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Estudios sociológicos

versión On-line ISSN 2448-6442versión impresa ISSN 0185-4186

Estud. sociol vol.36 no.106 Ciudad de México ene./abr. 2018

 

Reseñas

Adam Przeworski, Qué esperar de la democracia. Límites y posibilidades del autogobierno

Coline Ferrant1 

1Observatoire Sociologique du Changement-Sciences Po, CNRS, Northwestern University, coline.ferrant@sciencespo.fr

Przeworski, Adam. Qué esperar de la democracia. Límites y posibilidades del autogobierno. Buenos Aires: Siglo XXI, 2010. 284p.


El propósito de esta reseña es contextualizar, analizar y discutir Qué esperar de la democracia. Límites y posibilidades del autogobierno [Democracy and the limits of self-government] de Adam Przeworski, libro que condensa la trayectoria intelectual del autor y presenta sus premisas centrales que buscan liberar nuestra forma de entender la democracia moderna respecto a las perspectivas engañosas de las grandes figuras que marcaron su aparición hace dos siglos, y evalúa de manera crítica lo que la democracia (no) puede realizar. Asimismo, se consideran las fortalezas del libro: su profundidad y rigurosidad analíticas y una exposición clara e incisiva. Por último, se formula una crítica: la exposición insuficiente del aparato metodológico empleado.

En un breve resumen de la carrera académica de Przeworski, se aprecia la evolución de sus programas de investigación y sus aportaciones a la sociología política. Su primera agenda investigativa, de inspiración marxista, desentraña las relaciones entre partidos políticos, procesos electorales y capitalismo en contextos socialdemócratas. Paralelamente, en las transiciones a la democracia acaecidas en América del Sur, Europa del Sur y del Este, en las décadas de 1970, 1980 y 1990, se centra en temas sobre democracia y democratización. Participa en el primer gran programa de investigación sobre las transiciones a la democracia, “Transitions from authoritarian rule”, coordinado por Guillermo O’Donnell y Philippe C. Schmitter, en el que sus contribuciones esenciales son de corte metodológico.

Posteriormente, Przeworski se enfoca en el vínculo entre regímenes políticos y desarrollo económico, y junto con sus colegas hacen dos descubrimientos empíricos importantes. Primero: matizan la famosa tesis de Seymour M. Lipset, según la cual la democracia exige precondiciones sociales, entre las que figuran la industrialización, la urbanización, la riqueza y la educación. Abogan por refinar el entendimiento temporal del concepto de democracia, al distinguir entre dos fases: el establecimiento y la consolidación. El desarrollo económico puede contribuir a la segunda etapa, pero resulta inoperante para explicar la primera. Más que precondiciones sociales de la democracia, lo son de la consolidación democrática. Segundo: el tipo de régimen político no afecta el desarrollo económico. De esta forma, Przeworski y sus colegas refutan la tesis de Huntington de que los regímenes democráticos, al interceder por los intereses de los votantes-consumidores, estimulan el consumo en vez de las inversiones, mermando así el desarrollo económico. Przeworski subraya que, normativamente, no hay razón para sacrificar la democracia en el altar del desarrollo.

Esos dos parteaguas empíricos se obtuvieron con técnicas estadísticas más avanzadas y refinadas que las empleadas por sus antepasados, así como mediante la aplicación de un enfoque comparatista analíticamente sólido y de gran envergadura. En el terreno metodológico, Przeworski ha contribuido grandemente al desarrollo de los métodos estadísticos y comparativos, así como de la teoría de juegos y de la elección racional en ciencia política. Es más, gracias a su formación inicial (filosofía, sociología y ciencia política) y continua (economía), Przeworski aspira a proporcionar una visión interdisciplinaria sobre los problemas que aborda.

La trayectoria intelectual del autor es singular por su larga experiencia en investigación sobre temáticas relativas a la democracia, el tinte normativo asumido y controlado, el compromiso con la calidad de los datos y los métodos cuantitativos, un gusto por la comparación internacional y la propensión a la interdisciplinariedad. Tales rasgos distinguen Qué esperar de la democracia. Límites y posibilidades del autogobierno. Przeworski parte de un rompecabezas: crecen las preocupaciones por la calidad de la democracia; sin embargo, la mera palabra sigue rodeada de fascinación y embeleso. Para analizar las fuentes de la desilusión, el autor desmitifica distintas dimensiones de la democracia: autogobierno, igualdad, participación y elección, libertad y agentividad.

En cuanto al autogobierno, los demócratas del siglo XVIII formularon el supuesto (equivocado) de la homogeneidad de las preferencias de los ciudadanos respecto al orden legal en el que quieren vivir. Según Przeworski, para que personas con preferencias heterogéneas puedan cohabitar en una misma comunidad política, se tiene que elaborar un sistema de toma colectiva de decisiones capaz de procesar y satisfacer la mayor parte de las demandas individuales. Ello implica acatar cuatro condiciones: igualdad, participación, agentividad y libertad. Antes de profundizar en su análisis, Przeworski proporciona un panorama histórico general y estilizado de las instituciones representativas. En una primera fase, proliferan los conflictos relativos al sufragio, que es reivindicado por las clases bajas, pero temido por las clases altas. La universalización del sufragio y el desarrollo de los partidos políticos posibilitaron la inclusión en el ámbito político e institucional de esas clases bajas. Sin embargo, diversos instrumentos institucionales constriñen la participación política: sistemas electorales, reglas de empadronamiento, diseño de distritos electorales, prácticas de fraude y de manipulación. De hecho, la reelección de los gobernantes constituye la regla más que la excepción: entre 1788 y 2000, alrededor de 80% de las elecciones se saldaron con la reelección de los que estaban en el poder (p. 93).

Numerosas encuestas de opinión concluyen que los ciudadanos asocian la democracia a la igualdad. Para Przeworski, esta concepción está equivocada. La democracia es, en primera instancia, una revolución política y no económica; de hecho, empíricamente resulta compatible con desigualdades económicas y sociales. La igualdad política perfecta no es factible en sociedades con cierto grado de desigualdad económica y social: no se puede tratar como iguales a ciudadanos que ingresan en el terreno político con recursos desiguales. Sin embargo, Przeworski no llama a la resignación o a la complacencia, sino que insiste en que las democracias no deben dejar de lado su compromiso con la igualdad.

Las elecciones se cuentan entre las principales fuentes de enojo en el desempeño de la democracia. Esto se funda en un supuesto equivocado: la idea de que cada “participante” en el ámbito político tiene eficacia causal. Sin embargo -nos explica Przeworski-, con excepción de la unanimidad (poco factible en sociedades heterogéneas), ningún mecanismo de decisión colectiva puede cumplir este requisito. Y votar -el dispositivo de participación democrática más alabado- no significa elegir. Las elecciones en contextos autocráticos, mero instrumento de ratificación de los gobernantes, son el caso más extremo. Además, las relaciones entre gobernantes y gobernados se ven mediadas por problemas de agentividad, corolario del principio de representación. A menos que los representantes tengan exactamente las mismas preferencias que los representados, el encuentro entre los intereses de gobernantes y votantes implica costos de agencia -tanto más cuanto que los mandatos no son imperativos-. Este rompecabezas se resuelve en la práctica mediante una especie de equilibrio electoral. Los votantes tienden a tolerar estos costos de agencia y optan por el partido que, según estiman, los representa mejor que los otros.

En cuanto a la libertad, los fundadores de la democracia se entramparon entre dos principios aparentemente irreconciliables: proteger la seguridad de los ciudadanos, por un lado, y no interferir en sus vidas privadas, por otro. Con todo, las leyes en sociedades heterogéneas, en las que distintas concepciones del orden legal se enfrentan, no son incompatibles con la libertad cuando resultan de la voluntad de la mayoría expresada en un marco institucional: posibilitan entonces la cooperación y la «forclusión» de la violencia.

Este recorrido por los límites de la democracia evidencia finalmente dos cosas. Primero, tratar de entender la democracia según los términos de los fundadores es vano y anacrónico. Sus ideales han nutrido los diseños institucionales a lo largo de los últimos 200 años, fortaleciendo y naturalizando cierta visión de la democracia. Por eso ensalzamos tanto a los fundadores y seguimos soñando con sus imaginarios, pero tales construcciones mentales están plagadas de fallas lógicas y prácticas, aptas para satisfacer sus intereses -aunque nos gusta imaginar a los fundadores como personas justas y buenas-. Segundo, evidenciar los límites de la democracia no significa caer en el cinismo. Przeworski subraya que sí se han registrado progresos a lo largo de los últimos dos siglos, y que si bien la democracia tiene sus limitaciones, sigue siendo la institución política más capaz de acatar nuestros valores.

La altura de miras del autor, tanto histórica como geográfica, es extraordinaria: maneja con fluidez y agilidad datos estadísticos y ejemplos concretos extraídos del mundo en conjunto y de los últimos dos siglos; además, concentra argumentos esclarecedores e ideas frescas. Con agrado y entusiasmo se dedica a destrozar las ideas comunes sobre la democracia y sus cualidades, extirpando errores lógicos y promesas irreales de sus fundadores a la luz del análisis estadístico e histórico. Tal tono tajante viene acompañado de una demostración sutilmente elaborada. Przeworski despliega la argumentación dilema por dilema, rompecabezas por rompecabezas, que enlaza de manera lógica y jerárquica. Por ejemplo, el problema del autogobierno suscita las cuestiones de la igualdad, la elección y participación, la agentividad y la libertad y, por último, la representación. El conjunto resulta así denso e inquietante.

Przeworski separa lo normativo del análisis histórico y estadístico y lo reserva para consideraciones sobre temas políticos actuales. Por ejemplo, al mostrar que el autogobierno se forma gracias a la suma de voluntades individuales y no por un putativo impacto causal de cada individuo, el autor destaca las contradicciones de la democracia participativa, que se sustenta precisamente en la idea del efecto causal de cada uno. Paralelamente, muestra una inquietud constante por el rigor histórico de sus planteamientos. Consciente de que puede resultar tramposo analizar a fundadores de hace 200 años con las herramientas analíticas actuales de la ciencia política, admite varias veces que algunos de sus argumentos están al borde del anacronismo. Esa altura de miras histórica y comparatista implica manejar varias disciplinas: historia, teoría política, sociología política, derecho, economía, y, además, alternarlas de manera diestra y creativa, haciéndolas dialogar y reforzarse mutuamente. Por ejemplo, para expresar que las leyes son necesarias para garantizar la libertad, analiza las incongruencias lógicas de los fundadores y recurre a la teoría de juegos.

Finalmente, el autor escribe en una lengua clara, límpida y que evita la jerga técnica. Sin embargo, aunque el objetivo de hacerlo accesible al público en general es muy encomiable, lo lleva a disimular la fábrica de la investigación. Habrían sido deseables más detalles sobre el modo de recolección y tratamiento de los datos estadísticos e históricos, al menos en un apéndice metodológico. En la misma vena, mientras que la edición original en inglés incluye un índice por nombre, tema y país, la traducción al español carece de éste.

En definitiva, Qué esperar de la democracia destaca por el manejo hábil de un material comparativo e histórico gigantesco; una prosa vigorosa e iconoclasta; una demostración bien construida; una introducción razonada de perspectivas normativas; una preocupación por el rigor histórico; una alternación elegante entre disciplinas, y un estilo de escritura agradable y accesible, a pesar de que no se revelan más explícitamente los métodos de investigación.

Este libro constituye una suerte de concentrado de las perspectivas analíticas y metodológicas relativas a la democracia sostenidas por Przeworski a lo largo de su extensa carrera académica. La traducción de este libro al español es, por lo tanto, muy apreciable.

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