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Inter disciplina

versión On-line ISSN 2448-5705versión impresa ISSN 2395-969X

Inter disciplina vol.6 no.16 Ciudad de México sep./dic. 2018  Epub 24-Feb-2021

https://doi.org/10.22201/ceiich.24485705e.2018.16.65639 

Dossier

El espacio, el tiempo y el racismo en las perspectivas decoloniales: apuntes para descolonizar los estudios sobre migración internacional

Space, time and racism from a decolonial perspective: an outline to decolonize research on international migration

Erika Herrera Rosales* 

* Doctorante en sociología por la Universidad de Warwick en el Reino Unido. Correos electrónicos: erika.herrera.rosales@gmail.com


Resumen

Ante la diversidad de conceptualizaciones sobre el fenómeno de la migración internacional, algunos académicos han hecho un llamado para reunir los distintos marcos analíticos e interpretativos. Si atendemos a su invitación, los aportes pueden venir tanto de distintas disciplinas como de tradiciones de pensamiento. En este artículo proponemos al enfoque decolonial como una nueva veta para replantear el debate teórico sobre la migración. Se propone que pensadores como Linda Tuhiwai Smith y Enrique Dussel pueden contribuir al diálogo de la migración desde la perspectiva decolonial enfatizando las categorías de espacio y tiempo. Se tomarán como punto de partida estas dos categorías para vincularlas con otros conceptos, el de sistema-mundo de Wallerstein y la zona del ser y la zona del no ser de Fanon, que adopta Ramón Grosfoguel como parte de un marco epistemológico decolonial. Esto nos permitirá entender cómo los elementos de la geopolítica decolonial pueden aportar a la discusión teórica sobre la migración y, a su vez, dicho fenómeno se reconfigura dada la historia colonial, las relaciones de poder y el racismo que lo estructuran.

Palabras clave: migración; decolonialidad; espacio; tiempo; racismo

Abstract

Given the diversity of conceptualizations on the phenomenon of international migration, some scholars have called for different analytical and interpretative frameworks. If we respond to this invitation, we should take into account the contributions from different disciplines and traditions of thought. In this article we propose the decolonial approach as a new vein to rethink the theoretical debate on migration. We proposed that thinkers such as Linda Tuhiwai Smith and Enrique Dussel may contribute to the migration dialogue from a decolonial perspective by emphasizing the categories of space and time. These two categories will be taken as a starting point to link them with other concepts, such as the world-system of Wallerstein and the zones of being and the zone of non-being of Fanon, which Ramon Grosfoguel adopts as part of a decolonial epistemology. This will allow us to understand how the elements of decolonial geopolitics can contribute to the theoretical discussion about migration, and in turn, this phenomenon is reconfigured given its colonial history, power relations and racism that structure it.

Keywords: migration; decoloniality; space; time; racism

Introducción

La migración internacional hoy ocupa un lugar central dentro de las políticas públicas, los programas gubernamentales, el derecho internacional y los medios de comunicación. En el ámbito académico, los estudios e investigaciones empíricas sobre este tema se han multiplicado considerablemente, sin embargo, su dimensión teórica aún se encuentra rezagada (Arango 2003, Van Hear 2010). Sobre los procesos migratorios, Douglas Massey y sus colaboradores, escriben: “Su complejidad y su naturaleza multifacética requiere una teoría sofisticada que incorpore varias perspectivas, niveles y supuestos” (Massey et al. 2000, 6). Douglas Massey lamenta que no exista una teoría unificada sobre la migración, no obstante, apuesta por derribar las fronteras disciplinarias que desde sus trincheras la estudian para así recoger sus distintas perspectivas. Por su parte, Joaquín Arango (2003) identifica un avance significativo en la comprensión y en las investigaciones empíricas al mismo tiempo que resalta la poca atención que se le ha dado al arsenal teórico. Coincide en el requisito de un enfoque interdisciplinario necesario y el razonamiento teórico para un objeto conceptualmente complejo como es la migración.

Desde América Latina y específicamente desde México, el libro clásico de Roberto Herrera Carassou (2006)La perspectiva teórica en el estudio de las migraciones, también nos señala los intentos desde las ciencias sociales -la geografía, la ciencia política, la sociología, la economía y la demografía- por reunir sus contribuciones y ampliar sus enfoques teóricos. El poco diálogo interdisciplinario ha ocasionado una dispersión en el conocimiento sobre la migración, lo que tiene como consecuencia que las políticas migratorias1 se encuentren con severas deficiencias ante los numerosos flujos migratorios: “Una evaluación desordenada del problema, sin la orientación profesional que su magnitud requiere, resulta insuficiente para efectuar los ajustes legales que una política migratoria justa, humanitaria y eficiente demanda. El conocimiento de la perspectiva teórica en el estudio de las migraciones debe contribuir a este fin” (Herrera Carassou 2006, 18). Si bien este autor problematiza la ausencia de teoría sobre la migración en términos de sus consecuencias para las políticas públicas y el ámbito jurídico, sería también válido pensar la falta de un análisis crítico del fenómeno.

Por lo que, si atendemos la necesidad de teorizar y conceptualizar el fenómeno de la migración, no solo habría que reunir las distintas ópticas disciplinarias, pero también tradiciones de pensamiento y claves críticas de estudio. Pensadores como Adrian Favell (2007) han ido más allá de mostrar no solo déficit interdisciplinario en los estudios sobre migración (migration studies), al preguntarse por los fundamentos que sostienen los estudios sobre este fenómeno. Uno de ellos es el etnocentrismo que se encuentra en las epistemologías disciplinarias: “Más allá de Europa, por supuesto, hay una pregunta aún más grande sobre el etnocentrismo de gran parte de la teoría de la migración, tanto en Europa como en América del Norte” (Favell 2007, 266).2 Lamentablemente, son pocas las reflexiones que pretenden subsanar el etnocentrismo que existe en los estudios migratorios.

Ante este problema epistemológico, Ramón Grosfoguel observa de manera perspicaz cómo muchas veces los estudios sobre migración tienden a replicar divisiones disciplinarias coloniales que invisibilizan el racismo, la xenofobia y la discriminación imbricados en la migración. De acuerdo con su revisión sobre los estudios sobre migración, todavía se reproducen analogías inmigrantes etnocénticas, como la de la experiencia de los migrantes europeos en Estados Unidos. Grosfoguel nos advierte, que algunas corrientes como el transnacionalismo -que se opone a analizar la migración de manera unidireccional- corren el riego de homogeneizar diversas experiencias migratorias y de esa manera limitar diferentes procesos migratorios en términos de un único modelo de éxito (Grosfoguel 2014, 11). Lo que resuena con el análisis de Favell, quien considera que aun cuando el trasnacionalismo contempló el vínculo entre el lugar de origen y de destino, no continuó cuestionando algunos de los conceptos bajo los cuales se erigen las definiciones sobre migración. Por ello, resulta pertinente adoptar otros enfoques conceptuales críticos, como el de la perspectiva decolonial. Lo que nos llevar a plantear las siguientes preguntas: ¿es posible analizar teóricamente el fenómeno de la migración desde una perspectiva decolonial?, ¿qué categorías habría que retomar para teorizar sobre la migración desde la decolonialidad?, ¿qué presupuestos geográficos, temporales y políticos pueden nutrir la discusión conceptual?, ¿qué aportes o autores debemos tomar en cuenta desde una perspectiva decolonial? Estos cuestionamientos guiarán el presente artículo para replantear el debate sobre la migración a través de las pistas analíticas que nos ofrece el pensamiento decolonial. Asimismo, sería conveniente enmarcar el alcance de dichos cuestionamientos desde el contexto del continente americano, al enfocarnos en las experiencias migratorias en y desde Estados Unidos, América Latina y el Caribe.

La pertinencia del tiempo y el espacio para replantear la migración en clave decolonial

Enrique Dussel (2011) comienza su obra Filosofía de la liberación con el capítulo de “Historia”, y con el subtema de “Geopolítica y filosofía”. Esto es de suma importancia, pues Dussel le otorga preeminencia al espacio y a la política en su reflexión filosófica sobre el ser. En Filosofía de la liberación, Dussel nos habla del origen de la filosofía que nace situada en un espacio, caracterizado como un espacio específico; esto es, un espacio no-abstracto. Con lo anterior quiero apuntar a la concepción del espacio concreto, entendido como un “campo de batalla” (Dussel 2011, 17). Más adelante, Dussel continua su reflexión señalando que la genealogía del pensamiento filosófico se encuentra en el espacio no-hegemónico, es decir, en la periferia. Más que abundar en el espacio de la periferia, lo que interesa resaltar aquí es la importancia que se le da al lugar de enunciación, la espacialidad y la geopolítica que recubre la cuestión de la ontología. “Se trata entonces de tomar en serio el espacio, el espacio geopolítico. No es lo mismo nacer en el Polo Norte o en Chiapas que en Nueva York” (Dussel 2001, 18). Lo que nos plantea Dussel, es el dejar de considerar la ontología por encima de la geopolítica, y regresar a la ubicación del espacio y sus jerarquías políticas. En este caso, ilustrado con el ejemplo de Chiapas en el Sur global mientras que Nueva York en el epicentro del Norte global.

Este planteamiento es una de las bases epistemológicas del pensamiento decolonial, ya que permite repensar las coordenadas básicas de los fenómenos sociales: el espacio y el tiempo.3 A lo que me refiero es a que en la apuesta decolonial se puede vislumbrar cómo la geopolítica toma un papel relevante puesto que las condiciones geográficas y temporales cobran influencia en los procesos epistemológicos, políticos, económicos, y sociales. De ahí, por ejemplo, que a Walter Mignolo se le celebre el haber ubicado con precisión la geopolítica del conocimiento: “Mignolo insistió en la necesidad de construir categorías no imperiales para desafiar la poderosa alianza entre conocimiento y poder legada por Occidente. Todo ello le ha permitido ubicar la categoría de geopolítica del conocimiento de forma crucial para encarar los debates sobre el conocimiento, como por ejemplo lo hizo en su obra La idea de América” (Ortega Reyna 2017, 12). Otra muestra sucinta de ello, es el cuestionamiento que se hace Catherine Walsh acerca del lugar de producción académica: “¿Cuáles son los legados geopolíticos y coloniales en los que se inscribe la producción académica de conocimiento, y cómo han funcionado para negar la producción intelectual latinoamericana, en general, y de los pueblos indígenas y afrodescendientes, en particular?” (Walsh 2005, 41).

Esto resulta sumamente sugerente para los estudios de la migración debido a que las investigaciones giran en torno a los espacios de origen y de destino de los migrantes, así como al tiempo pasado y presente de las trayectorias de los migrantes. En muchas ocasiones, los marcos analíticos en los que el espacio y el tiempo son fijados todavía conservan una impronta cartesiana. Al respecto, Luin Goldring y Patricia Landolt reconocen las limitaciones que esto conlleva para el estudio de la migración: “La investigación en materia de migración se ancla tradicionalmente en una metodología positivista guiada por el concepto cartesiano de tiempo-espacio y se concentra en métodos experimentales o cuasi experimentales […] Esto restringe los enfoques cuantitativos, institucionales, cualitativos, o combinados que se emplean para el diseño de la investigación y la recolección de datos” (Goldring y Landolt 2009, 123-124). Como resaltan dichas autoras, muchas de las investigaciones sobre la migración tienden a ser de corte positivista al ser herederas de una epistemología cartesiana. Lo que tiene como consecuencia que su metodología también sea severamente limitada.

En este parte me gustaría detenerme en dos propuestas decoloniales que ponen al espacio, al tiempo y a la geopolítica en el centro de la discusión y, en ese sentido, vincularlas con la migración. Por un lado, Linda Tuhiwai Smith nos ofrece un análisis para entender el espacio desde lo decolonial. El espacio concebido más allá de un encuadre matemático y occidental nos permite ubicar a la migración como un fenómeno de fronteras y distancias. Por otro lado, el propio Enrique Dussel nos muestra la importancia del tiempo simultáneo en el que se dio tanto el proceso de la modernidad como el de la colonización que llama la modernidad/colonialidad, lo que nos invita a salir de los marcos lineales en que la colonialidad solo puede ser entendida después y a consecuencia de la modernidad. Por el contrario, la simultaneidad del tiempo recorre todo hecho histórico y todo fenómeno marcado por la geopolítica, incluyendo la migración de los países de la periferia hacia los países del centro.4

En su libro Decolonizing Methodologies. Research and Indigenous People, Linda Tuhiwai Smith (1999) reconstruye varias categorías de conocimiento -la historia, la sociedad, la teoría, el individuo, entre otras- para desmontar la impronta imperial y colonial que las ha acompañado.5 Para Tuhiwai Smith, los conceptos desarrollados en las investigaciones académicas no son abstracciones puras, sino que están codificadas y reguladas por un entorno colonial que debe ser examinado: “La investigación no es un ejercicio académico inocente o distante sino una actividad que tiene algo en juego y que se da en un conjunto de condiciones políticas y sociales” (Tuhiwai Smith 1999, 5).6 Entre dichas concepciones se encuentran el espacio y el tiempo, las cuales son retomadas por la profesora maorí como dos conceptos occidentales sujetos a ser repensados desde un marco decolonial.7

En occidente, el espacio ha sido ideado desde el lenguaje de las matemáticas y la física con el contenido específico de las líneas, ya sean paralelas o elípticas (Tuhiwai Smith 1999, 50). Es decir, la línea dispone y compone qué se entiende por espacio. Con la línea se posibilita la diferenciación entre dos partes y, en consecuencia, se le da sentido al concepto de espacio en occidente. “Hay un vocabulario espacial en específico del colonialismo que puede ser ensamblado alrededor de tres conceptos: 1) la línea; 2) el centro, y, 3) el exterior” (Tuhiwai Smith 1999, 52-53).8 Si seguimos esta interpretación sobre el espacio, podríamos entonces entender que la línea es trasladada a la idea de frontera, en la que dos lados quedan separados e independientes como resultado de una división realizada en el espacio. Lo que resulta sumamente pertinente, ya que la línea traza las fronteras entre el adentro y el afuera, lo interno y lo externo, el aquí y el allá, el centro y la periferia. Asimismo, las fronteras pasan de ser líneas físicas o territoriales a fronteras ideológicas o mentales, como lo ha afirmado Boaventura de Sousa Santos: “[Europa] ha pasado todo este tiempo definiendo fronteras físicas, simbólicas, culturales, intelectuales, políticas […] Las fronteras de alambre son las más visibles, pero también están en nuestras cabezas, las menos visibles” (de Sousa Santos 2016). De esta forma queda plasmado cómo las fronteras no solo tienen una dimensión física, sino que se va sedimentando en dimensiones menos tangibles, es decir, en las mentes de las que nos habla de Sousa Santos, que podríamos interpretar como las cuestiones ontológicas y epistemológicas de los fenómenos sociales.

Ahora bien, otro de los conceptos que utiliza Tuhiwai Smith para profundizar sobre la categoría del espacio, es el concepto de distancia. La distancia entra en juego en el espacio a partir de que relaciona socialmente al espacio y al tiempo. Como se mencionó, el espacio derivó del pensamiento físico-matemático que lo pensó como algo bien definido, fijo y autónomo.9 En la misma tesitura, el tiempo era una variable independiente de cualquier otro factor, incluido el espacio. “El espacio es visto desde el pensamiento occidental en muchas ocasiones como estático o divorciado del tiempo” (Tuhiwai Smith 1999, 52).10Por lo que la distancia es aquello que puede poner en contacto al espacio con el tiempo. Puede existir poca o mucha distancia entre individuos o comunidades en un espacio y tiempo determinado. Por lo que la distancia podríamos pensarla como el grado de proximidad o lejanía que se establece de acuerdo con un espacio y con un tiempo. De ser así, la distancia puede separar y juntar a los sujetos y, sobre todo, la distancia puede ser medible. Si se pueden asentar los grados de distancia, entonces se pueden definir y operar las distinciones espaciales como la de centro/periferia o imperio/colonia. Por ello, Tuhiwai Smith argumenta que la distancia es utilizada como un dispositivo de control por los centros para diferenciarse y separarse de aquellos que están espacial o temporalmente alejados, esto es, los sujetos en las periferias.

A través de los controles sobre el tiempo y el espacio, el individuo también puede operar a una distancia del universo. Tanto el imperio como el dominio colonial eran sistemas de gobierno que se extendían desde el centro hacia fuera, hasta lugares lejanos y distantes. De nuevo, la distancia separaba a los individuos en el poder de los sujetos que eran gobernados. Todo era impersonal, racional y extremadamente eficaz. En la investigación, el concepto de distancia es importante ya que implica una neutralidad y objetividad por parte del investigador. La distancia es conmensurable. (Tuhiwai Smith 1999, 55-56).

Habría que tomar en cuenta que el espacio es un sitio sometido y controlado por un centro bien definido. A través de la distancia, el occidente le ha impuesto al espacio una diferencia centro/periferia y ha dibujado fronteras que no debemos perder de vista. Tanto Linda Tuhiwai Smith como Boaventura de Sousa Santos nos proponen identificar la construcción del espacio y, así, entender su constante división y fragmentación en fronteras que sientan las bases para la separación de los individuos que ahí se encuentran.

Al igual que el espacio para occidente, el tiempo ha sido una cuestión lineal. Antes y después, causa y consecuencia, a priori y a posteriori, son las formas en que se construye una línea del tiempo de tipo secuencial y sucesivo. Sin embargo, la teoría decolonial, precisamente, se opone a pensar al tiempo en dichos términos.

Uno de los replanteamientos del tiempo a los que nos podríamos dirigir es al de Enrique Dussel. Este pensador enfatiza la simultaneidad temporal, en referencia con la modernidad y la colonialidad. El filósofo argentino esclarece que la colonización no fue consecuencia de la modernidad sino un evento histórico que se dio a la par, replanteando la misma noción de tiempo. Uno de los supuestos que Dussel (2017) discute es la idea de un tiempo con una cronología de la modernidad netamente europea y lineal. La modernidad a la que se ha referido el sistema de pensamiento filosófico desde la Ilustración hasta Heidegger, pasando por Hegel, y del cual se derivan la mayoría de las reflexiones filosóficas críticas, realmente correspondería a la tercera modernidad eurocéntrica, de acuerdo con Dussel. Asimismo, se identifican las modernidades que surgieron con anterioridad a la tercera modernidad. La modernidad ibérica que comenzó en el siglo XV y la segunda modernidad que se desarrolló en los Países Bajos y Dinamarca entre el siglo XVI y XVII, hasta la modernidad inglesa y francesa del siglo XVIII. Más aún, Dussel ubica la colonialidad en Latinoamérica como parte fundamental del proceso de la modernidad y no como una etapa posterior: “América Latina, por su parte, fue un momento constitutivo de la Modernidad. El sistema colonial no pudo ser feudal […] sino periférico de un mundo capitalista moderno, y por lo tanto él mismo moderno” (Dussel 2017, 51).11 América Latina se ha pensado como una etapa anterior a Europa y, por tanto, feudal, en contraste con el capitalismo desarrollado al otro lado del océano.

Desde la clave decolonial Dussel sostiene que América Latina fue moderna desde su inicio.

Retomando la idea de un tiempo simultáneo, esto es, un tiempo en que varias etapas históricas conviven como nos describe Dussel, es una temática que recupera a la par Linda Tuhiwai Smith. Ella lo identifica dentro del imaginario y narrativa coloniales, en la que la decolonialidad es capaz de conjuntar un tiempo antes de la colonización y un tiempo después de la misma (Tuhiwai Smith 1999). Es decir, se adopta la postura de que no existe una temporalidad fragmentada y excluyente que haga referencia a un tiempo previo y posterior, que es precisamente el planteamiento del tiempo eurocentrista. Del mismo modo, Ramón Grosfoguel recupera implícitamente esta línea de análisis decolonial en tanto que argumenta que la colonialidad y la modernidad son dos caras de la misma moneda, o del mismo tiempo, en este caso.

La colonialidad no es equivalente al colonialismo. No es derivada de, o antecede a la modernidad. La colonialidad y la modernidad constituyen dos caras de una sola moneda. De la misma manera que la revolución industrial europea se logró en los hombros de las formas de trabajo coaccionadas en la periferia, las nuevas identidades, derechos, leyes e instituciones de la modernidad como los Estados-nación, la ciudadanía y la democracia se formaron en un proceso de la interacción colonial y la dominación/explotación de los pueblos no occidentales (Grosfoguel 2011a, 14).12

La concepción del tiempo o, mejor dicho, de las temporalidades en Grosfoguel es abrevada del pensamiento de Boaventura de Sousa Santos, que desarrolla la idea de la ecología de las temporalidades cuestionando la idea de un tiempo evolutivo. En su lugar explica que, si bien el tiempo lineal tiene cabida, también existen otras temporalidades (Grosfoguel 2011b, 105). En consecuencia, Grosfoguel nos sugiere descolonizar el concepto del tiempo lineal y la monocultura del tiempo que se desprende de la modernidad, la empresa colonial y que impide las experiencias de otras temporalidades.

Las consecuencias de replantear el espacio y el tiempo de esta manera es que se recupera la geopolítica del fenómeno, entendiendo que la movilidad humana no se da en el vacío sino en un espacio marcado por líneas, distancias, fronteras, y centros/periferias, así como en temporalidades simultáneas en el que conviven los proyectos de la modernidad y la colonialidad. Sin embargo, queda pendiente definir la relación de poder de la colonialidad marcada por el racismo a la que se suscriben el espacio y el tiempo, y que clasifica a las subjetividades de los migrantes.

Las contribuciones decoloniales de Ramón Grosfoguel al estudio sobre la migración

La apuesta decolonial no es un único proyecto teórico. Al contrario, su composición es múltiple, en ocasiones con encuentros conceptuales posibles y otra más con desencuentros de posiciones políticas innegables. Para ubicar la conformación de la perspectiva decolonial nos podemos referir a lo narrado por Santiago Castro-Gómez y Enrique Mendieta (1998) en la introducción del libro Teorías sin disciplina (latinoamericanismo, poscolonialidad y globalización en debate), que describe cómo comenzó a gestarse una crítica a los estudios poscoloniales de raigambre latinoamericanista.

No obstante, también los latinoamericanistas han venido mostrando bastante interés por el tema, teniendo en cuenta que fue en América Latina donde, por primera vez, se empezó a articular una crítica sistemática del colonialismo. De ahí la irritación de muchos estudiosos de la cultura latinoamericana frente a declaraciones como la de Spivak, para quien Latinoamérica no habría participado hasta el presente en el proceso de descolonización, o frente a la exclusión sistemática de la experiencia colonial iberoamericana por parte de Said, Bhabha y otros teóricos poscoloniales. (Castro-Gómez y Mendieta 1998, 14).

Sin embargo, los alcances de la misma crítica Latinoamérica se han diversificado, conformando varias alternativas de conocimiento como la del grupo de estudios subalternos latinoamericano (latin american subaltern studies group) y la que proponía una lectura crítica a la epistemología eurocéntrica, que llegó a identificarse como la perspectiva, pensamiento o giro decolonial asociada con figuras como Walter Mignolo, Aníbal Quijano y Enrique Dussel (Grosfoguel 2011a, 4; Gandarilla 2016, 300). Es en este último grupo,13 que también ha sido vinculado con la red modernidad/colonialidad/descolonialidad y que ha desarrollado conceptualizaciones propias, es al que nos referimos aquí para situar el fenómeno de la migración internacional.

Dentro del marco del pensamiento decolonial, Ramón Grosfoguel es uno de los autores que ha abordado de manera directa la cuestión de la migración. En un principio, la preocupación principal de este sociólogo puertorriqueño era acercarse a los inmigrantes en Estados Unidos, provenientes de los países caribeños. Su argumentación se distanciaba de otros enfoques teóricos como el trasnacionalismo debido a que este último, al tomar en cuenta las experiencias de los migrantes haitianos y dominicanos -tanto en el país de origen como en el país de destino- no las relacionaban con los legados coloniales de esos países. Es decir, la lectura decolonial de los textos de Grosfoguel nos pone de manifiesto que los migrantes son sujetos que salen de lugares de origen marcados por historias coloniales para establecerse en espacios de destino, también marcados por la estructura de la colonialidad.

Cabe señalar que el término colonialismo es distinto al de la colonialidad, como se ha propuesto desde el giro decolonial. El colonialismo se refiere a la administración de las colonias desde el siglo XV al siglo XIX, mientras la colonialidad “nos permite entender la continuidad de las formas coloniales dominantes después del fin de la administración colonial” (Grosfoguel 2008, 15). Por ello, la colonialidad contiene una historia y una jerarquía política que permanece y es constantemente actualizada por el sistema-mundo y la cultura racializada que impera en nuestras sociedades. “Los procesos múltiples y heterogéneos del sistema-mundo, junto con el predominio de las culturas eurocéntricas (Said 1979, Wallerstein 1991b, 1995; Lander 1998; Quijano 1998; Mignolo 2000) constituyen una ‘colonialidad global’ entre los pueblos europeos/euro-americanos y los pueblos no europeos” (Grosfoguel 2011a, 17).

Por lo antes expuesto, podemos afirmar que Grosfoguel entreteje el fenómeno de la migración internacional con el marco explicativo de la decolonialidad a partir de la adopción del concepto de colonialidad que, a su vez, se fundamenta en dos conceptos clave: el sistema-mundo de Immanuel Wallerstein y la zona de ser y la zona de no ser de Frantz Fanon. El primero de estos conceptos nos ayuda a entender cómo la migración no es un fenómeno localizable en un solo Estado nación y en un solo tiempo, sino que tiene una perspectiva global que compromete a más de un espacio geopolítico y a varias temporalidades, haciendo énfasis en su situación de desigualdad y dominación económica y política. Por otro lado, la zona de ser y la zona de no ser, considera las prácticas de racismo y discriminación como un mecanismo que impone una diferenciación superior/ inferior de los sujetos, en este caso, de los migrantes por su posición en la jerarquía étnica y racial. A continuación, examinaré dichos andamiajes conceptuales más a fondo para entender la propuesta de Grosfoguel.

Una de las piedras angulares del planteamiento decolonial de la migración es la teoría del sistema-mundo o el world-system theory de Immanuel Wallerstein. Heredera de la teoría de la dependencia, pero con una visión a nivel mundial, esta impronta crítica observa cómo en el sistema mundial existe la dominación de un espacio sobre otro, es decir, los Estados de los centros o metrópolis sobre los Estados periféricos y, como se ha mencionado, también de sus temporalidades. Debido al sistema interestatal es que los Estados de la periferia son menos independientes económica y políticamente de lo que aparentemente se considera. Es decir, los Estados en la periferia y semiperiferia, a causa de las asimetrías del mercado y el pasado colonial, se encuentran sometidos a los países del centro aun cuando todos son Estados soberanos. En consecuencia, las periferias y semiperiferias proveen de mano de obra barata a las metrópolis. En una espiral viciosa, la migración contribuye a profundizar las desigualdades económicas ya existentes en el orden internacional:

Se genera así un proletariado desarraigado, proclive a marcharse al extranjero que es, a su vez, succionado hacia los países del centro a través de los canales abiertos por la propia penetración económica [...] En los países centrales, tales migrantes encuentran empleo en sectores que precisan de una mano de obra barata para poder mantener una tasa de beneficios elevada. Las migraciones funcionan, pues, como un sistema de oferta de mano de obra a nivel mundial (Arango 2003, 17).

La teoría del sistema-mundo retoma el pasado imperial de los países del centro, esto es, la historia de los mecanismos coloniales, esclavistas y militaristas, y lo relaciona con el papel que cumplen como países receptores de migrantes provenientes de sus excolonias. “Sirve [la teoría del sistema mundo] también para vestir la observación empírica, de simple sentido común, de que algunos flujos migratorios conectan a antiguas colonias con la ex metrópolis a causa de los numerosos vestigios que frecuentemente subsisten entre ellas” (Arango 2003, 18). Paralelamente, los países de la periferia no solo son expulsores de personas desarraigadas, sino también son víctimas de un legado colonial que continúa en nuestro tiempo y se ve actualizado en el fenómeno de la migración. Bajo esta luz teórica, la movilidad humana adquiere una nueva temporalidad al incorporar el pasado colonial de los países de la periferia en la temporalidad de los países del centro.

El potencial teórico del sistema-mundo es reconocido por Ramón Grosfoguel, quien a la vez complejiza la argumentación. Él añade una dimensión a la relación entre los centros y las periferias; propone que, dentro del centro o las metrópolis, existen periferias.14 En el caso de los migrantes del llamado tercer mundo o del Sur global, se inserta a los países del centro como minorías problemáticas, a diferencia de los inmigrantes de otros países metrópolis que pueden llegar a considerarse como migrantes modelos.15

Asimismo, Grosfoguel abre el abanico de las experiencias periféricas de los migrantes en los países del centro. Esto para mostrar cómo los países del centro han ido estructurando relaciones de poder coloniales a las que se insertan los migrantes cuando arriban. Dentro de la clasificación de los sujetos de acuerdo con Grosfoguel, encontramos a los sujetos coloniales raciales del imperio, es decir, aquellos que han sido incorporados involuntariamente por el poder imperial de las potencias como son los afroamericanos, chicanos, indígenas, y los habitantes de las islas del Pacífico. Para ilustrar este concepto, la chicana y pensadora feminista Gloria Anzaldúa escribe sobre la experiencia chicana ante la invasión estadounidense y la pérdida de territorio al norte de México: “Con el destierro y el exilio fuimos desuñados, destroncados, destripados - we were jerked out by the roots, truncated, disemboweled, dispossessed, and separated from our identity and our history” (Anzaldúa 2007, 30).

Por su parte, los inmigrantes coloniales son los migrantes que también provienen de las periferias, pero a diferencia de los sujetos coloniales raciales del imperio, no sufrieron directamente los embates del colonialismo. No obstante, al llegar a los espacios de la metrópolis se enfrentan a contextos de exclusión, racialización y marginación, pues son confundidos con los sujetos coloniales. A estos grupos se les proyecta la imagen de los sujetos coloniales raciales del imperio aun cuando no lo son, lo que hace visible la continuidad de las jerarquías coloniales históricas y su estructura racial y étnica en los países de la metrópolis. Al respecto, se retoma el caso de los migrantes de República Dominicana, los migrantes salvadoreños y guatemaltecos, entre otros, en la sociedad contemporánea de Estados Unidos.

Lo que deja entrever esta óptica decolonial es que no todos los migrantes en los países de la metrópolis son iguales. Prueba de ello son los migrantes cubanos en Florida en el que su origen se blanquea al adoptar una identidad hispana distinta a la latina.16 Por ello, se puede añadir otro tipo de migrantes, los inmigrantes, que son racializados como blancos y entre los cuales podemos incluir a los migrantes de origen europeo. El blanqueamiento de estos inmigrantes tiene como consecuencia que experimentan movilidad social en generaciones posteriores (Grosfoguel 2007, 120). Los italianos, irlandeses, polacos, entrarían dentro de esta categoría, aunque su proceso histórico de incorporación continúa en disputa.17

La tipología que construye Grosfoguel nos invita a detenernos en cada uno de los distintos flujos migratorios y conectarlos con sus países de origen y sus legados coloniales para entender sus posiciones en la clasificación de migrantes. Además, conceptualmente Grosfoguel va más allá de los de la propuesta del sistema-mundo al centrarse en el racismo como principio que estructura las relaciones de poder del centro-periferia.

Como lo explica el propio Grosfoguel, no es que la teoría de Wallerstein no haya tomado en cuenta al racismo, sino que lo enmarcó bajo el supuesto de la superestructura, retomado de ciertas corrientes del marxismo occidental. En este orden de idea, se explica que la superestructura cambiaría una vez que las condiciones económicas lo hicieran. Al cuestionar la teoría del sistema-mundo sobre su producción localizada en el espacio del Norte global y adoptar el concepto de patrón de poder colonial del pensador peruano Aníbal Quijano, Grosfoguel (2011) es capaz de articular las múltiples y heterogéneas jerarquías globales de poder sexual, político, epistémico, económico, espiritual y lingüístico con las formas raciales de dominación y explotación basadas en la división entre europeos/no-europeos que son transversales a dichas heterarquías18 y las reconfiguran. Habría que precisar que, por un lado, el género, la espiritualidad, la epistemología y la sexualidad no son elementos que simplemente aderezan las estructuras económicas y políticas del sistema-mundo capitalista. Por el contrario, son parte constitutiva del sistema-mundo -una de las críticas fuertes a Wallerstein- que ejercen relaciones de poder, muchas veces invisibilizadas pero que conforman una matriz o patrón de poder colonial. Por otro lado, Grosfoguel distingue la diferenciación entre europeo/no europeo, o blanco/no blanco, como el eje rector que organiza a la sociedad y orienta el patrón de poder. Esta clasificación racial etnocentrista continúa dividendo a los sujetos entre superiores e inferiores y provee de las coordenadas para guiar las percepciones de los sujetos y moldear el conjunto de las relaciones de poder.

Para el fenómeno de la migración, el eje transversal del racismo es fundamental, pues provee de una respuesta a la constante alusión de este fenómeno como un problema para la sociedad y el gobierno en los Estados nación. El problema de la migración se ha formulado como una invasión, es decir, imaginarios de auténticas avalanchas de migrantes que amenazan con corromper las sociedades civilizadas. Cuando la realidad es que el desplazamiento migratorio a escala mundial es mínimo, apenas el 3.2% de la población es población migrante (OCDE, 2013). Sin embargo, el problema de la migración se convierte en tal, en términos de la presencia de poblaciones no blancas -sujetos coloniales raciales del imperio y de inmigrantes coloniales- en el seno de sociedades metropolitanas:

Nosotros consideramos que el «problema» de [la] migración es solo la forma contemporánea más visible de un problema mayor que está en el corazón de Estados Unidos, un problema que todavía permanece irresuelto en su historia, un problema que fue concebido por el eminente sociólogo afroamericano W.E.B. Du Bois, como el problema de «la línea de color» (Grosfoguel y Maldonado-Torres 2008, 120).

La línea de color, que divide a los blancos de los no blancos, no solo capta la discriminación por motivos de color de piel. “Mientras que la jerarquía étnica/racial de superioridad/inferioridad está marcada por el color de la piel en muchas regiones del mundo, en otras está construida por marcadores étnicos, lingüísticos, religiosos o culturales. La racialización ocurre a través del marcado de los cuerpos. Algunos cuerpos son racializados como superiores, otros como inferiores” (Grosfoguel et al. 2014, 3).19 Como bien lo ha señalado Grosfoguel, la racialización de los sujetos también puede dirigirse hacia otros factores más allá del fenotipo, como la etnicidad, la cultura o la religión, todos ellos estableciendo jerarquías de superioridad e inferioridad.

En ese sentido, la línea de color sirve para explorar una dimensión social y política mucho más amplia que serían la zona del ser y la zona del no ser. Parafraseando a Grosfoguel, la zona del ser y la del no ser son posiciones que ocupan los sujetos dentro de los centros y las periferias y que se manifiestan tanto a nivel nacional como local. La zona del ser y la zona del no ser refieren tanto a la percepción que se tiene de la humanidad de los sujetos, como lo ha analizado Nelson Maldonado-Torres, así como el contexto de significado político y social que enmarca la experiencia de los sujetos y que explora a detalle Boaventura de Sousa Santos.

Prestando del análisis de Frantz Fanon, Nelson Maldonado-Torres (2007) explica que la colonialidad también impacta la manera en que entendemos el ser, es decir, la manera en que el ser europeo o blanco ha comprendido las experiencias y las vivencias de los otros no europeos o no blancos. Por eso, la línea de color separa las zonas ontológicas de lo que significa ser humano y cuestiona la humanidad del otro lado de la línea, condenando a los que se encuentran ahí a lo subhumano o no humano. Quienes habitan esta última zona, son caracterizados por la negatividad de su ser, por lo tanto, son percibidos como colonizados, invisibles e innecesarios. Maldonado-Torres afirma que el ser cartesiano es precedido por el ser conquistador dusseliano, lo que implica que al sujeto no blanco se le atribuya la falta de ser, o de ser un ser dispensable, ubicado en la zona del no ser: “Pienso (otros no piensan, o no piensan adecuadamente), luego existo (los otros no existen, carecen de existencia, no deben existir o son dispensables)” (Maldonado-Torres 2007, 252).20

Al referirse a estas zonas, Grosfoguel también hace alusión a las consecuencias políticas, sociales y jurídicas que afectan a los sujetos coloniales que se encuentran en la zona del no ser. Por una parte, ahí se les niega el reconocimiento de sus subjetividades, identidades, espiritualidades y epistemologías (Maldonado-Torres 2007, 2). Por otra parte, Boaventura de Sousa Santos ha detallado la violencia que encauzan los conflictos en espacios coloniales. A diferencia de las sociedades metropolitanas, en estos contextos el acceso a la regulación de la violencia a través de los derechos y la búsqueda de la emancipación se ven severamente limitados: “La dicotomía regulación/emancipación solo se aplica a las sociedades metropolitanas. Sería impensable aplicarla a los territorios coloniales. Allí, otra dicotomía fue la aplicada, la dicotomía apropiación/violencia, la cual, por el contrario, sería inconcebible si se aplicase de este lado de la línea” (De Sousa Santos 2009, 161).

Llegados a este punto habría que aclarar que, si bien De Sousa Santos identifica una frontera, una línea divisoria o, en su propia conceptualización una línea abismal en la modernidad que separa la metrópolis de los territorios coloniales, esta línea abismal -como tal- no se refiere a la zona de ser y no ser de Fanon. Es Ramón Grosfoguel quien entabla este diálogo teórico entre estas dos ideas para explicar las formas en que impacta el ser percibido en la zona del no ser, es decir, como un sujeto racializado como no blanco:

Para De Sousa Santos (2010) en la modernidad existe una línea abismal entre los habitantes por encima de esta línea y los habitantes por debajo de esta. Si traducimos esta línea como la línea de lo humano y llamamos zona del ser a los que habitan encima de la línea abismal y zona del no-ser a los que habitan por debajo de esta línea, podemos enriquecer nuestro entendimiento de la modernidad y su sistema-mundo capitalista/ imperial/patriarcal/racial colonial que habitamos”. (Grosfoguel 2011b, 100).

La zona de no ser y los sujetos coloniales se manifiestan de manera particular en el fenómeno de la migración. Gracias al análisis que hace Grosfoguel de las dinámicas migratorias laborales en las metrópolis, es que podemos ubicar dichas posiciones y sus consecuencias sociales. Grosfoguel muestra cómo los mecanismos de reproducción y exclusión racial operan en las poblaciones migrantes caribeñas, consideradas como no blancas, en lo que se refiere al ámbito laboral estadounidense.

Podemos observar que el racismo funciona en dos direcciones: para justificar la reproducción de una mano de obra barata y para excluir poblaciones del mercado de trabajo. Históricamente, los caribeños fueron incorporados al mercado de trabajo metropolitano por una expansión sistémica del capitalismo durante la posguerra, pero sin recibir los mismos ingresos, empleos o estatus que las poblaciones dominantes europeas o euroamericanas. (Grosfoguel 2007, 43).

Lo que él articula como la zona del ser y la zona del no ser y, por tanto, la adscripción de una persona a uno u otro, condiciona los mercados laborales a los que puede o no ser incorporada. Los mercados de trabajo pueden tener formas de trabajo libre, con salarios y empleos dignos mientras que las otras formas de trabajo coercitivas, serían el trabajo precarizado que pone en riesgo la integridad de una persona. Por lo tanto, los mecanismos de exclusión o incorporación a uno u otro mercado estarían marcados por el lado de la línea de color en la que se le ubique. De igual manera, la oportunidad de acceder a los derechos laborales, económicos, sociales, educativos, entre otros, de un miembro en una zona de no ser -un sujeto colonial racial del imperio o un inmigrante colonial- no es el mismo que aquellos de la zona del ser -un europeo, un blanco, un inmigrante o un sujeto racializado como blanco.

A lo que hemos apuntado en esta segunda parte es a la contribución que hace Grosfoguel a la perspectiva del estudio de la migración en el contexto de Estados Unidos, América Latina y el Caribe. Por una parte, Grosfoguel establece una clasificación de los migrantes -sujetos coloniales raciales del imperio, inmigrantes coloniales e inmigrantes- conformada por el sistema-mundo y la colonialidad que divide a los países en centro y periferia y permite dicha tipología. Por otra parte, Grosfoguel nos pone en primer plano la construcción de una jerarquía racial como eje transversal para la conformación de subjetividades, incluida la subjetividad de los migrantes. La zona del ser y la zona del no ser, construyen los contextos en que los migrantes son posicionados y que condicionan tanto sus identidades, espiritualidades y epistemologías, así como el acceso, marginación o exclusión de los mercados laborales y a los derechos laborales, económicos, sociales, educativos y la no-violencia.

Conclusiones

Los aportes de la teoría decolonial para el estudio de la migración tienen dos grandes aciertos: por un lado, permiten replantear la cuestión del espacio y tiempo de los sujetos migrantes -la geopolítica y las temporalidades simultáneas-, así como retomar el racismo de los migrantes que provienen de excolonias o de los países de la periferia. Aunque no referimos a una teoría unificada, ni a un análisis conceptual exhaustivo, podríamos establecer que las conceptualizaciones decoloniales comparten ciertas premisas básicas que permiten articular sus reflexiones en torno a la migración: la primacía del lugar de enunciación, la diferencia entre colonialidad y colonialismo, y la preocupación por la problemática de la zona del no ser o de los sujetos colonizados; lo que también nos posibilita señalar los puntos ciegos de las teorías migratorias más socorridas como el trasnacionalismo.

Por ello, en este ensayo se ha propuesto a Tuhiwai Smith, Dussel y Grosfoguel como autores con un potencial teórico que logra desarmar algunos presupuestos de los estudios de la migración y reinterpretarlos. Uno de ellos, como se vio en este texto, es la construcción de la migración como problema social, cuando, en realidad, la problemática se ha planteado desde la dimensión colonial y racial de los migrantes de los países periféricos o que fueron excolonias que buscan insertarse en sociedades metropolitanas.

Mi objetivo principal en este ensayo fue mostrar cómo los ejes más básicos para la experiencia migrante, es decir, el espacio y el tiempo, son repensados en los estudios migratorios a la vez que se complejizan por la reflexión sobre sus relaciones políticas y sociales. A lo largo de este artículo se desarrolló la idea de que tanto la geopolítica como las temporalidades pueden influenciar de manera importante los procesos migratorios y cómo también estos se ven afectados por la colonialidad de poder, el sistema-mundo y la zona de ser y la zona de no ser que dan forma al racismo imperante contra los migrantes de la periferia. Esto se ve reflejado en la conformación de una clasificación de los sujetos, en la percepción de su subjetividad, su identidad, el acceso a los mercados laborales, a la exclusión de los mismos, a los derechos de los migrantes y a la violencia que se pueden suscitar en sus entornos.

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1En este punto habría que aclarar que las teorías de la migración se diferencían de las políticas migratorias así como de las normas jurídicas pues sus producciones están orientadas por distintos objetivos. Estos objetivos pueden ser la interpretación y entendimiento analítico de dicho fenómeno —teorías—, su gestión —políticas públicas—, o su regulación —normas jurídicas—. Por lo que, la producción de conocimiento sobre migración no se ve necesariamente reflejada, ya sea, en las políticas públicas o en las leyes y reglamentos.

2Traducción propia.

3Sin lugar a dudas, se podría incluir la variable del cuerpo y género, ya que han sido categorías minimizadas, y su replanteamiento es fundamental en las discusiones epistemológicas, ontológicas y geopolíticas desde la veta decolonial. Sin embargo, esto requeriría una reflexión detenida y profunda que sobrepasa la extensión de este texto.

4Las migraciones tienen una diversidad de direcciones que no se reducen al movimiento de las periferias al centro. Sin embargo, por la complejidad del fenómeno, tomaremos unicamente en cuenta esta direccionalidad debido a su alta frecuencia en el continente americano.

5Habría que aclarar que para Linda Tuhiwai Smith el concepto de lo colonial o el colonialismo es una expresión específica del imperialismo. En ese sentido, el imperialismo es la sucesión de eventos relacionados con el descubrimiento, la conquista, la explotación, la distribución y la apropiación de territorios.

6Traducción propia.

7Valdría la pena aclarar que Linda Tuhuwai Smith escribe en términos de la decolonialidad, lo decolonial y la descolonización con el acento de que su perspectiva es desde las comunidades indígenas maorís de Nueva Zelandia.

8Traducción propia.

9Paralelamente, Santiago Castro-Gómez rastrea cómo, en el sistema filosófico, se ha impuesto la hybris del punto cero. Esta perspectiva encubre al punto de vista occidental como un punto de vista específico, y más bien, se asume como un punto de vista soberano que permite erigirse como universalismo abstracto y cuya fuerza radica en que no puede ser observado ni representado. Por ello, se convierte en un lugar de enunciación invisible y ubicuo.

10Traducción propia.

11Siguiendo esta misma línea argumentativa, mucho se ha debatido dentro del marxismo, si el sistema en la colonia se podía temporalizar siguiendo las etapas europeas de los modos de producción de la esclavitud, del feudalismo, el capitalismo y el socialismo. No obstante, para Dussel tratar de aplicar esas divisiones del tiempo histórico en América Latina no solo probó ser un error de interpretación sino del encubrimiento del tiempo real en el que se desarrollaba el capitalismo del norte de Europa junto al colonialismo en otras partes del mundo.

12Traducción propia.

13A lo que se podrían sumar otros académicos, activistas y pensadores como: Ramón Grosfoguel, Fernando Coronil, Santiago Castro-Gómez, Arturo Escobar, Nelson Maldonado- Torres, Catherine Walsh, Sylvia Winter, María Lugones y Edgardo Lander.

14Habría que mencionar que lo inverso también es cierto, es decir, la existencia de centros en las periferias. De ahí que el colonialismo interno ocupe un lugar importante de reflexión dentro de la perspectiva decolonial.

15Por ejemplo, los latinos y latinas en Estados Unidos hacen visible las distinciones que se realizan entre inmigrantes ya que son considerados un problema para la sociedad estadounidense No por nada, Samuel P. Huntington (2005) en su libro, ¿Who are we? The challenges to America’s National Identity, resalta cómo las últimas olas de migrantes provenientes de Latinoamérica representan una verdadera amenaza a la cultura anglosajona —cristiana, in dividualista, hablante del idioma inglés, circunscrita a la ley— así como un reto a los valores protestantes y liberales de los “americanos” (sic).

16El término hispanos fue promovido por el gobierno estadounidense a través de los censos oficiales en la década de los años setenta y ochenta para identificar a los ciudadanos estadounidenses con ascendencia de países en donde se hablaba castellano. El objetivo era homogeneizar dicha población, así como distinguir a aquellos que no estaban naturalizados y conservaban un estatus de indocumentado. En contraste, si bien el término latinos comenzó a ser utilizado por los medios de comunicación para captar a dicha población y sumarla a su audiencia, este fue también apropiado por residentes en Estados Unidos que habían inmigrado de los países latinoamericanos para autoidentificarse.

17Por lo tanto, Grosfoguel reconoce la racialización que dichos grupos han sufrido por parte del eurocentrismo del norte y occidente de Europa así como en otras latitudes del Norte global.

18“Una “heterarquía” (Kontopoulos 1993), esto es, una articulación intricada por múltiples jerarquías, en las que la subjetividad y el imaginario social no son derivados sino constitutivos de las estructuras del sistema-mundo” (Grosfoguel 2011a, 13).

19Traducción propia.

20Traducción propia.

Recibido: 17 de Octubre de 2017; Aprobado: 27 de Febrero de 2018

Erika Herrera Rosales

Estudia el doctorado en sociología en la Universidad de Warwick en el Reino Unido. Realizó sus estudios de licenciatura en la misma disciplina en la Universidad Nacional Autónoma de México, posteriormente la maestría en pensamiento social y político en la Universidad de Sussex y cuenta con una especialidad en migración internacional por el Colegio de la Frontera Norte. Ha desempeñado labores de docencia en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales en la UNAM y en el Instituto del Tecnológico de Monterrey (ITESM) Campus Santa Fe. Ha participado en grupos de investigación sobre migración y desarrollo en el Instituto de Investigaciones Económicas, así como sobre teoría social en el Centro de Estudios Sociológicos UNAM. Actualmente participa en el Centro de Estudios de Mujeres y Género por la Universidad de Warwick. Su proyecto de investigación doctoral explora la migración centroamericana en México a través de los discursos de las organizaciones humanitarias desde las perspectivas descoloniales y poscoloniales. En específico, se problematiza las representaciones de víctima y el potencial de resistencia de los migrantes.

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