diversos repositorios documentales y con indudables aportes para el análisis de las sociabilidades urbanas. También es un ejemplo de una historia social y urbana cada día más sólida, con interpretaciones novedosas y análisis finos de prácticas tan cotidianas como alzar la copa para brindar, tal como lo enuncia el título de la obra de Diego Pulido.

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