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Estudios sociológicos

versión On-line ISSN 2448-6442versión impresa ISSN 0185-4186

Estud. sociol vol.36 no.107 Ciudad de México may./ago. 2018

https://doi.org/10.24201/es.2018v36n107.1583 

Artículos

Diferenciación y desigualdad: el problema de la estratificación social en la obra de Georg Simmel

Differentiation and inequality: the problem of social stratification in Georg Simmel’s work

Lionel Eduardo Lewkow1 

1CONICET/Instituto de Investigaciones Gino Germani, Universidad de Buenos Aires, llewkow@yahoo.com.ar


Resumen:

A partir de una revisión minuciosa de la obra de Georg Simmel, me propongo intervenir en el debate que se suscitó en la sociología alemana en torno al supuesto desencuentro de dos líneas de investigación: la teoría de la diferenciación y la de la desigualdad. Mediante el examen de dos modalidades de diferenciación en los textos de Simmel -esto es, la diferenciación de roles y la autonomización de la economía monetaria-, se mostrará en qué puntos se conectan y dónde se separan los polos desigualdad-diferenciación. La hipótesis que me guía es que hay en Simmel una interpretación en clave cultural del problema de la estratificación social. En estas coordenadas se dará cuenta de la afinidad de la perspectiva del sociólogo berlinés con las teorías de la estratificación de Karl Marx y Pierre Bourdieu.

Palabras clave: sociología clásica; Georg Simmel; diferenciación; desigualdad; estratificación social

Abstract:

After thoroughly reviewing Georg Simmel’s work, we aim to take part in a discussion that aroused within German sociology about the alleged disagreement between two research lines: the differentiation theory and the one on inequality. Through the examination of two forms of differentiation that are present in Simmel’s texts -that is, the role differentiation and the autonomization of monetary economy- we will show in which points the poles differentiation-inequality are connected and where are separated. The hypothesis that will guide us is that an interpretation of social stratification in a cultural key can be found in Simmel. In these coordinates, we will display the similarity between the perspective of the sociologist from Berlin and the theories from Karl Marx and Pierre Bourdieu.

Key words: classical sociology; Georg Simmel; differentiation; inequality; social stratification

Introducción1

[L]os pescadores y también las familias pequeño-burguesas, invisibles en la sombra, se apretujaban contra el vidrio para percibir, lentamente balanceada en oleadas de oro, la vida lujosa de aquellas gentes, tan extraordinaria para los pobres como la vida de los peces o de moluscos extraños (es un gran interrogante social saber si la pared de vidrio protegerá siempre el festín de las bestias maravillosas y si las personas oscuras que miran ávidamente en la noche no vendrán un día a recogerlos en su acuario y se los comerán).

Marcel Proust, En busca del tiempo perdido II: a la sombra de las muchachas en flor

La tradición sociológica suele ser interpretada y enseñada a partir de un conjunto de polaridades. Acción-estructura, micro-macro, subjetivo-objetivo, pueden considerarse como las más célebres. A esta tendencia dualista no escaparon las discusiones sobre la teoría de la diferenciación, un hilo conductor de la teoría sociológica que atraviesa las obras de Herbert Spencer (1898 [1876]), Georg Simmel (1989a [1890], 1989b [1900]), Émile Durkheim (1995 [1893]), Talcott Parsons (1976 [1951]), Norbert Elias (1977) y Niklas Luhmann (1997). Sin embargo, es a partir de la perspectiva de la “diferenciación funcional” que propuso este último -y como complemento su crítica al concepto de clase social-, como surgió en el ámbito alemán de la sociología la discusión respecto a un nuevo dualismo que se sumaría al inventario, a saber: diferenciación-desigualdad.

En este sentido, Hartmann Tyrell (1978) sostiene que, al perder la estratificación relevancia como criterio explicativo de la modernidad, en la System theorie de Luhmann -pero también en la perspectiva de Parsons, su maestro en Harvard- se harían difusos los límites entre estratos, individualizándose así la atribución de estatus. En consecuencia, ya no se podrían establecer delimitaciones claras entre agrupamientos jerárquicos, lo que haría imposible definir cuáles y cuántos estratos componen la sociedad. En sintonía con ello, Thomas Schwinn (2007, p. 11) alude al contraste entre desigualdad y diferenciación como la disputa de las “dos sociologías”:

Si se contemplan las teorías clásicas y las actuales bajo este aspecto, entonces hay dos conceptos teóricos que se ofrecen para un posible análisis general de las sociedades modernas: la diferenciación de los hombres según criterios de desigualdad social o la diferenciación de órdenes o sistemas parciales según determinados criterios directrices. (Schwinn, 2007, p. 6. Mi traducción)

Finalmente, Uwe Schimank (1996) también es de la idea de que la teoría de la desigualdad, representada ante todo por el análisis marxista de las clases sociales, y la teoría de la diferenciación, ya sea como diferenciación de roles o autonomización de esferas sociales, son perspectivas opuestas al momento de señalar los rasgos estructurales de la sociedad moderna.

Este artículo no busca izar la bandera triunfal de los dualismos superados. Tampoco se intenta crear categorías ad hoc que achaten la tensión entre los dos polos, desigualdad y diferenciación, reconciliándolos. Lo que se pretende aquí es mucho más modesto. A partir de la lectura atenta de la obra de Simmel, se tratará de mostrar en qué puntos el tema de la diferenciación y el de la desigualdad convergen y dónde se desencuentran. De esta manera, se evitará un doble riesgo: la aceptación ingenua de las polaridades sociológicas, por un lado, y la eliminación de las fricciones teóricas mediante una Aufhebung de corte hegeliano, por el otro. Planteada esta estrategia, procuraremos, entonces, considerar cómo el concepto de clase social, convertido por Karl Marx en herramienta ineludible del análisis sociológico hasta la actualidad, ha seguido su trayectoria en el enfoque de la estratificación que puede reconstruirse a partir de la obra de Simmel. De hecho, aun cuando se analizó la recepción del pensamiento de Marx por parte de Simmel en cuanto al método, la antropología filosófica, la teoría del valor, las consecuencias sociales del dinero, el cambio social y el conflicto cultural (Fitzi, 2003; Cantó Milà, 2005), no se interpretó cómo se manifiesta su recepción del materialismo histórico en la problemática de las clasificaciones sociales. En parte, se dedicarán estas páginas a reponer este inquietante vacío exegético, para lo cual se mostrarán ciertas aristas del tándem Simmel-Marx.

No obstante, la hipótesis que guiará estas reflexiones es que la nota particular de la perspectiva simmeliana consiste en enfocar la estratificación desde una óptica cultural. De esta manera, se señala que Simmel anticipa elementos nodales del programa de investigación de Pierre Bourdieu: en primer lugar, al comparar el dinero y la cultura, ofrece intuiciones cercanas a la noción de “capital cultural”; en segundo lugar, de igual modo que el sociólogo francés, considera que la estructura social puede leerse a partir de los consumos culturales.

Tanto en el contraste con Marx, como en la comparación con Bourdieu, el objetivo no será proponer interpretaciones novedosas sobre estos pensadores, sino, más bien, mostrar en qué coordenadas se sitúa Simmel frente a dos de las teorías más influyentes sobre la desigualdad social.

Para desarrollar este planteo comenzaré por examinar el enfoque de Simmel en torno a la diferenciación de los roles que ocupan los individuos en los incontables grupos de los que son miembros. En este contexto, se mostrará una serie de tensiones entre diferenciación y desigualdad, y cómo Marx y Simmel coinciden y se distancian en sus respectivos abordajes del gran contraste social de la modernidad capitalista entre burguesía y proletariado. Acto seguido, trataré otra línea de trabajo de la obra de Simmel, en concreto: la diferenciación de las áreas más relevantes de la vida social -ciencia, intimidad, arte, etc.-, tomando como ejemplo la esfera económica. También en este terreno se encuentra una divergencia entre las problemáticas de la desigualdad y las de la diferenciación, pero, a la vez, significativos aportes de Simmel al análisis de la estratificación en clave cultural y, con esto, puntos de contacto con el enfoque de Bourdieu. Cierro este texto compendiando los vínculos de la desigualdad -entendida como asimetría entre estratos, pero también entre individuos- con la diferenciación de membresías sociales y la autonomización de la esfera económica.

I. Diferenciación de roles

El problema de la diferenciación es uno de los pilares del programa socioló gico que Simmel nos legó. En efecto, consagra su opera prima, Über sociale Differenzierung (Simmel, 1989a [1890]),2 a este ámbito de reflexión. Como señalara Durkheim (1995 [1893], p. 55) en De la division du travail social, sólo tres años posterior a este texto de Simmel, lo que interesa a su contemporáneo berlinés en este escrito es el “procesus de individuación”.

Uno de los modos en que Simmel enfoca esta problemática tiene que ver con la multiplicación de papeles que el hombre desempeña en su vida social. Para decirlo con la terminología actual, esta tesis formulada en el capítulo IV de Über sociale Differenzierung, bajo el título “El entrecruzamiento de los círculos sociales” -luego retomado y ampliado como capítulo VI de la Soziologie de Simmel-, ofrece una teoría de la diferenciación de roles (Kron, 2014, p. 111; Junge, 2009, p. 20; Schimank, 1996, p. 11). Hasta aquel entonces resultaba inédito que una misma persona tuviera que esforzarse en conciliar prácticas como contribuyente, trabajador, padre de familia, elector político, público de arte, etc.; es decir, prácticas que, en cierta medida, no se coordinan entre sí y se van acumulando en la biografía de cada individuo de modo contingente.

En este sentido, ¿qué sucede con la polaridad diferenciación-desigualdad de cara a un diagnóstico de este estilo? ¿Cómo se reconfiguran las jerarquías sociales a partir de la diferenciación de roles? A continuación enfocaremos estos interrogantes.

I.1. El entrecruzamiento de los círculos y sus efectos sobre las asimetrías sociales

De acuerdo con Patrick Watier (2003, p. 78),

[e]l entrecruzamiento de los círculos sociales trata sobre un esquema de evolución de las sociedades, al mismo tiempo que presenta de manera particularmente clara las nuevas relaciones que se instauran entre círculos sociales e individuo: éstos se encuentran en el punto de intersección de todos los círculos que los constituyen.

De tal modo, el “entrecruzamiento” [Kreuzung] del que habla Simmel se refiere, por un lado, a los grupos sociales modernos y, por otro, a los individuos que participan en ellos. De ahí que el término admita dos acepciones:

  • a) En primer lugar, como ya se anticipó, alude a la pluralidad de papeles que asume un mismo individuo en la vida social, una pluralidad que, además, no está prefijada con el nacimiento, como sucedía en la Edad Media, sino que es resultado de la libre elección. En este sentido, la combinación de membresías que ostenta cada individuo compone un “sistema de coordenadas” que, al aumentar la cantidad de grupos de pertenencia, difícilmente se repite en otro. Desde esta óptica, la individualidad es algo puramente relacional. No consiste en otra cosa que en un abanico de roles más o menos independientes. Se podría decir que el “ADN sociológico” de cada uno se compone de una intersección de membresías grupales, única en cada caso, cuya acumulación es producto de trayectorias más o menos azarosas.

  • b) En segundo lugar, el “entrecruzamiento” tiene que ver con la constitución de los grupos sociales en la modernidad. Los nuevos círculos incluyen elementos homogéneos que proceden de círculos heterogéneos. Así, se lee en Simmel que

[L]a familia abarca un número de individualidades diversas que, al principio, dependen de este lazo de modo estrecho. No obstante, la evolución progresiva implica que cada individuo que la compone teja un lazo con personas que están por fuera del vínculo asociativo original y, en su lugar, poseen una relación con el individuo a través de la igualdad objetiva de las disposiciones, inclinaciones, actividades, etc. (Simmel, 1989a [1890], pp. 237-238. Mi traducción)

Estos grupos atraviesan -ésta es la otra connotación del “entrecruzamiento”- las formas de agrupación más naturales y antiguas que los preceden.

Ahora bien, ¿cómo repercuten sobre el tema de la estratificación ambos significados del término?

En relación con (a), se observa que este proceso desemboca en la pluralización de las jerarquías. Característico de las membresías sociales múltiples es que la pertenencia a un grupo sea independiente, en amplio grado, de las otras inscripciones sociales del individuo. Al respecto, Simmel (1989a [1890], p. 242. Mi traducción) sostiene que todo grupo presenta “diferencias entre lo alto y lo bajo, que no se corresponden en ningún sentido con lo alto y lo bajo dentro de otros círculos”. La desigualdad, por tanto, no podría entenderse en términos de grupos de estatus, ya que cada individuo presenta una combinación singular de posicionamientos en las infinitas jerarquías sociales.

En cuanto a (b), los nuevos círculos disuelven las asimetrías sociales heredadas. Un ejemplo que menciona Simmel (1989a [1890], p. 238. Mi traducción) es el “ideal del humanismo”: “El interés humanista penetró la separación medieval de los círculos y estamentos, ofreciéndole a personas de los más diversos orígenes sociales […] una participación común […] en pensamientos y conocimientos”.

En síntesis, la modernidad, por un lado, desdibujó los márgenes de las viejas clasificaciones sociales y, por otro, fue el suelo nutricio para una miríada de desigualdades individuales.

Interesante es que, a contrapelo de lo señalado recientemente, en diferentes pasajes del análisis simmeliano del “entrecruzamiento” se menciona la participación de los individuos en agrupamientos de estatus. Para tales efectos, Simmel (1989a [1890], pp. 240-241) utiliza los términos “estamento social” [socialer Stand] o “posición social” [sociale Stellung], y también, eventualmente, “clase” [Klasse]. En este sentido, alude, por ejemplo, al “estamento de los trabajadores” [Arbeiterstand] (Simmel, 1989a [1890], p. 230), al “estamento de los comerciantes” [Kaufmannsstand] (Simmel, 1989a, p. 243) y al “estamento de los curas” [Priesterstand] (Simmel, 1989a [1890], p. 273), etc. No obstante, no hay aquí un uso técnico de los términos “Stand” -más habitual en la bibliografía sobre la desigualdad para referirse a la Edad Media- “Stellung” y “Klasse”, los cuales son empleados por Simmel de modo intercambiable y sin definirlos explícitamente.

Por otra parte, el “entrecruzamiento” de círculos implica que el peso de la pertenencia a un “estamento social” se diluya al ser considerada como una entre otras tantas membresías sociales. Al respecto, vale la pena citar a Simmel in extenso:

Si bien el hombre moderno en un comienzo pertenece a la familia paterna, luego pertenecerá a la que funda él mismo y, con esto, también a la de su esposa y, al fin y al cabo, a su profesión, que de por sí, con frecuencia, lo integrará a múltiples círculos de intereses (por ejemplo, en toda profesión que contiene personas en posiciones directivas y subordinadas, cada uno está en el círculo de su negocio, departamento, oficina especial, etc., que abarca a superiores e inferiores, y además en el círculo que se forma entre los que ocupan una misma posición en los diversos negocios, etc.). Así, si bien es consciente de su pertenencia a un Estado y unestamento socialdeterminado, además es oficial de reserva, pertenece a un par de asociaciones y participa de vínculos sociables que cruzan los círculos más diversos. (Simmel, 1989a [1890], pp. 239-240. Mi traducción y subrayado)

Claramente, en este catálogo de membresías, el “estamento social” no tiene más importancia que cualquier otro grupo al que pertenezca el individuo. A ello se agrega un momento del análisis que muestra con contundencia la escisión entre desigualdad y diferenciación.

En efecto, Simmel distingue los grupos que se organizan de manera paralela y los que se articulan de forma concéntrica. Típico de la modernidad es el primer caso. Los grupos de pertenencia son contiguos, en otras palabras, autónomos en amplio grado, y es la síntesis aleatoria de membresías la que da lugar al “sistema de coordenadas” del que emerge la individualidad. Por lo tanto, la diferenciación sigue una dinámica de contención, i.e., traza fronteras entre círculos de pertenencia. Por el contrario, la organización concéntrica de los grupos da cuenta de una dinámica de expansión, característica de la estratificación, pero también de la nacionalidad y la profesión (Simmel, 1989a [1890], p. 241). En todos estos agrupamientos la inscripción en el pequeño círculo define la pertenencia al más extenso: si nací en Madrid, soy parte del colectivo más vasto de mis connacionales españoles; si realicé estudios doctorales de sociología en la Universidad de Friburgo, no obstante, mis investigaciones incorporan y discuten lo más avanzado de la disciplina a nivel internacional; por último -y esto es lo que nos interesa aquí-, si trabajo en una fábrica ensamblando productos de Apple en China, al igual que un estibador del puerto de Buenos Aires, dicho de modo simmeliano, soy parte del “estamento de los trabajadores”.

El contraste entre una dinámica de contención y otra expansiva, evidencia la escisión entre diferenciación y estratificación, lo cual se refuerza si se considera que la articulación concéntrica de los grupos de estatus pone en cortocircuito el libre juego de las membresías sociales y obstaculiza el proceso de la individuación, esto es, el output principal de la diferenciación de roles. De ahí que surja la impresión de que los agrupamientos de estatus sólo pueden tener un lugar parasitario en un análisis de la modernidad que, como el de Simmel, apuesta fuertemente a la noción de individuo.

Hasta aquí, entonces, se han mostrado puntos específicos en los que la línea de investigación de la diferenciación se desencuentra con la de la desigualdad. De modo sucinto:

  • 1) En la modernidad la estratificación medieval se disuelve en nuevos círculos que trascienden las asimetrías heredadas.

  • 2) La diferenciación de roles pluraliza las jerarquías, individualizando la atribución de estatus.

  • 3) Simmel utiliza términos como Stellung, Stand y Klasse, que no define ni diferencia de modo técnico.

  • 4) La pertenencia a “estamentos sociales” no tiene más peso que cualquier otra membresía social.

  • 5) Finalmente, si se describe la estructura social desde la óptica de la diferenciación, se detectan fronteras entre agrupamientos relativamente autónomos (dinámica de contención), mientras que, desde el punto de vista de la estratificación, se desdibujan las fronteras entre grupos pequeños y grandes (dinámica de expansión).

Llegado este punto, nos preguntamos con cierta perplejidad: ¿hay en Simmel un análisis de las jerarquías entre agrupamientos de estatus? En ese caso, ¿cómo se vincula con su teoría de la diferenciación? Por otra parte, ¿qué relación guarda con la óptica marxista de las clases sociales? Finalmente, ¿cuál es su originalidad?

I.2. Simmel y Marx comparados: burguesía y proletariado

En sus desarrollos sobre el “entrecruzamiento” -de un modo más extenso en Soziologie que en Über sociale Differenzierung-, Simmel se refiere al surgimiento de los “conceptos generales” [Allgemeinbegriffe] de trabajador y empresario, allende las diversas ramas puntuales de la economía. Si bien no utiliza la noción de clase social, y sería forzado atribuirle a Simmel esta categoría analítica,3 su enfoque de la estratificación recoge el planteo de Marx aun cuando en este punto no encontremos referencias explícitas al autor de Das Kapital.4

En este terreno, la formación de los círculos sociales sigue el mismo esquema que todos los agrupamientos modernos: la inclusión de elementos homogéneos que proceden de círculos heterogéneos. De acuerdo con Simmel (1992 [1908], p. 493. Mi traducción), “[l]uego de que la diferenciación del trabajo configuró sus diversas ramas, la conciencia abstracta, otra vez, traza una línea que las atraviesa y une lo común en ellas en un nuevo círculo social”, es decir, el círculo de los trabajadores, por una parte, y el de los empresarios, por otra.

Está presente aquí la segunda connotación del “entrecruzamiento” que distinguimos más arriba: los nuevos círculos atraviesan a grupos que los anteceden. En este punto, el tema de la diferenciación converge con el de la desigualdad: la formación de colectivos que cristalizan en torno a los “conceptos generales” de trabajador y empresario responde a un proceso de constitución análogo al de todos los círculos que están en la base de la diferenciación de roles.

Yendo ahora al tándem Simmel-Marx, una similitud evidente entre ambos es que, en su análisis de la estratificación, el primero replica el modelo de dos clases que traza el segundo.

Cierto es que Marx suele mencionar otras clases y categorías sociales -por ejemplo, la pequeña burguesía, los terratenientes, el lumpemproletariado, etc.- junto a los burgueses y proletarios, de acuerdo con el grado de concreción que adquieran sus análisis; incluso así, considera que, tendencialmente, la estructura social del capitalismo termina por simplificarse y reducirse al contraste entre estos dos grandes agrupamientos.5 Por su parte, Simmel (1992 [1908], p. 554) alude a otros estratos, v.gr., la “clase de los pobres” [Klasse der Armen], que distingue de los simples proletarios por el hecho de percibir algún tipo de ayuda social. No obstante, cuando menos en los análisis del “entrecruzamiento”, se trata sólo de los trabajadores y los empresarios. Tanto en Simmel como en Marx, la existencia de un colectivo es condición para la existencia del otro. Los dos, además, definen por conflictividad el vínculo entre estos grupos asimétricos. En sintonía con ello, considera Simmel (1992 [1908], pp. 495-496) que “el concepto general de empresario tiene que surgir como correlato del de trabajador” y “según su esencia lógica [empresarios y trabajadores] están determinados por la oposición”.

Otro elemento de confluencia entre Simmel y Marx remite a las condiciones para el surgimiento de estos grupos: el punto de partida es la posición ocupada en la estructura económica. A propósito, Simmel afirma que

Con indiferencia de que el individuo se ocupe en la fabricación de cañones o juguetes, el hecho formal de que trabaja por un salario lo une con los que se encuentran en la misma situación; la relación equivalente con el capital constituye, en cierto modo, el exponente que permite destacar la homogeneidad en actividades tan diversas y produce la unificación de todos los que participan en ellas. (Simmel, 1992 [1908], p. 493. Mi traducción)

Y, a este respecto, Simmel enumera al detalle los factores que llevan a la constitución de un círculo social que enlaza al conjunto de los trabajadores:

Se requiere la expansión de la industria, que puso a cientos o miles de trabajadores exactamente en las mismas condiciones materiales-personales, y, precisamente, con la división del trabajo progresiva relaciona entre sí las diversas ramas de un modo tanto más estrecho; se requiere la completa penetración de la economía monetaria, que reduce por completo la prestación personal a su valor en dinero; se requiere la elevación creciente del estándar de vida y su incongruencia con el salario para prestar la acentuación decisiva al momento del trabajo asalariado como tal. (Simmel, 1992 [1908], pp. 493-494. Mi traducción)

Sin duda, Marx hubiera suscrito estas afirmaciones. Pues, en lo que toca al desarrollo industrial y la humildad de las condiciones de vida de los obreros, dice en su célebre Manifest (Marx & Engels, 1972 [1848], p. 470. Mi traducción) que “[l]os intereses y las situaciones vitales dentro del proletariado, se equiparan cada vez más a medida que la maquinaria desdibuja de modo paulatino las diferencias del trabajo y presiona al salario, casi en todas partes, hacia un nivel igualmente bajo”. Además, Marx y Simmel -lo cual se convierte en un problema central en Philosophie des Geldes- encuentran en el dinero y la despersonalización un rasgo característico de las modernas relaciones sociales. En este sentido, también dice Marx que la burguesía “ha desgarrado sin compasión los abigarrados lazos feudales que ataban a los hombres a sus superiores naturales y no dejó subsistir otro lazo entre hombre y hombre que el desnudo interés, el insensible ‘pago al contado’” (Marx & Engels, 1972 [1848], p. 464. Mi traducción). Volveremos a este tema más adelante.

Por lo demás, para Marx no hay clases sociales si éstas no se expresan políticamente, pues, como se lee en Das Elend der Philosophie, “la lucha de clase contra clase es una lucha política” (1972 [1847], p. 181. Mi traducción). Por su parte, también en Simmel la conformación de los trabajadores como grupo tiene connotaciones políticas, concretamente en el plano jurídico (conquista del derecho de protección del trabajo, seguro de empleo, etc.) y en las modalidades de protesta (la huelga general), pero, mientras en el planteo marxista una pieza teórica fundamental consiste en que el Estado es funcional para el dominio clasista -en otras palabras, “[l]a administración estatal moderna es sólo un comité que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa” (Marx & Engels, 1972 [1848], p. 464)-, no encontramos en el enfoque simmeliano un análisis de la relación entre estatalidad y estratificación.

Ahora bien, la originalidad del planteamiento de Simmel radica en concebir estos agrupamientos jerárquicos como el emergente de un tipo de mentalidad o cultura moderna, a saber: la “conciencia abstracta”.

Más arriba se mencionó que la formación de los círculos que ligan a la totalidad de los trabajadores, por un lado, y a la totalidad de los empresarios, por otro, requiere poner entre paréntesis las diferencias concretas en estos conjuntos sociales. De acuerdo con la interpretación de Watier (2003, pp. 83-84), esto se conecta con la “intelectualización” moderna o, como lo expresa Simmel (1903, p. 2) en sus análisis de las grandes urbes, el “dominio del entendimiento” [Verstandesherrschaft], es decir, el avance del racionalismo que trata a hombres y cosas de un modo puramente objetivo, haciendo a un lado sus notas cualitativas.

Con un matiz algo diferente, en su “sociología de los sentidos” Simmel (1992 [1908], pp. 722-742) vuelve sobre este abordaje del tipo de mentalidad implicado en la formación de los trabajadores y los empresarios como grupos. Allí sostiene que, comparativamente, la vista se define por la captación del “ser” [Sein], es decir, lo permanente, invariable y general, mientras que el oído atrapa lo variable y particular, o sea, el “devenir” [Werden]. De acuerdo con Simmel, esta característica de los sentidos da lugar, en cada caso, a configuraciones sociológicas muy distintas. De tal modo, “[l]a producción inmediata de formas sociales muy abstractas e inespecíficas resultará muy favorecida […] mediante la proximidad visual y la falta de proximidad auditiva. Esta constelación […] ha propiciado en gran medida el surgimiento del concepto moderno de ‘trabajador’ ” (Simmel, 1992 [1908], p. 732. Mi traducción). Al respecto, Simmel señala que en los gremios medievales las relaciones interpersonales estaban mucho más orientadas al trato directo e íntimo que en las grandes fábricas modernas: “Aquí, por primera vez, donde se ve a una infinidad de otros sin oírlos, se consuma aquella abstracción elevada de lo que es común a todos ellos, lo cual, a menudo, es impedido en su desarrollo por lo individual, concreto y variable que nos es facilitado por el oído” (Simmel, 1992 [1908], p. 733. Mi traducción).

De vuelta al contrapunto con Marx, el enfoque de Simmel sobre los estratos sociales resulta coherente con el vínculo de complementación con el materialismo histórico que propone en el “Prefacio” de Philosophie des Geldes. El énfasis sobre el racionalismo y el primado de la vista, en suma, la “cultura espiritual” moderna, pondera los fenómenos económicos como “el resultado de valoraciones y corrientes más profundas, precondiciones psicológicas e incluso metafísicas” (Simmel, 1989b [1900], p. 13. Mi traducción). Se trata del correctivo que el sociólogo aplica a las lecturas sesgadas, mecanicistas o economicistas del marxismo. En otros términos, para Simmel lo económico y lo cultural están en una “reciprocidad infinita”, donde no hay ninguna determinación en última instancia.

Recapitulando, si en el apartado anterior se revisaron aspectos específicos en los que el problema de la diferenciación sigue un camino opuesto al de la desigualdad, aquí se explicita que el contraste social entre trabajadores y empresarios es producto de un modo de constitución de los círculos sociales típico de la diferenciación moderna de roles. En esta ambigüedad oscila el planteo simmeliano de la estratificación: la antítesis y la conciliación de los polos diferenciación-desigualdad. Asimismo, se especifican puntos de contacto entre Marx y Simmel, pero también la nota distintiva del abordaje que propone el último. Podría decirse que empresarios y trabajadores, en tanto colectivos humanos abstractos, son expresión de una mentalidad o cultura moderna. Esta cultura se define por el avance del racionalismo y el primado de la vista por encima de los otros sentidos. Así, el rasgo específico del enfoque de las asimetrías sociales que se desprende de la sociología de Simmel consiste en abordar la estratificación desde un punto de vista cultural, lo cual gana profundidad en su enfoque sobre la moda y el acceso desigual a la cultura; perspectiva que prefigura, en ciertos aspectos, al proyecto sociológico de Bourdieu.

Para profundizar en esta interpretación, resta aún desarrollar la otra dirección de la teoría simmeliana de la diferenciación, esto es, la autonomización de esferas u órdenes sociales tomando como ejemplo la economía monetaria. Entonces, a partir de ahora, se dejará en segundo plano el tema del “entrecruzamiento”, pero sólo para retomar luego, desde una base teórica más firme, nuestra propuesta en torno al enfoque cultural de las clasificaciones sociales.

II. Diferenciación de órdenes sociales

En el capítulo conclusivo de Über sociale Differenzierung, Simmel (1989a [1890], p. 266) afirma que “el dinero resulta de un proceso de diferenciación” y agrega que

[e]l valor de cambio de las cosas, de una cualidad o función, que ganan junto a sus otros atributos, tiene que separarse de éstas y convertirse en algo autónomo en la conciencia antes de que tenga lugar la asociación del atributo común de las cosas más diversas en un símbolo que está por encima de todas.

Esta perspectiva recibe mayor atención enPhilosophie de Geldes, donde Simmel expone -sobre todo en el capítulo III, titulado “El dinero en las series teleológicas”- cómo en la modernidad el dinero se convierte en un fin en sí mismo.

A partir de ahí, con conceptos tomados de la teoría de los sistemas sociales, Thomas Kron (2014, p. 111) sostiene que en este escrito hay un planteo sobre la “diferenciación funcional”. Así, afirma que “[a] través del medio dinero se llega a una autonomización de procesos sociales en virtud de la ‘inversión’ del medio y el fin” (Kron, 2014, p. 111. Mi traducción). Por su parte, Schimank (1996, p. 11), quien también recupera nociones de la teoría de Luhmann, incluye a Simmel entre los pensadores que enfocan la “diferenciación de sistemas parciales” como la economía, la política, el arte, etc. En sintonía con Kron, Schimank propone que al hacerse el dinero tan dominante en el capitalismo, desplaza el fin original de la satisfacción de necesidades y, con esta “inversión”, “[e]l afán de lucro, en tanto orientación valorativa específica de la acción económica, se diferencia frente a toda otra orientación valorativa” (Schimank, 1996, p. 75. Mi traducción).

El capítulo V de Philosophie des Geldes, que lleva por título “El equivalente monetario de los valores personales”, muestra esta diversificación de criterios entre la economía y otras esferas sociales. Nos centraremos ahora en estos análisis de Simmel para dar cuenta de su enfoque sobre la diferenciación de esferas.

II.1. Economía monetaria y asimetrías sociales

El abordaje simmeliano de la separación de los valores personales y los valores económicos evidencia dos aspectos que hay que destacar: en primer lugar, que, como ya se insinuó, en la modernidad, apoyándose en el dinero, se autonomiza la economía frente a otros tipos de vínculos sociales, como los de la intimidad y la política; en segundo lugar, que este proceso, que es paralelo al de la diferenciación de roles y contribuye a la individualización, hace que la persona y el dinero terminen por ser inconmensurables.

Previamente a la modernidad, por un lado, no hay distinción entre la persona y el colectivo; por otro lado, el dinero carece de validez general, cubre sólo un ámbito limitado del intercambio de objetos, tiene un carácter específico y no tan abstracto. En estas circunstancias, los valores económicos y los personales pueden traslaparse, resultando el dinero adecuado en tanto equivalente de objetos únicos como la vida humana. Entre los ejemplos que da Simmel están la compra de mujeres y la expiación del homicidio por medio de dinero. Así, “mientras, por un lado, la personalidad todavía está hundida en el tipo general y, por otro, el dinero todavía no se generalizó en el sentido de la completa ausencia de coloración, ambos se encuentran próximos” (Simmel, 1989b [1900], p. 504. Mi traducción). Contrariamente, en la modernidad los valores personales se hacen cada vez más particulares, al tiempo que el dinero se convierte en equivalente de un número mayor de objetos; como señala Simmel, se hace más falto de “carácter”, no pudiendo servir para la equiparación de lo excepcional, determinado cualitativamente, i.e., la individualidad.

De manera resumida, se distinguen las siguientes combinaciones entre los valores personales y el dinero. La última columna caracteriza a la modernidad (M), mientras que la anterior al dinero y el hombre premodernos (PM):

Cuadro 1. Dinero y valores personales 

PM M
Dinero Intercambios limitados Intercambios generales
Valores personales Identificación con el colectivo Unicidad y autodeterminación
Valores personales/Dinero Equivalencia Discrepancia

Fuente: elaboración propia.

El resultado del proceso que muestra este cuadro es la autonomización de la economía frente a otros órdenes sociales. Ilustrativo de ello es el análisis que hace Simmel de la prostitución y el soborno. Estos fenómenos ponen de manifiesto que la economía y las relaciones íntimas, en el primer caso, así como la política, en el segundo, funcionan con criterios autónomos: el contacto de valores personales diferenciados con un dinero que sirve para todo tipo de intercambio, según Simmel, lleva a degradar a “puro medio” el nexo social en cuestión, así como a las personas implicadas en él.

Más allá de los ejemplos que menciona el sociólogo, a partir de la autonomización de órdenes sociales se explica una porción sustancial de la agenda moral de la actualidad. La inconmensurabilidad del dinero y la persona subyace a la condena de la venta de órganos, la compra de niños, el uso de mano obra esclava en talleres clandestinos de fabricación de indumentaria en Asia, América Latina, etc. En todos estos casos es objetable la reducción del ser humano a una cantidad de dinero.

Conectando ahora estos procesos de diferenciación con la diferenciación de roles, Schimank (1996) sostiene que ambas tendencias contribuyen a la individualización; de hecho, en colaboración con el “entrecruzamiento”, “el dinero acrecienta la autodeterminación del individuo como libertad institucionalizada de elección. La ‘falta de carácter’ y la ‘potencialidad pura’ del dinero fortalecen la independencia […] Casi todo puede comprarse y, con esto, en tanto se disponga del dinero necesario, [todo] se hace accesible” (Schimank, 1996, p. 75. Mi traducción). El dinero acrecienta la libertad del individuo, aunque no sea más que en la forma de una “libertad de”, en vez de una “libertad para”; en otras palabras, una “libertad negativa”, en lugar de una “libertad positiva”, dotada de dirección o contenido.

De momento basta mencionar que, en la otra orilla del proceso de autonomización de la economía, Simmel encuentra la autodeterminación y unicidad del individuo, es decir, seres humanos diferenciados, pero ¿qué sucede en este terreno con las desigualdades?

El proceso que se observa aquí es similar al que se advierte en el contexto del “entrecruzamiento” de los círculos: la atribución de estatus se individualiza de modo creciente, la estratificación premoderna se disuelve y las asimetrías sociales se vuelven mucho más sutiles y confusas de lo que cabría suponer a partir de un análisis que delimite con claridad una serie de agrupamientos de estatus. El dinero nivela las jerarquías al integrar las desigualdades en una serie cuantitativa y continua de ingresos, sin delimitaciones claras entre estratos.

Esta configuración de las desigualdades se expresa, por ejemplo, en las dificultades que encuentra el ideal aristocrático de la elegancia para abrirse paso en la modernidad en cuanto posición social distinguida frente a la generalidad de la población. Al respecto, se lee en Philosophie des Geldes (Simmel, 1989b [1900], p. 464. Mi traducción) que “[e]l escalonamiento cuantitativo infinito de la posesión monetaria hace que haya transiciones entre los escalones y se desvanezca la determinación formal de las clases distinguidas que no puede subsistir sin la firmeza de los límites”.

Idénticas consecuencias tiene la monetización de la propiedad en otros ámbitos, por ejemplo, el Estado de derecho. Así, en el capítulo IV de Philosophie des Geldes, dedicado al tema de la libertad individual, Simmel (1989b [1900], pp. 428-429) señala que en el Estado de derecho la igualdad ante la ley supone que el “tener” [Haben] ya no define el “ser” [Sein], es decir, la propiedad de la tierra deja de otorgar privilegios jurídicos.

Otro tanto sucede con la evolución de las políticas impositivas: los impuestos se adaptan cada vez más a una escala que no está definida por agrupamientos jerárquicos, sino basada en los ingresos individuales.

Y lo mismo se advierte a propósito del ideal del “precio justo”, que, al menos en potencia, encuentra en el dinero la posibilidad de determinar los precios más allá de los aspectos económicos supraindividuales, es decir, atendiendo a situaciones particulares. Como señala Simmel (1989b [1900], p. 426. Mi traducción), el “sistema de los precios desiguales, coherentes con los recursos de los consumidores, se ha declarado como el remedio universal de la política social”.

Cierto es que, a pesar de las apariencias, en este planteo Simmel coincide con Marx. Como señalan Duek e Inda (2017, p. 165), “[p]ara el marxismo no es la magnitud de los ingresos percibidos ni el tipo de ingreso (salario, renta, beneficio, etc.) lo que constituye el factor determinante que divide a las clases, sino el lugar en la producción”. En este sentido, no es errado afirmar que, vista una población a partir del volumen de ingresos de sus integrantes, constituye sólo una colección de situaciones individuales asimétricas y no colectivos dispares. El contraste con Marx consiste en el peso que el intercambio monetario tiene en el análisis de cada uno. De hecho, Simmel presta mucha mayor atención al dinero que a la producción en su enfoque de la economía y ése es el motivo para que adquieran más relevancia los individuos que los estratos desde su mirada.

Retomando el hilo de las reflexiones, un aspecto adicional del carácter igualador de la economía monetaria tiene que ver con la imposibilidad de cerrarle el acceso al dinero a grupos sociales que, por lo demás, están socialmente excluidos, situación que se constata con “los liberados en Roma, los hugonotes en Francia y los judíos en todo el mundo” (Simmel, 1989c [1889], p. 61. Mi traducción).

Para finalizar esta parte del texto, me referiré a una consecuencia de la economía monetaria moderna que no tiene que ver con la individualización de las desigualdades, sino con la transformación de las relaciones entre grupos jerárquicos.

En efecto, Simmel considera que la estratificación dejó de tener la forma piramidal tradicional en la cual sólo los grupos que están en la cúspide se benefician del trabajo de los que están debajo. Como se lee en “El estilo de vida”, capítulo final de Philosophie des Geldes,

El gran químico que reflexiona en su laboratorio sobre la producción de los pigmentos trabaja para la campesina que compra al tendero el pañuelo más colorido; cuando el gran comerciante, mediante una especulación mundial, importa cereales estadounidenses a Alemania, es el servidor de los proletarios más pobres; la empresa de una hilandería de algodón en la que trabajan inteligencias de alto rango depende de clientes de los estratos más bajos. Esta circulación invertida [Rückläufigkeit] de los servicios, en los cuales las clases inferiores compran el trabajo de las superiores, está presente en incontables ejemplos que definen la totalidad de nuestra vida cultural. (Simmel, 1989b [1900], p. 635. Mi traducción)

En lugar del modelo estratificatorio convencional, en el que la cúspide explota a las bases, Simmel describe una relación circular entre estratos sociales, en la cual, vía dinero, todo se hace accesible y los grupos inferiores se benefician de los superiores.

Ahora bien, la idea de una jerarquía social conlleva la posibilidad de indicar con claridad qué conjuntos de una población se perjudican y cuáles se favorecen en la distribución de recompensas y sacrificios. Si las relacio- nes entre grupos son circulares, queda puesto en duda que haya una jerarquía e incluso relaciones asimétricas entre ellos.

En suma, si con el “entrecruzamiento” aludimos a la pluralización de jerarquías y el contraste entre agrupamientos concéntricos (estratificación) y paralelos (diferenciación), vemos ahora que las asimetrías sociales no sólo se hacen cada vez más individuales, sino que también las relaciones entre estratos se enredan en un bucle que pone en jaque las jerarquías unidireccionales.

Consecuentemente, desde este otro ángulo gana terreno el dualismo diferenciación-desigualdad: la autonomización de la economía monetaria no permitiría entender las asimetrías sociales en términos de estratificación, haciendo que el análisis de la desigualdad se diluya en la circularidad y las infinitas situaciones individuales.

Aun así, se mencionó más arriba que Simmel, en línea con Marx, otorga un lugar destacado al dinero en el surgimiento del proletariado. Profundizaremos en este punto a continuación.

II.2. Dinero y proletarización

Philosophie des Geldes, coherentemente con la complementación del materialismo histórico que propone esta obra, enfatiza el costado subjetivo de la estratificación social. Así, Simmel muestra cómo el pasaje de las relaciones personales a las impersonales, por mediación del dinero, tiene repercusiones en el problema de la libertad. En este sentido, identifica diferentes grados de libertad en la situación del campesino feudal. La distinción que importa subrayar es la que se da entre el pago de obligaciones en especie y en dinero, aunque en el primer caso no queda comprometida la totalidad de la persona del campesino, sino los productos del trabajo: “[e]l señor feudal que puede exigir de su campesino una cantidad de cerveza, aves o miel, fija rígidamente la orientación de su actividad” (Simmel, 1989b [1900], p. 378. Mi traducción). Por el contrario, “la disminución y, finalmente, la desaparición completa de los servicios y ofrendas del campesino, pasó por el camino de la transformación en pagos en dinero” (Simmel, 1989b [1900], p. 380. Mi traducción). Entonces, esta liberación que supone la despersonalización de los vínculos entre grupos sociales desiguales, requiere de un dinero falto de “carácter” que deje fuera la subjetividad de los agentes económicos, en otras palabras, requiere de una esfera económica diferenciada donde toda mescolanza con aspectos extraeconómicos se reduzca al mínimo. En este punto convergen, pues, las problemáticas de la diferenciación con las de la estratificación.

Esta vinculación entre las dos líneas de investigación adquiere aún otro significado si se enfoca la génesis del capitalismo: es el dinero abstracto, carente de cualidades, equivalente universal de los objetos, el que convierte al campesino en proletario. Éste es el otro costado de lo que Simmel llama “libertad negativa”, entendida como una prescindencia de lazos sociales, carente de contenidos y lineamientos precisos: “La reducción de la propiedad de la tierra al mero valor en dinero […] empuja [al campesino] por el camino del proletariado” (Simmel, 1989b [1900], p. 549. Mi traducción). En consecuencia, la diferenciación de una esfera económica basada en el dinero, y sólo en el dinero, es central para esta transición que estructura la desigualdad moderna entre burgueses y proletarios o, utilizando la terminología simmeliana, el círculo de los “trabajadores” y el de los “empresarios”.

Dicho esto, en el último tramo enfocaremos la relación entre la autonomización de la economía y la dimensión cultural de la estratificación de la sociedad moderna.

II.3. Simmel como antecesor de Bourdieu: la analogía entre cultura y dinero

Antes hemos analizado los nudos teóricos en los que la investigación sobre la diferenciación coincide y diverge respecto al tema de la estratificación. No obstante, siempre que se hizo referencia a los agrupamientos jerárquicos, el punto de vista fue, principalmente, económico. Como ya se dijo, el énfasis singular de la visión simmeliana -ésta es nuestra hipótesis- es tratar la estratificación desde una perspectiva cultural. En este sentido, Simmel adelanta elementos que luego serán retomados y desarrollados en mayor profundidad y detalle bajo la pluma de Bourdieu: por una parte, enfoca la cultura estableciendo analogías con el dinero y prefigura el concepto de “capital cultural”; por otra parte, observa la moda como plataforma de expresión de las asimetrías sociales, lo cual guarda cierta familiaridad con el problema del gusto, tema caro a la sociología bourdieana.

Valiéndome del contrapunto con el sociólogo francés, intentaré dar cuenta de estas aristas del planteo de Simmel y de cómo embonan con la autonomización de la economía monetaria.

A este respecto, Hyun-Suk Kim-Heinrich, en el único trabajo extenso del que disponemos sobre el tándem Simmel-Bourdieu, señala que, tanto en la perspectiva de uno como del otro, la “retroalimentación” [Rückkopplung] de la cultura con la estructura social “pone en duda la validez de las teorías sociales economicistas tradicionales, basadas en el marxismo” (Kim-Heinrich, 2012, p. 155. Mi traducción). Como contraparte, ambos sociólogos convergen en la “búsqueda de una nueva fuente de aseguramiento de la distinción en la sociedad moderna de masas, caracterizada por la nivelación de las diferencias estamentales de estatus” (Kim-Heinrich, 2012, p. 156. Mi traducción, subrayado en el original). Esta exploración común a Simmel y Bourdieu remata en la interpretación de la cultura como ámbito de producción y reproducción de las asimetrías entre agrupamientos de estatus.

A propósito, Simmel considera que la moda es un factor de la estratificación social. Como se lee en su célebre ensayo sobre este fenómeno, “las modas son siempre modas de clase, de manera que las modas de la clase alta se diferencian de las de la clase inferior y son abandonadas en el momento en que esta última empieza a acceder a ellas” (Simmel, 2002a [1911], p. 45). En concreto, la moda cohesiona la cúspide de la pirámide social y la contrapone a los que no pertenecen ella: “Unir y diferenciar son las dos funciones básicas que se conjugan aquí de manera inextricable” (Simmel, 2002a [1911], p. 45).

En idénticos términos se refiere Bourdieu (1998 [1979], p. 53) al tema del gusto, el cual “une y separa; al ser producto de condicionamientos asociados a una clase particular de condiciones de existencia, une a todos los que son producto de condiciones semejantes, pero distinguiéndolos de todos los demás”.

En suma, Simmel y Bourdieu coinciden en una teoría de tipo trickle-down (Kim-Heinrich, 2012, pp. 172-176): desde la cúspide de la estratificación se divulgan los consumos culturales entre la generalidad de la población que imita a los estratos superiores. No obstante, a raíz del concepto de cultura que formula cada uno, el análisis de la relación entre cultura y jerarquías adquiere diferentes coloraciones en sus planteos.

La preocupación central de Simmel es que el individuo no termine siendo devorado por la objetividad del dinero y la racionalización creciente. En comparación con otros objetos producidos por el hombre, encuentra que en la obra de arte no está presente la división del trabajo -lo cual era cierto para el arte de su época- y, en consecuencia, la subjetividad se refleja, en una ecuación de 1 a 1, en el objeto que crea; en otras palabras, el arte permite esquivar la “tragedia de la cultura” (Simmel, 2002b [1911]), es decir, la separación de la “cultura objetiva” frente a la “cultura subjetiva”. Sobre esta base, el análisis de los consumos culturales que traza Simmel en sus reflexiones sobre la moda se limita a objetos culturales cotidianos, como la vestimenta, por ejemplo, pero no incluye el arte. Al contrario, Bourdieu considera que toda forma de cultura implica dominación y desigualdad. Por eso aplica al “sentido estético” idéntico tipo de lectura que a fenómenos como la alimentación, el mobiliario, etc., ámbitos en los que contrasta los gustos “legítimo”, “medio” y “popular”.

Hecha esta salvedad, hay otro eje de contacto entre Simmel y Bourdieu. En efecto, el primero establece una comparación entre dinero y cultura que, indudablemente, puede considerarse como una formulación embrionaria del concepto bourdieano de “capital cultural”.

Al respecto señala Simmel (1989b [1900], p. 610. Mi traducción), en Philosophie des Geldes, que la “acumulación de características intelectuales […] encuentra su analogía en la acumulación del capital monetario”, en tanto la facilidad con que el dinero se multiplica “corresponde a la estructura de los conocimientos en el mundo cultural, que, a partir de cierto punto, requieren cada vez menos trabajo de adquisición del individuo”. Es más, Simmel señala que esta relación entre las condiciones de partida y las ventajas posteriores se testimonia en el ámbito de la educación. Como se aprecia, la cercanía con Bourdieu es notable:

La aparente igualdad con la que se ofrece el contenido educativo [Bildungsstoff] a todo el que lo quiera empuñar, en realidad es una burla sangrienta, precisamente, como otras libertades de las teorías liberales que, sin duda, no impiden al individuo la obtención de bienes de todo tipo, pero pasan por alto que sólo aquellos ya favorecidos por cualquier circunstancia tienen la posibilidad de apropiárselos (Simmel, 1989b [1900], p. 606. Mi traducción)

A partir de esta equiparación entre dinero y cultura o, más específicamente, educación, no es difícil advertir la huella de Simmel en las investigaciones de Bourdieu que cuestionan la supuesta igualdad de oportunidades ante la educación, para hacer explícita la transmisión hereditaria del “capital cultural” o, en otras palabras, “el hecho de que el rendimiento escolar de la acción educativa depende del capital cultural previamente invertido por la familia” (Bourdieu, 2001 [1983], p. 138).

Por otra parte, aun cuando la perspectiva de Simmel no presenta la sutileza analítica de la de Bourdieu (2001 [1983], pp. 139-148), con distinciones como “capital cultural incorporado”, “objetivado” e “institucionalizado”, no se le escapa al berlinés que, más allá de las analogías, el acopio de cultura ostenta una radical diferencia frente a la acumulación económica:

Puesto que el contenido de la enseñanza -a pesar de su accesibilidad general o en virtud de ella- […] sólo puede ser apropiado por la actividad individual, engendra la aristocracia que menos puede atacarse, porque es la más intocable; engendra una distinción entre lo alto y lo bajo que, a diferencia de la que hay en términos económicos y sociales, no puede borrarse mediante un decreto o una revolución… (Simmel, 1989b [1900], p. 606. Mi traducción).

Así pues, probablemente Simmel no hubiera discrepado de Bourdieu (2001 [1983], p. 139) cuando éste afirma que el “capital cultural” “se encuentra fundamentalmente ligado al cuerpo y presupone la interiorización (incorporación)”. En virtud de esta vinculación interior entre el hombre y la cultura que absorbe, las “revoluciones” o “decretos” carecen de efectos a la hora de desarticular estas desigualdades.

Una vez hecha la comparación entre Simmel y Bourdieu, sólo resta indicar cómo el análisis culturalista de la estratificación que he bosquejado engrana con el tratamiento de la diferenciación de la esfera económica que se presentó páginas atrás.

En primer lugar, hay que notar que la lógica acumulativa del capital monetario, donde toda suma de dinero es el trampolín para otra mayor, en otros términos, la transformación del dinero en un fin per se y la autonomización de lo económico sirven a Simmel para evidenciar una dinámica similar en la apropiación de los bienes culturales. En este caso, el nexo entre el enfoque de la diferenciación de la esfera económica, por un lado, y la desigualdad entre estratos con base en los consumos culturales, por otro, es la analogía, recurso metodológico habitual en el pensamiento sociológico de Simmel.

En segundo lugar, es un dinero “falto de carácter”, medio de intercambio por antonomasia que hace que todo sea accesible y que da lugar a la búsqueda permanente de distinción por parte de los sectores que están en la cumbre del espectro social frente a la difusión de la moda entre los grupos más desfavorecidos. Siguiendo a Werner Jung, la estratificación moderna está impregnada del “nerviosismo” que define la vida moderna:

La modernidad es nerviosa […] porque la estructura social se tambaleó, porque las barreras estamentales se han abolido y las situaciones de clase presuntamente estables se han hecho inestables […] Las modas son modas de clase, dice Simmel, y afirma además que, dado que cada vez hay más hombres que quieren entrar a la moda y otros que, ante la misera plebs que amenaza ante portas, buscan salvar su exclusividad, las modas están subordinadas al cambio y la reconfiguración constantes. (Jung, 1999, p. 164. Mi traducción)

En este sentido, si la teoría de Marx mostraba una sociedad que, motorizada por la lucha de clases, estaba en vías de transformación revolucionaria, aquella que Simmel observa presenta un dinamismo exacerbado, pero éste no conduce más que a transformaciones cosméticas: la superficie se agita, pero la estructura permanece incólume.

A modo de conclusión

Las páginas anteriores buscaron limitar el alcance de la polaridad diferenciación-desigualdad, mostrando, en detalle, con la lupa de la exégesis teórica, dónde se desencuentran e intersecan las dos líneas de investigación. Para ello, no obstante, se aceptó de modo acrítico un supuesto básico del debate del que partimos, a saber: que la desigualdad sólo podría escudriñarse con auxilio de un análisis de los estratos sociales. Así, hubo que esforzarse en mostrar que en Simmel hay una preocupación por este tema y, lo que es más, que su enfoque recupera aspectos de la perspectiva de Marx y, ponderando los factores culturales de la estratificación, anticipa elementos de la sociología de Bourdieu.

Incluso así, como se detecta en el recorrido que traza este artículo, las desigualdades tienen para Simmel un doble portador: los estratos, sin duda, pero también los individuos. No pasar por alto esta amplitud de la perspectiva simmeliana resulta crucial. En efecto, las teorías de la estratificación suelen dar poca relevancia a la noción de individuo para atender exclusivamente a dinámicas macrosociales.

Con el fin de evitar tal sesgo, concluyo esquematizando los elementos que en la sociología de Simmel definen las asimetrías entre grupos, pero, a su vez, las disparidades entre individuos. Ambos niveles de análisis adquieren su sentido por el nexo con las formas de diferenciación.

Cuadro 2. Modalidades de diferenciación y desigualdad en la sociología de Simmel 

Desigualdades individuales Desigualdades entre estratos
Diferenciación de roles — Pluralización de jerarquías

— Posición en la estructura económica.

— “Concepto general” de trabajador y empresario como resultado de la “conciencia abstracta” (racionalización y primado de la visualidad).

Diferenciación de la economía — Asimetría de ingresos monetarios

— Despersonalización de las relaciones sociales y proletarización del campesino (“libertad negativa”).

— Consumos culturales (cohesión interna de los estratos superiores y distinción frente a otros estratos).

— Analogía entre acumulación monetaria y cultura.

Fuente: elaboración propia.

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1Agradezco a los dictaminadores de este artículo las valiosas observaciones para mejorar algunos aspectos formales del texto y aclarar puntos fundamentales de su contenido.

2Cito este texto según la ortografía alemana de la época en que fue escrito, conservada en la edición de Suhrkamp. De tal modo, se empleará aquí el término “social” en lugar del actual “sozial”.

3En efecto, por un lado, Simmel no considera, como Marx, que las clases sean el “motor de la historia”. Como evidencia, en el último capítulo de Über sociale Differenzierung, para el teórico berlinés la deriva histórica de la vida social está guiada por la teleología de la diferenciación, que consiste en hacer un uso cada vez más frugal de los recursos sociales o, en sus propias palabras, un “ahorro de energía” [Kraftersparnis] (Simmel 1989a [1890], pp. 258-295). Pero, por otro lado, no hay en Simmel un concepto de clase social, sino un análisis de la estratificación, en tanto —como ya se pudo notar—, desde su óptica la pertenencia a determinados grupos que surgen de la estructura económica no tiene mayor peso que cualquier otra membresía social del individuo.

4Una pregunta que podríamos hacer es qué obras leyó Simmel de Marx. Por supuesto, textos fundamentales como Die deutsche Ideologie o los Manuskripte no estuvieron a su alcance, ya que fueron publicados con posterioridad a su muerte. Como señala Cantó Milà (2005, p. 80), sólo sabemos con certeza, por los profusos comentarios que aparecen en Philosophie des Geldes, que Simmel conocía el tercer tomo de Das Kapital. De todos modos, la reflexión que dedica Marx al tema de las clases sociales en el último capítulo de su opus magnum queda inconclusa, por lo que no resulta probable que esta haya sido la fuente del diálogo de Simmel con el marxismo en torno a este tópico.

5Como se observa en Duek e Inda (2017, pp. 159-162), resulta útil distinguir tres niveles analíticos de la perspectiva de Marx: en primer lugar, el nivel más abstracto de interpretación de un “modo de producción” —por ejemplo, feudal o capitalista—, donde sólo aparecen dos clases; en segundo lugar, un nivel más concreto, como el de la comprensión de una “formación social”, caracterizada por la combinación de varios “modos de producción”, donde, naturalmente, Marx se refiere a más de dos clases, pero, dado el predominio de un “modo de producción”, hay dos clases fundamentales que dan el tono a la “formación social”; por último, el análisis de la “coyuntura”, es decir, el presente de la lucha política en una “formación social”, donde, en efecto, actúan múltiples clases y fracciones de clase.

Recibido: 06 de Febrero de 2017; Aprobado: 26 de Junio de 2017

Lionel Lewkow es doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires. Actualmente es profesor de la carrera de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y becario posdoctoral excepcional del CONICET. Sus intereses de investigación abarcan temas de teoría sociológica clásica y contemporánea. Sus dos publicaciones más recientes son Luhmann, intérprete de Husserl. El observador observado, Buenos Aires, Miño y Dávila, 2017; y “Aproximaciones a la teoría sociológica de Georg Simmel en Über sociale Differenzierung”, Miríada, año 9, núm. 13, 2017; además fue traductor para la versión castellana de la obra de G. Simmel, Sobre la diferenciación social. Investigaciones sociológicas y psicológicas, Barcelona, Gedisa, 2017.

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