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Connotas. Revista de crítica y teoría literarias

versión On-line ISSN 2448-6019versión impresa ISSN 1870-6630

Connotas. Rev. crit. teór. lit.  no.20 Hermosillo ene./jun. 2020  Epub 15-Feb-2021

https://doi.org/10.36798/critlit.vi20.315 

Artículos

Carlos Gutiérrez Cruz, el poeta socialista de México

Carlos Gutiérrez Cruz, the socialist poet of Mexico

León Guillermo Gutiérrez López1 
http://orcid.org/0000-0001-5705-5641

1Universidad Autónoma del Estado de Morelos, México. leongg@prodigy.net.mx


Resumen:

En este artículo se analiza la poesía de Carlos Gutiérrez Cruz (Guadalajara,1897- Cuernavaca, 1930), quien en un principio incursionó en el cultivo del haikai y de la poesía modernista y de vanguardia, para finalmente convertir su ideario político en una fusión de poesía y manifiesto socialista en su libro capital: Sangre roja: versos libertarios (1924). También se hace una revisión del contexto histórico, político y cultural de la década de los veinte, con énfasis en la polémica del año de 1925, en donde los actores fueron los escritores y poetas más importantes de la época, incluyendo a estridentistas y Contemporáneos. En este trabajo se pone al descubierto el lugar significativo de Carlos Gutiérrez Cruz en la poesía mexicana.

Palabras clave: Carlos Gutiérrez Cruz; Sangre roja: versos libertarios; poesía socialista

Abstract:

This article analyzes the poetry of Carlos Gutiérrez Cruz (Guadalajara, 1897- Cuernavaca, 1930), who initially ventured into the development of the poetic form haikai and modernist and avant-garde poetry, to finally turn his political ideology into a fusion of poetry and socialist manifesto in his capital book: Sangre roja: versos libertarios (1924). There is also a review of the historical, political and cultural context of the nineteen-twenties, emphasizing the controversy of 1925, when the protagonists were the most outstanding writers and poets of the time, including Stridentists and Contemporaries. This essay exposes the meaningful place of Carlos Gutiérrez Cruz in Mexican poetry.

Keywords: Carlos Gutiérrez Cruz; Sangre roja: versos libertarios; socialist poetry

Nada más que oportuna y contundente la afirmación de Evodio Escalante: “Carlos Gutiérrez Cruz es uno de esos nombres que hacen pensar que la verdadera historia de nuestra literatura todavía está por escribirse” (“La poesía”). En el año 2000 la Secretaría de Cultura de Jalisco, en la colección “Lo fugitivo permanece y dura”, publicó: Poesía y prosa.1 En este libro, Luis Mario Schneider recopiló la obra completa de Carlos Gutiérrez Cruz. Desafortunadamente el deceso del investigador le impidió concluir el estudio introductorio, cuyas breves páginas perfilan las trazas de lo que sería el itinerario vital y creativo del poeta. No obstante, Schneider dejó los atisbos de la biografía y el somero análisis de sus versos iniciales. En el volumen de más de 350 páginas se encuentran los libros de poesía: Rosas del sendero (1920), El libro de la amada (1920), Como piensa la plebe (1923), Sangre roja. Versos libertarios (1924), Dichos y proverbios populares (1925), Dice el pueblo (1936) y Poemas no coleccionados (1919-1930).

También reúne la prosa en: El brazo de Obregón. Ideario de la Revolución Mexicana (1924) y Prosa dispersa (1920-1930).

Como podemos observar, el poeta jalisciense, en su corta vida, realizó una obra considerable, enmarcada en los últimos fulgores del modernismo y en la cumbre de la poesía de vanguardia encabezada por el estridentismo y los Contemporáneos. Pero si algo realmente importante destaca en Gutiérrez Cruz, es el contexto político, social y cultural que se desprende de la experiencia de la Revolución mexicana y sus efectos a partir de 1920. Como bien se sabe, la década de los veinte, es quizá una de las más importantes en el siglo XX, a causa del término y resultados de la Primera Gran Guerra. En México se fragua en todos los aspectos el derrotero que seguirá el quehacer político y cultural. Mientras desde la directriz de los gobiernos posrevolucionarios se afinca el nacionalismo y la creación de las instituciones, la disidencia política encontrará en el socialismo y el comunismo sus banderas. Muchos de los artistas de esta época abrazarán las causas sociales como impronta de su quehacer artístico y público. La riqueza de la diversidad de manifestaciones literarias, pictóricas, fotográficas y dramatúrgicas se vio permeada por posiciones estéticas e ideológicas por parte de sus creadores, quienes en muchos de los casos se agruparon por motivos afines. Como sea que fuere, dejaron un legado artístico sin precedentes y sentaron las bases de lo que sería la cultura mexicana a lo largo del siglo.

Carlos Gutiérrez Cruz nació en Guadalajara el 10 de noviembre de 1897 (el mismo año que Carlos Pellicer) y murió en la ciudad de Cuernavaca el 16 de junio de 1930, a causa de insuficiencia mitral, según consta en el acta de defunción. Protagonista de su tiempo, plasmó en la poesía y en la prosa sus preocupaciones políticas y estéticas. Aunque no perteneció a ningún grupo, no fue inmune a las tendencias en boga. Pero ante todo prevalece su convicción social, lo que le da un lugar único en la poesía mexicana. Rosa García Gutiérrez afirma: “Los planteamientos de Cruz desempeñaron un papel importante, de considerables repercusiones literarias en los treinta con el desarrollo de la novela y la poesía social. Esa es razón suficiente para que se revisite su obra” (28).

El poeta jalisciense publicó sus primeros poemas en El Informador, de Guadalajara, en 1919, donde dio a conocer sus haikais, (siguiendo a José Juan Tablada, quien en el mismo año publicó Un día… poemas sintéticos, en Caracas). De sus primeros poemas publicados en Guadalajara, Schneider señala: “‘Ironías’, de absoluto corte vanguardista en la revista Aurora. Un poema en tres estancias, que se integra con toda felicidad a los primeros momentos del Estridentismo” (14).

Gutiérrez Cruz contaba con solo veintidós años de edad cuando dio a conocer sus dos primeros libros: Rosas del sendero y El libro de la amada, ambos en Guadalajara. El primero está dividido en dos partes: “De lilas blancas”, una serie de sonetos, y “De rosas del sendero”, cantos de verso libre. En los dos poemarios se refleja la influencia romántica y modernista. Indudablemente son poemas juveniles, llenos de exaltación y de suspiros amorosos, con abundante uso de sinestesias. Algunos están dedicados a destacados poetas modernistas como Enrique González Martínez, Rafael López y Jesús Villalpando.

Dos años después, Gutiérrez Cruz se trasladó a la Ciudad de México, donde, en la revista México Moderno, en agosto de 1922, apareció una colaboración suya. En esa revista, fundada por Enrique González Martínez, publicaban de manera asidua López Velarde, Antonio Caso, Vicente Lombardo Toledano, Pedro Henríquez Ureña, Daniel Cosío Villegas, José Gorostiza, entre otros.2

Rosa García Gutiérrez, quien ha escrito con mayor puntualidad sobre el poeta jalisciense, documenta la importancia de su participación en el ámbito político cultural, tan agitado en esos tiempos, y no duda en señalar que: “Gutiérrez Cruz ocupó un lugar significativo” (27). Es decir, no estuvo en la periferia ni del quehacer poético, y menos aun del combate que se daba en la búsqueda de lo que sería la cultura y el proyecto político del país. A Gutiérrez Cruz le tocan los gobiernos de Álvaro Obregón y de Plutarco Elías Calles. Los dos son decisivos y marcan el rumbo de la política en México durante todo el siglo XX.

Álvaro Obregón nombró a José Vasconcelos Secretario de Educación Pública, quien a su vez confió cargos de importancia a algunos de los Contemporáneos y, a Diego Rivera, la creación de murales en edificios públicos. La importancia de la labor de Vasconcelos fue trascendental para la cultura del país. Calles es el creador del Partido Nacional Revolucionario, que se convierte en el Partido Revolucionario Institucional (PRI). En el ámbito cultural y artístico la década de los veinte en México es una verdadera explosión nunca antes, y quizás tampoco después, vista. Baste decir que ahí se encuentran los nombres de los grandes muralistas, de los poetas de la Vanguardia, de los Contemporáneos, de mujeres como Tina Modotti, Antonieta Rivas Mercado, María Izquierdo, Lola Cueto, Nauhi Ollin; pintores como Roberto Montenegro, Agustín Lazo, Antonio Ruiz, Fermín Revueltas, Julio Castellanos, Abraham Ángel, Rodríguez Lozano; los fotógrafos Manuel Álvarez Bravo y Edward Weston, entre otros muchos artistas y escritores.

Siguiendo a García Gutiérrez nos enteramos de que Carlos Gutiérrez Cruz, en 1922, pertenece al seminario de la Escuela de Altos Estudios, dirigido por Pedro Henríquez Ureña (quien será su mentor fundamental), donde asisten Gorostiza, Carlos Pellicer, Jiménez Rueda, Salomón de la Selva y Salvador Novo. Según la investigadora, Vicente Lombardo Toledano será el artífice de los cambios ideológicos en Henríquez Ureña y, sobre todo, en Gutiérrez Cruz. Un papel importante en ese tiempo lo jugará el Partido Comunista Mexicano que, a decir de Bertrand D. Wolf, según Rosa García Gutiérrez: era caótico y doctrinalmente desorientado. La misma autora señala: “La politización de la cultura se acentuaba y cada vez era más clara la delineación de bandos discrepantes a la hora de decidir qué rumbo debían tomar la literatura o el arte para ser mexicanos y revolucionarios” (34). Tampoco hay que olvidar los efectos de la Revolución rusa y sus postulados en los partidarios del socialismo y comunismo en México. Más adelante García Gutiérrez afirma:

Las luchas políticas tuvieron eco en diferentes instituciones universitarias, pero se notaron sobre todo en la Preparatoria donde Toledano, que intentaba introducir doctrinas socialistas en el sistema educativo, alentaba a los alumnos a afiliarse a la CROM y apelaba en sus intervenciones al credo social actualizado por la Revolución Rusa. (34)

Bajo este ambiente, Gutiérrez Cruz deja atrás sus versos románticos de provincia y, no obstante su cercanía con algunos de los Contemporáneos (Novo, Villaurrutia, Gorostiza, y Pellicer), opta por lo que llamaremos una disidencia política y estética. En ambas emplea toda una maquinaria en poemas y artículos. En 1923 funda la Liga de Escritores Revolucionarios (LER) y en 1924 publica su libro de poesía más importante: Sangre roja: versos libertarios, con prólogo de Pedro Henríquez Ureña, portada de Diego Rivera y dibujo de cuarta de forros de Xavier Guerrero. El lirismo de tedio provinciano de sus primeros escritos se transformó en violenta protesta social nunca antes practicada. El nombre de Gutiérrez Cruz cobra importancia en ese año a causa de la controversia suscitada por los versos que del poeta transcribe Diego Rivera en el mural que pintaba en el edificio de la Secretaría de Educación Pública:

Compañero minero,
doblegado bajo el peso de la tierra,
tu mano yerra
cuando saca metal para el dinero.
Haz puñales
con todos los metales,
y así,
verás que los metales
después son para ti. (133)

Fueron considerados como un llamamiento a la lucha armada, por lo que Vasconcelos, ya distanciado de Rivera, le obliga a quitarlos,

aunque los sustituye por otros del mismo poeta. Pero será el año de 1925 el de mayor intensidad, cuando Gutiérrez Cruz da a conocer su pensamiento ideológico a través de sus escritos publicados en La Antorcha. En ellos polemiza y pone de manifiesto su enconada lucha contra los Contemporáneos, protegidos de Vasconcelos, en especial contra Novo. En el poema “A la ciudad de México”, dice:

Ciudad de los poetas narcisos
que cantan con la inspiración
que mamaron de los hechizos
de la Secretaría de Educación… (193)

En el año de 1925 protagonizó una de las polémicas literarias más importantes en la literatura mexicana del siglo XX. Luis Mario Schneider, en el capítulo “1925” de su libro El Estridentismo. Una literatura de la estrategia, da cuenta de forma pormenorizada del conflicto que tuvo como campo de batalla los periódicos de la época. Se puede decir que todos los escritores de ese tiempo fueros los actores de dicha pugna, principalmente los estridentistas y los Contemporáneos, pero también se hicieron presentes Francisco Monterde, Victoriano Salado Álvarez, Federico Gamboa, entre otros muchos. Al parecer el inicio fue la publicación del artículo “El afeminamiento en la literatura mexicana” de Julio Jiménez Rueda, en El Universal.

Gutiérrez Cruz se suma a la polémica de 1925 y, en La Antorcha, publicó sendos artículos incendiarios bajo los títulos: “Literatura con sexo y literatura sin sexo”, “El sexo en la producción”, “Afeminamiento literario”, “Los poetas jóvenes sin sexo”, “Otros rasgos del afeminamiento literario”, “Poetas afeminados y filósofos indigestos”. Al parecer, según Rosa García Gutiérrez, el rompimiento entre Henríquez Ureña (por ende, entre Gutiérrez Cruz) y Novo se debió al enterarse el primero de la vida escandalosa homosexual de Novo. La investigadora, en su artículo, señala que Gutiérrez Cruz en “El Demócrata, periódico afín al PCM . . . se proclamó poeta de la Revolución Mexicana, configuró su ideario estético paralelo al de los muralistas y atacó con acritud a sus competidores, tanto a Contemporáneos como a Estridentistas” (36).

Gutiérrez Cruz deja en claro su animadversión a los poetas cuya poesía no considera viril. En “El sexo en la producción” dice: “Voy a presentar un minucioso análisis de dos poemas, uno viril y otro asexual; el primero de Rubén Darío, y el segundo de Amado Nervo” (Poesía 277). En “Afeminamiento literario” señala:

Nuestros poetistas de caras polveadas, de cejas depiladas, de uñas pulidas y de afeminada delicadeza . . . en pulcritud en que se refinan y se quintaesencian las más asquerosas degeneraciones de las clases zánganas, esa pulcritud que hace de cada poeta joven una señorita de la alta sociedad mexicana. (Poesía 283-4)

En “Los poetas jóvenes sin sexo”, arremete en contra de Jaime Torres Bodet, Salvador Novo, Francisco Monterde y Xavier Villaurrutia (Poesía 285-7). Los artículos fueron publicados entre enero y marzo de 1925 en La Antorcha.

En ese mismo año es cuando el poeta ruso Vladimir Maiakovski visitó México y estuvo en contacto con diferentes grupos sociales y culturales del país. La relación de los dos poetas no fue afortunada. El poeta ruso, comunista a ultranza, negaba toda religión y opinaba que desde el comunista Guerrero, redactor de un periódico ferroviario, hasta el proletario Cruz, escribían cosas líricas, dulzonas, con gemidos y rumores. Gutiérrez Cruz publicó en la tercera página de El Demócrata un artículo, el 23 de julio de 1925, titulado “Revolucionarios del Arte”:

Pero si redujéramos nuestra producción a la prédica de la guerra y a la apología del movimiento ruso, nuestro arte carecería de amplitud, de verdad, de generalidad, de universalidad. Muy bien que los poetas canten la epopeya de la dinamita, pero que no la canten exclusivamente, pues la revolución no puede significar un estrechamiento de temas ni el arte puede tomar el carácter de una simple práctica de lucha; y por tal razón es que la revolución estética no debe consistir únicamente en un cambio radical de orientación que transforme todos los puntos de vista humanos. (Poesía 326)

Más adelante, en el mismo artículo, el poeta agrega: “Los escritores revolucionarios de México pensamos que el cristianismo es el sumo ideal estético” (327). En estas breves líneas, Gutiérrez Cruz perfila su pensamiento social y estético, el cual es más profuso en su prosa.

José Emilio Pacheco, a finales del siglo XX, recuerda y consigna la polémica de 1os años veinte en el poema “El futuro pretérito (Nuevos poetas 1925)” (75-7). El poema, en tono narrativo, se refiere a un extranjero que adquiere un libro ochenta años después de su publicación. Transcribo una estrofa:

Compra Nuevos poetas
y regresa al hotel y abre sus páginas.
Lee la polémica
que estremeció las letras nacionales
a mitad de los años veinte.
No se lo explica:
a la vuelta de casi un siglo
todos escriben de manera idéntica. (76)

Entre 1926 y 1930 son escasas las publicaciones de Gutiérrez Cruz, apenas diez aparecen en: Horizonte, El Machete, Crisol,3Nuestra Ciudad y Revista de Avance de La Habana, Cuba. En sus últimos años de vida, señala García Gutiérrez: “Se dedicó sobre todo a la política en cooperativas y organizaciones sindicales” (38). Poco se sabe de su vida personal, al igual que de su estancia en Cuernavaca, donde falleció. El acta de defunción señala que murió en su domicilio, ubicado en el número 9 de la calle Arteaga, de dicha ciudad. También hace constar que su estado civil era casado, siendo su esposa Elena Álvarez. Hasta ahora solo se conoce la fotografía y el dibujo que le hiciera Fermín Revueltas. En ambos se muestra un rostro anguloso, de frente amplia, labios delgados, facciones y expresiones duras.

Todo lo anterior nos da una idea, por lo demás panorámica, de ese “lugar significativo” que tuvo Gutiérrez Cruz en el acontecer político y cultural de los años veinte, que lo convierte por mérito propio en un protagonista importante de los tiempos que le tocó vivir. En cuanto a su poesía, trataremos de hacer un análisis de su evolución y cambios. Nos ceñiremos a un orden cronológico partiendo de su escritura. Así, iniciaremos con Rosas del sendero (1920), de las que Gutiérrez Cruz, en el prólogo, escribe que son fruto: “de mis diecisiete y mis dieciocho años” (21). La primera parte, “Lilas Blancas”, corresponde a quince sonetos de sustrato romántico en donde hace gala del dominio del género, pero sucumbe a lugares comunes muy cultivados en el siglo XIX y con mejor fortuna. Prueba de ello son algunos de los títulos: “Esperanza”, “A la luna”, “Romántica”, “Adiós”, “Tus lágrimas postreras”, “Amor” y “Una rosa”.

El uso de la sinestesia lo emparenta con el modernismo. El mejor ejemplo es el poema “La muñequita de Mimí”, que nos recuerda “La duquesa Job” de Gutiérrez Nájera. Al referirse a los sonetos de Gutiérrez Cruz, Evodio Escalante no duda en afirmar que el soneto perteneciente a Poemas no coleccionados, “El sol va por las calles”, merecería estar en las antologías y asocia el de Pellicer: “Hermano Sol, cuando te plazca vamos / a colocar la tarde donde quieras” (Hora 104) de Práctica de vuelo (1957) al del poeta jalisciense. Por su importancia transcribimos el soneto de Gutiérrez Cruz:

El sol va por las calles con su brocha en la mano
pintando las fachadas de las casas de cal;
es un pintor demente, dos horas más temprano,
¡yo lo encontré pintándolas de un rojo cardenal!

El sol tiene la cara alegre y satisfecha;
¡ríe con una risa de gran conformidad
al ver desde su altura, terminada y bien hecha,
su obra de pintura por toda la ciudad!

Pero ¡el sol es un loco que volverá mañana
a recorrer las calles para pintar de grana
lo que hoy de color blanco bellamente pintó!

Y ¡seguirá pintando a diario, eternamente,
hasta que se le acabe su brocha transparente,
o los frascos que lleva, repletos de color! (205)

En mi opinión, también guarda correspondencia con el poema “Deseos”, de Pellicer, del libro 6,7 poemas (1924), que dice:

Trópico, para qué me diste
las manos llenas de color.
Todo lo que yo toque
se llenará de sol. (131)

En la segunda parte de Rosas del sendero, con el uso del verso libre, nos encontramos con poemas de mayor movimiento, alejados del encierro del soneto; el lenguaje y las imágenes sostienen el ritmo. Aunque se nota el esfuerzo por emplear nuevas formas del modernismo, lo vence el romanticismo de su juventud. En algunos poemas de repente asoman versos verdaderamente originales: “flota místico en los aires un aroma de azucenas” (44), “Una leve nostalgia otoñal late en las nubes vagabundas” (49). El libro de la amada (1920) es menos afortunado que el primero. En el epílogo, escribe que acepta la clasificación que le han dado de romántico del modernismo.

En el orden cronológico es obligado, antes de entrar a su poesía social, detenernos en el año de 1919, cuando Gutiérrez Cruz da conocer sus haikais en El Informador de Guadalajara. Son solamente cinco, pero le valieron el reconocimiento en vida y póstumo. Son lúdicos, de un gran ingenio, con el uso exacto de la brevedad y fuerza del lenguaje que los convierte en poesía visual:

El alacrán
Sale de un rincón
en medio de un paréntesis
y de una interrogación.
La bandera
Bulliciosa y bélica
guardiana de la azotea.
Los ratones
Los ratones detrás de la mampara,
escriben a máquina.
El pelícano
Cafetera de porcelana
que va flotando por el agua. (180)

José Juan Tablada, en el “Hokku”, que hace las veces de introducción a su libro El jarro de flores (disociaciones líricas), escribe: “Dos jóvenes mexicanos, entre otros, han comenzado a escribir ‘haikais’. Uno, Rafael Lozano, muestra plausible propósito de sobriedad. Otro, Carlos Gutiérrez Cruz, es autor de varios poemas sintéticos, muchos buenos y uno perfecto, ‘El Alacrán’” (Obras 422). No cabe duda que es un enorme reconocimiento para Gutiérrez Cruz que Tablada lo mencione de forma tan laudatoria en su libro. El poeta tapatío más tarde escribiría: “En la misma época en que escribí cosas coloristas, produje algunos haikais que merecieron el elogio del poeta José Juan Tablada, quien por medio de cartas y en el prólogo de su libro El jarro de flores me aplaude y me alienta noblemente” (337). Los dos textos nos llevan a una doble inquietud: Tablada habla de “muchos” haikais, pero hasta ahora solo he podido documentar los cinco que se conocen; y Gutiérrez Cruz habla de “cartas”, lo que quiere decir que mantuvieron una correspondencia, quizás en ella se encuentren esos “muchos” haikais. Al parecer, todavía hay mucho que descubrir de este poeta.

La experiencia del trato con Henríquez Ureña y Lombardo Toledano, así como el ambiente que se vivía, lo llevan a un viraje en su convicción de que el socialismo es la única vía de acabar con las injusticias sufridas por el campesino y el obrero. En 1923, es decir, cuando tiene 26 años, publica el panfleto Como piensa la plebe en la Biblioteca de la Juventud Comunista. Más que poemas, son arengas en contra de la opresión de los sectores obrero y campesino. En lugar de encontrar en los modelos de la poesía de la época un modo de expresarse artísticamente, el poeta encuentra en el pensamiento ideológico de la Revolución rusa el impulso que lo llevará a escribir, con fines políticos y en un lenguaje asequible, versos dirigidos al pueblo. En ellos apela a una toma de conciencia para que este, alejado de la sumisión, tome en sus manos las decisiones del cambio. Transcribo algunos versos:

Como aplastar el fierro frío,
a martillazo y martillazo,
tendrás que aplastar a los ricos.

¿Quieres luz para tu pobreza?
Enciende una tea.

Aplastando palacios, piafando dinamita,
viene el caballo gigantesco y rojo
de la Revolución Comunista.

El pobre que no ataca a los ricos,
ataca a los pobres,
se ataca a sí mismo.

Tienen los ricos a los trabajadores,
en un corral de monedas de cobre. (105-7)

En su artículo “Confesión estética”, perteneciente a Prosa dispersa (1920-1930), Gutiérrez Cruz defiende su escritura:

La preciosidad es uno de los elementos de que deberá abstenerse el poeta que abrace la nueva lírica, porque ella no tiene valor alguno fuera de los círculos refinados, auténticamente enemigos de la naturaleza y de la igualdad, e inútiles para la acción noble y laboriosa.

La literatura socialista, pues, no será preciosa, sino sobria, clara, sencilla, virgen, como son los espíritus de las gentes que necesitan de ella, como son los trabajadores en su vida y en sus ideas. (en Poesía. Prosa 337)

Ahora bien, toca ver más de cerca el libro capital de Gutiérrez Cruz: Sangre roja: versos libertarios (1924). En este poemario, Gutiérrez Cruz hace suyas las causas populares, las injusticias obreras y campesinas. Su acentuado socialismo no le impide ejercer un catolicismo en el que Jesucristo es compañero de lucha; ve en él los antecedentes de los ideales socialistas. Sus poemas, de cierta manera, llaman a una guerra santa, pero en este caso no se trata de la recuperación de los lugares sagrados, sino de la restitución de la dignidad y los valores humanos de la clase proletaria.

Por su valor y significado transcribo algunos párrafos del prólogo escrito por Henríquez Ureña para Sangre roja:

He aquí los versos del poeta socialista; mejor, del poeta social . . . este poeta no va a cantar la vida de los humildes que se resignan: quédese ello para cualquier poeta inglés, de ésos que son en el fondo hombres del orden. Este poeta viene a hablar de los que trabajan y luchan; y no como simple imagen: nada es tan ajeno como la ociosidad literaria para quien el trabajo y la lucha son temas favoritos de declamación. No: este poeta habla de los que conocen el trabajo y la lucha como realidad cotidiana y llena de sufrimiento y molestia; los que trabajan por su pan, todo el día y todos los días; los que luchan para que no les roben el sustento; o para exigir siquiera el indispensable, y en la lucha mueren o sólo alcanzan a vencer paso a paso, nunca de lleno.

Así, para el poeta, el sol, el hermano sol de Francisco de Asís, se hace digno de la fraternidad humana porque presta servicios: el sol es hermano del obrero porque trabaja todos los días. Así, el metal que el obrero saca de bajo tierra debe servirle para armarse contra la tiranía: lo que hoy sirve para esclavizarlo, debe servirle para libertarlo. (en Gutiérrez Cruz 111)

El primer poema de Sangre roja abre de manera potente, y deja ver desnudo el drama de los obreros:

¡Sangre Roja!

Sangre de los obreros muertos en los engranes,
sangre cuya conjuga

tratábase en monedas para pagar desmanes (115)

Los últimos dos versos de la segunda estrofa son de una fuerza impresionante: “sangre que en dinamita / hace estallar su propio corazón” (115). En la tercera estrofa aparecen las dos grandes figuras de su ideario: Marx y Jesús, que fusionan su sangre con la del pueblo:

Sangre que parece lumbre,
sangre que proyecta luz,
sangre de la muchedumbre,
de Carlos Marx y de Jesús,
ennegrecida por el sacrificio,
amoratada por el silicio
y despreciada por la sangre azul. (115)

De esta forma, el primer poema funciona como manifiesto y umbral del libro. Efectivamente, Gutiérrez Cruz hace suya la voz de la desgracia de obreros y campesinos, no tamiza su enojo ante la brutal explotación de que son objeto, y pone su poesía al servicio y reivindicación de las causas populares. Cierra el poema con la misma fuerza:

Tal es la sangre roja que corre en las arterias
de mis canciones bárbaras de tanta rebeldía,
sangre impetuosa y bravía
que se derrama para reivindicar miserias... (115)

No cabe duda de que la originalidad y autenticidad de su poesía responden a un reclamo revolucionario, y de que, si por un lado tuvo como fin la causa proletaria, es preciso también enfatizar los aciertos estéticos. El lenguaje que utiliza es simple y llano sin llegar a lo coloquial, y no podía ser de otra forma, ya que en un proceso de inversión es la voz colectiva quien se sirve del poeta para hacerse escuchar. De ahí la sencillez y logro de imágenes y metáforas memorables. Musicalidad y economía verbal son sus señas particulares. Para Jorge Aguilera López: “La métrica irregular de este poeta conserva una base proveniente de la poesía popular, a través del uso recurrente del hexasílabo y el octosílabo, combinados en ocasiones con formas cultas: heptasílabos, eneasílabos, endecasílabos y alejandrinos” (en Gutiérrez Cruz, Sangre 31).

Indudablemente, en Sangre roja: versos libertarios está lo mejor de Gutiérrez Cruz; ya no se trata de arengas y de versos panfletarios. La poesía y la ideología socialista se funden en el poema. A lo largo del libro vemos los múltiples matices y registros de la poesía de vanguardia, pero con la singularidad de los elementos que lo convierten en un poemario sólido. El sol y el color rojo son la luz y el fuego que lo iluminan. Los títulos hablan por sí mismos: “Al compañero sol”, “El hachón de oriente”, “La simiente roja”, “El verso rojo”, “Sol campesino”, “La sangre del sol”, “El campesino rojo” y “Rojo”. Algunos ejemplos que permean la poesía de Gutiérrez Cruz de tintes vanguardistas son los siguientes: En: “El canto de la senda lírica”: “Múltiples poemas / empapados de sol” . . . Busca a la palmera / de su cantar, / y la ve desbordándose en estética / y repartiendo savia vital. (La palmera greñuda y neurasténica, / se ha puesto a trabajar)” (Poesía 119). Notable es “¿Cómo te va palmera?”:

¿Cómo te va, palmera?
Sigues alta y greñuda
sin humor para nada,
y sigues todavía con la duda
de ser verde o dorada.
¿Qué te dice la Tarde
cuando mira tu puño de abanicos de oro
y se esfuma la tinta de tu verde cobarde? (123)

La toma de conciencia social se hace patente a lo largo del libro, pero es en dos poemas donde resalta la convicción del poeta: que está en las manos de los explotados hacer suya la justicia. Sí, son poemas incendiarios que convocan a obreros y campesinos a tomar medidas radicales. Uno de ellos es “Al minero”, el cual Diego Rivera usó para los murales de la SEP y del que anteriormente transcribimos una estrofa. El otro es “El Campesino rojo”, que dice:

Si eres un hombre de campo, compañero,
lucha contra la sombra como el sol mañanero,
más si es pobre tu fuerza para vencer su encono,
prende fuego a la casa del patrono
y ya verás que entonces se ilumina el potrero,
y verás que las llamas son el mejor abono,
compañero. (134)

Para García Gutiérrez, el jalisciense: “Intenta presentarse como poeta, no sólo revolucionario, sino sobre todo mexicano, capaz de trasladar la revolución social a una realidad mexicana con raíces culturales propias y de sustituir al inexistente obrero mexicano por el omnipresente campesino” (38).

El libro de Gutiérrez Cruz, además, tiene vasos comunicantes con la poesía de Carlos Pellicer. Esto es probable dada la relación que mantuvo con los Contemporáneos desde su arribo a la Ciudad de México y la cercanía entre José Juan Tablada y Pellicer, así como entre este último y Henríquez Ureña, a quien le dedica el poema “Estudio”, en su primer libro. Si algún poeta influyó de manera decisiva en Gutiérrez Cruz, junto con López Velarde y Tablada, fue Pellicer. Octavio Paz, quien señala que la poesía mexicana contemporánea arranca de la experiencia de López Velarde, afirma: “Ramón López Velarde y José Juan Tablada son los iniciadores de la poesía moderna en México. Nuestro primer poeta realmente ‘moderno’ es Carlos Pellicer” (75). El entonces joven poeta tabasqueño, entre 1921 y 1924, publicó los libros: Colores en el mar y otros poemas, Piedra de sacrificio. Poema Iberoamericano y 6,7 poemas. El primero de ellos es uno de los iniciadores de la vanguardia en México, donde el sol se convierte en elemento activo. Veamos dos ejemplos:

El sol ya estaba viejo, pero era un rey
que aburrido aquel día de bañarse en el mar,
se embarcó en una nube
y apenas si tenía algo que recordar… (Poesía 36)

El otro es el siguiente: “Ayer se hundieron / un barco holandés y el Sol” (41). En el poema “Motivos”, de 6, 7 poemas, es más notoria la cercanía con Gutiérrez Cruz. Dice:

Hombre que aras la tierra
tan de mañana,
tus bueyes vienen jalando
la proa del alba.
De tus manos potentes y rojas
caen limpios los granos;
y se humedecen con el rocío
y tu sudor sagrado. (Poesía 126)

Por su parte, Gutiérrez Cruz, hace del sol el compañero, el aliado y cómplice del campesino. Son cuatro poemas donde la vanguardia, el sol y la militancia social se fusionan: “La simiente roja”, “Al compañero Sol”, “Sol campesino”, La sangre del sol”. Aunque todos son de excelente manufactura, transcribo “Sol campesino”, por su semejanza con Pellicer:

Sol redondo, colorado
y caliente,
el labrador al arado
y tú al oriente.

Sol, mientras ellos aran, tú calientas la tierra,
y la tierra caliente,
fecunda la simiente
que encierra.

Sol, trabajas en la tierra y ves a los gañanes igualitariamente. (131)

De Sangre roja, señala García Gutiérrez: “Es un libro que responde a los ideales de la socialización del arte por su énfasis pedagógico y programático y su lenguaje sencillo . . . que alguna vez repite cierta retórica proletaria prototípica de procedencia soviética, la misma que por entonces los muralistas comenzaban a introducir en sus paneles” (36).

La obra de Gutiérrez Cruz tuvo cabida y repercusión entre sus correligionarios y artistas de la época. Por desgracia, el poeta jalisciense murió joven, lo que no impidió que, en su poesía y en su prosa, plasmara su ideario estético e ideológico. Su poesía tuvo una primera recopilación en 1980 por Porfirio Martínez Peñalosa, quien bajo el título Obra poética revolucionaria publicó parte de su producción. También es importante señalar que Gutiérrez Cruz no se encuentra en el olvido. Luis Mario Schneider no solo reunió su obra completa, también documentó en la “Bibliografía indirecta” 87 fuentes sobre el poeta tapatío, que van de 1919 a 1993. Asimismo, se encuentra en las antologías del haikai cultivado por poetas mexicanos. En este siglo continúa despertando interés como lo demuestra el concienzudo artículo de Rosa García Gutiérrez y la reciente edición de Sangre roja: versos libertarios de 2014. Este año, Elsa Cross lo incluye en La poesía mexicana del lejano Oriente (2019). Con seguridad, Carlos Gutiérrez Cruz, el poeta socialista de México, seguirá despertando interés y en un futuro se darán a conocer estudios que arrojen más luces sobre su obra y quehacer social, como necesidad imperiosa de lo señalado por Evodio Escalante: “la verdadera historia de nuestra literatura todavía está por escribirse”.

Bibliografía

Escalante, Evodio. “La poesía social de Carlos Gutiérrez Cruz”. Proceso, 2 mayo 1981, http://www.proceso.com.mx/130978/la-poesia-social-de-carlos-gutierrez-cruzLinks ]

García Gutiérrez, Rosa. “¿Hubo una poesía de la Revolución Mexicana? El caso de Carlos Gutiérrez Cruz”. Foro Hispánico: revista Hispánica de Flandes, Holanda, vol. 22, núm. 1, agosto de 2002, pp. 27-43. [ Links ]

Gutiérrez Cruz, Carlos. Poesía. Prosa. Colección Lo fugitivo permanece y dura, investigación y compilación de Luis Mario Schneider, prólogo de Pedro Henríquez Ureña, Secretaría de Cultura de Jalisco, 2000. [ Links ]

______. Sangre roja: versos libertarios. Malpaís Ediciones, 2014. [ Links ]

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______ Poesía completa. Vol. 1, Universidad Nacional Autónoma de México / Conaculta / Ediciones del equilibrista, 1996. [ Links ]

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Tablada, José Juan. Obras. I-Poesía. Universidad Nacional Autónoma de México, 1971. [ Links ]

1A lo largo de este trabajo se utilizará la edición: Gutiérrez Cruz, Carlos. Poesía. Prosa. Colección Lo fugitivo permanece y dura. Investigación y compilación de Luis Mario Schneider, Secretaría de Cultura de Jalisco, 2000.

2Luis Mario Schneider señala: “Es posible que partiera del terruño a comienzos de 1922 y que le incitara tomar la determinación al ver publicado en el célebre semanario Revista de Revistas, el 6 de noviembre del año anterior, tres poemas suyos con el elogioso título de ‘Los buenos poetas jóvenes de provincia’” (en Gutiérrez Cruz, Poesía 13).

3Evodio Escalante señala que: “Como ensayista, como teórico del arte, las colaboraciones de Gutiérrez Cruz son algunas de las más inteligentes de la revista Crisol, que aparece en México desde 1929 hasta casi finales de la época cardenista”.

Recibido: 26 de Septiembre de 2019; Aprobado: 18 de Febrero de 2020

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