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Estudios sociológicos

versión On-line ISSN 2448-6442versión impresa ISSN 0185-4186

Estud. sociol vol.35 no.105 Ciudad de México sep./dic. 2017

https://doi.org/10.24201/es.2017v35n105.1431 

Artículos

Alcances y límites de la noción de "repertorio de contestación" para describir, medir y explicar la conflictividad en Chile del siglo XXI*

Scope and limits of the notion of "repertoire of contention" to describe, measure and explain conflictivity in XXI century Chile

Nicolás Orellana Águila1 

1Université Catholique de Louvain. nicolas.orellana@student.uclouvain.be


Resumen

El objetivo de este artículo es hacer un análisis de las dinámicas del conflicto social en Chile entre los años 2000-2011. Para ello se elaboran catálogos de acciones contestatarias a partir de las Cronologías del Conflicto Social de CLACSO, que sirven de base para identificar actores, acciones y adversarios. El objetivo específico es doble: por un lado, llevar al límite las bases teóricas en que se sostiene una parte importante de las interpretaciones académicas sobre el conflicto social, evaluando su utilidad y posibles críticas; por el otro, observar si quienes se movilizan responden a una dinámica heterónoma del conflicto o si más bien son sujetos con capacidad de acción autónoma. Con ello se espera contar con los elementos suficientes para realizar un esbozo del repertorio de contestación en Chile durante el presente siglo.

Palabras clave: repertorio de contestación; conflictividad; Chile; acción contestataria

Abstract

The aim of this article is to analyze the dynamics of social conflict in Chile during the period 2000-2011. We elaborate catalogues of contention actions from CLACSO'S "Cronologías del Conflicto Social", that are the basis to identify actors, actions, and adversaries. The specific objective is double: on one hand, to take to the limit the theoretical foundations in which a large part of academic interpretations of social conflict are based, evaluating their utility and possible criticisms; on the other, to evaluate whether those who mobilize respond to a heteronomous dynamics of conflict or rather are subjects with an autonomous capacity of action. With this analysis we expect to have enough elements to elaborate an outline of the repertoire of contention in Chile during this Century.

Key words: repertoire of contention; Chile; contentious actions; conflictivity

Introducción

El año 2011 en Chile significó un punto de inflexión en cuanto a la percepción del conjunto de los procesos sociales, particularmente los contestatarios. Ese año una multiplicidad de actores, que hasta ese momento parecían haber estado aletargados, subieron a la escena pública y marcaron la agenda social y también la política. Quizá por primera vez en lustros la sociedad dirigió la coyuntura política, y la mal llamada "clase política" se quedó atónita, incapaz de reaccionar coherentemente ante la variedad de focos que se prendió a lo largo del año, algunos más coyunturales y específicos, otros más profundos y de largo plazo. Así, el pueblo mapuche, los trabajadores, organizaciones sociales de diverso ámbito, asambleas ciudadano-territoriales y, sobre todo, los estudiantes, entre otros actores contestatarios, fueron los protagonistas durante ese año.

Junto a la efervescencia social, y en un intento de hacer una "sociología pública" (Burawoy, 2004), emergió una variedad de interpretaciones sobre la coyuntura, llevada a cabo por especialistas de las humanidades y ciencias sociales, que llegó a veces a adquirir una inusitada relevancia social. Por primera vez en lustros, la academia se dejó oír y penetró con sus interpretaciones e interpelaciones a una variedad de sectores sociales y políticos.

De esa variedad de interpretaciones destacan cuatro ideas-fuerza: aquella que colocó en el centro la noción de malestar (Mayol & Azócar, 2011); la que operó con las nociones de (contra)hegemonía y sentido común (Massardo, 2012); la idea de una nueva subjetividad como fundamento de las movilizaciones (Cancino, 2012; Núñez, 2012); y la utilización de la noción de repertorio de contestación (Aguilera, 2012; Tricot, 2012), principalmente su cambio y novedad, para explicar el éxito de las movilizaciones. Estos cuatro modos de inteligibilidad, cada uno en sus propios términos, tienen sus alcances, límites y críticas posibles. Pero lo que todos ellos tienen en común es que devinieron en una suerte de léxico común para interpretar, comprender y explicar la conflictividad social. Y ello llevó al problema de que, en algunos casos, su uso se flexibilizó y debilitó al punto de que servían para designar y explicar cualquier fenómeno, mientras perdían sustancia.

Este artículo tiene como objetivo analizar las dinámicas del conflicto social en Chile entre los años 2000 y 2011, y se concentra en una de las cuatro ideas-fuerza destacadas: la noción de repertorio de contestación. Se pretende avanzar y profundizar en su comprensión para mostrar su utilidad y sus límites a la hora de analizar los procesos sociales conflictivos. Para ello utilizamos las Cronologías del Conflicto Social elaboradas por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), que desde 2000 ha trabajado en la recopilación y sistematización de las acciones conflictivas en América Latina. Con ellas elaboramos catálogos de acciones contestatarias para identificar a los actores conflictivos, sus formas de acción y su orientación adversarial. Esto permite abordar la contestación de 2011 desde una perspectiva de largo plazo, anclada consistentemente con lo empírico.

La idea directriz de este artículo y el supuesto que intentaremos comprobar o refutar es que en Chile, a pesar de la multiplicidad de actores, acciones y demandas, las formas de protesta, y en último término el repertorio de contestación, es mucho más limitado y estable que lo que se podría suponer a primera vista; pero a su vez cada actor contestatario tiene especificidades que están en directa correspondencia con su situación relacional, pudiendo eventualmente tener un repertorio autónomo.

¿Por qué el concepto de repertorio de contestación?

Al hablar de movimientos sociales, de acción colectiva o, como nosotros hacemos, de acción contestataria, uno suele hacer referencia a por lo menos uno de estos dos paradigmas: la teoría de movilización de recursos y la teoría de los nuevos movimientos sociales.1 Cada uno de ellos tiene sus figuras fundacionales, sus conceptos nodales y sus formas diferenciadas de interpretar los fenómenos de contestación como movimiento social. Además, ambos intentan, de modo más bien implícito, limitar la influencia del otro, fundamentalmente subordinando todo ese otro paradigma a uno de los factores (McAdam, McCarthy & Zald, 1996) o lógicas de acción (Touraine, 1978; Dubet, 1994), de su propia teoría general.

Lo más sencillo para este tipo de análisis sería elegir uno de dichos paradigmas para interpretar los fenómenos de contestación, pero lo cierto es que ninguno puede dar cuenta cabal de ellos, porque sus sistemas están fabricados para responder una serie limitada de preguntas y se quedan cortos respecto de otras. De este modo, el paradigma identitario no puede describir los repertorios de contestación, sino sólo aspirar a una cronología, y el paradigma estratégico no puede hablar de sujeto, de formación de solidaridades ni de normatividad, por muchos esfuerzos que se hayan hecho (Benford & Snow, 2000).

Si el concepto de repertorio de contestación tiene más cercanía con el paradigma estratégico -ya que su máximo exponente contribuyó de varios modos a su desarrollo- este concepto llega tarde y encaja mal con dicho paradigma. Si bien incorpora elementos estratégicos, sobre todo contiene, como veremos, dimensiones históricas, culturales y relacionales que este paradigma no tiene capacidad de incorporar sino de modo forzado, como intentan hacerlo sus exponentes en una obra conjunta (McAdam, Tarrow & Tilly, 2001).

Nosotros creemos que el paradigma identitario ofrece herramientas conceptuales más adecuadas que el paradigma estratégico al momento de comprender las significaciones de la acción contestataria, pero creemos que, por paradójico que parezca, debemos reconocer los aportes de este último para complementar las preguntas que aquél deja en el tintero. La noción de repertorio de contestación, el elemento menos utilitario del enfoque utilitarista, viene a ser una herramienta útil a la hora de identificar y describir, en el largo plazo, a los actores contestatarios fundamentales y sus formas de acción predominantes. Creemos que el desarrollo de las ideas implicadas en este concepto servirán para que posteriores investigaciones estén mejor ancladas a fenómenos sociales, ya que aportan una robusta base empírica, y más alejadas de preferencias o impresiones personales que han sido tan caras a la sociología.

Repertorio de contestación: una noción abierta

Para el caso de Chile, las interpretaciones que usan la noción de repertorio de contestación, al igual que las otras arriba nombradas, intentan posicionar esta noción como una variable causal, tanto del fenómeno de las movilizaciones como de su potencia y masividad. Su idea principal es que los cambios en los repertorios han tenido como efecto el hecho de que la gente perciba las demandas de maneras más positivas que antes -con los repertorios antiguos-, y que esta renovación ha dado fuerza a las movilizaciones, además de implicar que gente que antes era indiferente, se sienta ahora inclinada en favor de las demandas de las y los manifestantes. La manera más recurrente de evidenciar este efecto es mostrar los porcentajes de apoyo que tienen distintas movilizaciones, según diversas encuestas de opinión.2

Sin embargo, se debe tener cuidado al utilizar esta interpretación del repertorio de contestación debido a tres motivos principales: primero, porque muchos análisis lo presentan de modo someramente nominativo, es decir, la sola referencia al repertorio pareciera bastar para extraer de él una explicación suficiente; segundo, porque la falta de delimitación conceptual del término hace que prácticamente cualquier nombre baste para referirse a él: "performances", "formas de acción", "ciclo de protesta", "repertorio" e incluso "movimiento social" se utilizan como sinónimos intercambiables; y tercero, porque existe una fuerte tendencia a dejar que un ciclo de protesta atrayente, espectacular y bien documentado permee el conjunto de la interpretación de la contestación y del cambio (Tilly, 2005 [1995]). Esto último es singularmente notorio respecto del ciclo estudiantil de 2011, cuyas interpretaciones inundaron el conjunto de las acciones contestatarias de Chile.

A pesar de lo anterior, hay -al menos- dos trabajos que utilizan la noción de modo más riguroso que el habitual: por un lado, Tokichen Tricot (2012) analiza la novedad y el efecto en la recepción ciudadana de los repertorios de acción de las movilizaciones estudiantiles de 2011, en una propuesta de análisis contundente. Después de presentar lo que entiende por repertorio de acción colectiva (forma de acción, creación cultural que puede evolucionar en institucionalización o en otras formas, etc.), el autor analiza las variaciones en los repertorios estudiantiles y describe sus cambios durante 2011, e identifica tres tipos: tradicionales y rutinizados (marchas, tomas, asambleas y huelgas de hambre); reinvención, reemergencia y nuevo uso de repertorios tradicionales, que agregan valor a las movilizaciones gracias a la "creatividad de una nueva generación de estudiantes" (la marcha como carnaval, los cacerolazos y plebiscitos); y nuevos repertorios, que utilizan formas de acción colectiva no contenciosa para protestar, masificadas por el uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (NTIC) (Besatón, Thriller, entre otras). Tricot se refiere a repertorios "eficientes" que sirven para posicionar planteamientos, lograr apoyo y generar solidaridad; no obstante, no nombra qué repertorios coadyuvaron más en ello, si los tradicionales, los reinventados o los nuevos.

Por su parte, Óscar Aguilera (2012) analiza también los repertorios y ciclos de movilización juveniles. Su perspectiva abarca el proceso de desmovilización de la década de los noventa, pero su análisis se centra entre 2006 y 2011, y se pregunta sobre las "transformaciones en la escenificación pública y las modalidades de visibilizar los conflictos" (Aguilera, 2012, p. 103). El autor habla de un desplazamiento desde un reconocimiento político-jurídico hacia uno simbólico-cultural; entiende los repertorios como flujos variables de carácter relacional entre actores en conflicto -relacionalidad conflictiva-, ya que mientras las autoridades hablaban de materialidad, los estudiantes hablaban en términos simbólicos. Dicho desplazamiento tiene consecuencias en la movilización y visibilización del conflicto con el cambio del repertorio: se transitó, según Aguilera, de uno nacional, modular y autónomo, que es representativo en la gestión y vacío de particularidades, a otro localizado y singularizado, que favorece procesos de multiplicación y asociatividad, diversificado e innovador en estrategias de movilización y en la ritualización del conflicto; y multirrelacional, porque pueden existir espacios institucionales que generan condiciones de emergencia de movilizaciones, por lo que deja de ser sólo una decisión autónoma.

Lo valioso de estas propuestas es que ambas intentan hacer un análisis riguroso de las movilizaciones contestatarias en Chile, si bien específicamente estudiantiles, en un intento por pasar de un movimiento de coyuntura a un posible movimiento orgánico (Gramsci, 2007 [1970]), a través de la operacionalización de una matriz interpretativa clara.

En las secciones siguientes haremos lo propio: delimitaremos conceptualmente la noción de repertorio de contestación a partir de Charles Tilly, quien la desarrolló con mayor profundidad y la aplicaremos del modo más riguroso posible para analizar la acción contestataria en Chile durante el presente siglo, con la finalidad de describir sus rasgos característicos y esbozar su repertorio de contestación.

Como se dijo, utilizar la noción de repertorio de contestación para describir las movilizaciones es recurrente, aunque más bien vago, pues confunde niveles, orientaciones y técnicas para describirla; no obstante, los autores que retomamos arriba hacen un uso más riguroso, ambos entienden los repertorios como "un conjunto limitado de rutinas aprendidas, compartidas y actuadas a través de un proceso de elección relativamente deliberado [...] creaciones culturales aprendidas, pero [que] no descienden de una filosofía abstracta ni toman forma como resultado de la propaganda política, sino que surgen de la lucha".3

Los dos utilizan esta cita, pero sus análisis y caminos son diferentes: para Tricot, el repertorio son todas las formas de acción conflictiva; Aguilera, en cambio, habla de un nuevo repertorio. Atenerse a esta única referencia es, por lo tanto, insuficiente y correríamos el riesgo de caer en lo mismo que ya criticamos: una definición vaga que llevaría al debilitamiento y la pérdida de potencial explicativo o comprensivo del concepto.

Sostenemos que el repertorio de contestación, más que una idea vaga acerca de un asunto, es más bien un concepto, construcciones teóricas a través de las que comprendemos la realidad. El término repertorio de contestación propone una estructura conceptual a través de la cual se puede observar, describir, medir e incluso explicar el conflicto (Tilly, 2010 [2008]), y hace referencia a la relación entre una idea y un acercamiento empírico específicos, que permiten medir cómo se producen los cambios en la contestación. Es, por lo tanto, meritorio profundizar en él para esbozar de manera rigurosa el repertorio de contestación en Chile.

En su obra Popular contention in Great Britain, 1758-1834, Charles Tilly (2005 [1995]) estudió de manera detallada y sistemática el cambio en el repertorio de contestación colectiva en Gran Bretaña a lo largo de tres cuartos de siglo.4 Esta obra es relevante porque marca el pasaje definitivo, en la lógica explicativa del autor, de una causalidad estructuralista asociada a la estructura de oportunidades políticas a una explicación relacional, en la que el concepto de repertorio de contestación deviene centro de su análisis (Máiz, 2011).

Esta obra es probablemente la más importante del autor, en cuya elaboración demoró veinte años (Tilly, 2005 [1995], pp. xiii, xxi), y hasta en sus últimos escritos utilizó sus resultados como demostración metodológica (Tilly, 2010 [2008]) y para describir los mecanismos de cambios de escala que producen episodios de contestación (McAdam, Tarrow & Tilly, 2008). En Popular contention, Tilly se basa empíricamente en la elaboración y referencia a grandes y uniformes catálogos de eventos que, según él, "reduce[n] la tentación de dejar que pocos espectaculares y bien documentados conflictos dominen la interpretación del cambio [porque] las reuniones contestatarias, independientemente de su trivialidad, una por una, tienen un efecto acumulativo significativo en la conducta de los asuntos públicos en Bretaña" (Tilly, 2005 [1995], p. 65).

Esta primera aseveración debería prevenir sobre el espíritu del libro, que desconfía de quienes interpretan cada episodio o ciclo de protesta como cambios estructurales -y definitivos- en el repertorio de contestación. Encontramos la misma idea cuando le preguntan si en las últimas décadas ha emergido un nuevo repertorio en Francia, a propósito de su obra sobre ese país (Tilly, 1986); a lo que él responde: "¿Un nuevo repertorio? No lo creo en absoluto. ¿Nuevas formas de acción colectiva? Seguramente" (Tilly, 2005). Por ello, en lugar de concentrarse en una novedad poco probable, Tilly prefiere realizar una medición sistemática de datos empíricos que permita observar, describir y comparar un repertorio con otro, pero también distinguir distintos niveles (repertorio, evento, performance, acción, innovación) (Tilly, 2005 [1995]; Tilly, 2006; Tarrow & Tilly, 2008).

En el mismo sentido, queremos prevenir al lector sobre lo que puede esperar de este artículo: si bien es evidente que la acción estudiantil en Chile es muy relevante para el conjunto de la acción contestataria, este artículo está orientado a esbozar el repertorio de contestación global; y sería incongruente que, al hablar de repertorio de contestación en Chile, nos refiramos a un proceso particular, de un actor específico (estudiantes) y en un periodo acotado (2006 o 2011), mientras desatendemos todos los demás, cada uno de los cuales merecería una atención especial. Es evidente que la acción contestataria estudiantil contiene elementos distintivos, incluso se podría hablar de un repertorio específicamente estudiantil (en su identidad, en su relación adversarial, en las formas que adopta, etc.) y de una historia de protesta que supere con creces aquéllas de los años más notorios (2005, 2006 y 2011), pero esto es tema específico de otra investigación.

El repertorio en general puede ilustrarse mejor a través de la analogía con las improvisaciones de una banda de jazz, para comprender el sentido de que "personas en un lugar y tiempo determinados saben cómo llevar a cabo un limitado número de rutinas alternativas de acción-colectiva, adaptando cada una a las circunstancias inmediatas y a las reacciones de los antagonistas, autoridades, aliados [...] y otras personas de alguna manera involucradas en la lucha" (Tilly, 2005 [1995], p. 42), porque como los músicos de jazz, "incorporan sus propias rutinas conocidas en entendimientos comunes compartidos, incluyendo referencias a temas bien conocidos y a performances previas" (Tilly, 2005 [1995], p. 42).

El repertorio es, entonces, un modo de interacción entre, al menos, un par de actores -uno haciendo demandas a otro-, y no performances individuales. Lo colectivo mantiene el repertorio, no al individuo, interpretándose más que inventándose (Tilly, 2005). Para Tilly, el repertorio de contestación son "las maneras establecidas en que pares de actores hacen y reciben demandas orientadas hacia los intereses del otro" (Tilly, 2005 [1995], p. 43); son un conjunto de herramientas que la gente utiliza y cuya eficacia depende de la adecuada combinación entre ellas, las tareas y los usuarios.

El repertorio, además, cambia por la negociación y la innovación deliberadas, innovaciones que aparecen en los márgenes del repertorio y que están, en su mayoría, condenadas al fracaso y la desaparición, siendo pocas las veces que llegan a modelar, a largo plazo, un nuevo repertorio. Eventualmente llega un momento en que las herramientas son inadecuadas para las luchas, y las "personas [,] haciendo demandas y contrademandas [,] modelan nuevas maneras de hacer demandas" (Tilly, 2005 [1995], p. 47), mientras cambian el repertorio.

Finalmente, el repertorio interactúa también con la organización del poder, y la diferencia entre repertorios recae en su relación con su escenario político particular. De ahí que, si bien el concepto de estructura de oportunidades políticas (Tilly, 1977 [1978]; 2005 [1995]; 2006; Snyder & Tilly, 1972) ya no es el factor explicativo fundamental, sigue teniendo relevancia para explicar cómo las nuevas formas de contestación pueden, eventualmente, cristalizar y generar una innovación o un cambio del repertorio, ya que los modos de contestación también cambian para responder a los cambios en esas oportunidades (Tilly, 2005 [1995], p. 351).

Una de esas rarísimas ocasiones en que las innovaciones lograron modelar un nuevo repertorio fue en Gran Bretaña entre 1758 y 1834.

Según demuestra Tilly, el repertorio pasó de ser parroquial, particular y bifurcado, a cosmopolita, modular y autónomo (Tilly, 2005 [1995], pp. 61-62). En él la manera típica de protestar es el encuentro público, que se orienta según una lógica que el autor nombró de movimiento social: desafíos a las autoridades en nombre de los desaventajados; apoyo a programas identificados con asociaciones formales, demandas bien articuladas, y el WUNC.5 Su análisis busca establecer conexiones entre cambios sociales a gran escala y alteraciones en las maneras de hacer demandas, y las encuentra en dos factores: la concentración de capital y la expansión del Estado, que empujaron la contestación popular de lo local a lo nacional, de lo bifurcado a lo autónomo.

Tilly identifica los cambios en el repertorio de contestación a través de un método específico. Primero, se concentra en los momentos en que la gente se reúne para hacer demandas visibles, públicas y discontinuas. El cuerpo central de la evidencia lo componen las reuniones contestatarias, que para su investigación son "una cantidad de personas -más de diez- fuera del gobierno, reunidas en un lugar público accesible, que realizan demandas a, por lo menos, una persona fuera de su propio número y que, en caso de tener éxito, afectarían los intereses de su objeto" (Tilly, 2005 [1995], p. 393). La identificación de una reunión contestataria permite catalogar un "evento", cuya descripción contiene, entre otros elementos, la "formación" -un conjunto de personas que actúa de una manera distinguible- y la "acción" -cualquier movimiento o cambio de las formaciones participantes respecto de las demandas-. Esta última incluye al actor, una acción y, cuando exista, un objeto de la acción.

El repertorio tiene diferentes niveles: su unidad mínima es la acción, que a veces desempeña partes significativas en la demanda, pero que rara vez compone en su conjunto la demanda; la performance, múltiples acciones en secuencias recurrentes y que a menudo constituyen ellas mismas una declaración de demandas autónomas; la campaña, que es la organización de múltiples performances, como una elección o un movimiento social; y el aglomeramiento de performances o repertorio, que es tremendamente limitado en comparación con las acciones, performances y campañas que los actores tienen la capacidad técnica de producir (Tilly, 2005 [1995], p. 43; 2006, p. 35).

Describir y medir el conflicto

Descritos los principales componentes del concepto de repertorio de contestación, podemos comenzar un trabajo empírico, aunque antes debemos hacer algunas precisiones.

En primer lugar, la propagación de la noción de repertorio de contestación ha significado la prevalencia y persistencia de su forma "débil" (Offerlé, 2008), utilizándose para la observación en diferentes niveles, situaciones y duraciones, muchas veces entremezclados. Esto podría explicar que veamos que una misma cita sirva para referirse a fenómenos y niveles de análisis diferentes, como hacen Tricot y Aguilera. Una de sus posibles causas es que se observa, en la fundamentación de Tilly, una relación excesivamente estrecha entre el cuerpo central de evidencia, la reunión contestataria y la forma característica de contestación del siglo XIX, que es el encuentro público. Las primeras son más de diez personas reunidas en un lugar público, que expresan demandas a una persona o un grupo externo y cuyo resultado afectaría esos intereses. Los segundos son "asambleas programadas en las que las personas hacen demandas colectivas, mayoritariamente en forma de resoluciones y peticiones" (Tilly, 2005 [1995], p. 357). Ambas definiciones se distinguen muy poco, y es fácil sentirse tentado a identificarlas. No es de extrañar, por lo mismo, que de las 8 088 reuniones contestatarias catalogadas, más de 5 800 fueron encuentros públicos (Tilly, 2005 [1995], p. 357). Esta cercanía conceptual podría tergiversar los resultados y los niveles de observación.

En segundo lugar, el criterio numérico de identificación de una reunión contestataria (diez o más personas...) excluye del catálogo algunas acciones o eventos, como las huelgas de hambre de los presos políticos mapuche, que son llevadas a cabo normalmente por menos de diez personas, y que además no están en lugares públicos (¡están presos!). Es por ello que parece sensato ampliar el criterio de definición de las reuniones contestatarias, ya que se podrían obtener resultados apoyados sobre una base empírica más sólida, aunque no necesariamente discordantes.

Aquí proponemos ajustar algunos puntos de la propuesta de Tilly en función de lo que acabamos de presentar, con la finalidad de elaborar catálogos más adecuados para la medición de la contestación en Chile.

Primero elaboramos catálogos de "acciones contestatarias", en lugar de catálogos de eventos, por la sencilla razón de que las acciones contestatarias son las unidades mínimas susceptibles de observación, mientras que un evento es una construcción posterior. Extrajimos los datos de las Cronologías del Conflicto Social que el CLACSO elaboró "para promover y divulgar elementos para un análisis crítico del capitalismo latinoamericano, los procesos políticos, sociales y económicos emergentes y las diversas formas que asume el conflicto y los movimientos sociales en la región".6 Para Chile, el último año completo de cronologías es 2011 y éstas se basan (como para los demás países) en periódicos nacionales, en formato de papel e internet, de circulación nacional y local.7 Es necesario recalcar que elegimos las cronologías del CLACSO porque es la recopilación de evidencia más completa en torno a la protesta social y, si bien hay otros esfuerzos de ordenación temporal, estos son o más acotados en el tiempo o centrados en un actor específico (como por ejemplo los de Dodemel, Peña & Lillo, 2008; IEAL, 2011; Acevedo, 2012). No obstante, se deben considerar las limitaciones que tiene un tipo de evidencia extraída de medios de comunicación que involucran muy posiblemente sesgos de diverso tipo, de entre los que destacan la intensidad, la historicidad y la sobre o subrepresentación del tratamiento de los conflictos, como bien dicen Aguilera y Álvarez (2015). Con todo, sigue siendo un aporte inestimable para la reconstrucción y el análisis histórico y sociológico del conflicto social.

Segundo, a diferencia de Tilly -que identifica una reunión contestataria y de ahí construye el evento correspondiente-, nosotros hablaremos de acción contestataria, por el motivo antes esgrimido: una mirada a la unidad mínima de acción permite un acercamiento más completo a los fenómenos, además de poder identificar e incluir en la medición acciones que son contestatarias, pero no necesariamente masivas o públicas. De este modo, podríamos definir de modo amplio una acción contestataria como una en la que están involucrados al menos dos oponentes, sin importar su número, y que hace referencia a sectores, actores o grupos sociales en pugna. Acotaremos el análisis de la acción contestataria a aquéllas realizadas por quienes se encuentran sujetos a las órdenes o voluntad de otros (Dahrendorf, 1958; Weber, 1964), es decir, aquellos que en una relación de poder se sitúan en el espacio de la carencia, aunque el objetivo de todas estas acciones sea subvertir, en alguna de sus dimensiones, dicha carencia.8

En su obra, Tilly elabora un catálogo de 8 088 eventos, en el que identifica 27 184 formaciones, 50 875 acciones, además de otros elementos. Nuestro esfuerzo es mucho más acotado, nos concentramos en las acciones contestatarias que se compongan del trinomio sujeto-verbo-objeto (Tilly 2005 [1995]; 2010 [2008]).

Para demostrar empíricamente las formas de contestación en Chile, la pregunta sobre la que debemos concentrarnos es: ¿cuál es el repertorio de acción de las y los contestatarios? Para arribar a esto debemos, primero, responder a ciertas preguntas que apuntalarán nuestro análisis, que son: ¿existe movilización en Chile?, ¿quiénes son los que protestan?, y ¿contra quién protestan? Con esto pretendemos describir los elementos mínimos para esbozar el repertorio de contestación en Chile durante el siglo XXI, y ser capaces de observar si dicho repertorio se ajusta o no respecto del que Tilly describió como cosmopolita, modular y autónomo. Para lograrlo, en el catálogo identificamos 2 272 performances, 22 actores y 23 objetos.

La acción contestataria en Chile 2000-2011

El primero de los elementos que debemos constatar es la existencia de contestación. En muchas de las referencias se observa un amplio consenso en que en Chile, antes de 2011, la sociedad se encontraba desmovilizada o adormecida, aunque había algunos episodios espasmódicos de movilización (Agacino, 2013; Mayol & Azócar, 2011; Rubilar, 2011; Durán, 2012; Pulgar, 2011; Garcés, 2012; Núñez, 2012). Ello implica que las movilizaciones de 2011 constituyeron tal novedad, que justificaron ciertos análisis espectaculares. No es raro, por lo mismo, que se haya escuchado a sociólogos, historiadores, etc., hablar de repolitización e incluso de situaciones prerrevolucionarias. La gráfica 1 muestra, no obstante, que esta novedad y el adormecimiento anterior distan de ser reales.

Gráfica 1 Cantidad de acciones por año, 2000-2011 

La gráfica indica que no ha habido año en que la sociedad no se movilice, por lo que un adormecimiento previo implica una interpretación cuya base empírica es dudosa. Incluso durante el año más "adormecido", hubo 40 acciones, bastante más que el año más ligero del catálogo de Tilly (1759, con 12 RC [Tilly, 2005 [1995], p. 74]). Lo que sí comprueba la gráfica es que 2011 fue un año particularmente intenso, que concentró 18.4% del total de acciones. Pero independientemente de esto, el cuadro sigue comprobando que en Chile la sociedad se moviliza y protesta constantemente, que antes de 2011 no estaba dormida.

Comprobada la actividad conflictiva, se debe identificar quiénes se movilizan. Una parte significativa de los análisis centran su atención en los estudiantes, debido posiblemente a que en 2011 fueron protagonistas indiscutidos de la contestación. Pocos son quienes, además de este grupo social, se preocupan de analizar la contestación de otros actores, como la de trabajadores, mapuches y territorialistas, entre otros. Identificar si los estudiantes son efectivamente los protagonistas de la conflictividad, además de observar qué otros actores se movilizan, ayudaría a realizar un análisis en el que los elementos entregados a la percepción inmediata, aunque espectaculares, se sitúen sobre una base empírica sólida.

Además, si observáramos que los protagonistas del conflicto mantienen una tendencia estable de movilización, independiente del contexto sociopolítico coyuntural, podría pensarse que se trata de actores autónomos o en vías de autonomización (un movimiento orgánico según Gramsci [2007]), un sujeto histórico según Touraine (1965), con capacidad política según Proudhon (1978 [1865]). Si, por el contrario, la contestación depende sensiblemente de la coyuntura contextual, sea la capacidad represiva/negociadora del régimen, sea el momento económico u otro causal, tenderíamos a pensar que son las estructuras de oportunidad política las que definen la acción y los actores (Tilly, 1977 [1978]; 2005 [1995]; 2006; Snyder & Tilly, 1972; McAdam, McCarthy & Zald, 1996; McAdam, Tarrow & Tilly, 2001; Tarrow, 1997; Tarrow & Tilly, 2008).

El cuadro 1 muestra quiénes son los seis actores principales del conflicto y su porcentaje relacional de participación por año.

Cuadro 1 Principales actores del conflicto en Chile 2000-2011(porcentajes) 

Actor / Año 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 Total general
Estudiantes 32.7 23.4 9.1 15.6 12.5 29.4 19.3 15.9 22.6 9.9 14.0 41.0 22.5
Militantes 6.2 7.1 9.1 26.7 27.5 23.5 22.5 24.0 19.4 8.4 15.3 12.9 15.8
Pobladores 0.6 1.4 0.0 0.0 0.0 11.8 10.5 3.9 2.8 5.7 2.2 2.2 3.9
Pueblos originarios 22.2 28.4 21.6 22.2 12.5 23.5 17.9 20.5 12.7 25.2 15.7 11.3 18.3
Territorial 2.5 2.8 1.1 0.0 0.0 0.0 4.6 1.8 4.8 3.1 5.2 12.0 4.8
Trabajadores 35.8 36.9 59.1 35.6 47.5 11.8 25.3 33.9 37.7 47.7 47.6 20.6 34.7
Totalgeneral 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0

Fuente: elaboración propia en base a Cronologías del conflicto Social-clacso.

Los protagonistas que muestra este cuadro, en general, no sorprenden a una persona que haya estado atenta a las noticias de los últimos 20 años, puesto que son los actores en la palestra contestataria persistentemente. Se trata en especial de los estudiantes, los pueblos originarios (el pueblo mapuche realiza más de 90% de estas acciones), militantes y trabajadores. Sobre estos últimos asombra, hay que decirlo, su alta presencia, con 34.7% del total de acciones. Se debe considerar que en este actor se incluyen varias subcategorías (desocupados, profesionales, empleados públicos, servicios, etc.) y, además, a diferencia de la mayoría de los otros actores, los trabajadores no se comportan como sujeto unificado, sino que sus luchas normalmente son del tipo económico-corporativo, el más elemental grado de conciencia política colectiva (Gramsci, 2007, p. 414). Por su lado, los militantes también engloban un conjunto de actores, como ecologistas, militantes sociales y militantes políticos, que suman 15.8%. Estudiantes y pueblos originarios hablan por sí mismos, participan con 22.5 y 15.8%, respectivamente, del total de acciones contestatarias.

Quizá lo más insospechado es que los pobladores, con la importancia que han tenido en la historia de las luchas populares en Chile (Espinoza, 1988; Garcés, 2002), cuentan con una presencia de apenas 3.9% del total de acciones, y su tendencia muestra que, desde 2005, están bajando sostenidamente en relación con los otros. Otro actor que quizá no aparece inmediatamente cuando se piensa en la conflictividad, es el que denominamos territorial, que con 4.8% muestra una tendencia ascendente que se debe considerar. Aquí identificamos a este actor con las asambleas ciudadanas, barrios o comunidades, y diversos conflictos que no responden a un sector en particular, sino que aglomeran una variedad de actores arraigados a un territorio específico y que se manifiestan principalmente contra la degradación de sus condiciones de vida, por cuestiones medioambientales que afectan su modo de vida, o por mejoras en servicios básicos o servicios sociales, entre otros temas de ese tipo.

En el mismo cuadro se puede observar la participación anual de estos protagonistas de modo relacional y una serie de tendencias.

Los estudiantes, pueblos originarios y militantes siguen un camino parecido: inician el siglo con presencia y se mantienen relativamente estables hasta 2006, cuando comienzan una tendencia a la baja, excepto por la explosión estudiantil de 2011. Estos evolucionan a más saltos que los demás, pero a pesar de empezar el siglo en alza y terminar 2011 con la absoluta dominancia con 41% de las acciones (es relevante notar que 2011 es el único año en que superan en solitario a la categoría trabajador), su tendencia está apenas inclinada hacia el aumento. Entre 2003 y 2007 los militantes vivieron una época de importantes movilizaciones, pero desde 2008 han ido más bien a la baja, con su punto más bajo en 2009, con 8.4%, si bien posteriormente se repusieron levemente. Con todo, su tendencia es levemente al alza. Los pueblos originarios, entre los que el pueblo mapuche tiene presencia mayoritaria, siguen una tendencia un poco más pronunciada a la baja que los demás: llegan hasta 28.4% en 2001, y van bajando hasta 2011 con presencia apenas sobre 11%.

El caso de los trabajadores es particular, primero porque su participación general en la acción contestataria se sitúa sobre las demás, aunque su tendencia vaya sensiblemente a la baja, pero también porque es excesivamente vertiginosa: de 59.1% en 2002, descienden a 11.8% en 2005, suben a 47.7% en 2009 y bajan a 20.6% en 2011. Si se observan, además, los contextos sociopolíticos (cambios de gobernantes, crisis económicas, entre otros), no es difícil pensar que este actor opera sensiblemente con la lógica explicativa sobre los incentivos que ofrecen, para la acción colectiva, las cambiantes oportunidades políticas (Tarrow, 1997, p. 148).

Otro caso particular es el actor territorial que, a pesar de que su presencia no es fundamental (4.8%), ha experimentado un sostenido aumento desde 2005. Esta tendencia podría implicar que estos actores estarían comenzando a constituirse como sujetos relevantes del conflicto social. Habría que ver si sus demandas y objetos tienen elementos comunes, incluso proyectos históricos, o si están más bien fragmentados. Pero podríamos estar asistiendo a la emergencia y potencial consolidación de un nuevo actor contestatario relevante en Chile.

La contestación es una relación adversarial, por lo que la acción debiera estar dirigida a algún actor o individuo fuera del grupo que protesta, lo que constituye la tercera pregunta de nuestro análisis. Como se ve en el cuadro 2, de todos los objetos de demandas, quien las concentra en mayor medida es el gobierno central, con 54.5%. Todos los actores protagonistas tienen como su adversario principal el gobierno central. Quienes concentran mayor interés en que sea este instituto político quien catalice o satisfaga sus demandas son los pobladores, con 84.1%, y los estudiantes, con 67.6%. Los militantes, pueblos originarios y territorial lo hacen de manera media (50.7, 54.3 y 52.3%, respectivamente), y los trabajadores son los actores que se dirigen en menor medida a esta instancia, aunque sigue siendo muy relevante (44.8%).

Cuadro 2 Orientación de la demanda por actor, 2000-2011(porcentajes) 

Adversario (objeto) Estudiantes Militantes Pobladores Pueblos originarios Terriorial Trabajadores Total general
APEC 0.2 0.6 0.0 0.0 0.0 0.0 0.1
Armada 0.0 0.3 0.0 0.0 0.0 0.0 0.0
Carabineros 0.2 0.3 0.0 2.2 1.8 0.1 0.6
Congreso 1.2 1.4 2.3 1.0 0.0 1.5 1.3
Institucionesinternacionales 0.0 0.3 0.0 0.0 0.0 0.0 0.0
Empresas 1.4 2.8 0.0 0.2 8.3 28.0 10.9
Estudiantes 1.0 0.0 0.0 0.0 0.9 0.0 0.3
Gobiernocentral 67.6 50.7 84.1 54.3 52.3 44.8 54.5
Gobiernolocal 1.8 1.1 4.5 1.7 8.3 4.6 3.0
Gobiernoregional 3.3 2.5 0.0 2.9 3.7 2.4 2.7
Institución 14.3 1.4 1.1 0.5 0.0 4.4 5.1
Internacional 0.0 0.6 0.0 0.2 0.0 0.0 0.1
Interno 1.2 0.6 0.0 0.2 0.0 0.0 0.4
Justicia 0.0 0.3 0.0 0.2 0.0 0.0 0.1
Militares 0.0 0.3 0.0 0.0 0.0 0.0 0.0
NR 3.7 8.4 2.3 1.4 1.8 1.1 3.0
Otro 0.0 0.3 0.0 0.2 0.0 0.0 0.1
Particular 0.2 5.0 0.0 0.5 0.0 0.4 1.1
Partidopolítico 0.4 1.1 0.0 0.0 0.0 0.0 0.3
PoderJudicial 0.0 1.4 0.0 1.0 0.0 0.3 0.5
Privado 1.2 7.0 3.4 26.0 18.3 9.0 10.3
Sistema 0.0 0.6 0.0 0.0 0.0 0.0 0.1
Trabajadores 0.0 0.0 0.0 0.0 0.0 0.3 0.1
Varios 0.2 1.1 0.0 0.2 0.0 0.5 0.4
(Enblanco) 2.3 12.3 2.3 7.2 4.6 2.5 5.
Total general 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0

Fuente: elaboración propia a partir de las Cronologías del Conflicto Social-clacso.

Sobre este tema es interesante que, si bien todos comparten el gobierno central como principal depositario de demandas, los adversarios de segunda y tercera importancia para cada actor varían en función de su posición -sin poder- en un sistema específico de relaciones sociales. De este modo, el segundo objeto de las demandas para los estudiantes es la institución -de educación-, con 14.3%; los pobladores dirigen en segundo lugar sus demandas al gobierno local (4.5%), al privado (3.4%) y al Congreso (2.3%); los pueblos originarios se orientan hacia el privado (26%), típicamente el usurpador o dueño de fundos por recuperar y muy abajo del gobierno regional (2.9%), por su ubicación territorial; el actor territorial se dirige al privado y la empresa (18.3 y 8.3%, respectivamente) y a los gobiernos local y regional (8.3 y 3.7%); y los trabajadores hacia la empresa y al privado (28 y 9%, respectivamente). El caso de los militantes es más complejo, puesto que más de 20% de sus acciones no tiene adversario claro, y sus otros adversarios relevantes apenas llegan a 5 y 7% (particular o un privado, respectivamente). Lo importante en todos estos casos es que, al poner atención en este segundo o incluso tercer objeto de demandas, podemos observar una dispersión de la direccionalidad de las mismas en función de la posición relacional del actor, lo que hace cobrar relevancia a cada dimensión adversarial específica.

Una vez identificados los elementos condicionantes (existencia de movilización, actores protagonistas y relaciones adversariales), la última pregunta por responder es la más relevante para nuestro objetivo: ¿cómo se movilizan las y los contestatarios en Chile? De acuerdo con las Cronologías, pueden distinguirse 27 formas características de acción en las 2 272 performances contestatarias en Chile, que van desde huelgas y paros hasta barricadas y ataques. Estas 27 se pueden agrupar en cuanto a su proximidad analítica, y podemos distinguir nueve grandes categorías, como se ve en el cuadro 3.9

Cuadro 3 Acciones, porcentaje por año, 2000-2011 

Actor / Año 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 Total general
Asamblea/comunicado 1.2 2.8 1.1 0.0 17.9 1.5 7.0 12.5 4.4 9.4 5.8 9.0 6.9
Corte/bloqueo 8.1 12.8 13.8 6.7 5.1 4.4 6.3 10.0 3.6 2.7 3.1 5.4 6.3
Huelga de hambre 0.6 0.0 0.0 2.2 0.0 8.8 7.7 5.0 4.4 3.5 13.7 4.6 5.1
Judicial 0.0 0.0 0.0 4.4 2.6 0.0 0.0 0.7 2.4 2.3 1.3 0.2 0.9
Negociación/acuerdo 11.8 9.2 4.6 11.1 10.3 7.4 8.5 7.5 4.8 9.0 9.3 4.4 7.5
Ocupación 25.5 24.1 14.9 13.3 5.1 10.3 10.9 11.1 12.7 16.0 11.5 14.4 14.4
Paralización 9.3 9.9 23.0 22.2 17.9 1.5 10.2 14.0 13.1 25.8 20.8 10.9 14.5
Provocación/violencia 6.2 2.8 1.1 2.2 5.1 0.0 3.5 7.2 4.8 2.7 2.7 2.7 3.7
Reunión contestataria 37.3 38.3 41.4 37.8 35.9 66.2 45.8 31.9 49.8 28.5 31.9 48.4 40.7
Total general 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0

Fuente: elaboración propia con base en Cronologías del conflicto Social-clacso.

En el cuadro destaca un hecho sobre los demás: la performance que denominamos reunión contestataria conforma más de 40% del total de las acciones contestatarias. Esta comprobación implica otra de igual o mayor importancia: Tilly centra su análisis sólo en reuniones contestatarias, y aquí damos cuenta de que aún existen otras maneras de hacer demandas -independientes de las reuniones contestatarias- que no están supeditadas necesariamente al número de participantes reunidos en un lugar público, y que manifiesten demandas a un objeto fuera de ellos. Y esas otras maneras, si bien no conforman un bloque homogéneo y se dispersan desigualmente, son alrededor de 60% del total de acciones y deben ser tomadas en cuenta para un análisis acabado. Lo relevante es que, al suprimir la exigencia numérica y performática, las acciones contestatarias aumentan y se dispersan.

Según nuestra categorización, una reunión contestataria está compuesta por la manifestación (19.4%), la marcha (18.8%) y la jornada de movilizaciones (2.5%). Las tres son encuentros públicos de grupos que expresan sus demandas a un actor externo y su objetivo es presionarlo para satisfacerlas, por lo que corresponden a la definición de Tilly. Ahora, si se pone atención en la proporción anual de las acciones, se puede observar que la reunión contestataria es también la performance más masiva en todos los años comprendidos en las Cronologías. Si bien tiene altibajos (2005, y particularmente 2009), lo que es inmensamente relevante es su persistencia en tanto forma típica de expresar demandas de los contestatarios. No obstante, debemos hacer dos observaciones al cuadro general.

Primero, al distinguir entre performances institucionalizadas y disruptivas (Tarrow, 1997),10 las primeras son con mucho las más recurrentes y cuentan con 70.5% del total; mientras que las disruptivas (corte/bloqueo; huelga de hambre; ocupación; provocación/violencia), son el 29.5% restante. Ello es independiente de las tendencias al alza o a la baja que cada forma de acción tenga.

Una segunda observación muestra que, a pesar de la variedad de formas de acción que aparecen una vez que se derogan los criterios numéricos y performáticos, todas las formas de contestación mantienen una relativamente estable participación en la contestación global. Salvo altibajos muy notorios y coyunturales que cada acción presenta (el año 2004 para asamblea/comunicado y para ocupación; 2010 para huelga de hambre; y 2005 para paralización), en su gran mayoría todas las acciones contestatarias se mantienen bastante estables.

Estos puntos son relevantes puesto que, si bien una parte importante de las formas de acción son reuniones contestatarias, hay un número aún mayor que corresponde a otras maneras de hacer demandas. Con todo, la estabilidad de cada una de las acciones a lo largo de los 12 años analizados podría implicar que, eventualmente, se trata de maneras bien conocidas y previsibles de contestar, y que las y los contestatarios manejan de manera suficientemente clara las posibilidades de éxito y los límites de su aplicación. En este caso podríamos hablar de un repertorio más arraigado que volátil.

Esbozo de repertorio de contestación

En este punto ya podemos hablar con propiedad de la existencia y persistencia de la acción contestataria. También se ha identificado a los protagonistas de la acción y las formas de la misma, además de los adversarios contra quienes se protesta. Pero falta ver si con los datos recabados se puede esbozar el repertorio de contestación en Chile. Podríamos concluir que, como vimos, la reunión contestataria, como forma típica de manifestarse de los contestatarios en Chile, constituye el repertorio, pero estaríamos confundiendo niveles. Tilly dice que en Gran Bretaña el repertorio se modifica a través de un cambio de escala que identifica con la parlamentarización y nacionalización de las protestas (Tilly, 1997; 2005 [1995]; 2010 [2008]); este fenómeno tiene como corolario un cambio desde un repertorio cuyas características pasan de ser parroquial, particular y bifurcado a cosmopolita, autónomo y modular. Y es precisamente entre estos elementos donde reside, creemos, la principal confusión a la hora de hablar de repertorio. Porque Tilly dice que la amplia variedad de encuentros públicos, tales como marchas, demostraciones y huelgas, son todas performances empíricas que pueden ser analíticamente llamadas cosmopolitas, porque la extensión de la acción y el objeto involucra múltiples localidades; autónomas porque los organizadores de las acciones las planean y sitúan por su propia iniciativa en lugar de tomar ventaja de asambleas autorizadas o de confluencias rutinarias de gente; y modulares porque la gente emplea performances similares a través de un rango amplio de temas, grupos, localidades y objetos de demandas (Tilly, 2005 [1995], p. 349). Como vemos, el repertorio de contestación colectiva se sitúa a un nivel analítico diferente del de la acción y de la performance, y no debe ser confundido con ellas. Es una construcción ideal-tipo, no una realidad empírica.

Para Chile debemos ver, de acuerdo con los datos de que disponemos y que acabamos de presentar, qué características tiene el repertorio de contestación. La manera que creemos más pertinente para este esbozo es usando los mismos binomios de Tilly (parroquial/cosmopolita; bifurcado/autónomo; particular/modular) como matriz para ver si en Chile se aleja, se acerca o es otro diferente.

Como vimos, la forma preferida de performance es la reunión contestataria, pero también hay otras ocho formas relevantes de manifestar demandas. De ellas, todas son una acción pública deliberada (aunque no necesariamente en un lugar público) e implican, aunque no siempre, demandas a un adversario. Con esto podemos comenzar a esbozar las características del repertorio de contestación.

Primeramente, al analizar el objeto de la acción, 60.8% de las demandas se realiza hacia o contra los distintos niveles de gobierno (sumados los niveles central, regional y local). Además, 21.2% de la acción se orienta ya sea a la empresa o a un particular. Como se dijo, al tomar en cuenta el segundo objeto de demandas, se indica una orientación hacia la situación relacional de cada actor, por lo que la dispersión crece. Si consideramos la extensión de la acción (diferente a la extensión de la demanda), en los casos de pobladores, pueblos originarios y territorial, más de 95% de sus acciones es de carácter local;11 para los estudiantes, militantes y trabajadores, el carácter local de la acción se sitúa en torno a 70%, por lo que es difícil pensar que exista una forma de acción típicamente nacional. Si bien el cruce de estas variables probablemente aporte resultados interesantes (acciones de carácter local con demandas de carácter nacional, por ejemplo), no está suficientemente claro que en el binomio parroquial/cosmopolita la acción contestataria tienda hacia algún polo, por lo que no sería ni parroquial ni cosmopolita, sino una mezcla de las dos en función del actor y de la situación.

Segundamente, y tal vez lo más accesible para el análisis, es el binomio bifurcado/autónomo; ya que el hecho de que todas las performances aquí planteadas sean realizadas por la acción deliberadamente organizada de los actores involucrados, y que no dependan de una reunión pública no contestataria (un concierto o los días de mercado), nos hace pensar con suficiente consistencia que el repertorio en Chile se inclina por lo autónomo; si bien el concepto de autonomía de Tilly es bastante limitado en sus alcances.

Finalmente, si bien la reunión contestataria es la forma más masiva y extendida en un rango amplio de temas, grupos, localidades y objetos, cada actor del conflicto despliega también sus performances particulares en función de sus posibilidades y situaciones concretas, como lo muestra el cuadro 4.

Cuadro 4 Porcentaje de performances por actor 

Acción / Actor Estudiantes Militantes Pobladores Pueblos originarios Territorial Trabajadores
Asamblea/comunicado 8.9 7.0 0.0 13.9 1.8 3.3
Corte/bloqueo 2.2 3.9 4.6 7.3 16.5 8.3
Huelga de hambre 2.8 1.4 12.6 13.9 1.8 3.2
Judicial 0.2 0.8 0.0 2.9 0.9 0.5
Negociación/acuerdo 6.3 1.4 2.3 3.4 4.6 14.2
Ocupación 26.4 2.2 12.6 26.8 1.8 7.6
Paralización 5.0 1.7 0.0 0.0 3.7 37.3
Provocación/violencia 3.8 6.7 0.0 4.4 3.7 2.4
Reunión contestataria 44.4 74.7 67.8 27.5 65.1 23.2
Total general 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0

Fuente: elaboración propia con base en Cronologías del conflicto Social-clacso.

De todos los casos observados, el militante usa la reunión contestataria en casi 75%, y es el único actor cuyas otras formas de acción no superan 7%. Para todos los demás, hay al menos una forma de acción que es utilizada de manera recurrente, además de la reunión contestataria (supera 10% de presencia en el total de su propia acción como actor contestatario): los pueblos originarios utilizan también la ocupación (26.3%), la huelga de hambre (13.9%) y la asamblea/comunicado (13.9%); la principal forma de acción de los trabajadores es la paralización (37.3%) y sólo después utilizan la reunión contestataria (23.2%) y la negociación/acuerdo (14.2%); los pobladores utilizan la ocupación y la huelga de hambre (ambos con 12.6%); territorial el corte/bloqueo (16.5%); y los estudiantes, la ocupación (26.4%).

Podemos observar aquí que, además de la reunión contestataria, los actores usan una forma "propia" de acción en función de su situación relacional. Estudiantes, pobladores y pueblos originarios ocupan dependencias educacionales, gubernamentales o privadas; territorial bloquea accesos y caminos; los trabajadores paralizan primero, se reúnen públicamente después. Sólo militantes usa casi exclusivamente la reunión contestataria. Si además observamos el eje de la acción, vemos que, salvo la acción judicial y la provocación/violencia, todas las formas de acción son utilizadas de manera significativa por al menos un actor.

Para que el repertorio corresponda con lo modular, los contestatarios deberían emplear acciones similares a través de un rango amplio de temas, grupos, localidades y objetos de demandas, pero, como vimos, no ocurre así. No obstante, la relevancia que tiene para todos los actores la reunión contestataria hace pensar que, a pesar del peso de su situación relacional particular -que implica la adopción de una forma de acción específica a dicha relación-, de todos modos, la manifestación pública, masiva y de demandas explícita contra un adversario conocido, es una herramienta transversal a todas y todos los contestatarios, sin importar temas, grupos, localidades ni objetos. En consecuencia, se hace difícil discernir si el repertorio, en este caso, corresponde más a uno particular o modular, puesto que se presentan ambos de modo constitutivo.

En síntesis, estamos más frente a un problema que ante una respuesta: de los binomios que usa Tilly, para el caso chileno del siglo XXI sólo podríamos comprobar de manera clara que la acción contestataria es autónoma en lugar de bifurcada; pero en los otros dos casos es más difícil de discernir (parroquial/cosmopolita; particular/modular), y no es posible establecer una clara tendencia hacia uno de ellos. En el primer caso, porque si bien el depositario principal de la acción es el gobierno, también la empresa y los particulares son un adversario importante; además, la extensión de la acción es fuertemente local en lugar de nacional (independientemente de que las demandas sean nacionales). En el segundo caso se vio que si bien la mayoría de actores usa la reunión contestataria como la principal acción contestataria, su segunda preferencia varía significativamente en función de su situación estructural y relacional específica y, por lo tanto, según localidad, grupos y objetos.

Después de lo que observamos y describimos, queremos profundizar sobre tres temas, que se encaminan en distintas direcciones.

En primer lugar, esperamos que este documento sirva para cuestionar ciertos lugares comunes que a veces están sólidamente arraigados en las diversas esferas sociales e intelectuales, y que han adquirido carácter de sentido común en la interpretación de los fenómenos contestatarios, en tanto "concepción del mundo absorbida acríticamente por los diversos ambientes sociales y culturales en los que se desarrolla la individualidad moral del hombre medio" (Gramsci, 1986, p. 261). Con un sencillo conteo de las performances, pudimos comprobar que en Chile los actores sociales han estado despiertos a lo largo de los primeros 12 años del presente siglo. Con ello, creemos que se deben replantear las preguntas y, en lugar de intentar comprender, dilucidar o explicar un supuesto despertar o repolitización de la sociedad en Chile, sería más interesante preguntarse por qué ese 2011 y no otro año ha sido tan relevante para una enorme diversidad de actores que se comprometen en luchas y conflictos.

En segundo lugar, los elementos proporcionados hasta aquí permiten hacer una descripción de las diferentes maneras que tienen de manifestarse las y los contestatarios en Chile. Pero, por profundos y bien fundamentados que estén dichos elementos, el rango temporal de 12 años es estrecho si se pretende describir el repertorio y además su cambio. Tilly analizó tres cuartos de siglo de contestación para lograr identificar cómo cambió el repertorio en Gran Bretaña. Aquí, con nuestro catálogo podemos esbozar de modo bastante consistente el repertorio actual, mas su cambio debe ser objeto de investigaciones posteriores de más largo plazo, que permitan discernir si este repertorio actual está en vías de transformación o si, por el contrario, es resultado de un proceso de cambio anterior.

Finalmente, queda plantear -aunque a modo de esbozo general- los alcances y límites de la noción de repertorio de contestación. Como se vio, si utilizamos la noción de repertorio en sentido "fuerte", nos puede dar luces respecto de cómo describir y medir las maneras que tienen los contestatarios de expresar sus demandas y trazar, de manera general pero bien fundamentada, un repertorio de contestación. A pesar de lo limitado que siempre es recurrir a fuentes como los periódicos, sobre todo en un contexto oligopólico como es el sector de los medios de comunicación en Chile, la elaboración de grandes catálogos, de eventos o de acciones contestatarias, permite tener una visión bastante congruente de la contestación, además de que reduce "la tentación de dejar que pocos espectaculares y bien documentados conflictos dominen la interpretación del cambio", como citamos arriba a Tilly. Pero, por otro lado, los datos proporcionados, si bien aportan elementos de inestimable valor para describir las formas de protestar, son difícilmente susceptibles de proporcionar elementos para una explicación causal, y emanciparse por lo tanto de la descripción y medición. Porque extraer conclusiones explicativas como que la concentración de capital y la expansión del Estado modelaron las formas de contestación (Tilly, 2010 [2008]), sólo puede ser convincente si se piensa que toda la acción es exterioridad, que la situación posicional prima sobre la capacidad de acción de los actores, y que la estructura de oportunidades política -pura exterioridad- prevalece sobre la capacidad creativa y la voluntad colectiva de cambio. Nosotros pensamos que, si bien la situación estructural pesa sobre los actores, la acción contestataria y la voluntad colectiva pueden modificar dicha situación.

Después de este recorrido, podemos volver a la hipótesis planteada al inicio. Como se vio, efectivamente hay una pluralidad de actores que se movilizan por una multiplicidad de demandas y aunque está sumamente concentrado, también existe una gran variedad de adversarios -y de relación adversarial-. No obstante estas multiplicidades, el repertorio de contestación en Chile, independientemente de que en dos de los tres binomios no se sitúe clara y distintamente en alguno de sus polos, es tremendamente estable; pues a lo largo de los doce años registrados no cambió en nada fundamental, salvo por alguna variación marginal y coyuntural (el aumento durante un año de algún tipo de acción contestataria). Además, es muy limitado en cuanto a la variedad de formas empíricas que adopta, y se puede comprobar cuando vemos que un actor, cualquiera que sea, no toma de manera significativa más de dos o tres formas de acción. Finalmente, si bien todos los actores (salvo los trabajadores) adoptan la reunión contestataria como su forma preferida de manifestarse contestatariamente, también adoptan otra, o cuanto más otras dos formas que están en concordancia con su situación relacional. Esto podría comprobarse al analizar específicamente los repertorios de contestación para cada uno de los actores aquí identificados de modo general, pero eso es materia de investigaciones futuras que pueden llevar a resultados prometedores.

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*Este artículo forma parte de la investigación doctoral del autor en el Centre de Re- cherches Interdisciplinaires Démocratie, Institution, Subjectivité, Université Catholique de Louvain, cridis-ucl. El programa de doctorado está financiado por el Programa de Capital Humano Avanzado de la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica, BecasChile-conicyt. Este artículo también ha contado con financiamiento del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social-coes (CONICYT/FONDAP/15130009).

1María Luisa Tarrés, en un excepcional artículo, desarrolla un tercer enfoque previo, que denomina la "perspectiva que analiza la acción tomando como referencia al sistema social" (Tarrés, 1992: 738 y ss.).

2La más difundida es la encuesta de GFK Adimark de septiembre de 2011, que marcó un pico de 79% de apoyo a las demandas estudiantiles (www.adimarck.cl).

3La cita corresponde a la traducción de un texto de Tilly, de 2002. La cita original se encuentra en Tilly (2005 [1995], pp. 41-42).

4Aunque no es la primera vez que se refiere al asunto. Un primer esbozo está en La France conteste (Tilly, 1986).

5WUNC: Worthiness; Unity; Numbers and Commitment (Dignidad, unidad, número y compromiso) (Tilly, 2005 [1995], p. 364).

7En un principio, los informes se elaboraban cuatrimestralmente. En 2007 el programa llevó a cabo informes mensuales, y llegaron hasta agosto de 2012.

8Un análisis del poder, de la autoridad y de su deslegitimación es pertinente, pero debe ser dejado para una reflexión posterior, ya que no es el objeto de este artículo.

9Eliminamos, por su residualidad, las categorías represalias (1) y acción política (1), además de la categoría otro (22). El resultado es que quedan 2 248 acciones de las 2 272.

10Si bien nos basamos en la distinción de Tarrow, nosotros hacemos un tratamiento diferente de esta distinción.

11En el caso de pueblos originarios se debe considerar que su demanda fundamental es autonomía y autodeterminación, por lo que para ellos el carácter local es también nacional.

Recibido: 22 de Mayo de 2016; Aprobado: 11 de Enero de 2017

Nicolás Orellana Águila es doctor en Sociología por el Centre de Recherches Interdisciplinaires, Démocratie, Institutions, Subjectivité, Université Catholique de Louvain. Sus áreas de interés son acción contestataria, movimientos sociales y experiencia social. Dos de sus obras recientes son, en coautoría con Claudia Maldonado y Mayarí Castillo, "Presentación. Apuntes sobre los conceptos de desigualdad, legitimación y conflicto para el análisis de las sociedades latinoamericanas", en M. Castillo y C. Maldonado (eds.), Desigualdades. Tolerancia, legitimación y conflicto en las sociedades latinoamericanas, Santiago, Ril, 2015; y "Luttes et conflits en Argentine et au Chili", en B. Francq y P. Scieur, Être curieux en Sociologie, Col. Globalisation, Espace et Modernité, Louvain-la-Neuve, Presses Universitaires de Louvain, 2014.

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