SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.35 número103Fracturar las fronteras carcelarias. Notas en torno a una investigación sobre la sexualidad en situación de reclusiónVivian Lavín, Mujeres tras las rejas de Pinochet. Testimonio de tres ex presas políticas de la dictadura índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Estudios sociológicos

versión On-line ISSN 2448-6442versión impresa ISSN 0185-4186

Estud. sociol vol.35 no.103 Ciudad de México ene./abr. 2017

 

Reseñas

Gonzalo A. Saraví, Juventudes fragmentadas. Socialización, clase y cultura en la construcción de la desigualdad

Daniel Manchinelly* 

*El Colegio de México emanchinelly@colmex.mx

Saraví, Gonzalo A.. Juventudes fragmentadas. Socialización, clase y cultura en la construcción de la desigualdad. México: Flacso-México, CIESAS, 2015. 300p.


A pesar del esfuerzo de algunas investigaciones sociales sobre la desigualdad, el campo académico de México se ha distinguido por estudiar con timidez este problema. Saraví considera que no sólo hay una escasez de estudios sino que los existentes son predominantemente cuantitativos. En efecto, si se toma en cuenta que el coeficiente Gini es de 48.1 en 2012 para México, destaca que es el país más desigual que pertenece a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Además, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) considera que en 2012 había 53.3 millones de pobres en el país. Pero no sólo es un país muy desigual, sino también profundamente discriminatorio: la riqueza es lo que provoca más divisiones sociales y es identificada con mayor ahínco por los de nivel socioeconómico medio alto y alto según el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred). Por último, se puede agregar la profunda desigualdad de género en detrimento de las mujeres, apuntado por el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), académicos y organizaciones de la sociedad civil.

Ante este escenario de profunda desigualdad en México, Saraví expone en este texto una investigación que nutre el acervo de conocimiento acumulado hasta ahora. Este estudio se propone mostrar, por medio del método cualitativo, cómo los jóvenes significan y practican las desigualdades sociales en la Ciudad de México. Se pregunta, con base en el título de un libro de Touraine (2000), “¿Cómo es posible vivir juntos en sociedades profundamente desiguales?” Pregunta que abre la discusión sobre las implicaciones de las situaciones de clase privilegiadas y precarias en tanto sumergen a sus ocupantes en mundos simbólicos radicalmente distintos por desiguales. De manera que para incitar al lector se pregunta si la coexistencia social es posible habida cuenta de que la desigualdad llegó a niveles tan profundos que ha generado una fragmentación social, concepto que destaca la relación entre la exclusión recíproca y la inclusión desigual como construcciones sociales. Esto es, que la exclusión recíproca construye abismos sociales entre los jóvenes universitarios más privilegiados, por un lado, y los jóvenes universitarios más precarios, por el otro. Mientras que la inclusión desigual es la integración jerarquizada que tienen los jóvenes universitarios a partir de los patrones de riqueza y pobreza, según sus particulares condiciones sociales de existencia.

Para extraer y analizar la experiencia social de jóvenes privilegiados y precarios, el autor se concentró en dos universidades privadas de élite y en dos universidades públicas dirigidas a las clases populares, ambas ubicadas en la Ciudad de México. Por medio de entrevistas semiestructuradas y de grupos focales se dio a la tarea de extraer las experiencias de clase, como una forma de estudiar las desigualdades entre los jóvenes universitarios. Escoger entre estos dos tipos de universidades aseguró una mayor plausibilidad para la hipótesis, ya que la comparación por diferenciación máxima resaltó más los resultados obtenidos. El principal supuesto teórico es que las experiencias de los jóvenes están delimitadas por las condiciones sociales de vida propias de la clase social del individuo. Si las experiencias de la vida cotidiana de los jóvenes privilegiados y precarios son diferentes es porque sus condiciones sociales de vida lo son. De manera que el autor concibe como dimensiones analíticas la escuela, la ciudad y el consumo. Tres áreas temáticas, de las que dedica a cada una un capítulo.

Después de evidenciar la inclusión desigual de los jóvenes en las universidades en América Latina, y en particular en México por medio de datos estadísticos, menciona que en este país la escuela no sólo es insuficiente para compensar la desigualdad, sino que “la refuerza y la potencia”. Hay una sobredeterminación de las desigualdades escolares, ya que la pobreza del hogar se suma a la pobreza del entorno escolar, generando así profundas desventajas en los niños y jóvenes con orígenes pobres. No obstante, los estudiantes de las escuelas con mejor desempeño destacan al poseer recursos culturales y económicos más altos. Por lo tanto, el modelo educativo profundiza la desigualdad, ya que depende de las condiciones sociales favorables o perjudiciales de la familia del estudiante. Este es el telón de fondo por el que el autor expone el análisis sociológico de las experiencias relatadas de sus entrevistados.

El autor observa que la experiencia social de la universidad en los jóvenes entrevistados es muy diferente a razón de la desigualdad entre las dos clases sociales. Por un lado, los universitarios privilegiados de la clase media alta y clase alta experimentan una escuela total en la medida en que pasan la mayor parte del tiempo en el espacio físico y social de la universidad, cuya cohesión y solidaridad social densa constituye la identidad de esta élite. En la que los comportamientos y las ideas se reproducen y mantienen un punto de vista social encarnado en los movimientos corporales y entonaciones lingüísticas. Densidad que generan una gama de experiencias similares entre los sujetos que habitan rutinariamente la universidad privada de élite. El efecto de la escuela total es que genera agobio, malestar e hipersensibilidad hacia las opiniones de los demás. Asimismo, su dinámica elitista produce una deficiencia en las habilidades sociales para interactuar con personas que no pertenecen a su misma clase social privilegiada.

Los estudiantes que provienen de hogares pobres experimentan una escuela acotada, esto es, que no se trata de algo primordial, de hecho compite con el trabajo, el ocio y hasta con actividades ilegales. Y es que para estos jóvenes, al tener escasos recursos culturales y sociales en su entorno inmediato, el proyecto universitario se torna débil. De forma que la experiencia universitaria es una actividad más entre las otras, más de tipo secundario y no el elemento rector de la trayectoria de vida, como sucede con los estudiantes de las universidades privadas de élite. Por ejemplo, los mismos recursos económicos escasos de los estudiantes precarios los obliga a trabajar o estar el menor tiempo posible en el espacio universitario, en cambio los estudiantes privilegiados tienen las posibilidades económicas para estar gran parte del día en la universidad. Asimismo, el mercado laboral, la migración a Estados Unidos o las redes delictivas son tan atractivas como lo puede ser la universidad pública, por lo que este espacio educativo está en constante competencia.

Saraví comienza con un breve repaso por algunos estudios que muestran cómo el espacio social arraiga socialmente a sus habitantes, conformando mundos sociales que dependen de habitar cierto estrato socio-espacial. Y es que considera que la experiencia urbana contribuye a la fragmentación social de la sociabilidad de los jóvenes universitarios porque las trayectorias de vida se realizan en el mismo estrato socio-espacial, dando lugar a un efecto de lugar (Bourdieu, 1999). Esto significa que el lugar moldea socialmente a los sujetos, les conforma un punto de vista social que clasifica un mundo jerarquizado. Los estudiantes tienen tres referentes de movilidad urbana que conforman un espacio social heterogéneo u homogéneo: la vivienda, la escuela y los centros de consumo/entretenimiento, los cuales son experimentados según la clase social y el género.

Los jóvenes universitarios privilegiados se movilizan al interior de una ciudad exclusiva con espacios urbanos acotados, que es redundante en el tipo de experiencias ya que no permite la entrada a personas ajenas a la clase social privilegiada, a menos que sean parte de los empleados y del personal de servicio. En efecto, las distancias físicas de los estratos socio-espaciales altos y medios altos de los demás estratos son tan amplias que promueven al mismo tiempo la distancia social. En cambio, los jóvenes universitarios pobres se movilizan al interior de una ciudad abierta con espacios urbanos amplios, por lo que sus traslados duran más y son más caros por lo que afecta negativamente a la calidad de vida. A pesar de que es una experiencia de ciudad abierta, la movilidad prácticamente se realiza en un mismo estrato socio-espacial, generalmente bajo y medio bajo.

También las prácticas de consumo entre los dos grupos de jóvenes expresan una división social que se refiere al estilo de vida con base en la adquisición de bienes y servicios, pero además en la forma en que son consumidos. Así, tanto los jóvenes privilegiados como los jóvenes precarios practican desiguales formas de consumo que se vinculan con el modo de vida de su clase social. De manera que los jóvenes privilegiados no sólo consumen marcas de prestigio sino que también son parte de una identidad social con base en la forma de hablar, vestirse, entretenerse. Esto significa que el estilo de vida es una forma de consumo que se conjuga con expresiones y actitudes que se desenvuelven en la vida cotidiana. Se consumen bienes como la ropa, la tecnología y los automóviles, pero también se consumen experiencias tales como viajar al extranjero o al interior del país, y experiencias de entretenimiento y ocio como visitar museos, bares, conciertos y en sí diversos eventos.

En cambio, el acceso de los jóvenes precarios al consumo es por la vía del sector informal que aunque a veces trata de imitar el tipo de consumo de la clase privilegiada —en algunos productos piratas—, “expresa su propia condición de clase y pertenencia”. Además, el consumo de bienes y experiencias es distinto de los jóvenes privilegiados, la cual está marcada por reuniones en las calles y parques, asistencia a bares, bailes y fiestas, visitas de amigos y familiares, todo dentro del mismo estrato socio-espacial de residencia. También el consumo comprende un estilo de vida el cual se expresa en la forma de consumir dichos bienes y experiencias. Por lo que se articula en el lenguaje, en las prácticas y en los significados los cuales conforman un modo de consumir lo que está a su disposición económica.

Los estilos de vida que están incrustados en las condiciones de la clase social de pertenencia se ordenan en una jerarquía social que provoca una gama de exclusiones recíprocas entre los jóvenes privilegiados y los jóvenes precarios. Debido a que estos dos grupos de jóvenes tienen experiencias sociales profundamente diferentes una de la otra, carecen de elementos en común a pesar de que son universitarios. En pocas palabras pertenecen a mundos sociales radicalmente distintos en la medida en que hay una desigualdad social que se reproduce constantemente. Dicha desigualdad social se percibe como algo nebuloso por lejano ya que en cada grupo hay una estratificación social interna que es más evidente que la externa. De manera que “el pobre no se siente ni se percibe tan pobre, ni el rico tan rico”. Y es que los grupos de referencia están limitados por los espacios sociales de los jóvenes privilegiados y de los jóvenes precarios. De manera que la escuela acotada, la ciudad abierta y el consumo popular sumerge a los jóvenes precarios en una lógica social acotada, que de la misma forma sucede con los jóvenes privilegiados a través de la escuela total, la ciudad exclusiva y el consumo de élite. Esto produce percepciones distorsionadas de la realidad social que reproducen la desigualdad en la Ciudad de México.

Sin embargo, uno de los resultados sorprendentes que reafirman los obtenidos por Bayón (2009) es que para los jóvenes privilegiados la pobreza representa más un problema que para los jóvenes precarios. Asimismo, los jóvenes precarios significan la pobreza como extrema, es decir, que al no saberse pobres consideran que la pobreza extrema es el único tipo de pobreza. De manera que el no tener qué comer, ni lugar en dónde dormir expresa la pobreza de la que ellos no se sienten parte ya que se consideran de la clase media. Esto quiere decir que tienen parámetros muy bajos para considerar lo que es pobreza. Además, la mayoría de los jóvenes de sectores privilegiados se autoperciben pertenecientes a posiciones sociales privilegiadas, lo que no sucede con los jóvenes precarios que ni uno se autopercibió pobre a pesar de tener todas las características objetivas de la pobreza. Pareciera que los jóvenes universitarios precarios tienen una percepción más acotada de la desigualdad social que a diferencia de los jóvenes universitarios privilegiados.

A pesar de esto, el autor destaca al final que ambos grupos sociales tienden a la distorsión por lo que construyen prejuicios y etiquetas negativas hacia los otros. Mientras que para los jóvenes privilegiados los pobres son resentidos sociales carentes de una educación y cultura para convivir en el espacio público, los jóvenes precarios consideran que los otros son superficiales y carecen de calidad humana. Sin embargo, destaca que los jóvenes precarios tanto idealizan y desean la posición de los jóvenes privilegiados como la aborrecen, por lo que tienen sentimientos contradictorios. Por lo tanto, el autor concluye que la experiencia de la desigualdad durante la socialización en espacios de profunda desigualdad reproduce una fragmentación social que se expresa como un distanciamiento objetivo y subjetivo entre individuos privilegiados y precarios.

Bibliografía

Bayón, M. C. (2009). Oportunidades desiguales, desventajas heredadas. Las dimensiones subjetivas de la privación en México. Espiral, 15(44): 163-198. [ Links ]

Bourdieu, P. (1999). La miseria del mundo. Buenos Aires, Argentina: Fondo de Cultura Económica. [ Links ]

Touraine, A. (2000). ¿Podemos vivir juntos? Iguales y diferentes. Buenos Aires, Argentina: Fondo de Cultura Económica. [ Links ]

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons