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Revista mexicana de opinión pública

versión On-line ISSN 2448-4911versión impresa ISSN 1870-7300

Rev. mex. opinión pública  no.24 Ciudad de México ene./jun. 2018

https://doi.org/10.22201/fcpys.24484911e.2018.24.60437 

Artículos

A medio camino. El sistema mediático mexicano y su irregular proceso de modernización

Halfway Towards Modernization. Mexican Media System and its Uneven Process of Modernization

Rubén Arnoldo González Macías1 

Martín Echeverría Victoria2 

1Doctor en estudios de la comunicación por la Universidad de Leeds (Reino Unido). Actualmente se desempeña como académico e investigador en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México. ruben.arnoldo@correo.buap.mx

2Doctor en comunicación y cultura por la Universidad de Sevilla. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel 1. Actualmente se desempeña como profesor e investigador del Instituto de Ciencias de Gobierno y Desarrollo Estratégico en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México. echevemartin@yahoo.com.mx.


Resumen

Los estudios contemporáneos sobre el periodismo en México han tomado dos posturas definidas y, al mismo tiempo, contrapuestas. A inicios de este siglo se publicó una serie de trabajos -principalmente en los Estados Unidos de América- en los que se señalaba el avance hacia una profesionalización de la prensa en el marco de una modernización generalizada del sistema mediático nacional. Sin embargo, investigaciones posteriores -en su mayoría mexicanas- han subrayado la continuidad de las prácticas y esquemas que marcaron la relación entre los medios y el régimen autoritario del siglo pasado, particularmente en los niveles estatal y local. Por tal motivo, el objetivo de este trabajo es explicar la coexistencia de factores liberales y autoritarios en el ejercicio periodístico mexicano. Para lograrlo, el argumento central se enfoca en el análisis de las fuerzas exógenas (relacionadas con el sistema político) y endógenas (vinculadas al sistema mediático), que simultáneamente fomentan y/o bloquean la transformación del periodismo, con lo cual generan un proceso irregular de modernización.

Palabras clave: Modernización; México; sistema mediático; sistema político; postautoritarismo; democracias emergentes

Abstract

Contemporary studies on Mexican journalism have two clear -but opposite- stances. At the beginning of this century, a series of studies was published -mainly in the United States- which stressed an ongoing professionalization of the press, parallel to the general modernization of the national media system. However, more recent studies -most of them conducted by Mexican scholars- have underlined the continuity of the practices and patterns that determined the relationship between media and the authoritarian regime of the previous century, particularly at the regional and local level. Therefore, the aim of this article is to explain the reasons behind the coexistence of both these liberal and authoritarian characteristics of Mexican journalism. In so doing, the core argument draws upon the concepts of those exogenous and endogenous forces (related to political and media systems, respectively) that simultaneously foster and/or hinder the transformation of the media, thereby creating an uneven process of modernization.

Keywords: Modernization; Mexico; Media System; Political System; Post-authoritarianism; Emergent Democracies

Introducción

Desde la década pasada, el periodismo mexicano ha sido objeto de estudio por parte de académicos nacionales y extranjeros. A pesar de que ambos grupos de investigaciones coinciden en ciertos aspectos, claramente difieren en su argumento final: mientras los segundos sugieren que la prensa en general está inserta en un proceso de cambio hacia su modernización, los primeros afirman, por el contrario, la existencia de una continuidad de las formas periodísticas premodernas y autoritarias.

Asimismo, la mayoría de dichos trabajos parte de evidencia anecdótica o descriptiva, en lugar de desarrollar una explicación más elaborada de un fenómeno tan complejo como la modernización de los medios. Con la finalidad de subsanar tal limitación y partiendo de una ya robusta literatura disponible, este artículo busca desarrollar un marco teórico que supere ambas posiciones y que permita explicar de mejor manera la coexistencia de rasgos liberales y autoritarios dentro del sistema mediático mexicano, el cual genera una práctica periodística inspirada en los ideales modernos, aunque acotada por realidades premodernas. La simultaneidad de ambos aspectos, tanto en los procesos de producción noticiosa como en los contenidos publicados cotidianamente, es resultado de un proceso irregular de modernización que no consigue ser homogéneo, tal como el estancamiento o retroceso tampoco es generalizado. De este estado híbrido o suspendido de cambio participan tanto las fuerzas exógenas del sistema político-económico como las endógenas del sistema mediático.

La originalidad de la propuesta de este artículo consiste, en primer lugar, en que retoma los hallazgos de estudios previos y, a través de un marco explicativo unitario, los lleva a un nivel más elaborado de abstracción. Así, más que una mera puesta al día de la literatura, este esquema organiza el vasto, pero aún disperso conocimiento sobre el periodismo mexicano, y lo encamina hacia una estructura integradora. En otras palabras, este artículo está cimentado en los trabajos contemporáneos más relevantes que se publicaron en español e inglés, y a partir de los innegables aportes de todos ellos. En él se propone un modelo teórico que unifica sus principales hallazgos empíricos para generar una explicación más elaborada de dicho fenómeno. En segundo lugar, este modelo excede su aplicabilidad al caso mexicano, ya que puede ser adoptado para el análisis de sistemas mediáticos en otras democracias emergentes; en especial, de América Latina, región en la que los países comparten una experiencia común en cuanto a transiciones políticas de regímenes autoritarios a democráticos.

Para desarrollar las ideas antes expuestas, este documento se organiza de la siguiente forma: la primera sección presenta el marco teórico con el que se explica el proceso de modernización mediática. Enseguida, en la segunda sección, se reflexiona el caso mexicano a la luz de las conclusiones de la sección anterior y de la evidencia empírica de estudios anteriores. Después, en la tercera sección, se discuten las implicaciones del esquema que se considera como el más acertado en la comprensión del proceso de modernización del periodismo mexicano. Por último, el texto cierra con unas reflexiones finales acerca de los alcances y posibilidades futuras de la propuesta teórica por la cual nos inclinamos.

Modernización mediática

Esta sección tiene por objetivo describir y clarificar la aproximación teórica que será usada para explicar el proceso de modernización de los medios en México. No obstante, como primer paso, es fundamental ofrecer una discusión sobre el concepto de modernización, sobre sus características e implicaciones para el entendimiento de los cambios sociales.

En primer término, cabe señalar que el concepto modernización es problemático,3 dado que su uso difiere de un contexto a otro y, por ende, su significado preciso carece de consenso.4 La palabra modernización es ampliamente utilizada, por ejemplo, como sinónimo de evolución, desarrollo, globalización e incluso americanización, , pero, además, a menudo se percibe como un concepto dicotómico, que necesariamente implica su idea opuesta: la tradición; por esta razón, todo aquello que no es moderno deberá entenderse como tradicional o arcaico.5

Asimismo, debido a su evidente vínculo con los países desarrollados y su proyecto de reingeniería institucional, la modernización es también asociada con un parroquialismo occidental. La razón es que los estándares que históricamente han sido usados para medirla fueron establecidos en Europa y los Estados Unidos de Américca durante el siglo XIX. Como resultado de lo anterior, se espera que aquella sociedad que quiera ser considerada moderna adopte un esquema importado de Occidente.6.

A pesar de que hay una tendencia a considerar como sinónimas las ideas de modernización y occidentalización -especialmente como procesos unidireccionales-, en la práctica no hay sólo una sino varias formas en que una nación puede volverse moderna. En otras palabras, en lugar de una modernidad, existen diferentes modernidades en y entre los países.7 Esto significa que la modernización no es el resultado de la mera imposición o adopción de valores y estándares extranjeros, sino que implica la existencia de un contexto que favorezca o impida dicho proceso. Por tanto, cada sociedad puede alcanzar este punto a través de su muy particular conjunto de condiciones exógenas y endógenas. En ese sentido, un país puede ser moderno, pero no necesariamente occidental.8 Más aun, dentro de una misma nación también puede haber algunas regiones más modernas que otras, como ocurre en el caso mexicano.

Una vez señaladas las limitaciones conceptuales, importa ahora avanzar hacia una definición de dicho término. A pesar de la diversidad de aproximaciones, se puede considerar la modernización como un proceso de cambio social, asociado a nociones como las de crecimiento económico basado en la industrialización; democratización del sistema político; organización burocrática de las instituciones; movilidad social a partir de la educación, y existencia de una prensa liberal, entre otras. Más allá del cambio per se, este concepto también puede ser considerado como una transformación orientada hacia metas específicas y liderada por elites políticas y económicas.9

Por lo que respecta a la investigación en el área del periodismo, a fines del siglo pasado e inicios de éste, diferentes autores han coincidido en que los sistemas mediáticos en todo el mundo se estaban alineando a los estándares del modelo liberal.10 Esto significa que en la prensa se ha dado una convergencia de valores y prácticas como la comercialización, la independencia política, el apego a los datos y la separación entre información y opinión. La razón de esto es que los sistemas políticos también se están moviendo en una dirección similar, caracterizada por el declive de la identidad partidista, el incremento del comercio internacional y la mediatización de la política, por mencionar sólo algunos aspectos. Sin embargo, estudios más recientes han cuestionado dicha hipótesis, especialmente en el caso de los países en desarrollo, cuyos sistemas mediáticos, a pesar de una oleada general de democratización, no necesariamente se han modernizado y muestran rasgos manifiestos de su pasado autoritario.11 En otras palabras, en lugar de transitar directamente del autoritarismo al liberalismo, numerosos medios en el Sur global han adoptado formas híbridas de hacer periodismo, que presentan diferentes combinaciones de cambios y continuidades. Lo anterior también puede considerarse como un reflejo del sistema político al que pertenecen y que formalmente se percibe como democrático, aunque en la práctica está limitado por resabios autoritarios. De igual forma, esto último es evidente en el ámbito económico, en el que las corporaciones trasnacionales coexisten con el comercio informal y otras actividades económicas paralegales.

En ese sentido y siguiendo la antes mencionada noción de múltiples modernidades, la práctica periodística también puede caracterizarse como heterogénea, antes que homogénea, puesto que existe la convivencia de múltiples periodismos dentro de un mismo sistema mediático.12 Más allá de su falta de homogeneidad, tanto en un país como entre varias naciones, los medios en su conjunto son diversos, no son estáticos y tampoco pueden reducirse a las partes que los integran, por lo cual están profundamente vinculados al contexto que los rodea.13

Es así como la naturaleza situada e interdependiente de los medios con el entorno político es un fenómeno clave para entender la transformación o el estancamiento de la prensa y las prácticas periodísticas.14 Lo anterior es particularmente significativo en el caso de las nuevas democracias, porque muchos de sus medios -si no es que la mayoría- eran parte del régimen anterior, de tal suerte que es poco probable que suceda de la noche a la mañana una ruptura dramática con su pasado o, al menos, un cambio importante. Por si fuera poco, el resultado final de este proceso es igualmente difícil de predecir, dado que implica la interacción de factores tanto exógenos como endógenos que fomentan o impiden la modernización.15

Considerando las características de los sistemas político y económico como los agentes exógenos que promueven la modernización de los medios (ver Tabla 1), la literatura señala una amplia gama de estos aspectos: globalización (flujo/adopción de valores, ideas y prácticas provenientes de otros países); secularización política (declive de la identidad partidista); expansión de mercados (comercialización de un vasto menú de bienes, servicios e información); ampliación de libertades y derechos civiles (acceso a la información, legalización del aborto, matrimonios del mismo sexo, etcétera), entre otros. Por otro lado, factores endógenos de los sistemas mediáticos también pueden promover su propia modernización. Algunos de estos rasgos tienen que ver con el aumento en el número de empresas de comunicación y, por ende, una mayor amplitud en la oferta de contenidos; con la expansión de medios comerciales; con la desaparición de la prensa de partido, y con la profesionalización periodística.16

Tabla 1. Fuerzas exógenas y endógenas que fomentan o impiden la modernización de los medios 

Fuerzas exógenas Fuerzas endógenas
Fomentan modernización Globalización. Aumento en el número de medios.
Secularización política. Oferta de contenidos amplia.
Expansión de mercados. Declive de la prensa de partido.
Ampliación de libertades y derechos civiles. Profesionalización periodística.
Limitan modernización Mercados de consumo precarios. Audiencias reducidas y fragmentadas.
Bajos niveles educativos. Instrumentalización.
Desarrollo tecnológico limitado. Baja profesionalización periodística.
Clientelismo.

Fuente: elaboración propia.

Sin embargo, también existe un cúmulo de factores tanto exógenos como endógenos que impiden la modernización. Por lo que respecta a los primeros, varios autores enfatizan la existencia de mercados de consumo reducidos, bajos niveles de educación, desarrollo tecnológico limitado, clientelismo, etcétera.17 Asimismo, los factores endógenos generalmente se refieren a audiencias reducidas y fragmentadas, instrumentalización, y limitada profesionalización periodística, entre otros.18

Si, como se comentó anteriormente, existen múltiples modernidades y, por lo tanto, diferentes caminos para alcanzarlas, entonces la interacción entre los factores internos y externos puede generar diversos resultados. Por ejemplo, el fenómeno conocido como despilarización19 muestra un caso en el que ambas fuerzas convergieron en la misma dirección y, como resultado, los sistemas político y mediático en Holanda se modernizaron. En las antípodas, la caída del bloque comunista no trajo consigo la modernización inmediata de Rusia, porque el choque entre los impulsos que buscaban erosionar el orden de las cosas y aquéllos que lo mantenían produjo un sistema político y mediático híbrido, caracterizado por una combinación de cambios y continuidades en ambas esferas.20 Este comportamiento hace eco de la situación que se observa en México, la cual será analizada y discutida en las siguientes secciones.

El proceso de modernización de la prensa mexicana

Como punto de partida, México representa un caso ilustrativo para la aplicación del esquema de modernización heterogénea, ya que el país comparte con diversas naciones, especialmente de América Latina, una serie de similitudes acerca de su proceso de democratización. Como se discutirá en las siguientes páginas, a pesar de los cambios constantes en los partidos gobernantes en el nivel federal, el estatal y el municipal, que comenzaron hacia finales del siglo pasado, dicha alternancia no ha ido acompañada de una modernización de la prensa en general. Aunque hay ciertos indicios de desarrollo, el periodismo en México no podría ser considerado plenamente moderno, dado que “la relación entre los medios y el poder político no se ha vuelto más transparente, equilibrada y profesional”.21 Con la finalidad de explicar este fenómeno, y siguiendo el antes mencionado esquema de interacción entre fuerzas exógenas y endógenas, el objetivo de esta sección es describir los rasgos históricos y políticos detrás del proceso de modernización incompleta del sistema mediático en México, así como analizar los factores que fomentan, bloquean o ralentizan su desarrollo (ver Tabla 2).

Tabla 2 Fuerzas exógenas y endógenas que fomentan o impiden la modernización de los medios mexicanos.  

Fuerzas exógenas Fuerzas endógenas
Fomentan la modernización Alternancia partidista en el nivel local, el estatal y el federal. Privatización de canales de televisión pública.
Reformas políticas. Llegada de nuevos medios (impresos, electrónicos y en línea).
Liberalización económica. Práctica del periodismo cívico.
Limitan la modernización Fragmentación del poder. Concentración de medios.
Clientelismo. Consumo de noticias reducido y fragmentado.
Coerción. Profesionalización periodística limitada.
Violencia.

Elaboracion propia.

Por lo que respecta al sistema político, una de las principales fuerzas externas que dio pie al inicio de la modernización del sistema mediático mexicano fue la alternancia partidista, que comenzó en la década de los ochenta del siglo pasado y que primero se manifestó en los gobiernos locales y estatales, hasta que en el año 2000 alcanzó el nivel federal.22 Otro factor externo que abonó al proceso fue la liberalización de la economía, que generó un mercado interno y externo más competitivo, lo cual permitió que algunos periódicos pudieran escapar del monopolio que el Estado ejercía sobre el papel y otros insumos necesarios para las publicaciones. Este mercado que dio finalmente también entrada a otros nuevos competidores.23

Antes del triunfo del Partido Acción Nacional (PAN) en las elecciones presidenciales del 2000 -hecho que rompió los 70 años de hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI)-, la comunicación política había estado históricamente controlada por el Estado, situación que limitaba la libertad de expresión y el derecho a la información. Esta circunstancia era facilitada por un esquema legal que beneficiaba ampliamente a los propietarios de medios comerciales, que se aunaba a una serie de prácticas clientelares que fomentaba la coerción de autoridades gubernamentales sobre la prensa. Como resultado, en lugar de críticos, tanto los diarios como las estaciones de radio y televisión se volvieron dóciles aunque privilegiados receptores de recursos gubernamentales.24 Sin embargo, esta situación se tornó cada vez más difícil de sostener, debido a una amplia reforma política que permitía a los partidos de oposición participar de manera más activa en el debate de iniciativas y en la contienda electoral.

Por su parte, este clima emergente de apertura coincidió con una serie de eventos sociales y electorales que comenzó hacia finales de la década de los sesenta, que se aceleró en los ochenta y que, a su vez, generó respuestas políticas por parte del régimen para mitigar la presión pública y el descontento social. Algunas de estas coyunturas fueron la masacre estudiantil de 1968; el terremoto que sacudió la capital del país en 1985, y el levantamiento zapatista en Chiapas al inicio de 1994, además de las constantes crisis económicas y los cuestionados procesos electorales, como el presidencial de 1988.

Fueron precisamente las elecciones de 1988, consideradas un parteaguas por diversos académicos, las que provocaron un cambio en el periodismo político. A pesar de que los partidos de oposición comenzaron a obtener triunfos importantes en el nivel local en la década de 1980, los cimientos del sistema político mexicano se cimbraron ese año debido a unas cuestionadas votaciones que, en medio de fuertes acusaciones de fraude, llevaron a la presidencia al entonces candidato del partido gobernante, Carlos Salinas de Gortari. Al no poder explicar todas las irregularidades cometidas durante el proceso electoral para, con ello, dar certidumbre a los resultados finales, las autoridades electorales fueron duramente criticadas. A su vez, y debido a que no ofrecieron una cobertura equilibrada entre los candidatos, también los periodistas fueron objeto de protestas públicas.25

Sin embargo, no todos los medios reaccionaron de la misma manera a tales cambios políticos; estos últimos, fomentados por las fuerzas endógenas de modernización. En términos generales, comparados con la radio y televisión, los periódicos mostraron mayor sensibilidad y asertividad hacia tales eventos26 y fueron los que mejor entendieron las aspiraciones democráticas de la opinión pública mexicana, la cual demandaba a las autoridades la construcción de un sistema político moderno, que procurara el acceso a los medios para todos los sectores de la sociedad y no únicamente para la clase política.

Al respecto, es importante señalar que dichos cambios fueron resultado de un largo proceso de gestación iniciado en los ochenta, en el que ciertos medios innovadores comenzaron a confrontar el modelo autoritario de comunicación. Al hacerlo, otorgaron mayores espacios a temas que anteriormente contaban con poca visibilidad; también cubrieron con mayor equidad los partidos de oposición, cuestionaron el discurso oficial, investigaron el desempeño de los gobiernos, y diversificaron sus fuentes de información cuando incluyeron a la ciudadanía. Evidentemente, los reporteros de estos medios compartían una visión más liberal de la práctica periodística. Asimismo, tenían en común una capacitación constante, experiencia en los modelos extranjeros de cobertura, estándares éticos más elevados y un desencanto generalizado hacia el régimen. A pesar de que el contexto político no era el ideal, lograron crear una nueva dinámica del oficio del reporteo, (muy diferente a la de los esquemas oficiales) que adoptaron posteriormente otros medios de comunicación.27

En concreto, a través de la reestructuración institucional de las organizaciones periodísticas, ocurrió una transformación que consistió en la adopción de ciertos principios del modelo liberal, como la objetividad, el desapego ideológico y la orientación cívica (opuesta a la versión oficial de gobierno),28 los cuales fomentaron que los medios dieran un paso hacia su independencia. Como resultado, se concretó el nacimiento del cuarto poder mexicano.29

Por su parte, esta fuerza endógena fue acompañada por otros eventos en la esfera económica que, eventual y paulatinamente, dio también entrada a otros nuevos competidores, e incrementó la autonomía de los medios.30 En primer lugar, la liberalización económica contribuyó a la privatización de los canales de televisión pública Imevisión (hoy TV Azteca) y a la llegada de otras empresas mediáticas como el periódico Reforma o, más recientemente, la nueva cadena nacional abierta Imagen Televisión. Aunado a lo anterior, a través de señales de cable o satélite, se crearon otros canales enfocados a noticias, tales como Milenio, CNN México y Foro TV. De la misma manera, gracias al creciente acceso a internet, en el periodismo en línea (online) han surgido portales como Sin Embargo, Aristegui Noticias o Pie de Página.

A pesar de estas claras señales de modernización, las cuales eran evidentes en el nivel nacional, también hay una serie de factores exógenos y endógenos que impide la completa transformación de la prensa mexicana. Considerando al sistema político como la principal fuerza externa, importa señalar que, como resultado de la alternancia en el gobierno federal, se precipitó una fragmentación del poder en los estados. A diferencia de sus predecesores priístas que ejercían un férreo control en todo el país, las nuevas autoridades de oposición adoptaron una política de neutralidad y facilitaron, así, el reforzamiento de los liderazgos locales, que a la postre se tornaron cacicazgos. De tal suerte que mientras la figura presidencial se ha debilitado paulatinamente, los gobernadores y alcaldes han ganado presencia y, en consecuencia, han estado ejerciendo el poder sin un adecuado sistema de rendición de cuentas.31 Como prueba de lo anterior, en el 2017 aún había varios estados y municipios a lo largo de todo el país en donde no había acontecido la alternancia.32

Otro factor exógeno que bloquea o retarda el proceso de modernización está directamente vinculado con los diversos medios de coerción que algunos actores poderosos, como autoridades gubernamentales, políticos, empresarios y, de manera reciente, el crimen organizado, utilizan con la finalidad de controlar al sistema mediático en México. Históricamente y en diferentes niveles, distintos intereses políticos y económicos, en lugar de los exclusivamente periodísticos, han moldeado la prensa.33 El amplio abanico de instrumentos suaves para controlar la información incluye chayotes, contratos de publicidad oficial, exenciones de impuestos, papel periódico barato y servicio casi gratuito de la agencia oficial de noticias Notimex, por mencionar sólo unos cuantos. No obstante, cuando estos métodos no son lo suficientemente persuasivos, una serie de mecanismos más duros está siempre lista para ponerse en marcha: auditorías sorpresa, reclamo de facturas vencidas y, en algunas ocasiones, incluso intervención directa. Los dos estilos de coerción han tenido el mismo fin: censura o alineamiento. En otras palabras, como clientes que son, se espera que los medios difundan únicamente la información autorizada por su patrón.

En ese sentido, el clientelismo, que es vestigio del régimen autoritario, resulta ilustrativo de los factores políticos externos que explican este tipo de prácticas, sobre todo porque la transición democrática no ha sido capaz de erradicarlo o siquiera de atenuarlo. Dicho mecanismo funciona sobre la base de que buena parte de la política mexicana se fundamenta en relaciones extralegales de dominación, en las que la subordinación es recompensada con todo tipo de favores. El clientelismo significa el uso de influencias y recursos por parte de un ente superior (patrón), con el fin de proteger o beneficiar a un inferior (cliente), a cambio de su lealtad. Mediante la distribución discrecional de bienes o servicios para premiar a sus grupos de apoyo, no pocos miembros de la burocracia y de los grupos políticos han podido perpetuarse en el poder. A su vez, esta situación se ve favorecida por una limitada tradición de asociaciones civiles, que podrían contrarrestar la influencia de los numerosos grupos de interés vinculados con ciertas autoridades y partidos políticos, como los sindicatos de maestros, electricistas y petroleros.34 Un ejemplo de estas prácticas es que las licencias para explotar frecuencias de radio y televisión son otorgadas por el gobierno a partir de arreglos clientelares, en lugar de ser el resultado de un proceso justo conducido por un organismo autónomo e imparcial.35 Por las razones mencionadas, el sistema mediático está sobrepoblado de empresas, pero con una diversidad editorial reducida.

En las últimas fechas, una nueva forma de coerción se ha sumado al sistema mediático: la violencia en contra de los reporteros. De acuerdo con diferentes informes académicos y periodísticos, nacionales e internacionales, México es uno de los países más peligrosos del mundo para ejercer esta profesión y la libertad de prensa está muy limitada.36 Las agresiones van desde amenazas verbales, robo de equipo y golpizas, hasta secuestros, tortura y asesinatos. Además de la gravedad inherente a la situación, otro factor que la hace más problemática aún es el concurso del gobierno en su expansión, tanto de forma activa, mediante el uso de la violencia en complicidad con los grupos criminales o de manera independiente para censurar contenidos, como de manera pasiva, a partir de la falta de garantías legales o materiales para el ejercicio periodístico.

También existen fuerzas endógenas que son un obstáculo para la modernización del sistema mediático mexicano, que están directamente relacionadas con los factores exógenos antes mencionados.

En primer lugar, se encuentra la liberalización comercial que permitió la llegada de nuevos competidores al mercado de contenidos, lo que reforzó a las ya de por sí fuertes agrupaciones de medios37 y, por ende, favoreció la concentración de empresas mediáticas en los grupos oligopólicos ya establecidos.38

En segundo lugar, el factor interno crítico para la modernización del sistema mediático mexicano está relacionado con su profesionalización. Las características históricas de la prensa en este país han sido, entre otras, la dependencia del boletín oficial, el dominio de las autoridades políticas sobre la agenda y la falta de investigación periodística.39 En concreto, dadas sus propias limitaciones profesionales, buena parte de los medios tienden a ser aliados de la clase en el poder, en lugar de observadores críticos. Con la finalidad de explicar de manera más amplia las implicaciones de las fuerzas exógenas y endógenas del sistema de medios en México, la siguiente sección ofrecerá un análisis de dichos aspectos.

Discusión: modernización irregular de la prensa mexicana

Tras la explicación del esquema teórico en páginas anteriores, el objetivo de esta sección es discutir las implicaciones de las fuerzas endógenas y exógenas en la modernización de la prensa en México. En primer lugar, es importante recordar que los estudios contemporáneos sobre el periodismo en México han tomado dos direcciones opuestas. Por un lado, algunos estudios internacionales de principios de este siglo40 consideraron que, como resultado de la transición democrática, los medios se habían modernizado. Sin embargo, diversas investigaciones nacionales más recientes41 han señalado que, a pesar de que se hayan dado algunos avances en el nivel nacional, tanto la prensa local como la regional aún no superan su pasado autoritario.

El primer conjunto de estudios pretendía ser representativo de la realidad nacional; empero, sólo consideraba algunas de las ciudades principales y, por tanto, más desarrolladas del país (principalmente, la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey). A partir de sus hallazgos, valiosos sin lugar a dudas, los autores asumieron que había una tendencia hacia la americanización de la prensa, porque los medios que analizaron habían adoptado de alguna manera los cánones del periodismo liberal (comercialización, reporteo de datos más que de dichos, desapego político, postura crítica, etcétera). Asimismo, consideraban que la modernización tendía a ser homogénea, como resultado de la transición democrática del sistema político. Por lo tanto, “en una especie de efecto cascada, el éxito inicial de publicaciones independientes promovió la transformación gradual de toda la prensa”.42 Si bien no puede señalarse que dicho argumento es incorrecto per se, la principal crítica a éste es la suposición de que -de acuerdo con los estándares occidentales- había un proceso de transformación uniforme y generalizado.

En las antípodas se encuentra una serie de investigaciones más recientes, realizada por académicos mexicanos,43 quienes han señalado todo lo contrario. Con base en diferentes estudios de caso, conducidos en varias ciudades medianas a lo largo del país (como Culiacán, Tepic, Hermosillo, Querétaro, Aguascalientes y Morelia, entre otras), sus hallazgos han señalado consistentemente la continuidad de rasgos autoritarios en la práctica periodística. No obstante estos hallazgos, es pertinente aclarar que dichos trabajos son de corte monográfico y se han realizado a partir de distintos enfoques teóricos y metodológicos, lo que dificulta integrarlos bajo un esquema comparativo, a pesar de que obtengan resultados similares.

Vale la pena resaltar que, independientemente de su innegable contribución al entendimiento de este fenómeno, ambos conjuntos de investigaciones comparten una limitante: más que explicativos, son principalmente descriptivos; es decir, mientras los primeros enfatizan la transformación, los segundos señalan la continuidad, pero ambos ofrecen explicaciones más bien institucionales, es decir, basadas en las organizaciones periodísticas, antes que en el nivel estructural o sistémico. A pesar de ello, en fechas más recientes, Guerrero y Márquez44 superaron esta condición y presentaron un modelo de periodismo liberal capturado. De acuerdo con los autores, el sistema mediático mexicano está estructurado a partir de los principios liberales de la prensa comercial, mas su operación aún está determinada por una relación clientelar con los actores políticos.

Aunado a lo anterior, Echeverría y González45 demostraron empíricamente la coexistencia de rasgos liberales y autoritarios tanto en periódicos nacionales como locales durante la cobertura de las elecciones legislativas de 2015. Sus hallazgos muestran que los diarios de la Ciudad de México tuvieron un desempeño ligeramente más profesional que sus contrapartes locales, puesto que han recurrido a diferentes fuentes de información y han utilizado géneros periodísticos más elaborados que la mera nota informativa. Sin embargo, ambos tipos de medios mostraron un sesgo político similar, y otorgaron una limitada visibilidad a dicho proceso electoral.

A partir de estos dos últimos trabajos, este artículo pretende llevar su argumento a un nivel macro, puesto que lo que aquí se busca es explicar la razón por la que el sistema mediático mexicano es, a la vez, liberal y capturado, cambiante y continuo. Para lograrlo, este documento enfatiza las condicionantes que fomentan o impiden la modernización, denominadas como fuerzas exógenas y endógenas, las cuales no necesariamente se mueven en la misma dirección, sino que pueden enfrentarse. De hecho, un alineamiento homogéneo de fuerzas es la excepción y no la regla, especialmente en países fuera del Norte global.

El caso mexicano prueba que el choque de fuerzas genera un proceso irregular de modernización periodística, en el que convergen características tanto liberales como autoritarias. En ese sentido, esta propuesta no asume ni una transformación general ni un estancamiento total; por el contrario, se destaca la existencia de un conjunto híbrido de prácticas con diferentes niveles de modernización, que es resultado de las constantes tensiones entre fuerzas exógenas y endógenas. En concreto, en lugar de un modelo periodístico único, en México hay una diversidad de periodismos, moldeados por un igualmente diverso conjunto de modernidades.

De esta manera, la existencia de divergencias en el oficio periodístico dentro del sistema mediático mexicano resulta de la interacción desigual y heterogénea de factores internos y externos, aunque prevalecen aquellos aspectos estructurales que obstaculizan el proceso de modernización. Lo anterior significa que, por ejemplo, la alternancia partidista y la liberalización política y económica no han sido capaces de erradicar el clientelismo, fomentado por los cacicazgos tradicionales. Por otro lado, el creciente mercado de medios y algunos signos de americanización no han superado la histórica falta de profesionalismo, promovida por el chayote, contratos de publicidad oficial, violencia y demás formas de coerción. Este fenómeno es particularmente visible en los niveles local y regional, donde los medios son más vulnerables ante los poderes políticos y económicos. Por su parte, gracias a su fortaleza informativa y económica, la autodenominada prensa nacional, ubicada en la capital del país y en algunas otras ciudades importantes, cuenta con un margen de operación significativamente mayor. Sin embargo, esto no representa una inmunidad total ante presiones similares a las que sufren organizaciones mediáticas de otros estados.

En concreto, los medios locales y nacionales enfrentan retos parecidos, pero las condiciones exógenas y endógenas de los últimos difieren de las de los primeros, por lo cual, en comparación con sus pares locales y regionales, los medios de la Ciudad de México tienden a ser más modernos, aunque su práctica periodística no es del todo liberal, porque aún presentan ciertos rasgos autoritarios. En suma, la modernización de la prensa mexicana, en lugar de ser homogénea o completa, aún es irregular.

Conclusiones

Entendida como un proceso continuo de cambio, la modernización de los medios es resultado de un conjunto de fuerzas exógenas, principalmente relacionadas con la democratización del sistema político y la liberalización de la economía, y endógenas, propias de la profesión periodística, que cuando sincronizan y acoplan su desarrollo, facilitan la transformación general del sistema. Empero esta situación de convergencia armónica de ambos tipos de fuerzas es más una excepción que una regla, como lo demuestra el caso mexicano, ya que, por el contrario, en el contexto de las nuevas democracias, es más probable que se dé una colisión entre ellas.

Como resultado de la interacción entre los factores que promueven la modernización y aquéllos que la impiden, surge una mezcla de cambios y continuidades que determinan la organización y operación de las empresas de comunicación. Sin embargo, en países extensos como México, dichas condiciones no pueden generalizarse a lo largo y ancho del territorio nacional, puesto que cada región presenta una particular combinación de fuerzas que fomentan la transformación y otras que la obstaculizan. En concreto, en lugar de un sistema mediático nacional homogéneo, existen varios subsistemas heterogéneos con su propio proceso de modernización.

El caso mexicano es un ejemplo apropiado de este argumento, dado que en cada una de sus regiones coexisten diferentes niveles de fuerzas exógenas y endógenas, mismas que determinan el ritmo y los alcances de la transformación. A pesar de que las características previamente descritas del sistema político y mediático están presentes en todas las regiones del país, los rasgos específicos de cada zona impulsan el cambio o la continuidad. Por esta razón, los medios de la Ciudad de México -asumidos como nacionales- tienden a ser más liberales que sus pares en los estados, aunque -vale apuntar- ambos también comparten algunos aspectos autoritarios.

Considerar como irregular el proceso de modernización periodística en México no implica ni transformación ni atraso definitivos; por el contrario, el proceso apunta a una diversidad de prácticas en el ejercicio del periodismo, moldeadas por una interacción diferenciada entre fuerzas exógenas y endógenas. Dicho de otra forma, existen múltiples periodismos y no, un solo patrón más o menos consolidado de ejecución. En estos términos, resultaría poco realista esperar una modernización homogénea de la prensa cuando el propio país se encuentra a medio camino, cualitativa y geográficamente, de su transición democrática, lo cual también es el resultado de la coexistencia de aspectos tanto liberales o democráticos como autoritarios.

Resulta pertinente reiterar que este documento representa una investigación de tipo documental, elaborado a partir de una amplia revisión de la literatura nacional e internacional sobre este tema. Por lo tanto, no hay un diseño metodológico como tal, puesto que no es un trabajo de corte empírico, sino más bien una propuesta teórica.

Dicho esto, existen varias preguntas que se desprenden a partir de las categorías, relaciones y procesos establecidos, y que le ofrecen fecundidad a nuestra propuesta. Por mencionar un par de vetas, sería posible preguntarse cómo se conjugan los elementos modernos y premodernos de otros ámbitos sociales (la educación, la política, la economía liberalizada), para frenar o acelerar la modernización de los medios, de modo que se puedan establecer límites y vinculaciones más precisas a dicho proceso. Por otro lado, también sería posible especificar tipos ideales (en el sentido weberiano) para las modernidades y periodismos “múltiples” que proponemos, de manera que dicho continuum general se establezca como un conjunto de categorías estables que reflejen las fases en las que se encuentran aquéllas, de tal suerte que se puedan examinar de manera discreta y trabajar metodológicamente.

En este sentido, haría falta investigación empírica que le diera concreción y especificidad a las afirmaciones teóricas vertidas aquí. Es importante, por ejemplo, evaluar empíricamente el nivel que han alcanzado los estándares de modernización en determinadas circunscripciones geopolíticas (locales, regionales o nacionales), describiendo los aspectos que favorecen o retrasan la modernización social y periodística, tales como la penetración de la globalización, la secularización política, la expansión del mercado, la profesionalización periodística o la amplitud y sofisticación de las audiencias de medios, los cuales se observan como indicadores específicos que residen tanto en las prácticas como en los contenidos periodísticos.

Una vez establecida esta descripción y operacionalizados los indicadores, varios diseños de investigación de tipo explicativo pueden ser auxiliares. Sería posible establecer una explicación causal mediante un modelo que contemple estos indicadores y los correlacione; llevar a cabo análisis longitudinales que comparen circunstancias históricamente premodernas (en el caso de México, por ejemplo, previas a 1988) y modernas, recientes o contemporáneas; o bien, comparar los diferentes niveles de impacto de las fuerzas endógenas o exógenas en los sistemas mediáticos regionales dentro de México o alguna otra democracia emergente, particularmente en América Latina, región cuyas naciones comparten experiencias similares de postautoritarismo.

En cualquier caso, las opciones están abiertas para plantear o replantear preguntas de larga data en el campo académico de la comunicación acerca de la maduración del periodismo político como un bien público, bajo un vector teórico y metodológico poco explorado, pero a nuestro juicio, prometedor.

Referencias

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3A pesar de estas complicaciones, es un término recurrente en el campo de los estudios sobre periodismo, especialmente en la literatura aquí discutida, por lo que su uso permanece en el presente trabajo.

4Ver, por ejemplo, Alejandro Portes, “Modernity and Development. A critique”, Comparative International Development, vol. 8, núm. 3, 1973, pp. 247-279; Dean C. Tipps, “Modernization Theory and the Comparative Study of Societies. A Critical Perspective”, Comparative Studies in Society and History, vol. 15, núm. 2, 1973, pp. 199-226; Shmuel N. Eisenstadt, “Multiple Modernities”, Daedalus, vol. 129, núm. 12000, pp. 1-29.

5Alejandro Portes, op. cit., y Dean C. Tipps, op. cit.

6Paolo Mancini y David L. Swanson, “Politics, Media, and Modern Democracy. Introduction”, Politics, Media, and Modern Democracy. An International Study of Innovations in Electoral Campaigning and Their Consequences, Praeger, Westport, CT, 1996, pp. 1-26; Volker H. Schmidt, “Modernity and Diversity. Reflections on the Controversy Between Modernization Theory and Multiple Modernists”, Social Science Information, vol. 49, núm. 4, 2010, pp. 511-538.

7Shmuel N. Eisenstadt, op. cit.

8Por ejemplo, durante la Guerra Fría algunos Estados miembro de la ahora extinta URSS fueron considerados en su momento como modernos, aunque formaran parte del bloque comunista. Ver idem, y Natalia Roudakova, “Comparing Processes. Media, Transitions, and Historical Change”, en Daniel C. Hallin y Paolo Mancini (eds.), Comparing Media Systems Beyond the Western World, Cambridge University Press, Nueva York, 2012, pp. 246-277.

9Alejandro Portes, op. cit.; Dean C. Tipps, op. cit.; Shmuel N. Eisenstadt, op. cit.; Volker H. Schmidt, op. cit.

10Ver, por ejemplo, Paolo Mancini y David L. Swanson, op. cit.; Daniel C. Hallin y Paolo Mancini, “Americanization, Globalization, and Secularization. Understanding the Convergence of Media Systems and Political Communication”, en Frank Esser y Barbara Pfetsch (eds.), Comparing Political Communication. Theories, Cases, and Challenges, Cambridge University Press, Nueva York, 2004, pp. 25-44.

11Jean K. Chalaby, “Political Communication in Presidential Regimes in Non-Consolidated Democracies”, Gazette, vol. 60, núm. 5, 1998, pp. 433-449; Colin Sparks, “Media and Transition in Latin America”, Westminster Papers in Communication and Culture, vol. 8, núm. 2, 2011, pp. 3-41.

12Silvio Waisbord, “In Journalism We Trust? Credibility and Fragmented Journalism in Latin America”, en Katrin Voltmer (ed.), Mass Media and Political Communication in New Democracies, Routledge, Nueva York, 2006, pp. 64-77; Alfonso de Albuquerque, “On Models and Margins. Comparative Media Models Viewed from a Brazilian Perspective”, en Daniel C. Hallin y Paolo Mancini (eds.), Comparing Media Systems Beyond the Western World, Cambridge University Press, Nueva York, 2012, pp. 72-95.

13Daniel C. Hallin y Paolo Mancini, “Ten Years After Comparing Media Systems. What Have We Learned?”, Political Communication, vol. 34, núm. 2, 2016, pp. 1-17.

14Katrin Voltmer, “How Far Can Media Systems Travel? Applying Hallin and Mancini’s Comparative Framework Outside the Western World”, en Daniel C. Hallin y Paolo Mancini (eds.), Comparing Media Systems Beyond the Western World, Cambridge University Press, Nueva York, 2012, pp. 224-245.

15Ver, por ejemplo, Daniel C. Hallin y Paolo Mancini, “Americanization, Globalization, and Secularization”, op. cit.; Natalia Roudakova, op. cit.

16Para ampliar la discusión de las características de ambos sistemas, se recomienda consultar obras como Daniel Hallin y Paolo Mancini, Comparing Media Systems. Three Models of Media and Politics, Cambridge University Press, Nueva York, 2004; Robin Brown, “Mediatization and News Management in Comparative Institutional Perspective”, en Kees Brants y Katrin Voltmer (eds.), Political Communication in Postmodern Democracy. Challenging the Primacy of Politics, Palgrave MacMillan, Hampshire, 2011, pp. 59-74.

17Silvio Waisbord, op. cit., y Katrin Voltmer, op. cit.

18Se recomienda consultar, Daniel C. Hallin y Paolo Mancini, Comparing Media Systems, op. cit. y Natalia Roudakova, op. cit.

19Desde finales del siglo XIX y parte del XX, como resultado de una serie de conflictos religiosos y de clase, la sociedad holandesa estaba estructurada a partir de cuatro pilares: protestantes, católicos, liberales y socialistas. Cada uno de estos grupos contaba con su propio partido político, instituciones sociales y medios de comunicación. No obstante esto, a finales de la década de los sesenta, el movimiento modernizador en toda Europa, aunado a la erosión interna de los pilares, generó la despilarización de los sistemas político y mediático holandeses. Ver Robin Brown, op. cit.

20Tras la desintegración de la URSS, los medios rusos fueron privatizados y, por tanto, se transformaron de órganos oficiales de comunicación en empresas comerciales. Bajo estas circunstancias, se esperaba que el periodismo crítico despuntara; empero, la oligarquía que asumió el control del país continuó con la vieja práctica de la instrumentalización. Ver Natalia Roudakova, “Journalism as Prostitution. Understanding Russia’s Reactions to Anna Politkovskaya’s Murder”, Political Communication, vol. 26, núm. 4, 2009, pp. 412- 429.

21Manuel Alejandro Guerrero, “Broadcasting and Democracy in Mexico. From Corporatist Subordination to State Capture”, Policy and Society, vol. 29, 2010, p. 23.

22Chappel H. Lawson, Building the Fourth Estate. Democratization and the Rise of a Free Press in Mexico, University of California Press, Berkeley y Los Ángeles, 2002; Darren Wallis, “The Media and Democratic Change in Mexico”, Parliamentary Affairs, vol. 57, núm. 1, 2004, pp. 118-130; Sallie Hughes, Newsrooms in Conflict. Journalism and the Democratization of Mexico, University of Pittsburgh Press, Pittsburgh, 2006.

23Manuel Alejandro Guerrero y Mireya Márquez, “El modelo ‘liberal capturado’ de sistemas mediáticos, periodismo y comunicación en América Latina”, Temas de Comunicación, núm. 29, 2014, pp. 135-170, y Jo Tuckman, México. Democracia interrumpida, Grijalbo, México, 2015.

24María Cristina Reyes, “Comunicación política y medios en México. El caso de la reforma a la Ley Federal de Radio y Televisión”, Convergencia, vol. 14, núm. 43, 2007, pp. 105-136.

25Ilya Adler, “The Mexican Case. The Media in the 1988 Presidential Election”, en Thomas E. Skidmore (ed.), Television, Politics and the Transition to Democracy in Latin America, The Woodrow Wilson Center Press, Washington, 1993, pp. 145-173, y José Ramón Santillán, “La construcción periodística de la democracia en México de 1988 al 2000”, Zer, vol. 13, núm. 24, 2008, pp. 203-222.

26Jacqueline Peschard, “Los medios de comunicación en la construcción de la cultura política democrática en México”, América Latina Hoy, vol. 25, 2000, pp. 87-94, y Chappel H. Lawson, op. cit.

27Chappel H. Lawson, op. cit., y Sallie Hughes, op. cit.

28También existen algunos casos, como los de Proceso y La Jornada, que no pueden clasificarse como meramente liberales, debido a su abierto apoyo a partidos de izquierda, su línea editorial antigobierno, y el ejercicio de un periodismo claramente opinativo o interpretativo. A pesar de que bien podrían catalogarse como un resultado de la modernización, pertenecen más bien a la tradición de la prensa facilitadora, la cual, en lugar de adoptar una postura neutral sobre el interés público, comparte con ciertos grupos políticos su identidad ideológica, sus intereses y su agenda. Ver Clifford G. Christians, Theodore L. Glasser, Dennis McQuail, Kaarle Nordenstreng y Robert A. White, Normative Theories of the Media, University of Illinois Press, Chicago, 2009.

29Chappel H. Lawson, op, cit., y Sallie Hughes, op. cit.

30Chappel H. Lawson, op. cit.; Sallie Hughes, op. cit., y Manuel Alejandro Guerrero y Mireya Márquez, op. cit.

31Manuel Alejandro Guerrero y Mireya Márquez, op. cit. y Jo Tuckman, op cit.

32A inicios del 2017, había cinco estados en los que aún no se había dado la alternancia en el poder: Campeche, Coahuila, Durango, Hidalgo y el Estado de México. Esto significa que, después de casi noventa años, el PRI todavía gobierna una parte importante del territorio mexicano.

33Para casos específicos, se recomienda ver, por ejemplo, Rubén Arnoldo González, “Economically-Driven Partisanship: Official Advertising and Political Coverage in Mexico. The Case of Morelia”, Journalism and Mass Communication, vol. 3, núm. 1, 2013, pp. 14-33; Germán Espino, “Periodistas precarios en el interior de la República mexicana. Atrapados entre las fuerzas del mercado y las presiones de los gobiernos estatales”, Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, vol. 61, núm. 228, 2016, pp. 1-30.

34Jonathan Fox, “The Difficult Transition from Clientelism to Citizenship. Lessons from Mexico”, World Politics, vol. 46, núm. 2, 1994, pp. 151-184, y Michael Vogler, The Role of Clientelism in the Mexican PRI-Regime, Centre of Ibero-American Studies KIAS Papers, 2007.

35Javier Esteinou, “La Ley Televisa y la formación de la IV República mediática en México”, Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, vol. 50, núm. 202, 2008, pp. 53-70.

36Jeannine E. Relly y Celeste González, “Silencing Mexico. A Study of Influences on Journalists in the Northern States”, The International Journal of Press/Politics, vol. 19, núm. 1, 2014, pp. 108-131; Celia del Palacio, “Periodismo impreso, poderes y violencia en Veracruz 2010-2014. Estrategias de control de la información”, Comunicación y Sociedad, vol. 24, 2015, pp. 19-46, y Sallie Hughes y Mireya Márquez, op. cit.

37Colin Sparks, op. cit., y Manuel Alejandro Guerrero y Mireya Márquez, op. cit.

38Por ejemplo, el nuevo canal de televisión abierta Imagen Televisión es parte de Grupo Imagen, el cual ya contaba con otro canal de televisión por cable, cinco estaciones de radio, un periódico, cuatro revistas y siete publicaciones en línea. Consultar Imagen Televisión. Página disponible en <http://www.imagen.com.mx/> [fecha de consulta: marzo, 2017].

39Para un recuento de algunos casos específicos, se sugiere consultar: Mireya Márquez, “Valores normativos y prácticas del reporteo en tensión: percepciones profesionales de periodistas en México”, Cuadernos de Información, vol. 30, 2012, pp. 97-110; Francisco Javier Martínez, Rubén González, Óscar Mario Miranda, “Actores políticos y sociales de los telediarios: una tarea pendiente de las televisoras mexicanas”, Revista Latina de Comunicación Social, núm. 70, 2015, pp. 750-764, y Rubén Arnoldo González, “Investigative Journalism in Mexico: between ideals and realities. The Case of Morelia”, Estudios sobre el Mensaje Periodístico, vol. 22, núm. 1, 2016, pp. 343-359.

40Chappel Lawson, op. cit.; Darren Wallis, “The Media and Democratic Change in Mexico”, Parliamentary Affairs, vol. 57, núm. 1, 2004, pp. 118-130, y Sallie Hughes, op. cit.

41Ver, por ejemplo, Salvador de León, “Comunicación pública, transición política y periodismo en México. El caso de Aguascalientes”, Comunicación y Sociedad, núm. 15, 2011, pp. 43-69; Rubén Arnoldo González, “Economically-Driven Partisanship”, op. cit., y Germán Espino, op. cit.

42Chappel Lawson, op. cit., p. 89.

43Entre otros, Frida Rodelo, “Periodismo en entornos violentos. El caso de los periodistas de Culiacán, Sinaloa”, Comunicación y Sociedad, núm. 12, 2009, 101-118; Rosalía Orozco, Relaciones prensa-gobierno en Tepic. Una caracterización de prácticas predominantes en el periodismo local de México, Universidad de Guadalajara, Guadalajara, 2010, y Víctor Hugo Reyna, Nuevos riesgos, viejos encuadres. La escenificación de la inseguridad pública en Sonora, El Colegio de Sonora, Hermosillo, 2014.

44Manuel Alejandro Guerrero y Mireya Márquez, op. cit.

45Martín Echeverría y Rubén Arnoldo González, “La modernización diferenciada de la prensa nacional. Una comparación centro-periferia”, en Martín Echeverría y Carlos Ahuactzin, Comunicación política y elecciones federales 2015, ICGDE, Puebla, 2016, pp. 125-148.

Recibido: 12 de Junio de 2017; Aprobado: 03 de Noviembre de 2017

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