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Estudios sociológicos

versión On-line ISSN 2448-6442versión impresa ISSN 0185-4186

Estud. sociol vol.39 no.115 Ciudad de México ene./abr. 2021  Epub 06-Sep-2021

https://doi.org/10.24201/es.2021v39n115.1874 

Reseñas

Excluidos de la felicidad. La estratificación social del bienestar emocional en España. Eduardo Bericat (2018). Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, 392 pp.

Adriana García Andrade1 
http://orcid.org/0000-0003-0823-623X

1Departamento de Sociología, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco, Ciudad de México, México, agarciaaamx@yahoo.com

Excluidos de la felicidad. La estratificación social del bienestar emocional en España. Bericat, Eduardo. 2018. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, 392p.


En 1979 se estrenó la telenovela mexicana Los ricos también lloran, protagonizada por Verónica Castro. Fue una novela exitosa, muy vista y comentada en México y Latinoamérica, con una premisa obvia incluso para quienes no la vieron o no tienen referencia de ella: tener dinero no da la felicidad. Esa idea, aunque no se discuta explícitamente, sigue rondando en las mentes y prácticas de los ciudadanos de todo el mundo. La felicidad aparece como un producto psicológico relacionado con la salud mental del individuo, por tanto, un pobre puede ser feliz y un millonario, estar deprimido.

Hace más de cien años, Karl Marx insistía en que las ideas de las personas estaban íntimamente relacionadas con sus condiciones materiales y que la “ideología” podía oscurecer esas relaciones. Así, un trabajador con un salario para sobrevivir resistía apenas su pesada existencia bajo la promesa de que era ‘más fácil que un camello pasara por el ojo de una aguja a que un rico llegara al cielo’.

El libro de Eduardo Bericat aborda la relación entre dinero y felicidad y elimina velos ideológicos. El autor quiere presentar la felicidad no como un atributo del individuo ni como algo dependiente de su carácter o de su constitución genética, ni de su capacidad o incapacidad de ir al psicólogo. La propuesta es clara: observar sociológicamente la felicidad. Es decir, qué condiciones materiales y sociales propician estados de bienestar emocional y cuáles minimizan las probabilidades de que ocurran. Su conclusión es contundente, a saber: los ricos también lloran, pero las probabilidades de que esto suceda son muy bajas respecto de sus contrapartes pobres. Esto lo muestra para el caso de España al afirmar que “la probabilidad que tiene un rico de ser feliz es tres veces superior a la de una persona pobre. A la inversa, la probabilidad de un pobre de ser infeliz es casi 12 veces superior a la de un rico…” (Bericat, 2018, pp. 216-217). De tal suerte, el dinero no da la felicidad, pero sin dinero no hay bienestar emocional.

Además, en su libro muestra la debilidad de hablar de relaciones causales simplistas. Si bien es cierto que existe una “alta correlación entre la riqueza de los países y sus niveles medios de felicidad”1 (p. 213), después de cierto punto de crecimiento económico ya no se elevan los niveles de felicidad. Es decir, se requieren condiciones materiales suficientes para generar bienestar, pero mejores condiciones materiales no dan más felicidad. Por ello, en las estadísticas mundiales, la influencia entre aumento de ingresos económicos y felicidad es mayor en los países pobres y “disminuye conforme aumenta su riqueza” (p. 213).

Esto muestra cómo el bienestar emocional es un estado complejo en sus componentes y en sus condicionantes. La felicidad es “una metaemoción, es decir, el sentimiento que emerge de una estructura afectiva compleja compuesta por muy diferentes estados emocionales” (p. 168). Ante esta complejidad, afirma el autor, las escalas más utilizadas para la medición de felicidad en el mundo son muy simples: la escala de Cantril, la escala de satisfacción con la vida y la escala de felicidad (p. 25). Las tres son univariables (sólo se utiliza una pregunta, con una variable asociada a ésta, para medir felicidad o satisfacción) y, a decir de Bericat, también son “una caja negra”. Por ejemplo, se pide a los individuos que se sitúen entre los números 1 y 10 respecto a su satisfacción en la vida o a su felicidad. El autor pregunta: si me ubico en 7, ¿qué significa esto? Para él: “… idénticos niveles de bienestar o malestar emocional pueden estar sustentados en distintas estructuras afectivas, es decir, en combinaciones muy particulares de estados emocionales” (p. 166). Además, una escala de felicidad y otra de satisfacción están correlacionadas, “pero no miden exactamente lo mismo” (p. 167).

Por ello, Bericat propone el IBSE (índice de bienestar socioemocional) para medir una metaemoción tan compleja como la felicidad. Para el autor, el bienestar emocional se logra cuando se cumplen ciertas condiciones materiales: tener dinero suficiente para las necesidades materiales (situación); relaciones sociales de calidad en las que el individuo tiene un estatus reconocido (estatus); una personalidad que se valora a sí misma, cuestión que depende de las recurrentes interacciones en las que el individuo generó confianza o falta de confianza en sí mismo (persona), y control sobre las condiciones externas que se mide a través del grado de estrés o preocupación que muestra el encuestado frente a su entorno (poder).

La determinación final de estos cuatro factores estuvo dirigida por las propuestas teóricas de tres sociólogos de las emociones (Theodore Kemper, Randall Collins y Thomas Scheff) y una noción “democrítea de la felicidad, es decir, [como] eutimia o buen ánimo” (p. 86). De los sociólogos Kemper y Collins retoma cómo el poder y el estatus de quienes participan en las interacciones diarias inciden en el bienestar o malestar emocional generado en éstas para cada participante (quienes cuentan con mayor estatus y poder tenderán a obtener admiración, respeto, seguridad y confianza). De Thomas Scheff retoma cómo cada vínculo social, ya sea “seguro” o “inseguro”, de confianza o desconfianza, impactará en sentimientos de vergüenza o de orgullo que dejan una impronta en la autovaloración de cada individuo. Debido a que la medición de bienestar no está dada por una encuesta elaborada por el autor,2 las preguntas utilizadas para medir los factores son las que mejor se ajustan a éstos con el “análisis de factor común” y el “análisis de componentes principales” (p. 108). Al final, el autor opta por un modelo de cuatro factores (situación, estatus, persona y poder) y ocho variables que miden estados emocionales asociados.

Lo anterior lo expone en la primera parte de su libro. Después de un elaborado instrumento teórico y metodológico, en la segunda parte propone su aplicación para observar que hay una estratificación social de la felicidad. Es decir, cómo nuestras posiciones sociales/materiales maximizan o minimizan nuestras posibilidades de bienestar. Así, en el capítulo 6 contrasta el bienestar emocional de pobres y ricos, en el 7 presenta los niveles de bienestar de las personas socialmente excluidas (sin hogar, inmigrantes y personas con capacidades diferentes), en el 8 analiza a personas con una circunstancia vital que impacta su bienestar (enfermas, desempleadas, divorciadas y viudas), en el 9 expone las desigualdades de género y edad en términos de bienestar, y en el 10 culmina con una recapitulación de sus principales hallazgos y trazos de investigación futura. En estos capítulos sobra la evidencia que sustenta la principal tesis del libro: la felicidad o bienestar emocional “varía en función de la posición social que ocupe la persona…” (p. 30).

Entre los grandes aciertos y aportes del análisis se halla la propuesta de una medición más compleja para la felicidad, tema que se ha vuelto económica y políticamente relevante en el mundo actual. Además, insiste en que la felicidad (como noción social e históricamente situada) está relacionada con el bienestar material, pero no únicamente. Los seres humanos somos una especie social y requerimos de contactos e interacciones con otros de nuestra especie. Y, aunque no todas las interacciones generan bienestar (como ya lo han comprobado Kemper, Collins y Scheff, los tres pilares teóricos de la propuesta de Bericat), sin interacciones una parte del bienestar se pierde. Asimismo, el autor hace implícitamente una propuesta social de la personalidad como producto de las condiciones sociales (de estatus), materiales (económicas), de poder (control de la propia situación social) y relacional (de las interacciones en que las anteriores variables juegan). Así, nuestras personalidades, ya sea llenas de vergüenza, de optimismo o de enojo no son sólo producto de nuestras características biológicas o caracterológicas (psicológicas), sino de las reiteradas interacciones en que, por una posición de estatus menor, fuimos agredidos, humillados o, a la inversa, por una posición de mayor poder, fuimos enaltecidos y apreciados.

Otra cuestión por destacar es la propuesta de Bericat de una “teoría sociológica de la infelicidad”. El autor encuentra que los factores que inciden en la felicidad no son los mismos que inciden en la infelicidad. Una teoría sociológica de la infelicidad requiere indagar acerca de tres privaciones fundamentales: “la falta de respeto, la falta de dinero y la falta de sentido” (p. 36). Aunque el autor no desarrolla este enunciado a cabalidad, ni cómo podría aplicarse en un instrumento de encuesta, vale la pena regresar a él. Por ejemplo, la falta de respeto, tal como Bericat la concibe, se refiere al “reconocimiento de que cualquier ser humano, por el simple hecho de serlo, merece un trato social personal especial mediante el que se le ha de atribuir suficiente dignidad y valoración, evitando el desprecio, la indiferencia, el desaire o la repulsa” (pp. 36-37).

Lo que Bericat denomina respeto es uno de los factores que la neurocientífica Barbara Fredrickson (2015) 3 propone como requerimiento de una interacción con “resonancia de positividad”, que genera sincronización biológica y conductual y una sensación de bienestar. A lo largo de más de 20 años, la autora ha mostrado cómo los seres humanos requerimos de interacciones rituales exitosas, como diría Collins, para la sobrevivencia de la especie. Para la autora, cualquiera puede lograr esta resonancia de positividad y bienestar en sus relaciones con otras personas.

Desde la sociología, como propone Bericat, la posibilidad de bienestar en la interacción se circunscribe a aquellos humanos a los que se trata con respeto. Así, una posibilidad biológica de bienestar se ve limitada por las condiciones sociales, por la posición social que cada quien ocupa. Esta situación genera nuevos problemas de investigación que requieren el cruce de fronteras disciplinares para complejizar el fenómeno del “bienestar o del malestar emocional”.

Entre los temas que propone el texto de Bericat y que requieren ser discutidos en aras de seguir complejizando este ámbito de estudio, es si el concepto “felicidad” es útil científicamente. Desde mi perspectiva, es un término muy cargado de nociones históricas y de sentido común y, a pesar de los esfuerzos propuestos por Bericat, difícil de hacer operativo. De hecho, el índice que propone el autor se llama “de bienestar socioemocional”, y no índice de felicidad.

Además, a pesar de la complejidad en la construcción teórica de los factores de bienestar, debido a que el autor retoma preguntas de otro instrumento,4 pensado para otros fines, se pierde la especificidad de los factores enunciados teóricamente al momento de su aplicación práctica. Por ejemplo, el factor de estatus se mide con las preguntas: ¿con qué frecuencia durante la última semana se ha sentido triste? ¿Con qué frecuencia se ha sentido deprimido? ¿Con qué frecuencia se ha sentido solo? (p. 348). La relación de estas preguntas con el factor estatus requiere de mayor elaboración (que no aparece en el texto). Se podría asumir que, puesto que las teorías de Kemper y Collins afirman que un mayor estatus en las interacciones genera más fácilmente energía emocional y bienestar (Collins), entonces un estatus bajo está asociado a mayor frecuencia de tristeza. Sin embargo, si una persona afirma que se siente sola “todo el tiempo”, ¿eso significa que no tiene estatus?, ¿o que no tiene bienestar por estatus? ¿Las personas que tienen estatus no están solas? Sería muy pertinente hacer las respectivas aclaraciones para después sostener mayores o menores grados de bienestar. Esto no es problema del instrumento en sí, sino de la imposibilidad de acceder a mediciones y datos tan amplios como la Encuesta Europea, pero elaboradas con el propio marco analítico.

Con todo, el libro es magnífico para cualquier cientista social interesado en el tema del bienestar emocional y su relación con las posiciones sociales y económicas de las personas. Además, para los especialistas en sociología de las emociones es un ejemplo a seguir en la aplicación de metodologías cuantitativas para medir lo que parecería ser tan personal y escurridizo como las emociones.

Referencias

Fredrickson, Barbara (2015). Amor 2.0. Ciudad de México: Océano. [ Links ]

1Caso aparte resultan los países latinoamericanos que, con ingresos magros, tienen niveles de felicidad altos (véase apartado 6, p. 203 y ss.).

2El autor utiliza la Encuesta Social Europea (ESE) de 2006 y 2012, que ahora incluye “un módulo especial de preguntas sobre estados emocionales” (p. 27), y la compara también con un instrumento elaborado en el Centro de Investigaciones Sociológicas, pero que sigue en gran medida las preguntas usadas en la ESE para hacer comparaciones.

3A quien el propio autor cita en su libro.

4Gran parte de sus resultados están formulados según los datos del módulo de preguntas sobre estados emocionales de la Encuesta Social Europea de 2006 y 2012.

Acerca de la autora

Adriana García Andrade es doctora en humanidades y profesora-investigadora de tiempo completo del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco. Es integrante del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel II. Sus principales temas de investigación son la teoría sociológica contemporánea, la sociología del amor y recientemente la relación entre sociología de las emociones y neurociencia afectiva. Es vicepresidenta at large del Comité de Investigación RC33 Logic and Methodology en ISA (International Sociological Association) y corresponsable de la red Feminist Love Studies. An International Network. http://feministlovestudies.azc.uam.mx/

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