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Revista mexicana de opinión pública

versión On-line ISSN 2448-4911versión impresa ISSN 1870-7300

Rev. mex. opinión pública  no.16 Ciudad de México ene./jun. 2014  Epub 03-Sep-2019

https://doi.org/10.1016/s1870-7300(14)72328-2 

Artículos

Las representaciones sociales sobre el Zócalo de la Ciudad de México como espacio para la protesta. Estudio etnográfico en el contexto electoral de 2009

Social Representations on the Zocalo of Mexico City as a Place for the Protest. Ethnographic Study in the Context of the Elections of 2009

Lorena Umaña Reyes1 

1 Doctora en Ciencias Políticas y Sociales por la Universidad Nacional Autónoma de México y profesora titular de Sociología en la UAM-Iztapalapa. México. lore.umana@gmail


Resumen

El presente artículo aborda el tema de las protestas en el Zócalo de la Ciudad de México durante el contexto electoral de 2009, como una práctica naturalizada y que adquiere significados localizados y particulares, respecto de lo que representa ese escenario, para los movimientos sociales que se manifiestan allí.

Desde 1968, -con las manifestaciones de los estudiantes universitarios y su irrupción en el Zócalo-, surge una nueva cultura de la protesta y, con ella, nuevas representaciones sociales emergen respecto de ese lugar. Algunas de ellas se mantienen y cobran fuerza, otras se transforman dando paso a la emergencia de nuevas representaciones.

El Zócalo de la Ciudad de México ya sería inimaginable sin la presencia de grupos que se manifiestan en él. No obstante, y aunque lleguen a naturalizarse ese tipo de prácticas, surgen las interrogantes: ¿por qué protestar en el Zócalo capitalino?; ¿es eficaz en la resolución de demandas?; ¿qué representa para los grupos que lo usan y frecuentan? Para responder a estas interrogantes, el camino teórico y metodológico fue estudiar la protesta a partir de la teoría de las representaciones sociales como categoría, para entender qué representa ese espacio de la ciudad para los ciudadanos que lo usan para protestar.

Palabras clave: Protestas; representaciones sociales; espacio público; percepciones; movimientos sociales

Abstract

This work approaches to the topic of the protests in the Zócalo of the Mexico City in 2009, as a naturalized practice and that acquires located meanings, respect of what represents this scene, for the social movements that demonstrate there. From 1968, with the protests of the university students and his irruption in the Zócalo, a new culture of the protest arises and, with it, new social representations emerge with regard to this place. Some of them are kept and gather strength, others transform giving step to the emergency of new representations.

The Zócalo of the Mexico City already would be inconceivable without the presence of groups protesting there. Nevertheless, and though this type of practices manage to be naturalized, some questions arise on, Why to protest in the Zócalo? Is it effective in the resolution of demands? What does it represent for the groups that use and frequent it? To answer questioning these, the theoretical and methodological way was to study the protest from the theory of the social representations as category to deal, what represents this space of the city for the citizens who use it to protest.

Keywords: Protests; social representations; public space; perceptions; social movements

Introducción

La manifestación política es una de las prácticas más repetidas y cotidianas no sólo en el Zócalo, sino en toda la Ciudad de México. Esta es una práctica que, se naturaliza cada vez más y se piensa como algo habitual. Sólo en 2008, la Ciudad de México fue el escenario de 3 116 manifestaciones según el Gobierno de la Ciudad de México: “El lugar más frecuentado (21.52%) fue el Zócalo, la mayor plaza pública de América Latina, en cuyo perímetro se sitúa el Palacio Nacional, la Catedral de la Ciudad de México y las oficinas del gobierno de la ciudad”.1

Durante el 2009, el número de marchas y plantones realizados en las calles de la capital se incrementó 2.2% respecto de 2008. Se realizaron 3 268 movilizaciones en total, esto es un promedio de 9.2 marchas diariamente entre el 1 de enero y el 20 de diciembre, de acuerdo con los datos aparecidos en el periódico El Economista durante 2009. Las movilizaciones en la vía pública incluyeron, según el comunicado del Gobierno del Distrito Federal, “marchas, mítines, plantones, operativos logísticos y eventos religiosos”. “El Gobierno del Distrito Federal indicó que las elecciones federales y estatales de julio [en 2009], la suspensión en el suministro de agua en el área metropolitana de la capital por escasez de lluvia, y la extinción de la compañía pública Luz y Fuerza del Centro contribuyeron a elevar ligeramente el número de expresiones de protesta en las calles de la ciudad”.2

Este artículo aborda las percepciones que tuvieron sobre el Zócalo -como escenario para la protesta- los diversos movimientos sociales que se manifestaron en él, durante el contexto electoral de 2009. Ante la pregunta sobre por qué eligieron manifestarse allí?, primero hay que atender a la definición de Ibarra3 sobre el movimiento social como una forma de acción colectiva, y [que] la existencia de una acción colectiva implica la preexistencia de un conflicto, de una tensión que trata de resolver -haciéndolo visible, dándole dimensiones- esa acción colectiva. Sin embargo, no todo conflicto desemboca en una acción colectiva que genera un movimiento social. Ibarra4 afirmará que los movimientos sociales surgen cuando hay tensiones estructurales que generan intereses muy concretos, porque otras fuentes institucionales preexistentes no pueden solucionar el conflicto o porque a la gente no le gusta cómo vive. Estas condiciones son fundamentales para entender que los malestares de los grupos han generado múltiples acciones y movilizaciones sociales en la Ciudad de México. En consecuencia, protestar en el Zócalo ayuda a hacer visibles las demandas de estos grupos, Sin embargo, éste no es el único escenario para protestar en la Ciudad de México, pero sí el más frecuente y el más concurrido.

Protestar no es una práctica reciente, pero fue a partir de 1968, con los movimientos estudiantiles, que tomó fuerza en ciertos espacios emblemáticos de la Ciudad de México, tales como el Zócalo capitalino, La Plaza de las Tres Culturas, el Ángel de la Independencia, o las sedes de ciertas instancias de gobierno. Partir de esa fecha permite concebir un antes y un después de los usos de la ciudad para protestar. Sobre todo en el caso del Zócalo de la Ciudad de México como el escenario, por excelencia, de lo visible. Múltiples son las representaciones y las percepciones que le han otorgado al Zócalo los grupos que se manifiestan allí. Desde la representación del espacio “sagrado” hasta el “conquistado en 1968”;5 el Zócalo tabú en los años setenta, con los movimientos sindicales y su dificultad para ingresar a la Plaza de la Constitución; el espacio “reconquistado y territorio de lo visible” con los acontecimientos políticos de 1988 y el Zócalo “patrimonial” y escenario de “protesta” a partir de los años noventa. Estos acontecimientos lo han transformado en el escenario para protestar por antonomasia. Son múltiples las formas en las que se ha nombrado, visto, percibido y catalogado este territorio, es decir, son muchas las representaciones sociales que han emergido y que se han reproducido y legitimado por los usuarios.

Para poder conocer qué representa el Zócalo para los grupos que se manifiestan en él, se utilizó la teoría de las representaciones sociales (formas de percibir y representar) para indagar qué significados le otorgan los manifestantes a ese lugar. Para lo anterior, se realizó un estudio etnográfico durante seis meses, desde junio hasta noviembre de 2009. Se tomó una semana de cada mes para observar, entrevistar y documentar la práctica de la protesta en el centro de la ciudad, y los significados que se le asignan a ese territorio.

Se registró un total de veinte grupos sociales que se manifestaron durante ese tiempo. De esos veinte grupos, al menos ocho acudieron al Zócalo en más de una ocasión, e inclusive llegaron a instalar campamentos. Se realizó un total de treinta entrevistas semiestructuradas con integrantes de los diversos movimientos sociales para conocer qué representa para ellos el Zócalo capitalino.

Cuadro 1 Grupos que se manifestaron de junio a noviembre de 2009, en el Zócalo capitalino 

Grupos6 Instalados dentro de la Plaza de la Constitución A quién dirigen su demanda
CNTE Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación Sí (campamento) Al Gobierno federal
SUTAUR Sindicato de Trabajadores de la ex Ruta 100 No. (Acuden periódicamente lunes y jueves desde hace 20 años.) Al Gobierno de la Ciudad de México (GDF)
Policías SSP Al Gobierno de la Ciudad de México (GDF)
Acteal Sí (campamento de un mes) A la Suprema Corte de Justicia
Padres de jóvenes muertos en el News Divine Al Gobierno de la Ciudad de México (GDF)
Ejidatarios San Mateo Cuajimalpa No Al Gobierno de la Ciudad de México (GDF)
Concentración grupo proveniente de Mexicali Al Gobierno federal (al presidente Felipe Calderón)
Las Abejas. Organización Civil No A la Suprema Corte de Justicia
Comité Defensa Popular del Valle de México No Al Gobierno federal
Ejidatarios de Tlaxcalantongo No No tenían claro a quién dirigir su demanda; fueron a la Suprema Corte de Justicia, al GDF y a la Asamblea. Su demanda era en contra del gobernador de Puebla
Habitantes de Iztapalapa, Santa Catarina. Campo América No Al Gobierno de la Ciudad de México (GDF) y a la delegación Iztapalapa
Tianguistas de la colonia Estrella No Al Gobierno de la Ciudad de México (GDF)
Frente Popular Francisco Villa Al Gobierno de la Ciudad de México y al Gobierno federal
Manifestación por el 2 de octubre (movimientos sociales y sindicatos) Sí. (Posteriormente instalaron su campamento.) Al Gobierno federal
Contingente ciudadano (no quiso identificarse). Demanda por niños quemados y corrupción. No Al Gobierno federal
Revolución Blanca Al Gobierno federal
Empleados Reclusorio Norte No Al Gobierno de la Ciudad de México (GDF)
Sindicato Mexicano de Electricistas sme Al Gobierno federal
PRD Al Gobierno federal (una denuncia, más que una demanda)
PAN No. (Lo intentaron.) A la ciudadanía (campaña de afiliación)

Algunas de las preguntas que se formularon en este trabajo fueron: ¿cuáles son las representaciones sociales de los grupos que protestan en el Zócalo, sobre la Plaza de la Constitución y sus alrededores como espacio para la protesta?; ¿es representado como un espacio común, abierto, visible?; ¿qué otras categorías emergen y se reproducen?; ¿por qué siguen acudiendo a ese escenario, pese a que, en la gran mayoría de casos, no resuelven su demanda?

Nociones conceptuales sobre las representaciones sociales

¿Por qué estudiar la práctica de la protesta en el Zócalo desde la teoría de las representaciones sociales? Serge Moscovici define la representación social como:

Una modalidad particular del conocimiento, cuya función es la elaboración de los comportamientos y la comunicación entre los individuos. La representación es un corpus organizado de conocimientos y una de las actividades psíquicas gracias a las cuales los hombres hacen inteligible la realidad física y social, se integran en un grupo o en una relación cotidiana de intercambios, liberan los poderes de su imaginación.7

Martha de Alba, interpretando a Moscovici, da una definición más práctica de las representaciones como:

Un saber instrumental que nos permite formarnos una idea sobre un objeto determinado, ejercer una acción social sobre el medio, así como comunicar con los otros. Las representaciones sociales constituyen los <lentes> a través de los cuales concebimos el mundo y educamos sobre él de acuerdo con el marco normativo y de valores socialmente compartidos. Acción y representación se complementan en una relación dialéctica en la medida en que éstas guían a aquéllas al mismo tiempo que la experiencia modifica o enriquece nuestra idea de las cosas.8

El valor de esta teoría radica en su capacidad de integrar lo individual y lo colectivo, lo simbólico y lo social. Podría decirse que es a través de las representaciones que nombramos, clasificamos, ordenamos y legitimamos -en categorías llenas de sentido- nuestros entornos cotidianos. Estas categorías aparecen para simplificar, entender e incluso justificar nuestra realidad. Las representaciones sociales permiten que el individuo les dé nombre a los fenómenos y los objetos. Los materializa a partir de un concepto, una percepción o bien un discurso. Por ello, el Zócalo de la Ciudad de México tiene muchas maneras de definirse y de percibirse. Esas formas de percibirlo institucionalizan y rutinizan ciertas prácticas como habituales, estables e incluso esperables.

Las representaciones surgen teniendo como denominador común el hecho de surgir en momentos de crisis y conflictos. Por ello se toma como referencia 1968 como un año clave para la emergencia de nuevas representaciones sociales sobre el Zócalo. Estas representaciones pueden instaurarse por corto, mediano o largo plazo, según la utilidad de esa forma particular de nombrar un objeto o fenómeno. Tajfel9 propone que las representaciones sociales responden a tres necesidades: a) clasificar y comprender acontecimientos complejos y dolorosos; b) justificar acciones planeadas o cometidas contra otros grupos, y c) para diferenciar un grupo respecto de los demás existentes, en momentos en que pareciera desvanecerse esa distinción. En suma, causalidad, justificación y diferenciación social. Sin embargo, también se vuelve fundamental agregar a estas tres necesidades la necesidad de ordenar el mundo en función de la construcción de la vida cotidiana.

Por ello, las representaciones sociales facilitan el entendimiento de las estructuras de poder, de la sumisión, del ordenamiento y la diferenciación social e, incluso, el de la obediencia social, ya que “nos guían en la manera de nombrar y de definir juntos, los distintos aspectos de nuestra realidad de todos los días, en la manera de interpretarla, de pronunciarla y, cuando proceda, de pronunciarse en consideración suya y de defenderla”.10 Permiten simplificar situaciones complejas, de manera que se construyan sentidos compartidos, acordados e institucionalizados formal o informalmente. Las representaciones son dinámicas y susceptibles a localizaciones geográficas, sociales, territoriales, simbólicas concretas. En consecuencia, no son universales ni pretenden serlo.

Para Moscovici existen tres tipos de representaciones: las hegemónicas, las emancipadas y las polémicas. Las primeras corresponden a representaciones compartidas por todos los miembros de grupos “altamente estructurados”, como partidos políticos, grandes instituciones e incluso países. Éstas tienen la capacidad de influir en las prácticas simbólicas o afectivas y de ser más o menos uniformes y coercitivas. Las segundas, “resultan de la circulación del conocimiento y de las ideas de grupos que mantienen contacto. Al contrario de las primeras, no poseen carácter homogéneo, sino que expresan una cierta autonomía con respecto a los segmentos que las producen”.11 Éstas llegan a ser categorías particulares e innovadoras de ciertos grupos, para los que se vuelven significativas, sobre todo mediante prácticas sociales que se transforman en rituales. Las terceras surgen en el conflicto y en la controversia, y Moscovici las denomina como polémicas dado que, como su nombre lo indica, no llegan a generar consensos -como las primeras- y, de hecho, generan conflictos y desacuerdos entre ciertos grupos respecto del mismo objeto representado. Ésta es una clasificación indispensable para entender cómo surgen, se modifican y se reproducen las representaciones sociales en el Zócalo capitalino; pero también para saber qué función y qué tipo de representación es, dentro de contextos históricos y territoriales particulares.

¿Qué representa el Zócalo de la Ciudad de México para los grupos de manifestantes que acuden a él?

Ante dicha pregunta -cuya respuesta parece obvia-, la respuesta tiene que ver con la construcción de representaciones sociales y no es, en absoluto, obvia. Estas formas de simbolizar el Zócalo tienen raíces históricas y han partido, indudablemente, de acuerdos sociales que han hecho posible la construcción de significados compartidos entre grupos, respecto de ese lugar. Algunas de estas representaciones resultan tan cotidianas y tan familiares que pareciera que siempre han existido. No obstante, no puede olvidarse que el pensamiento del sentido común consiste en un sistema de construcciones que existen para organizar el mundo y para actuar en él. Sin embargo, pese a que cada uno de esos conjuntos totales de construcciones que hace cada persona es único, la mayor parte de lo que conocemos por sentido común se deriva de constructos sociales, de acuerdos, de consensos que nos permiten participar de proyectos conjuntos entre grupos de personas.12 En el caso del Zócalo de la Ciudad de México, es indispensable partir del reconocimento de esos consensos, para poder nombrarlo.

Estos acuerdos sociales sobre las formas de clasificar y catalogar el Zócalo capitalino desde la teoría de las representaciones sociales cumplen fundamentalmente dos roles: 1) Hacer convencionales los objetos que encontramos. Otorgarles una forma definitiva, localizarlos en una categoría y, gradualmente, establecerlos como modelos compartidos por un grupo de personas, y 2) Prescribir, en el sentido de que “se nos impone con una fuerza irresistible. “Esta fuerza es una combinación de una estructura que se nos presenta antes de que empecemos a pensar y sobre una tradición que nos marca qué debemos pensar”.13

La elección de la Plaza de la Constitución como escenario, punto de partida y punto de llegada de cientos de marchas, plantones y protestas, cada año y con más fuerza a partir de 1968, responde a una secuencia de eventos históricos, de acciones y de contingencias que han hecho emerger, perdurar o modificar ciertas formas de ver este territorio que lo han establecido como un modelo más o menos compartido por varios grupos de personas, pero que, además, se impone como una tradición. Desde ese sentido, el Zócalo capitalino es más que un escenario, es un lugar que representa el poder. Por ello, quien logra conquistarlo logra de alguna manera establecer un control, al menos, en el nivel simbólico.

En el caso del la Ciudad de México, aunque los usos y algunos de los sentidos han cambiado con el paso del tiempo, éste sigue siendo un espacio articulador del tejido social; un espacio que aglutina una gran diversidad de actores sociales, de símbolos, de usos que se vuelven repetidos y rutinarios. Ante la pregunta formulada a los entrevistados sobre por qué se manifestan en el Zócalo, algunas de sus respuestas fueron:

Cuadro 2 Motivos para manifestarse en el Zócalo 

CNTE “Porque desde acá podemos influir.”
“Porque es el corazón.” “[…] era el lugar donde estaba el rey, el tlatoani. Era un centro de política y hoy es un centro de política antigobierno.”
“Porque es el centro del país.”
“Esta es como nuestra casa.”
“Es un espacio de todos.”
“Es de todos los mexicanos.”
“Nos pertenece a todos los mexicanos.”
“Porque es acá donde está la gente.”
“Porque es acá donde cobra fuerza nuestra lucha.”
“Este es el corazón de la patria ¿o no, señorita?”
“Es donde llega todo el mundo.”
“Porque no tiene mucho sentido irse a otro lado. ¿No cree?”
“Porque acá se siente diferente, como que somos uno.”
“Acá es donde se siente todo ese sentimiento mexicano.”
SUTAUR “Porque acá están las oficinas centrales de nuestros patrones, que es el Gobierno del Distrito Federal.”
“El Zócalo es el centro… cultural. Centro neurálgico político y social de toda nuestra República mexicana.”
“Todo lo que se da a nivel nacional de lucha, siempre viene a parar al Zócalo, porque es donde están todos los poderes. Está el Palacio Nacional, la región acá del gobierno local del Distrito Federal, acá a unas cuadras tenemos la Asamblea Legislativa del Distrito Federal y acá atrás tenemos lo que es la Cámara de Diputados, donde tenemos la representación de lo que es la… los senadores. Por eso todo viene a para acá. Porque es un punto de referencia emblemático para todas las luchas.”
SME “Porque es nuestro derecho estar acá.”
“Porque no nos podemos quedar de brazos cruzados cuando se violan nuestros derechos.”
“Porque este lugar es importante y en algún momento tendrán que hacernos caso y tendrán que dialogar con nosotros.”
Frente Popular Francisco Villa “Porque el Zócalo es un ente que tiene que ver con los poderes históricos, y ante esto es fundamental plasmar, por un lado, Palacio Nacional, que yo entiendo que no despacha aquí Felipe Calderón, pero es un sitio simbólico para venir aquí a reclamar los beneficios que por Constitución y obligación tiene el gobierno de generar condiciones para los que habitan la ciudad. Tenemos derecho de vivir en la ciudad, con todos los mecanismos y condiciones, y, por otro lado, lo que significa el jefe de Gobierno, acá están las oficinas; que escuche nuestras demandas, que genere los mecanismos de estas necesidades que tiene la organización y que son necesidades que tiene la gente común y corriente que habita en la Ciudad de México.”
San Mateo Tlaltenango “El Zócalo es el corazón de la ciudad. Como le repito, acá están los tres poderes, y acá nos manifestamos porque es el punto clave para la coyuntura. No nos podemos manifestar en la delegación política porque nos dicen las dependencias: “aquí no marchen”, pero eso acá, aunque no quieran, no puede pasar, porque acá es de todos los mexicanos. Es un punto clave. Es un lugar de encuentro y nos toca como delegación estar acá, y además es el lugar, como le digo, para pedir que se nos escuche…”
“Más que nada es una ventana nacional en la que uno puede mostrar su descontento, y, además, así se dan cuenta de que existimos. Acá sí nos hacen caso. Si usted se fija, cuando llegan acá sindicatos fuertes como Luz y Fuerza, Pemex y de otros movimientos, acá al Zócalo, las autoridades tratan de parar la bronca porque el Zócalo es otro rollo. Acá podemos solucionar los conflictos. Entonces acá, tanto tiene derecho una persona, como mil, de venir a manifestarse. Es un punto clave. El Zócalo es el corazón político de la ciudad.”
Tlaxcalantongo “Nosotros somos campesinos del poblado de Tlaxcalantongo. Venimos porque el gobernador nos mandó a sacar de nuestro ejido. Nos mandó a sacar con la policía.”
“Allá nos quieren agarrar presos y no hay quien nos ayude. Por eso venimos a pedir ayuda acá.”
“Veníamos con la esperanza de que acá nos iban a dar respuesta, que acá nos iban a poder ayudar. Pero no les importa.”
“Porque acá dijimos que era el Zócalo, y porque aquí está la Corte Suprema y para allí fuimos primero, pero dicen que no pueden hacer nada. Creíamos que la Corte podría intervenir para resolver este problema. Pero no, no pueden intervenir, porque son autónomos los jueces.”
“En el Palacio, ya ve que no nos dejan ni acercarnos y a ver acá en Catedral, ya no sé ni a dónde… Pensamos que era el único lugar…”
Acteal “Porque es donde están todos los poderes de la Federación.”
“Aquí es donde reconocemos el centro político, el centro social, centro cultural de todos nosotros, y donde acudimos también a buscar apoyo social, por un lado, y también que se difunda, porque si no, no nos ven.”
“…Éste era un recinto sagrado. Y en la noche de los tiempos, no sé si lo recuerda, este recinto del Centro Histórico, ahora llamado y conocido como esta parte (señala atrás de catedral y el piso), como el Templo Mayor, y aquí estaba representada toda nuestra cultura. Nuestra cultura original, no la cultura cristiana.”
Las Abejas, de Acteal “Evidentemente estamos acá, porque acá está la Corte Suprema de la Justicia de la Nación y estamos esperando una resolución.”
“No podríamos estar en otro lugar en este momento.”
Mexicali “Porque si no, no nos hacen caso.”
“Porque éste es un espacio de lucha y acá los compañeros de movimiento cívico nos hacen favor de recibirnos.”
“Pues lo entiendo como nuestra casa. Acá quedaron nuestros antepasados. Acá quedaron… acá abajo están ellos y ellos nos dan desde este lugar la fuerza suficiente para luchar por nuestra patria.”
Campo América “Pues es el centro de los poderes del Estado, de la ciudad también. Es historia y es un espacio simbólico. Pero, además, acá está todo, por eso venimos aquí.”
“Pues es importante, señorita. Estamos acá porque acá es donde nos van a escuchar y todo mundo sabe que el Zócalo es el centro donde se toman las decisiones, por eso estamos acá.”
Manifestación del 2 de octubre (STUNAM, SME) “Ah bueno, porque… bueno se ha cambiado. De hecho antes se salía de Revolución a Tlatelolco, o del Zócalo a Taltelolco. Ahorita la consigna es que como se sigue manejando una consigna política de protesta, entonces nos venimos desde Tlatelolco hasta el Zócalo a manifestarnos contra el Estado actual, contra sus mecanismos de represión en el D. F. y en diversos estados de la república, como Oaxaca, San Salvador Atenco, Chiapas, Puebla, etcétera. Y éste es un mejor espacio para eso.”
“Pues porque éste es un espacio que, desde hace 47 años, nos pertenece o, más bien, un espacio que desde antes nos pertenecía pero que desde Tlatelolco se volvió parte de nuestra lucha. El Zócalo es el espacio que nos permite transmitirle a la gente, al gobierno, todo lo que no nos gusta; todo aquello por lo que luchamos.”
“Porque éste es un referente para todos los mexicanos.”
Marcha del Orgullo Gay “Porque queremos gritar nuestro triunfo.”
“Porque queremos que sepan que estamos orgullosos de lo que somos.”
“Porque acá nos hacemos notar más.”
“Porque este lugar es simbólico.”
Revolución Blanca “La Plaza de la Constitución es el símbolo de los mexicanos. Se supone que es donde se construye y se concentran los poderes: la Suprema Corte de la Justicia de la Nación, el Ejecutivo federal que ya no está tan cerca, antes estaba muy cerca de la Cámara de Diputados. Ahora ya está a varios cientos de metros, pero es decir: Zócalo es centro de México, de toda la república. El símbolo del país. Y porqué aquí, porque allí (señala al Palacio Nacional) se supone que despacha el Ejecutivo federal y nosotros… acudimos a las puertas del… a metros de las puertas porque está acordonado, con vallas, es para decirle al Ejecutivo lo que sentimos y los que nos molesta.”
“De hecho esto es una minimarcha, muy simbólica y en un lugar que es emblemático, basta con eso; de hecho ya deberíamos haber terminado para no cansarlos. Ése es el porqué venimos a la Plaza de la Constitución.”

Partiendo en primer lugar de los sustantivos, es decir, de las categorías que utilizan para nombrar el Zócalo, hay que destacar palabras como: el corazón, el centro, el lugar, un referente, una ventana, la casa, el punto (clave), el recinto (sagrado), la Plaza. Estas formas de nombrar el Zócalo lo convierten en un espacio sublimado. Pero también en las formas de reconocerlo e identificarlo. Esos nombres que recibe están dotados de sentidos que transmiten características concretas sobre lo que representa ese escenario.

Estos sustantivos implican al Zócalo de la Ciudad de México y, específicamente, a la Plaza de la Constitución y sus alrededores a partir de la metáfora del cuerpo humano, como un órgano vital, medular y fundamental. La vida en la ciudad, desde esta categoría, se edifica desde allí. Sobre todo, en el tema de la vida política. Por lo tanto, el resto del cuerpo, las otras partes, viven gracias a este órgano vital que mantiene, genera y sustenta la vida en la ciudad. Aquí cobra sentido la afirmación de Duhau y Giglia sobre los espacios públicos como articuladores de las dinámicas urbanas, puesto que: “[E]llos son la ciudad. Hasta tal punto lo son, que los cambios que observamos en ella son el resultado, primero y fundamentalmente, de los cambios experimentados por los espacios públicos”.14

Según la afirmación anterior, la vida en las ciudades es impensable sin considerar la importancia de los espacios públicos dentro de la construcción del tejido social urbano.

Desde otro tipo de nomenclatura de las estructuras, se le reconoce como el eje, el recinto, la casa. Esta segunda nomenclatura apela al lugar que se habita, a la médula, la sede, la casa de los mexicanos y la casa de las instituciones o en donde habitan las instituciones. Desde esta representación, los conceptos de habitar y de actividad situada cobran valor:

“[…] podemos distinguir dos distintas acepciones del término habitar, una noción de habitar más instrumental y otra más simbólica. La primera se refiere al habitar como al proceso de producción y establecimiento de una protección con respecto a las intemperies y a otros tipos de amenazas. En este sentido habitar quiere decir ‘sentirse al amparo’, abrigados. Amparo significa protección [...] Existe otro significado de habitar que no se basa en el amparo sino en la noción de presencia en el lugar. El habitar es la relación de un sujeto -individual o colectivo- con un lugar y con relación a sus semejantes. Al estar vinculado con la noción de presencia, el habitar alude al establecimiento de una centralidad aunque sea transitoria y cambiante, y a la constitución de un principio de orden, es decir, ordenador de la posición del sujeto con respecto al entorno”.15

En el caso de la representación del Zócalo como el lugar que se habita, ambas acepciones cobran sentido desde el nivel de las percepciones: la idea del Zócalo como el lugar de resguardo, el lugar donde se sienten amparados, ciertamente es instrumental porque allí es donde tienen (desde su percepción) mayores posibilidades de que se atiendan sus demandas; pero también esta idea del “amparo” está reforzada por la idea del “espacio de todos los mexicanos”, “el espacio nuestro”, y esa relación de pertenencia refuerza en buena medida la idea de ese lugar como el lugar que se habita, la casa, el punto de referencia, de donde se parte y a donde se llega. El segundo sentido al que se refieren los autores también implica la representación de la casa a partir de la relación que estos grupos establecen con el lugar: la presencia, la centralidad y órdenes que establecen con sus visitas. Este último sentido se relaciona con el concepto de actividad situada, entendida como “la interacción con los artefactos e instrumentos bajo las circunstancias sociales que los envuelven y no sólo como interacción entre sujetos sociales”.16 Esto enmarca la relación con el lugar y en el lugar.

La última nomenclatura apela a lo simbólico: el referente, la ventana, el recinto sagrado que hacen de este escenario un espacio virtuoso y único. Todos estos sustantivos implican sentidos desde lo referencial, lo visible y lo sagrado. Tres sentidos distintos, pero que se alimentan unos con otros. La representación social hace posible que ese espacio tenga una presencia y unas características que lo habilitan para transformarse en un escenario que contiene ciertas prácticas. En este caso, las de la protesta.

Los adjetivos identificados en las entrevistas y que le atribuyen al lugar son: político, mexicano, simbólico, emblemático, importante, neurálgico, clave y único. Estos atributos implican, a su vez, construcciones discursivas que construyen relaciones de causalidad como: de diálogo, de negocios, de política, de poderes de Estado, de la Patria, de lucha, del país, de encuentro, de demanda, de descontento social, de protesta, de política antigobierno, de todos los mexicanos, etcétera. Estas estructuras discursivas cobran un sentido pleno bajo esta forma gramatical, que se repitió en las respuestas de los entrevistados:

Causal + categoría nominal + atributo

Porque es + un centro + de política antigobierno.

Porque es+ un espacio+ de lucha.

Porque es + una ventana +para gritar las injusticias.

Porque es+ un espacio+ que desde hace 41 años nos pertenece.

Porque es+ acá17+ donde está la gente.

La necesidad de poner atención a la forma en que los entrevistados estructuran su discurso se debe a que, a través de las “narrativas cotidianas atribuimos e identificamos actores (individuos portadores de estatus y roles), intenciones, saberes, flujos de acción, acontecimientos, escenarios, movimientos y desenlaces”.18 Así, la estructura anterior refleja el tipo de características que posee el lugar, el tipo de características que contiene (para quienes protestan en él) y qué representa para ciertos grupos, pero también los motivos por los que siguen llegando los grupos a protestar a ese lugar, independientemente de que se atienda, escuche y/o resuelva su demanda.

Muchos de ellos no buscan una resolución inmediata. Están allí por el simple hecho de la simbología que ostenta este escenario y por las posibilidades que les brinda de conectarse con otros grupos a los que pueden apoyar o por los que pueden ser respaldados, ya que se encuentran allí -al igual que ellos-, debido al constante reclamo por sus derechos ciudadanos, por las injusticias y porque se autodefinen como “antigobierno” o como luchadores sociales. Quienes llegan allí llegan porque se consideran portadores de unas características de grupo comunes y vinculadas a la “lucha social”, al “reclamo de la justicia”.

No son “todos”, en el sentido estricto, los que visitan el Zócalo, sino aquellos que buscan una reivindicación social y quienes ostentan una causa vinculada a la lucha por los derechos populares y que reflejan un malestar social. Así, surge una serie de representaciones sociales de este análisis.

La representación del espacio sagrado y el Zócalo tabú

Estas dos representaciones deben analizarse juntas, puesto que una genera a otra y ambas se retroalimentan. La primera podría clasificarse como hegemónica, puesto que ese escenario -por su historia y sentidos vinculados a la fundación de la ciudad, las raíces, la cultura y la concentración de las instituciones de gobierno allí representadas- conduce, en un primer momento, a la percepción del espacio sagrado y, como tal, el espacio que debe respetarse, resguardarse, venerarse y defenderse.

Antes de 1968, la Plaza había servido mayoritaria y sobresalientemente para aplaudir, agradecer y acompañar al Presidente. En realidad, la presencia popular estaba, hasta cierto punto, bajo control. 1968 fue un año turbulento en el nivel mundial y se caracterizó por los movimientos sociales estudiantiles y de protestas, impulsados en diversos países del mundo, como Estados Unidos -con algunas protestas sobre la guerra de Vietnam-; las protestas en Praga, Checoslovaquia; algunos movimientos universitarios en oposición al franquismo en España, y el movimiento estudiantil que culminó con una masacre, el 2 de octubre de ese año, en Tlatelolco, México, D. F. En ese año, las demandas de diversos grupos sociales en el mundo se hicieron visibles en diferentes escenarios públicos de cada país. Para México, el 68 significó la aparición de las demandas del sector de estudiantes de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) y del IPN (Instituto Politécnico Nacional), quienes tenían una serie de solicitudes que impulsó su causa y los llevó a manifestarse, en repetidas ocasiones, en diversos escenarios de la ciudad. El Zócalo fue, sin duda, uno de los más concurridos. Se pueden ubicar, históricamente, cinco fechas importantes del Zócalo como escenario de protesta de este movimiento, las cuales abarcan desde el 26 de julio hasta el 2 de octubre: el 26 de julio, el 5 y 13 de agosto, el 26 y 27 de agosto, y el 2 de octubre (aunque ese día el escenario marcado fue la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco) las apariciones en el Zócalo fueron recurrentes y, sin duda, hubo más. Éstas permiten identificar la importancia que tuvo el Zócalo para estos grupos, en ese contexto. Durante el mes de agosto se realizaron dos marchas significativas, la del 5 y la del 13 de agosto. En esta última, se calcula que aproximadamente unas doscientas mil personas llenaron la plaza, entre estudiantes, maestros, padres de estudiantes, enfermeras y trabajadores de toda clase.19 El Zócalo fue el lugar donde se inició todo, según documenta el periódico Excélsior en su crónica publicada el 27 de agosto de 2008. Respecto de la manifestación del 26 de agosto de 1968, esta crónica la destaca como la manifestación más grande e impactante. Preston y Dillon documentan que unas cuatrocientas mil personas marcharon al Zócalo el 27 de agosto.

El movimiento del 68 -emblemático por muchas razones en la sociedad mexicana- llevó consigo, además, toda una organización social que permitió reconocer características identitarias del movimiento. Éste se perfiló como un movimiento estudiantil en el que participaron estudiantes de la UNAM, el IPN, intelectuales, profesores e, incluso, amas de casa y obreros.

En 1968 fue cuando se dio, de manera más clara, una ruptura con esta representación social; no porque el Zócalo haya dejado de percibirse como un lugar sagrado, sino porque esta categoría conlleva el sentido de lo prohibido y de lo infranqueable, lo que transforma el espacio inaccesible en un reto, en un tabú, que debe superarse para que cobre sentido la lucha. Es en ese momento histórico que la representación tabú del Zócalo podría clasificarse como una representación polémica; en la actualidad, se percibe más como una representación emancipada. En 1968 fue polémico pensar en un espacio “sagrado” como el Zócalo para actividades tan “profanas” como la protesta. Sin embargo, la acción de protestar en este lugar se transformó en una práctica tan cotidiana que logró legitimar el Zócalo como el “lugar sagrado” y habitual, al que se acude para pedir un favor o a resolver una demanda. La representación del Zócalo como espacio sagrado y como escenario de protestas es, hoy, hegemónica y cumple la función de justificar el comportamiento de los grupos que acuden a él y, al mismo tiempo, de orientar sus formas de actuar y ritualizarlas.

Esto quiere decir que se ha convertido en una representación del conocimiento cotidiano, que perdura en las narrativas pero que ha sido superada, debido a que la prohibición de ingresar al Zócalo para protestar, en términos estrictos, hasta 2012, ya no existe, al menos en términos formales. Por supuesto, en 2013 plantea una nueva geografía sobre el acceso al Zócalo capitalino, a partir de la protesta de la CNTE contra la reforma educativa, que abre nuevas interrogantes sobre este tema.

¿Qué implica la representación del espacio sagrado? Implica por una parte el respeto, la veneración y la percepción de un espacio consolidado como un territorio espiritual. Es decir, un territorio que va más allá de lo profano y de lo terrenal; que tiene atributos de templo al que se llega para pedir ayuda, al que se le tiene devoción y apego; pero, también, al que se le concibe como un escenario con rituales, oraciones (consignas, cantos, frases hechas y letanías).

Desde el punto de vista de los actores sociales y los significados que popularmente se dan a los espacios sagrados, no es extraño que determinados lugares e hitos, desde las fuentes santas a las catedrales, se consideren simbólicamente más densos que las calles donde las viviendas o las administraciones mundanas son los elementos más característicos. A menudo, se imaginan como lugares especiales, parajes cuya propia naturaleza parece acercarnos a lo sagrado formando escenarios propicios a nuestro gusto ritual.20

La Plaza de la Constitución se transforma en un escenario que actúa como una mediación sobrenatural que posibilita o facilita la resolución de ciertas demandas. Por una parte, la sacralización de este escenario implica verlo como un centro de poder, pero también como un centro de identidad vinculado al origen, a lo culural, al ser, es decir, a lo existencial. Hay que considerar también que esta representación histórica cambió o, más bien, generó un nuevo sentido a partir de la irrupción de los estudiantes en 1968, lo que implicó concebirlo como un espacio conquistado. Quien conquista ese territorio tiene las posibilidades de hacerse visible.

La representación del territorio conquistado

La conquista implica expropiación y apropiación. Por una parte, ingresar a un territorio prohibido, tomarlo e instalarse para poder protestar. Llegar se percibe como un mérito, como un logro que, para algunos grupos, no puede descuidarse porque implicaría un retroceso. El descuido podría costar caro: la pérdida del lugar que se ha conseguido en ese territorio21 y que los ha dotado de ciertos derechos, así como de un mayor margen de negociación y de presión.

Si bien llegar en 1968 fue visto por algunos grupos (los que no ingresaron y participaron de la protesta) como una profanación, para los grupos que finalmente sí entraron fue visto como una conquista, una victoria. Esta representación en un primer momento fue vista como polémica, pero actualmente se concibe como emancipada: es un territorio que “nos ha costado” (maestro de la CNTE), “fue una sensación de triunfo entrar por primera vez (…) fue de lágrimas (maestro de la CNTE). Esto quiere decir que en la conquista está la idea del espacio que pertenece y al que se pertenece. Esa relación con el territorio visto como un territorio en el que se ganó una batalla y al que hay que defender y cuidar como una trinchera, para no volver a perderlo, persiste fuertemente en los grupos que visitan con frecuencia el Zócalo. Estas representaciones sociales “son un fenómeno histórico, cultural y social del mundo de vida contemporáneo. En tanto que tales, su carácter histórico-cultural, implica por un lado que ellas no surgen de la nada, sino que están ancladas en una cultura, con sus saberes populares, mitos, tradiciones, y por lo tanto responden a las características particulares de cada tradición histórico-cultural”.22

En ese sentido, la identificación de este territorio como el territorio propio contrapuesto al que es ajeno marca una clara diferencia entre los grupos que lo visitan e ingresan en él y los que no lo hacen. Aquí es donde juega un papel importante la identidad desde el sentido estratégico, puesto que este territorio es reivindicativo, de lucha, de oposición, y es esa la identidad (desde su carácter de lo que representa) que lo reviste, y que ampara desde el plano simbólico a los grupos que lo visitan para manifestar su malestar social. La representación del Zócalo como territorio conquistado transfiere una imagen de un escenario apropiado, que implica control y una posición privilegiada, estratégica en este lugar. De nuevo es visto como la casa que se ha ganado con esfuerzo y que los ampara. Quien logra llegar, permanecer y hacerse notar siempre será un sujeto con el que habrá que negociar, concertar e incluso disputar un territorio medular para todos los grupos sociales, por una u otra razón, ya sea política, económica, simbólica o social.

El corazón de la ciudad / el centro

A partir de la idea de que los sentidos y las dinámicas de las ciudades no pueden deslindarse de la vida en sus espacios públicos, esta representación social lleva en sí misma una supremacía implícita, dado que la metáfora del “corazón” implica funcionalidad, núcleo y la idea del centro. Sin duda, esto la convierte en una representación hegemónica. Prevalece, pero además implica un consenso, un significado compartido, en mayor o menor medida, entre grupos sociales. Así, esta representación que apela fuertemente al sentido común desde expresiones como: “obviamente éste es el corazón”, “porque es obvio”, “porque acá está el corazón”, conduce a la idea de la máxima, es decir, de la apreciación casi universal de este escenario como indispensable, como eje articulador que tiene capacidades y atributos que ningún otro lugar en la ciudad posee. La idea de esa centralidad simbólica apela no sólo a lo que ocurre dentro de las prácticas de la protesta y a los resultados que los manifestantes obtienen con ellas -es decir, a la eficacia de su demanda-, sino al hecho de una apreciación fuertemente arraigada en la cultura oral de los y las mexicanas: por tradición, por apego cultural, por herencia. “La génesis de la representación social ha demostrado la importancia del proceso mediante el cual un colectivo se apropia de la realidad, constituyendo parte de su estructura simbólica, dando forma y contenido a su presencia social”.23 A través de esa apropiación, no sólo justifican el simbolismo de este escenario, sino también su presencia en él.

Efectivamente, algunos de los grupos que poseen mayores recursos, capacidades y posibilidades para llegar, instalarse, negociar e incidir sí obtienen algunos resultados favorables a sus demandas. Pero ése no es el caso de los grupos que proceden del interior de la república. Para ellos, el mito del corazón, del eje, continúa siendo una alegoría, dado que el desenlace de sus demandas no sólo no es procedente en este escenario (dado que sus instancias están ausentes) sino que, en muchos casos, esa sede no los representa como esperaban. Si bien es cierto que este territorio sigue conteniendo muchos símbolos y grandes posibilidades de convertirse en un escenario para la deliberación de asuntos de interés colectivo, también es cierto que sigue siendo una centralidad excluyente para las periferias. Estar en “el centro” implica, desde la misma definición de la Real Academia Española, “el lugar de donde parten o a donde convergen acciones particulares coordenadas”, pero también el “punto donde habitualmente se reúnen los miembros de una sociedad o corporación”. En consecuencia, pensar en la figura del Zócalo como centro lleva a percibirlo como un espacio de convergencia y de reunión. La representación del espacio conquistado para la protesta popular tiene, por tanto, un fuerte componente mitológico para los habitantes de la periferia.

La representación de la ventana: formas de ver y ser visto

Hacerse visibles, ponerse ante los ojos del mundo o de los agentes que afectan su mundo para que su demanda sea resuelta, llega a ser una lucha cotidiana para algunos grupos. Sin embargo, muchos de ellos sólo llegan a formar parte de una larga lista de visitantes, como hay muchos en la semana. Esta representación tiene un fuerte componente mítico, nutrido, en buena medida, por las manifestaciones multitudinarias y su visibilidad a través de los medios de comunicación. Si bien es cierto que esta representación tiene mucho de legítima para los grupos que protestan de manera multitudinaria en la Plaza de la Constitución, también es cierto que su aparecimiento, su presentación y su actuación dentro de este escenario están sujetos a la notoriedad que gane el conflicto desde el lente de los medios de comunicación.

Este punto es importante a la hora de sustentar la representación metafórica de “la claraboya”, del espacio de aparición, dado que, por las características de este territorio, no hay posibilidades de aparecer en este escenario sin apariencia. La fachada (la forma) importa a la hora de transmitir el sentido, en muchos casos emotivo, de la demanda que lleva el grupo. Dentro de la fachada no sólo es importante llegar, sino el número de visitantes; que su presencia sea ineludible, evidente y que construyan con ella un escenario para comunicar su demanda.

El territorio de la protesta. El espacio de reivindicación social y lucha

“El espacio público como lugar de ejercicio de los derechos es un medio para el acceso a la ciudadanía para todos aquellos que sufren algún tipo de marginación o relegación. Es la autoestima del manifestante en paro que expresa un sueño de ocupante de la ciudad, que es alguien en ella y no está solo.”

Jordi Borja, 2000 24

Tener un espacio al que se puede acudir para manifestar el descontento social y protestar contra el sistema es indispensable en cualquier ciudad. Estos espacios de uso común se transforman en escenarios para la demanda, pero también en espacios para la catarsis. Está claro que hay lugares específicos, convencionalizados a través de acuerdos sociales y de simbologías, emblemáticos para protestar. Estos territorios cuentan con unas características que los hacen idóneos para este tipo de acciones: la visibilidad, el simbolismo histórico, el simbolismo monumental, el tamaño, su entorno, etcétera. Sin embargo, cada vez más, aparece la gente protestando y tomando las calles para transmitir sus demandas. Francisco Cruces, quien ha estudiado el fenómeno de la protesta en la Ciudad de México, afirma:

[…] en la marcha hay más cosas: estrategias y apuestas en el campo político; intenciones propagandísticas de cara a los medios; rutinas funcionales de la organización. Pero en la medida que se trata de publicitar un conjunto de demandas mediante el simple desplazamiento colectivo, acarrea implicaciones que están ausentes en otras modalidades de intervención política: la congregación de una multitud, su constitución como sujeto visible; el trazado de una trayectoria significativa; la producción de un momento de suspensión temporal sobre el ritmo ordinario de la ciudad; el recurso a símbolos movilizadores, gestos dramáticos e imágenes convincentes. El interés de esta forma de acción se halla en la diversa profundidad histórica y alcance de las expresiones que amalgama.25

La afirmación anterior ilustra, en gran medida, lo que pasa con el fenómeno de la protesta en la Ciudad de México. Si bien es cierta la percepción del Zócalo como un lugar con ciertos atributos para manifestar el descontento de los grupos y para contenerlos, también es cierto que no todas las demandas que asisten allí son o implican desplazamientos colectivos, o prácticas multitudinarias o visibles. La cotidianidad de la experiencia de protestar en ese escenario vuelve la experiencia familiar, esperable y, con su naturalización, en muchos casos viene su invisibilidad.

La representación del lugar para protestar y el lugar de lucha social y reivindicación social se vincula desde acá con el sentido del lugar de trabajo para muchos. El centro de negocios y en el que se resuelven los conflictos, pero también como el trabajo, al que se asiste con frecuencia con objetivos de grupo26 y demandas sociales. Reivindicar, entonces, también es sinónimo (en este caso) de interpelar, requerir y exigir. La representación social del escenario ideal para la protesta parte, en buena medida, de las representaciones del Zócalo como el corazón y el escenario sagrado. Así, protestar en el Zócalo es la regla y el uso y costumbre convencionalizado, esperado y predecible. Ésta se ha transformado en una representación hegemónica, en la medida en que es aceptada como tal sin cuestionamientos, y su función de espacio de protesta se percibe como algo natural.

La representación de la casa

“Esta es como nuestra casa, ya. Acá podemos llegar, ser y manifestar todo lo que no nos parece. Este espacio es nuestro desde Tlatelolco. Desde antes…pero fue desde allí que lo hicimos un espacio de lucha.”

Manifestante de la CNTE

La idea de “la casa” alimenta una representación nutrida fuertemente por el concepto de habitar. Este concepto implica no sólo una presencia más o menos frecuente, sino la capacidad que puede llegar a tener un grupo para ingresar, ocupar, establecer reglas y disponer de una porción de ese territorio por un tiempo más o menos prolongado. La percepción del Zócalo como “la casa”, vinculada, desde luego, a la representación del espacio patrimonial, el espacio que por herencia “nos corresponde y nos abriga” como la “casa de los mexicanos” y de “la mexicanidad” cobra sentido; además, por la idea del espacio que se “habita”, es decir, en donde se mora y se vive. Esto se ve fuertemente alimentado por la práctica de estos grupos de pernoctar e instalarse en ese territorio, para ejercer presión y que se escuchen sus demandas. Esa casa provisional, que es propia de los grupos que la construyen y sobre la que disponen, implica la construcción de rutinas, pero también la idea del espacio seguro.

Esta representación, más que en el nivel discursivo, fue posible identificarla a través de la técnica de la observación, pues al registrar sus hábitos y la forma en la que cada grupo llega, se instala, ordena y organiza su espacio para la protesta, también construye una temporalidad alterna y un espacio de habitación alterno sobre el que se puede disponer e, inclusive, al que se puede invitar o excluir a personas que llegan al Centro Histórico. Así, se invita a pasar o se impide el paso a esos campamentos, Esto indica la construcción provisional de un espacio doméstico que se abre al público, pero en el que también se discuten temas en privado. La disposición misma de algunos campamentos de grupos como el SME, la CNTE, el Frente Popular Francisco Villa, el SUTAUR y el Comité de Defensa de los Presos Políticos de Acteal, en 2009, permitió observar las formas en las que dispusieron sus campamentos, plantones o asambleas. En ellos había una antesala en la que se recibía a invitados, una cocina y una despensa, un área común de convivencia y desarrollo de actividades, y un espacio de descanso. Inclusive, algunos tenían una pequeña instalación, en la que se dialogaba asuntos que no eran visibles para todos.

La representación de la casa implica también el reconocimiento de una demarcación y una delimitación del escenario en función y respecto de otros grupos que llegaban a ese lugar. Así, había una diferencia entre unos y “otros”; entre los familiares y los “desconocidos” y los “invasores”. Eso hacía posible tejer espacios de confianza y de desconfianza entre grupos; de solidaridad, de indiferencia o de recelo, según se dispusieran las piezas dentro de esta demarcación. Llegan a establecerse reglas de convivencia entre “vecinos”, “desconocidos” y “visitantes”. En todo caso, la otredad está fuertemente condicionada por los motivos que llevan a los grupos al Zócalo y por sus respectivas identidades de grupo.

La representación del espacio abierto y común

La idea de este espacio como un escenario abierto, accesible, es la última representación que se enmarca en este lugar. La construcción de la representación del espacio que les pertenece a todos y al que no se les puede negar ingresar es constante tanto en el discurso de los entrevistados como en sus prácticas. Pero predomina un doble discurso sobre la consideración de lo público/privado que destaca una paradoja. Las instalaciones, en la Plaza de la Constitución, son legítimas siempre y cuando tengan una función vinculada a la protesta social y no a fines de empresas privadas o comerciales. Por lo tanto, su presencia (justificada desde la representación hegemónica del espacio para protestar) no es cuestionable. No se discute. Pero la presencia de agentes que no tengan ese fin implica, desde la percepción de los grupos, una tendencia a privatizar ese escenario:

“Éste es el espacio que escoge toda la nación para manifestarse, y es un espacio libre.”

(Entrevistado de la CNTE).

“Históricamente ésta ha sido una plaza de denuncia, una plaza de celebración de combatividad, de mexicanidad, pudiéramos decir y que ahora ha sido atrapada, se ha visto atrapada por la presión cultural, la presión política.”

(Entrevistado de la CNTE).

“Está siendo usurpada para fines comerciales.”

(Entrevistado de la CNTE).

“Tenemos que defender nuestro derecho a estar acá, porque estamos siendo despojados por la empresa privada de este espacio que es nuestro”

(Manifestante de Mexicali).

Las citas anteriores dan cuenta de la forma en que los entrevistados perciben el Zócalo como un espacio común y, como consecuencia, un espacio abierto que es amenazado con la privatización, debido a los permisos otorgados a empresas privadas o exposiciones permanentes, que usurpan un territorio que no existe para ese tipo de acciones.

Consideraciones finales

Dentro de los objetivos de este trabajo, se plantearon varias interrogantes: ¿por qué los grupos siguen llegando a manifestarse con cierta constancia y frecuencia en el Zócalo de la Ciudad de México en el contexto electoral de 2009?; ¿cómo lo perciben?; ¿cómo lo representan?

Sin pretender querer agotar en fórmulas y generalizaciones las respuestas a estas interrogantes, es posible responder algunas de ellas. El camino metodológico y teórico recorrido para responderlas permitió preguntarse (a manera de punto de partida): ¿qué subyace a la “obviedad” del uso del Zócalo capitalino para protestar?; ¿es esto natural, normal? La necesidad de responder esta primera pregunta antepuso, como condición necesaria, el concepto de representación social como forma, como categoría psicosocial que parte de las teorías del sentido común para que los sujetos sociales nombren, caractericen, ordenen su mundo de la vida y le den sentidos a su realidad social.

La “representación es considerada la expresión de una sociedad determinada, actualizada desde lo individual y legitimada desde lo colectivo de manera tal de conformarse en un saber social que funciona como sentido común o pensamiento práctico”.27 Así, las representaciones sociales “presentan un constante devenir que a su vez plantea cierta continuidad diacrónica desbloqueando una configuración identitaria plausible y construyendo un marco de contención / limitación de sentidos posibles”.28

Si bien es cierto que “el sentido común” establece que éste es un centro histórico, patrimonial y político, también es cierto que esas características, en el desarrollo de muchas ciudades, ya resultan insuficientes para que se reconozca estos escenarios, con una importancia tal, que implique a sus ciudadanos en dinámicas tan significativas y recurrentes como las que ocurren con las protestas en la Ciudad de México.

Hay otro tipo de factores que hacen que estas características tomen fuerza en el uso de este espacio como público y, desde luego, que lo perciban como espacio común. Esos sentidos permiten, como se afirma en la cita anterior, una continuidad diacrónica que posibilita un marco de sentidos comunes. Para que estos grupos observados (dentro de esta investigación en 2009) usen y realicen ciertas acciones dentro de la Plaza de la Constitución, hay que entender, en muchos casos, sus historias dentro de este escenario, con la irrupción de los movimientos sociales a partir del 68 como clave para entender la hegemonía de la representación social del lugar común, propio y desde la “obviedad” del lugar por excelencia y por tradición para manifestar el descontento social y las injusticias.

Por una parte, ese razonamiento obvio de la centralidad del Zócalo tiene un componente práctico (estratégico), pero, también, posee uno mítico. El primero resulta de las acciones de los grupos, sus mecanismos de presión, las lecciones aprendidas y, por supuesto, de la eficacia de ellas para obtener respuestas de las instancias a las que dirigen su demanda. Esto se refiere a la eficacia. Esto quiere decir que estos grupos que asisten frecuentemente al Zócalo lo usan para protestar, obtener respuestas inmediatas, y para no perder un espacio ganado que les permite tener una posición privilegiada en el uso de él. Valorar la eficacia de su protesta no es posible en términos absolutos, dado que muchos no están allí para obtener respuestas a corto plazo. Sin embargo, sí es posible afirmar que quienes llegan por el componente mítico, que son mayoritariamente grupos foráneos, casi nunca obtienen una respuesta agradable a sus intereses, ya sea por inviabilidad; por ausencia de las instancias competentes para resolver su demanda en ese escenario; desinterés, o simplemente porque no llegan a consolidarse como un grupo “fuerte” de presión que se haga notable.

Por otra parte, ante la pregunta: ¿por qué seguir llegando si muchos no obtienen respuesta y tampoco son visibles?, hay que decir que el mito del poder casi sagrado del Zócalo prevalece y se nutre día a día, con los que sí logran una incidencia. Existe, además, una apropiación simbólica, afectiva, hacia ese entorno.

Las relaciones “naturales” que llegan a establecerse sobre las representaciones del Zócalo, como el corazón, el centro neurálgico, la ventana, el templo, no sólo parten de dinámicas orales que fortalecen estos sentidos, sino también de dinámicas teatrales, de prácticas, de apariciones de grupos y de cotidianidades que lo revisten de todos estos sentidos. Tendría que afirmarse que, dada la diversidad de sus usuarios y de sentidos, es posible presenciar significados divergentes y antagónicos. Representar de manera social implica compartir formas de identificar, catalogar y nombrar los objetos para atribuirles sentidos y, con ellos, las formas de hacer y de ser con respecto a dichos objetos. El Zócalo sigue siendo un escenario histórico que hace posible emerger nuevas formas de acción social vinculadas a la tradición, a la mexicanidad, y la cultura de la protesta. Moscovici aclara que consenso no implica uniformidad, ni falta de diversidad, sino que “la representación asume una configuración donde conceptos e imágenes pueden coexistir sin ninguna pretensión de uniformidad, donde la incertidumbre como los malentendidos son tolerados para que la discusión pueda seguir y los pensamientos circular”.29

Este conjunto de representaciones sociales respecto del Zócalo capitalino permite aceptar su simbología vinculada a la reivindicación social sin cuestionamientos, debido a que hay acuerdos tácitos que existen en relación con los usos que los ciudadanos hacen de ese territorio. Lo público desde la construcción de representaciones sociales sobre el Zócalo capitalino implica percibir este escenario como un territorio de lo visible (“nos hace visibles”), pero que también implica la catarsis, la plegaria y la manifestación de reivindicaciones comunes, al menos desde un nivel eminentemente simbólico. La importancia del Zócalo radica, para estos grupos, justo en lo que representa: la posibilidad de existir, estar, ser escuchados y expresar su descontento, aunque sus condiciones de vida no cambien. El punto es que ese escenario les da las posibilidades de intentar cambiarlas.

Sin duda, en el contexto reciente de 2013, obliga a cuestionar el carácter estratégico del Zócalo para protestar, dado que, en el caso de la CNTE, un nuevo panorama (diferente al de 2009) se ha tejido. Ya no son actores sociales que tienen un ingreso fácil a la Plaza de la Constitución; pero también ellos mismos han elegido nuevos escenarios en la ciudad para protestar: trasladarse al Aeropuerto de la Ciudad de México; bloquear carreteras; manifestarse frente a algunas televisoras; instalarse en el Monumento a la Revolución. Sin lugar a dudas, son acciones colectivas de este movimiento social que plantea no sólo nuevas interrogantes vinculadas a la centralidad del Centro Histórico y su cuadricula principal, sino también hacia qué implica protestar en la ciudad y qué representa lo público para los movimientos sociales que, a través de sus prácticas de resistencia y las condiciones actuales, construyen nuevas cartografías sobre el uso de lo público, cartografías de y en la ciudad que, además, permiten ver condiciones para constituir nuevas prácticas de organización, pero también nuevas formas y posibilidades de la acción colectiva destinada a transformar la vida social. Desde esta perspectiva, afirma Touraine, un movimiento social se constituye en “una acción colectiva orientada a la implementación de valores culturales centrales contra los intereses e influencias de un enemigo definido en términos de relaciones de poder. Un movimiento social es una combinación de conflictos sociales y de participación cultural”.30 Y, como tales, le atribuyen usos y sentidos estratégicos a los escenarios para tales fines. La centralidad y el reconocimiento del Zócalo como espacio simbólico para la protesta aún no es cuestionable; lo que no puede ignorarse es que los cambios recientes en la geografía de la protesta y los recorridos actuales de los movimientos sociales están llevando a construir una nueva cartografía estratégica para realizar demandas y acciones colectivas.

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2Diario Crítico de Argentina, “El Distrito Federal registró durante el 2009, un promedio de 9.2 marchas diarias en sus calles”, Diario crítico de Argentina, publicado el 31/12/2009, recuperado el 5 de mayo de 2010 en http://argentina.diariocritico.com/2009/Diciembre/noticias/188446/el-distrito-federal-registro-durante-el-2009-un-promedio-de-92-marchas-diarias-en-sus-calles.html

3Elena Grau y Pedro Ibarra (coords.), Anuario de movimientos sociales. Una mirada sobre la red, Icaria Editorial y Getiko Fundazioa, Barcelona, 2000, pp. 9-26.

4Ídem.

5Lorena Umaña Reyes, La práctica de la protesta y la construcción de representaciones sociales sobre el Zócalo de la Ciudad de México en el contexto electoral de 2009, tesis de doctorado, capítulo III, “ Recorrido histórico sobre el fenómeno de la protesta”, UNAM, México, 2013, pp. 46- 87.

6También se observó a otros grupos como Antorcha Campesina, Resistencia Civil Pacífica, el Movimiento Urbano Popular y el movimiento de la marcha del orgullo gay que no tuvieron una presencia tan permanente y observable, o que, en el caso de la marcha del orgullo gay, no tenían una demanda política sino que conmemoraban su libertad sexual.

7Serge Moscovici, El psicoanálisis, su imagen y su público, Huemul, Buenos Aires, 1979, pp. 17-18.

8Martha de Alba, “Mapas imaginarios del Centro Histórico de la Ciudad de México: de la experiencia al imaginario urbano”, en Ángela Arruda, Martha de Alba, Álvaro Agudo Guevara (eds.), Espacios imaginarios y representaciones sociales: aportes desde Latinoamérica, Anthropos, México, 2007, p. 288.

9Henri Tajfel y John Turner, “La teoría de la identidad social de la conducta intergrupal”, en J.F. Morales y C. Huici (eds.), Lecturas de Psicología Social, UNED, Madrid, 1989.

10Denise Jodelet, “Représentations socials: un domaine en expansion”, en D. Jodelet (ed.), Les représentations sociales, PUF, Paris, 1989, p. 47.

11Ángela Arruda, “Representaciones sociales y cultura en el pensamiento ambientalista brasileño”, en Denise Jodelet, Develando la cultura: estudios en representaciones sociales, UNAM-Facultad de Psicología, México, 2000, p. 32.

12Alfred Schütz, El problema de la realidad social, Amorrortu, Buenos Aires, 1962.

13Serge Moscovici, “Pensamiento y vida social: Psicología social y problemas sociales”, en Psicología Social I, Paidós, Barcelona, 1984, p. 23.

14Emilio Duhau y Ángela Giglia, Las reglas del desorden: habitar la metrópoli, UAM-Azcapotzalco/ Siglo XXI, México, 2008, p. 13.

15Ibíd., p. 23.

16Carlos Lozares, La actividad situada y/o el conocimiento socialmente distribuido, Universidad Autónoma de Barcelona, Barcelona, 2000, p. 100.

17En relación con el análisis de significados en torno al Zócalo, se considera el adverbio “acá” como una categoría nominal cuando se refiere al Zócalo.

18Tania Rodríguez, “El debate de la representaciones sociales en la psicología social”, Revista Relaciones, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, vol. XXIV, núm. 93, invierno 2003, p. 75.

19Julia Preston y Samuel Dillon, El despertar de México. Episodios de una búsqueda de la democracia, Océano, México, 2004, pp. 35-36.

20Mónica Cornejo, “Espacios sagrados, cultura y política: la importancia de la representación espacial en la constitución de la religión pública. Un estudio de caso”, Revista Geopolítica(s), vol. 2, núm. 2, pp. 233-255.

21En el contexto actual de 2013, con el retiro de los maestros de la CNTE en septiembre, para poder desarrollar las actividades conmemorativas del aniversario de la Independencia, se presenció la recuperación del espacio por parte de las autoridades. Muestra de la importancia de ese escenario y, como consecuencia, de la necesidad de vigilar el territorio, por parte de los movimientos que lo frecuentan y de la necesidad de recuperarlo, por parte de las autoridades.

22María Auxiliadora Banchs, “Representaciones sociales, memoria social e identidades de género”, Akademos, 2 (1), Caracas, Universidad Central de Venezuela, vol. 2, núm. 1, 2000, pp. 59-76.

23Fátima Flores, “Representación social de la feminidad y masculinidad en grupo de profesionales de la salud mental: discusión en torno a la categoría de género”, Papers on social representations (1021- 5573), Linz, Austria, vol. 6 (2), 1997, pp. 95-107.

24Jordi Borja, El espacio público, ciudad y ciudadanía, recuperado de: http://pensarcontemporaneo.files.wordpress.com/2009/06/el-espacio-publico-ciudad-y-ciudadania-jordi-borja.pdf, el 30 de octubre de 2012, Barcelona, p. 66.

25Francisco Cruces, Símbolos en la ciudad. Lecturas de antropología urbana”, Cuadernos de la UNED, Madrid, p. 92.

26SUTAUR asiste, desde hace más de 20 años, al Zócalo de la Ciudad de México de manera reiterada. En 2009, durante el trabajo etnográfico, se observó su permanencia invariable, todos los lunes y jueves. Manifestaron acudir al Zócalo como a su lugar de trabajo para apoyar a otros grupos, si fuera necesario y, al mismo tiempo negociar sus indemnizaciones.

27Denise Jodelet, “La representación social: fenómenos, concepto y teoría” en Serge Moscovici (comp.), Psicología Social II. Pensamiento y vida social: Psicología social y problemas sociales, Paidós, Barcelona, 1984.

28Victoria Martín y Luciano Grassi, Lecturas sobre las representaciones sociales o la visibilidad de la trama identitaria, 9º Congreso Argentino y 4º Latinoamericano de Educación Física y Ciencias, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata, La Plata, 13 al 17 de junio de 2011. Consultado en http://congresoeducacionfisica.fahce.unlp.edu.ar

29Serge Moscovici, Psicología social II. Pensamiento y vida social. Psicología social y problemas sociales, Paidós, Barcelona, 1986, p. 233.

30Alain Touraine, Movimientos sociales hoy, Hacer, Barcelona, 1990, p. 389.

Recibido: 14 de Octubre de 2013; Aprobado: 29 de Octubre de 2014

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