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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.65 no.1 Ciudad de México jul./sep. 2015

 

Reseñas

Aarón Grageda Bustamante (coord.), Intercambios, actores, enfoques. Pasajes de la historia latinoamericana en una perspectiva global

Aidé Grijalva* 

* Universidad Autónoma de Baja California. Correo electrónico: aidegrijalva@gmail.com.

Grageda Bustamante, Aarón. Intercambios, actores, enfoques. Pasajes de la historia latinoamericana en una perspectiva global. Hermosillo: Universidad de Sonora, 2014. 156p. ISBN: 978-607-518-076-2.


Palabras clave: Grageda Bustamante; América Latina; siglo XVI; siglo XVII; siglo XVIII; siglo XIX

Keywords: Grageda Bustamante; Latin America; 16th Century; 17th Century; 18th Century; 19th Century

Este libro nos permite entender los esfuerzos que un grupo de historiadores llevan a cabo para ofrecer una visión novedosa de la interpretación de los procesos históricos en América, con representaciones distintas del pasado de un continente que se insertó en la historia mundial a raíz de su descubrimiento por Europa.

Los ocho trabajos incluidos en este libro dan un panorama de la infinidad de fenómenos que significó esta inserción. Dos de éstos, el de Aarón Grageda y el de Nino Vallen, se remontan al siglo XVI, e incluso este último autor hurga en el mundo del medioevo, para aleccionarnos sobre las ideas predominantes acerca del papel del rey y de la monarquía. Eberhard Crailsheim nos pasea por el siglo XVII y la primera mitad del XVIII mientras que Diana Brenscheidt lo hace por la otra mitad de ese siglo. El siglo decimonónico atrapó a Ruth Mandujano López, mientras que Bernd Hausberger, Ana María Rigotti y Marcela Lucci nos traen al recientemente finalizado siglo XX. De esta manera, esta historia global incluye los últimos cinco siglos de la historia americana.

La diversidad de temas está íntimamente ligada con el momento histórico estudiado. El papel de los cronistas oficiales de Indias encargados de escribir una historia a modo que satisficiera a la corona de España está muy bien descrito por Aarón Grageda, quien al parecer sufrió descifrando documentos en el Archivo de Indias en Sevilla para escribirlo. Si el trabajo de archivo es arduo, más lo es cuando lo paleografiado habla de los aconteceres de siglos pasados, en este caso del XVI.

Grageda también husmea en los siglos XIV y XV para averiguar el surgimiento de los cronistas reales desde la época de Alfonso el Sabio y explicarnos bien cómo se estableció una política de Estado para asegurar que quedara registro de lo sucedido y acontecido en el mundo recién descubierto, al punto que se crearon los cargos de cronista mayor y de cosmógrafo en la Corte de España. La preocupación de la corona española por dar al traste con la leyenda negra que se hizo alrededor de los métodos utilizados por sus súbditos en el Nuevo Mundo dio lugar a lo que Grageda denomina una “política de la memoria” y el surgimiento de las crónicas maestras. Para el autor estas crónicas, además de eurocentristas, carecen de autoridad y, al descalificar este tipo de documentos, reivindica la importancia de percibir a cada cultura y civilización en su luz propia. Nosotros añadiríamos que la historia debe estar alejada lo más posible del poder.

Nino Vallen, de la Universidad Libre de Berlín, da cuenta de dos crónicas del periodo de la conquista. Una, la de un soldado en busca de fortuna que fue parte de la expedición de Francisco Vázquez de Coronado, al norte, y que terminó en Culiacán, en donde escribió su reporte, no dejando muy bien parados a los nativos del lugar, por tener éstos una naturaleza violenta, comer carne humana, ser polígamos u homosexuales flagrantes, además de idólatras. Pedro de Castañeda de Nájera, nombre del relator, fantasea haciendo un recuento de otros pueblos a los que nunca visitó pero cuya existencia alimentaba el imaginario colectivo de la soldadesca de la época, que buscaba salir de su miseria descubriendo mundos llenos de riqueza. Este relato nos remitió a lo acontecido con la península de California, hoy Baja California, ubicada según las Sergas de Esplandián, de García Ordóñez de Montalvo, a la diestra de las Indias, poblada sólo de mujeres sin varones, presidida por su reina Calafia.

La otra crónica rescatada por Vallen es la de un integrante de una de las familias más pudientes de Nueva España, que se movía en el mundo de la corte virreinal, responsable de poner en contacto a la corte imperial de Japón con la del virreinato novohispano. Autor de un tratado con consejos para gobernar, Rodrigo de Vivero, nombre del susodicho asesor gubernamental, aprovecha para deslizar críticas al bombo y platillo con que vivía la corte novohispana comparándola con la prudencia de la japonesa. No solo eso, sino que denuncia la corrupción existente entre los funcionarios reales en Acapulco, de donde zarpaba el galeón de Manila, cargado de plata de contrabando.

Eberhard Crailsheim nos regala uno de los artículos más interesantes de esta compilación. Al proponer una revisión y actualización del término de frontera, nos lleva de la mano a las islas Filipinas y su papel como frontera Pacífica dentro del imperio español. No solo eso, nos habla del papel crucial del galeón de Manila, la nave que hacía su anual recorrido entre Manila y Acapulco, a través del océano Pacífico, tocando puntos intermedios, y al que califica como nervio central de Filipinas y vínculo de unión entre España y sus dominios asiáticos. Este profesor de la universidad alemana de Hamburgo combinó con gran destreza la investigación en archivo con fuentes secundarias para detallar las formas de explotación establecidas por el Imperio español con los nativos de las islas Filipinas, encargados no solo de cortar la madera para construir los galeones sino de su completa fabricación. Así pues, nos enteramos de la existencia de astilleros en dichas islas, en donde el trabajo indígena compulsivo fue el pan nuestro de cada día, y la muerte de la población nativa algo común y tolerado, contribuyendo a su extinción física como etnia.

La etnomusicóloga Diana Brenscheidt nos regresa al norte de México, a la Tarahumara, a la segunda mitad del siglo de las luces, el de la Ilustración. Ella nos narra las peripecias y desventuras de un jesuita que vivió entre 1761 y 1767 entre los nativos rarámuris, autor de un diccionario bilingüe, alemán-tarahumara, escrito en el exilio cuando los integrantes de la Compañía de Jesús fueron expulsados de los reinos de España y Portugal. Para Brenscheidt, alemana radicada en Hermosillo, donde trabaja en la Universidad de Sonora, el diccionario es, además de una prueba del dominio de la lingüística por parte de su autor, un libro al que reivindica como precursor de la Antropología, de la etapa que algunos estudiosos consideran la era de la Antropología antes de la Antropología. Publicado en 1803, obra póstuma del misionero jesuita cuyo nombre fue Mattäus Steffel, sus descripciones sobre los bailes y la música, las legendarias carreras a pie de los tarahumaras, los rituales indígenas, el violín tarahumara entre otros, es una de las pocas fuentes accesibles actualmente sobre los nativos de la Tarahumara, rarámuris a los que consideraba un pueblo tranquilo y pacífico en oposición a los apaches: nación pagana, libre, ladrona y barbárica, según los decires del jesuita.

Con Ruth Mandujano viajamos en los barcos de vapor que iniciaron el comercio entre México y Asia en pleno porfiriato, a finales del siglo XIX. La académica de la Universidad de British Columbia, Canadá, nos hace el inventario de cuatro compañías marítimas que intentaron, algunas con éxito y otras no, abrir las rutas para unir a México con esa parte del mundo: Acapulco,­ Manzanillo, San Blas, Guaymas, Salina Cruz y Hong Kong, Yokohama y Manila y puntos intermedios como Honolulu. Mandujano registra en 1897 el establecimiento de una colonia japonesa en Escuintla, Chiapas, la primera que patrocinó el gobierno japonés en América Latina, dentro de la estrategia de hacer visible la presencia nipona en el continente, y nos informa de la gran cantidad de chinos que viajaban en dichos barcos, enganchados para trabajar en los ferrocarriles o en las haciendas en México. Las descripciones de esas travesías son tan dramáticas que nos recuerdan las que siglos antes hacían los hombres que procedían de distintos lugares de África rumbo al continente americano. Se calcula que en los 12 viajes anuales de estos vapores, entraron entre 4 y 9 000 chinos al año. Tal como lo señala Mandujano, los barcos de vapor de esas cuatro compañías contribuyeron a la transformación de los destinos individuales y colectivos de los viajeros, como sucede ahora con los miles de migrantes que tratan de llegar a Estados Unidos, expulsados de sus países de origen por las hambrunas, el desempleo y el crimen organizado.

“Este viaje ha fracasado por el aceite español”, titula a su divertido e interesante ensayo el austriaco avecindado en nuestro país, Bernd Hausberger, actual investigador del Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México. Bernd revisó los diarios de un profesor universitario de literatura, escritos durante el periodo nacionalsocialista, y que al ser publicados en 1995 tuvieron un gran éxito editorial en Alemania. El profesor Víctor Klemperer viajó por varios países de Sudamérica y por España y sus apuntes sorprenden por su sinceridad, su antisemitismo, racismo, elitismo, su profundo alemanismo y excesivo moralismo. Bernd Hausberger hace referencia solamente a los diarios de los viajes que el profesor escribió en 1925 y 1926, acompañado de la que fue su primera esposa. De Lisboa salió rumbo a Río de Janeiro, y de ahí a Santos, luego a Montevideo, Buenos Aires, La Plata y Bahía. Lleno de prejuicios, al llegar a Buenos Aires prefirió quedarse en el barco a dormir, por desconfianza a los hoteles locales, pues odiaba a los argentinos aun antes de pisar tierra. Pero sus comentarios irónicos y arrogantes no eran sólo sobre otros países. Cuando fue a un baile en Berlín, se escandalizó por la “desvergüenza salvaje” y “el coito público” de los jóvenes berlineses, a quienes deseó se les recluyera en un asilo de trabajo.

Cuando viajó a España, sus juicios sobre los distintos lugares visitados en Andalucía, Málaga, Sevilla, Córdoba, Granada, y luego Madrid y Santander, están cargados de un feroz antihispanismo. Con una aguda capacidad de observación, apuntaba todo lo negativo que observaba de España: las escuelas malas, la suciedad, la falta de higiene, la brutalidad de las corridas de toros, lo ruidoso de los cines, pero sobre todo su fobia especial por la cocina española, ¡por culpa del aceite! Al parecer, su idea de modernidad contaminó su visión del mundo hispánico. Para Hausberger, Klemperer reprodujo en sus juicios un imaginario antiespañol muy arraigado en la Alemania protestante. Y tal vez en esto radica la explicación de que estos diarios hayan sido bestsellers cuando salieron a la luz pública en 1995.

Los viajes a Sudamérica del urbanista francés Gaston Bardet son abordados por Ana María Rigotti, ensayo que, junto con el de la barcelonesa Marcela Lucci sobre el asociacionismo catalán en América Latina, es desde nuestra perspectiva el menos afortunado de los incluidos en este libro.

Rigotti tuvo acceso al fondo Bardet del Instituto Francés de Arquitectura, lo que le permitió reconstruir los ires y venires por el continente americano del arquitecto francés Gastón Bardet, uno de los críticos más acérrimos de Le Corbusier y de su concepción arquitectónica, a la que calificaba de urbanismo para insectos. Eran los tiempos de los primeros pasos del urbanismo como disciplina y del surgimiento de las escuelas de arquitectura en América Latina. Tal vez nuestra ignorancia sobre este tema no nos permita valorarlo en su real dimensión, pues uno de los arquitectos mexicanos más connotados de mediados del siglo XX, Mario Pani, formó parte de su grupo y de su visión renovadora.

Marcela Lucci describe las diferentes organizaciones que los catalanes de América Latina establecieron en los países latinoamericanos, principalmente en Buenos Aires y en La Habana. Explica las diferencias entre centro, casal, comité, y entre catalanes de América y catalanes en América. Sospechamos que a la autora le ganó su catalanismo al escribir su ensayo y que no logró la sana distancia requerida en un trabajo de corte académico. Es interesante porque describe cómo evolucionó el asociacionismo de beneficencia y socorros mutuos al de la actividad política, haciendo periodizaciones que van desde las postrimerías del siglo XIX hasta mediados del XX, con una breve descripción de la genealogía de las asociaciones catalanistas en América Latina, según lo reconoce la misma autora.

Sorprende la omisión de Marcela Lucci del papel de los catalanes en California, a donde llegaron a finales del siglo XVIII enviados por la corona de España en una estrategia de poblar esa parte del imperio español, pues los rusos e ingleses merodeaban la región. Es más, el descubrimiento de la bahía de San Francisco, California, se atribuye a catalanes. También se extraña que la autora no informe sobre el número de catalanes que había en cada uno de los países en donde se formaron asociaciones de distinta índole. Según el periódico español El País, en 2014, de los 220 000 catalanes que viven en el extranjero, 50% de ellos radica en el continente americano: 25 000 en Argentina, 13 000 en México y 10 000 en Estados Unidos.

Para terminar queremos llamar la atención sobre el hecho de que todos los trabajos incluidos en el libro están fundamentados en un sólido aparato crítico y respaldados en investigaciones llevadas a cabo principalmente en archivos internacionales. La bibliografía citada nos habla del interés que existe en otros países del orbe sobre los aconteceres americanos. De alguna manera nos remitieron a aquel controvertido libro de Enrique Florescano titulado El nuevo pasado mexicano, en donde el historiador veracruzano reconocía que los libros más prometedores sobre la historia mexicana los estaban escribiendo académicos de otros países, acabando con el provincialismo de antaño en el que la historia de México sólo la podían escribir los mexicanos.

Es evidente que, como lo señala Aarón Grageda en su interesante estudio introductorio, está pendiente la construcción de un arsenal teórico para que persista el interés en la historia global como subdisciplina. Los diferentes ensayos que integran este texto buscan, según las palabras del coordinador, alimentar el interés académico por conocer cómo la globalización ha venido a transformar hoy las nuevas formas con las que se escribe la historia de América Latina. Este libro es, sin duda, la respuesta de un grupo de historiadores a los desafíos de la globalización.

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