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Inter disciplina

versión On-line ISSN 2448-5705versión impresa ISSN 2395-969X

Inter disciplina vol.8 no.22 Ciudad de México sep./dic. 2020  Epub 15-Ene-2021

https://doi.org/10.22201/ceiich.24485705e.2020.22.76417 

Dossier

Construyendo una utopía pospartidista en el México contemporáneo: marcos utópicos de dos grupos contestatarios críticos de la democracia existente

Constructing a postpartisan utopia in contemporary Mexico: utopian frameworks of two critical opposition groups of existing democracy

Guillem Compte Nunes* 

* Doctor en ciencia social con especialidad en sociología. Becario del Programa de Becas Posdoctorales en la UNAM, en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, UNAM, con el Dr. Jorge Cadena Roa. Correo electrónico: guillemcn@gmail.com


Resumen

El desempeño de los sexenios gubernamentales mexicanos de los presidentes Fox, Calderón y Peña Nieto ha generado una decepción generalizada con la democracia de partidos. Esta investigación examina el surgimiento de una utopía política pospartidista, la cual critica la democracia existente y plantea una transformación radical del sistema político mexicano para dar protagonismo a la ciudadanía. Primero, a partir de la teoría utópica de corte construccionista, derivo una definición de utopía e hipótesis sobre el desarrollo y mantenimiento de la utopía pospartidista. Segundo, empleando la teoría de los marcos de la acción colectiva formulo un modelo analítico para la indagación utópica. Tercero, aplicando este modelo, analizo de qué manera se vehicula la utopía pospartidista en dos grupos de reciente cuño, Por México Hoy, y, Praxis en América Latina, y verifico las hipótesis. Encuentro que cada grupo desarrolla una variante de esta utopía. Asimismo, hallo imbricaciones del pospartidismo con otras utopías y con la propia dominación que ejercen los partidos políticos.

Palabras clave: marco; México; utopía; pospartidismo; acción colectiva

Abstract

The performance of governments of presidents Fox, Calderón and Peña Nieto has generated general disappointment with partisan democracy. This paper examines de emergence of a post-partisan political utopia, which criticizes existing democracy and points to a radical transformation of the Mexican political system to give center stage to the citizenry. First, from constructionist utopian theory I derive a definition of utopia and hypotheses on its development and maintenance. Second, using the theory of collective action frames I formulate an analytical model for utopian research. Third, applying the model I analyze how this post-partisan utopia is mediated by two recent groups, Por México Hoy and Praxis en América Latina, and I verify the hypotheses. I find that each group develops a variant of this utopia, and that post-partisanship combines with other utopias and with the domination exercised by political parties.

Keywords: frame; Mexico; utopia; post-partisanship; collective action

Introducción

En este artículo presento una investigación sobre lo que denomino utopía política pospartidista, un fenómeno sociopolítico emergente en el México post-alternancia, enraizado en la decepción con el pluralismo electoral y la percepción de fracaso de la democracia existente. Comprender su emergencia resulta de interés para pensar en la posibilidad de un cambio político paradigmático. En otra parte (Compte 2019a) he mostrado cómo esta utopía está siendo mediada por un grupo contestatario mexicano, el Congreso Nacional Ciudadano (CONACI). Aquí profundizo en el pospartidismo mediante un estudio comparativo de otros dos colectivos, Praxis en América Latina (PeAL), y, Por México Hoy (PMH). Me centro en la dimensión simbólica de la construcción utópica, empleando la teoría de los marcos de la acción colectiva. Encuentro que cada grupo desarrolla una variante de la utopía pospartidista. Asimismo, hallo imbricaciones del pospartidismo con otras utopías y con la propia dominación que ejercen los partidos políticos. Así, un hallazgo destacable es la reproducción de patrones de dominación política típicamente partidistas en grupos que dicen querer superar ese sometimiento.

El artículo tiene tres objetivos. Primero, a partir de la teoría utópica de corte construccionista formula una definición de utopía y unas hipótesis acerca de su desarrollo y mantenimiento. Segundo, busca establecer un modelo analítico para la indagación utópica. Tercero, aplicando ese modelo pretende examinar de qué manera se vehicula la utopía pospartidista en los grupos mencionados y si se verifican las hipótesis planteadas. En el siguiente apartado delineo el contexto mexicano contemporáneo. A continuación, defino el concepto de utopía, revisando cómo se ha empleado en la literatura de la acción colectiva. Planteo la pregunta de investigación y unas hipótesis. Luego expongo la teoría de los marcos y desarrollo un modelo para el estudio de la dimensión simbólica de la utopía. Sigo con una explicación metodológica. Presento los resultados de los casos fruto de la aplicación del modelo. Cierro con una comparativa y la conclusión.

Contexto mexicano

Cadena-Roa y López Leyva (2011) valoran la democracia existente entre 2000 y 2006, y concluyen que tras la transición desde el autoritarismo priista, completada en 2000, la democracia mexicana está en proceso de consolidación con un balance mixto. El funcionamiento de partidos, elecciones y división de poderes se ha estabilizado en un nivel de suficientes garantías para afirmar que opera la democracia procedimental; sin embargo, el Estado protege derechos desigualmente, y la ciudadanía percibe corrupción e impunidad del aparato estatal y desconfía de los partidos. En líneas generales esta valoración puede aplicarse a los sexenios de Calderón y Peña Nieto. Ahora bien, un aspecto significativo excluido de este análisis es la relación entre democracia y régimen económico, el neoliberalismo. Este se instaura durante la presidencia de Salinas con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1992. Consecuencias socioeconómicas aparte, políticamente se habría producido un desplazamiento del autoritarismo priista legitimado por el crecimiento económico1 al autoritarismo neoliberal legitimado por la democracia procedimental (Vargas 2007). El neoliberalismo enfatiza la doctrina liberal clásica de separación de política y economía, evitando la extensión del principio democrático de igualdad a la esfera socioeconómica. De ello resulta una democracia electoralista o “posdemocracia” (Crouch 2004) que en el fondo legitima, en lugar de combatir, la desigualdad social, lo cual es duramente criticado por los movimientos sociales de izquierda, como los grupos examinados en este estudio.

Esta consolidación neoliberal contribuye a la denominada crisis de representación política, fenómeno que afecta las democracias de ambos lados del Atlántico. Según Mair (2013), en el último medio siglo se ha producido una reducción significativa del grado en que la ciudadanía está representada por los partidos. Esto implica, por un lado, la retirada ciudadana al ámbito privado, desvinculándose de distintas formas de participación política; por otro lado, supone el repliegue de los partidos hacia el Estado, abandonando las ideologías en favor del pragmatismo electoral y el mantenimiento del poder. Para México, Cárdenas y Reveles (2019) destacan la proliferación de partidos incentivada por un generoso financiamiento público, la apropiación partidista de espacios ciudadanos, y una serie de prácticas informales que vician y desacreditan el proceso político. Todo ello redunda en una opinión pública mexicana contraria a los partidos, conformada por cuatro percepciones generalizadas: los políticos y sus instituciones no son confiables, la política es corrupta, la democracia no ha traído (suficiente) bienestar social y la política no interesa (Compte 2019b). De este modo, a partir de 2014 surge en México una serie de grupos contestatarios de ambición nacional -el CONACI y otros que mencionaré más adelante-, los cuales repudian abiertamente la “partidocracia” y abogan por una política “apartidista”, con la ciudadanía como protagonista.

En fin, los tres grandes partidos han sufrido un desgaste mediático y electoral considerable desde la alternancia presidencial de 2000. Esto ha sido aprovechado por el partido Morena, que, bajo el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador, ha tenido un ascenso meteórico desde su formalización en 2014, desembocando en la victoria electoral de 2018. En los últimos años este partido se ha posicionado con el eslogan “la esperanza de México”, ha hecho bandera de la lucha contra la corrupción y el neoliberalismo, y ha conjurado la “Cuarta Transformación”. Este recurso a lo utópico para fines de la política institucional introduce una segunda lectura analítica de la democracia mexicana. La utopía es inherente al imaginario democrático y, en consecuencia, constituye un recurso político para acceder al poder. Si el siglo XX estuvo marcado utópicamente por la Revolución, la democracia en el siglo XXI aparece enmarcada por dos presuntas transformaciones utópicas: el “Cambio” de Fox en 2000 y la “Cuarta Transformación” de López Obrador en 2018, agitando las esperanzas populares en el pluralismo electoral y el partido-líder mesiánico, respectivamente.

Objeto de estudio

La utopía está estrechamente vinculada con el cambio social y se cruza con la política institucional cuando procura organizar la totalidad de la sociedad existente, tarea propia de la política. Siguiendo la revisión histórica de Levitas (2010) la utopía puede definirse como un conjunto de prácticas sociales que articulan una crítica del presente, un deseo de mejora y una transformación social a futuro. De esta definición se desprenden tres corolarios. En primer lugar, las prácticas sociales no son propiedad de ningún grupo social, sino que atraviesan la sociedad. Entiendo la utopía como proceso social que debe estudiarse desde un enfoque procesual (Sztompka 1995, 31-34), en contraposición a un abordaje centrado en grupos sociales. En segundo lugar, cual proceso, la utopía es cambiante y heterogénea; compite y se imbrica con otros procesos sociales, utópicos o no. No deben confundirse las objetivaciones utópicas, de apariencia estática, con la propia utopía. Por último, el esquema crítica-deseo-transformación resultaría demasiado amplio si transformación significase mero cambio; en ese caso la utopía podría confundirse con otros conceptos, como proyecto. Pero, a diferencia de este término, la utopía es intrínsecamente totalizante. Transformación indica un cambio trascendental que establece una doble absolutización: por un lado, la utopía enfatiza discontinuidades entre la realidad presente y la transformación deseada; por otro, generaliza dichas discontinuidades en toda la temporalidad, no solo el futuro sino también el presente y el pasado. En síntesis, la utopía totaliza discontinuidades en la temporalidad. En consecuencia, la utopía pospartidista es una utopía política que comprende un conjunto de prácticas sociales que articulan crítica, deseo y transformación relacionados con la totalización de la discontinuidad “partidismo”-pospartidismo, donde “partidismo” refiere al monopolio de los partidos políticos sobre el sistema/proceso político institucional y pospartidismo indica su superación (Compte 2019a, 325-328).2 En breve plantearé un modelo analítico que operativiza esta definición y permite investigar la dimensión simbólica de mediaciones utópicas en general.

Revisión de la literatura, preguntas de investigación e hipótesis

La noción de utopía es afín a la acción colectiva contestataria y está presente en estudios latinoamericanos de las últimas tres décadas.3 El campo ideológico de las utopías estudiadas comprende dos grandes bloques: la democratización del sistema político y, en general, de las relaciones humanas;4 y la lucha contra el neoliberalismo. En México, el enfoque utópico ha tenido relevancia particularmente a raíz de movilizaciones indígenas (Ansotegui 2018, Aragón 2017, Aranda 2015, Fabre y Yeste 2012). Ahora bien, hay escaso diálogo entre los estudios utópico-contestatarios y, en consecuencia, no ha emergido ningún consenso sobre cómo conceptualizar o investigar la utopía. La mitad de los trabajos revisados no la definen. La otra mitad sigue a Levitas (2010) y/o adopta la “utopía concreta” de Bloch (2007); además, se alude con regularidad a su carácter totalizante. En la misma línea, la operativización analítica está poco desarrollada. En la mitad de los estudios el concepto se ciñe al plano teórico. Las concretizaciones se dividen en tres campos: la utopía como proyecto, prácticas colectivas o discurso. El primer término usualmente no se desglosa y termina empleándose como sinónimo de utopía concreta. En tanto que el discurso comprende una serie de prácticas comunicativas que son colectivas, la tercera operativización forma parte de la segunda. La mayoría de los autores favorece esta comprensión más amplia, en lugar de limitarse a la dimensión comunicativa. En fin, la literatura apoya la conceptualización que he suscrito. Además, hay consenso en que los grupos contestatarios pueden ser lugares de construcción utópica realizable. Sin embargo, destaca la escasa integración entre teorías de la utopía y la acción colectiva.

La delimitación conceptual de la utopía pospartidista y su contextualización en la literatura utópico-contestataria facilita la formulación de la pregunta de investigación. En lugar de asumir la centralidad de la discontinuidad “partidismo”-pospartidismo, planteo una pregunta más amplia: ¿cómo se caracteriza la utopía que crítica a los partidos políticos en el México contemporáneo? Responder esta pregunta implica examinar el fondo (crítica-deseo-transformación) y la forma (prácticas colectivas) de las totalizaciones, con especial atención a su dimensión simbólica. Entonces el pospartidismo se convierte en una hipótesis descriptiva a verificar empíricamente; no es un supuesto. En otras palabras, hipotetizo (H0) que, para los dos casos estudiados, la discontinuidad “partidismo”-pospartidismo actúa como principio organizador de la interpretación de la realidad social. Planteo, además, otras dos hipótesis descriptivas derivadas de la teoría utópica construccionista y del estudio de caso anterior. H1: La utopía construye objetivaciones (personas, prácticas, doctrinas, objetos, entre otras) que funjan como referentes utópicos, generando apego cognitivo-afectivo (Jameson 2009). H2: La utopía se construye socialmente de dos maneras, conversión e interacción, según la forma de internalización de las totalizaciones (Berger y Luckmann 2012). En la conversión el adepto acepta ‘la verdad’ construida de antemano, mientras que en la interacción esta se asimila colectivamente. Esto implica que la incapacidad de convertir(se) a totalizaciones o de acordarlas diluye la utopía.

Marco teórico-metodológico

Cuatro teorías complementarias han dominado el estudio de los movimientos sociales desde fines del siglo XX: la movilización de recursos, las oportunidades políticas, la identidad y el enmarcado (Kuri 2016, McAdam y otros 1999). Selecciono la última porque se enfoca en la explicación de la construcción del ‘sentido común’, es decir, se centra en la dimensión simbólica de la acción colectiva. Esta teoría fue desarrollada por David Snow y sus colaboradores a partir del análisis de marcos de Erwing Goffman (2006). Marco refiere a un esquema interpretativo, conjunto de creencias del grupo contestatario respecto a la realidad social, y, el enmarcado, a la actividad colectiva de construcción de marcos en clave contestataria.

Esta teoría muestra tres afinidades con la definición de utopía: el marco maestro, las tareas del enmarcado y los procesos de alineación de marcos. Un marco maestro tiene mayor generalidad y menor especificidad que aquellos elaborados por un grupo contestatario. Vincula los marcos de diferentes colectivos y está asociado con los denominados ciclos de protesta, es decir, a las grandes oleadas de movilización social (Snow y Benford 1992). Respecto a la construcción utópica, cabe examinar si la utopía en cuestión se nutre de algún marco maestro o si ella misma, en su afán totalizante, pretende configurarse como tal.

Las tareas son los cometidos fundamentales de los grupos contestatarios en la construcción interpretativa de la realidad social; comprenden el diagnóstico, el pronóstico y los motivos (Snow y Benford 1988). El enmarcado de diagnóstico es la forma en que el grupo contestatario formula la crítica a la realidad presente; el pronóstico corresponde a la transformación social a futuro que el grupo propone; y los motivos, a las razones que justifican la movilización, enraizadas en el deseo de mejora. De esta manera, las tareas del enmarcado operativizan simbólicamente las dimensiones utópicas.

Los procesos de alineación de marcos aluden a mecanismos que permiten encajar los marcos contestatarios con los marcos de participantes reales o potenciales en la acción colectiva. Se entiende, pues, que debe haber cierta coincidencia o resonancia entre marcos de grupo y persona para una participación efectiva. Snow y sus colaboradores (1986) destacan cuatro procesos: conexión, amplificación, extensión y transformación. Para el propósito utópico rescataré la amplificación y la transformación. En el primer caso, estos autores hablan de una “idealización” o “elevación” del marco, cosa que atrae o retiene participantes a quienes la amplificación les hace darse cuenta del valor del marco. Dejando a un lado qué tan efectiva es la amplificación para la movilización -un asunto para la investigación empírica-, este proceso remite a las formas discursivas que adquiere la totalización utópica. En este sentido, entenderé que teóricamente la amplificación de marcos refiere a la totalización de discontinuidades en la temporalidad y empíricamente se muestra en formulaciones lingüísticas totalizantes. Por otro lado, la transformación de marcos supone una reinterpretación de la realidad social por parte de la persona, que descarta su marco previo para adoptar el contestatario. En cuanto a la utopía, interesa observar testimonios de conversión a ‘la verdad’ utópica.

Para terminar de configurar un modelo analítico para el estudio de mediaciones utópicas es preciso considerar que el enmarcado es una labor sujeta a negociaciones y disputas en varios niveles, lo cual resulta en cierta heterogeneidad e incoherencia. En primer lugar, como ya he apuntado, los marcos se (re)construyen en la interacción social situada y en diálogo con saberes culturales (imaginarios, ideologías…). Segundo, los marcos están en continua negociación con las prácticas colectivas, orientándolas pero también modificándose a raíz de estas. Tercero, el enmarcado refleja el debate al interior del grupo por su ‘correcta’ definición. Cuarto, la construcción de marcos varía en grado de intencionalidad y, en consecuencia, puede imbricarse con elementos ajenos a la racionalidad instrumental. Por último, los marcos contestatarios compiten con los contramarcos de adversarios y, en general, con marcos del discurso público (Benford y Snow 2000).

El modelo analítico (Tabla 1) conjuga dos ejes de la teoría del enmarcado, las tres tareas y los dos procesos de alineación seleccionados. La presencia (o no) de expresiones de amplificación y testimonios de transformación en cada tarea de enmarcado muestra el grado de construcción utópica. Esto en dos direcciones: las tendencias en los enmarcados de diagnóstico, pronóstico y motivos, que reflejan la pretensión de homogeneidad de los respectivos marcos; y, la heterogeneidad en los enmarcados, que revela las disputas hermenéuticas. Tendencias y heterogeneidad derivan de la interacción en el grupo, y entre este y su entorno social.

Tabla 1 Modelo analítico para estudiar mediaciones utópicas según la teoría del enmarcado. 

Tareas del enmarcado: diagnóstico, pronóstico, motivos
Procesos de alineación de marcos: amplificación, transformación

  • Tendencias (internas al marco, entre marco y prácticas colectivas, entre marco y otros marcos)

  • Heterogeneidad (interna al marco, entre marco y prácticas colectivas, entre marco y otros marcos)

Fuente: Elaboración del autor.

Respecto a la literatura latinoamericana que últimamente ha examinado las tareas del enmarcado, esta propuesta complejiza el análisis mediante la introducción de procesos de alineación y la consideración de la heterogeneidad de los marcos. Por otra parte, en la literatura utópico-contestataria, solamente Delgado y Arias (2008) y Alguacil (2003) toman un primer paso en la dirección del modelo aquí formulado.

Método

Enfoque, diseño y selección de casos

Desde una epistemología construccionista (Berger y Luckmann 2012), adopto una metodología cualitativa mixta, orientada a captar la comprensión del sentido social. El abordaje es etnográfico (Guber 2015). Realizo una investigación empírica, descriptiva y comparativa de dos casos de hipotética mediación utópica pospartidista. En línea con el construccionismo, entiendo el caso como una construcción teórica general, es decir, una convención (Ragin 1992, 8-11). Como proceso social, la utopía atraviesa personas y grupos de forma heterogénea; por tanto, para escoger casos trato de identificar mediaciones con mayor densidad utópica. Para la utopía pospartidista el universo de posibles mediaciones sociales puede reducirse en primera instancia a grupos contestatarios enfocados a la crítica del sistema político. A este subconjunto de casos aplico los siguientes criterios de selección: número de casos, espacio-temporalidad, indicios utópi cos, heterogeneidad y accesibilidad etnográfica.

Me limito a dos casos por la exigencia de tiempo investigativo del abordaje etnográfico. Escojo grupos con una trayectoria espaciotemporal parecida: se han desarrollado en los últimos cinco años, y cuentan con sede y actividad en la Ciudad de México. Además, muestran indicios de la utopía pospartidista: discurso crítico del sistema político y de los partidos actuales; propuestas políticas de corte no partidario, sistémico y nacional. Por otro lado, son casos algo dispares (ideología, organización, perfil público, por mencionar algunos), lo cual permite examinar la capacidad de penetración social de la utopía pospartidista. Por último, la selección está condicionada por la accesibilidad etnográfica de las mediaciones utópicas candidatas; entre cinco grupos identificados, seleccioné los dos que mostraron disposición a ser acompañados.5

La comparación consiste en la aplicación del mismo modelo analítico a casos próximos, de análoga estructura (Duverger 1981, 419). Conduce a la identificación de similitudes y diferencias entre ambos casos. Además, contribuye a verificar o desmentir la hipótesis base (H0) de que está emergiendo una utopía pospartidista en el México contemporáneo, en línea con un tercer caso anteriormente estudiado.

Recolección de datos

El abordaje etnográfico incluyó tres técnicas de recopilación de datos -la observación participante, la entrevista semiestructurada y la selección documental- a partir de tres observables -la interacción situada, el relato de vida y textos organizacionales-. De ello resultaron tres tipos de registros para el análisis: notas etnográficas, transcripciones y textos. Entre el 10 de agosto y el 8 de febrero de 2019 entrevisté a 12 participantes de PMH y a 8 de PeAL, realicé 12 observaciones participantes de PMH y 37 de PeAL, y seleccioné 7 documentos públicos de PMH y 7 de PeAL. El número de observaciones fue determinado por el nivel de actividad del grupo; las personas entrevistadas fueron casi todos los participantes de PeAL (8 de 9) y una muestra intencional de PMH (el equipo de coordinación y 5 representantes de los estados); los documentos seleccionados comprenden los escritos públicos de ambos grupos en 2018 y tres documentos anteriores de PMH.6

Procedimiento de análisis

El análisis implicó un examen de los registros empíricos conforme al modelo analítico. Inferí los marcos de diagnóstico, pronóstico y motivos del fondo comunicativo, y revisé el grado de amplificación y transformación de marcos. Esto segundo a partir de las formas lingüísticas y los testimonios de conversión, respectivamente. Tres patrones verbales señalan amplificación: a) iconización y borrado; b) dicotomía y recursividad, y, c) simplificación dramática. Adapto las nociones de iconización y borrado de Gal e Irvine (1995) para significar la asociación u omisión, respectivamente, de atributos positivos o negativos en relación con cierto objeto. La dicotomía expresa una oposición supuestamente innegociable, mientras que la recursividad, también de Gal e Irvine, supone la aplicación de una dicotomía a otro nivel. Finalmente, la simplificación dramática consiste en simplificar (por ejemplo, “todo/nada”) para enfatizar la necesidad, viabilidad, importancia y alcance de interpretaciones sobre la realidad (Snow y otros 1986, 470). En cuanto a testimonios de conversión, pueden ser directos (“creía aquello pero ahora creo esto”) o indirectos (“no me entienden”).

La identificación de tendencias y heterogeneidad derivó de una triangulación entre registros. Es decir, se verifica una tendencia de marco si la mayoría de los informantes coinciden en cierto enmarcado. Ahora bien, otras prácticas colectivas pueden desmentir tal consenso, o evidenciar heterogeneidad en el marco. Asimismo, el marco puede concordar o contrastar con marcos externos al grupo contestatario.

Resultados

Praxis en América Latina

PeAL es un grupo autodenominado humanista marxista, porque sigue la interpretación marxista de Raya Dunayevskaya (1910-1987), una “pensadora-activista” estadounidense. Se origina en 2014 a raíz de la iniciativa del sobrino de Dunayevskaya, instalado en México con la intención de replicar la organización de su tía, News and Letters Committees, enfocándola a América Latina. En 2015, el grupo inicia la publicación impresa del periódico Praxis en América Latina. Su otra actividad es la realización de “círculos de estudio” sobre textos fundantes del humanismo marxista (Hegel, Marx, Dunayevskaya) y la historia del zapatismo. Integra una media docena de participantes comprometidos y algunos simpatizantes que colaboran irregularmente, liderados por el fundador y un “coordinador”.

Sus marcos de diagnóstico y pronóstico presentan una notable homogeneidad, dado que los dirigentes enfatizan el aprendizaje y fidelidad ideológicos como principio rector del grupo. Por tanto, quienes desarrollan una vinculación estable aceptan este adoctrinamiento. Los marcos se construyen mediante la socialización ideológica, que comprende el estudio de escritos, la interacción entre líderes y seguidores, y ejercitarse en formular interpretaciones humanistas marxistas. En última instancia, se configura una mirada dogmática, como ilustra esta afirmación: “la realidad es dialéctica, la vida es dialéctica; lo que no esté enfocado desde ahí está deformando la realidad” (Sara,7 10 de octubre de 2018).

El marco de diagnóstico se encuadra en la dicotómica lucha de clases del marxismo tradicional. El capitalismo, hoy neoliberalismo, con el Estado a su servicio, estaría destruyendo México -territorio y población- en beneficio de una élite político-económica (Praxis en América Latina 2018b, 1-2). En consecuencia, la democracia es una farsa orientada a legitimar la explotación del pueblo por parte del capital: bajo la apariencia de representación política, los partidos en realidad representan los intereses capitalistas. Ningún entrevistado votó en las elecciones de 2018; se definen como “apartidistas” en el sentido de “no creer” en los partidos políticos. Por otro lado, las clases subalternas (por caso, trabajadores, mujeres, indígenas) presentan resistencias a esta dominación y ocasionalmente hasta han podido rebelarse abiertamente (por mencionar, el zapatismo). Pero el Estado busca reprimir las iniciativas emancipadoras. En esta línea, algunos miembros de PeAL han desarrollado un marco persecutorio, según el cual su actividad estaría siendo monitoreada por el aparato estatal. Esta sospecha personaliza recursivamente la lucha del Estado contra la sociedad.

En esta lucha, el pueblo muestra “hartazgo” por el maltrato estatal, pero se debate entre la pasividad y la esperanza electoral, y, la resistencia y rebeldía. Por ejemplo, “la indignación está ahí, pero la indignación no alcanza; me parece que vamos muchas generaciones que estamos despolitizadas y la política incluso ya no significa nada para nadie, y estamos muy habituados (…) a que llegue alguien y votemos por él y lo resuelva todo” (Laura, octubre 15, 2018). Así explica PeAL la victoria electoral de Morena: como otro engaño del “sistema”. “[La gente] no ve más que en las elecciones (…), no ven más allá, porque el sistema se ha encargado de encajonarnos, en que nada es posible fuera del sistema capitalista” (Paola, octubre 9, 2018). Por tanto, no hay que esperar nada sustantivo del sexenio de López Obrador, un lobo capitalista vestido de cordero de izquierda. Lo único rescatable es el deseo popular de cambio social que subyace tras el voto (Héctor 2018).

El marco de diagnóstico se aplica como esquema de inteligibilidad cuando ocurre algún suceso social cuyos detalles son desconocidos; constituye un pre-juicio que elimina la incertidumbre afirmando el antagonismo Estado-capital vs pueblo. Por ejemplo, tras la agresión de unos “porros” a estudiantes de la UNAM el 3 de septiembre de 2018, en una reunión de PeAL se afirmó sin pudor que el rector había orquestado este ataque (porque supuestamente pertenece a la dirigencia del Estado y, por tanto, busca reprimir la “emancipación” del estudiantado).

En suma, el marco de diagnóstico exhibe claros rasgos de amplificación: es un relato de blancos y negros, buenos y malos. Se simplifica la realidad social mediante la afirmación acrítica de categorías homogéneas, sin atender, por caso, la imbricación entre las clases subalternas y el capitalismo (Cadena-Roa 2018, 44). Más que esencializar personas o colectivos como víctimas o verdugos, cabría contemplar procesos capitalistas que atraviesan el espectro social. De este modo, el diagnóstico de PeAL refleja un universo simbólico de corte mitológico (Berger y Luckmann 2012, 118-132), concretamente una mitificación de cierta interpretación de Marx tomada como explicación incontestable del mundo. Se produce un cortocircuito entre premisas y conclusiones en el que los razonamientos acomodan o añaden datos convenientemente.

Una vez identificado el capital(ismo) con la raíz de los males sociales, sigue un marco de pronóstico que prescribe su “destrucción”, en línea con el marxismo tradicional. PeAL rechaza cualquier “reformismo” que no sea trascender, eliminándolo, el modo de producción capitalista, y así construir “nuevas relaciones humanas” (Praxis en América Latina 2018a, 15, 37 y 43). El grupo se concibe “revolucionario” en tanto que cree contribuir al fin del dominio capitalista e inicio de la era humanista marxista. Dicho por Felipe, el “coordinador”: “esa (…) teoría de que puedes cambiar las cosas desde dentro (…) yo no creo en eso; yo creo que hay que destruir el sistema y construir otra sociedad en su lugar” (octubre 19, 2018). Y cree que una vez el capitalismo caiga en un país se desencadenará un efecto dominó a nivel mundial. Esto contrasta con la valoración de Cadena-Roa (2018, 43) acerca de la Historia desde Marx: “en ningún caso las revoluciones han producido igualdad y libertades políticas al conjunto de la población”.

Así, PeAL es antinstitucional: aboga contra cualquier colaboración con el Estado, esbirro del capital. Su pospartidismo está estrechamente vinculado con el concepto de partido político como agente capitalista: este queda anulado al negar la premisa del capital. Sin embargo, no se rechaza la posibilidad de que en la nueva era pueda reformularse. Como apunta Rodrigo, el fundador de PeAL: “obviamente es necesaria la organización en el futuro; yo no soy anarquista (…) pero cómo va a ser, si con partidos o qué [tipo de] partidos, quién sabe” (octubre 16, 2018). En todo caso, a la “revolución” no se llegará por medio de los partidos actuales, sino por el esfuerzo del pueblo apartidista. Siguiendo con el mismo testi monio: “la construcción de algo nuevo (…) está fuera de los partidos políticos”.

De momento, PeAL busca ahondar las “contradicciones” del capitalismo aplicando el “método” de la “filosofía de emancipación social”. Dicho método consiste en introducir la ideología humanista marxista en los “movimientos desde abajo a la izquierda” -expresión zapatista de la que PeAL se ha apropiado- para que unan teoría y práctica en un círculo virtuoso. De aquí el nombre del grupo, que sintetiza su misión (teoría + práctica = praxis) para el continente latino (Praxis en América Latina 2018b, 2 y 2018c, 6; Héctor 2018). En otras palabras, PeAL aspira a que sus marcos interpretativos dirijan la acción colectiva contestataria. Sin la guía del humanismo marxista, dicen, no será posible llegar a la “revolución”. No obstante, hasta ahora no han podido introducir su ideología en ningún movimiento social, lo cual interpretan como una deficiencia de movimientos demasiado “activistas” o que no ha llegado todavía el “momento”, y no como problema de su abordaje.

En todo caso, su ideología es irrenunciable: configura su identidad y Verdad. Esto implica oponerse al “teoricismo” y “vanguardismo” de los demás grupos marxistas, y al “activismo” de los movimientos no suficiente o correctamente pensantes. Aparte del grupo de Dunayevskaya, con el que apenas hay contacto, PeAL no identifica ningún interlocutor o colaborador intelectual para su labor. Este purismo ideológico -iconización de PeAL y borrado de lo ajeno- ha creado recelos en su entorno, por ejemplo: “me he topado con gente que ya había tomado círculos [de estudio] con ellos y la impresión que ellos tienen de Rodrigo y Felipe es que son, pues sí, sumamente teóricos, y que son incluso (…) un poco autoritarios, que (…) descartan (…) otras formas del marxismo” (Elena, octubre 12, 2018). Felipe se defiende: “para muchos grupos seguimos siendo un grupo de teóricos que hacen teoría y ahí están en su rollo; no lo ven porque están cegados a ello”. Estarían “cegados” a la Verdad, que el “coordinador” expresa así: “no es solo el individuo que encontró el sentido de su vida, sino [que] es el individuo que se siente en conexión con el movimiento de la Historia, y a pesar de que yo llevo una vida muy aislada en el sentido de que no es que tenga yo muchos amigos, me siento en una fuerte conexión con la Historia en general” (octubre 19, 2018). Otros participantes hablan del humanismo marxista como “espiritualidad”. Todo ello sugiere que este grupo vehicula un tipo de religiosidad laica. Por otro lado, como apuntan estos testimonios, el “teoricismo” y “vanguardismo” criticados afuera de PeAL se reproducen recursivamente adentro, en tanto que el grupo se centra en tareas intelectuales y procura imponer su visión ideológica.

Dicho esto, aunque PeAL no consiga vincularse con movimientos puede señalar el zapatismo como utopía operante y evidencia empírica del humanismo marxista. Antes de integrarse a PeAL los participantes fueron seguidores del zapatismo, y el grupo lo ensalza. De nuevo Felipe: “no hay movimiento como el zapatista, que haya durado tanto, que haya profundizado tanto; sí, no lo hay; y que tenga esa visión entre teoría y práctica” (octubre 19, 2018). Según ellos, comprende “buen gobierno”, “nuevas relaciones humanas”, un modo de producción no capitalista y una praxis emancipadora. Como otros colectivos, lo han idealizado debido en gran parte a la construcción de una fachada pública (Goffman 2012) por el zapatismo, que calcula y controla cómo interactuar con su entorno, proyectando así una imagen deseable.

Para finalizar el análisis del marco de pronóstico, cabe hacer notar que los testimonios de los participantes muestran una clara transformación de este marco a raíz de su experiencia en PeAL. Entrar en la órbita del grupo y socializarse en el humanismo marxista ha supuesto una reorientación de su visión de la realidad social. Ahora bien, esta aparente conversión narrada en el pasado también puede servir para legitimar el posicionamiento presente (Taylor y Littleton 2006). Esto se observa en afirmaciones ideologizadas que malinterpretan la realidad reflejando el adoctrinamiento del grupo. Así: “creemos que eso es [a] lo que nos está convocando el Concejo Indígena de Gobierno: a construir este tipo de organización [consciente], no el de realizar actividades del activismo por el activismo” (Juan, octubre 4, 2018). Esta persona está proyectando la ideología de PeAL al Concejo. En todo caso, Paola ilustra la satisfacción de estas personas: “finalmente me siento íntegra, me siento contenta conmigo misma, me hace muy, muy feliz, el estar comprendiendo lo que pasa” (octubre 9, 2018). Es en este sentido de iluminación existencial que los informantes diluyen la frontera entre el humanismo marxista y su vida personal o espiritualidad: esta hermenéutica totalizante desborda su experiencia en el grupo y penetra otras dimensiones vitales. En un lenguaje cuasimístico, “me siento como muy encontrada ahora, muy encontrada conmigo, como que aquellos momentos en que sentí ese impulso de irme a la guerrilla ahora está encontrando un lugar (…) donde puedo estar, donde puedo convivir, donde puedo (…) recrear una manera de ver las cosas desde las luchas mismas y con las luchas mismas” (Sara, octubre 15, 2018). De otra parte, el aislamiento y superioridad ideológicos de PeAL frente al resto de grupos marxistas y al “activismo” en general conlleva la impresión de que ‘no nos entienden’, lo cual evidencia indirectamente la transformación de marco.

En cuanto al marco de motivos, ya mencioné el apoyo al zapatismo como factor influyente en la atracción a PeAL. Además, mediante la socialización ideológica se establece un círculo entre este marco y la creencia doctrinal: a mayor apego ideológico, mayor convicción en la vinculación con el grupo. En este sentido, la elaboración del periódico y los “círculos de estudio” facilitan el aprendizaje doctrinario, además de generar satisfacción. En boca de Olga, “esa es la parte que me ha gustado: de cómo conectamos con los movimientos, de que realmente los vemos como sujetos revolucionarios, no como objetos que nos sirven para hacer nuestra nota periodística, sino que la voz de ellos es la parte teórica, la parte fuerte, la parte sustancial del periódico” (octubre 13, 2018).

Por otro lado, en consonancia con el contexto cultural mexicano-occidental, el marco de motivos está enraizado en la moral judeocristiana, que el marxismo ha secularizado (Nietzsche 1986, aforismo 472). Los entrevistados apelan al cambio social “revolucionario” para que triunfe el Bien y así salvar el mundo de las maldades del capitalismo. Por ejemplo, “la realidad concreta es la necesidad absoluta de cambiar este sistema social, económico y político; sin esto no hay un futuro para la Humanidad” (Rodrigo, octubre 16, 2018). Este dramatismo fomenta la impresión de que participar en PeAL es crucial para el destino de la raza humana; de este modo, sus integrantes pueden sentirse importantes y experimentar esa conexión trascendental con la Historia, a la que alude Felipe.

La nula incidencia de PeAL en los movimientos sociales, su aislamiento ideológico, la escasa membresía y, en general, la exigua evidencia de colapso capitalista se gestionan empleando tres estrategias. Primero, se recurre a la interpretación de una realidad oculta, solo disponible a creyentes del humanismo marxista (Cadena-Roa 2018, 37-38). Segundo, desde la superioridad ideológica de poseer la Verdad se culpa a terceros de “vanguardismo” o “activismo”, es decir, de poner trabas en el camino hacia la “revolución”. Por último, la fe en “la dialéctica”, concebida como fuerza motora de la Historia, permite creer en el eventual triunfo del humanismo marxista. En fin, como otras religiosidades (pensemos, por ejemplo, en la homología con la fe cristiana, su doctrina revelada y la divina providencia) PeAL maneja las inconsistencias del presente y la incertidumbre del porvenir mediante el encumbramiento de un universo simbólico a-racional.8 Así, se mantiene la motivación pese a evidencias empíricas que contradicen la causa.

Por México Hoy

PMH es una iniciativa de Fundación para la Democracia, organización creada y presidida por Cuauhtémoc Cárdenas. Se origina en 2015, tras la salida de Cárdenas del Partido de la Revolución Democrática, por desacuerdos en el manejo del caso Ayotzinapa. Busca generar un “proyecto de país” que reemplace el proyecto neoliberal, y una “mayoría social” que pueda implementarlo. Para ello hace un “llamado” a la sociedad civil “de izquierda” a organizarse y unirse; esto a través de foros estatales y otras actividades de articulación política no partidaria. Publica documentos que gradualmente van explicitando el nuevo proyecto. Está coordinado desde la Ciudad de México, donde participan una treintena de personas, y mantiene contacto con una red heterogénea de organizaciones sociales alrededor del país.

Como punto de partida del marco de diagnóstico los entrevistados coinciden en que el sistema político mexicano no representa a la ciudadanía sino a los propios intereses de una minoría político-económica, “una élite política que busca sostenerse como una aristocracia que aún mantiene privilegios y (…) se han olvidado de las causas sociales, se han olvidado de la gente” (Benito, octubre 5, 2018). Así, se establece una dicotomía entre población y minoría gobernante. A esta oligarquía se la etiqueta y caracteriza negativamente: goza de “privilegios” exclusivos y opera el régimen neoliberal, ordenamiento opresivo que se opone a la verdadera democracia. El sistema político “es la máquina de los ricos y toda su praxis sigue estando para reproducir el sistema neoliberal” (José, octubre 2, 2018). La democracia procedimental existente sería un simulacro, una fachada legitimadora de la ideología de derecha.

Esta crisis de representación política comprende una constelación de “vicios” y consecuencias negativas. Entre los primeros se encuentran el patrimonialismo, clientelismo, informalidad y conservadurismo institucionales, no rendición de cuentas, corrupción e impunidad, y un alto costo al erario. Los resultados incluyen la despolitización ciudadana, el incremento de la desigualdad social y, en general, la incapacidad del sistema político para vehicular la mejora social. En la misma línea, pero con más contundencia, se expresan los documentos de PMH, los cuales pintan un panorama desolador de la democracia mexicana -simplificación quizás a modo de alarma social-. Por ejemplo, después de afirmar que “el sistema político vigente, en crisis, ha dejado de representar los intereses y anhelos del pueblo” (Por México Hoy 2015, 3) se asocia el Estado con el crimen organizado y el neoliberalismo a la destrucción del país (Por México Hoy 2018d, 4).

En contraste con estos consensos, hay desacuerdo en torno a la interpretación de las elecciones de 2018 y qué tanto se puede esperar del gobierno de López Obrador. En general, se atribuye la victoria de Morena a un voto de castigo contra los partidos tradicionales. Los participantes jóvenes9 muestran cierta esperanza de que el nuevo gobierno mejore el país, al menos en comparación con las administraciones anteriores. Tienden, por tanto, a enfatizar el deseo popular de cambio político. En contraste, la generación próxima a Cárdenas es escéptica, si no abiertamente crítica, de López Obrador (esto debido a la problemática relación entre ambos líderes políticos desde 2006), a quien no consideran realmente de izquierda. Subrayan el voto de castigo. Opera aquí una iconización negativa producto de prejuicios biográficamente incorporados. Esta es la posición que se expresa en un comunicado acerca del nuevo gobierno (Por México Hoy 2018c, 4), lo cual refleja la dominancia de esta facción sénior en PMH.

En todo caso, pese al discurso antineoliberal del nuevo presidente, en PMH no creen que el neoliberalismo realmente vaya a terminarse en este sexenio. Interpretan que, en realidad, ocurrirá un reacomodo del régimen económico para tolerar ciertas políticas redistributivas (clientelares) de López Obrador (Por México Hoy 2018c, 5). Así, se establece una recursividad de la dicotomía izquierda-derecha al interior de la izquierda, entre la auténticamente neoliberal y aquella que no lo es y, por tanto, en el fondo sería de derecha.

El marco de pronóstico responde a la “destrucción” del país por el régimen neoliberal. Consiste en “la construcción de una mayoría social en torno a un proyecto de país y un programa común para llevarlo a cabo” (Por México Hoy 2018a, 7). Esta “mayoría social” emerge del “llamado” de PMH a la sociedad civil, en particular a personas y colectivos que se identifican con la “izquierda progresista” antineoliberal (Por México Hoy 2017, 8). De la mano de PMH la sociedad elabora, consensua e implementa el “proyecto”, lo cual a mediano-largo plazo implica el paso a una “mayoría política”. Entre 2015 y 2017, PMH realizó 27 foros estatales para recoger los agravios, necesidades y deseos de la población. La síntesis de este esfuerzo es el documento 210 propuestas por un México de iguales (Por México Hoy 2018a), de momento la iteración más cercana al “proyecto de país”. Se trata ahora de emplear este instrumento para seguir convocando a la “mayoría social” y con ella acordar la hoja de ruta para la transformación de México.

Este relato formula un antagonismo entre el régimen existente, representado por los partidos, y la mayoría emergente, a la cual PMH dice representar. Así, este grupo encarnaría la voluntad popular y lideraría el establecimiento de un nuevo pacto social. “En Por México Hoy, reconocemos la urgente necesidad de replantear el Pacto Social entre los agentes que participan en la construcción de bienestar de la población: familias, gobiernos, mercado y comunidad” (Por México Hoy 2017, 32). Ahora bien, el “proyecto de país” que impulsa PMH no deriva de la mera suma de demandas sociales; los datos de los foros han sido procesados a través de un filtro ideológico “de izquierda progresista” que permea las actividades de PMH. En particular, se interpreta que, en oposición al desmantelamiento del Estado por el neoliberalismo, debe regresarse a un Estado de Bienestar: “El Estado democrático que proponemos debe reconstruir, reasumir y ampliar su función social para garantizar, integralmente, los derechos económicos, sociales, culturales y territoriales de la población” (Por México Hoy 2018a, 23). Sin embargo, no se asume una postura anticapitalista, típicamente marxista, por ser demasiado extrema. De otra parte, PMH insiste en la necesidad de una nueva constitución que cristalice el “proyecto de país” (Por México Hoy 2017, 47). Esta carta magna funciona como icono de la anhelada refundación de México.

Los participantes han internalizado este marco oficial de pronóstico y lo recitan con facilidad cuando se les pregunta acerca de PMH. Ahora bien, algunos testimonios advierten de problemas en la construcción del marco autorizado. Por ejemplo:

Francisca: -Si yo le digo a mi vecina, ‘estamos buscando a la mayoría social’, me va a decir ‘¿qué es eso?’.

Investigador: -¿Y ahora cómo lo explicarías a tu vecina?

Francisca: -Le diría que es el empuje, que es una fuerza (…) como una fuerza emanada a partir de la politización de las personas (…) que implica una toma de conciencia de las condiciones actuales en el país, y que quiere hacer algo (octubre 30, 2018).

Hay en esto una comprensión de estar ante diferentes públicos: por un lado, una élite de líderes sociales y personas con cierto nivel educativo a quienes van dirigidos los textos de PMH; por otro lado, la ciudadanía de a pie, que requiere de marcos explicativos más asequibles.

En esta línea, entrevistas y prácticas colectivas ponen de relieve una divergencia generacional en la formulación del pronóstico. Cárdenas y sus allegados enfatizan la necesidad de establecer una soberanía económica dirigida por el Estado. En cambio, los jóvenes subrayan la exigencia de ética, pedagogía e innovación políticas. En palabras de Jesús, más cercano al segundo grupo, “hoy más que nunca (…) las disputas que hay que dar tienen que ver con corrupción, tienen que ver con impunidad, tienen que ver con justicia, y poca gente se está preocupando de la infraestructura y de las columnas que necesita un país para ser independiente y soberano” (octubre 23, 2018). Esta disputa interna no es baladí, porque incide en la capacidad de PMH de conectar con la población, es decir, de poder alinear las preocupaciones populares con su marco de pronóstico para así conseguir la anhelada “mayoría social”. De momento, en los textos se refleja la posición de los séniores, pero el discurso anticorrupción ganador de las elecciones de 2018 sugiere cierto desajuste entre esa línea oficial, de una parte, y los júniores y la ciudadanía, de otra parte. Por otro lado, los jóvenes han vehiculado sus inquietudes impulsando la Red de Sintonías, un “espacio” para reimaginar la política en oposición a las prácticas políticas tradicionales, tachadas de “clientelares” (Por México Hoy 2018b).

El marco de pronóstico de PMH es muy crítico de la política institucional, pero no es antinstitucional. Más que en los textos, esto se aprecia en los testimonios y las prácticas del grupo. Los escritos se centran en denunciar fallas presentes y exponer propuestas a futuro. En cambio, las vivencias personales y grupales comprenden experiencias y deseos de inserción institucional. Así, los entrevistados concuerdan en su apoyo a la democracia representativa de partidos, aunque puntualizan que esta debe ser reformada a profundidad, introduciendo la competencia de candidaturas independientes y una fiscalización efectiva de los partidos. “Ni estamos en contra de los partidos, ni creemos que las candidaturas independientes sean la única vía de disputar las instituciones, más bien no creemos en la gente que está controlando las cúpulas de estos partidos” (Jerónimo, septiembre 28, 2018).

En este sentido, oficialmente PMH no busca convertirse en partido político, pero el discurso de “construir una mayoría social” que derive en “mayoría política” implícitamente posibilita la formación de un partido que represente a esas mayorías. En corto, estos participantes admiten que más tarde o temprano será preciso pensar en conformar ese partido (particularmente tras la decepción electoral de las candidaturas independientes en 2018). En palabras de Antonio, “todavía es prematuro, hay que caminar un poco más; pero no es descartable. Si toda esta fuerza social desplegada en el territorio no termina de tener representación política, entonces sí va a ser más urgente la necesidad de tener un partido” (septiembre 13, 2018). En consecuencia, el pospartidismo de PMH no se caracteriza por un rechazo al partido como forma de intermediación política; más bien, se trata de superar la actual opresión de los partidos existentes y reconstruir la democracia representativa de la mano de un partido ‘bueno’, capaz de reformar el sistema de partidos. Al preguntarles por qué un nuevo partido no caería en la misma dinámica “corrupta” de los partidos existentes, los informantes dijeron que ese partido puede construirse si se fundamenta en prácticas y valores democráticos. No obstante, la historia de los partidos en México y otros países cuestiona el realismo de esta creencia.

En suma, la visión de PMH es de unidad nacional de izquierda en torno a un “proyecto de país”, como recomienda Lechner (2000), en contraposición a la actual fragmentación de las izquierdas en el paisaje neoliberal. No obstante, el “llamado” a esta unidad se ha limitado en la práctica a la producción y difusión de escritos. El discurso de apertura ideológica e invitación a la sociedad civil contrastan, según mi observación participante, con el cierre de las actividades de PMH a personas y grupos “de confianza”, y su desinterés por proyectos afines. El énfasis en textos y la falta de concreción de una estrategia para “construir la mayoría social” señalan una tendencia al intelectualismo gramsciano, es decir, PMH como intelligentsia contrahegemónica. Sumadas a esta escasa operatividad, la falta de recursos y la desaceleración de actividades durante las elecciones de 2018 han mermado sustantivamente su perfil público y capacidad de convocatoria.

En cuanto al marco de motivos, la trayectoria política previa predispone a la participación en PMH. En algunos casos se trata de influencias familiares; en otros, experiencias en movimientos u organizaciones sociales. El entorno próximo a Cárdenas comparte con él un recorrido de militancia perredista, truncada en algún momento a partir de 2006. Ese partido ha decepcionado a muchos integrantes de PMH. En todo caso, el descontento social generalizado con el desempeño de todos los partidos políticos y recientemente del sexenio de Peña Nieto propicia el interés por una iniciativa crítica del funcionamiento de las instituciones públicas. En otras palabras, PMH ha aprovechado una coyuntura política que facilita el alineamiento de marcos.

Una mayoría de informantes fueron convidados a participar por conocidos o amigos. Mediante sucesivas oleadas de invitaciones a personas cercanas, PMH se ha ido configurando como red interpersonal: “sí hemos logrado construir un espacio de confianza, seguro [que] no para todos, pero en general un espacio de confianza” (Jesús, octubre 23, 2018). En este sentido, los integrantes destacan esas relaciones interpersonales como factor motivante clave, no solo para iniciar la participación sino también para sostenerla en el presente y a futuro; hablan de sentirse “acompañados” por otras personas con un proyecto en común, de alcance nacional y a largo plazo. Esta incorporación a algo ‘más grande’ contextualiza y redimensiona sus proyectos personales o locales, generando satisfacción existencial. Ello se puede conceptualizar como una transformación del marco de pronóstico; por ejemplo, “en Por México Hoy encontré esa meta a largo plazo, entonces eso me da estabilidad ideológica emocional” (Jacinto, septiembre 20, 2018).

Aquí se observa una discrepancia entre, por un lado, la afirmación de valores universales en los textos oficiales -igualdad, justicia, libertad, soberanía y democracia- como centro motivante de la actividad de PMH y, por otro lado, el énfasis de los informantes en los beneficios de las relaciones internas al grupo como principal estímulo. Es la diferencia entre escritos dirigidos a las masas y testimonios de vivencias grupales. Ahora bien, la moral emerge al preguntar por la ideología de los entrevistados; en oposición a la derecha neoliberal, asocian su postura “de izquierda progresista” con la igualdad, la justicia social y los derechos humanos.

Los participantes de PMH también se impulsan fijándose en objetivaciones utópicas, es decir, modelos inspiradores que de alguna manera encarnan en el presente el horizonte perseguido. Los textos acerca del “proyecto de país” constituyen una primera objetivación motivante: “eso [el documento 210 propuestas] me da certidumbre de que hay un proyecto que se está empujando, un proyecto de país; al menos en narrativa está plasmado” (José, septiembre 24, 2018). Como parte de este relato, el propósito de formular una nueva constitución cristaliza el deseo de refundar el país. Segundo, Cárdenas modela la dedicación a la causa altruista de construir “un México de iguales”. Su figura prestigia la iniciativa, atrae adeptos e incentiva la participación. “Del ingeniero Cárdenas yo percibo que es (…) uno de los pocos estadistas que hay actualmente, para mí. Es una persona con una perspectiva de país, de Estado de largo plazo, y yo creo que de esa gente se aprende mucho” (Mario, septiembre 14, 2018). Los informantes se refieren a él como “el Ingeniero”, a modo reverencial. Estrechamente vinculado con Cárdenas, en tercer lugar, se halla el cardenismo, es decir, la corriente ideológica originada por el mandato de su padre, el presidente Lázaro Cárdenas. Este referente histórico inspira particularmente a la generación sénior. Así, PMH puede concebirse como neocardenismo. Pero la generación joven presta mayor atención a modelos actuales de “innovación política”, como el partido español Podemos y el “municipalismo español”, aludiendo a Barcelona y Madrid.

Sin embargo, la desaceleración de PMH a partir de 2018 perturba el marco de motivos y puede resultar en una transformación del marco de pronóstico, concretamente en dejar de creer que PMH sea la vía adecuada para canalizar la transformación política, lo cual desarticularía al grupo.

Comparación

El marco de diagnóstico de PMH y PeAL está alineado con el marco maestro trasnacional de antineoliberalismo que caracteriza la acción colectiva contestataria en las últimas tres décadas. Ambos grupos presentan un discurso catastrofista acerca del régimen neoliberal y sus efectos, de los que destaca la falsificación de la democracia. Cabe señalar su rechazo al utopismo de Morena: tras las elecciones de 2018, ni se regenera la política ni se termina el neoliberalismo. Ahora bien, el discurso público catastrofista ha sido criticado por normalizar la crisis como constante de la sociedad contemporánea (Sztompka 1995, 57). Tal simplificación vacía las críticas de contenido significativo y, en consecuencia, dejan de ejercer el efecto deseado, como en la fábula de Esopo El pastor mentiroso.

Mientras PMH iconiza “la izquierda” sobre “la derecha”, PeAL ensalza a “los de abajo” ante “los de arriba”. Estas polarizaciones del espacio social establecen marcos populistas (Laclau 2009). PMH busca articular la cadena de demandas sociales insatisfechas en torno al “proyecto de país” y PeAL alrededor del “método” humanista marxista. Sin embargo, estas pretensiones resultan artificiales por ser construcciones elitistas que en realidad no emergen de las demandas populares. Síntoma de ello es la dificultad en comunicar “proyecto” y “método”, respectivamente, a las partes supuestamente interesadas. Así, las dicotomías derecha/arriba vs izquierda/abajo se reproducen recursivamente, de forma inadvertida, mediante la división del trabajo intelectual y manual: estos grupos son élites que piensan aquello que el pueblo debe accionar.

PMH incorpora mayor apertura ideológica que PeAL en los marcos de diagnóstico y pronóstico; se estila “espacio político progresista, abierto, incluyente, y plural”.10 En contraste, PeAL se denomina “organización humanista marxista”, punto. Efectivamente, los marcos del primer grupo muestran mayor heterogeneidad que los del segundo. En particular, PeAL reduce el cambio social a la dialéctica, ignorando otros posibles esquemas de inteligibilidad (Castellanos 2013). Dicho esto, el diálogo en PMH se reduce a participantes “de confianza”, los cuales articulan un “proyecto” no sujeto a mecanismos de representación. Es decir, este grupo reproduce lo que critica de los partidos -que no representan a la población-. Por su parte, PeAL dice escuchar las “voces desde abajo”, pero solo como primer paso en un “método” predeterminado e incontestable, que como el “proyecto de país” las masas deben aceptar. De nuevo, representación inadecuada: el grupo se autonombra tutor intelectual de la población. Emerge así el mismo patrón de dominación que el de los partidos políticos sobre la ciudadanía-elitismo y no representación política-, que surge irónicamente de estas dos ‘soluciones’ al problema neoliberal. Tal resultado coincide con el hallazgo de reproducción de la dominación que obtuve en un estudio sobre el CONACI (Compte 2019a).

Esta dinámica contraproducente constituye la faceta empírica de la sospecha posmoderna contra los grandes relatos y, concretamente, las utopías políticas (Carretero 2005, 52). En esta línea, destaca el desajuste entre los marcos de unidad nacional y marxismo, por un lado, y el marco cultural occidental del pluralismo individualista, poco dócil a aceptar en la práctica uniones o verdades que puedan amenazar la autonomía personal o local.

Pasando a la utopía, el análisis ha mostrado que los marcos de ambos grupos efectivamente exhiben rasgos utópicos, particularmente de amplificación. Reiteradamente, los entrevistados, los documentos y la observación participante evidencian iconizaciones, dicotomías, recursividades y simplificaciones dramáticas. Asimismo, todos los informantes de PeAL expresan un proceso de conversión a la verdad humanista marxista. Esta conversión articula el marco de motivos, que se puede sintetizar en creencias en lo bueno y lo verdadero. En PMH la transformación de marco es más sutil, pero también está relacionada con sentirse parte de ‘algo más grande’, es decir, trascender la historia personal y conectarse a la Historia universal. A diferencia de PeAL, donde prima la doctrina, esa conexión está mediada por otros participantes con quienes se han establecido relaciones “de confianza”. Ahora bien, en ambos grupos ese deseo trascendental contrasta con el marco cultural individualista, el cual -según los indicios de este estudio- tiende a imponerse en caso de conflicto abierto.

Las utopías políticas de estos grupos abrevan del pospartidismo, pero no se identifican principalmente con esa utopía. PMH vehicula una utopía que se puede denominar de unidad nacional de izquierda, mientras que PeAL media la utopía humanista marxista. El pospartidismo entra en estas utopías en tanto que ambas critican duramente el actual dominio opresivo de los partidos políticos sobre el proceso político institucional y la ciudadanía. PMH y PeAL descartan, por tanto, la continuidad a futuro de los partidos en la manera “corrupta” en la que han estado funcionando. Pese a las diferencias ideológicas, conciben el partido futuro, si alguno, como producto de cambios sociales sustantivos (“mayoría social de izquierda” y prácticas genuinamente democráticas, “revolución” y “nuevas relaciones humanas”). Esto contrasta con la pretensión del CONACI de eliminar, o como mínimo marginar, los partidos del futuro sistema político (Compte 2019a).

Estos tres casos -PMH, PeAL y CONACI- evidencian que la utopía pospartidista no es un proceso unitario ni homogéneo, sino un conjunto de utopías críticas del funcionamiento de la democracia existente y, concretamente, de los partidos. Estas utopías pospartidistas se imbrican con otras utopías, como el cardenismo o el comunismo. Además, pueden adquirir rasgos de sus propios enemigos, en este caso reproduciendo la dominación de los denostados partidos. En suma, atendiendo a la hipótesis base (H0), en estos grupos la discontinuidad “partidismo”-pospartidismo está presente, pero actúa como un, no el, principio organizador de la interpretación de la realidad social.

Las objetivaciones utópicas halladas en PMH y PeAL verifican la segunda hipótesis (H1). Ambos grupos idolatran a personajes fundantes de sus utopías: los Cárdenas padre e hijo en PMH y la tríada Hegel-Marx-Dunayevskaya (homóloga a la Trinidad cristiana) en PeAL. En el presente y a futuro enaltecen modelos que representan la sociedad ideal: el “proyecto de país” materializado en el documento 210 propuestas (con su alter ego: la nueva constitución) y el zapatismo, respectivamente. Así, abarcan toda la temporalidad -pasado, presente y futuro- pudiendo ‘viajar’ en el tiempo a conveniencia. El deseo utópico se mueve entre la nostalgia y la esperanza (incluyendo la ensoñación poco realista). Este tiempo totalizado pierde paradójicamente su cualidad temporal, porque se eterniza. La utopía busca clausurar la Historia (Martorell 2017).

Por último, también se comprueba la tercera hipótesis (H2), aunque de distinta manera para cada colectivo. La interacción ideológica es esencial en la configuración de PeAL; ella produce participantes comprometidos, que dicen haberse convertido al humanismo marxista, o exmiembros insatisfechos por el autoritarismo doctrinal. De este modo, la continuidad de grupo y utopía depende de su capacidad proselitista en el entorno marxista, es decir, de poder convencer que la interpretación de Dunayevskaya es la Verdad. Se asemeja, pues, a una secta gnóstica (salvación por conocimiento). En cambio, la interacción relacional fundamenta la conformación de PMH, generando una solidaridad que prefigura la “mayoría social”. Así, la continuidad de este grupo radica en poder abrirlo a la sociedad, más allá de la zona de confort relacional en la que hasta ahora se ha movido.

Conclusión y reflexión final

En este trabajo he desarrollado un modelo para el análisis de las utopías, partiendo de su conceptualización en los estudios utópicos y de la teoría de los marcos de la acción colectiva. A continuación, he ilustrado su viabilidad aplicándolo a la indagación del fenómeno utópico en dos mediaciones colectivas contemporáneas. Estos grupos vehiculan utopías imbricadas con la utopía pospartidista, es decir, ellos y otro grupo estudiado con anterioridad son variantes del pospartidismo, entendido como crítica al dominio opresivo actual de los partidos políticos sobre el proceso político institucional y la ciudadanía, y un

deseo colectivo de superar esa opresión a futuro. No obstante, el pospartidismo estudiado cae, sin advertirlo, en la misma dominación que dice querer trascender. Interpreto, pues, que la cultura política no va a transformarse con base en buenas intenciones, doctrinas o liderazgos.

Esta conclusión da pie a la pregunta de por qué estas (y otras) mediaciones utópicas terminan reforzando el statu quo. Muy esquemáticamente, pienso que el orden social es relativamente estable, sobre todo a nivel estructural, institucionalmente. Las instituciones existentes (familia, escuela, gremio, iglesia, partido, Estado) desean y reproducen el orden social. Esta continuidad se asegura en gran parte por la internalización de ese orden en las personas vía socialización institucional, lo cual incluso implica mecanismos de “defensa” intersubjetivos que sabotean el deseo de cambio social sustantivo. Para que puedan emerger nuevas formas de socialización política que conduzcan a transformaciones de corte utópico es preciso desarrollar nuevas instituciones orientadas a producir esos sujetos novedosamente politizados. A priori podemos suponer que esas socializaciones pioneras se articulan en los movimientos sociales y los grupos utópicos. Sin embargo, frecuentemente estas expresiones colectivas -por distintas razones, por ejemplo, el pragmatismo- no desarrollan suficiente institucionalidad para consolidar la formación y mantenimiento de nuevas subjetividades políticas capaces de subvertir el orden social. De este modo, terminan reproduciendo el statu quo.

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1Junto a la inclusión sociopolítica mediante el corporativismo.

2Tipológicamente, se podría distinguir entre utopías “partidista”, pospartidista y de pluralismo intermediador, siendo esta última una apuesta por diversificar las formas de intermediación política.

3La revisión incluyó 37 artículos entre 1988 y 2018.

4Estos estudios asumen que la utopía es un motor de democratización o, en otras palabras, que la democracia tiene una dimensión utópica. Este no es un supuesto evidente, sino un posicionamiento teórico que otros estudios sobre democracia y democratización no necesariamente comparten (por ejemplo, Tilly 2000).

5Los otros tres son Nosotrxs (https://nosotrxs.org/), Nueva Constituyente Ciudadana-Popular (http://nuevaconstituyente.org/) y Wikipolítica CDMX (http://wikipolitica.mx/).

6Documentos de PMH (disponibles en: http://fundaciondemocracia.org/publicaciones/): 1) Hacia un país soberano, de iguales, con justicia y libertad (documento fundacional); 2) Imaginar un país; 3) Llamado por México; 4) 210 propuestas por un México de iguales; 5) El nuevo gobierno y lo que sigue; 6) Recuperar el territorio y la vida; 7) Cuidemos el voto de las candidaturas sin partido que luchan por Habitar y Democratizar la política. Documentos de PeAL: 1) periódico Praxis en América Latina, números 18 a 23 (disponible en: http://www.praxisenamericalatina.org/); 2) libro México: represión, resistencia y rebeldía (por encargo). A diferencia de PMH, PeAL no cuenta con documento fundacional.

7Los nombres de esta y otros informantes han sido cambiados para proteger su anonimato y confidencialidad.

8Ni estrictamente racional ni irracional, sino empleando selectivamente la racionalidad y combinándola con creencias no verificadas o no verificables empíricamente.

9PMH ha hecho hincapié en el diálogo político intergeneracional y tiene participación de dos generaciones diferenciadas: jóvenes de 25-35 años y adultos mayores que han acompañado a Cárdenas en su trayectoria política (p. ej. candidatura presidencial en 1988, jefatura capitalina en 1997-1999). De la generación sénior varios participaron en el reciente proceso constituyente de la Ciudad de México para elaborar y aprobar su primera constitución política.

Recibido: 03 de Junio de 2019; Aprobado: 28 de Enero de 2020

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