SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.36 número107Victoria Gessaghi, La educación de la clase alta argentina: entre la herencia y el mérito índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

Links relacionados

  • Não possue artigos similaresSimilares em SciELO

Compartilhar


Estudios sociológicos

versão On-line ISSN 2448-6442versão impressa ISSN 0185-4186

Estud. sociol vol.36 no.107 Ciudad de México Mai./Ago. 2018

https://doi.org/10.24201/es.2018v36n107.1611 

Reseñas

Pierre Bourdieu, Intervenciones políticas. Un sociólogo en la barricada

Bruno Lutz* 

* Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Xochimilco, México. Correo electrónico: brunolutz01@yahoo.com.mx.

Bourdieu, Pierre. Intervenciones políticas. Un sociólogo en la barricada. México: Siglo XXI, 2015. 352p.


Esta obra compilada bajo la dirección de Pierre Bourdieu tiene como finalidad restituir lo que fue el “motor” de sus investigaciones intelectuales. Asimismo, Intervenciones políticas reúne textos poco conocidos y algunos inéditos, así como entrevistas y llamamientos. Este material diverso producido durante más de tres décadas nos muestra que el sociólogo francés no era indiferente a la miseria del mundo. Thierry Discepolo, corresponsable de la edición en español junto con Frank Poupeau, se esmeró en dar a conocer “los basamentos de una obra surgida de un trabajo que jamás se ha desvinculado de los sobresaltos de la historia social y política” (p. 16).

Hasta su muerte en 2002, Bourdieu se esforzó por llevar la crítica al dominio público mediante la democratización de las herramientas de reflexión intelectual orientadas a la emancipación de los dominados. Para él, la sociología ha renunciado históricamente a la pretensión de exponer un ideal del mundo social para acceder al estatus de ciencia. La era de los grandes tratados ha terminado. Hoy en día vivimos sumergidos en la política, escuchando ideas fáciles de oír porque son alimentadas por el sentido común. Los medios masivos de comunicación tienen una responsabilidad directa en la masificación de ideas obvias: son los doxósofos de los tiempos modernos. El conspicuo sociólogo se impuso por principio decir lo que era más difícil de admitir para el público. “Esta voluntad de ‘politizar las cosas volviéndolas científicas’ y de ‘pensar la política sin pensar políticamente’ ha quedado de manifiesto desde los primeros trabajos de Pierre Bourdieu sobre Argelia” (p. 21), escriben los compiladores. Para el pensador, el objetivo de la sociología es transgredir, discutir lo indiscutible y poner a debate fragmentos del conocimiento ordinario en materia de política. “Lo que se puede exigir con todo rigor al etnólogo es que se esfuerce por restituir a otros hombres el sentido de sus comportamientos, del que los ha desposeído el sistema colonial, entre otras cosas” (p. 30). A diferencia de Sartre y Fanon, Bourdieu defendió no la Argelia libre, sino un pensamiento libre sobre Argelia.

El joven profesor se oponía al antagonismo radical entre los intelectuales que estaban a favor de la independencia de esta colonia francesa y quienes, por el contrario, se oponían al movimiento insurreccional. Bourdieu llamaba a la razón para entender a este pueblo, su sufrimiento bajo el yugo colonial y sus derivaciones. Él mismo padeció la arbitrariedad de la etnología colonial mientras fungía como docente en la Facultad de Argel. Estudió y escribió sobre las estrategias de reproducción cultural entre la minoría cabila, destacando la capacidad de adaptación de los individuos a las reglas comunitarias. Descubrió durante la guerra de independencia de este país del Magreb que el subproletariado campesino oscilaba entre el cambio revolucionario y la conservación de las estructuras sociales tradicionales. Ahí, el prestigio se adquiría por la acumulación de actos virtuosos, así como por saber leer y escribir.

En Intervenciones políticas se da un amplio espacio para mostrar la lucha política del intelectual a favor de una escuela más equitativa, aunque el actuar de esta última es transformar las diferencias sociales en diferencias escolares. Denunció con fuerza los mecanismos de reproducción del monopolio de las posiciones dominantes. Bourdieu criticó el efecto de veredicto de los resultados escolares que orientan infaliblemente al alumno en una dirección u otra.

Aquellos a quienes la escuela ha liberado son más proclives que los demás a creer en la escuela liberadora. Alienados por su liberación, ponen su fe en la escuela liberadora al servicio de la escuela conservadora, que debe al mito de la escuela liberadora una parte de su poder de conservación. (p. 59)

Para el sociólogo, la escuela, aunque formalmente equitativa, es un instrumento de reproducción de las desigualdades: tanto más éxito en la escuela, tanto más favorecido económica y culturalmente. Así, la escuela consagra las desigualdades, las sanciona y las legitima. En entrevista, asevera que “los hombres políticos hacen de la escuela un objeto de lucha porque no tienen proyecto” (p. 239). En múltiples ocasiones Bourdieu se opuso a reformas escolares al lado de los estudiantes, de ahí el subtítulo de la obra aquí reseñada: “un sociólogo en la barricada”.

En el mayo de 1968, el Centro de Sociología de la Educación y de la Cultura (CSEC) hizo un llamamiento a la celebración de los Estados Generales de la enseñanza y la investigación. Nos enteramos también de las respuestas de Bourdieu a las críticas que recibió a raíz de la publicación de La reproducción y La distinción. Fue atacado por quienes, desde una postura conservadora, lo acusaban de ir en contra de los principios de autoridad que son el fundamento del orden social de las diferencias. En 1982, como profesor del prestigioso Colegio de Francia, Bourdieu redactó, a petición del presidente francés, un informe sobre la educación que incluía propuestas para atenuar los efectos de la competencia y los concursos, aumentar la autonomía de las escuelas, así como mitigar los veredictos escolares. Estas ideas fueron retomadas parcialmente por el Poder Ejecutivo.

El sociólogo entró en conflicto con los expertos de la política que, por lo general, repiten nociones conocidas e intrascendentes, así como juicios de valor recubiertos de “cientificidad”. Bourdieu denunció a quienes nombró “intelectuales de servicio”, individuos que ponen su título al servicio del Estado. El hombre cultivado es, en todas las sociedades, un hombre hecho y derecho. Considerando acertadamente que existe una “magia de las palabras”, Bourdieu nos invita a distinguir a los profesionales de los profanos de la política. ¿Por qué sólo los políticos tienen competencia para hablar de política?, se pregunta. ¿Qué han hecho y siguen haciendo para que la política les pertenezca? Según el profesor del Colegio de Francia, la política debe ser vista como un espacio de juego en el cual es necesario sentirse con derecho a jugar. Esta crítica del quehacer político es fundamental para propiciar el dominio de la virtud civil y para que el interés privado no esté al servicio del bien público. El intelectual comprometido es capaz de analizar la relación entre lo oficial y lo oficioso, la demagogia y el discurso performativo. En una entrevista, señala Bourdieu:

El discurso, cualquiera que sea, es producto del encuentro entre un habitus lingüístico, es decir una competencia inseparablemente técnica y social (a la vez, la capacidad de hablar de cierta manera, socialmente marcada), y un mercado, es decir, un sistema de formación de precios que contribuirán a orientar de antemano la producción lingüística. (p. 195)

Muy atinadamente, sugiere someter a una crítica radical las palabras que designan a colectivos (masas, pueblo, el “nosotros” de los líderes sindicales, etc.). Al deconstruir la ontología política a partir del principio de reflexividad, aparece no sólo la larga historia de las palabras, sino las condiciones de apropiación de las mismas en un campo determinado. Los voceros son investidos y al mismo tiempo se adueñan de la capacidad de expresar un sentir colectivo. “La toma de palabra es siempre una toma de palabra de los otros o, más bien, de su silencio” (p. 93), escribe Bourdieu. Recordando a Weber, el sociólogo francés afirma que se debe plantear el problema de la delegación y de la desposesión de la palabra que la representación colectiva conlleva.

Creó la revista Actes de la Recherche al margen de las publicaciones controladas por los hacedores de las ciencias sociales. Propuso reflexionar sobre temas no tratados por la sociología académica: el periodismo, la moda, el ejército, la historieta, etc. Al igual que Foucault, Bourdieu se dio a la tarea de mostrar la importancia de los temas dejados de lado por la ciencia académica. Denunció la normalización de los objetos de la sociología y propuso una desacralización de la ciencia. La dominación del campo científico por los herederos deja al margen a los dominados de siempre. “La nueva elite posee la autoridad más natural: la del conocimiento, que no se transmite por herencia. Su legitimidad no tiene que legitimarse: descansa sobre la desigualdad” (p. 150). Para democratizar el saber sociológico y concretar la autonomía del campo intelectual, Bourdieu multiplicó las iniciativas editoriales.

En la obra Intervenciones políticas, el lector descubre el llamamiento de Bourdieu, Foucault y muchos otros intelectuales en contra del Estado de sitio en Polonia en 1981. La razón debe estar puesta al servicio de los dominados para que comprendan la lógica multisitiada de los mecanismos que reproducen su opresión. La empatía del intelectual con quienes no tienen voz es determinante para orientar el sentido de la acción colectiva, como en la Guerra de Argelia, los muchos movimientos estudiantiles y sindicales que azotaron Francia entre las décadas de 1960 y 1990, las dictaduras sudamericanas de los setenta, etc. En entrevista, el sociólogo francés postuló que “todo consiste en dar una fuerza social a la crítica intelectual y una fuerza intelectual a la crítica social” (p. 190). Poniendo en práctica este precepto, Bourdieu fundó la Internacional de los artistas y científicos para que pudieran expresar libremente un punto de vista sobre la realidad política y manifestar asimismo su interés en lo universal. Gracias a esta iniciativa, hoy en día los escritores perseguidos pueden encontrar refugio en una de las 44 casas de la Red Internacional de Ciudades Refugio -el caso más famoso es el exilio de Salman Rushdie en el Reino Unido- (en la Ciudad de México opera la Casa Refugio Citlaltépetl desde 1999). En la última década del siglo XX, Bourdieu creó con otros académicos el Comité Internacional de Apoyo a los Intelectuales Argelinos (CISIA), para facilitar su exilio y promover la paz civil en este país mediterráneo hundido en una sangrienta guerra interna. Tomando la precaución de deslindarse del pensamiento neocolonialista, Bourdieu abogó por la libertad de crear y pensar. “Cuando se mata a aquellos cuyo oficio es producir ideas, análisis, obras de arte u ocuparse del bienestar de la vida humana, se ataca la cabeza, al corazón, a la voz de un país” (p. 334), anotó con razón el sociólogo.

Pierre Bourdieu se dio a conocer, sobre todo, como un sociólogo original y riguroso que propuso una teoría para desmontar los mecanismos de la dominación clasista. Pero desde el momento en que estuvo al lado de los manifestantes parisinos, su relación con los medios se agrió. Denunció el poder informativo de quienes controlan las televisoras, radios y periódicos al presentar una sola lectura de los acontecimientos, una interpretación única de los hechos. Intelectual y militante de izquierda, el sociólogo, autor de 37 libros, criticó fuertemente la complicidad de los medios masivos de comunicación con la élite en el poder.

La libertad del intelectual le permite ser responsable -socialmente responsable- y pensar libremente. Para Bourdieu, la tarea de los intelectuales se resume en una “Realpolitik de la razón”, la cual implica combatir la violencia simbólica, la más insidiosa de todas las violencias. La violencia simbólica se manifiesta, entre otros, en la competencia perpetua en el mundo escolar, laboral y social que desolidariza a los individuos. El descubrimiento de invariantes en la reproducción de la distinción es lo que permite comprobar la lógica ahistórica de los principios de diferenciación y, por ende, posibilita la formulación de propuestas para una sociedad más justa. Bourdieu sugiere pensar una acción reguladora que tome en cuenta los elementos de una economía orientada hacia la felicidad. En entrevistas, conferencias y en sus escritos, el galardonado con la medalla de oro del Centro Nacional de Investigación Científica (cnrs, en sus siglas en francés) abogó por sustituir el economicismo hegemónico que deshumaniza a los ciudadanos por una economía social que tome en cuenta las necesidades y el sufrimiento de la gente.

Finalmente, los responsables de ordenar los artículos, llamamientos y entrevistas logran dar a conocer en la obra Intervenciones políticas las diferentes expresiones sociales del compromiso político de Bourdieu a lo largo de su carrera. Lejos de limitarse a prodigar consejos y criticar todo lo injusto, el profesor de la prestigiosa Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales tomó posición en diferentes conflictos de su tiempo, siempre desde el campo autónomo de la reflexión intelectual. Al filo de la lectura, descubrimos y redescubrimos varios aspectos esenciales del pensamiento teórico de Bourdieu: sus conceptos de habitus, campo y capital, así como las nociones cruciales de estrategia y reproducción. Este libro publicado por la editorial Siglo XXI muestra con brío cómo se fue desplegando el pensamiento crítico de uno de los más grandes intelectuales europeos que, invariablemente, tomó posición a favor de los dominados. Y terminaremos con lo que Bourdieu dijo una vez en entrevista: “El conocimiento del mundo social es, sin duda, una de las condiciones más indispensables para un pensamiento crítico verdaderamente responsable” (p. 267).

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons