Hay una ventana que nos permite mirar, desde nuestra intimidad, las vidas, los pensamientos y las acciones de los otros. A veces, a través de esta ventana recreamos mundos fantásticos y otras tantas recreamos lo fantástico que es o sería nuestro propio mundo. Esta ventana se abre a chicos y grandes a través de la literatura infantil y juvenil, en este caso, a través del libro Tengo una tía que no es monjita.

Los niños observan su entorno, ¿cómo es?, ¿quién conforma su familia?, ¿cómo son las relaciones entre amigos? Incluso, ¿quién es él o ella misma y qué le gusta? Así, la protagonista de nuestra historia observa el mundo que le rodea: su familia.

A sus ocho años nos cuenta sobre su tía, una mujer que no tiene esposo ni hijos a pesar de que ya tiene muchos años, por lo que ella se pregunta si acaso será porque es una monjita. Su premisa nace de la observación y, si bien es el hilo conductor de la historia, también se muestra como eso, un hilo de muchos más que conforman a su tía.

El amor que ambas se prodigan se identifica en la gráfica al estilo del libro álbum, en donde las imágenes nos muestran lo cálido del abrazo, la felicidad en la sonrisa de una niña y el orgullo de sentirse “la consentida”: “Tampoco tiene hijos, mejor para mí, así soy su consentida” (Cardoza 2004, 7).

A su tía no le gusta la mantequilla “gringa”, prefiere la que hace la gente del lugar y que se vende en el mercado y, para el cumpleaños de su sobrina, en lugar de llevarla a Disneylandia, la llevará a Guatemala, porque es “más bonito”. Ella responde que sí al viaje, pero también responde que sí a la identidad cultural a la que pertenece y que le enseña su tía. Ahí, nuestra protagonista hace una observación que le revela los sentimientos de su tía más allá de sus palabras, a ella le brillan los ojos cuando habla de la mantequilla del país, los ricos y todo lo demás. Le brillan como si quisiera llorar, pero no llora, dice. Y en el rostro de su tía, se mira una tristeza que prefiere enmendar con el cántico de su sobrina, así que ambas se entregan al canto de las vocales, pues a su tía no le gustan las canciones del coro de la iglesia.

En la narración aparece un personaje masculino, su papá, quien no tiene tan buena relación con ella pues se enoja por todo y dice que está loca, nuestra protagonista parece escucharlo pero no tomarlo en cuenta, pues sigue jugando, riendo y abrazando a su tía como siempre.

Si bien su tía no tiene esposo ni hijos, sí tiene muchas amigas con quienes viaja, festeja y se divierte. Incluso, a veces, llega a ir a la casa familiar con una mujer de pelo rojo y zapatos grandes.

Nuestra protagonista la mira un poco a la distancia que le da estar leyendo y al mismo tiempo observando disimuladamente y de repente… ¡se han besado en la boca! Los ojos abiertos muy grandes y las manos llevadas a los labios nos enseñan su asombro, no se lo esperaba, pero se ha dado cuenta de que su tía, en efecto, no es una monjita. Una sonrisa en los labios y unos ojos que brillan como cuando parece que va a llorar, son la respuesta perfecta a esta conclusión de la narración en medio de miradas amorosas y cómplices entre nuestra protagonista y su tía.

De unos años a la fecha, se ha remarcado la importancia de la lectura en niños y jóvenes en donde se tratan todo tipo de temas, generalmente abordados a partir de lo más próximo para ellos, su ser, su familia y su entorno.

Esta aproximación permite un mayor entendimiento e incluso naturalización de temas como los distintos tipos de familia y la identidad de género.

Tengo una tía que no es monjita es un libro publicado por la editorial Patlatonalli, misma que editó y publicó también el libro Las tres Sofías, donje también se aborda la temática lésbica dentro de la familia.

La editorial Patlatonalli surge como un producto cultural de la asociación Lesbianas en Patlatonalli A. C., una organización de la sociedad civil jalisciense con más de 30 años de actividades que fomentan “el derecho de todas las personas a una vida sexual, afectiva, erótica, libre de pobreza, discriminación, violencia, coerción e inequidad en las relaciones de género”. Además de los libros de literatura infantil mencionados, también han publicado la colección de 12 postales Mujer, sexualidad y sida; el folleto de distribución gratuita Entre chavas; Periodiquita, y la Cartilla sobre derechos humanos y diversidad sexual.

Melissa Cardoza, autora de Tengo una tía que no es monjita, es poeta, ensayista y activista lesbiana. Algunas de sus luchas han sido por la defensa de los recursos naturales en contra de los proyectos extractivos extranjeros, en contra de la invasión capitalista y por los derechos de indígenas y afrodescendientes, principalmente en su natal Honduras. También es autora de 13 colores de la resistencia hondureña.

Margarita Sada es ilustradora y diseñadora gráfica nacida en la Ciudad de México. Ilustró también los libros ¿Sansón? (Fondo de Cul tura Económica) e Introducción a la música de concierto: El agua (Océano Travesía), entre otros. Obtuvo el Premio al Arte Editorial en la categoría de mejor libro ilustrado para niños que otorga la Cámara Nacional de la Industria Editorial por su libro Venir del mar (Ediciones Castillo).