Introducción
El objetivo de este artículo es analizar las delimitaciones teóricas y metodológicas para comprender la transformación de las prácticas afectivas en un contexto global, poniendo especial énfasis en el caso mexicano. Las prácticas afectivas a nivel mundial y en el país se han modificado de manera importante, lo que hace necesario el análisis del fenómeno a partir de un enfoque complejo, lo cual sólo se logrará en la medida en que se realicen estudios con estas características, pero para lograrlo es preciso construir un marco adecuado. En este ensayo se parte de un marco teórico para englobar el problema y así el desfase a nivel institucional que permea el fenómeno afectivo. Lo anterior marca la necesidad de entender las prácticas culturales vigentes, objeto que sólo puede lograrse si se comprende este proceso de transformación para construir instrumentos empíricos que permitan explicar el cambio, para en esa medida pensar mejores diseños institucionales y políticas públicas.
El trabajo se divide en tres apartados. El primero se titula “Comportamiento social y afectividad desde las apreciaciones teóricas de Merton”. En él se expone la base epistemológica de Robert Merton, la cual permite comprender el comportamiento de las conductas divergentes, que en este caso se observan mediante la idea de las nuevas formas de afectividad, que dadas las expectativas culturales terminan por irrumpir en la estabilidad de la estructura social. El enfoque teórico del autor permite insertar el tema de la afectividad en un contexto social divergente, en que la tensión de la estructura social se evidencia a través de intercambios de roles, transformaciones de las expectativas psico-afectivas y cambios en estructuras económicas y culturales que influyen en la construcción de nuevas formas de relaciones sociales.
En el segundo apartado, “La transformación sociocultural de la afectividad en la estructura familiar”, se plantea que el vivir en familia deja de ser uno de los principales logros para los individuos, en especial para las mujeres, quienes al asumir una nueva forma de adaptación individual, según las constantes modificaciones de las estructuras sociales y culturales, han favorecido transformaciones en la estructura familiar. Ahora, el Yo se vuelve el principal actor en la relación; ya no se da la posibilidad a que el otro se inmiscuya en ese espacio reservado para él. Este espacio va creciendo, con lo cual se rompen la idea de la relación para toda la vida o la idea de la vida en común.
En el último apartado, “Apuntes finales”, se realiza un acercamiento a estudios de opinión que se han realizado en los últimos años en torno al tema de la afectividad, con objeto de tener una fotografía más detallada sobre el fenómeno. Se plantea, asimismo, la necesidad de profundizar en la transformación de la afectividad, a través de estudios sociales que permitan entender las distintas aristas que se presentan hoy en la construcción de las prácticas afectivas, y ya no sólo las familiares y sexuales, que acompañaron a los siglos precedentes.
I. Comportamiento social y afectividad desde las apreciaciones teóricas de Merton
Los trabajos que Merton desarrolla para la sociología se apropian de un interés fundamental porque permiten pensar en el ejercicio teórico desde posibilidades acotadas que ayudan a problematizar la sociedad desde un horizonte pragmático y mucho más cercano al ámbito de la experiencia social, como realidad que se construye a través de la vida cotidiana de los individuos. Con las aportaciones de Merton pueden derivarse uniformidades empíricas, es decir, mecanismos de observación que trazan una ruta analítica capaz de explicar las acciones sociales que los individuos llevan a cabo en un determinado tiempo y espacio.
Merton define este tipo de proposiciones teóricas como teorías de alcance intermedio. Este tipo de teorías resulta ser sumamente eficiente para problematizar y explicar la conducta social, ya sea desde un punto de vista micro o macro, ubicando las dificultades que significan las patologías sociales y sus repercusiones en el tejido social.2
Las teorías de alcance intermedio hacen posible trazar una relación con aquellas formas y mecanismos institucionales que interactúan con determinados objetos sociales, que suelen ser juzgados por Merton a través de una perspectiva funcionalista de análisis.3
Ahora bien, se parte del hecho de que toda sociedad necesita de normas reguladoras4 expresadas y formalizadas en un conjunto de reglamentaciones que se enfocan en dotar a la conducta social de un comportamiento estable y homogéneo; entonces, es necesario observar, desde apreciaciones teóricas y metodológicas, las formas sociales susceptibles de realizarse, según los intercambios entre la conducta normada de la sociedad moderna y aquellas expresiones, productos de la tradición y las costumbres, que los individuos realizan al vivir la experiencia de la vida cotidiana.
De lo anterior se desprenden dos resultados: por un lado, el éxito o el fracaso de los mecanismos de control institucional íntimamente relacionados con objeto sempíricos de estudio; por otro, la comprensión de las formas culturales que según sus características pueden llevar a la estructura social a fuertes periodos de inestabilidad ocasionados en principio por conductas desviadas sustentadas culturalmente que terminan por constituirse como una forma de anomia.5 Por tanto, el estudio de las formas culturales resulta importante debido a que ellas son capaces de inducir a los individuos a centrar sus intereses tanto emocionales como racionales, ya sea dentro de las estructuras sociales o fuera de ellas, dado que al estar dentro hay mayor estabilidad que cuando se está afuera.
Problemas sociales y apreciaciones empíricas
Pensar la sociedad requiere un horizonte epistemológico, de ahí la importancia del uso y desarrollo de las formas teóricas; sin embargo, la teoría debe sus explicaciones a una realidad concreta que emerge a partir de evidencias empíricas. No se debe perder de vista la relación entre ambas. La finalidad de la teoría social consiste en explicar los elementos empíricos desarrollados en sociedad, donde se manifiesta el sentido que reafirma las acciones que llevan a cabo grupos e individuos. No obstante, lo anterior adquiere una dimensión de complejidad sumamente elevada, en especial cuando las evidencias empíricas no se ajustan a la explicación social de la realidad.
Dicho de otra manera, la teoría topa con límites de observación que le impiden el acceso a la operación de los fenómenos empíricos; por tanto, el tema de las apreciaciones empíricas resulta trascendental para comprender la dinámica actual de todo fenómeno social. Se trata así de una observación lo suficientemente robusta que permite repensar la relación entre teoría y materia empírica, para lo cual el análisis funcional de las estructuras sociales resulta sumamente esclarecedor.6
La postura de Merton es de gran ayuda para la solución de los problemas que aquejan la sociedad; más aún cuando se asume que el estudio de los fenómenos empíricos a través de la observación de la práctica científica, desarrollada por las ciencias sociales, es una cuestión decisiva para la comprensión de la realidad social, lo cual implica por fuerza la implementación y desarrollo de una determinada perspectiva teórica, que en el caso del autor es posible destacar a partir de cinco puntos centrales:
1) la teoría que revisamos [funcionalista] trata de objetivos de diferentes clases culturalmente destacados y no sólo del objetivo del éxito monetario [...] 2) que distingue formas de conducta desviada que pueden estar muy alejadas de las que representan violaciones a la ley; 3) que la conducta divergente no es por necesidad disfuncional para el funcionamiento eficaz y el desarrollo del grupo; 4) que los conceptos de desviación social y de disfunción social no albergan premisas éticas ocultas, y 5) que otras metas culturales suministran una base para estabilizar los sistemas social y cultural.7
Estructura social y anomia
Para formular la explicación de la estructura social, Merton le concede un papel central a las conductas divergentes, es decir, a aquellos comportamientos que están en oposición al modelo hegemónico que la sociedad adopta y que determina así la operación de sus funciones. El tema de la adaptación individual es considerado por el autor como un elemento fundamental que permite comprender los modos de operar, que van desde el nivel micro al macro, y orientados por coordenadas tiempo-espacio, que caracterizan a la estructura social.8
Por lo anterior, para Merton el individuo debe adaptarse a la estructura social; sin embargo, tal y como hoy se aprecia, no se trata de una adaptación normativa rígida y poco flexible, que limite la libertad individual. Para ello es necesario comprender la importancia que Merton le concede al concepto de anomia y cómo lo coloca frente a casos de divergencia social, que para efectos de este ensayo se reflejan en diferentes formas de afectividad9 dentro de la sociedad mexicana, cada vez más influida por aspectos globales. Un planteamiento de este tipo permite observar las formas de comportamiento individual, que al estar ligadas con procesos culturales, ocasionan una tensión inevitable con la estructura social.10
Siguiendo a Merton, la estructura social es definida como un conjunto de operaciones funcionales que llevan a los individuos a relacionarse entre sí, basada en una cultura de lineamientos determinantes e indeterminantes, es decir, a través de funciones manifiestas y latentes. Dicho de otra manera, la estructura social debe garantizar la estabilidad entre las manifestaciones sociales y aquellas que corresponden al ámbito cultural.11 Por otro lado, Merton construye su concepto de anomia a partir de lo fundamentado por Durkheim, quien hacía referencia a una falta relativa de normas dentro de un determinado grupo o individuo.12Para Merton, la estructura social tiene la función de permitir o bloquear la entrada de la acción social construida mediante pautas culturales. Por ello, es fundamental la distinción entre estructura social y estructura cultural. La primera es la encargada de mantener un funcionamiento estable en el campo de las interacciones sociales, las instituciones y los grandes órdenes de sentido que emergen con la formación de los sistemas. En lo que respecta a la segunda, ésta tiene la función de organizar los símbolos, códigos y rituales que permiten la formalización de lo que llamamos cultura. Ahora bien, el problema de fondo surge cuando, por diversos motivos, estas estructuras se enfrentan entre sí, ocasionando escenarios donde se suprime la normatividad social; por tanto, esto le abre la puerta a comportamientos divergentes y patológicos, situación que explica el surgimiento de la anomia y,en consecuencia, de todos aquellos padecimientos estructurales que enfrenta una determinada sociedad.
De esta manera, ninguna sociedad puede evitar la formación de la anomia; en especial cuando se piensaen la emergencia y en el funcionamiento de las sociedades desde una perspectiva global, en que los elementos que promueven la interacción se vuelven más complejos y abundantes, según la densidad de sentido que los reafirma. En el caso de las relaciones afectivas, emergen elementos dados por una influencia cultural con perspectiva global,13 que confronta las estructuras sociales que, al regirse a través de una perspectiva normativa, ocasionan fuertes conflictos frente al orden institucional y las diversas actividades impuestas por el campo de la vida cotidiana.
Si se asume como cierto un cambio estructural en las formas afectivas de comportamiento, se infiere entonces que éstas han sido estimuladas por la simbolización, los códigos y rituales que se formalizan en el ámbito de una cultura global, donde ideas tan hegemónicas y generalizadas como el amor, la sexualidad y el erotismo, se llevan a cabo mediante los usos del cuerpo, en tanto posibilidades comunicativas y de construcción de sentido.14
La estructura social inmediatamente expresa mecanismos de resistencia, esto es, dispositivos de control institucional que asumen la tarea de impedir que estas manifestaciones del ámbito cultural impacten en el territorio de la estructura social, pues ésta lo que necesita es estabilidad para garantizar el nivel mínimo de convivencia y paz social.
Por lo anterior, se vuelve necesario estudiar este fenómeno que hemos nombrado nuevas formas de afectividad. Al pensar en los distintos tipos de individualidad que tienen lugar, ya sea por condiciones sexuales, de género, ideológicas, económicas, políticas, etcétera, y cómo éstas se expresan afectivamente en cuanto a sus condiciones reales de posibilidad, es decir, mediante un aparato institucional sólido que permita una integración real y no meramente discursiva, donde por ejemplo, las prácticas sexuales de relaciones abiertas puedan tener mejor orientación y así prevenir resultados desfavorables, o bien, que casos como la transexualidad puedan expresar su afectividad no únicamente a partir de comunidades restringidas, entonces es necesario hacer de la afectividad un mecanismo de inclusión entre diferentes perspectivas de tipo económicas o políticas. De lo contrario, ejercicios como los de una política de inclusión o educativa siempre partirán de un sesgo que impida el cumplimiento cabal de sus objetivos.
Las formas de adaptaciónpermiten observar la estabilidad social,y los mecanismos de divergencia cultural ayudan a comprender las condiciones evolutivas a las que aspira la sociedad. Se trata de dos lados de la misma moneda, sólo que por momentos se les ve como separados, aunque ambos intervienen en la realización del fenómeno, lo que en cierta medida nos lleva a discutir las manifestaciones latentes en un objeto de estudio como la afectividad.
Adaptación individual y comportamientos divergentes
Para Merton, la adaptación individual desempeña un papel preponderante. De esta forma, desarrolla una tipología de cinco distinciones individuales de adaptación en relación con la cultura y la sociedad, llevadas a cabo y organizadas por medio de las instituciones: conformidad, innovación, ritualismo, retraimiento y rebelión.
La adaptación en los términos de la conformidad suele ser la más abundante en una sociedad. Se trata de un mecanismo que se efectúa mediante la repetición llevada a cabo por la costumbre y el nulo cuestionamiento a sus procedimientos.15 En el caso de nuestro objeto de estudio, existen diferentes acciones afectivas que involucran conformidad y, por tanto, aceptaciones sin cuestionamientos, por ejemplo: las expresiones de afecto, no sexuales ni eróticas, que se realizan entre personas del mismo sexo o del sexo contrario. Al decir que la conformidad es la forma de adaptación más abundante en la sociedad, significa que mantiene la estabilidad y armonía que necesita el orden social para operar y desarrollarse, lo que contrarresta la formación de conductas divergentes. De conformidad, las expresiones afectivas entre los hombres prohíbe o sanciona el contacto corporal, sin importar que se trate de expresiones alejadas del sexo y el erotismo; simplemente el afecto que se le tiene a otro ser humano.
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En lo que respecta a la innovación,16 se diría que queda opacada e incluso determinada a efectos del comportamiento conformista, pues resulta muy complicado romper con las restricciones impuestas por el orden social. Volviendo a nuestro ejemplo anterior, no es fácil innovar en las expresiones afectivas entre hombres. Abrazos o besos son juzgados, si no de manera negativa, sí de forma restringida o poco permitida en algunos grupos sociales.
Ahora bien, habrá que decir que la innovación como forma de adaptación está relacionada, según Merton, con el cumplimiento del éxito y las metas.17 Sin embargo, por medio de la idea de éxito,surgen más irritaciones, pues ésta es una idea muy limitada que resulta contradictoria porque permite poca innovación.18 No obstante, la innovación es, por tanto, una conducta divergente, debido a que impacta en la dinámica de la estructura social, pues los medios de los que se vale la innovación utilizan propósitos que cuestionan el orden avalado por la conformidad. Cabe señalar que Merton desarrolla estos modos de adaptación para sociedades modernas e industrializadas.
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En lo que respecta a la adaptación ritualista, ésta tiene un acento individual de gran interés, ya que supone un comportamiento en que se da un abandono o separación de las obligaciones o restricciones culturales relacionadas con la apropiación de la satisfacción individual.19 De esta manera, dicha forma de adaptación no puede entenderse como totalmente divergente, ya que nunca se da un desconocimiento total a las reglas sociales; eso significaría el total aislamiento social; por tanto, esta forma de adaptación siempre está obligada a respetar parte del código cultural y así no representa del todo un problema social. Para Merton, este modo de adaptación está influido por la permanencia y la ausencia de cambio, situación que vuelve complicada la noción práctica y el uso de la novedad.
Esta forma de comportamiento ayuda a entender aún más el escenario donde actualmente se mueven las nuevas formas de afectividad y las irritaciones que éstas causan tanto para sí mismas como para el resto de los agentes que interactúan con ellas.20 Esto es así, pues las formas de afectividad contemporánea hacen de suyo la necesidad por la satisfacción individual que durante mucho tiempo han sido opacadas según los hábitos y las costumbres de grupo, definidos éstos por la hegemonía de un orden discursivo.21
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La adaptación por retraimiento es para Merton la forma de adaptación individual que aparece con menos frecuencia, pues tiene lugar a partir de un doble movimiento que tiene que ver con la afirmación y el rechazo. Por un lado, el individuo asume la función o rol que le ha sido conferido por la sociedad, con lo cual conquista acciones y reconocimientos que le son indispensables para vivir en sociedad. Por el otro, se da un rechazo pasivo respecto a dichas acciones o reconocimientos, aunque al ser pasivo no se aprecia con mucha fuerza dentro de los espacios sociales; por tanto, con este tipo de comportamiento -como diría Merton-, las personas “están en la sociedad pero no son de ella”.22
Respecto de las formas de afectividad, este tipo de comportamiento suele ser asimilado por grupos o individuos, por ejemplo: pensemos en la afectividad con que ha sido educada la gente(la heterosexualidad). Muchas personas afirman esta práctica solamente por tratarse de una herencia hegemónica, por lo cual pueden ocurrir comportamientos divergentes que rechacen dicha práctica, pero que tienen que vivirse de forma silenciada. Ahora bien, en México tal es el caso de la llamada “homosexualidad de clóset”, subjetividad que de alguna u otra manera abandona la búsqueda del éxito, en el entendido de que son pocos los homosexuales que socialmente lo adquieren, con lo cual deberán enfrentar el duro hostigamiento que la sociedad ejerce a todos aquellos que no expresan una adaptación homogénica: “Los que abandonan la búsqueda del éxito son perseguidos incesantemente hasta sus guaridas por una sociedad que insiste que todos sus individuos se orienten hacia el esfuerzo por el éxito.”23
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Por último, la rebelión como modo de adaptación individual, según Merton, es una conducta con que las personas intentan, además de modificar la estructura social y cultural, transformarla de raíz por alguna otra más cercana a sus intereses o expectativas.24 Se trata así de un tipo de comportamiento sumamente desestabilizador que, si bien no se da con mucha frecuencia en la sociedad y desde la rutina asumida gracias a la vida cotidiana, sí ha tenido lugar de manera muy frecuente a lo largo de nuestra histórica, pues esto justamente explica el cambio y la transformación de nuestras sociedades y con ello sus logros evolutivos.
Entonces, la rebelión como forma de adaptación individual hace de suyo la idea de que las normas y las expectativas culturales deben ser desconocidas por los individuos, para de esta manera construir un escenario social de inclusión que precisamente no contemplaba el antiguo régimen; en este caso, la estructura socio-cultural anterior. De esta manera,se da una nueva elaboración tanto de normas como de expectativas, que tienen la tarea de satisfacer a los individuos que han adoptado esta conducta. El comportamiento basado en la rebelión supone que la estructura social se atrinchera para de esta manera conservar su lógica y formas de operar que impiden los cambios y modificaciones que un determinado grupo demanda.
Por tanto, las formas de afectividad tienden también a asumir la rebelión como forma de conducta, que es propiciada por una especie de resentimiento que, independientemente de su legitimidad, propicia conflictos sociales. Así, la afectividad oprimida, en complicidad con las formas de rebelión, resulta un gran peligro para la estabilidad del orden social, debido a que se alimenta de sentimientos como el odio, la envidia, la hostilidad y la sensación de impotencia,25situaciones que colocan a la sociedad en un paulatino estado de vulnerabilidad que tiende a una desestabilización general del orden social.
Para terminar este apartado y abrir paso a la segunda parte de este artículo, se debe decir que el grave peligro que enfrentan las formas actuales de afectividad para una sociedad como la mexicana se concentran en el hecho de que, al no ser tratadas con prontitud y a través de un esquema analítico de refinada profundidad, se corre el riesgo de que emerja una mayor cantidad de comportamientos divergentes, lo cual se traduciría en el fortalecimiento de la anomia, es decir, en la erosión o debilitamiento del marco legal en que se afianzan las normas y las leyes.
Las nuevas prácticas de afectividad, al no ser tratadas de una manera adecuada en tanto que no son integradas a las operaciones generales de la sociedad, permiten la aparición de comportamientos divergentes anómalos, situación que favorece el escenario de riesgo expuesto por Beck. Este escenario sacude los sistemas más importantes que dan solidez y estabilidad a la sociedad, tales como la política, el derecho, la educación y la economía.
Además, se da una modificación estructural de la familia con un peso importante, debido a que resulta un parteaguas en la historia humana. Precisamente sobre este tema se concentra el análisis del segundo apartado.
II. La transformación sociocultural de la afectividad en la estructura familiar
La afectividad, tal como se ha detallado con la teoría de Merton, se inserta en un momento complicado en que la tensión de la estructura social se hace evidente; hay muchos cambios en la manera en que la gente se relaciona hoy día. Sin embargo, ni las instituciones ni la teoría están preparadas para enfrentar estos cambios. Lo anterior no es totalmente atípico en una sociedad donde las modificaciones a los referentes tradicionales se dan de manera tan acelerada, y en la cual son múltiples los actores que están influyendo en la construcción de la realidad social, pensando en la globalización.26
Para lograr asir el cambio, es fundamental comprender la manera en que referentes en materia de afectividad se fincaban sobre una idea definida de familia y de relación, fenómenos que ahora comienzan a modificarse, sin construir nuevos conceptos, o por lo menos, no lo suficientemente acabados para explicar el desajuste en la estructura social.
Es importante resaltar que el bajo o alto nivel de expectativas permea la idea de afectividad, tal como lo piensa Beck desde la idea de la sociedad del riesgo, o Bauman desde la modernidad líquida.
Hay una palabra alemana que refleja en gran medida lo que ocurre en el mundo contemporáneo: Unsicherheit,que fusiona tres palabras del español: incertidumbre, inseguridad y desprotección. Ante la pérdida de referentes y ante la incapacidad de la teoría crítica o del mismo momento histórico de imponer otros, las palabras anteriores son las que más se adecuan a este momento de inflexión en la historia.27
La soledad y la pérdida de la solidaridad es reflejo de la inseguridad. La incertidumbre y la desprotección (unsicherheit) se viven hoy. La inseguridad tiende a ser el sentimiento constante de esta época, y se inserta en todos los ámbitos de la vida social. Las relaciones afectivas son uno de los más visibles.
La misma inseguridad no deja que nada sea alargo plazo. La sociedad se mueve con respecto a los cambios del mercado, y de manera tradicional las instituciones no tienden a ser tan dinámicas como el mercado, ni como la misma vida social, por lo que dar certidumbre por medio de la estructura institucional se vuelve un reto a corto plazo que debe ser abordado mediante estudios que permitan dar cuenta de la manera en que se dan las tensiones en el entramado estructural.
La afectividad se modifica; también la idea del amor a largo plazo y la idea de las relaciones. Bauman señala:“imaginar una vida de impulsos momentáneos, de acciones a corto plazo, desprovista de rutinas sostenibles, una vida sin hábitos, es, en el fondo, imaginar una existencia sin sentido”.28 El compromiso y la confianza, que son parte fundamental en el andamiaje social, deben repensarse ante las nuevas formas de relacionarse. Al final uno de los retos fundamentales es:
Proteger las relaciones familiares [de cualquier forma en la que éstas se manifiesten] para que no sucumban a los comportamientos a corto plazo, el modo de pensar inmediato y, básicamente el débil grado de lealtad y compromiso que caracterizan al lugar de trabajo. En lugar de valores cambiantes de la economía, la familia debería valorar la obligación la honradez, el compromiso y la finalidad.29
Lo anterior acarrea otro punto de reflexión básico: ¿qué se entiende por familia ahora?, ¿de qué manera las instituciones deben dar respuestas a las nuevas formas de afectividad, para que -con una lógica del bien común- el Estado pueda responder a todos los ciudadanos, independientemente de la manera en que éstos se conciban y relacionen?
La familia en la sociedad actual
El cuestionamiento de las estructuras familiares tradicionales,30 la liberación femenina, la exigencia de la equidad ante el hombre, llevan a un cuestionamiento importante de la estructura social que, como se vio en el primer apartado, se resiste al cambio; sin embargo, debe tener como consecuencia un constante ejercicio teórico, que se materialice en estudios empíricos mediante los cuales se respondan las interrogantes sociales y se dé sentido al cambio.
La ruptura en las estructuras de familiares tradicionales, que con Merton ya se han venido problematizando, se debe a muchos factores, pero se puede comenzar con la liberación femenina. Ésta empezó a gestarse en el siglo XIX por medio de le literatura, con obras hoy clásicas como Casa de muñecas y Madame Bovary. Fue un largo camino que incluyó la adquisición de derechos civiles y políticos para las mujeres.
Durante la Segunda Guerra Mundial, ante el desplazamiento de una gran cantidad de hombres a los campos de batalla, principalmente en Estados Unidos, las mujeres tuvieron que desempeñar tareas que eran exclusivas para hombres.31 A partir de esto, se comenzó a gestar un movimiento de liberación sexual y de adopción de distintos roles por parte de las mujeres, lo que desembocó en los movimientos de los sesenta, cuando la liberación sexual, en especial la femenina, llegó a límites insospechados por medio del movimiento hippie.
En este sentido, la mujer deja de ser exclusivamente la proveedora afectiva y el hombre el proveedor económico y ambos comienzan a intercambiar y compartir los roles tradicionales.
La familia nuclear tradicional ya no es el único referente social. Desde la teoría social, se entendía a la familia tradicional como el núcleo social por naturaleza, pero ahora las familias suelen caracterizarse por su gran heterogeneidad (familia extensa, familia monoparental, familia ensamblada, familia homoparental, familia de padres separados).
Por lo tanto, la familia fuera de los estándares tradicionales “nucleares” se está convirtiendo en la familia estándar. Hay tensiones en la estructura social que la ponen a prueba y reclaman su institucionalización, en la lógica de que estas nuevas formas afectivas de interrelación sean normalizadas para alentar una mejor convivencia social.32 “El resultado de todas estas transformaciones es el siguiente: tanto en la política como en el ámbito científico o en la vida cotidiana, con harta frecuencia ha dejado de estar claro quién o qué constituye la familia. Los límites se hacen borrosos, las definiciones vacilantes; crece la inseguridad”.33 Lo anterior en parte se ilustra ya desde la tipificación que Merton ofrece sobre el comportamiento humano.
Horkheimer anticipaba el rol cambiante de las familias y su inconsistencia. Cuando escribió el ensayo sobre “Autoritarismo en la familia”, se comenzaba a vislumbrar una lógica familiar distinta, que tenía como base la posibilidad del divorcio; a partir de esto, la familia adquiere un tinte -a decir del autor de la escuela de Frankfurt- comercial, en el cual “las parejas pueden ser intercambiadas por medio del divorcio, tal como sucedería en relaciones comerciales”.34
Aunque él no pensaba en la incertidumbre precisamente, sí anticipaba la nueva idea de pareja en la que nada es para siempre y las expectativas a largo plazo o para toda la vida se modifican de manera sustancial, transformando todo el entramado de la afectividad en las relaciones. El quiebre en las expectativas, el intercambio de roles y las modificaciones en la idea de la familia nuclear como el único referente llevan a que las relaciones se democraticen.35
La democratización e individualidad en las relaciones cambiaron la idea de la afectividad.36 La idea de la relación en que amor significa compartir, fundirse, se modifica por la idea de un nuevo tipo de amor, el “amor confluente” que choca con el “amor romántico”, debido a la negación de las relaciones proyectivas.
También se afirma: “Una pura relación [que] se refiere a una situación en la que una relación social se establece por iniciativa propia, asumiendo lo que se puede derivar para cada persona de una asociación sostenida con otra y que se prosigue sólo en la medida en que se juzga por ambas partes que esta asociación produce la suficiente satisfacción para cada individuo”.37
Las contradicciones entre los géneros, ni se sujetan al esquema de las modernas contradicciones de clase, ni son un mero vestigio tradicional. Son una tercera cosa. Al igual que las contradicciones entre el capital y trabajo, son producto y fundamento de la sociedad industrial en el sentido que el trabajo asalariado presupone el trabajo doméstico y que las esferas de la producción y a la familia se separan y se crean en el siglo xix... la competencia y movilidad individual requeridas por el sector de la producción tropiezan en la familia en la familia justamente con la contra exigencia: el sacrificio del uno por el otro, la entrega al proyecto común que es la familia.38
El vivir en familia deja de ser uno de los principales logros para los individuos, en especial para las mujeres, quienes -al asumir una nueva forma de adaptación individual según las constantes modificaciones de las estructuras sociales y culturales que han sido analizadas según las apreciaciones de Merton-no ven más la vida en familia como la realización total, ya que en la vida moderna los hijos se convierten en un obstáculo para el desarrollo profesional de la mujer; en cambio, para el hombre la procreación y la vida en familia no presupone una pérdida de libertad; su rol se manifiesta como unido, pero a la vez independiente de la familia (a pesar de la supuesta democratización de la familia y el intercambio de roles), es decir, la paternidad y el empleo no se vuelven una contradicción, como en el caso de la mujeres.
El asunto es que, si bien se habla de roles intercambiables, las mujeres, muchas veces, asumen dobles roles, esto es, son proveedoras económicas y del hogar, mientras que el hombre sigue siendo sólo -y algunas veces ni eso-exclusivamente el proveedor económico.
Entre falta de expectativas y rompimientos tradicionales
Tal como se ha expuesto, la afectividad se ha modificado de una manera importante. En México existen pocos estudios para comprender el cambio, principalmente enfocados desde la psicología, lo que vuelve preocupante que una falta de diagnósticos adecuados no permitan establecer políticas públicas, modificar marcos institucionales y leyes que den respuesta a los problemas sociales que pueden ocasionar la falta de reconocimiento de las nuevas formas de afectividad y de familias.
Durante doce años hubo una omisión en el diseño de políticas poblacionales. Los marcos institucionales no fueron modificados, sino que más bien se siguió una política en quela moral se confundía e interfería con la razón de Estado, y desde el gobierno federal, se impulsaban o se omitían políticas en este sentido.
Si bien el caso del Distrito Federal fue paradigmático, lo cierto es que no se ha trabajado para que estas posturas progresistas, de protección y reconocimiento de las nuevas formas de familia permeen en otros estados o en la misma Ciudad de México. No se ha trabajado de una forma estructurada en favor del reconocimiento de estas expresiones (Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México), lo cual ha traído como consecuencia leyes de avanzada, pero sin políticas públicas y campañas en este sentido, que garanticen un real ejercicio de los derechos.
En nuestro país, no hay estudios de opinión que permitan comprender la subjetividad social en materia de afectividad. Como ya se señaló, tampoco existen muchas investigaciones teóricas; sólo algunos acercamientos que proporcionan fotografías parciales del fenómeno.39
Lo anterior lleva a la necesidad de proponer estudios más serios, primero en un nivel teórico, como el que se propone en este ensayo, partiendo de la base teórica de Merton, y, por otro, estudios empíricos sobre el tema para contar con un principio claro a partir del cual tener una mejor idea de lo que ocurre, a fin de que puedan implementarse mejores teorías y estudios, y proponer políticas públicas para abordar la complejidad de la afectividad.
Partiendo de lo anterior, los puntos de análisis que nos permitirían explorar con mayor profundidad el fenómeno de afectividad, según los resultados que hasta ahora esta investigación arroja, se concentran en cuatro rubros fundamentales: 1) expectativas afectivas; 2) la afectividad más allá del régimen tradicional; 3) formas de placer, formas de afectividad y la evolución de la diferenciación social; 4) la evolución del aparato institucional ante las expectativas globales de la afectividad.
III. Hacia una problematización de la afectividad en sociedades globales
En esta última parte, se propone una agenda de investigación que deberá ser trabajada en el futuro con miras a comprender, de una forma mucho más sólida, los efectos actuales de las prácticas afectivas en una sociedad con tendencias globales y locales; sin embargo, los efectos globales son los que actualmente rigen la pauta de comportamiento individual y la manera en que las sociedades asimilan sus formas de sentido y organización.
A continuación, se desarrollan los postulados que sostienen dicha agenda, que se apoya en algunos datos duros que no son -con precisión y profundidad- los que deberían utilizarse, pues en México los estudios son de corto alcance para comprender el fenómeno de la afectividad de una manera no tradicional.
La transformación de las expectativas afectivas
En la actualidad, existen expresiones de comportamiento que afectan al tejido social; entre éstas, la afectividad. La transformación histórica de la afectividad, expresada en modificaciones a la subjetividad, dota al individuo de profundos cambios que introducen tensiones de gran peso en el resto de los niveles y formas que integran a la sociedad, como pueden ser las formas jurídicas que, al darle legitimidad al Estado, permiten que éste establezca los mecanismos que articulan y otorgan estabilidad a la estructura social, y son puestos en marcha mediante el poder político.
La transformación de la subjetividad introduce mecanismos de tensión porque funciona desde una realización de la verdad opuesta a la que suele emplear la observación que la sociedad lleva a cabo para describir y explicar su dinámica general. Las formas de subjetividad, como diría Foucault, establecen formas de saber que se manifiestan en la manera en que se da la interacción entre individuos e instituciones, situación que permite la apropiación de un discurso y, con ello, la de los objetos que emergen como resultado de una forma de la realidad determinada por dicho discurso:
La hipótesis que me gustaría formular es que en realidad hay dos historias de la verdad. La primera es una especie de historia interna de la verdad, que se corrige partiendo de sus propios principios de regulación: es la historia de la verdad tal como se hace en o a partir de la historia de las ciencias. Por otra parte, creo que en la sociedad, o al menos en nuestras sociedades, hay otros sitios en los que se forma la verdad, allí donde se definen un cierto número de reglas de juego, a partir de las cuales vemos nacer ciertas formas de subjetividad, dominios de objeto, tipos de saber y, por consiguiente, podemos hacer a partir de ello una historia externa, exterior, de la verdad.40
Lo anterior, aunque parece abstracto, permite evidenciarla importancia de la subjetividad en las expectativas de afectividad que hoy tienen lugar como resultado de una sociedad de perspectiva global. Asimismo, visibiliza la tensión surgida en relación con los órdenes de legitimación que la sociedad emplea para llevar a cabo sus funciones políticas, económicas, jurídicas, estéticas, culturales, científicas, entre otras.
Entonces, al no comprender la manera en que se desarrolla y evoluciona la subjetividad, tampoco es posible comprender la forma en que se manifiesta la afectividad; más aún en un escenario global donde la sensación de cambio se acelera.41 Por tanto, no es posible encontrar una alternativa a las problemáticas que afectan a las sociedades industriales en fenómenos como el embarazo adolescente si se sigue observando de manera tradicional la experiencia afectiva tanto en el noviazgo como en el matrimonio.42 En consecuencia, deben comprenderse las expectativas afectivas desde otras posibilidades y así entender, desde otro horizonte, la subjetividad y los retos por afrontar con efectos como el embarazo adolescente en este nuevo contexto.43
En México no existen estudios de opinión que permitan observar, de manera formal y respaldada, en un análisis de dimensiones profundas, estas nuevas expectativas de la afectividad, que en la actualidad aparecen en una sociedad global. Los indicadores o estudios se concentran principalmente en la idea del matrimonio o en la sexualidad, sin llegar a observar y problematizar de manera precisa las acciones sociales que de forma subrepticia se han colocado como una alternativa afectiva al matrimonio y que se relacionan no sólo con la experiencia de goce que se lleva a cabo por medio del acto sexual, históricamente determinado por su propia represión,44 sino también por la manera en que el individuo concibe la efectividad y los términos que esto conlleva.
La afectividad más allá del régimen tradicional
La afectividad más allá de los límites de la tradición debe hacer frente a sus profundas deficiencias en términos educativos y culturales; debido a que el no reconocimiento de sus nuevas manifestaciones daña la dinámica social.45
La tendencia evolutiva de la sociedad, según el discurso demócrata liberal, debe priorizar por todos los medios posibles la inclusión social, por medio de la adecuación de las leyes y las instituciones, para evitar la exclusión y la discriminación.46
Las formas tradicionales de la afectividad ocasionan serios problemas en la vida contemporánea del individuo, pues cada vez la sensación de frustración alcanza más rincones de la sociedad, aunque, a pesar de seguir el mandato impuesto por las tradiciones, las personas no encuentran en el matrimonio ni en la procreación una realización de su vida.
Un embarazo mal planeado, es decir, con poca información y fuera de un proyecto de vida compatible y consensado, suele ser un impedimento enorme que trunca las expectativas de éxito de aquellos que optan por la decisión, a consecuencia de los padecimientos de la tradición. Se trata entonces de un fenómeno social que, en parte, necesita de una reorganización de las dependencias institucionales para encarar el problema con oportunidades adecuadas.47
Mediante los usos y costumbres de la práctica sociocultural mexicana, la dinámica de afectividad tradicional goza de una aceptación social afianzada, debido al reconocimiento y prestigio que le brinda la propia comunidad al cumplimiento de las tradiciones afectivas. Además, las prácticas afectivas como el matrimonio en una sociedad como la nuestra tienden a afianzar el rol tradicional de género,48 asignándole a la mujer un papel secundario destinado a las labores domésticas; por ejemplo, sigue inculcándose que la mujer expresa su amor con un hogar limpio y agradable, y con una gran destreza en las artes culinarias. El hombre tampoco puede escapar a esta degradación de la individualidad, pues él satisface las necesidades materiales que de cierta manera han sido sublimadas con la idea afectiva del amor.
Las ciencias sociales están obligadas a profundizar en el problema de comunicación educativa y de salud psicosocial que permitan formular mecanismos de explicación más apropiados entre la relación placer-experiencia afectiva.
Formas de placer, formas de afectividad y la evolución de la diferenciación social
Los estudios de opinión, debido a sus límites teóricos y metodológicos, permiten conocer las opiniones de los integrantes de la sociedad según el interés por algún tema en particular. Sin embargo, al mismo tiempo parten de un sesgo que no son capaces de observar debido a las determinantes sociales y culturales, situación que impide la formulación de datos que hagan entender el fenómeno desde otros horizontes de conflicto y problematización. La importancia de los estudios de opinión recae en el hecho de que hacen ver con datos duros los elementos socioculturales que le permiten a la persona diferenciarse como individuo, situación de gran trascendencia debido a que a través de la diferenciación la sociedad les permite a sus individuos construir un mejor espacio para la convivencia humana.
La percepción que como sociedad se tiene del sexo es también la manera en que se educa a las generaciones siguientes.49 La forma en que se han privilegiado las prácticas sexuales guarda estrecha relación con estereotipos de éxito que regularmente presentan una forma del individuo no sólo falaz, sino con un impacto sociocultural tan grande que degrada la idea del sexo, vulgarizándolo según los intereses del mercado, de ahí lo poco y mucho que la sociedad se permite hablar de temas relacionados con el sexo, como la pornografía.
No obstante, las prácticas sexuales, posibilitadas por las prácticas afectivas, pueden y deben ser entendidas como una fuente de placer que con las responsabilidades adecuadas ayuden a que el individuo construya una mejor forma de vida. En el marco de los mecanismos de la sociedad global, se da una socialización del sexo bajo los dispositivos publicitarios que interesan a la lógica de mercado; de tal manera, se observa la presión que ejercen los individuos dentro de las instituciones del Estado por llevar a cabo las prácticas sexuales que se anuncian directa o indirectamente mediante el tipo de programación actual que gobierna los intereses de los medios de masas.
Las prácticas afectivas, entendidas desde un horizonte global, conducen a un escenario donde las formas de placer se han incrementado de manera notoria. Las prácticas sexuales sólo son una forma de las múltiples maneras que conllevan las prácticas afectivas; sin embargo, no existen estudios de opinión que permitan ver las manifestaciones de la afectividad desde un horizonte que escape a las apreciaciones clásicas de la sexualidad para una sociedad como la mexicana. Tampoco hay estudios que permitan comprender la afectividad desde una posición diferente a la sexual, como la afectividad con apego a valores laborales-institucionales.50
La evolución del aparato institucional ante las expectativas globales de la afectividad
El modelo institucional que actualmente rige el comportamiento de nuestra sociedad es resultado de un largo proceso evolutivo que se ha ocupado en construir los espacios adecuados para garantizar la convivencia social en los mejores términos posibles. Lo anterior representa una dificultad enorme debido a la exponencial complejidad que compone la dinámica social, en tanto el comportamiento humano no suele ser estático.51
Resulta fundamental problematizar un modelo institucional adecuado y robusto según las manifestaciones actuales de las prácticas afectivas, influidas por la dinámica global en que toda sociedad se encuentra inmersa.
Por tanto, al hablar de la evolución del aparato institucional, se hace énfasis en las posibilidades que ayudan a modificar la manera en que se comprende un determinado fenómeno, en este caso, la afectividad, para así darles a los individuos mejores opciones para vivir de una manera plena en sociedad, pues sociedad e individuo asumen un importante nexo emocional52 que se expresa por medio de la afectividad, relación que se modifica según el transcurso histórico. Esto es precisamente lo que significa el hecho de hablar de una evolución del aparato institucional, lo que a su vez reafirma las posibilidades de diferenciación que todo individuo persigue en su vida diaria, es decir, diferenciarse respecto de los demás, ya sea por sus concepciones políticas, económicas, religiosas y/o afectivas, entre otras.
Al hablar de las expectativas afectivas que potencialmente llegan a manifestar ciertas personas, se infiere ya una transformación histórica de la subjetividad;53 esto, en tanto que cuestiona los mecanismos tradicionales de la afectividad puestos en marcha y organizados por el aparato institucional, los cuales, a manera de dispositivos socioculturales, es decir, como mecanismos coercitivos de control social, ocasionan que el orden hegemónico de la sociedad se implemente para llevar a cabo su propia reafirmación.
IV. Apuntes finales
A lo largo de su historia, las ciencias sociales han asumido la difícil tarea de comprender la vida social en sus diferentes facetas, que van desde las expresiones micro hasta las macro, y que nos ofrecen así un enorme margen de acción en que tiene lugar la experiencia social y todo delo que día a día formamos parte. Según las coordenadas tiempo-espacio, la experiencia social adquiere características particulares que dotan a un territorio en particular de formas de complejidad locales, que no obstante, se conectan con aquellas que nacen desde una presencia global. Por tanto, la experiencia social tiene lugar a partir de una relación tiempo-espacio y con un margen de acción que va de lo micro a lo macro, o bien, de lo local a lo global. Todos estos elementos intervienen en un territorio particular al mismo tiempo y sin un orden u organización ortodoxo o permanente que permitan anticiparse a sus movimientos. Justamente esto es lo que se puede llamar la complejidad del mundo social.
Parte de la complejidad que se ajusta a las características de nuestro momento histórico quedan constituidas por las nuevas prácticas afectivas que en este ensayo se han problematizado, las cuales deben ser entendidas mediante un robusto aparato teórico-metodológico que permita ubicar las dimensiones de densidad que componen a este fenómeno para, de esta manera, desarrollar modelos de intervención que se reflejen en el bienestar de la sociedad mexicana.