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Inter disciplina

On-line version ISSN 2448-5705Print version ISSN 2395-969X

Inter disciplina vol.9 n.25 Ciudad de México Sep./Dec. 2021  Epub Nov 22, 2021

https://doi.org/10.22201/ceiich.24485705e.2021.25.79964 

Dossier

Población, hogares y ocupaciones rurales frente al cambio social. Santiago del Estero, Argentina**

Rural population, households and occupations facing social change. Santiago del Estero, Argentina

Germán Quaranta* 

* Dr. por la Universidad de Córdoba, España. Investigador Independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas con sede de trabajo en el Centro de Estudios e Investigaciones Laborales, CEIL-CONICET, y Profesor Titular de sociología agraria de la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ). Correos electrónico: g.quaranta@ceil-conicet.gov.ar


Resumen

En las últimas décadas del siglo pasado los procesos de globalización y sus manifestaciones locales transformaron de forma profunda la organización social de los territorios rurales. En este artículo abordamos el cambio rural en la provincia argentina de Santiago del Estero, un espacio tradicionalmente campesino. Nos proponemos analizar los principales “pasajes” demográficos y ocupacionales que experimenta la ruralidad de la provincia. Las fuentes metodológicas utilizadas corresponden principalmente a los censos de población. En primer lugar, abordamos las principales líneas del cambio rural en las últimas décadas para luego analizar la evolución de la ruralidad santiagueña e identificar los principales vectores de cambio en los últimos años. A continuación analizamos la evolución de la población rural, las características de los hogares según tipo y tamaño, y la estructura y el perfil ocupacional de la ruralidad provincial. Las conclusiones afirman que la reproducción material de los hogares corresponde principalmente a familias rurales que, junto con las transferencias monetarias de la protección social, incorporan actividades no agrarias e incrementan su condición asalariada. De esta forma, nos enfrentamos a una nueva configuración de la ruralidad, predominantemente habitada por familias rurales que pierden sus rasgos campesinos típicos.

Palabras clave: cambio rural; desagrarización; hogares rurales; empleo rural

Abstract

In the last decades of the last century, globalization processes and their local manifestations profoundly transformed the social organization of rural territories. In this article, we address rural change in the Argentine province of Santiago del Estero, a traditional peasant space. We propose to analyze the main demographic and occupational “passages” experienced by the rurality of the province. The methodological sources correspond mainly to population censuses. First, we address the main lines of rural change in recent decades and then analyze the evolution of rural Santiago and identify the main vectors of change in recent years. Next, we analyze the evolution of the rural population, the characteristics of households according to type and size, and the structure and occupational profile of the provincial rurality. The conclusions affirm that the material reproduction of households corresponds mainly to rural families that, together with the monetary transfers of social protection, incorporate non-agricultural activities and increase their salaried status. In this way, we face a new configuration of rurality, predominantly inhabited by rural families that lose their typical peasant features.

Keywords: rural change; deagrarianization; rural households; rural employment

Introducción

La ruralidad experimenta en las últimas décadas profundos cambios, tanto en los países posindustriales como en otros escenarios con diferentes grados de desarrollo relativo en el marco del capitalismo global. Este abanico de situaciones de cambio rural se replica dentro de nuestros países a través de las desigualdades presentes en sus territorios. Los estudios académicos disponibles dan cuenta de este tipo de procesos en todos los continentes, y en las situaciones más diversas. A pesar de las diferencias y matices existentes, algunos rasgos en común que estos estudios resaltan son, por ejemplo, la mayor diversidad de actividades realizadas en el medio rural y la emergencia de nuevas modalidades de vinculación entre los ámbitos rurales y urbanos.

El cambio rural implica un conjunto de pasajes o “transiciones” demográficas, económicas y sociales que desembocan en formas de ruralidad que combinan, según el caso, rupturas y continuidades con respecto al pasado. Se trata de procesos de cambio social, más o menos fragmentados, que se traducen en la emergencia de un orden rural con rasgos que lo diferencian de las formas previas de organización social.

El objetivo de este artículo es abordar el cambio rural en la provincia argentina de Santiago del Estero, un espacio considerado tradicionalmente campesino, a partir del análisis de los principales “pasajes” demográficos y ocupacionales que experimenta la ruralidad de la provincia.

Las fuentes metodológicas utilizadas corresponden principalmente a los censos de población: estos nos brindan una serie de datos que a nivel agregado nos permiten entender la evolución de la ruralidad de la provincia. Sin embargo, plantean limitaciones clásicas que demandan cuidado en su utilización: entre las principales se hallan la imposibilidad de profundizar el análisis a nivel de los hogares y las dificultades para dar cuenta de las diferencias existentes dentro del territorio provincial.

El análisis del cambio de la dinámica poblacional y ocupacional a partir de los censos nacionales de población hogares y viviendas de los años 2001 y 20101 nos permite identificar las trasformaciones que experimenta la ruralidad provincial.

Para esto, en primer lugar, abordamos las principales líneas de análisis del cambio rural en las últimas décadas para luego analizar la evolución de la ruralidad santiagueña e identificar los principales vectores de cambio en los últimos años. A continuación analizamos la evolución de la población rural, las características de los hogares según tipo y tamaño, y la estructura y el perfil ocupacionales de la ruralidad provincial. El artículo concluye resaltando los principales hallazgos obtenidos.

El estudio del cambio rural en las últimas décadas

En las últimas décadas del siglo pasado los procesos de globalización y sus manifestaciones locales desataron una profunda transformación de la organización social de los territorios rurales. Los cambios en la ruralidad fueron abordados en distintos escenarios y por diferentes enfoques académicos, tanto en los países del llamado capitalismo avanzado como en aquellos considerados de menor desarrollo económico relativo. Estos estudios desplazan el eje de análisis del cambio rural de las miradas de la teoría de la modernización -que ponen el foco en la urbanización del mundo rural y en el pasaje de una agricultura campesina a otra de tipo empresarial- hacia una mirada conceptual, que pretende captar la emergencia de una ruralidad que se diversifica y se complejiza a medida que se aleja de la imagen de un espacio esencialmente destinado a la actividad agraria, poblado por agricultores de carácter familiar.

En las sociedades postindustriales, el cambio rural se abordó en los años 1980 utilizando la tesis de la restructuración rural. Este enfoque estudia las transformaciones de la ruralidad a partir de las nuevas formas que adquiere la división social del trabajo entre el campo y la ciudad (Newby 1986). En la década siguien te, estas miradas se complejizaron al estudiar la diversificación de los usos del suelo y de las actividades realizadas en el marco de los complejos procesos de regulación social e institucional presentes en el mundo rural (Marsden, Murdoch, Lowe, Munton y Flynn 1993). Estos estudios pusieron el acento en el mayor peso que adquieren las actividades industriales y de servicios, en la importancia de los usos residenciales y en la desarticulación de los ámbitos productivos y reproductivos; todos fenómenos que acontecen paralelamente a la emergencia de un mundo rural no agrícola (Hervieu 1996). “Es evidente que la desagrarización de las sociedades modernas no termina con las poblaciones rurales sino que, por el contrario, es el germen de una nueva ruralidad, de una ruralidad amplia” (Camarero 1991, 23).

En estos países, los cambios señalados se manifiestan en el tipo de relación que establecen los fenómenos demográficos y económicos en las ruralidades emergentes, por ejemplo en los vínculos que se producen entre las actividades económicas y las características de la población y los hogares (Camarero y Del Pino 2014). En el marco de estos procesos, los desequilibrios y fenómenos demográficos de la población rural (la masculinización, el envejecimiento, el incremento de la dependencia, la movilidad, la caída de la natalidad y la fecundidad, la evolución del tipo y el tamaño de los hogares, etc.) se diferencian en los distintos paisajes sociales de la ruralidad (Oliva y Camarero 2002).

Otra mirada del cambio rural, que surgió en gran medida de estudios realizados en África, conceptualiza estos procesos a partir de la noción de desagrarización. En sus formulaciones iniciales, este concepto abordó las transformaciones de la ruralidad combinando procesos a nivel macro (la caída de la participación de la agricultura y del empleo agrícola en el conjunto de la economía), a nivel meso (el avance del empleo y los ingresos no agrícolas en el medio rural) y a nivel micro (la diversificación de las estrategias de vida y los ingresos de los hogares rurales).

Deagrarianization is defined as a process of: (i) economic activity reorientation (livelihood), (ii) occupational adjustment (work activity), and (iii) spatial realignment of human settlement (residence) away from agrarian patterns. Overt and measurable manifestations of this process are a diminishing degree of rural household food and basic needs self-sufficiency a decline in agricultural labor relative to nonagricultural output, and a shrinking proportion residing in rural areas. These are all tendencies observable throughout sub-Saharan Africa. (Bryceson 1996, 99)

Para estos análisis, la redefinición y la profundización de los procesos de globalización asociados con las políticas de ajuste estructural acentuaron la crisis de la agricultura campesina y las tendencias desagrarizantes presentes en los territorios rurales. En la actualidad, estos cambios se producen en escenarios de desindustrialización con baja demanda de empleo, a diferencia de lo acontecido luego de la segunda guerra mundial, cuando la migración campo-ciudad proveía de la mano de obra necesaria a la industrialización en curso.

Los hogares rurales diversifican sus actividades y fuentes de ingresos para enfrentar estas condiciones críticas e incorporan a sus ocupaciones trabajos e ingresos no agrícolas como, por ejemplo, los provenientes del comercio, los servicios, el transporte, el trabajo artesanal, el empleo en áreas de gobierno local, las transferencias monetarias de la protección social, entre otros.

De todas maneras, en general, estas nuevas formas de ganarse la vida de las familias rurales no implican mejores condiciones de existencia, sino que resultan de la necesidad de generar respuestas a los escenarios adversos que las nuevas condiciones sociales y económicas les presentan (Bryceson 2002a). Las transformaciones de los modos y estrategias de vida de los hogares rurales reflejan la dinámica del cambio rural y son evidencia de la transición de una ruralidad de tipo campesina a otra en la que emergen nuevas pautas de organización social (Bryceson 2002b).

La desagrarización se asocia con la transformación de los modos de vida de la población rural. Las actividades agrícolas familiares son remplazadas, en diferente medida, por la movilidad, a la vez que el trabajo no agrícola se convierte en el eje de la reproducción de los hogares rurales. Estos cambios se producen de manera simultánea a la pérdida de centralidad de la economía campesina. La descampesinización es un proceso paralelo a la desagrarización de la organización de la vida familiar, en el que la agricultura profundiza su perfil empresarial y se articula de forma creciente con las cadenas globales de alimentos (Camarero, C. de Grammont y Quaranta [en prensa]).2

Paralelamente a los desarrollos mencionados, en el medio académico latino americano surge la noción de nueva ruralidad. Esta idea, sumamente dispar, emerge de la preocupación por explicar las transformaciones de los territorios rurales a partir de los acelerados procesos de globalización que se desataron luego de los años 1970 (Kay 2007). “Por su parte, las sociedades rurales han presentado cambios estructurales, debidos en buena parte al modelo de desarrollo global.” (Pérez 2001, 17). Estos cambios estructurales generan nuevas relaciones entre la población y el territorio que requieren ser explicadas y demandan “una teoría de las transiciones” (Llambí y Pérez 2007, 43). Precisamente, el interés que actualmente estructura el estudio del cambio social en la ruralidad es dar cuenta de las “transiciones” o pasajes que enfrentan los territorios rurales en el contexto de la globalización y de las nuevas formas de organización social emergentes.

Los ejes principales de las transiciones que atraviesan los territorios rurales, y que emergen como centro de las preocupaciones de los abordajes de la nueva ruralidad, son la diversificación de las actividades y de las relaciones sociales presentes en una ruralidad que se articula más intensamente con la vida urbana y que se conecta más profundamente con los procesos de globalización.

Algunas de las principales manifestaciones de estas transformaciones corresponden al avance del empleo y de los ingresos no agrícolas, así como de la multiocupación y la pluriactividad, en los hogares rurales (C. de Grammont 2008). Por su parte, los estudios sobre “o novo rural brasileiro” señalan que estos fenómenos se producen en un contexto donde, en términos absolutos, la población rural detiene su descenso y, paralelamente, se acentúa el fenómeno del desempleo y la inactividad entre los habitantes del campo (Graziano da Silva 2001).

La existencia de empleo rural no agrícola (Neiman y Bardomás 2001; Piñeiro 2001; Schneider 2001; Blanco y Bardomás 2015) y las distintas modalidades de multiocupación y pluriactividad presentes en los hogares rurales (Gras 2003; Neiman y Craviotti 2006; C. de Grammont y Martínez 2009), se ubican en el centro de la preocupación de los estudiosos de los fenómenos rurales en América Latina. Algunos autores centran su atención en los vínculos entre las modalidades que la pluriactividad asume y la influencia que sobre estas ejercen las particularidades de los territorios involucrados. Estas particularidades se originan en el tipo de relación que establece la ruralidad con los ámbitos urbanos, las alternativas laborales existentes, y la magnitud y el tipo de actividad agraria desarrollada (Riella y Mascheroni 2008). Las transformaciones experimentadas por el empleo rural son manifestaciones de procesos de cambio social más amplios y de nuevas formas de división social del trabajo que redefinen las estrategias de reproducción de los hogares rurales. “Hoy en día, podría decirse que los recursos y opciones agropecuarios han perdido fuerza y centralidad en las estrategias de las familias rurales.” (Arias 2009, 173).

De esta manera, el cambio social se expresa en la transformación de las condiciones sociales y de la composición de la población rural. En la actualidad, las familias consideradas históricamente como campesinas fundamentan de modo creciente su sustento en el trabajo asalariado y en las ocupaciones no agrícolas, al mismo tiempo que se insertan en un abanico de relaciones mercantiles, y ubican las actividades de autoconsumo en un espacio marginal de su reproducción material. Así, “…, la perspectiva de estos campesinos de subsistencia es su transformación en unidades familiares rurales.” (C. de Garammont 2009, 279).

Paralelamente a su amplia difusión, la noción de nueva ruralidad enfrentó diferentes críticas entre las que podemos destacar dos fundamentales. La primera llama la atención sobre el acento puesto en las rupturas y “novedades” presentes en la ruralidad, debido a la posibilidad de que estas pueden surgir, en alguna medida, del desplazamiento de enfoques exclusivamente agraristas en favor de otros que aborden aspectos más diversos del mundo rural (Riela y Romero 2003). La segunda hace referencia al carácter polisémico que presenta el desarrollo de la idea de nueva ruralidad, que la define más como la descripción de un fenómeno que como un concepto (C. de Grammont 2004).

A raíz de las insatisfacciones que genera esta noción, algunos autores prefieren desplazarse hacia el concepto de desagrarización, en el marco de las líneas conceptuales analizadas con anterioridad. Concretamente, abordando el caso mexicano, se señala que el incremento de la pluriactividad de los hogares rurales y del empleo rural no agrario “… provocan la desagrarización del campo, entendida como la disminución del empleo (y por lo tanto del ingreso) agrícola en el empleo rural total.” (C. de Grammont 2016, 53-54). Estas tendencias son consideradas por el autor citado como un proceso general de cambio social de carácter fragmentario, porque modifican la organización de la reproducción de las familias y de las comunidades rurales. Para otros académicos, en cambio, es más probable que estén sujetas a procesos de reversibilidad del fenómeno (Riella y Macheroni 2018).

Una definición más amplia del concepto de desagrarización pone el acento en la pérdida de centralidad de lo agrario a la hora de explicar la organización de la vida social en los territorios rurales. Esto significa, entre otras cosas, que las familias que residen en el campo organizan su reproducción con menor, o sin, incidencia de la agricultura, incluso en aquellos hogares relacionados con alguna actividad agraria (Neiman 2010; Quaranta y Brignardello 2018). Esto puede suceder también en momentos de expansión de la agricultura, en los que la organización social de la actividad se “desruraliza” al desligarse en buena medida de la ruralidad. Por ejemplo, al integrarse a las cadenas globales de alimentos, al desfamiliarizar la base de la organización de la actividad agraria y al ur banizar la residencia de los ocupados en el sector (Camarero 2017).

Estos procesos de cambio rural, que se sintetizan en la idea de desagrarización, son el resultado de las nuevas formas de relación que se establecen entre el campo y la ciudad en el marco de la división social y territorial del trabajo, dentro de un mundo globalizado que desemboca en una ruralidad crecientemente desigual (Camarero y Oliva 2016; Camarero, C. de Grammon y Quaranta en prensa).

El cambio rural en las áreas históricamente campesinas de los países del llamado, mal y arbitrariamente, tercer mundo, está condicionado en la actualidad por las limitaciones que el mundo urbano y sus mercados de trabajo imponen a la población rural con deseos de migrar a las ciudades en busca de mejores condiciones de vida. En consecuencia, la población rural, ante la crisis de la economía campesina y las restricciones de los mercados laborales urbanos para acceder a una ocupación, desarrolla nuevas formas de circulación y movilidad, tanto entre el campo y la ciudad como entre zonas rurales. La imposibilidad de obtener ingresos que permitan sostener al conjunto de la familia en los lugares de destino implica la permanencia del hogar en su lugar de origen y la separación de los ámbitos productivos y reproductivos (C. de Grammont 2009b).

En estas condiciones, observamos que, simultáneamente a la mencionada crisis de la agricultura campesina, el mundo urbano impone crecientes restricciones a las migraciones definitivas del campo a la ciudad. Ambos fenómenos favorecen un significativo aumento de la presencia de familias rurales sin, o con muy escasa, actividad de autoconsumo, que alcanzan su reproducción a través de los ingresos generados por el trabajo asalariado y/o autónomo, cada vez más por fuera del sector agrícola.

Mientras que el empleo rural no agrícola incluye, en su heterogéneo conjunto, ocupaciones de mayor productividad e ingresos, la población de origen campesino, sin embargo, se inserta de forma predominante en actividades económicas definidas como de “últimos recursos” que se distinguen por la muy baja productividad e ingresos y constituyen un “refugio” frente a la ausencia de alternativas de empleo para esta población (Weller 1997).3

A los ingresos obtenidos a partir del conjunto de ocupaciones mencionadas pueden sumarse las remesas de los familiares migrantes y las transferencias monetarias de la protección social. “Las transferencias externas públicas o privadas son fundamentales para sus pobladores y están fomentando una economía de consumo y de residencia en que los hogares van cancelando la alternativa de la agricultura para replegarse en actividades poco rentables, pues su mejor perspectiva de ingreso proviene de los envíos de los esposos o hijos emigrantes.” (Appendini 2008, 41-42).

Estas ruralidades insuficientes se corresponden a territorios con persistencia de población rural donde predominan condiciones de pobreza y las actividades agrícolas familiares no son capaces de sostener los consumos y cubrir las necesidades de los hogares. Dadas estas condiciones, las unidades domésticas incorporan la realización por parte de sus integrantes de trabajos rurales no agrícolas de baja productividad y, consecuentemente, de bajos ingresos, a la vez que acentúan la movilidad como estrategia de reproducción a través de la circulación laboral entre ámbitos rurales y, también, hacia áreas urbanas. Además, en los últimos años, las transferencias monetarias de la protección social aumentan su participación de modo significativo en los ingresos totales de los hogares y, en muchos casos, alcanzan o superan a los montos de aquellos originados por el trabajo. Este conjunto de actividades, de todas maneras, no posibilita a la mayoría de las familias obtener un conjunto de recursos que les permitan desarrollar estrategias vitales por encima de las condiciones de pobreza.

Así, esta diversificación de ingresos de los hogares rurales se asocia en mayor medida con estrategias de supervivencia que a la posibilidad de alcanzar algún grado de movilidad social. “Parece entonces justificado hablar del tránsito de un campesino agrario dominado por la producción agropecuaria y la familia campesina a un mundo rural en donde predominan el trabajo asalariado, la migración y la familia no campesina.” (C. de Grammont 2009b, 16).

Los procesos de desagrarización en el marco de ruralidades “insuficientes” se distinguen por redefinición de los modos de vida de las familias y la centralidad que adquieren en sus estrategias de reproducción la circulación laboral, las ocupaciones no agrícolas de baja productividad y las transferencias monetarias de protección social, a la vez que las actividades agrícolas, mayormente de autoconsumo, presentan un carácter cada vez más marginal.

En este marco, la organización económica de los hogares y sus vínculos con las características sociodemográficas de las unidades domésticas constituyen un espacio privilegiado para el estudio del cambio rural. A pesar de la dificultad que los académicos reconocen en la investigación empírica para establecer relaciones causales entre los fenómenos demográficos y económicos; no obstante, es ampliamente aceptada la estrecha asociación que se produce entre ambos tipos de fenómenos. Este tipo de investigaciones nos permite relacionar, por ejemplo, la dinámica demográfica de la población, el tipo, la composición y el tamaño de los hogares con las actividades económicas realizadas por sus integrantes. De esta manera, para la ruralidad mexicana, por ejemplo, se señala como tendencia general que, en las últimas décadas, se produce la caída de la fecundidad, la nuclearización y la disminución del tamaño medio de los hogares, paralelamente al incremento de las ocupaciones no agrícolas (Contreras Molotla 2017).

Los estudios realizados en los países del capitalismo avanzado interpretan estos cambios como procesos de hibridación de diferentes principios de organización de la realidad social (Camarero y Oliva 2016), mientras que en el marco latinoamericano se los interpreta a partir de la emergencia de una ruralidad fragmentada (Carton de Grammont 2016). En este sentido se visualiza el cambio social como un proceso fragmentado que da como resultado un mosaico de situaciones: aquellas que son más típicamente campesinas pierden peso y centralidad, y emergen como predominantes nuevas formas de reproducción social de las unidades domésticas (Quaranta 2015).

La mayoría de los trabajos analizados tienen en común su preocupación por el papel que cumplen las actividades no agrarias en los fenómenos de cambio rural. La desagrarización de los modos de vida de los hogares resultado de la diversificación de las actividades económicas y de los ingresos de la población, de la asalarización de los ocupados agrícolas, del avance de la multiocupación y de la pluriactividad, de la difusión de las transferencias monetarias de la protección social, y de la pérdida de relevancia de las actividades agrícolas autónomas y del autoconsumo desemboca en una ruralidad que se caracteriza por la presencia mayoritaria de familias rurales con muy escasa o sin actividad de tipo campesino. Los cambios en la organización económica de los hogares se asocian con comportamientos demográficos como, por ejemplo, la nuclearización y la reducción del tamaño medio de las unidades domésticas.

Los motores o canales de trasmisión de los procesos de cambio social de la ruralidad son resultado de la integración de estos territorios a la división social y regional del trabajo que en la actualidad se produce en una escala global. Dar cuenta del cambio requiere identificar los vectores que trasmiten las dinámicas socioeconómicas subyacentes a las transiciones que se producen entre distintos tipos de ruralidad. El cambio rural genera escenarios en los que coexisten y se superponen “nuevas” y “viejas” tendencias de la ruralidad en el marco de las transiciones producidas entre distintas formas de organización de los territorios rurales (Llambí y Pérez 2007).

Como se mencionó en la introducción, en este artículo nos centramos en el análisis del cambio rural a través del abordaje de las “transiciones” o pasajes presentes en la ruralidad de la provincia de Santiago del Estero. Concretamente, analizamos la evolución de comportamientos demográficos y ocupacionales de la población y de los hogares rurales de dicha provincia. En el próximo punto resumimos las principales transformaciones que la ruralidad santiagueña experimenta en las últimas décadas y los vectores de dichos cambios, para posteriormente concentrarnos en el análisis de los pasajes o “transiciones” que experimentan las formas demográficas y ocupacionales de la ruralidad de la provincia.

Las transformaciones de la ruralidad en la provincia de Santiago del Estero

La provincia de Santiago del Estero, comprendida en la región chaqueña, se ubicada en el noroeste de la República Argentina. Esta llanura boscosa fue expuesta desde fines del siglo XIX a un intenso proceso de deforestación que desembocó en la perdida y degradación de gran parte de su bosque nativo. Se trata de un territorio de tradición campesina que mantiene una significativa población rural, algo más del 30% del conjunto de sus habitantes, en comparación con el promedio nacional que es del 10%.4

La provincia presenta un clima árido y semiárido que limita las actividades agrícolas a las zonas de riego de los ríos Dulce y Salado o a restringidas franjas del este y noroeste donde las precipitaciones anuales permiten el cultivo de secano. Las actividades agrícolas, bajo estas condiciones, son desarrolladas principalmente por unidades empresariales pequeñas y medianas en las zonas de riego y por grandes establecimientos dedicados al cultivo de cereales y oleaginosas en las áreas de secano. Mientas que las pequeñas unidades de tipo campesino se dedican de forma predominante a la cría de ganado en sistemas abiertos.

El territorio que en la actualidad comprende la provincia fue desde los tiempos de la colonia un área de población campesina y de procedencia de trabajadores migrantes hacia diferentes regiones del país (Farberman 1998 y 2002). A lo largo del tiempo, la ruralidad santiagueña se conforma en el marco de la integración de la provincia a la división social y territorial del trabajo en distintos momentos históricos. La consolidación del Estado y el modelo económico agroexportador a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, que se basa en la venta al exterior de alimentos originarios de la región pampeana, articulan a Santiago del Estero, al igual que a las otras provincias del país, con ese proyecto político y económico. Bajo estas condiciones, la provincia desarrolla una actividad forestal de tipo extractivo que provee a la región pampeana de madera5 destinada a la elaboración de durmientes para el ferrocarril, de postes de telégrafo, de postes y de varillas para los alambrados, y de leña y de carbón de alta calidad para combustible.

La población rural aporta la mano de obra necesaria para los obrajes: los campamentos en los que se organiza la extracción forestal. Con este fin, los santiagueños se movilizan al ritmo de la actividad y desempeñan esas tareas bajo condiciones de extrema explotación (Tasso 2007). Estas familias nutren también las migraciones temporarias que en esos años se acercaron a la región pampeana para la cosecha de maíz y la trilla del trigo (Bialet Massé 1985; Denis 1987).

La crisis de los años 1930 y del modelo agroexportador es acompañada en la provincia por la retracción de la actividad forestal y la redefinición de los mercados de trabajo de cosecha hacia los que migra esta población. El desarrollo de un modelo económico basado en la producción industrial y en la demanda del mercado interno a nivel nacional promueve la expansión de nuevas producciones en las economías regionales, que son motorizadas por la demanda de materias primas de agroindustrias que deben responder a las necesidades de un consumo urbano en expansión.

Santiago del Estero redefine entonces su inserción en la división social y regional del trabajo, y acentúa el perfil expulsor de población, tanto a través de las migraciones definitivas a las ciudades (en 1960, casi la mitad de los santiagueños reside fuera de la provincia) como de las migraciones temporarias a las zonas de cosecha de las producciones agroindustriales dinamizadas por el proceso de industrialización sustitutivo de importaciones.

Los trabajadores migrantes temporarios proceden de hogares campesinos. En muchas ocasiones son antiguos trabajadores de obrajes madereros, asentados en campos abandonados luego de que la explotación de las especies arbóreas de mayor valor económico haya provocado la pérdida de atractivo mercantil de la tierra (Aparicio 1987). Estos procesos de recampesinización, a partir de la ocupación de áreas de monte degradadas por la explotación forestal, generan una ruralidad conformada por grupos de hogares campesinos asentados en parajes rurales muchas veces relacionados por lazos de parentesco. Esta población combina el trabajo en el predio con el trabajo migrante temporario en las cosechas de algodón (Bilbao 1970), de azúcar (Benencia y Forni 1988), y de vid y otros frutales (Reboratti y Sabalain 1980). Las formas de movilidad, bajo estas circunstancias, corresponden a típicas migraciones temporarias pendulares organizadas en el marco de unidades campesinas donde el trabajo predial regula las inserciones extraprediales.

La crisis del modelo de industria sustitutiva de importaciones en el marco de políticas de corte neoliberal redefine, tanto, la articulación de la Argentina con la economía mundial globalizada, como, la inserción de Santiago del Estero en la división social y regional del trabajo. Desde mediados de la década de 1970, la crisis de las producciones industriales y el desempleo en las áreas urbanas, la desaceleración de la demanda de empleo en los mercados de trabajo de cosecha de destino, los procesos de avance de la agricultura y la ganadería empresarial en la provincia, la desposesión y la crisis de las producciones campesinas constituyen vectores que trasmiten fuerzas de cambio para la ruralidad santiagueña.

La expansión de la ganadería bovina y la agricultura empresarial en la zona noroeste y este de la provincia, áreas beneficiadas por un ciclo húmedo, transforman la fisonomía de la ruralidad como resultado del desmonte, la expansión de la superficie sembrada con pasturas, cereales y oleaginosas, y la desposesión campesina. Según cifras oficiales, hacia mediados de los años 2010, la provincia registra un millón y medio de bovinos y un millón de hectáreas cultivadas con soja, un cultivo inexistente 40 años atrás. La expansión de la actividad agropecuaria empresarial implicó procesos de desposesión y expulsión de población campesina que, asociados con el desmonte, provocan alarmantes costos sociales y ambientales para la población (Blanco y Neiman 2017; Paz 2018). La ruralidad que experimenta el avance de la agricultura empresarial enfrenta una aguda caída de su población (Salvatierra 2013). A partir de esta información podemos sostener que la agrarización del territorio resultado de la práctica agrícola empresarial en gran escala desemboca en su desruralización producto del despoblamiento rural.

De forma paralela, y en el marco de políticas que promueven la completa desregulación de los mercados, la economía campesina padece la caída y la inestabilidad de los precios de sus productos (De Dios 1998) y reduce de modo sustancial su participación en la actividad agrícola comercial (De Dios y Williams 1998). En estas condiciones, la persistencia de la actividad económica campesina se concentra en la producción pecuaria, mayormente en pequeña escala, y en zonas en las que estas unidades todavía tienen acceso a áreas con monte (Paz, Lipshitz, Zerda y Tiedeman 2015).

La mecanización de la cosecha de los cultivos, que históricamente habían brindado ocupación a los migrantes temporarios, como el azúcar y el algodón, junto con la competencia de la oferta de trabajo local, limitaron las oportunidades de empleo para esta población y resintieron la tradicional estrategia campesina que combina la actividad predial y el trabajo asalariado estacional (Aparicio y Benencia 1999).

La restructuración de los mercados de trabajo que ocupan a estos migrantes temporarios se expresa en la inestabilidad de la demanda, la pérdida de algunas oportunidades de trabajo y el surgimiento de otras (Taso y Zurita 2013). En la actualidad se estima que alrededor de 40,000 santiagueños se movilizan temporariamente para ocuparse en distintas cosechas agrícolas del país (Neiman, Bachur y Resa 2009).

Estas unidades domésticas están expuestas a condiciones ampliamente difundidas de pobreza estructural, definida a partir de la satisfacción de las necesidades básicas, pues afecta alrededor de la mitad de las mismas (Paz y Jara 2012). A la vez, los ingresos monetarios que obtienen, en la gran mayoría de los casos se ubican claramente debajo de lo que se considera la línea de pobreza (Paz, De Dios y Gutiérrez 2014; Quaranta: 2016).

El escenario predominante para la población rural de la provincia corresponde a los pequeños parajes en las áreas de monte, con diferente nivel de degradación, en las que se concentran las unidades campesinas dedicadas a la cría de ganado y las familias de los trabajadores migrantes temporarios. En el próximo punto analizamos las tendencias generales de los cambios demográficos y ocupacionales que acompañan las transformaciones económicas y productivas reseñadas.

Población, hogares y ocupación en la ruralidad santiagueña

La dinámica de la población

En los últimos 50 años la población rural desciende en términos relativos del 64.8% al 31.3% y pierde algo más del 10% en términos absolutos para estabilizarse a principios de siglo en un piso de 270,000 habitantes.6

La evolución de la población rural está acompañada por comportamientos demográficos de diferente orientación en lo que respecta a la estructura de sexos y edades, la natalidad, y los índices de masculinidad, dependencia y envejecimiento. La comparación de las pirámides poblacionales de los años 2001 y 2010 de las áreas rurales muestra el descenso de la natalidad, a través del angostamiento de la base y la persistencia de la migración de la población joven en edades laborales.

Los datos indican que la caída de la natalidad se inicia con anterioridad a la primera fecha indicada y se acentúa con posterioridad. Este comportamiento demográfico modifica una característica tradicional de la población rural santiagueña, su elevada tasa global de fecundidad. Esta condición fue asociada, en un estudio ya clásico de la ruralidad santiagueña, con diferentes estrategias de reproducción social de hogares de asalariados y de campesinos que se traducían en diferenciales de fecundidad a favor de las unidades domésticas de asalariados (Benencia y Forni 1988).

Paralelamente se observa un moderado descenso del índice de masculinidad para el conjunto de la población rural, tendencia que se acentúa en las edades centrales de trabajo. El índice de masculinidad desciende marcadamente entre la población de hasta 40 años por un incremento del número de mujeres en esas cohortes etarias que se explicaría por la combinación de fenómenos de retención y de retorno a las áreas rurales (Cuadros 1 y 2).

Cuadro 1 Índice de masculinidad según tramos de edad por residencia urbana y rural, provincia de Santiago del Estero, año 2001. 

Área 0 - 14 15 - 29 30 - 44 45 - 59 60 y más Total
Urbano 101.5 94.8 91.0 94.0 72.4 93.9
Rural 105.1 121.9 124.5 130.5 105.4 114.4
Total 102.8 102.6 99.9 104.4 83.4 100.4

Fuente: INDEC, Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas, 2001.

Cuadro 2 Índice de masculinidad según tramos de edad por residencia urbana y rural, provincia de Santiago del Estero, año 2010. 

Área 0 - 14 15 - 29 30 - 44 45 - 59 60 y más Total
Urbano 101.3 96.3 92.5 89.7 71.7 93.1
Rural 104.4 106.5 114.3 126.8 110.9 109.7
Total 102.4 99.2 98.0 99.2 82.8 98.0

Fuente: INDEC, Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas, 2010.

Fuente: INDEC, Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas, 2001.

Gráfico 1 Pirámide de población rural, Santiago del Estero, 2001. 

Fuente: INDEC, Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas, 2010.

Gráfico 2 Pirámide de población rural, Santiago del Estero, 2010. 

La estructura de sexo y edades de la población también refleja, según la misma fuente, cambios en el índice de dependencia y envejecimiento. Fundamentalmente, se produce un descenso de casi 10 puntos porcentuales del índice de dependencia que se explica por la caída de la natalidad, dado que se detecta un incremento leve del índice de envejecimiento poblacional.

En resumen, observamos que la población rural de la provincia detiene su caída, al mismo tiempo descienden los índices de masculinidad y de dependencia como resultado de la caída de la natalidad y la mayor retención de población femenina correspondiente a tramos de edades centrales. En el punto siguiente analizamos la evolución de las características de los hogares de esta población rural.

Los hogares de la población rural

Los hogares rurales santiagueños se han caracterizado tradicionalmente por su condición campesina, que en los años 1960 se traducía en unidades domésticas integradas por aproximadamente seis miembros. El tamaño de los hogares se incrementaba en aquellas unidades que tenían una actividad ganadera próspera que incluso solían recurrir a distintos arreglos de compadrazgo y parentescos ficticios con el propósito de agregar miembros al grupo doméstico (Bilbao 1975).

El mencionado estudio de Benencia y Forni (1988), a partir de datos de una encuesta de inicios de la década de 1980, presenta hogares de entre cuatro y seis integrantes dependiendo de su condición campesina o asalariada y del tipo y el momento del ciclo vital en el que se encontrara la unidad doméstica. El tamaño promedio de los hogares es de 5.3 integrantes según la misma fuente de información (Neiman 1986).

Si lo comparamos con los datos previos, el tamaño de los hogares experimenta un descenso en las últimas décadas, ya que para el último Censo Nacional de Población Hogares y Viviendas este valor fue de 4.2 miembros por unidad.

Un elemento clave para entender la evolución del tamaño medio los hogares es el incremento de la cantidad de unidades al mismo tiempo que se mantiene relativamente estable el volumen de la población. El incremento de la cantidad de hogares se explica por la evolución de las unidades unipersonales, de las parejas solas, y de las unidades nucleares completas e incompletas (Cuadros 3 y 4).

Cuadro 3 Población y hogares por tipo de unidad doméstica, Santiago del Estero, año 2001. 

Tipo de hogar Total de
población
Total de
hogares
Porcentaje
de los hogares
Tamaño promedio
del hogar
Unipersonales 7,202 7,202 12.2 1
Nuclear completo de parejas solas 5,946 2,969 5.1 2
Nucleares completos con hijos 115,311 21,193 36.4 5.4
Nucleares incompletos con hijos 21,082 5.908 10.1 3.6
Extensos con núcleo completo 64,214 8,628 14.8 7.4
Extenso con núcleo incompleto 31,377 5,341 9.2 5.9
Otros hogares compuestos y complejos 27,346 7,030 12.1 3.9

Fuente: INDEC, Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas, 2001.

Cuadro 4 Población y hogares por tipo de unidad doméstica, Santiago del Estero, año 2010. 

Tipo de hogar Total de
población
Total de
hogares
Porcentaje
de los hogares
Tamaño promedio
del hogar
Unipersonales 9,376 9,376 14.3 1
Nuclear completo de parejas solas 8,004 4,002 6.1 2
Nucleares completos con hijos 112,440 22,856 34.9 4.9
Nucleares incompletos con hijos 26,957 7,946 12.14 3.4
Extensos con núcleo completo 56,708 8,187 12.51 6.9
Extenso con núcleo incompleto 32,035 5,750 8.79 5.6
Otros hogares compuestos y complejos 27,109 7,338 11.21 3.7

Fuente: INDEC, Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas, 2010.

Los hogares nucleares representan el 53% del total y, dentro de este conjunto, resulta llamativo el crecimiento absoluto de las unidades nucleares incompletas, que se incrementan alrededor del 30% entre ambas fechas. Entre estos últimos se observa una fuerte presencia de madres registradas como jefas de hogar. Tanto este fenómeno como el incremento de los hogares nucleares completos son posibles dada la mayor permanencia de mujeres de edades jóvenes y jóvenes adultas en las zonas rurales de la provincia.

La cantidad de hogares extensos y compuestos se mantiene relativamente estable en términos absolutos y, consecuentemente, presenta un descenso moderado en términos relativos (aproximadamente 5 puntos porcentuales). A pesar de que su tamaño medio se reduce, estas unidades son las únicas que superan los 5 miembros y se acercan a los 7, según se trate de unidades con núcleo completo o incompleto.

Como mencionamos al inicio de este punto, los hogares de mayor tamaño se asocian en un primer momento con unidades ganaderas con mayor cantidad de animales (Bilbao: 1975). Sin embargo, para los años 1980, el trabajo de Benencia y Forni (1988) nos muestra un comportamiento diferente dado que los hogares de asalariados agrícolas son aquellos que alcanzan un tamaño más elevado, explicado por una estrategia de vida que incrementa el número de integrantes y persigue maximizar la cantidad de generadores de ingresos dentro de la unidad.

Esta estrategia de vida de los asalariados agrícolas, asociada con altas tasas de fecundidad y a migraciones por relevo, pierde centralidad en las últimas décadas. Las migraciones laborales transitorias tienden a masculinizarse y a concentrase en la figura del jefe de hogar, al que se puede sumar algún hijo varón en edad laboral (Quaranta y Blanco 2012). Casi 9 de cada 10 asalariados migrantes de la provincia corresponden a estos sujetos, y la gran mayoría de las unidades domésticas, en consonancia con la reducción del tamaño de los hogares, están integradas por hasta dos generadores de ingresos monetarios (Quaranta 2016).7

En resumen, las características de los hogares presentan cambios asociados con la dinámica de la población rural de la provincia. El incremento de las unidades unipersonales y de las parejas solas se explica por la presencia de un número más elevado de adultos mayores que se expresa en el índice de envejecimiento de la población, en tanto que el incremento de las unidades nucleares, completas e incompletas, es posibilitado por la retención o el retorno de población femenina joven. En el próximo punto se analiza la estructura ocupacional de la población rural y se plantean algunas relaciones entre esta y el perfil sociodemográfico de la población y los hogares.

La estructura ocupacional de la población rural

El empleo rural no agrícola

La estructura ocupacional de la población rural de la provincia, como mencionamos, se distingue históricamente por la presencia de pequeños productores de tradición campesina. Según el Censo Nacional de Población Hogares y Viviendas, los productores por cuenta propia y los trabajadores familiares comprendían en el año 1991 casi al 60% de los ocupados agrarios. Esta imagen ocupacional de una ruralidad caracterizada por una agricultura de tipo campesino experimenta transformaciones sustantivas. Entre estas se destacan el crecimiento de los ocupados no agrícolas residiendo en zonas rurales, el avance del trabajo asalariado entre los ocupados agrícolas, y la modificación del perfil socio-ocupacional de los trabajadores migrantes temporarios.

En primer lugar, la composición de los empleos rurales según el sector de actividad (agrícola o no agrícola) invierte las proporciones entre los años 1980 y 2010: el censo de población de la última fecha registra que solamente un tercio de los ocupados residentes en áreas rurales trabaja en la agricultura.8 La tendencia incremental de las ocupaciones no agrícolas en el campo muestra un punto de quiebre en el año 2001, cuando los ocupados no agrícolas superan la mitad del total de los ocupados rurales (Cuadro 5).

Cuadro 5 Empleo rural agrícola y no agrícola por año, Santiago del Estero. 

Año Agrícola No agrícola Total
2001 25,927 22,983 48,910
% 53.0 47.0 100
2010 23,070 48,816 71,886
% 32.1 67.9 100

Fuente: INDEC, Censo Nacional de Población y Viviendas, años 2001 y 2010.

El avance relativo del empleo no agrícola para el año 2010 se produce por un notable incremento de los ocupados en estas ramas de actividad y un descenso moderado de los empleos agrícolas. Entre los empleos rurales no agrícolas, para ambas fechas censales, se encuentran registradas más de 8 de cada 10 del total de las mujeres ocupadas.9 Para el último censo, las mujeres explican el 35 por ciento de estas ocupaciones y dan cuenta de 4 de cada 10 ocupaciones adicionales en estas ramas de la economía.

Tanto los hombres como las mujeres incluidas en el empleo rural no agrícola se ocupan como trabajadores asalariados en algo más de 6 de cada 10 casos. En este comportamiento inciden las inserciones en los municipios, los establecimientos educativos y los centros de salud; en las dos últimas ocupaciones también se acentúa la presencia de las mujeres. A las actividades mencionadas se suman el comercio, la reparación de vehículos, la construcción, el trabajo en casas de familia, las industrias manufactureras correspondientes a pequeños talleres y el transporte.

Sin dejar de lado las mencionadas precauciones con los que se deben analizar las fuentes censales, se observa un avance significativo de las ocupaciones no agrícolas entre la población rural. Estas ocupaciones son de baja productividad, como lo refleja el tipo de actividades involucradas, y se comportan como un sector de “refugio” para la población dada la pobreza estructural imperante. Se trata de actividades que en gran medida están destinadas a sostener o brindar servicios en condiciones, por lo general, sumamente precarias a la población que reside en esa ruralidad.

El empleo rural agrícola

El empleo agropecuario de la provincia manifiesta dos cambios sustanciales: primero, se incrementa la residencia urbana de los ocupados en el sector; segundo, se produce un aumento, tanto en términos absolutos como relativos, de la participación de los asalariados en el total. Así, los ocupados agropecuarios presentan un perfil que acentúa su condición asalariada y urbana (Cuadros 6 y 7).

Cuadro 6 Población ocupada agrícola por categoría ocupacional según residencia, Santiago del Estero, 2001. 

Categoría ocupacional Urbana Rural agrupada Rural dispersa Rural total Total
Obrero 5,027 2,491 9,390 11,881 16,908
% 29.7 14.7 55.5 70.3 100
Patrón 379 89 425 514 893
% 42.4 20.9 47.6 57.6 100
Cuenta propia 2,368 1,033 8,359 9,392 11,760
% 20.1 8.8 71.1 79.9 100
Familiar 483 250 3,890 4,140 4,623
% 10.4 5.4 84.1 89.6 100
Total 8,257 3,863 22,064 25,927 34,184
% 24.2 11.4 64.5 75.8 100

Fuente: Censo Nacional de Población Hogares y Viviendas, año 2001.

Cuadro 7 Población ocupada agrícola por categoría ocupacional según residencia, Santiago del Estero, 2010. 

Categoría ocupacional Urbana Rural
agrupada
Rural
dispersa
Rural
total
Total
Obrero 11,699 2,940 10,073 13,013 24,712
% 47.3 11.9 40.8 52.7 100
Patrón 1,649 184 797 981 2,630
% 62.7 7.0 30.3 37 100
Cuenta propia 5,105 1,049 6,030 7,079 12,184
% 41.9 8.6 49.5 58.1 100
Familiar 1,663 181 1,816 1,997 3,660
% 45.4 4.9 49.6 54.6 100
Total 20,116 4,354 18,716 23,070 43,186
% 46.6 10.1 43.3 53.4 100

Fuente: Censo Nacional de Población Hogares y Viviendas, año 2010.

Algo más de la mitad de los ocupados agrícolas residen en área urbanas. Las categorías ocupacionales más dinámicas son las correspondientes a las formas empresariales (asalariados y patrones). Esta tendencia es consistente con los cambios analizados en las actividades agrícolas que se desarrollan en el territorio provincial.

El perfil de la estructura ocupacional es consecuente, también, con la presencia de un segmento de hogares que organiza su reproducción material sin encontrarse vinculado con una unidad familiar de producción agrícola. Un indicador que nos aproxima a este escenario es la relación entre la cantidad de hogares rurales dispersos10 y el total de establecimientos agropecuarios de la provincia,11 cuyo valor es de 0.5.12

Esta proporción nos indica la existencia de una importante cantidad de familias rurales que no corresponden a pequeñas unidades de producción familiar o campesinas, cuya reproducción material se fundamenta a partir del trabajo asalariado en la agricultura, en otras ocupaciones y en las transferencias monetarias de la protección social.

La importancia de los últimos ingresos en los hogares se evidencia en la relación que existe entre la cantidad de personas jubiladas y pensionadas de residencia rural dispersa y el total de hogares rurales dispersos de la provincia, cuyo valor es de 0.7. Esta amplia difusión de la protección social se incrementó luego de la fecha del último censo, a partir de la implementación de la Asignación Universal por Hijo (Desalvo 2014).13 Por ejemplo, casi la totalidad de los hogares de asalariados agrícolas que residen en ámbitos rurales disponen de algún ingreso monetario proveniente de la protección social. Además, estos ingresos representan más de un tercio de los ingresos totales del hogar (Quaranta 2016).

Para profundizar el análisis de la estructura ocupacional de la población rural se requiere revelar situaciones que se encuentran ocultas en los elevados niveles de inactividad. Es ampliamente conocido que el censo es una fuente con muchas falencias para registrar el trabajo femenino. Otro problema que enfrenta es la inestabilidad del trabajo asalariado, que dificulta su registro al utilizar la semana como periodo de referencia, ya que una persona que en algún momento del año se desempeña como trabajador agrícola, en la semana registrada puede encontrase ocupado en otro sector de actividad, desocupado o inactivo.

En la población rural santiagueña es elevada la inactividad en segmentos de población correspondientes a edades centrales de trabajo (hombres de entre 20 y 45 años) en la que se invisibilizan asalariados agrícolas migrantes momentáneamente inactivos. Así, los casi 14,000 varones inactivos de dicho grupo etario registrados en la semana de referencia del último censo poblacional son un reflejo de la importancia de los trabajadores migrantes temporarios en las áreas rurales de la provincia (Cuadro 8).

Cuadro 8 Tasa de actividad de varones entre 20 y 45 años, según residencia urbana y rural, por posición en el hogar, Santiago del Estero, año 2010. 

Provincia Total de
varones
Total
varones
ocupados
Tasa de
ocupación
Total
jefes
Total
jefes
ocupados
Tasa de
ocupación
de jefes
Total
hijos
Total
hijos
ocupados
Tasa de
ocupación
de hijos
Urbano 102,081 86,105 84.3 44,696 41,584 93.0 39,894 29,903 75.0
Rural agrupado 11,002 8,211 74.6 5,209 4,376 84.0 3,997 2,492 62.3
Rural disperso 31,777 20,635 64.9 13,917 10,125 72.8 12,266 6,849 55.8
Rural total 42,779 28,846 67.4 19,126 14,501 75.8 16,263 9,341 57.4

Fuente: Elaboración propia en base a datos del Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas, 2010.

Un indicio adicional del ocultamiento de estos trabajadores bajo dicha condición emerge al observar que se incrementa en las áreas rurales. Además, siempre tomando en cuenta varones del mismo rango de edad, la inactividad aumenta entre aquellos cuya posición en la unidad familiar corresponde a “hijo”. Este comportamiento es consistente con el patrón migratorio de los asalariados agrícolas transitorios. En los hogares ubicados en áreas rurales dispersas, en muchas ocasiones, los hijos no realizan actividades en las unidades familiares, en las que sí trabajan sus padres, y se ocupan solamente a partir de la migración temporaria (Quaranta 2017).

Si incorporamos a la actividad económica los casi 14,000 varones mencionados de entre 20 y 45 años registrados por la fuente como inactivos, el análisis de la estructura ocupacional del empleo rural presenta modificaciones que atenúan algunas tendencias y acentúan otras.14 Si consideramos que al menos 10,000 de esos varones corresponden a trabajadores asalariados agrícolas migrantes, se producen dos efectos: por un lado, la población rural ocupada agrícola asciende hasta alcanzar aproximadamente el 40% y, por otro, los asalariados agrícolas se ubican en torno al 70% de los ocupados rurales. De esta manera, se morigera el avance de las ocupaciones no agrícolas en el medio rural a la vez que se profundiza el perfil asalariado de su población.

La presencia de una cantidad significativa de asalariados agrícolas que habitan en zonas rurales y que permanecen inactivos en sus lugares de residencia refleja la existencia de un segmento de trabajador que para poder acceder a una ocupación debe migrar temporariamente. Esta presencia, junto a la mayor asalarización de los ocupados y la incidencia detectada de familias rurales sin predio agropecuario, nos revela la existencia de áreas rurales en las que se destaca su carácter residencial y pierde relevancia su condición productiva. En estos espacios, los hogares desacoplan los ámbitos de residencia y de trabajo a partir de sus estrategias laborales, ya que el acceso a una ocupación presupone la movilidad.

Los ingresos de los hogares registrados como agricultura familiar

El análisis de los ingresos de los hogares considerados en el conjunto de la agricultura familiar también permite visualizar los procesos de cambio rural. La relevancia que adquieren los ingresos del trabajo asalariado, en muchas ocasiones migrante, y los ingresos de las transferencias monetarias de la protección social, reflejan las modificaciones de los fundamentos de la reproducción social de la ruralidad.

A partir de las fuentes disponibles se estima que existen en la provincia aproximadamente 18,000 unidades agrícolas de carácter familiar.15 Estas unidades están dedicas principalmente a la cría de ganado caprino y bovino. El 65% cría cabras y tiene en promedio 38 animales, mientras que el 39% cría bovinos y tiene en promedio 17 cabezas (Paz, De Dios y Gutierrez 2014).

La composición de los ingresos monetarios de estos hogares, según su origen predial o extrapredial, confirma para el conjunto la pérdida de importancia de aquellos provenientes de las actividades agropecuarias y la centralidad que alcanzan aquellos originados en el trabajo asalariado y las transferencias monetarias de la protección social (Cuadro 9).16

Cuadro 9 Distribución de núcleos de agricultura familiar por magnitud del ingreso monetario predial según composición de los ingresos extraprediales, provincia Santiago del Estero. 

Participación del
ingreso predial en el
ingreso total
Solo y
predominantemente
trabajoa
Solo y
predominantemente
protección socialb
Mixtoc Sin ingresos
extraprediales
Total
Sin ingresos prediales 1,183 1,658 305 0 3,146
% 37.6 52.7 9.7 100
Hasta 25% 583 814 252 0 1,649
% 35.3 49.4 15.3 100
Más de 25% hasta 50% 315 407 108 0 830
% 38.0 49.0 13 100
Más de 50 % hasta 75% 272 276 61 0 609
% 44.7 45.3 10 100
Más de 75% y menos de 100% 144 184 25 0 353
% 40.8 52.1 7.1 100
Solo ingresos prediales 313 313
% 100 100
Total 2,497 3,339 751 313 6,900
% 36.2 48.4 10.9 4.5 100

a 75% o más del ingreso monetario extrapredial proveniente del trabajo. b 75% o más del ingreso monetario extrapredial proveniente de las transferencias de la protección social. c Ninguno de los ingresos extraprediales considerados alcanza el 75%.

Fuente: Elaboración propia con base en el Registro Nacional de la Agricultura Familiar 2011.

En primer lugar, prácticamente la totalidad de los hogares poseen ingresos extraprediales y, en segundo lugar, los ingresos prediales superan la mitad de los ingresos totales solo en el 18% de las unidades. En el otro extremo, los ingresos prediales explican el 25% o menos de los ingresos totales en casi 7 de cada 10 de estas unidades.17 A la vez que, las transferencias monetarias de la protección social predominan en la composición de los ingresos extraprediales de estos hogares.

Además, teniendo en cuenta la información del mencionado registro (Paz, De Dios y Gutiérrez 2014), las actividades de autoconsumo no presentan un peso lo suficientemente significativo para reemplazar los consumos provenientes de los ingresos monetarios. Por tal motivo nos encontramos frente a unidades domésticas cuya reproducción material se fundamenta principalmente en consumos que se satisfacen mayormente a través del mercado.

En resumen, el perfil ocupacional de la población y de los hogares rurales santiagueños manifiesta en las últimas décadas cambios significativos en su composición. La presencia de familias rurales sin actividad predial que basan su reproducción en el trabajo asalariado, migrante y no migrante, el avance de las ocupaciones no agrícolas entre la población rural, la relevancia de las transferencias monetarias de la protección social, y la reducción de aquellas unidades campesinas que obtienen fundamentalmente sus ingresos de las actividades de base agraria, nos enfrentan a una ruralidad que se configura principalmente como un ámbito de residencia marcado por las condiciones de pobreza estructural y de ingresos imperantes.

Conclusiones

Santiago del Estero constituye un escenario propicio para el estudio del cambio social en ruralidades consideradas como típicamente campesinas, que en la actualidad -y en el marco de las formas que asume la división social y territorial del trabajo- están condicionadas por una dotación insuficiente de recursos para el desarrollo de las estrategias productivas y de vida de su población.

Como señalamos en la introducción, entendemos el cambio social de la ruralidad como un proceso de “transiciones” o pasajes que desembocan en ruralidades reconfiguradas. Estas reconfiguraciones constituyen un mosaico de situaciones donde las nuevas características se vuelven predominantes y desplazan a las antiguas, que se ubican en un segundo plano.

Esas transformaciones de la ruralidad se encuentran entrecruzadas, en diferente grado y medida, por dinámicas más o menos contrapuestas de tendencias desagrarizantes y reagrarizantes. En términos generales, la organización de la vida rural tiende a desanclarse de los imperativos agrarios, que en la actualidad, a su vez, se encuentran en gran medida definidos desde los ámbitos urbanos.

La población rural santiagueña mantuvo un perfil disperso y se estabilizó en un piso de 270,000 habitantes. En estos momentos se transita hacia una ruralidad con menores niveles de natalidad, índices más bajos de masculinidad, una relación de dependencia más equilibrada y un mayor envejecimiento de la población. Estos fenómenos demográficos se producen en el marco de la reducción del tamaño de los hogares, el incremento de las unidades unipersonales y de las parejas solas de adultos mayores, y el aumento de los hogares nucleares incompletos de jefatura femenina.

Estos comportamientos demográficos son acompañados por cambios en las características económicas y productivas de la ruralidad. La presencia de una amplia franja de hogares que no se encuentran asociados a unidades agropecuarias de producción (al menos la mitad), y el reducido número de unidades domésticas de producción que se sostienen principalmente a partir de los ingresos prediales (alrededor de 1 de cada 10 hogares rurales dispersos) reflejan la transformación de las bases materiales de la reproducción social de las familias, que se fundamenta de forma creciente en las transferencias monetarias de la protección social.

La nuclearización de los hogares y la reducción de su tamaño medio se producen a la par del aumento del trabajo rural no agrícola en actividades con una alta precariedad, y del incremento de la proporción de trabajadores asalariados en el agro, entre los cuales se encuentra un segmento de trabajadores migrantes transitorios que permanecen inactivos mientras se encuentran en sus áreas de residencia.

La población rural de la provincia pierde las condiciones predominantes de sujetos campesinos y modifican las bases de su reproducción social que tiende a desagrarizarse. La reproducción material de estos hogares corresponde principalmente a familias rurales que, junto con las transferencias monetarias de la protección social, incorporan actividades no agrarias e incrementan su condición de población asalariada. De esta manera, nos enfrentamos a una nueva configuración de la ruralidad, predominantemente habitada por familias rurales que pierden sus rasgos campesinos típicos. Para estos hogares se trata de una ruralidad “insuficiente”, que en gran medida tiene un carácter de “refugio” debido a las condiciones de pobreza estructural imperantes y a los bajos ingresos obtenidos, que no les brindan las posibilidades para desarrollar modos y estrategias de vida que los alejen de dicha situación.

Desde otro punto de vista (Paz 2017), estos cambios, considerados aquí de carácter estructural, se sitúan en escenarios de posible reversibilidad y de renacimiento de la agricultura familiar, al suponer que la condición campesina permanece latente en la población rural.

En cambio, desde el punto de vista sostenido en este artículo, bajo las condiciones actuales de la globalización de la organización de la economía y la sociedad, los territorios rurales marcados por la “insuficiencia” acentúan su carácter de “refugio”, sostenido por el trabajo asalariado agrícola migrante, el trabajo rural no agrícola y las transferencias monetarias de la protección social. De esta manera, el papel que cumplen las actividades agrarias en la configuración de la ruralidad pierde la centralidad que caracterizó a las sociedades campesinas.

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**Este trabajo fue elaborado en el marco del Proyecto de Investigación Orientado CONICETUNSE (14520140100004CO) “Transformaciones sociales, trabajo y migración en hogares de campesinos y asalariados agrarios en la provincia de Santiago del Estero”. Para la redacción de este artículo resultó fundamental la discusión que mantuvo el autor con los integrantes del Grupo de Trabajo de CLACSO sobre “Trabajo agrario, desigualdades y ruralidades”. El autor reconoce también los valiosos aportes de los colegas del mencionado proyecto y del Programa “Trabajo, hogares y organizaciones en espacios rurales” del Centro de Estudios e Investigaciones Laborales (CEIL-CONICET). Finalmente, un agradecimiento a los evaluadores anónimos que realizaron valiosos aportes para mejorar la confección del artículo. Correos electrónico: german.quaranta@speedy.com.ar

1El año 2010 corresponde a la fecha del último censo poblacional disponible. A pesar del tiempo transcurrido desde ese momento, la fuente permite evaluar la evolución del comportamiento de estas variables de corte estructural. El próximo Censo Nacional de Población Hogares y Viviendas permitirá ampliar el alcance temporal del análisis.

2Desde otra óptica se defiende la existencia de procesos de recampesinización y reagrarización que estarían aconteciendo tanto en los países del sur como en los del norte, generando la emergencia de un nuevo campesinado (Van der Ploeg 2016; Hebink 2018). La definición de este nuevo campesinado resulta, a nuestro juicio, de una alta imprecisión conceptual y empírica, dado que incluye una diversidad de situaciones en cuanto al tipo de orden y de formas de reproducción social presentes. Nuestro punto de vista se sostiene a partir de la concepción que destaca la necesidad de entender al campesinado en contextos históricos específicos y, consecuentemente, en el marco de relaciones concretas de clase y de producción (Berstein 1979). En el marco de la globalización de la agricultura y de la generalización de las relaciones mercantiles en ámbitos productivos y reproductivos, continuar utilizando de manera genérica la noción de campesino pierde sentido. “These theses suggest some of the reasoning why nothing is gained, and much obscured, by characterizing poor countries (or part of them) today as ‘peasant economies’, or contemporary small farmer (petty commodity producers) as ‘peasant’, even in a descriptive or ‘weak’ analytical sense.” (Bernstein 2006, 403).

3Con respecto a esta temática ver CEPAL (2004).

4La población rural en la Argentina corresponde a aquella que habita en zonas rurales dispersas o en localidades con menos de 2,000 habitantes.

5El bajo rendimiento de tanino del quebracho santiagueño concentró su destino inicialmente en el mercado de la madera.

6Según datos de los Censos Nacionales de Población, Hogares y Viviendas.

7Estos valores, y todos los referenciados a partir de esta cita, corresponden a la Encuesta sobre empleo, protección social y condiciones de trabajo de los asalariados agrarios, Santiago del Estero, ex Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, año 2014.

8Esta comparación está condicionada por un registro muy bajo en el año 2001 (en el marco de la gran crisis económica que afectó nuestro país) y otro muy elevado en el año 2010. Frente a las dudas que puede generar una expansión de las ocupaciones como la mencionada, concentramos nuestra atención en la dirección de las tendencias observadas.

9Recordemos que las fuentes censales subregistran el trabajo femenino en la agricultura.

10Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas, año 2001.

11Censo Nacional Agropecuario, año 2002.

12Se optó por utilizar el valor de los hogares dispersos y compararlo con el total de establecimientos agropecuarios para evitar sobrestimar la proporción de familias rurales sin relación con unidades campesinas.

13Se trata de un derecho que asigna una transferencia monetaria a los menores no cubiertos por el sistema contributivo a partir de la ocupación de sus padres.

14No realizamos el mismo ejercicio analítico incorporando los varones correspondientes a la población urbana por no contar con información adicional que sostenga dicha interpretación.

15Registro Nacional de la Agricultura Familiar.

16Agradezco a Rubén de Dios y Raúl Paz el acceso a la información contenida en el Cuadro 5. La información procesada corresponde al primer momento del Relevamiento de la Agricultura Familiar de la Provincia de Santiago del Estero. Durante el primer momento del relevamiento se registraron algo más de 8,000 explotaciones familiares. Posteriormente se continuó el registro de unidades familiares para completar el relevamiento durante el año siguiente, alcanzando un total de algo más de 13,000. En nuestro análisis se pierden algunos de esos 8,000 casos debido a la falta de información en las variables utilizadas para la construcción de las nuevas variables.

17No se diferencian las unidades que no declaran ingresos prediales a pesar de ser una gran cantidad por considerar que podrían realizar mínimas ventas de sus productos agropecuarios no registradas.

Recibido: 21 de Octubre de 2019; Aprobado: 28 de Mayo de 2020

Germán Quaranta

Licenciado en sociología por la Universidad del Salvador, Argentina, magister en estudios sociales agrario, Flacso – Buenos Aires y doctor por la Universidad de Córdoba, Andalucía, España (Programa “Agroecología, Sociología y Desarrollo Rural Sustentable” del Instituto de Sociología y Estudios Campesinos). Investigador independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) con sede en el Centro de Estudios e Investigaciones Laborales (CEIL). Profesor Titular de la Universidad Nacional Arturo Jauretche. Profesor de la maestría en desarrollo rural de la Escuela para Graduados de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires.

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