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Inter disciplina

versión On-line ISSN 2448-5705versión impresa ISSN 2395-969X

Inter disciplina vol.7 no.19 Ciudad de México sep./dic. 2019  Epub 25-Ene-2021

 

Reseñas

Carole Counihan y Valeria Siniscalchi (eds.) Food actvism. Agency, democracy and economy

Tommaso Gravante* 

* Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, UNAM. Correo electrónico: t.gravante@gmail.com

Counihan, Carole; Siniscalchi, Valeria. (eds.), Food actvism. Agency, democracy and economy. Londres: Nueva York: Bloomsbury, 2014. 251p.


La relación entre alimentación, política y acción colectiva no es nueva. La alimentación es un símbolo potente de lo que aflige a la sociedad, es una forma de transformar cuestiones como las clases sociales o la explotación en una realidad material y visceral. No hace falta recordar los motines populares -bread riots- en la Inglaterra del siglo dieciocho o los motines populares en Italia de 1898, llamados también las protestas del estómago -le proteste dello stomaco-. Ambos fenómenos sociales, y, como muchos otros casos similares a lo largo de la historia y del planeta, fueron guiados por el injusto aumento del precio del pan, de los impuestos sobre el trigo, el maíz, etcétera.

A finales del siglo XX, la alimentación se incorporó entre los objetivos de los movimientos sociales en distintas partes del mundo a causa de una serie repetida de hambrunas como la del Sahel (1968-1972), Bangladesh (1974) o de Etiopía (1984-1985). Esta última generó uno de los más grandes movimientos sociales y campañas internacionales antihambrunas. Otro giro en la relación entre alimentación y acción colectiva se dio con el inicio del nuevo milenio gracias al movimiento social transnacional que emergió desde las protestas en contra de las políticas neoliberales en la llamada Batalla de Seattle de 1999. El entonces llamado Movimiento por la Justicia Global, o Movimiento Alter-Globalización, se caracterizó, entre otras cosas, por una fuerte oposición a los ajustes estructurales, la des trucción ambiental y la mercantilización de diversos aspectos de la vida cotidiana como la educación, la salud e indudablemente la alimentación. De hecho, uno de los componentes más importantes de los movimientos transnacionales antiglobalización fue el movimiento La Vía Campesina, que tuvo la capacidad de imponer en la agenda internacional temas como la soberanía alimentaria, la reforma agraria y la biodiversidad, además de dar vigor y visibilidad a las luchas campesinas y/o indígenas en distintos puntos del planeta. Paralelamente, emergió y/o se hizo ver de manera más contundente otro fenómeno social: el activismo alimentario de distintos sujetos colectivos organizados. Un fenómeno que incluye las distintas formas de “disconformidad y resistencias practicadas por activistas políticos, agricultores, restauranteros, productores y consumidores. Con el objetivo común de con trolar o realizar un cambio en la producción, distribución y posibilidad de elección de los alimentos” (Counihan y Siniscalchi 2014, 7).

De hecho, el activismo alimentario apunta directamente a los procesos de producción, distribución, consumo y comercialización de alimentos que caracterizan el sistema capitalista. Los sujetos involucrados en esta actividad política reivindican a través de sus acciones un sistema alimentario más democrático, sustentable y sano, ético, de mejor calidad y culturalmente apropiado. En la última década se ha visto por parte de las ciencias sociales -principalmente en Europa y Estados Unidos- un incremento de estudios en el campo activismo alimentario. Las principales formas de activismo alimentarios que se han analizados han sido el consumo ético y crítico, y el comercio justo, las cadenas o redes alternativas de alimentos, el consumo lo cal, las comunidades de apoyo a la agricultura y los movimientos anti OGM.

El libro de Carole Counihan y Valeria Siniscalchi presenta una lectura amplia del activismo alimentario desde la antropología. Los catorce casos de estudios presentados a lo largo del volumen subrayan la centralidad del acercamiento etnográfico en el análisis del activismo alimentario. Cada caso, desde los más enfocados en la dimensión local hasta los que analizan las movilizaciones transnacionales, se fundamenta en una profunda comprensión de la visiones y prácticas de los activistas en sus específico entorno cultural. Aunque, el acercamiento de los investigadores en cada capítulo al activismo alimentario se da a través de distintos métodos y a través de distintas miradas. Algunos se vinculan más con los aspectos económicos, otros con los aspectos políticos e ideológicos, y otros más con la cultura y con la identidad. Los casos presentados son de verdad muy distintos entre ellos, desde la organización Ten River Food Web en Oregon (EEUU) al Movimiento Nacional de Reforma Agrícola en Sri Lanka; desde el movimiento de fortalecimiento de la cultura de alimentos locales en Kyoto en Japón a las acciones de resistencias de los consumidores en Santiago de Cuba para defender su propio sistema alimentario; desde la relación entre activismo alimentario y género en Italia a los movimientos en contra del maíz transgénico en Colombia y México.

Como estudioso de la dimensión micro sociológica, dos capítulos en particular han capturado mi atención en cuanto exponen cómo la alimentación permite crear fronteras culturales que defender o romper. El primero, es una investigación sobre el activismo que emergió con el objetivo de fortalecer la cultu ra alimentaria local en la preciosa ciudad de Kyoto en Japón. El capítulo me resultó interesante por un lado porque describe las estrategias que distintos sujetos como los agricultores locales, organizaciones civiles, burócratas y chefs de restaurante desarrollaron para salvaguardar la herencia cultural de su sistema alimentario local. Por otro lado, porque el autor Greg de St. Maurice nos enseña el papel del sense of place (probablemente se puede traducir como ‘sentido de pertenencia del lugar’) en este tipo de movimiento. De esta forma, la producción y consumo de vegetales nativos como la zanahoria Kintoki, los rábanos Horikawa y el Yahata o el tomate Kyo temari crean unas fronteras identitarias propias de la prefectura de Kyoto y muy distinta, por caso, de las cercanas prefecturas de Shiga u Osaka, una identida valiosa de ser defendida por sus habitantes. Si en este capítulo los alimentos locales generan geografías culturales qué defender, en el capítulo de Teresa M. Mares, las huertas urbanas sirven para romper las barreras de clases y nacionalidad en Seattle e involucrar en las comunidades locales a los inmigrantes latinos (muchas veces clandestinos). La investigadora nos describe cómo el activismo alimentario de Seattle es utilizado para romper prejuicios y poder acercarse a estas comunidades marginadas y de esta forma darles acceso a servicios de educación y salud.

Como puede apreciar el lector, el panorama presentado en el libro es variado tanto en escalas como en procesos. Desafortunadamente, en México y América Latina, el estudio del activismo alimentario es, en general, muy limitado, extendiéndose solamente a algunos campos de estudios, como los rurales, siendo prácticamente ausente en la agenda de los estudiosos de los movimientos sociales y la acción colectiva en general, a pesar de las múltiples experiencias que han emergido no únicamente en el campo sino, y sobre todo, en las ciudades de toda la región. Las experiencias de colectivos sociales autogestionados alrededor de huertos urbanos, de redes de distribución de cadena corta, panaderías y comedores sociales, entre otros, ya son parte del panorama de una cultura resistente de nuestras ciudades. Espero que la lectura de este libro pueda estimular el interés para el fenómeno del activismo alimentario, visto como un cúmulo de experiencias colectivas que se alejan de proponer solamente un estilo de vida alternativo al dominante, sino como la representación de una posibilidad de cambio social.

Tommaso Gravante

Becario posdoctoral del CEIICH-UNAM. Su línea principal de estudio es la de los movimientos sociales. En particular, sus investigaciones se enfocan en el análisis del activismo de base y el papel de las emociones en la contienda política.

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