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Revista mexicana de opinión pública

versión On-line ISSN 2448-4911versión impresa ISSN 1870-7300

Rev. mex. opinión pública  no.30 Ciudad de México ene./jun. 2021  Epub 21-Abr-2021

https://doi.org/10.22201/fcpys.24484911e.2021.30.75539 

Artículos

Los cambios circulares. Giros a la izquierda y a la derecha en discursos de asunción

Circular Changes. Left and Right Turns in Inaugural Speeches

Lucía Vincent1 

1 Investigadora de la Escuela de Política y Gobierno de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), Buenos Aires, Argentina. lvincent@unsam.edu.ar.


Resumen

El objetivo de este artículo es comprobar que presidentes que llegan al poder con distinta orientación ideológica muestran una fuerte semejanza en el contenido de sus discursos de asunción. Estas similitudes se explican por la búsqueda de legitimación en el cargo, que los conduce a ubicarse en lo que, en cada momento histórico, se concibe como el centro político, con el objetivo de convencer a un amplio espectro de la ciudadanía. Esta hipótesis se comprueba para el caso de los discursos de asunción de tres presidentes argentinos: Néstor Kirchner (2003-2007), asociado con el giro a la izquierda en América Latina; Mauricio Macri (2015-2019), ubicado en el giro a la derecha, y Alberto Fernández (de 2019 en adelante), que vuelve a ubicarse hacia la izquierda. Este artículo abre la pregunta de si los giros políticos en América Latina, desde el punto de vista del momento inaugural, lejos de comportarse como un péndulo hacia un lado y el otro del espectro ideológico, constituyen, más bien, cambios circulares.

Palabras clave: Giro a la izquierda; giro a la derecha; discurso de asunción; Néstor Kirchner; Mauricio Macri; Alberto Fernández

Abstract

The objective of this article is to verify that presidents who come to power with different ideological orientations show a strong similarity in the content of their inaugural speeches. These similarities are explained by the search for legitimacy in office, which leads them to locate themselves in what, in each historical moment, is conceived as the political center, with the aim of convincing a wide spectrum of citizens. This hypothesis is verified in the case of the inauguration speeches of three Argentine presidents: Néstor Kirchner (2003-2007), associated with the turn to the left in Latin America; Mauricio Macri (2015-2019), located in the turn to the right, and Alberto Fernández (from 2019 onwards), who is located again to the left. This article opens the question of whether the political turns in Latin America, from the point of view of the inaugural moment, far from behaving like a pendulum to one side and the other of the ideological spectrum, constitute, rather, circular changes.

Keywords: Left turn; right turn; inaugural speech; Néstor Kirchner; Mauricio Macri; Alberto Fernández

Introducción

La noción de que la historia se repite en círculos es un lugar común, tal vez particularmente acentuado en América Latina. Cada cierto número de años, hay países que se sumergen en crisis de mayor o menor envergadura, para luego empezar a levantarse con cierto esfuerzo, hasta llegar, otra vez, a una estabilidad insostenible, que los lleva a volver a caer. Los personajes cambian, pero sus palabras no tanto, y, mucho menos, la sensación de que, de tiempo en tiempo, todo vuelve a empezar.

Entre 2003 y 2015, en Argentina, los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner se asociaron, desde el punto de vista ideológico, con lo que se conoció como el “giro a la izquierda en América Latina”.1 El periodo posterior, de Mauricio Macri, entre 2015 y 2019, se ubicó dentro de lo que se ha llamado “el giro a la derecha”,2 mientras que el gobierno de Alberto Fernández, que comenzó a fines de 2019, abrió la posibilidad, una vez más, de un giro hacia la izquierda.3 Así, los tres periodos inauguraron etapas de cambios en relación con los gobiernos precedentes, hacia un lado y hacia el otro del espectro ideológico, como un péndulo.

La hipótesis que guía este artículo propone que, a pesar de mostrarse como identidades políticas opuestas, existen fuertes semejanzas entre los discursos de asunción de Néstor Kirchner, Mauricio Macri y Alberto Fernández. En sus alocuciones inaugurales, ellos se presentaron como una bisagra en la historia y como representantes de un cambio en relación con el periodo inmediatamente anterior. Sin embargo, el análisis de sus discursos permite mostrar que se acercan mucho más de lo que se distancian y que las diferencias entre lo que se entiende por izquierda y por derecha quedan desdibujadas. El movimiento pendular, de comprobarse la hipótesis, sería, entonces, un cambio circular.

Estas similitudes estarían motivadas, para el caso argentino, por la búsqueda que realizan los presidentes de afianzar el poder y legitimarse en el cargo, de manera que, en su acto inaugural, optan por un mensaje que tiende a ubicarse en el centro político y que es suficientemente ambiguo para convencer a un amplio espectro de la ciudadanía. Las ideas que se asocian con la izquierda y con la derecha dejan de ser los ejes estructurantes del discurso, mientras que los presidentes apelan a lugares comunes instalados en la sociedad, que les permiten sumar apoyos en la opinión pública y expandir la base que sustenta sus gobiernos.

Para comprobar esta hipótesis, en este artículo planteo un recorrido por los debates académicos sobre los giros a la izquierda y a la derecha en América latina, para luego proponer el marco conceptual y metodológico de esta investigación, que se basa en la discusión sobre la construcción de identidades políticas y sobre la utilización de estrategias discursivas populistas en la construcción inaugural de gobiernos de distinto signo político. A continuación, compruebo empíricamente la hipótesis al establecer una comparación de los discursos de asunción al cargo de estos tres presidentes, para después proponer algunas reflexiones finales.

Los giros políticos en América Latina

El comienzo del siglo XXI se destacó por la expansión de gobiernos de izquierda en América del Sur, en oposición al consenso neoliberal de la década anterior. No obstante, el ciclo de reformas promercado, de acuerdo con las consignas del Consenso de Washington, había permeado en partidos de izquierda, que aceptaron la necesidad de asegurar la estabilidad monetaria y la disciplina fiscal para mantener la democracia electoral. La narrativa de la derecha durante los años del neoliberalismo se convirtió en el “centro político” de esos años, al mismo tiempo que las crisis ocasionadas por dichas políticas produjeron que ese centro se moviera hacia la izquierda.4

Los cuestionamientos que realizaba la izquierda a las políticas neoliberales tendían a promover una mayor intervención estatal para disminuir las desigualdades, y a la implementación de políticas redistributivas del ingreso, pero sin que esto implicara un desconocimiento de la propiedad privada y del mercado, e incluso incentivando acuerdos comerciales con países otrora considerados “imperialistas”.5 Las viejas concepciones de la izquierda se vieron transformadas por nuevas categorías que apelaron a la diversidad social, al respeto de las instituciones, a la condena de la violencia y a la defensa de los derechos humanos.6

Veinte años después del ascenso de la izquierda, el mapa político había virado hacia gobiernos con una orientación contraria. Varios autores denominaron esto como el “giro a la derecha”. Su expansión se asentó en las principales falencias de los gobiernos de izquierda, que consisten, según buena parte de la opinión pública, en el clientelismo, el nepotismo y la corrupción.7 Los problemas económicos que generó la caída del precio de las materias primas en modelos basados en la exportación de estos productos; la tendencia hacia los rasgos personalistas, plebiscitarios y autoritarios de algunos líderes de izquierda en el poder, y la insatisfacción general por la inseguridad ciudadana fueron ingredientes clave para explicar el ascenso de la derecha.8

En oposición a la “derecha dictatorial” de las décadas del sesenta y del setenta, la novedad de esta derecha era la invocación a la democracia como formato representativo, más allá de su tendencia, en algunas ocasiones, a apoyar nuevos casos de inestabilidad presidencial.9 A diferencia de la “derecha neoliberal” de la década del noventa, ésta no se aferraba a los principales postulados de las privatizaciones y la liberalización total de la economía, sino que se veía obligada a mantener ciertos elementos de intervención estatal que se extendieron durante los gobiernos de izquierda, que se habían convertido en el “nuevo centro”, y que la ciudadanía no estaba dispuesta a dejar atrás.10

A comienzos de la tercera década del siglo XXI, América Latina muestra un mosaico de gobiernos de distintas orientaciones, tanto de izquierda como de derecha, con giros que se dan hacia un lado y hacia el otro y que parecen mostrar que no existe un patrón homogéneo en la región, sino la vigencia de una polarización política que impide la construcción de consensos duraderos.11

Las identidades políticas y el discurso populista

Más allá de la caracterización de un gobierno como de izquierda o de derecha, hay elementos en común que permiten comprender cómo reproducen mecanismos equivalentes de construcción del poder. En general, sucede que los gobiernos, cuando nacen, necesitan construir una identidad política propia, lo que supone establecer una homogenización interna, para delimitar quiénes están dentro de un determinado colectivo de identificación, y marcar una diferenciación externa, con el fin de establecer quiénes se encuentran por fuera de ese colectivo.12 Las identidades políticas evocan, además, una perspectiva de la tradición: “una interpretación del pasado y una proyección a un futuro deseado”, para dar “sentido” a una “acción presente”.13

En esta construcción, se destacan los discursos populistas, porque utilizan estos recursos en su máxima expresión: “emergen” como algo novedoso respecto de un pasado que es demonizado, “con la pretensión de encarnar una representación hegemónica de la sociedad frente a un adversario considerado”, al mismo tiempo, como “ilegítimo” e “irrepresentativo”. En este mecanismo, se da “un juego pendular” entre la exclusión del adversario y la pretensión de representar a toda la sociedad. Por este motivo, los discursos políticos populistas suelen tener un carácter “fundacional”, que implica el establecimiento de fronteras políticas en el tiempo entre una situación pasada que es cuestionada y un futuro que aparece como la contracara de ese pasado.14

El discurso populista tiene vigencia porque, bajo determinadas circunstancias de crisis económicas y sociales y con la desestructuración del sistema de partidos, resulta “más creíble” y genera una “mayor identificación” que un discurso liberal-tecnocrático.15 De esta manera, el “mito populista”, tanto de izquierda como de derecha, logra dar “respuestas a las dificultades, los miedos y las ansiedades de los ciudadanos” y propone un sentido de proyecto colectivo que genera adhesiones a través de la construcción de una idea de pueblo, de la identificación de los enemigos y del establecimiento de los cursos de acción para llegar, de la mano de su líder, al destino de éxito que ese pueblo se merece.16

La etapa inaugural de una nueva identidad política desde una perspectiva populista supone un “modelo de llegada”,17 por el cual el líder se ubica en un lugar de exterioridad, ajeno a las responsabilidades por la situación en la que encuentra al país, y también apela a abandonar las identidades partidarias en favor de una “unidad nacional”. En esta operación realiza un “vaciamiento del campo político”,18 con el que deslegitima a los adversarios y niega la fragmentación partidaria.

Se genera, a su vez, una contradicción entre presidente y ciudadanía, cuando, al mismo tiempo, el líder se siente parte del “pueblo”, pero con mayores responsabilidades, ya que es el encargado de conducirlo. El “vaivén permanente entre la simetría y la asimetría con el pueblo”19 está asociado con la utilización de un lenguaje llano y directo, propio de esa pertenencia, y a la vez, con la necesidad de que el pueblo le delegue la conducción del país al líder, quien es el único capaz de encarnarlo.

Los discursos de asunción

El proceso de construcción de una identidad política por parte de un presidente que llega al poder tiene, en general, un momento inaugural determinante: el discurso de asunción. Los discursos inaugurales tienen la particularidad de constituirse en momentos clave para estudiar el poder performativo del lenguaje, ya que conforman el acto institucional en el que se genera un pacto con la ciudadanía.20 Su carácter es instituyente, establece un corte con la administración anterior, una lectura del pasado, la descripción de los principios y objetivos que guiarán al nuevo gobierno y el lugar del líder como garante de la solución anunciada. En el caso de los discursos populistas, se trata, además, de la constitución retórica de la noción de “pueblo”, a través de la apelación a una audiencia unificada, después de las divisiones propias de la campaña electoral.21

La lectura del pasado y las promesas de soluciones futuras deberían diferir, en principio, si el presidente que asume se ubica ideológicamente a la izquierda o a la derecha. Siguiendo la tradicional distinción de Norberto Bobbio,22 el eje de las diferencias entre estos dos polos se encuentra en la idea de “igualdad”: mientras que para la derecha las desigualdades son naturales y difíciles de erradicar, la izquierda considera que estas desigualdades son construidas socialmente y deben modificarse. Esta diferencia conceptual tiene su correlato en las concepciones sobre el papel del Estado, la política y la economía. Para la derecha, la libertad del mercado es el eje vertebrador de la vida en sociedad, mientras que la izquierda argumenta la necesidad de la intervención del Estado para compensar las desigualdades.23

En los discursos de izquierda, los problemas que enfrenta el país tienen como causa las desigualdades, la falta de regulación de la economía, y la escasa o nula injerencia del Estado para compensar las desigualdades generadas por el libre mercado. En los discursos de derecha, las causas de los males están dadas por la ineficiencia económica, el excesivo gasto fiscal, la corrupción, el cercenamiento de las libertades individuales y la falta de controles republicanos.

A su vez, las soluciones varían en su orientación: en el caso de la izquierda, la prioridad está ubicada en compensar las desigualdades a través de una mayor participación del Estado, la igualdad de oportunidades y una mayor justicia social. Para la derecha, las soluciones son inversas: apostar a la reducción de la participación del Estado en la economía, la promoción de la libertad de los actores individuales y la meritocracia, además de hacer énfasis en la lucha contra la corrupción y la inseguridad ciudadana, cuyas soluciones asociadas apelan a la “mano dura”.24

La hipótesis de este artículo es que, entre 2003 y 2019, en los discursos de asunción de presidentes argentinos en los que se establece un contrato fundacional, las nociones de izquierda y de derecha se desdibujan en una posición de centro, donde las banderas de un lado y del otro se retoman en un discurso atractivo para convencer a destinatarios diversos. El centro político está definido, de antemano, por la opinión pública, la cual hace imposible o inconveniente que el primer mandatario busque desandarlo. Así, un discurso ubicado en el centro le permite ganar apoyos y ampliar la base de sustentación política de su incipiente gobierno.

Distintos momentos históricos instalan un clima de época que se arraiga en la opinión pública y define el centro político: el consenso neoliberal de la década del noventa se mantuvo más allá de su tiempo de predominio y, en buena medida, condicionó los discursos de comienzos del siglo XXI. Por su parte, el acuerdo sobre la necesidad de un Estado presente y de políticas sociales activas, que se generalizó en los gobiernos del “giro a la izquierda”, se mantuvo aún cuando éstos comenzaron a perder su momento de auge. Del mismo modo, se han desplegado sentidos comunes sobre la necesidad de limitar la corrupción, de responder a la inseguridad ciudadana y de asegurar el crecimiento económico, después de crisis políticas y económicas recurrentes.

En estos discursos de asunción, los presidentes pretendieron, de manera explícita, constituir una nueva identidad política, para lo cual establecieron aliados, adversarios y una tradición política de la que abrevar, con una estrategia propia del discurso populista. En esta operación, realizaron una lectura crítica del pasado y de la herencia recibida y mostraron la contracara de ese pasado en un futuro venturoso que comenzaba en ese acto inaugural, con el líder como garante de ese futuro. La estrategia era realizar un vaciamiento del campo político, sin distinción de banderas políticas, con una apuesta por la unidad de todos los ciudadanos y mediante una pretensión hegemónica de encarnar la totalidad del espectro social.

Esta hipótesis se comprobará a través de la comparación de los discursos de asunción de tres presidentes argentinos con distinta orientación política: Néstor Kirchner (2003), como un presidente asociado con el giro a la izquierda;25 Mauricio Macri (2015), como parte del giro a la derecha, y Alberto Fernández (2019), quien, de nuevo, se ubica hacia la izquierda.26 Estos tres discursos se analizarán a partir de una división en dos ejes: primero, las declaraciones de principios y del estilo de liderazgo que pretendía inaugurar cada presidente. Segundo, la apelación a ciertas definiciones políticas que podrían enmarcarse ideológicamente hacia la izquierda o la derecha: el papel del Estado y del mercado, las políticas públicas prioritarias, la calidad institucional, la meritocracia, la idea de progreso y las expectativas por alcanzar un “país normal”.

Las declaraciones de principios: rasgos del discurso populista

El discurso de asunción de Néstor Kirchner, que se pronunció en el Congreso de la Nación Argentina el 25 de mayo de 2003, se centró en mostrar al mandatario como el fundador de una nueva etapa en la historia del país, alimentando la idea de que él llegaba desde el exterior del escenario político, alejado de la política tradicional y con el fin de dejar atrás un tiempo oscuro y sin futuro posible, después de la peor crisis económica, política y social que había vivido el país en 2001. Así, el expresidente habló desde un lugar alejado de la política de los últimos años, a pesar de haber sido gobernador de la provincia de Santa Cruz entre 1991 y 2003.

Por mandato popular, por comprensión histórica y por decisión política, ésta es la oportunidad de la transformación, del cambio cultural y moral que demanda la hora. Cambio es el nombre del futuro […]. Venimos desde el Sur del mundo y queremos fijar, junto a ustedes, los argentinos, prioridades nacionales y construir políticas de Estado a largo plazo para, de esa manera, crear futuro y generar tranquilidad. Sabemos a dónde vamos y sabemos a dónde no queremos ir o volver.

Para enfatizar su proyecto fundacional, Kirchner hizo una lectura crítica de los gobiernos que lo precedieron, desde la vuelta de la democracia en 1983. En esta descripción, no mencionó al presidente saliente Eduardo Duhalde, a su propio partido (el peronismo), ni a su líder histórico, Juan Domingo Perón. Estas omisiones marcaron, desde el comienzo, su objetivo por construir una identidad política propia, sin padrinos políticos que le condicionaran el rumbo y mostrándose como el presidente de todos los argentinos, por fuera de los deslegitimados partidos políticos y con una idea superadora de las formas de hacer política.

En ciertos tramos de su discurso, reproducía un vaciamiento del campo político por el cual negaba la política pluralista a favor de una unidad nacional, lo que implicaba una deslegitimación de los adversarios políticos y una propensión al hegemonismo. El nuevo presidente demostraba interpretar el mensaje del “pueblo”, del que él se sentía parte: era un mensaje unívoco y por fuera de las diferencias ideológicas que, si bien presentes, quedaban subsumidas a la búsqueda de un proyecto nacional común a todos:

Pensando diferente y respetando las diversidades, la inmensa y absoluta mayoría de los argentinos queremos lo mismo aunque pensemos distinto. Este proyecto nacional que expresamos, convoca a todos y cada uno de los ciudadanos argentinos, por encima y por fuera de los alineamientos partidarios, a poner mano a la obra de este trabajo de refundar la patria.

Con este “pueblo”, Kirchner se sentía, al mismo tiempo, identificado y lejano: se mostraba, por un lado, como uno más y, por el otro, como el líder que había asumido la responsabilidad de conducirlo; en ese vaivén entra la simetría y la asimetría con el pueblo.

Actuaremos como lo que fuimos y seguiremos siendo siempre: hombres y mujeres comunes, que quieren estar a la altura de las circunstancias asumiendo con dedicación las grandes responsabilidades que en representación del pueblo nos confieren.

Kirchner sostenía, en su discurso de asunción, que había quedado atrás “el tiempo de los líderes predestinados, los fundamentalistas, los mesiánicos”. Para él, la Argentina del futuro se debía refundar en la “integración de equipos con respeto por la diversidad y el cumplimiento de objetivos comunes”. Así, se podría dar vuelta a la página: llegaba el tiempo de mirar hacia adelante, sin distinción de bandos políticos, con un proyecto nacional común para sacar a la Argentina de ese “infierno”.

El gobierno de Mauricio Macri comenzó el 10 de diciembre de 2015. Al igual que en el discurso de asunción de Kirchner doce años antes, la idea principal fue la noción de cambio en relación con el periodo anterior, la búsqueda de la unidad entre todos los argentinos luego de una etapa de divisiones y el comienzo de una era signada por una nueva forma de hacer política.

Macri estableció una frontera entre un pasado de enfrentamiento y un futuro de unidad entre todos los argentinos. Luego del periodo del kirchnerismo, que había sometido a la sociedad argentina a una confrontación entre unos y otros, llegaba ahora el tiempo del “diálogo” y de la “unidad” para alcanzar objetivos comunes. Este cambio se lograría con el aporte de todos, más allá de sus diferencias políticas. Mientras que, desde su perspectiva, el periodo de la campaña electoral había marcado la distancia entre posiciones antagónicas, ahora comenzaba el tiempo de dejar atrás las viejas divisiones para integrar a todos desde la diversidad. De esta manera, el nuevo presidente se sumaba a la tradición de vaciar el campo político de banderías partidarias, como una respuesta del líder que supo interpretar la demanda de unidad de quienes lo llevaron a ser presidente.

Queremos el aporte de todos, de la gente que se siente de derecha y de la gente que se siente de izquierda, de los peronistas y de los antiperonistas. […] Es lo que pidieron millones de argentinos que estaban cansados de la prepotencia y del enfrentamiento inútil. [...] Llegó el momento en el que todos debemos unirnos para crecer y mejorar, para que nuestro país avance.

En su discurso, el nuevo presidente hacía énfasis en la necesidad de que el país se pusiera de pie, encontrara las soluciones a los problemas y lograra la unión de todos los argentinos, encarnada por el líder.

Quiero ser el presidente del trabajo, de las soluciones de una Argentina unida y de pie. […] Y quiero decirles desde el fondo de mi corazón que estoy convencido de que si los argentinos nos animamos a unirnos, seremos imparables.

Si bien no mencionó de manera explícita a quienes lo antecedieron en el cargo, hizo claras alusiones a su predecesora, Cristina Fernández de Kirchner, al proponer una ruptura con las formas de hacer política asociadas a los dirigentes que compiten para “ver quién tiene el ego más grande” y que, además, “mienten para engañar a la gente y el mundo con datos falsos”. La nueva etapa estaría caracterizada, por el contrario, por la colaboración “entre dirigentes modernos que trabajan en equipo para servir a los demás”. El eje del nuevo gobierno se colocaría del lado de la “verdad” y en oposición al de la falsedad del periodo anterior. Esta verdad no es otra que la realidad misma, aquella que permite “reconocer cuáles son nuestros problemas para que juntos encontremos las mejores soluciones”. Para anclar su gobierno en una tradición, Macri mencionó, como única referencia ideológica durante todo su discurso, al expresidente Arturo Frondizi (1958-1962), asociado con el desarrollismo.

Este nuevo líder encargado de conducir los destinos del país, también se presentó a sí mismo como un hombre común con mayores responsabilidades. Su promesa fue que mantendría un vínculo directo y llano con los ciudadanos, con un estilo de liderazgo alejado de dotes mesiánicas.

Hoy me han elegido para ser presidente de la Nación y me llena de alegría y de orgullo. Pero quiero decirles que voy a ser el mismo, aquel que esté cerca, que escuche, que les hable sencillo, con la verdad, que comparta sus emociones y que recuerde siempre qué no es.

A pesar de haber sido Jefe del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, entre 2007 y 2015, Macri alimentaba la idea extendida en buena parte de la opinión pública de que su estilo era novedoso, por provenir de un partido no tradicional, como el Propuesta Republicana (PRO), y su liderazgo, más cercano a formas distintas de las tradicionales: había sido presidente del club de fútbol Boca Juniors. Así, al igual que lo hizo Kirchner, el nuevo presidente se daba a sí mismo un barniz de outsider de la política, no contaminado por los vicios propios de este medio y perteneciente a una nueva generación de políticos.

Alberto Fernández asumió como presidente el 10 de diciembre de 2019 con un discurso cuyo eje estructurante fue la búsqueda de la “unidad de toda la Argentina”. Proponía, una vez más, dejar atrás las divisiones, los odios y los antagonismos para fundar una nueva etapa basada en la unidad nacional. En el comienzo, hizo énfasis en la fecha en que se estaba realizando el traspaso de mando: el 10 de diciembre de 1983 fue el día en que asumió Raúl Alfonsín, el primer presidente democrático que sucedió a la última dictadura, que fue, además, miembro de la Unión Cívica Radical e histórico opositor del peronismo, al que pertenece Fernández. En todo el discurso, el nuevo presidente nombró a Alfonsín tres veces, mientras que a Juan Domingo Perón sólo lo mencionó una única vez. De esta manera, su tradición abrevó más del reconocido como el “padre de la democracia” en Argentina -a pesar de que no hubiera pertenecido al partido político de Fernández- que de las tradiciones y la liturgia características del peronismo.

Hoy celebramos el momento en que la Argentina toda sepultó la más cruel de las dictaduras que hemos debido soportar. Ese día, hace treinta y seis años, Raúl Alfonsín asumía la Presidencia, nos abría una puerta hacia el respeto a la pluralidad de ideas y nos devolvía la institucionalidad que habíamos perdido.

La apelación a la unidad por encima de las ideologías y a la convivencia pacífica, respetuosa de los disensos, acompañó todo su discurso. El sentido fundacional se hizo explícito al anunciar la construcción de un “Nuevo Contrato de Ciudadanía Social”, que implicaba proponer nuevas reglas de juego para volver a empezar como sociedad. Este fundacionalismo se acompañaba, una vez más, de la convocatoria a dejar de lado las banderas partidarias y a “abrazar al diferente”, gracias a que, con él, comenzaba un gobierno que tendría en cuenta las opiniones de todos y que sería, por lo tanto, capaz de interpretarlas.

Ha llegado la hora de abrazar al diferente. […] Tenemos que superar el muro del rencor y del odio entre argentinos. […] Para lograr el sueño de una convivencia positiva entre los argentinos, partimos de que toda verdad es relativa. “Tal vez de la suma o la confrontación de esas verdades podamos alcanzar una verdad superadora”, supo decir con acierto Néstor Kirchner.

Nombrar, en este caso, al expresidente Kirchner, cumplía, al mismo tiempo, con la función de reafirmar la tradición en la cual este nuevo gobierno se enmarcaba y la de retomar una de las concepciones más extendidas por parte del exmandatario, como era la necesidad de atender las distintas “verdades relativas” para llegar a una “verdad superadora” y que estaría condensada en la verdad del líder.

Quiero ser el Presidente capaz de descubrir la mejor faceta de quien piensa distinto a mí. Y quiero ser el primero en convivir con él sin horadar en sus falencias. Quiero ser capaz de corregir mis errores, en lugar de situarme en el pedestal de un iluminado. Yo vengo a invitarlos a construir esa sociedad democrática. Yo quiero ser el Presidente de la escucha, del diálogo, del acuerdo para construir el país de todos.

Fernández, como líder, seguía en su discurso ese vaivén entre la simetría y la asimetría con el pueblo, al presentarse como el “primero” que daría el ejemplo de convivir de manera democrática con quienes pensaran diferente y, al mismo tiempo, no “situarse en el pedestal de un iluminado”. Sería, a la vez, un presidente capaz de guiar al pueblo hacia la unidad fraterna entre quienes habían alimentado el odio de los últimos años y aquel que, como uno más del pueblo, fuera tan humilde para corregir sus errores. Sería, también, el presidente de la “escucha”, del “diálogo y del acuerdo”, porque suya era la responsabilidad de “construir el país de todos”.

Cuando mi mandato concluya, la democracia argentina estará cumpliendo 40 años de vigencia ininterrumpida. Ese día quisiera poder demostrar que Raúl Alfonsín tenía razón. Espero que, entre todos, podamos demostrar que con la democracia se cura, se educa y se come. Pongámonos de pie y empecemos nuevamente nuestra marcha.

Frente a la situación crítica en la que se encontraba el país, la unidad resultaba imprescindible para “poner a la Argentina de pie”. La expresión, idéntica a la utilizada por el presidente anterior, ahora suponía poner en pie al país e iniciar una marcha, pero en otra dirección. Si el presidente anterior había dejado un legado de crisis profunda por sus políticas orientadas a la derecha, tocaba el turno ahora de un gobierno que cambiara el sentido.

Estoy seguro de que todos vamos a coincidir en que hemos llegado a esta situación porque se han aplicado muy malas políticas económicas. Esa serie de decisiones económicas fueron determinantes para que el Pueblo Argentino, en su mayoría, las descalificara en las últimas elecciones. […] Recibimos un país frágil, postrado y lastimado.

Con extensas menciones al estado de crisis profunda en el cual recibía el país, Fernández acusó al gobierno anterior por las malas políticas económicas, haciéndolo el único responsable de la herencia recibida y dando por sentado que este diagnóstico era algo en lo que “todos vamos a coincidir”. Así, no sólo incluía a quienes lo habían votado, sino también a los que no. Sin aludir a Macri con nombre y apellido, el mal gobierno de su antecesor fue uno de los temas centrales y aludió a él con una estrategia que se cuidaba de responsabilizar a gobiernos precedentes. El resultado de las elecciones era un mensaje claro de la opinión, en contra del gobierno de Macri de la mayoría del “pueblo argentino”, por lo que ahora era el tiempo de fundar una nueva etapa y de cambiar el rumbo.

Los tres discursos muestran una búsqueda, por parte de cada nuevo presidente, de construir una identidad política propia, en la que las estrategias discursivas del populismo funcionan para establecer aliados, adversarios y una tradición a la cual remitir. La persecución de la unidad nacional, por encima de las diferencias; la necesidad de dar vuelta a una página de la historia, y fundar una nueva etapa y el lugar del líder como uno más del pueblo, aunque con mayores responsabilidades, se reproducen en los tres discursos, como fórmulas probadas de construcción de apoyos para el nuevo gobierno.

Las políticas públicas: donde la izquierda y la derecha se mimetizan

En la alocución de Néstor Kirchner el eje de las políticas públicas estaba ubicado en la reconstrucción de un “capitalismo nacional” que activara la economía, permitiera una mejor distribución del ingreso y asegurara el ascenso social, con una perspectiva de la economía y del papel del Estado cercana a las concepciones de izquierda. Sin embargo, su objetivo, decía Kirchner, no era cerrar el país al mundo, sino otorgarle al Estado una participación equilibrada dentro de la economía, para permitir el “desarrollo con equidad”. Tampoco se trataba de dejar de lado el esfuerzo personal, por lo que las ideas de izquierda se matizaban con la necesidad de sostener el vínculo de intercambio con el mundo y de incentivar el desarrollo individual.

El mercado organiza económicamente pero no articula socialmente; debemos hacer que el Estado ponga igualdad allí donde el mercado excluye y abandona. Es el Estado el que debe actuar como el gran reparador de las desigualdades sociales en un trabajo permanente de inclusión y creando oportunidades.

Kirchner se esforzó por reiterar una visión moderada sobre la participación del Estado en la economía y la sociedad, mediante la recuperación de las instituciones y la consolidación de un crecimiento económico estable. Fue firme al anunciar que su vocación sería la de pagar la deuda externa, pero no “a costa del hambre y la exclusión de los argentinos”. Su objetivo era que la economía creciera lo suficiente para que aumentara también la capacidad de pago. Con respecto a la política exterior, el eje estaría puesto en una política multilateral pero con énfasis en las relaciones con el resto de América Latina y, fundamentalmente, con el Mercosur.

Kirchner reivindicó la idea de “progreso”, como una tradición propia de la Argentina construida, como sus antepasados, por inmigrantes que creyeron en el país y ayudaron a forjarlo. Este concepto se vincula, entonces, con el objetivo del gobierno que comienza: es una bisagra en la historia y, al mismo tiempo, el primer escalón para un progreso colectivo que debería redundar en que, al finalizar el mandato, el país esté mejor que cuando comenzó. La base para lograrlo era hacerlo, con una perspectiva fundada en el mérito, a través del “esfuerzo, la capacidad y el trabajo”.

Se trata, entonces, de hacer nacer una Argentina con progreso social, donde los hijos puedan aspirar a vivir mejor que sus padres sobre la base de su esfuerzo, capacidad y trabajo. […] Les vengo a proponer que recordemos los sueños de nuestros patriotas fundadores y de nuestros abuelos inmigrantes y pioneros.

Kirchner hizo énfasis en la necesidad de reforzar la calidad institucional, el combate a la corrupción y la impunidad. Si bien la corrupción es un problema que atraviesa a gobiernos de distintos signos, la preocupación por la calidad de las instituciones, el respeto a las normas establecidas y el combate a la corrupción suele resultar más cercana a los discursos de la nueva derecha.

La calidad institucional supone el pleno apego a las normas, en una Argentina que, por momentos, aparece ante el mundo como un lugar donde la violación de las leyes no tiene castigo legal ni social. […] No habrá cambio confiable si permitimos la subsistencia de ámbitos de impunidad.

A lo largo de su alocución, Kirchner mencionó cuatro veces la idea de que se debía construir “un país normal”. Esta expresión puede sumarse a las dos ocasiones en que utilizó su slogan de campaña: “Un país en serio”. Son palabras que reforzaban la imagen de caos que heredaba de la reciente crisis y de la necesidad de encauzar la política, la economía y la sociedad hacia una “normalidad” que resultaba esquiva.

Las definiciones de política pública en el discurso de asunción de Mauricio Macri se basaron en su plan de “pobreza cero”, de derrotar al narcotráfico, de mejorar la educación pública, la vivienda y el empleo, de universalizar la protección social y de urbanizar las villas y asentamientos. Para lograr estos objetivos, propuso un Estado presente que permitiera la “igualdad de oportunidades” y en el cual se respetara la libertad de cada uno de elegir dónde vivir y desarrollar sus “sueños”. El Estado estaría presente en donde fuera necesario, sobre todo para cuidar a “los que menos tienen”. Como una forma de convocar a sectores peronistas, se apropió de una de sus principales banderas, aludiendo de manera explícita a la “justicia social”:

Nuestra prioridad será lograr un país donde cada día haya más igualdad de oportunidades, en el que no haya argentinos que pasen hambre, en el que todos tengamos la libertad de elegir dónde vivir y desarrollar nuestros sueños. […] El Estado va a estar donde sea necesario para cada argentino, en especial para los que menos tienen. […] Vamos a cuidar los trabajos que hoy existen, pero sobre todo a producir una transformación para que se multipliquen las fuentes de trabajo porque esa es la única forma de que haya prosperidad donde hoy hay una pobreza inaceptable. […] Se viene un tiempo nuevo: el tiempo del diálogo, del respeto y del trabajo en equipo; tiempo de construcción con más justicia social.

Macri reforzaba concepciones sobre la relación entre el Estado, la economía y la sociedad que lejos estaban de representar las banderas de la derecha y que respondían a las acusaciones que había recibido de que estaba comenzando en la Argentina un gobierno asociado con el neoliberalismo de la década del noventa. Con la finalidad de fijar una posición que diera tranquilidad sobre sus intenciones futuras, adoptó un discurso en el que se mimetizaba con las ideas de izquierda.

Sus palabras se dirigían, además, a marcar una diferencia concreta con el gobierno anterior, respecto a tres elementos: la corrupción, la falsedad de los datos oficiales y la relación con la justicia. Como una manera de responder a la expectativa del electorado y a las principales críticas que había recibido el gobierno saliente, el nuevo presidente retomó estas demandas y las hizo propias, mediante lo cual encarnó la ruptura con el periodo anterior:

Este gobierno va a combatir la corrupción […] Voy a ser implacable con todos aquellos que de cualquier partido o filiación política, sean propios o ajenos, dejen de cumplir lo que señala la ley. […] Queremos que la Argentina entre en el siglo XXI incorporando políticas de gobierno abierto. Esconder y mentir sobre nuestra realidad es una práctica que nos ha hecho mucho, mucho daño. […] En nuestro gobierno no habrá jueces macristas.

Al igual que Kirchner, reivindicó la idea de “progreso”, apelando a una tradición propia de la Argentina, construida por inmigrantes, antepasados de ambos mandatarios, que creyeron en el país y ayudaron a forjarlo.

El deseo de progreso fue la base de nuestra Nación. Todo lo que somos fue hecho por personas que apostaron, con un optimismo inteligente, por el resultado de su trabajo. Lo que da sentido a nuestras vidas es esa aventura de crecimiento. Vivámosla juntos. Es una aventura extraordinaria.

Así, la meritocracia, el esfuerzo individual y el crecimiento, como ideas asociadas a la derecha, quedaban unidos a la necesidad de vivir juntos esa “aventura extraordinaria”, que comenzaba como un hito fundacional de la mano de un nuevo gobierno que evitaba agitar las banderas del neoliberalismo para transmitir una imagen de protección a una ciudadanía expectante.

El discurso de Alberto Fernández, cuatro años después, giró en torno a problemáticas similares. Una vez más, la preocupación fundamental fue el problema de la pobreza y del hambre en Argentina. Como respuesta a ese flagelo, prometía un “Estado presente”, convocaba a una “Argentina Unida”, que construyera “justicia social”. El orden de prioridades estaría puesto en los más necesitados y postergados de la sociedad, para luego extenderse al resto. De esta manera, reproducía las consignas de sus antecesores, con una visión cercana a las concepciones de izquierda.

Más de 15 millones de personas sufren de inseguridad alimentaria en un país que es uno de los mayores productores de alimentos del mundo. Necesitamos que toda la Argentina Unida le ponga un freno a esta catástrofe social. […] Queremos un Estado presente, constructor de justicia social.

El objetivo del nuevo gobierno sería la creación de un plan de desarrollo nacional que tuviera especial cuidado en defender e incentivar la industria local, incluyendo a las pequeñas empresas. El énfasis en el mercado interno y en la promoción de la industria nacional no iría en detrimento de una macroeconomía ordenada, sino que el orden económico sería una condición fundamental para implementar después las políticas de desarrollo. A su vez, se trataría de un plan abierto al mundo, para que Argentina se integrara a la globalización de manera inteligente. Al igual que Macri, citó a Arturo Frondizi, de tal forma que las tradiciones abrevaban de la misma fuente:

Una macroeconomía ordenada es una condición necesaria para dejar lugar a la creatividad de las políticas en pos del desarrollo. No hay progreso sin orden económico. […] Argentina no debe aislarse y debe integrarse a la globalización. Pero debe hacerlo con inteligencia, preservando la producción y el trabajo nacional. […] Como alguna vez dijera Arturo Frondizi, debemos lanzarnos “con decisión y coraje a la conquista del futuro”.

Fernández hizo hincapié en la necesidad de asegurar la calidad institucional, el buen funcionamiento de las instituciones y la transparencia en la administración de los recursos públicos, algo que había sido cuestionado durante administraciones anteriores, con varias causas judiciales abiertas contra exfuncionarios.

Nuestro compromiso es garantizar la absoluta transparencia en la administración de los recursos destinados a la obra pública. […] Una democracia sin justicia realmente independiente no es democracia. Nunca Más a una justicia contaminada por servicios de inteligencia, operadores judiciales, procedimientos oscuros y linchamientos mediáticos.

La necesidad de mejorar la calidad institucional no sólo debía incluir al Poder Ejecutivo, sino también al Poder Judicial, a los servicios de inteligencia y a los medios masivos de comunicación. Así, se ubicaba desde un lugar de cuestionamiento a ciertas investigaciones judiciales y mediáticas por actos de corrupción durante los gobiernos kirchneristas que, desde su perspectiva, terminaban en persecuciones a exfuncionarios pertenecientes a su propio espacio político. En este contexto, cobra un especial sentido la apelación al “Nunca Más”, célebre en Argentina por haber sido utilizado durante las investigaciones por delitos de lesa humanidad de la última dictadura.

La comparación de los tres discursos de asunción muestra una similitud tanto en las estrategias discursivas como en el contenido de las políticas públicas propuestas. La vocación de la izquierda de darle participación al Estado en la economía, de compensar las desigualdades, de apostar al desarrollo y de promover la justicia social, estuvo presente en los tres discursos, sin distinción de presidentes asociados con la izquierda o con la derecha. También fueron compartidas la apelación a la economía ordenada, la apertura al mundo, el respeto a la calidad de las instituciones, el combate a la corrupción y la reivindicación de la meritocracia y de la formación de equipos, marcas propias de los discursos de derecha. Mientras el objetivo de cada uno fue mostrar un cambio en relación con el periodo anterior, los discursos de asunción se acercaron mucho más de lo que se diferenciaron.

Conclusiones

En las últimas décadas, América Latina ha asistido a distintos giros políticos, hacia la izquierda y hacia la derecha, es decir, a cambios de gobiernos con distintas orientaciones ideológicas, que suponen un determinado vínculo con la opinión pública y que implican diferencias en la formulación de políticas públicas.

Estos giros hacia un lado y el otro del espectro político parecen haberse convertido en la nueva normalidad en Argentina. Los gobiernos de este país viraron, primero, hacia la izquierda en 2003, luego a la derecha en 2015, para luego volver a girar a la izquierda en 2019. La polarización de la sociedad cada vez se acentúa más y determina la mayoría de los conflictos políticos, al mismo tiempo que amplios sectores de la opinión pública no se sienten representados por ninguno de los dos polos.

Mientras tanto, la situación económica se ha deteriorado de manera sostenida, lo que hace más acuciante, para cada nuevo gobierno, contar con amplio apoyo de la opinión pública. Cada presidente que comienza busca convencer a la mayoría de la opinión pública para contar con el sustento político que le permita emprender las políticas que se propone. En esta construcción, el discurso de asunción resulta un momento fundacional.

Estos discursos, en lugar de marcar fuertes diferencias entre sí, resultan similares en varios aspectos: establecen una frontera con el pasado apelando a la necesidad de un “cambio”, realizan una convocatoria a la “unidad nacional” y a dejar atrás las divisiones en la opinión pública, con una pretensión hegemónica de representar a toda la sociedad en su conjunto, y le dan al Estado un lugar destacado en la lucha contra el hambre, la pobreza y la desigualdad. Los discursos de asunción parecen repetirse una y otra vez, como si fueran fruto del mismo autor.

La búsqueda por generar amplios consensos, por construir una identidad política propia y por brindarle sustento político al gobierno que se inicia lleva a que el líder se ubique en el centro político, aquel lugar más cercano posible al de la mayoría de la opinión pública. Si las crisis económicas y políticas persisten, si la polarización política se mantiene e incluso se ahonda con el transcurso de los años, cada nuevo presidente que llega al poder lo hace con la promesa de comenzar un tiempo nuevo.

Si los mandatarios son auténticos en su discurso, si lo dicen de manera genuina o resulta una impostura, si están decididos a cumplir con esas promesas, es algo que no se puede comprobar. Sin embargo, es posible advertir que resulta legítimo para ellos pararse frente a la ciudadanía haciendo una lectura negativa del pasado inmediato, proponer un cambio y remitir a un contexto de crisis al que es necesario sobreponerse. Y así, periodo de gobierno tras periodo de gobierno. Porque ellos están frente a una sociedad que reclama cambios permanentes, en un círculo del que resulta imposible escapar, mientras todo parece sumergirse en borgeanas ruinas circulares.

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1 Benjamín Arditi, “El giro a la izquierda en América Latina: ¿una política post-liberal?”, Ciências Sociais Unisinos, vol. 45, núm. 3, Universidade do Vale do Rio dos Sinos, São Leopoldo, Brasil, 2009, pp. 232-246.

2 Juan Pablo Luna y Cristóbal Rovira, The Resilience of the Latin American Right, John Hopkins University Press, Baltimore, EE. UU., 2014.

3 Santiago Anria y Gabriel Vommaro, “En Argentina, un giro a la derecha que no fue y el improbable regreso del peronismo de centro-izquierda”, Más poder local, núm. 40, Murcia, España, 2020, pp. 6-10.

4Benjamín Arditi, op.cit.

5Ibidem.

6 Luis Javier Orjuela, “La compleja y ambigua repolitización de América Latina”, Colombia Internacional, núm. 66, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia, 2007, pp. 16-35.

7 Cristóbal Rovira, “La derecha en América Latina y su lucha contra la adversidad”, Nueva Sociedad, núm. 254, Fundación Friedrich Ebert, Buenos Aires, Argentina, 2014, pp. 34-45.

8 María Victoria Crespo, “¿Adiós al populismo? Notas sobre sus ciclos, crisis y persistencia en América Latina”, Política. Revista de Ciencia Política, vol. 55, núm. 1, Universidad de Chile, Santiago de Chile, Chile, 2017, pp. 7-30.

9 Verónica Giordano, “¿Qué hay de nuevo en las ‘nuevas derechas’?”, Nueva Sociedad, núm. 254, Fundación Friedrich Ebert, Buenos Aires, Argentina, 2014, pp. 46-56.

10 Ezequiel Barolin, “El ascenso de la derecha en América Latina: apuntes para su discusión”, Contexto Internacional, año 17, núm. 42, Centro de Estudios Políticos e Internacionales-Fundación para la Integración Federal, Rosario, Argentina, 2017, pp. 21-26

11Santiago Anria y Gabriel Vommaro, op. cit.

12 Gerardo Aboy Carlés, Las dos fronteras de la democracia argentina. La reformulación de las identidades políticas de Alfonsín a Menem, Homo Sapiens, Rosario, Argentina, 2001.

13 Muricio Schuttenberg, “De la locura a la normalidad. La Nación y los primeros cien días de Macri”, Trabajos y Comunicaciones, núm. 47, enejo-junio, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación-Universidad Nacional de La Plata, Buenos Aires, Argentina, 2018, p. 3. Disponible en <http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/65921>, [fecha de consulta: 28 de febrero, 2020].

14 Gerardo Aboy Carlés, “Populismo y democracia en la Argentina contemporánea. Entre el hegemonismo y la refundación”, Estudios Sociales, núm. 28, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, Argentina, 2005, pp. 134-135.

15 María Esperanza Casullo, ¿Por qué funciona el populismo? El discurso que sabe construir explicaciones convincentes de un mundo en crisis, Siglo XXI, Buenos Aires, Argentina, 2019, p. 16.

16Ibidem, p. 17.

17 Silvia Sigal y Eliseo Verón, Perón o muerte. Los fundamentos discursivos del fenómeno peronista, Legasa, Buenos Aires, Argentina, 2004, p. 29.

18Ibidem, p. 69.

19 Emilio de Ipola, Ideología populista, Folios, Buenos Aires, Argentina, 1983, p. 182.

20 Mariano Dagatti, “Pioneros de un nuevo mundo. El discurso de investidura del presidente argentino Mauricio Macri”, Conexão Letras, vol. 12, núm. 18, Universidade Federal do Rio Grande do Sul, Porto Alegre, Brasil, 2017, pp. 154-174.

21 María Alejandra Vitale y Mariano Dagatti, “La constitución de la Argentina democrática en el discurso de asunción presidencial de Raúl Alfonsín”, Hallazgos, vol. 13, núm. 26, Universidad Santo Tomás, Bogotá, Colombia, 2016, pp. 65-91.

22 Norberto Bobbio, Derecha e izquierda. Razones y significados de una distinción política, Taurus, Madrid, España, 1995.

23Cristóbal Rovira, op. cit.

24Idem.

25El gobierno de Néstor Kirchner tuvo continuidad en el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, quien estuvo en el cargo de 2007 a 2015.

26Los discursos de asunción fueron extraídos de las siguientes fuentes: Néstor Kirchner, “Discurso de asunción del Presidente Néstor Kirchner”, Cristina Fernández de Kirchner, 25 de mayo, 2003. Disponible en <https://www.cfkargentina.com/discurso-de-asuncion-del-presidente-nestor-kirchner-a-la-asamblea-legislativa-el-25-de-mayo-del-2003/>, [fecha de consulta: 14 de mayo, 2014]; Mauricio Macri, “Palabras del Presidente de la Nación, Mauricio Macri, ante la Asamblea Legislativa en el Congreso de la Nación”, Casa Rosada. Presidencia, 10 de diciembre, 2015. Disponible en <https://www.casarosada.gob.ar/informacion/discursos/35023-palabras-del-presidente-de-la-nacion-mauricio-macri-ante-la-asamblea-legislativa-en-el-congreso-de-la-nacion>, [fecha de consulta: 11 de diciembre, 2015], y Alberto Fernández, “Palabras del presidente Alberto Fernández en su acto de asunción ante la Asamblea Legislativa”, Casa Rosada. Presidencia, 10 de diciembre, 2019. Disponible en <https://www.casarosada.gob.ar/informacion/discursos/46596-palabras-del-presidente-alberto-fernandez-en-su-acto-de-asuncion-ante-la-asamblea-legislativa>, [fecha de consulta: 11 de diciembre, 2019].

Recibido: 15 de Abril de 2020; Aprobado: 02 de Diciembre de 2020

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