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Revista mexicana de opinión pública

versión On-line ISSN 2448-4911versión impresa ISSN 1870-7300

Rev. mex. opinión pública  no.26 Ciudad de México ene./jun. 2019

https://doi.org/10.22201/fcpys.24484911e.2019.26.66903 

Artículos

El papel de las emociones sociales y personales en la participación política

The Role of Social and Personal Emotions in Political Participation1

Victoria Isabela Corduneanu1 

1 Profesora-investigadora de tiempo completo en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), en el Colegio de Humanidades y Ciencias Sociales, en la Academia de Comunicación y Cultura. Sus líneas de investigación son juventud y comunicación, y comunicación política. isabela.corduneanu@uacm.edu.mx.


Resumen

El artículo propone un análisis del papel de las emociones, los afectos y los sentimientos en la participación política tanto no convencional (movilizaciones sociales) como tradicional (el voto), a través de una investigación cualitativa de las movilizaciones de 2014 (Ayotzinapa), 2017 (Marcha contra Trump), y una investigación cuantitativa tipo panel sobre las emociones de los sujetos durante y después de la campaña electoral de 2018. Encontramos que las emociones sociales y socializadas, así como las emociones personales desempeñan un papel importante en la movilización; asimismo, las emociones personales cambian antes, durante y después de la campaña electoral, de lo negativo hacia lo positivo; se detalla también qué emociones sociales se expresan desde 2012 y cómo ha sido su evolución hasta 2018: ira, miedo y frustración se han movido hacia esperanza y tranquilidad. Una limitante del estudio es el trabajar con emociones sociales y socializadas (en el caso de las movilizaciones) y con emocionales personales (en el caso de la campaña electoral), lo que invita a una conceptualización más profunda en el tema de las emociones.

Palabras clave: Participación política; emociones; giro afectivo; elecciones; movimientos sociales

Abstract

The paper analyzes the influence of emotions, affects and feelings upon political participation, be it traditional o social. We used a qualitative approach for studying the social mobilizations of 2014, linked to the Ayotzinapa case and the anti-Trump protest in February 2017, as well as a quantitative approach in a panel research on reported emotions before and after the July 2018 elections. The main finding is that both social and socialized emotions as well as personal emotions have an important role in the political participation of the citizens. We also describe which emotions were publicly expressed since the first mobilizations in May 2012, and how they changed up to 2018: they passed from anger, to fear, frustration and moved to hope and tranquility after the 2018 election. A limitation of the study is that it considers, on one side, the social and socialized emotions for the case of social mobilizations and, on the other side, the personal emotions in the case of the electoral campaign; though we should consider the need to more theoretical and conceptual work in the topic of emotions.

Keywords: Political participation; emotions; affective turn; elections; social movements

1. Introducción y contextualización

El sexenio de Enrique Peña Nieto (1 de diciembre de 2012 - 1 de diciembre de 2018), del Partido Revolucionario Institucional (PRI), tuvo un debut que presagiaba un cambio en las movilizaciones sociales, con el movimiento #Másde131 y #YoSoy132 desde mayo de 2012, cuando todavía eran tiempos de campaña electoral. De las varias particularidades de estos movimientos, en este artículo se quiere destacar la importancia de la espontaneidad y de las emociones que movilizaron a miles de jóvenes de universidades privadas y públicas a juntarse en un movimiento sin precedentes en la historia post 68 de México. Además de la importancia de las redes sociales, otro aspecto llamaba la atención en estas movilizaciones: el papel de las emociones, la alegría y la espontaneidad de los jóvenes que salían a la calle a protestar contra la corrupción de los medios y del (en este entonces) candidato del PRI. En palabras de Jasper, "las emociones nos ayudan a que el mundo alrededor de nosotros tenga significado, así como a formular acciones que respondan a los acontecimientos: una forma de pensar y de evaluar y no una forma de irracionalidad”.2

En este contexto, en octubre y noviembre de 2014, se desarrollan varias movilizaciones sociales en México y en el ámbito internacional: salen a la calle muchas emociones, incluidos el enojo y el miedo. La primera Jornada Global por Ayotzinapa se desarrolla el 8 de octubre de 2014, y el 22 de octubre es de Día de Acción Global por Ayotzinapa, con manifestaciones multitudinarias en el Paseo de la Reforma de la Ciudad de México; estas manifestaciones seguirán en octubre y noviembre de ese mismo año, junto con otras actividades, como paros laborales. Dichas movilizaciones se sobreponen con un movimiento del Instituto Politécnico Nacional, cuyos estudiantes marchan el 26 de septiembre de 2014 en señal de protesta por algunas modificaciones al reglamento interno y a los planes de estudio. Sin embargo, rápidamente se abarcaron temas más amplios que los convocados, incluidas las manifestaciones de rabia, enojo y desacuerdo con el presidente Peña Nieto y su gobierno. Movilizaciones y protestas continuaron durante todo el sexenio; por ejemplo, la Jornada Global por Ayotzinapa llegó a su edición 45 el 26 de junio de 2018, aunque sin el estallido emocional y multitudinario de 2014.3

En febrero de 2017 se desarrolla otra movilización multitudinaria: la Marcha de protesta contra Trump; allí aparecen otras emociones socializadas, tal como se analizará a continuación.

Después de un sexenio de emociones en la calle, llega la campaña electoral y las elecciones del 1 de julio de 2018. Hubo 53% del voto por el candidato de MORENA - PT - PES, el partido de oposición.

El objetivo principal de este artículo es analizar qué emociones (tanto personales como sociales y socializadas) han desempeñado un papel en la participación política, no sólo convencional (movilizaciones), sino también tradicional (el voto) del elector mexicano.

Primero, se realizará un repaso teórico de la sociología de las emociones y del llamado “giro afectivo” en las ciencias sociales y las principales temáticas de los estudios sobre emociones y política. En un segundo apartado, explicaremos las metodologías de recopilación de datos. En un tercer apartado, se presentarán los resultados de los estudios cualitativos sobre las emociones y las movilizaciones sociales durante el sexenio de Peña Nieto, como un antecedente de las elecciones de 2018. En un cuarto apartado, se mostrarán los resultados de un estudio cuantitativo de panel comparativo sobre las emociones de los electores en tres momentos diferentes: al inicio de la campaña electoral, a mediados de la campaña y después de conocer el resultado de las elecciones. Finalmente, en las conclusiones, presentaremos una síntesis sobre el papel de las emociones en el análisis de la participación política y de las movilizaciones sociales.

2. Marco teórico

De la sociología de las emociones al giro afectivo en las ciencias sociales

El interés por las emociones en la sociología renace en los años 70 del siglo pasado, después de unas cuatro décadas de dominación de las bases cognitivas de la acción social con el funcionalismo, el interaccionismo simbólico, la etnometodología, la teoría del conflicto y la teoría de la elección social, aunque el interés por las emociones se puede rastrear hasta Aristóteles y Platón, y en los sociólogos ingleses y estadounidenses del siglo XVIII.4

Antes de la sociología, las emociones regresan a la antropología, la psicología y la filosofía.5 Entre 1970 y mediados de los años 80, florece el interés de la sociología por las emociones, empezando por el manual seminal de Randall Collins, Conflict Sociology, publicado en 1975.6 Pero aquí empiezan también los debates. Un primer tema de debate es el vínculo de las emociones con las relaciones y las estructuras sociales.

“Ninguna relación social se puede llevar a cabo cuando falta sea pensamiento sea emociones”.7 La sociología de las emociones, más que una nueva disciplina, es un nuevo nivel de análisis “que se debe realizar para encontrar sentido en cualquier sistema social, proceso social o en cualquier relación social de la vida cotidiana”.8 En la visión de Jack Barbalet, “las emociones se deben entender no sólo como un aspecto de la cultura, sino también como parte de las relaciones de poder y de estatus que las produce. Esto hace que las emociones, más que un aspecto cultural, sean un aspecto de estructura social”.9

Por lo tanto, se considera que las emociones son el eslabón entre estructura y agenciamiento, y de tal forma son un tema importante para la investigación sociológica.10 En palabras de Barbalet, uno de los autores seminales en la sociología de las emociones, ninguna acción puede ocurrir en la sociedad (entendida como un sistema interactivo) sin la implicación emocional de los actores.11

Un segundo tema de debate se da entre los positivistas y los social-constructivistas. El interés principal de los positivistas radica en los aspectos sociales de la producción de las emociones, y, en consecuencia, tratan y aceptan mecanismos biológicos de su producción, así como las teorías evolucionistas de Darwin o Plutchik. En cambio, los social-constructivistas desprecian los mecanismos biológicos de las emociones para concebirlas como categorías culturales y sociales.12

Entre estos extremos, sin embargo, se han posicionado varios temas de investigación, como aspectos fenomenológicos de las emociones, el papel de éstas en la construcción de la acción social, su papel en la acción colectiva, el impacto de las instituciones en el comportamiento emocional, o la regulación de las emociones y su expresión.13 En el presente artículo, nos situaremos en la línea de los estudios que usan las emociones para analizar los movimientos sociales, visualizados como momentos de acción colectiva.

No obstante, debemos enfatizar que el estudio de las emociones y del afecto no permanecieron en la sociología, sino que traspasaron rápidamente el campo de la teoría de la acción social y de la psicología para extenderse a los estudios culturales y a la teoría cultural. Para Lara y Enciso Domínguez, el momento del boom de las teorías del afecto se sitúa en 1995, con dos autores: Brian Massumi, quien se apoya mucho en la obra de Deleuze para “criticar las limitaciones de las perspectivas discursivas y para abogar por el afecto y su autonomía con respecto al discurso”, y Eve Sedgwick, quien también sostiene las críticas a la perspectiva discursiva, pero incorpora la perspectiva teórica del psicólogo Silvan Tomkins: el afecto se conecta con algunas emociones básicas, como la vergüenza, el miedo, el enojo, la excitación, la alegría y el asco.14 La incorporación del afecto y de las emociones en los estudios culturales se da como una crítica al giro lingüístico de éstas y marcará un regreso del sujeto y de sus emociones a las ciencias sociales.

Patricia Clough fue la primera en utilizar el término de “giro afectivo” y lo define como el enganche teórico con las emociones y la afectividad que se da en las ciencias sociales y en las humanidades a partir de la segunda mitad de los 90.15 Arfuch,16 por su parte, define el giro afectivo como “la creciente atención a las emociones como fuente privilegiada de verdad sobre el sujeto” y lo entiende como una reacción al giro textual o lingüístico, que abogaba por la primacía del discurso y por un olvido del cuerpo y de las emociones, debido a la influencia del psicoanálisis y del postestructuralismo.

Para esta autora, entonces, el retorno del sujeto propone “una perspectiva transdisciplinaria en que el análisis del discurso, la semiótica, la teoría literaria y la crítica cultural se articularon con enfoques filosóficos, sociológicos, psicoanalíticos, en una verdadera 'conjura' estética, ética y también política”.17

Sin embargo, esta 'conjura' refleja también un cambio paulatino que se produce en el ámbito de la vida cotidiana, con la emergencia de una “sociedad afectiva”, con la explosión de los “realities shows”, con la exhibición de la vida íntima de varios “personajes públicos” (o “socialités”) como entretenimiento, con las confesiones públicas en las redes sociales, con el éxito de lo (auto)biográfico en la literatura y las ciencias sociales, el éxito de aproximaciones como la historia oral y la historia de vida, publicación de diarios personales, pero también con el auge de la literatura sobre la inteligencia emocional, la creación de marcas en mercadotecnia mediante la persuasión y las emociones como técnicas de posicionamiento y de venta; incluso en la política se posiciona el “marketing emocional”, líderes carismáticos cuya vida privada se hace pública (sólo pensemos en el ejemplo de Obama y su familia). Tenemos entonces un giro emocional en el ámbito global, macro-social, tanto que, en palabras de Arfuch, “en vez de ideología parece que tenemos emocionología”.18

Las filiaciones teóricas del giro emocional son las teorías de la subjetividad y de la subjetivización de origen psicoanalítico, teorías del cuerpo, teorías feministas y postfeministas de corte post-estructuralista, el diálogo de la teoría lacaniana del psicoanálisis con la teoría política y el análisis crítico, y también las teorías “queer” de la melancolía y el trauma. Desde la filosofía, el giro afectivo se apropia de Deleuze, Guattari y Spinoza. En cambio, desde la antropología se relaciona con las teorías que postulan que las emociones no son estados psicológicos individuales de naturaleza pre-social, pre-ideológica y pre-discursiva, sino prácticas socio-culturales.19

Llegamos así a un primer planteamiento importante del giro afectivo: las emociones no son estados psicológicos, sino prácticas sociales y culturales. No suponen una autoexpresión que se vuelca hacia afuera (in/out: de adentro del sujeto hacia fuera, la sociedad), sino más bien se asumen desde el cuerpo social (outside/in: de afuera para adentro), en tanto que brindan cohesión a este cuerpo social.20 Las emociones se expresan y usan en discursos públicos que generan emociones sociales (colectivas): la pena, el odio el miedo, el disgusto, la vergüenza, el amor.21

Las investigaciones más recientes encontraron que en los movimientos de protesta se presenta más de una emoción, así que la investigación se debe centrar en parejas de emociones. Los pares de emociones positivas y negativas forman “baterías morales” que indican una dirección para la acción, a fin de desplazarse hacia lo deseado o atractivo. Estas baterías son una condenación del statu quo, combinada con una esperanza utópica para un futuro alternativo, una pareja que define la protesta para Castells.22 Por ejemplo, el par “vergüenza y orgullo” provoca la mayoría de los movimientos de la comunidad lgbtttiq+ o de los grupos con identidades estigmatizadas. Precisamente el enojo ayuda a la transición de la vergüenza al orgullo y la moviliza. Al enojo se llega desde la vergüenza pasando por el miedo.23

Además, las emociones son constitutivas de nuestra propia subjetividad: la memoria y la identidad, como formas de subjetividad, no existirían sin sus componentes y tintes emocionales.24

Emociones, afectos, sentimientos: varias tipologías

Brian Massumi, uno de los precursores del giro afectivo, como ya lo mencionamos, distingue afecto de emociones y sentimientos. Siguiendo a Spinoza, Deleuze y Bergson, define el afecto como fuerzas e intensidades, “privilegiando el cuerpo como lugar de afectación de esa potencia, la cualidad de afectar y ser afectado”.25 Por lo tanto, considera los afectos como prepersonales, no conscientes y que suponen una experiencia de intensidad que no se puede realizar plenamente en el lenguaje. Considera los sentimientos como personales y biográficos, mientras que define las emociones como sociales.26 Con base en este planteamiento, Arfuch propone un modelo tripartito: emociones de fondo -energía, entusiasmo, excitación-; emociones primarias o básicas -miedo, ira, sorpresa, alegría, tristeza, felicidad-, y emociones sociales -simpatía, turbación, vergüenza, culpa, orgullo, celos, envidia, admiración.

Hoggett y Simpson27 proponen una distinción entre “emoción (afecto)”, como más biológico y corporal, y “sentimiento”, que posee una construcción discursiva. La emoción (afecto), por ser menos enraizada en el discurso, es más inestable y fluida; por lo tanto, más susceptible de ser transmitida entre personas, aunque estén a distancia, a través de lo que Freud llamó “contagio”, y en la sociología de hoy se llaman “redes afectivas”. Los sentimientos poseen una dimensión emocional, lo que los hace impredecibles y carentes de reglas; por ello, en la vida pública, sentimientos como enojo, ansiedad, pánico, furia, cuando ganan fuerza, son difíciles de controlar.

Jasper propone otra tipología de los sentimientos con base en su duración, y dependiendo de cómo se perciben o se sienten por el sujeto. Primero son las “pulsaciones”: “fuertes impulsos corporales difíciles de ignorar: deseo, adicción a sustancias, sueño, evacuación corporal; más que emociones, son sentimientos y pueden incidir en una acción coordinada de protesta, por lo cual se deben controlar”. Segundo, “las emociones reflejas”, que define como reacciones al entorno físico y social inmediato. Son inmediatas y se acompañan de expresiones y cambios corporales. Retomando a Ekman, plantea cinco emociones reflejas (Ekman les llama “básicas o universales”): miedo, ira, alegría, sorpresa, disgusto, conmoción. En tercer lugar, vienen “los estados de ánimo”, que perduran en el tiempo y se diferencian de las emociones por carecer de un objeto directo. Lo importante de esta duración en el tiempo es que hace posible que se trasladen de un entorno al otro, que circulen por el cuerpo social.

En cuarto lugar, Jasper diferencia las “lealtades u orientaciones afectivas”, a las que define como apegos o aversiones: amor, simpatía, respeto, confianza, admiración, y sus equivalentes negativos. Están vinculadas a valoraciones cognitivas.

Finalmente, menciona las “emociones morales”, que define como sentimientos de aprobación o rechazo, basados en intuiciones o en principios morales. Se les vincula con “lo correcto” o “incorrecto” de nuestras acciones, actitudes o sentimientos.28

Hablando de las emociones colectivas, Jasper distingue dos tipos involucrados en los movimientos sociales. Por un lado, las “emociones recíprocas”, definidas como los vínculos de amistad, amor, solidaridad y lealtad; por otro, las “emociones compartidas”, que son las emociones vividas por un grupo al mismo tiempo, pero sin tener a otros miembros del grupo como objeto; por ejemplo, el enojo hacia el gobierno. Las “emociones recíprocas” y las “compartidas” se refuerzan unas a otras y construyen la cultura del movimiento social en que se manifiestan.29 Por tanto, lo anterior nos remite a un nuevo concepto: el de sociedades o comunidades afectivas.

Comunidades afectivas

Una reciente perspectiva teórica también se refiere a “comunidades afectivas”, tanto en la teoría poscolonial30 como en las relaciones internacionales.31 Las comunidades afectivas son un tipo de comunidades que se construyen por tener en común ciertas formas de sentimientos y emociones, a las que entienden de la misma manera: las emociones circulan en el interior de las comunidades y ayudan a darles coherencia.32 Sara Ahmed33 enfatiza la propiedad de la circulación de las emociones como lo que les da fuerza, desde una perspectiva de economía afectiva.

Es importante acentuar como una característica de estas comunidades la de compartir los significados de las emociones. Sin embargo, este compartir se hace a través de su circulación, y la circulación se logra a través de la socialización, de la puesta en común, como las movilizaciones sociales. Una forma sobresaliente de comunidad afectiva es la nación. Pero también lo son aquellas comunidades que se movilizan alrededor de una causa humanitaria, por ejemplo, y que van más allá de los límites nacionales. En tal caso, nos referimos al papel importante de sentimientos (y actitudes) como la compasión y la solidaridad. Las comunidades que se forman en las redes sociales alrededor de pasiones deportivas, o bien políticas, son también un caso interesante de estudio como “comunidad afectiva” trans-territorial; en la historia más reciente, eso involucra a los migrantes, como los casos de los niños migrantes de América Latina en Estados Unidos, o la crisis de los refugiados sirios en la Unión Europea.

Las comunidades afectivas suponen una vinculación entre emociones, representaciones y discursos sociales que permite a sus integrantes tener un sentido del mundo.34 Hace más de una década, desde la tradición de la crítica literaria, se hablaba de “comunidades de interpretación”. Hoy, pasado el giro lingüístico, les sumamos a estas “comunidades de interpretación” el valor de las emociones como traductores de los discursos para hablar de “comunidades afectivas”.

3. Metodología de investigación en emociones, movimientos sociales y política: abogando por la triangulación

James Jasper, al referirse a la metodología para investigar las emociones en acción, afirma que “primero se deben entender las perspectivas, metas, reclamos y acciones de los actores, lo que se llama ‘la experiencia vivida’”. En consecuencia, metodológicamente se necesita una atención etnográfica cuidadosa sobre quienes se movilizan y sobre quienes no lo hacen, con objeto de entender la interacción social de los puntos de vista de los actores.35 Tendremos entonces dos guiños metodológicos: por un lado, la propuesta de la etnografía y la observación; por otro, la propuesta de trabajar (mínimo) por pares de emociones que se “juntan” a fin de llevar a la acción social.

El estudio de los movimientos sociales ha favorecido el pluralismo metodológico y el diálogo entre diferentes aproximaciones epistemológicas, así como la triangulación de métodos, aunque, al mismo tiempo, se reconoce una falta de reflexión metodológica en estos estudios, justo porque son conducidos por el problema de investigación, mas no por el método de investigación.36 Por consiguiente, el estudio de los movimientos sociales se beneficia de la triangulación de métodos de investigación que, además de aumentar la validez, sirve para obtener una explicación fundamentada del fenómeno estudiado, una mejor capacidad para construir una teoría y proveer un conocimiento más profundo del fenómeno estudiado.37 Hemos considerado en este estudio la triangulación como una combinación de métodos cualitativos (observación participante y análisis visual) y cuantitativos (encuesta) en un diseño emergente y secuencial exploratorio; emergente porque se considera la triangulación durante el proceso de investigación y no antes, y secuencial exploratorio, porque el objetivo de la fase cuantitativa, posterior a la cualitativa, es poder generalizar los datos de la primera fase.38 Hemos escogido la triangulación porque, epistemológicamente, consideramos que ambos métodos son complementarios más que opuestos, ya que “pueden contestar a aspectos diferentes que tiene una pregunta de investigación y pueden conducir a un entendimiento más holístico del fenómeno. A través de la triangulación, se puede acceder a dimensiones diferentes de la pregunta de investigación”.39

Así pues, para investigar las emociones involucradas en las movilizaciones sociales de 2014 y 2017 (o participación no convencional), usamos el método de observación participante. Por medio de fotos y vídeos que la autora tomó en las marchas, se observó la interacción entre los participantes, sus pancartas (forma y fondo - texto de las pancartas), con el fin de analizar qué emociones eran las movilizadoras.

En el caso de las movilizaciones sociales, la investigadora y autora de este artículo se ha centrado más en su papel de observadora directa, documentando mediante fotos y videos principalmente los lemas, los carteles y las pancartas de estas marchas. ¿Cómo se escoge lo que se observa o cómo se observa? De acuerdo con Balsiger y Lambelet, tenemos dos posibilidades: la orientación teórica y la orientación por el campo. En el caso de esta investigación, usamos la orientación por el campo, en la que “se va al campo sin ninguna idea teórica, lo que es una aproximación teórica relacionada con la teoría fundamentada de Glaser y Strauss”.40 Adicionalmente, el estudio de los carteles, pancartas y lemas se ha fundamentado en investigaciones previas, como la de Audra Buck Coleman, quien observa los carteles y las consignas en la Women´s March del 20 de enero de 2017 en Washington, para tener algunos hallazgos muy interesantes sobre cómo los posters, en cuanto a su material (cartulina, papel reciclado o póster formal, plotter etcétera), a su letra (impresa o escrita a mano, en minúsculas o en mayúsculas), o al tipo de lenguaje que usa (formal, informal, coloquial), pueden comunicar la variedad de emociones que expresan los participantes en la marcha. Igual que en el caso de nuestra investigación, también hace un análisis de las temáticas que se expresan en los carteles, para llegar a la conclusión de que la marcha convocó a temas diversos, que, en la mayoría de las veces, se expresaban en la misma pancarta.41 La señalética de la protesta puede ofrecer una representación visual y una validación para pensamientos y emociones que no se expresan abiertamente”.42

Por último, escogimos la observación participante para investigar los movimientos sociales de 2014 a 2017, por su capacitad de capturar las condiciones fluidas de los movimientos; se observa mientras se moviliza, mientras se marcha: se observa el fenómeno en desarrollo. Por otro lado, la observación participante también permite ver cuándo en un movimiento se juntan grupos diferentes entre sí, pero que llegan a tener una causa en común: los “extraños aliados”.43 En el caso de nuestra investigación -sobre las emociones en las movilizaciones sociales-, se hizo una recopilación de datos visuales (fotografías) centradas en las pancartas que se llevaban a las movilizaciones, poniendo atención tanto a los aspectos materiales (soporte, escritura, colores) como al discurso y a los temas que se tocaban en dichas pancartas, pero, sobre todo, en las emociones que comunicaban directa o indirectamente.

En el caso de la participación política tradicional o convencional (el voto), optamos por la metodología cuantitativa en la modalidad de un estudio panel que nos da la posibilidad de comparar en el tiempo las emociones reportadas por los participantes antes, durante y después de la campaña electoral. La metodología cuantitativa, en tal caso, se inscribe dentro del diseño de investigación secuencial exploratorio.44 Con esta fase, el objetivo fue generalizar, por lo menos, una parte de los datos cualitativos recopilados entre 2014 y 2017.

Los datos cuantitativos son parte de un estudio financiando por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) con las claves 280739 y 256670. Para la realización del estudio, se contrató a la empresa demoscópica Survey Sampling International (SSI), con el fin de contar con una muestra amplia y representativa de la población mexicana, a la par de garantizar la participación de las mismas personas en las diferentes olas del estudio. La primera ola se realizó la semana previa al inicio oficial de las elecciones; se comenzó el 23 de marzo y la aplicación concluyó el 30 del mismo mes. En dicha aplicación se levantó un total de 1 819 entrevistas en línea. La segunda ola se realizó durante junio de 2018, con la finalidad de registrar actitudes y comportamientos respecto de los primeros dos meses de campaña electoral. El levantamiento se realizó entre el 1 y el 25 de junio de 2018. Finalmente, participaron 996 entrevistados en la ola primera. La última aplicación se realizó una vez pasada la elección, y cuando los conteos distritales quedaron realizados. Por tal razón, el trabajo de campo se inició el 9 de julio y terminó el 19 de ese mes. En total participaron 701 entrevistados, quienes también respondieron la primera y segunda ola.

De los datos obtenidos, únicamente se contó con los relativos a los participantes que fueran mayores de edad (≥ 18 años) y censados como votantes en la República. En este sentido, en la muestra final (N = 701) participaron ciudadanos de todos los estados de la República, así como de la Ciudad de México. 54.8% de la muestra estaba constituido por hombres (n = 384), y 45.2% por mujeres (n = 317), con edades comprendidas entre los 18 y los 80 años (M = 42.07, DE = 13.37). En la muestra se contemplaron participantes con diferentes niveles educativos. El grupo mayoritario correspondió a quienes tenían estudios profesionales (n = 424, 60.7%) o de preparatoria (n = 130, 18.6%). Asimismo, 43.6% de participantes reportó ingresos mensuales de entre $10 001.00 y $30 000.00 (n = 285); 40%, ingresos menores a $10 001.00 (n = 202), y 25.4% reportó más de $30 001.00 al mes (n = 166).

El estudio fue tipo ómnibus; es decir, se aprovecharon los levantamientos de los dos proyectos de CONACYT para introducir preguntas sobre las emociones. Lo anterior también constituye una limitación del estudio, pues no permitió extenderse mucho en las preguntas. Se decidió utilizar el diferencial semántico de Osgood, dado que esta escala se ha desarrollado para investigar los significados, y también porque el tipo de análisis que permite esta técnica se refiere no sólo a las afirmaciones que hacen los encuestados, sino también a la evaluación de los mundos semánticos subjetivos de los actores sociales. Típicamente, se desarrollan varias escalas de siete puntos bipolares; en el extremo de cada una, está el concepto y su opuesto, que se quieren medir.45

En esta investigación, se les preguntó a los participantes qué sentimientos les ocasionaba escuchar la palabra “política” o “políticos”, a partir de un diferencial semántico de Osgood compuesto por cuatro escalas bipolares medidas -cada una de ellas- con siete puntos, en cuyos extremos se presentaban los siguientes sentimientos o emociones antónimas: ansiedad-tranquilidad, alegría-rabia, frustración-orgullo y confianza-desconfianza. Con el fin de construir una escala que midiera las emociones sentidas en su conjunto, se procedió a invertir las puntuaciones en las escalas segunda y cuarta, para que el indicador final estuviera equilibrado de una emoción negativa hacia una positiva. Se evaluó para cada una de las olas si la escala contaba con validez de constructo y fiabilidad; así se obtuvo buenos datos tanto para la ola primera (KMO = .764, R 2 = 68.73, α = .848), como para la segunda (KMO = .771, R 2 = 69.24, α = .852) y tercera (KMO = .770, R 2 = 72.57, α = .874). Se escogieron estos conjuntos de emociones porque fueron los que más se expresaron en la calle durante las movilizaciones de 2014 y 2017, y también porque -como vimos en el repaso teórico- son emociones movilizadoras, además de ser emociones que se pueden contagiar con facilidad: de ser una emoción personal a ser parte de las emociones colectivas o del “clima emocional”. En otras palabras, se trata de emociones que, al ser compartidas, crean comunidades o sociedades afectivas.46

4. Resultados: un sexenio de emociones

En este apartado presentamos primero los resultados de las observaciones participantes que se han hecho en las movilizaciones de 2014, vinculadas con el caso Ayotzinapa, y en la Marcha de protesta contra Trump, en febrero de 2017, para apreciar qué emociones se expresaron en la calle y cómo fue su evolución hacia el proceso electoral de 2018. En una segunda parte, se presentarán los resultados del estudio cuantitativo panel, sobre las emociones que los encuestados asociaron a los políticos, antes, durante y después de la campaña electoral y de las elecciones de 1 de julio de 2018.

Las movilizaciones y las emociones sociales previas a las elecciones

Un par de años después del movimiento #YoSoy132, en que se observó el papel de las emociones en una movilización social donde la alegría se emparejaba con la indignación, dicha alegría y espontaneidad se transformaban en enojo con lo sucedido en Iguala - Ayotzinapa. Las protestas de 2014 ven nuevas emociones en la calle: ira/rabia, pero también sentimientos más complejos, como la desconfianza hacia los políticos.

Como mencionamos antes, el 8 de octubre de 2014 se hace la primera Jornada por Ayotzinapa: destacan las pancartas sombrías, donde predominan la tristeza, la indignación, el enojo y hasta la ira; aparece también el miedo (de ser asesinado). La juventud es una sola y la solidaridad inter-universitaria se hace presente, de nuevo, como en 2012. Lo que llama la atención en 2014 es que salieron a la calle quienes “nunca salen”: escuelas privadas y públicas sin historial de protesta (como el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), La Salle o el Colmex), escuelas de artes o de medicina, el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), preparatorias y los Colegios de Ciencias y Humanidades (CCH). Así de poderoso fue el poder movilizador de las emociones, y, en específico, dos emociones sociales y socializadas en esta marcha: el miedo y la indignación.

Como puede apreciarse en la Foto 1, lo dominante en la primera movilización por el caso Ayotzinapa es la exigencia de justicia (esto es, no es un reclamo nada más: es una exigencia). Destacan las pancartas espontáneas, escritas a mano en cartulinas de varios colores. En la marcha predomina la indignación, la denuncia y la exigencia de justicia, como se expresaba, por ejemplo, en algunas consignas: “La indignación en la calle”, “Lo que pasó en Guerrero, que lo sepa el mundo entero”, “Alerta que camina, la lucha estudiantil por América Latina” fueron algunas consignas que se gritaron en esta marcha.

Foto 1 Marcha del 8 de octubre de 2014, Primera movilización por Ayotzinapa.  

Sin embargo, las emociones se socializan, corren y movilizan; se radicalizan y, de la indignación y la exigencia de justicia, se transitará a emociones mucho más fuertes. Dos días después se vuelve a la calle y hay dos elementos importantes por señalar. Primero, es la socialización (en pancartas) de una nueva emoción: la ira; segundo, es la fusión de la protesta del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y el movimiento de protesta por Ayotzinapa. Lo que para el IPN era un asunto de políticas internas (se protesta por el cambio en el reglamento interno y por los cambios en el plan de estudios), se vuelve público y se vuelve un pre-texto y un antecesor de las protestas por la desaparición de los 43 normalistas. La protesta del IPN es apropiada en el contexto de una misma emoción que las enmarca: la ira.

En la Foto 2 (marcha del 10 de octubre de 2014), vemos una pancarta que destaca por el soporte (una cartulina) y los colores vivos, llamativos. Lo importante es la expresión de la nueva emoción social: la furia: “Ayotzinapa nos enfureció”. También se observan la fusión de los temas: IPN y Ayotzinapa, con la coexistencia de los carteles. Destaca, nuevamente, la espontaneidad de los manifestantes, pues las pancartas no son corporativas o producidas en serie. También llama la atención la autoría de las pancartas, en este caso el CCH sur (Colegio de Ciencias y Humanidades [preparatoria] de la Universidad Nacional Autónoma de México, institución con larga y sólida trayectoria en los movimientos de protesta). Quienes están ahora en la calle son los preparatorianos (menores de 18 años).

Foto 2 Marcha del 10 de octubre de 2014. 

El contagio emocional sigue en aumento. Doce días después, en la Primera Jornada Global por Ayotzinapa, al enojo y a la exigencia por la justicia se le juntan el descontento y la protesta contra el gobierno. También aparecen las consignas de justicia social.

Como vemos en la Foto 3, en la primera Jornada Global por Ayotzinapa, del 22 de octubre de 2014, las emociones sociales ya están escalando y las pancartas siguen siendo espontáneas, expresiones genuinas de las emociones de los participantes. Es frecuente ver a un participante con dos pancartas: una delante y otra colgada en sus prendas o mochila, como en la Foto 3, donde la consigna que reza la hoja es: “Ya no queremos ser un pueblo que se conforma con las migajas que el gobierno nos da”. Es importante destacar que las pancartas usan la primera persona en plural: hablamos entonces de emociones colectivas (o socializadas) y de una comunidad afectiva que las comparte. El “clima emocional” ya estaba formado; empezó con la indignación, la ira, la inconformidad. En palabras de Barbalet: “Las personas que comparten las mismas circunstancias pueden experimentar emociones comunes (…) El clima emocional es un fenómeno grupal, que se forma a través de las relaciones de los miembros del grupo”.47 Así pues, se puede explicar la espontaneidad de las pancartas-cartulinas escritas a mano.

Foto 3 22 de octubre de 2014, Primera Jornada Global por Ayotzinapa. 

Pero no sólo marchan en la calle el descontento y la ira: también aparece la esperanza. De acuerdo con las definiciones de Jasper, consideramos que la esperanza -en estas movilizaciones- es más un “estado de ánimo”, pues carece de un objeto directo y, como se verá a continuación, sí perduró en el tiempo, por lo menos, hasta las elecciones de 2018, y así circuló por el cuerpo social.48

Es interesante el reclamo en la pancarta de la Foto 4: “Nos quieren desaparecer la esperanza”. Se hace un juego de palabras entre un tema central de las protestas (la desaparición de los 43 normalistas en Iguala, estado de Guerrero) y un estado de ánimo, la esperanza, sin objeto preciso. Puede interpretarse que lo expresado en esta pancarta son otras emociones: frustración y ansiedad (de las emociones que se midieron en la etapa cuantitativa).

Foto 4 22 de octubre de 2014, Primera Jornada Global por Ayotzinapa. 

Nuevamente, en la Foto 5, tomada el 22 de octubre en la Primera Jornada Global por Ayotzinapa, se observan las pancartas confeccionadas a mano, en sencillas hojas de papel o en cartulinas, lo que denota la espontaneidad de los participantes. En esta marcha se hace presente otra emoción: la ira contra el presidente Enrique Peña Nieto, a quien se le llama “asesino”. Las pancartas rezan: “EPN asesino, culpable, crímenes de estado, crímenes contra la humanidad, Genocidio”, “Fuera Gobierno criminal”, “Malditos sociópatas, ¡qué se larguen todos!”

Foto 5 22 de octubre de 2014, Primera Jornada Global por Ayotzinapa. 

La ira social aumentaba y tenía ya como principal objetivo el gobierno. Es de notar, en casi todas las fotografías, que las pancartas son confeccionadas ad-hoc, escritas a mano en cartulinas o en hojas de papel, lo que nos demuestra el alto carácter emocional de las movilizaciones, así como lo encontraba también Audra Buck Coleman en la etnografía que hizo de la Women´s March.49 El objeto de esta ira se extiende al sistema tradicional de los partidos políticos: Partido Revolucionario Institucional (PRI), Partido Acción Nacional (PAN) y Partido de la Revolución Democrática (PRD), como se muestra en la Foto 6, donde a los tres se les considera cómplices de un “narco-gobierno”.

Foto 6 22 de octubre de 2014, Primera Jornada Global por Ayotzinapa. 

Las emociones no sólo movilizan y bajan a la calle; también llaman a la acción. Así aparece no sólo la indignación y el reclamo al Estado, a los partidos políticos o al presidente, sino el llamado a la acción política, a la participación. Como se ve en la Foto 7, las emociones movilizan: “Las emociones son una parte medular de la acción. […] Si hemos de comprender las acciones emprendidas, necesitamos entender las emociones que las conducen, acompañan y son resultado de ellas”.50 El giro afectivo nos puede ayudar a entender mecanismos ocultos de acción social, que ni la teoría racional, ni la teoría crítica o interpretativa pudieron entender, justo por estar paradas sea sólo en la razón, sea sólo en el texto. En este caso, las emociones personales se llevan a la calle, se socializan y, además, se forman conglomerados de emociones: una escalada emocional y de estados de ánimo que han sostenido estas movilizaciones seguidas en el otoño de 2014.

Foto 7 22 de octubre de 2014, Primera Jornada Global por Ayotzinapa. 

En las marchas de octubre de 2014, aparece aún más fuerte el miedo y la rabia en la forma de denuncia de asesinatos. Las palabras “matar” o “masacre” se repiten una y otra vez en estas marchas, acusando que el gobierno mata el futuro, mata a los jóvenes: “Nos están matando”, “Están matando al futuro de México”. Si equiparamos “el futuro” con la “esperanza”, nuevamente aparecen la ansiedad y la frustración, en una expresión metafórica (“esperanza”, “futuro” se refieren a los jóvenes mexicanos, tal y como lo explica otra consigna muy repetida en todas las marchas: “¿Por qué nos asesinan si somos la esperanza de América Latina?”).

Como vemos en las Fotos 8 y 9, las denuncias de “matanza” y de “masacre” en las consignas de la marcha del 22 de octubre de 2014 denotan la rabia que moviliza; más importante aún: se construye la narrativa histórica, la historia de los “crímenes de Estado”, una genealogía que se remonta al movimiento estudiantil de 1968.

Foto 8 Denuncia de “masacre”. Marcha del 22 de octubre de 2014. 

Foto 9 Marcha de 22 de octubre de 2014. 

El corolario de las movilizaciones de 2014 fue la rabia (una de las emociones que medimos en la parte cuantitativa) y, a través de ella, el llamado a la acción. Una consecuencia fue la cohesión de varios sectores de la sociedad que nunca o pocas veces habían salido a la calle, lo que permitió cuajar la sociedad civil en forma de una “comunidad afectiva” que compartía estas emociones movilizadoras.

2017, de la rabia a la frustración y al odio: de “fuera Peña” a “muera Peña”

El enojo (y también esa “comunidad afectiva” que se forjó en 2014) regresa a las calles con la “Marcha ciudadana contra Trump”, desarrollada el 12 de febrero de 2017 en protesta de las declaraciones xenófobas del presidente de Estados Unidos contra los inmigrantes mexicanos y en pro de la construcción de un muro como medida anti-migratoria. La convocatoria se hizo a través de organizaciones de la sociedad civil y de redes sociales. En esta movilización, la ira y la indignación se transfieren también al presidente Peña Nieto; sin embargo, podremos hablar del pasaje de la rabia al odio, pues las pancartas y los eslóganes oscilan de “Fuera Peña” a “Muera Peña”.

Muchas pancartas -en su mayoría, hechas a mano, de manera artesanal (elaboradas en casa) o espontánea (elaboradas in situ, en la acera, durante la marcha), en cartulinas u hojas de papel- llevaban ya un doble mensaje: “Fuera Peña, Fuera Trump”. También se encuentran pancartas con mensajes que piden la renuncia de Peña Nieto y de su gobierno, así como mensajes de protesta sobre todo contra la corrupción y la impunidad del gobierno y de la clase política. No obstante, se debe mencionar que hubo también diferencias entre los participantes: grupos que pedían no desvirtuar la marcha con un reclamo contra el gobierno o contra Peña Nieto, porque su objetivo era otro.

En la Foto 10 tenemos un ejemplo de una “doble pancarta” pero también de toda la narrativa que respalda el enojo, una “historia de heridas”; como decía Ahmed: “El enojo es un acto de habla direccionado hacia un sujeto, el enojo es performativo. Se crea como respuesta a un mundo, se vuelve una manera de moverse fuera del mundo criticado: se transforma en movimiento”.51 Por eso vemos pancartas extensas, y no sólo sencillos eslóganes; se trata de pancartas que narran la herida y “espetan” el enojo.

Foto 10 Marcha anti-Trump, febrero de 2017. 

En la Foto 10, además de las pancartas “dobles”, que dicen “Pinche Trump, Pinche Peña”, la pancarta más formal, en tela, reza: “Peña Nieto, ni Trump, ni el gasolinazo harán que se nos olvide la corrupción y la impunidad de los Duarte, Medina, Borges, Moreira, Herrero, etc. etc.”, haciendo alusión a varios gobernadores priistas implicados en escándalos de corrupción. Adicionalmente, la marcha anti-Trump llevaba a las calles la esperanza y el empoderamiento de la gente: “lo crucial al acto de protesta es la esperanza porque nos permite sentir que lo que nos enoja no es inevitable, aunque a veces la transformación se ve como imposible. Es la esperanza la que transforma el enojo en un movimiento; es la falta de esperanza que transforma el enojo en desesperación”.52

“Y después de esta marcha, ¿qué?” En la pancarta de la Foto 11 se ve el llamado a la acción más allá de una marcha, y nuevamente, se narran las injusticias, los motivos del enojo, pero también se hace un llamado a la acción más allá de la protesta en la calle, y se narran los posibles motivos de la movilización: la crisis económica, la corrupción, los sueldos de los políticos, los sueldos bajos; en concreto, todo un programa político que pide una movilización más permanente que una marcha.

Foto 11 Marcha anti-Trump, febrero 2017. 

Otra particularidad de esta marcha de febrero de 2017 es que el tema dominante fue la corrupción, así como en las movilizaciones de 2014 el tema era el asesinato/la matanza. La indignación ahora es por la corrupción de la clase política y por su cinismo, como expresan las pancartas.

Quizá lo más emblemático de esta marcha fue la transformación del enojo en odio: de “Fuera Peña” a “Muera Peña” (“corrupto”), tal como se aprecia en la Foto 12:

Foto 12 Marcha anti-Trump, febrero de 2017. 

2018: emociones y elecciones

Como ya se mencionó en el apartado metodológico, en 2018 se presentan los resultados de un estudio cuantitativo tipo panel en que se ha trabajado con una escala de pares de emociones. En términos generales, en ninguna ola se superó la media teórica de las emociones medidas (M = 4), lo que indica que la tendencia fue a una puntuación en las emociones hacia el extremo negativo de la emoción más que hacia el positivo. En cuanto a las comparaciones de la presencia de cada emoción o sentimiento, así como del indicador creado, a lo largo de los tres tiempos de la encuesta panel, se observa en general que la puntuación tiende a ser más positiva conforme avanza la campaña para todas las mediciones. En cuanto al diferencial entre Ansiedad-Tranquilidad, se encontraron diferencias estadísticamente significativas, F(2, 1385) = 8.697, p < .001, ηparcial 2 = .012. El análisis de las medias marginales estimadas, mediante el ajuste Bonferroni, arrojó una diferencia entre el tiempo 3 (julio) y los otros dos tiempos (marzo-junio), que no divergieron entre sí. El análisis del diferencial entre rabia-alegría arrojó diferencias estadísticamente significativas: F(2, 1400) = 18.151, p < .001, ηparcial 2 = .025; se presentaron las diferencias también entre el tiempo 3 y los tiempos 1 y 2 en conjunto.

Tabla 1 Comparación de las emociones de los participantes en los tiempos de la encuesta panel. 

Tiempo 1 Tiempo 2 Tiempo 3
M DE M DE M DE
Ansiedad-tranquilidad 2.68 *** 1.30 2.72 *** 1.34 2.89 *** 1.42
Rabia-alegría 2.46 *** 1.35 2.57*** 1.40 2.78 *** 1.45
Frustración-orgullo 2.43 *** 1.42 2.46*** 1.39 2.72 *** 1.51
Desconfianza-confianza 2.10 *** 1.37 2.27*** 1.47 2.47 *** 1.50
Índice de emociones 2.42 *** 1.13 2.50 *** 1.17 2.72 *** 1.25

Nota: N = 701. Todas las variables se midieron con diferenciales semánticos de 7 puntos, entre ambos polos de la emoción. *** p < 0.001

Por otra parte, el análisis del diferencial entre frustración-orgullo arrojó diferencias estadísticamente significativas: F(2, 1400) = 15.434, p < 0.001, ηparcial 2 = 0.022. En general, se detectó una puntuación mayor hacia la emoción positiva en el tiempo 3 (julio) que en los tiempos 1 y 2 (marzo-junio), que no difirieron entre sí en cuanto a la presencia de estas emociones. Finalmente, el diferencial entre desconfianza-confianza también presentó diferencias estadísticamente significativas: F(2, 1400) = 20.092, p < 0.001, ηparcial 2 = 0.028. Sin embargo, en este caso los tres tiempos presentaron diferencias entre sí, si se atiende el análisis de las medias marginales estimadas, mediante el ajuste Bonferroni. Como puede observarse, la tendencia hacia la confianza fue en aumento con el tiempo, sin sobrepasar en ningún momento la medición del punto intermedio (M = 4). En cuanto al índice creado, se presentaron diferencias estadísticamente significativas en los tiempos de aplicación: F(2, 1380) = 28.478, p < 0.001, ηparcial 2 = 0.039. Se puntuó el índice en mayor medida en el tiempo 3 que en los tiempos 1 y 2, que no difirieron entre sí.

En resumen, las emociones personales vinculadas a la política y a los políticos son más negativas que positivas, con un aumento en confianza y tranquilidad después de saber los resultados de las elecciones. Sería útil hacer un análisis por cercanía partidista y por preferencia electoral para ver si hay diferencias entre las emociones expresadas en función de estas dos variables.

5. Conclusiones

El objetivo principal de este artículo fue analizar qué emociones, tanto personales como colectivas, han desempeñado un papel en la participación no convencional (movilizaciones) y tradicional (voto) en México, de 2014 a 2018.

Un primer hallazgo es que en las movilizaciones, las emociones personales se expresan a través de pancartas ad-hoc, elaboradas a mano, en papel o cartulina, pero que expresan directamente la emoción (por ejemplo: “Nos enojó”) o indirectamente a través de la materialidad de la pancarta (escrita a mano, en mayúsculas -sugiriendo un grito-, en colores, etcétera).53 Sin embargo, así como lo marcaron varios autores, estas emociones personales se pueden volver colectivas o socializadas cuando se trata de emociones compartidas, que son las emociones que viven los miembros de un grupo al mismo tiempo pero sin tener a éstos como objeto, como el enojo hacia el gobierno o por la corrupción.54

En segundo lugar, en los movimientos sociales se expresa (y se moviliza) más de una emoción. Si bien las emociones halladas también se pueden agrupar en pares, como sugiere uno de los autores consultados,55 nuestra investigación indica más bien que las emociones se fueron acumulando a través de las movilizaciones seguidas: les llamaremos un desarrollo secuencial de emociones. En la primera manifestación (8 de octubre de 2014), predomina la indignación; a ésta se le suma la rabia, la ansiedad y la frustración (en las movilizaciones secuenciales de 2014), así como, nuevamente, la rabia y la desconfianza hacia el gobierno y los políticos por los casos de corrupción que se reclaman en 2017. En el caso de 2018, vimos que si bien las emociones negativas predominaron en las tres olas del levantamiento (antes, durante y después de la campaña), también hubo una evolución hacia las emociones positivas cuando se conocieron los resultados de las elecciones.

En tercer lugar, consideramos que el giro afectivo, que plantea este regreso del sujeto como central en la investigación social, con su dimensión racional y emocional, así como el considerar las emociones como prácticas sociales y culturales, más que simples estados psicológicos, es una perspectiva epistemológica novedosa para los estudios de participación política en general, pues ponen en evidencia mecanismos de participación que las teorías anteriores (la de movilización de recursos o de la elección racional) no consideraban. En el caso de nuestra investigación, vimos cómo emociones personales negativas, transformadas en emociones compartidas y socializadas en las movilizaciones sociales, se perpetuaron durante el resto del sexenio de Enrique Peña Nieto. También se vio cómo el resultado de las elecciones determinó un movimiento de estas emociones hacia su lado positivo.

En cuarto lugar, queremos señalar que el concepto de “comunidad afectiva” tiene un importante potencial teórico en los estudios de participación política, tanto tradicional como no convencional, dado el poder movilizador de las emociones, y más aún, de las emociones “compartidas” por cierta comunidad, aunque dicha comunidad sea heterogénea en términos sociodemográficos o ideológicos, lo que se llaman “los extraños aliados”.56 Las emociones compartidas pueden ser unificadores más allá de las diferencias clásicas de clase, del nivel socio-económico o de visiones partidistas o religiosas. Es este un tema pendiente para la investigación.

Por último, queremos señalar la necesidad de mayor investigación en las tipologías de emociones, afectos y sentimientos desde la perspectiva del giro afectivo más que desde las perspectivas de la psicología evolucionista, a fin de entender mejor la complejidad de estos estados de ánimo y su papel en la acción social y en las formas de participación política y social.

Referencias

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1Proyecto Apoyado por el Fondo Sectorial de Investigación para la Educación de Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT).

2James M. Jasper, “¿De la estructura a la acción? La teoría de los movimientos sociales después de los grandes paradigmas”, Sociológica, año 27, núm. 75, enero-abril, Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapozalco (UAM-A), Ciudad de México, México, 2012, p. 35.

3Jorge Becerril, “Marchas a la Suprema Corte por caso Ayotzinapa”, Milenio, 26 de junio, 2018. Disponible en http://www.milenio.com/ciudad/marchan-a-la-suprema-corte-por-caso-ayotzinapa, [fecha de consulta: 15 de agosto, 2018].

4Para una revisión bibliográfica exhaustiva, ver G.E. Marcus, “Emotions in Politics”, Annual Review of Political Science, vol. 3, Annual Reviews, California, EE. UU., 2000, p. 221-205. DOI: https://doi.org/10.1146/annurev.polisci.3.1.221, y Jack Barbalet, Emotions, Social Theory and Social Structure. A Macrosociological Approach, Cambridge University Press, Cambridge, EE. UU., 1998, pp. 12-18. DOI: https://doi.org/10.1017/CBO9780511488740.

5Jack Barbalet, op. cit, pp. 12-18.

6Jack Barbalet op. cit., p. 20.

7Warren D. Tenhouten, “Introduction: Sociology of Emotions”, International Journal of Sociology and Social Policy, vol. 16, núms. 9-10, Emerald Group Publishing, West Yorkshire, Reino Unido, 2016, p. 1. DOI: https://doi.org/10.1108/eb013267.

8Ibidem, p. 1

9Jack Barbalet, op. cit. p. 26.

10Alison Bianchi, “Emotions and Sociology,” Contemporary Sociology, vol. 33, núm. 3, SAGE, New Hampton, EE. UU., 2004, p. 314. DOI: https://doi.org/10.1177/009430610403300327.

11Jack Barbalet, “Introduction: Why Emotions are Crucial”, Sociological Review, vol. 50, núm. 52, Blackwell Publishers, Oxford, Reino Unido, 2002, pp. 1-9. DOI: https://doi.org/10.1111/j.1467-954X.2002.tb03588.x.

12Christian Von Scheve y Rolf Von Luede, “Emotion and Social Structure: Towards an Interdisciplinary Approach,” Journal for the Theory of Social Behaviour, vol. 35, núm. 3, Wiley, Nueva Jersey, EE. UU., 2005, p. 303.

13Ibidem, pp. 303-304.

14Alí Lara y Giazú Enciso Domínguez, “El giro afectivo,” Athenea Digital, vol. 13, núm. 3, Universidad Autónoma de Barcelona, Barcelona, España, 2012, pp.103.

15Athena Athanasiou, Pothiti Hantzaroula y Kostas Yannakopoulos, “Towards a New Epistemology: The ‘Affective Turn’", Historein, vol. 8, Cultural and Intellectual History Society, Atenas, Grecia, 2009, pp. 5. DOI: http://dx.doi.org/10.12681/historein.33.

16Leonor Arfuch, “El ‘giro afectivo’. Emociones, subjetividad y política”, DeSignis, núm. 24, Federación Latinoamericana de Semiótica, París, Francia, 2016, p. 248.

17Ibidem, p. 247.

18Ibidem, p. 245.

19Athena Athanasiou, Pothiti Hantzaroula y Kostas Yannakopoulos, op.cit., p. 5.

20Sara Ahmed, The Cultural Politics of Emotions, Edinburgh University Press, Edimburgo, Reino Unido, 2014, p. 9

21Arfuch, op.cit., p. 9.

22M. Castells, citado por James Jasper, “Constructing Indignation: Anger Dynamics in Protest Movements”, Emotion Review, vol. 6, núm. 3, SAGE-International Society for Research on Emotion, San Diego, California, EE. UU., 2014, p. 211. DOI: https://doi.org/10.1177/1754073914522863.

23Ibidem, p. 211.

24Luisa Passerini, “Connecting Emotions. Contributions from Cultural History”, Historein, vol. 8, Cultural and Intellectual History Society, Atenas, Grecia, 2009, p.121. DOI:http://dx.doi.org/10.12681/historein.44.

25Arfuch, op.cit., p.249.

26Idem.

27Paul Hoggett y Simon Simpson, “Introduction”, en Paul Hoggett y Simon Simpson (eds.), Politics and Emotions. The Affective Turn in Contemporary Political Studies, Bloomsbury, Nueva York, EE. UU., 2012, p. 3.

28James Jasper, “Las emociones y los movimientos sociales: veinte años de teoría e investigación”, Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad, año 4, núm. 10, Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (CIECS), Córdoba, Argentina, 2013, p. 50.

29Jeff Godwin, James Jasper, Francesca Polletta, “The Return of the Repressed: The Fall and Rise of Emotions in Social Movement Theory,” Mobilization. An International Quarterly, vol. 5, núm, 1, Universidad de Carolina del Norte, Carolina del Norte, EE. UU., 2000, pp. 76-77.

30Leela Gandhi, Affective Communities. Anticolonial Thought, Fin-de-Siécle, Radicalism and the Politics of Friendship, Duke University Press, Durham, Carolina del Norte, EE. UU., 2006.

31Emma Hutchinson, Affective Communities in World Politics. Collective Emotions after Trauma, Cambridge University Press, Cambridge, Reino Unido, 2016.

32Ibidem, passim.

33Ahmed, op.cit., passim.

34Hutchinson, op. cit., passim.

35James M. Jasper, “¿De la estructura a la acción? La teoría de los movimientos sociales después de los grandes paradigmas”, Sociológica, año 27, núm. 75, Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco (UAM-A), Ciudad de México, México, 2012, p. 36.

36Donatella della Porta, “Social Movement Studies and Methodological Pluralism. An Introduction”, Methodological Practices in Social Movement Research, Oxford University Press, Oxford, Reino Unido, 2014, pp. 1-5. DOI: https://doi.org/10.1093/acprof:oso/9780198719571.003.0001.

37Philip M. Ayoub, Sophia J. Wallace y Chris Zepeda Millán, “Triangulation in Social Movement Research,” en Donatella della Porta (ed.), Methodological Practices in Social Movement Research, Oxford University Press, Oxford, Reino Unido, 2014. p. 68.

38Ibidem, p. 69.

39Ibidem, p. 71.

40Ibidem, p. 157.

41Audra Buck Coleman, “Anger, Profanity and Hatred”, Contexts, vol. 17, núm. 1, American Sociological Association, Washington, D. C., EE. UU., 2018, p. 73.

42Ibidem, p. 66.

43Alexandra Plows, “Social Movements and Ethnographic Methodologies. An Analysis Using Case Study Examples”, Sociology Compass, vol. 2, núm. 5, Wiley, Nueva Jersey, EE. UU., 2008, p. 1524.

44Philip M. Ayoub, Sophia J. Wallace, y Chris Zepeda Millán, op. cit., p. 68-69.

45A. N. Oppenheim, Questionnaire Design, Interviewing and Attitude Measurement, Bloomsbury, Londres, Reino Unido, 1994, pp. 236-237. DOI: https://doi.org/10.1002/casp.2450040506.

46Jack Barbalet, “Introduction: Why Emotions Are Crucial”, Sociological Review, vol. 50, núm. S2, Blackwell Publishers, Oxford, Reino Unido, 2002, pp. 4-5. DOI: https://doi.org/10.1111/j.1467-954X.2002.tb03588.x, y Julie Massal, “Emociones y movilización social. Un cuestionamiento al paradigma racionalista”, Análisis Político, vol. 28, núm. 85, Universidad Nacional de Colombia (UNAL), Bogotá, Colombia, 2015, p. 98. DOI: https://doi.org/10.15446/anpol.v28n85.56249.

47Jack Barbalet, op. cit., pp. 4-5.

48James Jasper, “Las emociones y los movimientos sociales: veinte años de teoría e investigación”, op. cit., p. 50.

49Audra Buck Coleman, op.cit.

50James Jasper, “Las emociones y los movimientos sociales. Veinte años de teoría e investigación”, op.cit., p. 61.

51Ahmed, op. cit., p. 177.

52Ibidem, p. 184.

53Andrea Buck Coleman, op. cit.

54Jeff Godwin, James Jasper, Francesca Polletti, op. cit.

55James Jasper, “Constructing Indignation. Anger Dynamics in Protest Movements”, op. cit., p. 211.

56Alexandra Plows, op. cit., p. 1524.

Recibido: 31 de Agosto de 2018; Aprobado: 20 de Noviembre de 2018

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