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Estudios sociológicos

versão On-line ISSN 2448-6442versão impressa ISSN 0185-4186

Estud. sociol vol.34 no.102 Ciudad de México Set./Dez. 2016

 

Reseñas

Emilio Blanco, Patricio Solís y Héctor Robles (coordinadores), Caminos desiguales: trayectorias educativas y laborales de los jóvenes en la Ciudad de México

José Humberto González Reyes* 

*Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional, gonzalezrjh @gmail.com

Blanco, Emilio; Solís, Patricio; Robles, Héctor. Caminos desiguales: trayectorias educativas y laborales de los jóvenes en la Ciudad de México. México: INEE, El Colegio de México, 2014. 207p.


El libro coordinado por Emilio Blanco y Patricio Solís , investigadores de El Colegio de México, y Héctor Robles , de la Dirección General para la Integración y Análisis de la Información del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), aporta hallazgos importantes sobre uno de los campos menos estudiados en la investigación educativa en México: el análisis y la conformación de las trayectorias educativas y laborales de los jóvenes.

En este sentido, buena parte de los trabajos, como el de Bracho (2002), Martínez Rizo (2002), y Fernández (2007), entre otros, analizan de manera destacada cómo ciertos factores sistémicos asociados principalmente a elementos socioeconómicos influyen en cierto momento o en determinadas etapas de la vida de los sujetos.

No obstante, lo que distingue al trabajo realizado por Blanco, Solís y Robles de otras contribuciones hechas hasta el momento sobre desigualdad educativa en México es la adopción del enfoque de curso de vida. Lo anterior permite a los autores presentarnos un seguimiento de la manera en que actúan elementos como el origen social y escolar a lo largo de las trayectorias de vida de los individuos.

La principal fuente de información, y que sirve de base para el análisis en el libro, se desprende de la Encuesta sobre las Trayectorias Educativas y Laborales de los Jóvenes de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México 2010 (ETEL 2010), que fue aplicada entre octubre y noviembre de 2010 a una muestra aleatoria de 2 920 personas de 18 a 29 años, residentes en la capital mexicana.

La encuesta, cuya principal característica es tener un perfil retrospectivo, recaba información sobre los principales eventos educativos, como inscripción, aprobación y no aprobación por grado y nivel; eventos laborales: trabajos desempeñados y el tipo y condiciones de ocupación; datos sobre movilidad geográfica: conformación del hogar y familia y formación de pareja e hijos; además de información socioeconómica básica que, en suma, permiten caracterizar y reconstruir los principales elementos de las trayectorias educativas y laborales y su relación con antecedentes relacionados con el origen social.

El libro está integrado por cinco capítulos en los que participan Emilio Blanco, Patricio Solís , Tabaré Fernández y Cecilia Alonso, además de un apartado de conclusiones y dos anexos que abundan en algunas cuestiones metodológicas como el cuestionario que conforma la ETEL 2010 y el índice que se construyó para medir el nivel socioeconómico de la familia de origen.

El capítulo 1, titulado “La desigualdad en las trayectorias educativas y laborales de los jóvenes en la Ciudad de México: un panorama general”, elaborado por Patricio Solís y Emilio Blanco, centra su análisis en las principales reflexiones en torno al logro educativo de los jóvenes, eventos relevantes de las trayectorias escolares (reprobación, interrupción y reingreso escolar), segmentación de las opciones educativas y las primeras experiencias ocupacionales.

Aunque la Ciudad de México posee el primer lugar a nivel nacional en cuanto a cobertura, escolaridad e indicadores de niveles de aprendizaje, que se refleja en los niveles de escolaridad aprobados por los jóvenes de esta zona, los autores reconocen que esta metrópoli padece grandes desigualdades que se manifiestan en la oferta, diversificación de las trayectorias escolares y la estratificación del logro educativo, donde se comienza a establecer la relación con el origen social.

De esta manera, Solís y Blanco parten de la idea de que las trayectorias de los individuos no son lineales y continuas, de tal manera que varios tipos de irregularidades -como la no aprobación- en las trayectorias podrían estar relacionadas con el logro educativo y posteriores interrupciones escolares. Resulta importante la posición que asumen los autores, pues la interrupción en la trayectoria escolar no sólo es vista como un factor asociado al bajo desempeño, sino también a factores relacionados con el contexto familiar de los jóvenes, trabajo y elementos propios de las instituciones escolares.

Una reflexión importante de este capítulo descansa en que las interrupciones no implican necesariamente una salida definitiva de la escuela; existen interrupciones temporales cuyos motivos pueden ser distintos y obedecer a decisiones tanto personales como familiares que orillan a los jóvenes a hacer un alto en su vida escolar y que, incluso, pueden ser eventos planeados. La evidencia recabada por Solís y Blanco por medio de la ETEL 2010 indica que uno de cada cinco jóvenes que interrumpen por primera vez antes de los 18 años regresan en un periodo menor a los cinco años de ocurrido este evento, y en una proporción que es similar para mujeres y hombres.

Por lo tanto, de acuerdo con los autores, la convergencia de episodios de no aprobación, interrupción y reingreso escolar que se presentan con mayor frecuencia en la etapa de los 15 a 17 años permite establecer a ésta como un periodo crítico entre los jóvenes de la Ciudad de México. Es precisamente esa etapa, que implica el paso de la educación secundaria a la media superior, donde numerosas investigaciones han encontrado uno de los tránsitos más complicados del sistema educativo.

En lo que concierne a la segmentación de las oportunidades educativas, los autores establecen que hay un género de desigualdad asociada al tipo de institución o escuelas de un mismo nivel educativo al cual asisten las personas, donde hay distintos niveles de calidad educativa que influyen sobre las trayectorias educativas.

En cuanto al ingreso al primer empleo, Solís y Blanco encuentran que conforme la universalización se acerca a los niveles básicos, las trayectorias educativas se prolongan y extienden hacia los niveles medio y superior, lo que provoca que en ocasiones se sobrepongan con el inicio de la trayectoria laboral. En este sentido, los autores nos invitan a pensar en más allá de una causalidad del inicio de la vida laboral con las interrupciones escolares y, en su lugar, considerar que existe un entrelazamiento de eventos que forman parte de una misma transición.

Finalmente, el capítulo cierra con el análisis del tipo del empleo al que los jóvenes acceden en la Ciudad de México y su relación con la movilidad social. De esta manera, para los hombres el inicio de la vida laboral se caracteriza, en su mayoría, por el ingreso a empleos manuales no calificados en empresas establecidas o pequeños comercios, tendencia que va cambiando conforme se avanza en la trayectoria escolar y se adquiere experiencia. Mientras que para las mujeres la ocupación temprana se concentra en ocupaciones no manuales de rutina. En términos generales, los autores sugieren que buena parte de los jóvenes en la Ciudad de México se desempeña en empleos caracterizados por bajos ingresos y sin protección laboral, lo que implicaría un estancamiento en la movilidad social.

En el capítulo 2, que lleva el nombre de “Interrupción de la asistencia escolar: desigualdad social, instituciones y curso de vida”, elaborado por Emilio Blanco, se establece que el fenómeno de la interrupción no ha sido estudiado a profundidad para dimensionarlo de manera adecuada. Es precisamente la interrupción escolar y su relación con otros factores lo que se pone en el centro del análisis de este apartado.

Conviene rescatar la diferenciación de la interrupción escolar respecto de otros fenómenos similares como el abandono y la deserción; pues bien, si las dos últimas implican una salida definitiva de la institución escolar, la interrupción conlleva la posibilidad de ser temporal e implica un reingreso a la trayectoria escolar, evento que incluso puede presentarse en más de una ocasión.

Para el estudio de la interrupción de la asistencia escolar, el autor adopta una perspectiva de curso de vida que permite entender esta etapa como “precedida y condicionada por múltiples procesos y eventos encadenados” (p. 44), y que puede generarse desde el inicio de la trayectoria escolar. De esta manera, también se consideran los múltiples factores que se presentan en las trayectorias de vida, y que éstas no están necesariamente determinadas en su totalidad por los orígenes sociales.

Por lo tanto, nos dice el autor, la interrupción es producto de una decisión que no necesariamente es racional, pero sí racionalizante en tanto que las personas podrán explicar los motivos que los llevaron a interrumpir, y conlleva poner la mirada en las condiciones que hacen que los jóvenes o sus familias tomen dicha decisión.

Una perspectiva que resulta importante es que en este proceso en el que se gesta la interrupción hay un elemento institucional en el que no sólo están en juego aspectos individuales, sino las características mismas del sistema educativo, pues “son las instituciones las que regulan, moldean o interfieren en las trayectorias educativas” (p. 46).

Entre los hallazgos importantes que se presentan en este apartado está que dejar la escuela por lo menos un año, ya sea de un ciclo escolar a otro o entre niveles educativos, es un evento común entre los jóvenes de 18 a 19 años que viven en la Ciudad de México, y que la mayor parte de las interrupciones suceden antes de concluir el nivel medio superior.

Sin embargo, el calendario de la interrupción escolar no es homogéneo, éste se adelanta para los sectores de estratos socioeconómicos bajos. Así, Blanco nos dice que para el estrato más bajo, 10% de los jóvenes ha experimentado alguna interrupción antes de los 12 años de edad; mientras que en el estrato más alto, a los 18 años la mayoría de ellos no ha presentado ningún episodio de suspensión de sus estudios.

Ahora bien, este apartado deja claro que 25% de los jóvenes que interrumpen regresan a la escuela, pero este reingreso también está marcado por las condiciones sociales de origen, lo que aumenta o disminuye las probabilidades de regresar a la escuela. A esto Emilio Blanco lo denomina doble desigualdad, que implica que la posición social mantiene una relación estrecha con las trayectorias educativas.

El tercer capítulo lo presenta Patricio Solís ; se titula “Desigualdad social y efectos institucionales en las transiciones educativas”, y en él busca indagar sobre los efectos de las condiciones socioeconómicas de las familias en las trayectorias educativas de los jóvenes.

El capítulo inicia presentando dos rasgos de la progresión escolar, que aparecen continuamente: la estratificación vertical relacionada con la continuidad o desafiliación entre niveles, y la desigualdad horizontal que está asociada a los procesos de selección que ubican a los niños y jóvenes en determinado tipo de instituciones de un mismo nivel educativo. Para Solís, integrar ambos rasgos supone una mayor comprensión de las interacciones entre las condiciones sociales y la segmentación institucional, que impactan las trayectorias educativas.

Para responder preguntas relacionadas sobre cómo afectan las condiciones sociales de origen en cada una de las trayectorias educativas, Solís contrasta la hipótesis de selección y la hipótesis que llama de desigualdad vinculada a la cobertura. La primera supone que los efectos del origen social disminuyen conforme se avanza hacia los niveles educativos medio y superior; la segunda, en cambio, parte de que la desigualdad de oportunidades no se reduce cuanto más se avanza entre niveles, sino que se incrementa en aquellos niveles donde la cobertura educativa es menor. Lo anterior implica que en los niveles medio y superior se presenta la mayor desigualdad de oportunidades.

Es así que, tras un análisis de los datos de la ETEL 2010, Patricio Solís encuentra que los porcentajes de progresión escolar muestran importantes descensos en el paso hacia los niveles medio y superior: 45.7% para los jóvenes del estrato más bajo frente a 93.8% para los pertenecientes al estrato más alto, en lo que respecta a la educación media superior. En educación superior las diferencias aumentan significativamente, pues tan sólo 9.5% de los jóvenes del estrato socioeconómico más bajo logra ingresar al nivel superior; en contraste, 57.9% del estrato más alto logra hacerlo.

No conforme con esto, Solís indaga en los inicios de la trayectoria escolar, donde podría estar el origen de estas manifestaciones de segmentación y desigualdad educativas. Encuentra que incluso el tipo de escuela primaria y el turno al que se asiste pueden influir a lo largo de la trayectoria escolar de los individuos: “Es notable que una circunstancia que ocurre tan temprano en la vida de los niños, como el hecho de acudir a una determinada modalidad de escuela primaria, tenga efectos de largo plazo y de tal magnitud sobre las probabilidades de continuidad escolar” (p. 85).

De esta manera, por ejemplo, haber asistido a una escuela en el turno matutino tiene ventajas en la progresión escolar sobre quienes lo hicieron en el turno vespertino. Esta segmentación y estratificación de las oportunidades educativas, nos dice el autor, están asociadas estrechamente al origen social, por lo que la segmentación institucional contribuye, en ocasiones, a la generación e incremento de la desigualdad en las transiciones educativas.

El capítulo 4 lleva el título “¿Relación duradera o divorcio? El vínculo entre escolaridad y transiciones ocupacionales tempranas en un contexto de deterioro laboral”, y está elaborado por Patricio Solís y Emilio Blanco. En este apartado la pregunta que guía buena parte de las reflexiones es la medida en que el nivel de escolaridad influye sobre la primera experiencia laboral.

Para ello, Solís y Blanco presentan los principales postulados de dos enfoques que predominan en la forma de abordar la relación entre escolaridad y empleo. Por un lado, el enfoque de estratificación y movilidad social considera que la educación es un factor clave para el logro ocupacional; por otro, está un grupo de corrientes que considera que la escolaridad ha perdido su valor como mecanismo para acceder a mejores ocupaciones y que encuentra tres explicaciones para ello: devaluación de las credenciales académicas, segmentación educativa y pertinencia con el mercado laboral.

Sin embargo, los autores, más que confrontar estas perspectivas, asumen una compatibilidad de las mismas, pues si bien reconocen que los jóvenes están experimentando una devaluación de sus credenciales académicas y dificultades para insertarse en el campo laboral, hacen énfasis en que una escolaridad más alta sigue representando ventajas respecto de sólo los niveles básicos.

Es importante entender, de acuerdo con Solís y Blanco, que las ventajas en los logros ocupacionales no sólo están dadas por las credenciales escolares y las habilidades adquiridas en las instituciones educativas, sino también por condiciones sociales de origen. Así, en la medida que aumenta el nivel socioeconómico de la familia de origen, aumentan las probabilidades de emplearse en una ocupación no manual y de mayor jerarquía, lo que incidiría también en la movilidad social.

En cuanto a las transiciones de la ocupación temprana, los autores estudian tres tipos: el primer trabajo, donde se ponen a prueba por primera vez los conocimientos adquiridos en la escuela y que sufre reajustes en las inserciones posteriores; los cambios entre trabajos, que implican una inactividad laborar por el retorno a la actividad escolar o el cambio de empleo; y, por último, el reingreso.

Así, buena parte de las ocupaciones tempranas en los jóvenes se lleva a cabo en empleos de baja calidad, en establecimientos pequeños, con un bajo promedio de ingresos, sin seguridad social ni contrato por escrito. Y aunque no todos los jóvenes con escolaridad alta ingresan a trabajos de acuerdo con su nivel de calificación, tienen mayores probabilidades, conforme adquieren experiencia y avanzan en sus trayectorias escolares, de ocuparse en empleos con mejores condiciones. En este sentido, los autores sugieren que no existe una relación directa entre escolaridad y empleo, sino que se trata de un tránsito lleno de matices donde hay varios elementos que influyen en el logro ocupacional.

En el capítulo 5 participan Tabaré Fernández y Cecilia Alonso, y se titula “Transición al trabajo y educación de los jóvenes: dinámica económica, política social y reformas educativas”. Aquí los autores discuten sobre cuándo sucede el primer empleo e intentan establecer una noción del mismo. Entre los objetivos que se proponen está: “Estudiar la transición al trabajo contemplando las desigualdades sociales y de género, con énfasis en las formas y magnitudes que pudieran haber tenido en la dinámica económica reciente, el cambio en la matriz de protección y las reformas en la educación media” (p. 133).

De esta manera, Fernández y Alonso hacen una interesante revisión del posible impacto de los ciclos económicos en el calendario del primer empleo, así como la influencia del programa Progresa/Oportunidades y la reforma en educación media superior sobre la permanencia en la escuela.

Los autores encuentran que los jóvenes de 15 a 19 años que viven en la Ciudad de México ya han experimentado, en su mayoría, un primer ingreso al mercado laboral, y que la decisión de trabajar no se contrapone con la continuidad de las trayectorias académicas.

Otro elemento a destacar es el aumento de la informalidad en el primer empleo para las generaciones más jóvenes: alrededor de la mitad ingresó a trabajos que son, por ejemplo, de tiempo parcial. Al final, los autores encuentran que el contexto económico, los programas de asistencia social y las reformas a la educación media superior no han tenido el efecto esperado en las trayectorias de los jóvenes de la Ciudad de México.

Dado que la finalidad de esta reseña es alentar a los lectores a revisar de primera mano y de manera detallada los hallazgos surgidos de los análisis de este libro, resta decir que el apartado de las conclusiones representa una buena síntesis de las reflexiones que se presentan, así como un reconocimiento honesto de los alcances y limitaciones del estudio.

Una ventaja para quienes deseen acceder a esta obra es que se encuentra disponible para su consulta y descarga, de manera gratuita, en la página electrónica del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación.

Sin duda, es deseable que un proyecto similar -apoyado igualmente en entrevistas- pueda desarrollarse a nivel nacional con el propósito de conocer las particularidades de las trayectorias de los jóvenes de las diversas regiones de México.

Finalmente, el aporte que realiza el estudio de Blanco, Solís y Robles al campo de las desigualdades educativas es vasto, pero si algo destaca -de acuerdo con el enfoque asumido por los autores-, es que las desigualdades no son las mismas para todos los jóvenes ni actúan del mismo modo a lo largo de la vida, y que son estas situaciones las que van conformando los caminos desiguales, los cuales le dan título a este libro.

Bibliografía

Bracho, T. (2002), “Desigualdad social y educación en México. Una perspectiva sociológica”, Educar, núm. 29, pp. 31-54. [ Links ]

Martínez Rizo, F. (2002), “Nueva visita al país de la desigualdad. La distribución de la escolaridad en México, 1970-2000”, Revista Mexicana de Investigación Educativa, vol. VII, núm. 16, pp. 415-443. [ Links ]

Fernández, T. (2007), Distribución del conocimiento escolar, clases sociales, escuelas y sistema educativo en América Latina, México, El Colegio de México. [ Links ]

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