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Inter disciplina

versión On-line ISSN 2448-5705versión impresa ISSN 2395-969X

Inter disciplina vol.8 no.22 Ciudad de México sep./dic. 2020  Epub 15-Ene-2021

https://doi.org/10.22201/ceiich.24485705e.2020.22.76423 

Dossier

Emociones y reglas del sentir como impactos culturales de los movimientos sociales

Emotions and feeling rules as cultural outcomes of social movements

Tommaso Gravante* 

*Investigador del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, UNAM. Correo electrónico: t.gravante@gmail.com


Resumen

Desde el campo del estudio de los movimientos sociales, presento en este artículo una primera propuesta analítica que tome en cuenta la dimensión emocional como una consecuencia cultural de los movimientos sociales. Mostraré dos tipos de impactos emocionales: i) cómo algunas emociones son el resultado de la acción de protesta, y, ii) cómo el desarrollo de nuevas reglas del sentir de las experiencias observadas se pueden considerar otra consecuencia de su propia acción política. El punto de partida de la propuesta son los resultados de anteriores investigaciones sobre el papel de las emociones en los movimientos de base mexicanos.

Palabras clave: movimientos sociales de base; impactos culturales; impactos emocionales; reglas del sentir

Abstract

This article shows how emotions could be cultural outcomes in social movements. Using social movement literature, I present an analytical proposal with two types of emotional outcomes: i) how some emotions emerge as outcomes, and, ii) how social movements develop new feeling rules. My starting point is the results of researchers on emotion and protest with Mexican grassroots movements.

Keywords: grassroots movements; cultural outcomes; emotional outcomes; feeling rules

Introducción

En las últimas dos décadas, los estudiosos de los movimientos sociales han mostrado un renovado interés en analizar los impactos1 de dichos movimientos (Bosi y Uba 2009; Amenta, Caren, Chiarello y Su 2010; Romanos y Uba 2016; Bosi, Giugni y Uba 2016, entre otros). Esta atención ha dado lugar a una discusión en este campo de análisis que se ha manifestado en una mejoría de las argumentaciones conceptuales (Giugni 1998), de la implementación de herramientas metodológicas (Earl 2000), y en el desarrollo de más investigaciones empíricas basadas en comparaciones de temáticas y contextos (Burstein y Linton 2002; Meyer 2005; Giugni 2008).

En los últimos veinticinco años de estudio de los movimientos sociales, se ha visto la emergencia y fortalecimiento de una línea de estudios -emociones y protesta- dentro de los cuales los investigadores han demostrado el papel de las emociones:2 en la emergencia, consolidación y declive de los movimientos sociales (Jasper 1997, 2006; Gould 2009; Goodwin, Jasper y Polletta 2001; Flam y King 2005); en la formación y consolidación de la identidad colectiva (Polletta y Jasper 2001; Bayard de Volo 2006; Taylor y Rupp 2002; Taylor y Leitz 2010; Romanos 2011; Poma y Gravante 2018b); en el papel del trabajo emocional en la protesta (Flam 2005; Gould 2009; Groves 1997; Jasper 1997; Reger 2004; Summers-Effler 2010; Poma y Gravante 2018a), así como en la importancia de las emociones hacia las autoridades y el Estado (Flam 2005; Della Porta 1995; Romanos 2014). En el transcurso de los años, las emociones siempre han estado más incorporadas en el estudio de la protesta para analizar distintas etapas y procesos que caracterizan los movimientos sociales. No obstante, como sugiere Flam (2005, 19), la mayoría de los estudios se han centrado en los procesos de la micropolítica, y en particular en el rol de las emociones en la movilización (mobilizing emotions), y en cómo los movimientos sociales transforman y gestionan los sentimientos de sus miembros. A pesar de estos avances y, como sugiere Jasper (2018), de la potencialidad de las dinámicas emocionales en la comprensión de las consecuencias de los movimientos sociales, muy poca atención se ha dado al papel de las emociones en el análisis de los impactos (Poma y Gravante 2017b y 2019) o de cómo determinados resultados pueden generar emociones en los activistas con eventuales consecuencias en la estrategia y organización del mismo movimiento (Jasper 2018). Por su parte, nulas han sido las investigaciones que han considerado emociones y procesos emocionales específicos como resultado de la acción política de los movimientos sociales.

El presente artículo pretende insertarse en este vacío de literatura, y presentar una primera propuesta analítica que contemple la dimensión emocional como una consecuencia cultural de los movimientos sociales. El punto de partida del planteamiento son los resultados de investigaciones anteriores sobre el papel de las emociones en los movimientos sociales, línea de investigación que he venido desarrollando desde hace más de cinco años y en la cual he podido analizar más de dieciocho experiencias de base, lo que en la literatura anglosajona se denominan grassroots movements. El texto está dividido en cuatro partes; después de introducir el marco conceptual de los impactos de los movimientos sociales, formularé el punto de partida respecto a la dimensión emocional y su relación con la esfera política individual y colectiva. En el apartado metodológico, expondré brevemente las experiencias consideradas por esta investigación, así como su tiempo de seguimiento y el tipo de activismo. El apartado central del artículo está dedicado a la propuesta analítica en la cual presentaré de qué modo las emociones pueden convertirse en un resultado de la acción colectiva. Primero, exhibiré cómo algunas emociones son el resultado de la acción de protesta. Segundo, destacaré cómo el desarrollo de nuevas reglas del sentir (Hochschild 1979 y 1983) de las experiencias consideradas pueden verse como una consecuencia de su propia acción política.

Los impactos de los movimientos sociales: más allá del éxito y el fracaso

¿Cómo consiguen sus objetivos los movimientos sociales? ¿Cómo la participación en un movimiento social impacta el posterior comportamiento político de los activistas? ¿Qué papel tienen los movimientos sociales en un amplio cambio político y cultural? Estas han sido algunas de las interrogantes centrales en el estudio de los impactos de los movimientos sociales. Como he comentado, el aumento de las investigaciones sobre las consecuencias de los movimientos sociales ha permitido superar el foco de atención de los primeros estudios (Gamson 1975; Schumaker 1975; Piven y Cloward 1979) centrados en determinar los logros y los fracasos de los movimientos sociales dando paso a una discusión más amplia centrada en comprender los posibles mecanismos que puedan explicar por qué, cuándo y cómo los movimientos sociales pueden afectar cambios políticos o sociales (para un estado del arte actualizado, véanse las revisiones de Amenta et al. 2010; Bosi et al. 2016; Burstein y Linton 2002; Giugni 1998; Uba 2009). Efectivamente, un avance importante en el cual la mayoría de los investigadores en movimientos sociales están de acuerdo ha sido que estos fenómenos sociales tienen un amplio espectro de consecuencias, las cuales no se pueden reducir en términos de logros o fracasos de un movimiento social. Dichas consecuencias, independientemente de si estamos considerando un activismo de corto o largo plazo, se refieren a modificaciones que suceden en la esfera política, cultural o biográfica y que pueden ser intencionales, es decir, contempladas entre las reivindicaciones de los movimientos, o involuntarias: externas o internas, es decir, son modificaciones que afectan a la sociedad o una parte de ella o son consecuencias solamente al interior de los movimientos a nivel colectivo y/o individual. Sin embargo, debemos recordar que una división marcada entre la dimensión política, cultural y biográfica de los impactos o entre los impactos intencionales o involuntarios, individuales o colectivos, es siempre difícil de realizar y es siempre cuestionable (Van Dyke y Taylor, 2018).

A pesar de lo anterior, el cuerpo principal de las investigaciones sobre los resultados de los movimientos sociales se ha focalizado principalmente en analizar los impactos políticos (Amenta et al. 2010; Giugni, McAdam, y Tilly 1999) como el desarrollo o abrogación de leyes, los impactos en los cambios de gobiernos, en los cambios en políticas públicas o en las incidencias en iniciativas privadas, entre otros. Sin duda, la principal dificultad en las investigaciones sobre los impactos políticos ha sido y sigue siendo determinar los mecanismos que demuestran la relación causal entre las protestas y los cambios políticos. A pesar del grado de interés atribuido a los impactos políticos, como comentaba Tilly (1999, 270), es probable que los mayores efectos de los movimientos sociales tienen que ver poco o casi nada con sus demandas públicas. Uno de los ejemplos más ilustrativos es el activismo gay y lésbico, el cual durante décadas ha llevado a distintas sociedades a repensar los conceptos de sexualidad, amor y familia, entre otros; movimiento que ha conducido un cambio cultural desde el nivel individual hasta niveles macrosociales (Ghaziani, Taylor y Stone 2016) y que en algunos países se ha manifestado en leyes y políticas a favor del matrimonio del mismo sexo y la penalización de prácticas discriminatorias, entre otras. Por lo tanto, independientemente de los impactos políticos, los movimientos sociales pueden tener impactos culturales y biográficos por lo general inesperados, es decir, no contemplados inicialmente en sus demandas y sus estrategias.

El “giro cultural” en el estudio de los movimientos sociales que se dio desde finales de los años 80 permitió un paulatino incremento de las investigaciones sobre los efectos culturales de los movimientos sociales y las consecuencias biográficas del activismo, las cuales se han definido como los efectos en la vida de los individuos que han participado en algún movimiento y que son al menos en parte reconducibles a la participación en estas actividades (Giugni 2004 489). Trabajo seminal es la investigación de McAdam (1988) sobre la campaña Freedom Summer, organizada en 1964 por el Student Non-Violent Coordinating Committee en Estados Unidos. En su trabajo, McAdam destaca los impactos culturales y biográficos de esta movilización social en los jóvenes de esa generación que participaron y que sucesivamente desarrollaron una nueva perspectiva de la realidad, sentando las bases para los futuros movimientos culturales y políticos en Estados Unidos. Estos efectos biográficos pueden ser accidentales, como la difusión del pantalón denim jeans [los actuales vaqueros] (McAdam 1988) entre las jóvenes de las clases medias; internos, cuando afectan primero a los participantes, como sucede con la construcción de una nueva identidad colectiva; o externos, cuando los resultados se manifiestan en una cultura más amplia (Earl 2004).

Otro ejemplo de impactos culturales en un contexto más actual y cercano fue el movimiento popular de Oaxaca de 2006 denominado APPO (Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca), cuya única demanda era la destitución del entonces gobernador Ulises Ruiz, petición que la APPO no logró obtener a lo largo de su experiencia. A pesar de que el gobernador terminó su mandato de manera regular en 2010, la experiencia de la APPO generó importantes y profundos cambios culturales en la sociedad oaxaqueña. En investigaciones anteriores (Gravante 2016) he podido comprobar cómo la participación política en el movimiento de la APPO generó importantes consecuencias culturales en los participantes del movimiento como la relaboración de la realidad, de los valores y de las creencias. Cambios que se han manifestado con una mayor participación de las mujeres y jóvenes en la vida política a través de la creación a lo largo de estos años de colectivos de base vinculados con diferentes temáticas sociales como, por ejemplo, la comunicación alternativa, el feminismo, la soberanía alimentaria, la defensa del territorio, la expresión artística, entre otros. Asimismo, he podido constatar profundos cambios biográficos en los participantes que se han manifestado en un proceso de empoderamiento, el aumento de la autoestima, cambio de valores, entre otros (Gravante 2016; Poma y Gravante 2019).

No obstante, volviendo al propósito de este artículo, en ninguna de estas investigaciones se ha analizado cómo las emociones pueden considerarse como consecuencias de la acción de protesta.

En su último libro, el sociólogo James Jasper (2018) destaca cómo determinadas emociones podrían influir en las consecuencias del movimiento y de qué forma algunas consecuencias podrían generar emociones inesperadas. Jasper (2018), por ejemplo, observa cómo determinados estados de ánimo pueden afectar la percepción de las consecuencias. Estados de ánimo positivos como la esperanza o la euforia podrían animar a los activistas a pensar en un rango más amplio de posibles resultados de sus luchas o asumir una subestimación de los riesgos (Jasper 2018, 76). Estados de ánimo negativos como la desesperanza o la depresión podrían dar lugar a una sobrestimación de los riesgos y percibir los resultados del movimiento como insuficientes o no satisfactorios (Jasper 2018, 87). Al mismo tiempo, determinados resultados considerados injustos pueden desencadenar una serie de emociones desde la impotencia hasta un sentimiento moral de injusticia y rabia (Jasper 2018, 124-125). Por otro lado, otra investigación centrada en los impactos biográficos de un colectivo de mujeres organizado a partir de la insurgencia de 2006 en Oaxaca, comprobó el papel de determinadas emociones en el proceso de empoderamiento, como la indignación, el ultraje, la rabia y la compasión hacia mujeres y personas que sufren, o el orgullo y satisfacción por lo que ellas son hoy y por sus logros (Poma y Gravante 2019).

El paso siguiente es observar no solamente cómo las emociones pueden determinar los impactos de la acción colectiva, sino más bien, cómo determinadas emociones pueden considerarse una consecuencia de la acción política. Como veremos en el siguiente apartado, si las emociones son parte de la cultura, es posible suponer que entre los impactos culturales de los movimientos sociales podemos también tener consecuencias en la dimensión emocional.

Emociones y reglas del sentir como arena de la lucha política

Como he comentado, desde los años noventa del siglo pasado el estudio de los movimientos sociales se ha enriquecido gracias a la incorporación de la dimensión emocional como factor explicativo de las luchas y las protestas sociales.3 A lo largo de estas décadas, la incorporación de la dimensión emocional ha permitido ayudar a explicar el origen, el desarrollo y el éxito o no de un movimiento social, pero también ha permitido comprender las divisiones y problemas internos de los grupos, lo que pasa cuando los movimientos terminan; así como los procesos vinculados con el desarrollo de estas experiencias, como la emergencia o fortalecimiento de la identidad colectiva, la construcción de un marco de injusticia y la construcción de una amenaza común y del shock moral.

El principal enfoque de partida sobre las emociones de todas estas múltiples investigaciones ha sido que las emociones son un constructo cultural y social. Un enfoque que tiene su origen en la propuesta teórica de la socióloga estadounidense Arlie Hochschild (1979, 1983) que desde finales de los años setenta ha desarrollado estudios empíricos con estudiantes y trabajadores para analizar el trabajo emocional que estas personas realizan en su vida cotidiana y su lugar de trabajo, demostrando que en cada cultura existen reglas del sentir que los seres humanos seguimos para encajar en la sociedad. A diferencia de la psicología que considera las emociones como estados internos individuales y biológicos, actuando sobre el individuo para la resolución de problemas, Hochschild considera que las emociones son, por un lado, una construcción sociocultural y por lo tanto cambiante en función del contexto social y de la temporalidad histórica, superando de esta forma la visión organicista y universal de las emociones, y, por otro, dicha autora considera al individuo como un ser consciente y activo en relación con sus emociones, es decir, a diferencia de Freud, para Hochschild las personas son conscientes de sus propias emociones. Mientras que a diferencia de Goffman, las personas no solamente son capaces de hacer un actuación superficial -superficial acting- manifestando de esta manera las emociones más oportunas y acordes con la situación, sino pueden también hacer una interpretación profunda de sus propios sentimientos -deep acting- evocando, manejando o encauzando una determinada emoción para adecuarse o desafiar las reglas del sentir de su propia sociedad. La propuesta de Hochschild vincula las situaciones sociales y la macroestructura, por un lado, y la personalidad por el otro. Por tanto, las personas se vuelven sujetos activos respecto de sus emociones, pueden pensar sobre lo que sienten o utilizar determinadas emociones para evocar otras emociones.

El legado de Arlie Hochschild (1975, 1979, 1983) mostró que la evocación de determinadas emociones y las reglas del sentir pueden convertirse en “objetos de la lucha política” (Hochschild 2008, 149), todo lo cual, como se ha mencionado anteriormente, han recuperado los estudiosos de los movimientos sociales durante las últimas dos décadas y cuya principal aportación analítica y metodológica ha sido considerar las emociones como variables explicativas de la acción colectiva contenciosa y de sus múltiples procesos. La propuesta de Hochschild fue retomada sucesivamente por Jasper (1997), quien en su obra vuelve a poner el sujeto y la cultura -que comprende emoción, cognición y moral- en el centro del estudio de la protesta como forma de hacer política ofreciendo un marco analítico más holístico que permite superar los límites de las propuestas de estudio anteriores de los movimientos sociales.

Determinado el punto de partida de cómo consideramos las emociones en el estudio de los movimientos sociales, sucesivamente explicaré dos conceptos -siempre desde el enfoque de la sociología política- que servirán para introducir la propuesta analítica: la categorización de las emociones y las reglas del sentir.

La categorización de las emociones en los movimientos sociales

Una de las primeras dificultades en insertar el análisis de las emociones en la política fue establecer categorías bien definidas y heterogéneas. Fue el mismo Jasper quien, con los años, fue refinando una tipología básica de sentimientos basada en su duración y la forma como se sienten (Jasper 1998, 2006a, 2011 y 2018). El autor propuso dividir las emociones en: impulsos, emociones reflejo, vínculos afectivos, estados de ánimo y emociones morales. Estas tipologías se diferencian por el grado de procesamiento cognitivo -mayor en las emociones morales-, por la duración -las emociones reflejo son las más rápidas-, y, por ser o no dirigidas a un objeto, en este caso diferenciando los estados de ánimo de las demás emociones. Gracias a esta diferenciación entre los sentimientos observables en las experiencias de protesta, ha sido posible determinar el papel de diferentes emociones en las dinámicas de la lucha social.

La última obra de Jasper (2018), The emotions of protest, representa un importante paso en la consolidación teórica de esta línea de estudio. El libro encarna uno de los esfuerzos más maduros en el cual “se condensa lo que sabemos, se ofrecen fructíferas distinciones que nos pueden guiar en algunas nuevas direcciones y se vinculan las emociones de la protesta y la política con aquellas emociones de la acción más general” (2018, 8). Entrelazando las categorías propuestas anteriormente y su visión estratégica de la acción colectiva de jugadores y arenas (players and arenas) (2006b), Jasper profundiza el papel de cada categoría de emociones en la arena política, analiza la interacción entre emociones de la misma categoría y también cómo interactúan entre sí emociones de corta, media y larga duración. La contribución de Jasper dialoga entre dos vastas literaturas, una sobre las emociones en general y la otra sobre movimientos sociales, con el propósito de desarrollar una teoría sobre la acción (Jasper 2018, 12).

Apoyándonos en todo lo anterior, podemos resumir este proceso de teorización de las emociones en los movimientos sociales y la protesta en la Tabla 1.

Tabla 1 Categorización de las emociones en los movimientos sociales y la protesta. 

Tipología Características Efectos en la contienda política
Emociones reflejo:
Rabia, miedo, disgusto, sorpresa, enojo, exaltamiento, shock, etcétera.
*Rabia y miedo han sido usadas como las emociones ejemplares para muchas teorías sobre las emociones en la política.
Temporalidad: corta.
Son reacciones a nuestro entorno físico y social más cercano. Emergen y desaparecen de forma veloz. Por lo general están acompañadas por un pack de expresiones faciales y de cambios corporales.
Tienen distintos roles en la acción política, aunque su limitada duración indica que sus efectos son, la mayoría de las veces, sobre las otras emociones.
Por ejemplo:

  • Pueden determinar los estados de ánimo.

  • Pueden modificar las expectativas a lo largo de una interacción particular y, por lo tanto, se pueden extender en un vínculo afectivo. La rabia (o el disgusto) nos pueden guiar a un odio (o disgusto moral) hacia el otro, el cual corresponde a un compromiso emocional de larga duración.

  • En condiciones particulares pueden desarrollarse en emociones morales: el miedo en ansiedad; la rabia en indignación; la humillación en vergüenza (moral).

Impulsos:
Hambre, sed, deseo, fatiga, necesidad de orinar, defecar, dormir.
Temporalidad: corta.
Generalmente terminan una vez que son satisfechas, aunque pueden desarrollarse de manera veloz o lenta. Algunas de estas necesidades son relativamente independientes de la cultura o de la cognición, mientras que otras se satisfacen de forma distinta a través de las culturas y los individuos.
El impacto principal es muchas veces el de interferir con acciones coordinadas. Por lo tanto, los organizadores de un evento intentan controlarlas (distribuir agua a lo largo de una marcha, poner baños químicos, entre otras).
Pueden ser usadas por los oponentes en caso de tortura para hacer colapsar a los opositores. También pueden emplearse como formas de protesta, como es el caso de la huelga de hambre, el bloqueo de baños públicos, por mencionar algunas. Interfieren por lo general con las emociones reflejo (miedo y disgusto, por ejemplo, inhiben el hambre) y con los estados de ánimo.
Raramente, como en el caso de una carcajada colectiva espontánea, hacen que un grupo perciba complicidad y solidaridad.
Estados de ánimo:
Emociones como el entusiasmo, la felicidad, la confianza, la esperanza son estados de ánimo que inflan o energizan.
Depresión, resignación, tristeza, nostalgia, desesperación desinflan o son desalentadoras/desmovilizadoras/desenergizantes.
Temporalidad:
por lo general más larga que las emociones reflejo, pero no tanto como los vínculos afectivos.
Son emociones que persisten a través del escenario donde emergen y generalmente no se dirigen a un objeto.
Pueden cambiar a causa de las emociones reflejo o a lo largo de las interacciones sociales.
Las dos tipologías (des/energizante) afectan nuestra propensión hacia la acción colectiva.
La esperanza y la confianza son estados de ánimo que los participantes se llevan de una arena de la contienda a la siguiente.
Los estados de ánimo positivos van a afectar nuestra evaluación sobre los posibles resultados de la protesta. Además, por un lado, empujan a las personas a pensar en posibilidades de resultados más amplias.
Por otro lado, disminuyen la percepción de los riesgos.
Viceversa, estados como la depresión o la resignación son disruptivos para la acción colectiva.
En algunos casos, la desesperación puede llevar a determinados procesos de movilización (nothing-left-tolose effect) como el caso del movimiento de las Madres de la plaza de Mayo o el movimiento de resistencia Intifada en Palestina.
Vínculos afectivos:
Amor, confianza, respeto, resentimiento, odio, admiración, apego, lealtad, etcétera.
*El objeto de la emoción no es necesariamente un ser humano, el vínculo puede ser también con las ideas, objetos, instituciones o lugares.
Temporalidad: larga.
Son emociones por lo general más estables, más elaboradas y más vinculadas con la cognición que las emociones de las categorías anteriores. Constituyen parte de nuestra identidad y nos orientan en nuestras acciones.
En raras ocasiones podemos cambiar estas emociones, a través, por ejemplo, de un shock moral como una traición, que nos empuja a un proceso de reinterpretación de nuestros vínculos.
Siendo emociones estables, muchas veces no son registradas de forma constante, pues estos vínculos (loyalties) por lo general se quedan en el fondo de nuestro bagaje emocional, para ser reactivadas cada vez que les vayamos a poner atención.
Son emociones que constituyen el centro de la identidad colectiva y del sentido de pertenencia. En particular, el amor para el grupo (nosotros) y el odio para los ajenos (ellos).
La confianza representa un importante vínculo afectivo en cuanto va a determinar con quién nos aliamos y cómo actuamos en los distintos escenarios políticos, mientras que la desconfianza representa una emoción central en la relación de distanciamiento entre movimientos e instituciones.
La confianza no solamente se experimenta hacia las acciones de los otros (en los que confiamos), sino también en nuestras propias habilidades de juzgar su confiabilidad.
Determinados estados de ánimo ayudan a construir emociones como la confianza así como otros vínculos afectivos.
Los vínculos afectivos pueden movilizar cuando peligran, como es el caso de acciones políticas en defensa de personas, ideas, lugares, etc., que se perciben bajo amenaza.
Emociones morales:
Son emociones de aprobación o desaprobación (incluyendo nosotros mismos y nuestras acciones), como: la vergüenza, la culpa, el orgullo, la indignación, el ultraje, la compasión, la venganza, el desprecio.
* Se basan en principios o intuiciones morales, son de larga duración y estrictamente entrelazadas con procesos cognitivos.
Temporalidad: larga.
Son básicas en orientarnos alrededor del mundo. Son parte del amplio bagaje cultural desde el cual un movimiento social emerge, aunque los activistas intentan fortalecer, reinterpretar o redirigir estas convicciones.
Las emociones morales son especialmente importantes cuando, como individuos, interactuamos con el mundo, y dependen de la posición social (jerárquica y política) que ocupamos en la sociedad.
Muchas de estas emociones se desarrollan desde nuestras reacciones y creencias alrededor del sistema social en el que vivimos. En particular, emociones como el ultraje y la indignación nos vinculan con nuestro sentido de justicia.
Los movimientos sociales apuntan a transformar nuestras responsabilidades morales. Intentan ayudar a sus miembros para articular nuevas visiones morales basadas en nuevas formas de sentir-pensar, en la esperanza de que este proceso se pueda difundir también a los no miembros. Un ejemplo es la expansión del círculo de lo ético y de la compasión hacía otras especies en el caso del movimiento animalista o hacia la naturaleza en el movimiento ecologista.

Fuente: Elaboración del autor, con base en Jasper (2018).

La aplicación de estas propuestas teóricas a nivel internacional en distintos estudios de caso, junto con la coherencia entre el análisis y los resultados, ha ido fortaleciendo esta línea de investigación en el estudio de los movimientos sociales y la protesta. Además de contribuir a formular nuevas preguntas de investigación como la forma en la que interactúan las prácticas políticas de un determinado movimiento social con los valores expresados y cuáles son las emociones que caracterizan ese tipo de experiencia.

Las reglas del sentir

Arlie Hochschild destacaba, en 1975, que todos los sistemas políticos y sus instituciones se caracterizan por una serie de normas o reglas estructurales de disciplina social, jurídica y económica, pero también por una serie de reglas del sentir necesarias para consolidar el mismo sistema, por ejemplo, al investigar la cultura estadounidense, Hochschild analiza de qué modo el capitalismo representa un sistema cultural que impone sus propias reglas emocionales (1983).

Las reglas del sentir nos indican qué emoción es apropiada para cada situación, cómo expresarla, cuándo, hacía quién y con qué intensidad. Por ejemplo, en la cultura católica tenemos la regla de que en un funeral debemos sentir o por lo menos expresar duelo y tristeza, en una boda alegría y júbilo, en navidad bondad y compasión, por mencionar algunas. Respecto a la dimensión política, también tenemos determinadas reglas del sentir, las cuales se vinculan con la ideología y las creencias políticas del sistema social considerado, es decir, con las reglas de encuadre. Un ejemplo es mostrar admiración y/o temor hacía las autoridades o personas que se encuentran en las clases sociales más altas. Otra puede ser sentir vergüenza en expresar disconformidad a las normas sociales o al status quo, como pueden ser las acciones de protesta. Como observaba Hochschild en sus obras, es muy difícil individuar las reglas del sentir de una determinada sociedad en cuanto pueden compartir algunas propiedades formales con otros tipos de reglas como son las reglas de etiqueta. Algunos elementos que nos indican que estamos frente a una regla del sentir (de una sociedad o de un colectivo social) es que cuando expresamos una determinada emoción y tenemos un sentimiento de equivocación, o cuando puede haber la manifestación de una sanción social como puede ser un reproche verbal o hasta el distanciamiento y la exclusión social.

Otro problema que podemos encontrar, sobre todo en el estudio de los movimientos sociales, es confundir una emoción la cual tiene un papel en un determinado proceso como el de movilización, la organización, la identidad colectiva, entre otros, con una regla de sentir del colectivo analizado. Por ejemplo, en caso de colectivos en defensa del territorio, el apego al territorio ha demostrado ser una emoción movilizadora del grupo (Poma y Gravante 2018b). Por otro lado, este vinculo afectivo hacía el territorio puede convertirse en una regla del sentir del colectivo y los nuevos integrantes que no expresan con la misma intensidad de los otros esta emoción pueden ser cuestionados. Lo mismo puede pasar en colectivo politizados, como los grupos anarquistas donde, por un lado el odio y el desprecio a las instituciones son emociones morales movilizadoras, pero, por el otro, se convierten en reglas del sentir del colectivo. La emergencia de una regla del sentir en un determinado colectivo depende de muchos factores, en los cuales convergen la temporalidad del grupo, la identidad colectiva, qué prácticas se desarrollan en el colectivo, qué emociones colectivas se comparten, entre otros.

Regresando por un momento a un contexto más general, en la Tabla 2 se exponen algunos ejemplos de estas reglas del sentir que norman la mayoría de nuestros contextos sociopolíticos actuales y que podríamos definir como reglas del sentir dominante.

Tabla 2 Ejemplos de reglas del sentir dominantes. 

Reglas del sentir Efectos sociales
Expresar respeto y admiración hacia las autoridades. Protección y justificación de la clase política. Culto a la personalidad de los líderes.
Manifestar desprecio hacia las diferencias y/o hacia los estratos sociales más bajos.

  • Patriarcado/machismo.

  • Dominación de la naturaleza.

  • Especismo (discriminación basada en la diferencia de especie animal).

  • Nacionalismo.

  • Racismo.

Tener miedo y/o vergüenza a expresar el descontento.

  • Conservación del status quo.

  • Homologación.

  • Individualismo.

Fuente: Elaboración del autor.

La investigación de Hochschild (1975) evidenció también que las reglas del sentir dominantes siguen patrones de género dependiendo del contexto cultural en el que viven las personas. La Tabla 3 muestra algunos ejemplos generales.

Tabla 3 Ejemplos de reglas del sentir según los patrones de género. 

Emociones en las mujeres Emociones en los hombres
Permitidas No permitidas Permitidas No permitidas
Sensibilidad Rabia Rabia Tristeza
Tristeza Enojo Enojo Amor (romántico)
Duelo Orgullo Orgullo Miedo
Amor (romántico) Dignidad Dignidad Sensibilidad
Ansiedad Indignación Duelo
Miedo Odio Ultraje

Fuente: Elaboración del autor.

Hochschild muestra también que otras reglas del sentir suben la cuesta social, por ejemplo, la admiración y respeto que sienten las clases medias por las clases altas y el desprecio por las clases más populares. Otras pueden caracterizarse por determinados credos religiosos; pensamos, por ejemplo, que emociones como el odio o la venganza son reprimidas y vetadas por la mayoría de las religiones monoteístas; y otras reglas se caracterizan por la ideología política, pues en el nacionalismo, por caso, encontraremos emociones como el desprecio y el odio hacia el extranjero, y el orgullo y el amor por la gente del propio territorio.

Como he indicado, las reglas del sentir se insertan en un determinado contexto cultural, son establecidas por la cultura, puesto que las emociones son un constructo sociocultural, pero, al mismo tiempo, son reglas que impactan nuestra forma de vivir y percibir la realidad. Las reglas del sentir determinan patrones del sentir, es decir, registros de cómo deberíamos sentirnos en una determinada situación, qué deberíamos sentir para los otros, qué deberíamos sentir para determinados valores o aspectos que caracterizan nuestra sociedad. Pensemos solamente en la propiedad privada. Las emociones que deberíamos sentir cuando compramos una casa (orgullo, satisfacción, etc.) o cuando nos roban nuestras pertenencias (rabia, injusticia, etc.), y cómo estas emociones vinculadas con el concepto de propiedad privada determinan, entre otras cosas, nuestra percepción y necesidades sobre la seguridad, la privacidad, entre otros.

Método

La propuesta teórica-analítica que desarrolla el presente artículo se fundamenta en los resultados de investigación anteriores de más de dieciocho colectivos de base involucrados en diversos movimientos sociales, conflictos socioambientales, protestas y propuestas de alternativas sociales y colectivas en México (Gravante 2019a, 2019b, 2016a y 2016b; Poma y Gravante 2019, 2018a, 2018b; 2017b).4 El enfoque principal de las investigaciones realizadas con estas experiencias ha sido dar mayor importancia a los procesos de interacción social, pues el diseño de las investigaciones se fundamentó en una dimensión cualitativa, puesto que es una dimensión que privilegia la narración y, con ello, una comprensión del significado que los mismos actores dan de una determinada realidad (Della Porta 2014). Para la recolección de datos se utilizaron distintas técnicas de investigación como las entrevistas en profundidad, las historias de vida, los grupos focales, entrevistas colectivas, la etnografía, la etnografía digital y distintos talleres colectivos de discusión. Por motivos de espacio, para este artículo tomaré en consideración principalmente tres tipos de colectivos: los colectivos feministas, los colectivos en defensa del territorio y los colectivos libertarios. La relación entre estos colectivos se presenta en la Tabla 4.

Tabla 4 Los estudios de caso para este artículo. 

Grupo Lugar Tipo de grupo/ conflicto Seguimiento
Colectivo Mujer Nueva Oaxaca Colectivo feminista Desde 2010 hasta la fecha
Colectivo Lucha Chula Oaxaca Colectivo feminista De 2013 a la fecha
Agrupación Un Salto de Vida Municipio del Salto, Jalisco Conflicto socioambiental 2015-2016
Grupo ecologista El Roble Municipio de Juanacatlán, Jalisco Conflicto socioambiental 2015-2016
Comité Agua y Vida Santa Cruz de las Flores, Municipio de Tlajomulco de Zúñiga, Jalisco Conflicto socioambiental 2015-2016
Comité Pro San Gaspar San Gaspar de los Reyes, Los Altos de Jalisco, Jalisco Conflicto socioambiental 2010-2016
Comité Salvabosque Colonia El Tigre II, municipio de Zapopan, Jalisco Conflicto socioambiental De 2015 a la fecha
Asamblea General de los Pueblos, Barrios, Colonias y Pedregales de Coyoacán Pueblo de Los Reyes, Coyoacán, Ciudad de México Conflicto socioambiental 2017-2019
Biblioteca Social Reconstruir Ciudad de México Movimiento anarcopunk 2013-2014
Centro Social Ruptura Guadalajara Movimiento anarcopunk 2013-2014
Anarcopunk del tianguis cultural El Chopo Ciudad de México Movimiento anarcopunk 2013-2014

Fuente: Elaboración del autor.

Hay que precisar que las experiencias listadas pertenecen a la categoría de los llamados movimientos de base -grassroots movements-, es decir, experiencias que emergen desde abajo (bottom-,up). Los participantes radican en un determinado territorio y se organizan para promover cambios sociales y políticos a partir de una problemática local. Estos colectivos se constituyen esencialmente por grupos de afinidad y su forma organizativa principal se fundamenta en la autogestión de sus actividades y en la toma de decisión en asambleas horizontales, prácticas con las cuales incentivan la participación activa de los miembros de su comunidad de referencia. El centro del compromiso para quien promueve estas experiencias es la coherencia entre las estrategias de acción directa y sus valores como el respeto por la naturaleza, la solidaridad, la confianza y el apoyo mutuo. Se trata entonces de un compromiso que, por consiguiente, tiene un carácter prefigurativo en sus valores, creencias y prácticas (Yates 2014).

Los datos recolectados en estos años y los análisis desarrollados sobre el papel de las emociones en estos colectivos de base me han permitido observar que determinadas emociones y procesos emocionales resultan ser una consecuencia de su activismo. Aspecto que presentaré en el siguiente apartado.

Las emociones como un resultado de la acción política

Como ya se ha demostrado ampliamente en la literatura de los movimientos sociales, la participación en una protesta o movimiento social es a menudo un punto de ruptura para los protagonistas. Dicha ruptura puede generar impactos culturales que se pueden manifestar en el desarrollo de nuevas identidades colectivas, cambios y/o desarrollo de nuevos valores, creencias o prácticas, y que a largo plazo pueden erosionar la cultura dominante, como ha sido el caso del movimiento feminista, el ambientalista, el movimiento para los derechos sexuales o el movimiento por los derechos civiles (Van Dyke y Verta Taylor 2018).

En relación con la dimensión emocional, como destaca Jasper: “los movimientos sociales apuntan a transformar nuestras responsabilidades morales. Intentan ayudar a sus miembros a articular nuevas visiones morales del mundo, basadas en nuevas formas de sentir-pensar, con la esperanza de que estas formas se extiendan también a los no miembros” (2018, 131). Como ejemplo, el autor menciona los movimientos de los derechos de los animales y los movimientos ecologistas que han logrado en estas décadas un proceso de expansión de emociones, como la compasión hacia otras especies animales y hacia la naturaleza.

De esta forma, los impactos culturales de los movimientos sociales pueden involucrar la dimensión emocional, haciendo emerger determinadas emociones al exterior o interior del grupo, las consecuencias pueden ser de tal alcance que pueden también llegar a romper determinadas reglas del sentir dominantes o convencionales. Las emociones que emergen como consecuencias de la experiencia de la protesta pueden depender del tipo de activismo, es decir, si son experiencias de largo o corto periodo, si se insertan en un contexto de represión y también del tipo de temática abordada por el colectivo o grupo.

Como anteriormente he señalado, la misma emoción puede convertirse en una regla del sentir de los colectivos. Este aspecto me conduce al desarrollo de la propuesta central de este texto, es decir, considerar dos tipos de impactos emocionales en un movimiento social. Primero, las emociones que son el resultado de la acción política; segundo, la emergencia de nuevas reglas del sentir en los colectivos como resultados de la protesta. Aspecto que desarrollaré en los apartados siguientes.

Las emociones como impactos

Indudablemente, las emociones representan un recurso estratégico importante para los movimientos sociales, sobre todo en relación con el logro de sus objetivos. En ocasiones la evocación de una emoción representa uno de los objetivos estratégicos de una campaña de sensibilización o de una protesta. Pensemos en la compasión hacia los animales que los grupos animalistas o antitaurinos intentan transmitir al público en general. Este tipo de impacto es intencional y externo en cuanto las consecuencias se dirigen hacia sujetos externos al grupo. No obstante, la realización de este resultado puede dar oportunidad al grupo de reclutar nuevos participantes.

Otro ejemplo es el apego al lugar, vínculo afectivo central en los conflictos socioambientales. En estas experiencias he podido observar que el apego al lugar puede ser un impacto ya interno o externo de la actividad de protesta. Es decir, se puede desarrollar un fortalecimiento de este vínculo con el territorio en los miembros del colectivo, pero, también, se puede hacer emerger esta misma emoción en sujetos externos. Estos resultados por lo general no son intencionales en cuanto al amor que los activistas sienten hacia un bosque, el pueblo, un área natural urbana, entre otros, se manifiesta de forma no estratégica, aunque reviste un componente esencial en su conflicto y sucesivamente en su identidad colectiva. El apego al lugar se expresa a través de distintas actividades donde, por un lado se evidencia la legitimidad del conflicto al público externo, y, por otro, el apego al lugar puede ser el resultado de prácticas que intenta ampliar lo que Jasper define como el ‘circulo de preocupación’ (Jasper 2018, 132), es decir, fortalecer la compasión hacia los seres humanos a otros seres vivientes no humanos como los árboles y los animales. Este proceso puede dar como resultado emociones como el apego (entre otras, ya que podemos sentir también indignación) a las personas externas al colectivo.

El resultado principal para el grupo de este impacto puede ser ampliar el círculo de sus simpatizantes o incluso la integración de sujetos externos en sus futuras actividades. El proceso descrito se puede aplicar a otro tipo de emociones, sobre todo a las emociones morales, como el ultraje, la indignación, la hermandad, la rabia, entre otras, las cuales, a pesar de ser un resultado inesperado para el grupo, pueden incidir de forma determinante en su propia organización.

Este tipo de impacto puede darse también al interior del grupo, en particular con los activistas que están involucrados en el grupo desde hace poco tiempo. En este caso, la evocación de una determinada emoción puede ser voluntaria, cuando los activistas más expertos intentan con distintas prácticas evocar o amplificar una determinada emoción al interior del grupo, o involuntaria cuando la evocación o fortalecimiento de una emoción es consecuencia de un mayor involucramiento en el colectivo por parte de estos nuevos miembros.

Las emociones que emergen como impactos de la protesta tienen una esfera de influencia limitada, es decir, no siempre tienen la capacidad de influir en los valores y las creencias de los sujetos involucrados. Comprender la importancia de un bosque urbano e involucrarse en su defensa no conlleva automáticamente a las personas a desarrollar valores biosféricos, aunque la participación en un conflicto socioambiental puede conducir a un cambio en estos términos. Son impactos que no conllevan de forma automática a cambios de valores y creencias como las religiosas o ideológicas en los activistas. Este aspecto se verificó en un conflicto socioambiental en el cual un comité ciudadano defendía su pueblo desde la posible inundación a causa de la construcción de una presa. El conflicto se desarrolló en una zona en México altamente apegada a valores católicos. Mientras el conflicto logró desarrollar en los participantes procesos emocionales-cognitivos como el respeto y la solidaridad hacia otros activistas que defendían el territorio (antes considerados vagos o provocadores) o el orgullo para defender el pueblo, la misma experiencia de protesta no cambió sus valores vinculados a la doctrina católica o con miras a desarrollar valores biosféricos (Poma, 2017; Poma y Gravante 2016a).

Las nuevas reglas del sentir

A diferencia de lo mencionado arriba, los impactos emocionales pueden ser de tal profundidad que logran romper con algunas reglas del sentir dominantes vistas anteriormente. Este proceso lo he podido observar sobre todo en colectivos de larga duración, aunque se puede dar en experiencias de menor tiempo. Tomando en cuenta las tres categorías de experiencias consideradas para este texto, he podido encontrar que estos colectivos han logrado romper con determinadas reglas del sentir dominante y desarrollar otras nuevas para el contexto sociocultural en el cual el colectivo emerge (Tabla 5).

Tabla 5 Nuevas reglas del sentir. 

Tipología del colectivo Nuevas reglas del sentir
Colectivos feministas

  • No tener miedo a expresar el miedo.

  • Poder expresar libremente emociones como la rabia, la tristeza, el duelo, el enojo.

  • Tener desprecio y desconfianza hacia todo sujeto que ejerce dominación.

  • Expresar dignidad y alegría para sus actividades.

  • Estar orgullosa de ser mujer y de su propio cuerpo.

  • Manifestar esperanza de cambiar su propia cotidianidad.

  • Tener una alta autoestima.

Colectivos de conflictos socioambientales

  • Poder expresar emociones como la rabia, la tristeza, el duelo, el enojo en relación con la amenaza ambiental.

  • Tener desprecio y desconfianza hacia la clase política y empresarial.

  • Manifestar solidaridad hacia otras luchas sociales.

  • Expresar compasión y cercanía con seres no humanos (flora y fauna, agua y tierra).

  • Tener dignidad.

  • Tener amor hacia su propio territorio y sus elementos naturales.

  • Tener una alta autoestima.

  • Expresar esperanza para el futuro.

Colectivos libertarios

  • Sentir rabia y odio hacia las autoridades.

  • Tener desprecio hacia las clases altas.

  • Tener solidaridad con los oprimidos.

  • Expresar compasión para los seres no humanos.

  • Expresar orgullo y dignidad de sus propios valores.

  • Tener una alta autoestima.

Fuente: Elaboración del autor.

Este tipo de impacto se distingue de lo anterior debido a que:

  • Primero, la ruptura de las reglas del sentir dominantes conlleva a una sanción por parte de la sociedad. Por ejemplo, las mujeres de los colectivos feministas analizados al asumir como regla del sentir la reivindicación de emociones como la rabia y el enojo son estigmatizadas por su entorno por ser mujeres ‘fuertes’ o hasta apodadas como ‘feminazi’, o al expresar dignidad por su propio cuerpo y sexualidad son consideradas como libertinas.

  • Segundo, emociones morales como la rabia e indignación hacia el patriarcado, el orgullo de ser mujer, la hermandad entre mujeres, entre otras, se transforman en nuevas reglas del sentir del grupo en cuanto son asumidas por los mismos miembros y norman las relaciones sociales internas del colectivo, es decir, los miembros que no las respetan son sancionados por parte de los otros.

  • Tercero, estas nuevas reglas del sentir son componentes esenciales de la identidad colectiva del grupo, llegando a definir su propia postura política, su organización y sus estrategias. Las nuevas reglas del sentir, como por ejemplo, sentir desconfianza/disgusto/odio hacia todo tipo de autoridad y en las instituciones, con el tiempo moldean las prácticas de estos colectivos como puede ser la elección del consenso para la toma de decisiones, sean los valores identitarios que posicionan al colectivo frente a los demás y a sus oponentes, como por ejemplo el valor del antiautoritarismo.

Como ya lo he mencionado, estas nuevas reglas del sentir de los colectivos moldean y fortalecen un conjunto de prácticas y valores que caracterizan esa experiencia y, asimismo, cómo cada colectivo interpreta la realidad que lo rodea y sus propios valores. Por ejemplo, he podido ver que a partir de la regla “deber sentir amor al territorio que se defiende” -apego al lugar como regla del sentir- estos colectivos han instaurado una relación distinta con la naturaleza, una relación basada en el respeto a los otros seres vivientes. Se trata de un respeto que sin duda ha llevado al colectivo a ampliar su propio “círculo de la compasión” a los animales presentes en el territorio amenazado, aunque no hasta el punto de incluir como prácticas colectivas el vegetarianismo o el veganismo.

De forma distinta, para los grupos libertarios analizados, el tener amor a los otros seres vivientes los ha llevado, primero, a cuestionar la relación entre ser humano y naturaleza, abrazando de esta forma el valor del antiespecismo o del ecologismo radical; en segundo término, la ampliación de su propio círculo de la compasión los ha conducido a incorporar la práctica del vegetarianismo/veganismo y sucesivamente a incrustar esta práctica en su propia identidad colectiva, lo cual puede observarse a través de sus reivindicaciones hacia la igualdad entre seres vivientes.

De esta manera, prácticas como el vegetarianismo/veganismo, la horizontalidad y el consenso en las asambleas, la acción directa no violenta, la autodefensa, la autogestión, entre otras, no tienen un valor puramente estratégico, más bien están estrechamente vinculadas con determinadas reglas del sentir que caracterizan los colectivos. Y el no cumplimiento de estas prácticas se manifiesta mediante sanciones y rechazos por parte de los grupos, como, por ejemplo, cuando alguien intenta superar las decisiones colectivas de la asamblea o quiere relacionarse con sujetos como los partidos o el gobierno, hacia los cuales ‘hay que sentir’ desconfianza y rechazo.

Conclusiones

Los movimientos sociales, como destacan Van Dyke y Taylor (2018), dan lugar a múltiples impactos culturales, entre los cuales hay que considerar también la dimensión emocional. Dichas emociones y procesos emocionales no solamente influyen en los impactos, sino también son el resultado -voluntario o inesperado, externo o interno, colectivo y/o individual- de la acción de protesta de los movimientos sociales. Teniendo como punto de partida los resultados de investigaciones anteriores de colectivos de base en México, el presente texto pone de manifiesto qué tipo de impactos emocionales emergen desde la acción contenciosa.

Un primer tipo de impacto es la evocación de determinadas emociones tanto al exterior del grupo como en su interior (particularmente con los activistas más recientes). Este tipo de impacto puede ser intencional o inesperado, y aunque importante para la estrategia y la organización del colectivo, es un impacto que difícilmente puede lograr cambiar los valores y las creencias de las personas involucradas. No obstante, puede ser un inicio para un proceso de reinterpretación de la realidad.

Un segundo impacto emocional más profundo es aquel en el que los colectivos logran romper con las reglas del sentir dominantes y desarrollar las propias. Es un proceso que por lo general necesita de colectivos con un activismo de larga duración. El desarrollo de estas nuevas reglas es un proceso complicado en cuanto el colectivo pasa por un proceso sancionatorio hacia las personas externas al grupo, pero al mismo tiempo, resultan de tal importancia para el grupo que los internos que no las respetan son sancionados por los otros activistas. Es decir, estas nuevas reglas del sentir llegan a ser parte de la identidad colectiva del grupo. Estas mismas reglas van a moldear prácticas que tienen un carácter más prefigurativo (Yates 2014) que estratégico.

Por último, la siguiente propuesta ha buscado poner en evidencia cómo también la dimensión emocional se puede considerar un impacto cultural de la acción colectiva contenciosa. Es un primer punto de partida en esta línea de estudio aunque, sin duda, hay que mejorar esta propuesta y categorizar con más profundidad los procesos de interrelación entre estos impactos y las características de los colectivos, como el tipo de activismo, la duración de la experiencia, el tipo de contexto y el nivel de represión. Asimismo, habría que analizar si esta propuesta es aplicable a movimientos sociales convencionales y solamente se circunscribe a los movimientos de base locales. A pesar de todo, esta propuesta busca sostener la idea de la importancia de la dimensión emocional en la protesta y también en el aspecto de los impactos, sustentando la idea de Jasper (2018) de que las emociones resultan centrales en el desarrollo de una teoría completa sobre la acción social.

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1En este artículo, los términos “impactos”, “efectos”, “resultados” y “consecuencias” se utilizan como sinónimos, para mantener una coherencia con la literatura anglosajona en la cual outcomes, effects, impacts y consequences se utilizan de forma intercambiable.

2En este artículo los términos “emociones”, “sentimientos” y “afectos” se emplean como sinónimos en coherencia con la propuesta de Hochschild (1979).

4Para un listado completo de los resultados de investigación véase la página web del autor: https://www.researchgate.net/profile/Tommaso_Gravante

Recibido: 26 de Junio de 2019; Aprobado: 27 de Marzo de 2020

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