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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.64 no.3 Ciudad de México ene./mar. 2015

 

Reseñas

Gabriel Rosenzweig (comp.), Alfonso Reyes y sus corresponsales italianos (1918-1959): Guido Mazzoni, Achille Pellizzari, Mario Puccini, Dario Puccini, Elena Croce y Alda Croce

Fernando Ciaramitaro* 

*Universidad Autónoma de la Ciudad de México

Rosenzweig, Gabriel. .),, Alfonso Reyes y sus corresponsales italianos (1918-1959): Guido Mazzoni, Achille Pellizzari, Mario Puccini, Dario Puccini, Elena Croce y Alda Croce. México: El Colegio de México, 2013. 200p. ISBN: 978-607-462-495-3.


La excelente compilación de Gabriel Rosenzweig de una abundante correspondencia, entablada entre diciembre de 1918 y 1959, ilustra y aclara los vínculos intelectuales y humanos -hasta ahora desconocidos- del poeta, ensayista y diplomático mexicano Alfonso Reyes (1889-1959) con seis eruditos italianos: Guido Mazzoni, Achille Pellizzari, Mario y Dario Puccini, Elena y Alda Croce.

El volumen está dividido en cuatro secciones: inicia con una breve introducción, sigue con el epígrafe, la correspondencia entre Reyes y los ilustrados italianos (que consta de 91 misivas), y concluye con unos valiosísimos anexos y un índice onomástico.

Los documentos analizados por el colector, en dos idiomas, el italiano y el español, algunos manuscritos y otros mecanografiados, se encuentran repartidos en cinco repositorios entre México e Italia: la Capilla Alfonsina en la ciudad de México; el archivo Mario Puccini en el Gabinetto Scientifico Letterario G. P. Vieusseux en Florencia; el archivo Elena Croce en la Fondazione Biblioteca Benedetto Croce en Nápoles; el archivo Stefania Piccinato Puccini en Roma y la biblioteca Angelo Monteverdi de la universidad romana La Sapienza.

Toda la documentación italiana se presenta al lector en una óptima traducción al castellano realizada por el mismo Rosenzweig: se trata de las cartas de Guido Mazzoni, Achille Pellizzari, Elena y Alda Croce (los Puccini escribían a Reyes siempre en español), y de los artículos, notas y reseñas sobre Reyes, redactados y publicados en Italia por los Puccini y las hermanas Croce.

En el primer apartado del texto, denominado “Presentación” (pp. 13-28), el compilador, después de haber explicado cómo se fue tejiendo la red de las relaciones culturales entre los italianos y Reyes, esclarece, por medio de unas muy sintéticas biografías, el perfil literario y sociopolítico de los cultos interlocutores del regiomontano que aquí -en esta reseña- quiero ampliar para que el posible lector interesado y especializado se anime a seguir en la investigación sobre el tema.

Guido Mazzoni (1859-1943), profesor de literatura italiana en las universidades de Padua y Florencia, presidente de la Academia de la Crusca y senador, fue un poeta academicista, sagaz y original en sus líricas de inspiración doméstica, sublime traductor y crítico de literatura hispánica.1 Achille Pellizzari (1882-1948), crítico literario y académico en las universidades de Mesina, Catania y Génova, se especializó no sólo en literatura hispana sino también en Guittone d’Arezzo y Alessandro Manzoni. Hasta su muerte dirigió la prestigiosa revista La Rassegna, antes Rassegna bibliografica della letteratura italiana. Los dos italianos conocieron a Alfonso Reyes en 1918 en Madrid, en el Centro de Estudios Históricos, en donde Reyes estuvo investigando desde 1916 (pp. 13-14).

Mario Puccini (1887-1957) y Dario Puccini (1921-1997), respectivamente padre e hijo, fueron ilustres estudiosos de la literatura hispanoamericana. Mario, que emprendió muy joven su carrera literaria con prosas líricas y retratos morales de ambientación provincial (Novelle semplici, 1907; Faville, 1914), fue precursor en Italia en la difusión de la literatura mexicana, apreciado articulista y novelista y autor de relatos de viaje; asimismo, se dedicó a la literatura española como crítico (Miguel de Unamuno, 1924) y traductor.2 Su descendiente, Dario Puccini, fue docente universitario en Caller y en La Sapienza de Roma; tradujo al italiano y editó numerosas obras de poetas y escritores españoles y latinoamericanos (Pablo Neruda, Octavio Paz, Gabriel García Márquez, Rafael Alberti, etcétera); y en 1980 fundó y dirigió la revista Letterature d’America.

Mario Puccini conoció personalmente a Alfonso Reyes en 1936 durante un congreso en Argentina, pero la comunicación epistolar entre los dos había empezado 14 años antes, en la primera mitad del año 1922, y continuó hasta la muerte del primero. La camaradería con Mario Puccini “resultó muy fructífera para Reyes. Ello, fundamentalmente porque lo acercó a los lectores italianos” (p. 16). Con Dario Puccini el trato del mexicano fue comparativamente más corto, de 1957 a 1959: el padre, poco antes de morir, los puso en contacto y explicó a Reyes que su hijo menor era su único heredero intelectual y espiritual; le requirió que le enviara publicaciones y, conjuntamente, que le consiguiera una beca para que estudiara en la Universidad Nacional Autónoma de México o en El Colegio de México.

Elena (1915-1994) y Alda Croce (1918-2009), hijas del famoso historiador y pensador Benedetto y grandes escritoras y ambientalistas italianas del siglo pasado, tuvieron un papel esencial para la difusión en los años cincuenta de la obra de Reyes en la joven república italiana. En efecto, Elena Croce, que compartió con su marido, Raimondo Craveri, la dirección del periódico literario Lo Spettatore italiano, a partir de enero de 1955 empezó a publicar en italiano algunos textos sobre Reyes. Entre ellos Alfonso Reyes, ‘Trayectoria de Goethe’ y Goethe y la filosofía del dibujo. A la par, la relación epistolar entre Elena Croce y Reyes inició por decisión del regiomontano quien, al parecer, después de haber leído la reseña Trayectoria de Goethe, quiso precisar a la directora su nacionalidad: él era mexicano y no un español emigrado a América a causa de la guerra civil (pp. 116 y 169). Ciertamente, Elena Croce en la recensión se había equivocado; empero, gracias a aquel episodio fortuito, se entabló una nueva y fuerte amistad, que dio lugar a un continuo intercambio de libros y se trasladó también a la hermana menor, perdurando con cariño hasta el fallecimiento de Reyes.

El último carteo considerado por Gabriel Rosenzweig, el de Alda Croce y Alfonso Reyes, más copioso que el anterior, se centra principalmente en dos asuntos: la traducción a lengua italiana de Visión de Anáhuac y la realización por parte de Alda Croce de una pesquisa exhaustiva sobre la labor literaria del mexicano.

Reyes sugirió a Alda Croce, el 15 de mayo de 1958, cómo estructurar su primer libro en italiano. Propuso que se llamara Orígenes mexicanos y que contuviera en el primer capítulo Visión de Anáhuac, en el segundo un fragmento inédito -hasta aquella fecha- titulado Moctezuma y la ‘Eneida mexicana’ y en el tercero el texto La hispanización, que ya había sido publicado en castellano como primer epígrafe del tomo Letras de la Nueva España (p. 135). Alfonso Reyes, sin embargo, no llegó a ver la realización del ambicionado proyecto. La versión italiana de sus trabajos se imprimió, en efecto, en 1960, unos pocos meses después de su fallecimiento. Se trata del número 6-7 de la colección “Quaderni di pensiero e di poesia”, dirigida por Elena Croce y María Zambrano.3 Finalmente, el repertorio alfonsino en la lengua de Dante sufrió algunas modificaciones respecto a la propuesta del prosista regiomontano: incluye Visión de Anáhuac, Moctezuma y la ‘Eneida mexicana’ y Pasado inmediato, los primeros dos apartados traducidos por Alda Croce y el tercero por Leonardo Cammarano, un filólogo casado con la hija más joven de Benedetto Croce, Silvia.

El volumen está introducido por una breve nota explicativa supuestamente escrita por Alda Croce. En ella se afirma que Reyes es el más grande “representante de la literatura mexicana contemporánea” (p. 141).

A través de las cartas recopiladas por Gabriel Rosenzweig, el lector consigue saborear, además, unos retratos más íntimos de sus remitentes, escrutar las convicciones políticas, las posturas psicológicas y las emociones poéticas más recónditas de aquellos hombres y mujeres. Las muestras de estas pasiones son cuantiosas y se encuentran, por ejemplo, en los sinceros y rebuscados halagos de Guido Mazzoni: “El volumen El plano oblicuo me ha hecho adentrarme más en su espíritu y su arte. Son páginas intensas de visión y figuración” (p. 32); “[…] sus libros constituyen un espejo de una producción más interesante que la de España. Las cuestiones que usted dilucida pertenecen con frecuencia a la civilización europea (¡e incluso japonesa!). Causa estupor tanta y tan variada cultura y el dominio de todos los argumentos” (p. 35); en los juicios radicales de Achille Pellizzari: “[…] América Latina ha encontrado en usted el intérprete que necesitaba, es decir, el hombre ligado con la conciencia y con el arte a la piedad filial de la patria y, al mismo tiempo, experto en el resto del mundo y capaz de entender sus ideas y sentimientos con inteligencia alta y noble” (p. 36); en la doctrina política de Mario Puccini sobre Italia y su época: el fascismo “no solamente como valiente expresión de vida del nuestro país, más aún como concepción política y moral de una época que, después de la guerra, ha determinado, junto al fracaso del comunismo, el ocaso del liberalismo y que acaso puede ver por el fascismo efectuada una nueva expresión del estado moderno, oligárquica es probable, pero enérgica y restauradora” (p. 65); en la habilidad diplomática de Reyes: nunca colaboró -no obstante los continuos pedidos, con el envío de artículos y notas- con las revistas oficiales del gobierno fascista mussoliniano; los italianos, al contrario, publicaron con esmero y deseo de propaganda textos de elogios sobre la producción literaria de los intelectuales mexicanos, la tarea de la Secretaría de Educación como promotora de cultura y formación, la calidad de la revista Contemporáneos, etcétera. Paradigmática es la respuesta de Reyes del 6 de diciembre de 1926: “No tengo, en efecto, suficiente libertad política para opinar sobre el régimen público de Italia: soy un soldado en filas. Sólo, aquí en lo personal, le declaro a Ud., como Goethe, que me es más odioso el desorden que nada, porque el desorden es la fuente de todas injusticias. Tal es mi filosofía social” (p. 68). Finalmente, estas grandes amistades se pueden ver también en el veraz afecto de Reyes hacia las hermanas Croce al aclamarlas como “Musas” (p. 133).

Por último, el volumen recopilatorio de Gabriel Rosenzweig alcanza el objetivo de llenar un vacío en la literatura mexicana sobre las redes intelectuales de Alfonso Reyes y, para la historia del siglo XX, de contribuir a colmar el surco de las relaciones socioculturales entre México e Italia. Igualmente, considero que la lectura del libro en cuestión puede avivar el interés de los estudiosos sobre el tema y ser de provecho para las indagaciones futuras.

1Entre sus obras más relevantes en prosa y poesía se encuentran: Avviamento allo studio critico delle lettere italiane, Verona-Padua, Drucker, 1892; Glorie e memorie dell’arte e della civiltà d’Italia: discorsi e letture, Florencia, Alfani e Venturi, 1905; Poesie, Bolonia, Zanichelli, 1913.

2Entre sus publicaciones de argumento iberoamericano se hallan: L’Argentina e gli argentini, Milán, Garzanti, 1939, y Nel Brasile, Roma, Società nazionale Dante Alighieri, 1940.

3Alfonso Reyes, Origini messicane. Visione di Anahuac (1519) e altri saggi, Roma, De Luca, 1960.

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