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Revista mexicana de opinión pública

versión On-line ISSN 2448-4911versión impresa ISSN 1870-7300

Rev. mex. opinión pública  no.14 Ciudad de México ene./jun. 2013  Epub 06-Ago-2021

 

Artículos

Perfiles de demócratas en México: una mirada sobre las racionalidades democráticas en México1

Democrats’ profiles in Mexico: a look on the democratic rationalities in Mexico

León David Zayas Ornelas1 

1Profesor en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. leonzayas@yahoo.com.mx


Resumen

Los estudios sobre cultura política observan las valoraciones y razonamientos individuales para identificar patrones relacionales entre el comportamiento y las instituciones, pero al advertir la diversidad de expresiones sobre el significado de democracia en las encuestas de opinión cabe interrogarse ¿por qué algunos ciudadanos no defienden los valores tradicionalmente vinculados con la democracia, a pesar de que se declaran abiertamente a favor de esa forma de gobierno? Para responder a esta pregunta se propone considerar, por un lado, que las valoraciones individuales y las actitudes hacia el tipo de régimen son dinámicas y contradictorias y por el otro, que los ciudadanos no se adhieren en igual medida e intensidad a los valores democráticos. Para probarlo, este artículo esboza algunas críticas sobre la racionalidad axiológica y plantea algunos puntos en torno del problema de las multiracionalidades en la democracia. Ello se hace con los resultados de la Encuesta Nacional de Cultura Política en torno a tres variables: 1) libertad de asociación, 2) libertad de expresión, y 3) apoyo al pluralismo político, para contrastar los perfiles de los demócratas en México.

Palabras clave : Democracia; cultura política; opinión pública; racionalidad; identidades políticas; no-coherencia actitudinal

Abstract

Studies on political culture identify relational patterns between behavior and institutions according to values and individual reasoning. However there is a diversity of expressions about the meaning of democracy in public-opinion polls, which raises an interrogation: why don’t citizens defend values traditionally linked with democracy in spite of the fact that they openly support this form of government? To answer this question this article proposes, on one hand, that individual valuations and attitudes towards any regime type are dynamic and contradictory, and, on the other, that citizens do not stick to democratic values on equal measure and intensity. In order to do so, this article outlines some critiques on the axiologic-rationality paradigmand establishes the persistence of multi-rationalities in a democracy. Using the results of the Encuesta Nacional de Cultura Política on three variables: 1) freedom of association, 2) freedom of speech and 3) political pluralism support, we check the democrats profiles in Mexico.

Keywords: Democracy; political culture; public opinion; rationality; political identities; attitudinal consistency

Introducción

La mayoría de los estudios sobre la cultura política observan los motivos, valoraciones y razonamientos de individuos o grupos, tratando de identificar patrones relacionados con las instituciones y formas de gobierno. No obstante, las representaciones que tienen los individuos sobre la democracia son heterogéneas. Esto constituye un problema para las teorías culturalistas que asocian el cambio y la estabilidad democrática con los esquemas de representación de los ciudadanos.

Al observar la diversidad de expresiones sobre lo que representa la democracia para los individuos, cabría preguntarse ¿por qué algunos ciudadanos no defienden los valores tradicionalmente vinculados con la democracia, a pesar de que se declaran abiertamente a favor de esa forma de gobierno? Las respuestas dadas a ello por la literatura especializada son, hasta ahora, poco satisfactorias. El conocimiento sobre las actitudes de los ciudadanos hacia la democracia requiere de modelos explicativos que abarquen la complejidad social actual y permitan conocer las razones que subyacen a la multiplicidad de valoraciones individuales.

Las posibles respuestas a esto deben considerar, en primer lugar, que las valoraciones individuales y las actitudes hacia las formas de gobierno no son universales ni unívocas, sino que suelen ser dinámicas e inclusive divergentes y contradictorias. En segundo lugar, es importante reconocer que no todos los ciudadanos se adhieren en igual medida a los valores democráticos, sino que su adhesión puede variar en intensidad de acuerdo con los contextos políticos e institucionales. Así, los sistemas de valores y las actitudes políticas que profesan los individuos no son fijas, sino que, por el contrario, son influidas por los procesos políticos. Esto puede ser explicado por una teoría que revise la múltiple racionalidad que puede ser expresada en las actitudes ciudadanas hacia la democracia, observada en las respuestas contradictorias que dan a través de encuestas de opinión.

En ese sentido este artículo pretende dar algunas pistas en dos caminos. El primero de carácter reflexivo, en el que se planteen algunas consideraciones sobre la racionalidad axiológica con vistas a esbozar alternativas para el diseño de esquemas acordes a la comprensión de una racionalidad no lineal. Ello servirá de base para plantear el problema de las multi-racionalidades en la democracia al contrastar los valores que subyacen en el caso de México y los valores expresados hacia su régimen político. El segundo se plantea una revisión empírica de los perfiles de los demócratas en México, contrastando los resultados de la Encuesta Nacional de Cultura Política (ENCUP) en 2001 y 2012, observando algunos rasgos singulares que conforman los subtipos de demócratas en torno de tres variables: 1) libertad de asociación, 2) libertad de expresión y 3) apoyo al pluralismo político.

Los estudios sobre las actitudes hacia la democracia permiten distinguir los subtipos de demócratas, a partir de ambigüedades en las preferencias sobre valores asociados a ésta, expresados por los individuos mediante encuestas de opinión.2 Siguiendo estos planteamientos, este trabajo analiza los resultados de dos encuestas de opinión, a fin de contrastar dos observaciones en el tiempo y profundizar en el análisis de las relaciones entre variables seleccionadas.

Las conclusiones del texto resaltan la necesidad de replantear las teorías sobre la racionalidad, basadas en la no coherencia de valores y en el fortalecimiento de la teoría de la democracia en sus proposiciones normativas sobre la posibilidad de permitir el disenso en los valores que la contienen. Es importante apuntar que aquí no se pretende establecer ningún tipo de relaciones causales entre las actitudes ciudadanas hacia la democracia y las condiciones de estabilidad del sistema político como la mayoría de las teorías culturalistas. Este debate que sucede dentro de la literatura sobre cultura política escapa a los fines del presente trabajo. El artículo no tiene, en este sentido, pretensiones teóricas.

1. Apuntes sobre la racionalidad democrática

Los estudios sobre los valores democráticos y la cultura política en México se han realizado desde hace más de cincuenta años. El referente clásico es La cultura cívica de Gabriel Almond y Sideny Verbaen, donde se delineó a la sociedad mexicana como poco participativa y con un pobre interés hacia su entorno político, pero con aspiraciones elevadas y fuertes lazos afectivos.3 Una de las principales conclusiones del estudio fue considerar que un régimen democrático requiere de valores que le sean compatibles, es decir, una cultura cívica en la que predominen valores y actitudes que permitan el desarrollo de instituciones democráticas.

Esta perspectiva no ha estado exenta de críticas. Adam Pzeworski y sus colegas han mostrado cómo en una sociedad pueden convivir culturas cívicas de concepciones distintas y hasta cierto punto opuestas, cuyo único punto articulador es la aceptación abstracta de que la democracia es preferible sobre otras formas de orden social.4 En este sentido, las razones que subyacen a las actitudes expresadas por los individuos hacia la democracia han sido poco exploradas hasta ahora.5 En relación con lo mismo, es pertinente preguntarse ¿qué tanto se pueden combinar rasgos de una cultura política democrática liberal con una no liberal? ¿es posible desarrollar rasgos de una cultura democrática liberal y de una no liberal al mismo tiempo? y, finalmente, ¿cuáles son las diferencias en los perfiles de los demócratas mexicanos?

El apoyo hacia la democracia es sin duda un problema conceptual y de medición: por ejemplo, en los estudios comparativos que se enfrentan a la disyuntiva de trazar una línea divisoria entre los atributos que definen a un sistema como más democrático o menos democrático. Al respecto ya Seymour M. Lipset alegaba que “probablemente, democracia no sea una cualidad que existe o no existe en un sistema social, sino más bien un complejo de características que puede clasificarse de varias formas”.6 Dependiendo del enfoque con el que se conceptualice la democracia y de los instrumentos de análisis que se empleen, los atributos y las categorías democráticas pueden variar.7

De acuerdo con Dieter Fuchs al estudiar la cultura política de un país se pueden observar los valores que sostienen el compromiso con los valores asociados con el tipo de régimen, el apoyo a su estructura y a los procesos dentro del mismo. Así, es posible diferenciar el respaldo de los ciudadanos a la democracia, del compromiso que éstos manifiesten con los valores democráticos. Al distinguir estos elementos se pueden analizar, por una parte, las distintas actitudes ciudadanas hacia la democracia en abstracto, y por la otra, los valores implícitos en la noción de democracia que presenten empíricamente.8

Los enfoques sobre la racionalidad del comportamiento político suelen buscar patrones congruentes, pero los ideales normativos sobre la democracia, expresados por los individuos en sondeos de opinión, resultan ser esquivos e imprecisos.9 Así, por ejemplo, en el caso mexicano la opinión pública es paradójica: “Del estudio de las preferencias políticas en México parecen surgir dos mapas muy distintos entre sí. De esta manera, en un primer retrato, surge un conjunto de dimensiones bien estructuradas y con patrones de predictibilidad. Otra representación muy distinta muestra, a la vez, la existencia de dimensiones no estructuradas e impredecibles”10.

Entonces, no resulta absurdo suponer que existen diferencias entre los elementos valorativos sobre la democracia en el plano individual y los referentes teóricos normativos. Sin duda, este problema no ha sido ajeno a la sociología política, no obstante, las explicaciones suelen darse en el terreno institucional o de las estructuras económicas, que poco nos dicen sobre la complejidad del razonamiento individual al momento de fundamentar las identidades políticas. Por otra parte, en el esquema de soporte democrático tradicional, el cuerpo de valores de los sujetos permanecía más o menos inalterado a lo largo de su vida posterior a la socialización primaria.11 De esta manera, la estabilidad en la conformación de los valores le permitían al individuo mantener una coherencia interna con respecto a sus identificaciones políticas, lo que a la postre daba estabilidad axiológica a su comportamiento dentro de parámetros sólidos de su realidad.

En este tenor, la mayor parte de la literatura enfocada al estudio de la cultura política de los mexicanos se ha ocupado de revisar principalmente el comportamiento y las valoraciones principalmente, a la luz del nivel de desarrollo económico12 o del fortalecimiento de la competencia electoral.13 Estos estudios reconocen que los individuos pueden modificar sus percepciones, actitudes y valoraciones sobre la política, pero no se ocupan por esbozar elementos de la cultura política, ni mucho menos sobre las racionalidades de las preferencias por la democracia. Sobre este punto, Bratton y Metter ya han observado que inclusive en las nuevas democracias africanas, al momento de evaluar su apoyo a la democracia, los individuos diferencian entre los bienes económicos producto de las políticas del gobierno y los bienes políticos resultantes de la configuración del régimen.14

En la actualidad las conceptualizaciones sobre identidad son más complejas. La sociología relacional argumenta que la formación de la identidad está en función de un complicado juego de interacciones entre los grupos que conforman los referentes primarios y secundarios del individuo.15 La socialización es pues un proceso en permanente construcción.16 Los referentes para dotar de sentido a la vida no están articulados homogéneamente, sino que las expectativas individuales chocan con las expresiones de una sociedad plural y diversa, en un sistema complejo y contingente, en donde la incertidumbre pesa en la conformación de las identidades, lo que obliga al individuo a elegir constantemente entre un menú de valores diversos.17 En este sentido, la identidad política resulta electiva porque el individuo debe seleccionar, consciente o inconscientemente, dentro de un menú de valores democráticos, aquellas dimensiones de significación que le permitan recortar y experimentar su espacio vital. El individuo elige cuáles valores privilegiar de acuerdo con las circunstancias, medios, mensajes, roles y espacios en los que se desenvuelve. Es por ello que suelen advertirse variaciones en las identidades políticas que pueden resultar contradictorias a los ojos del observador, pero lógicas para el individuo.

No es que los individuos actúen irracionalmente, sino que los mecanismos de elección que les ayudan a determinar qué valores privilegiar les permiten mantener una lógica o racionalidad de correspondencia con ciertos sistemas cognitivos o axiológicos que tienen sentido para el individuo, de acuerdo con experiencias específicas. Así, bajo un esquema de soporte democrático tradicional, se podría esperar que una persona que se identifica a sí mismo como demócrata en un sondeo de opinión tuviera un cuerpo de valores homogéneo, asociado normativamente con la democracia; sin embargo, al hacer un análisis de las respuestas concretas sobre temas que implican una elección valorativa para el individuo, es posible hallar diferencias que lo desvían de las ideas normativas; por ejemplo, al defender ciertos ideales elitistas que no concuerdan con los elementos pluralistas presentes en el desarrollo teórico sobre la democracia.

2. Actitudes hacia la democracia y perfiles de demócratas en México

De acuerdo con el planteamiento de la sección anterior, cabe preguntarse cómo son los demócratas mexicanos y cuáles son sus actitudes hacia los valores asociados con la democracia. En un primer momento se puede identificar de manera sencilla a los demócratas a partir de las respuestas directas en las encuestas de opinión, pero el empleo de preguntas indirectas y concretas sobre ideas y valores relacionados con la democracia permite ir más allá al observar las variaciones actitudinales.18

La mayoría de las encuestas de opinión sobre política plantean preguntas cuyas opciones de respuesta categóricas permiten identificar directamente si un individuo se expresa a favor o en contra de la democracia. Pero este nivel de apoyo nos dice poco sobre su grado de compromiso con los valores democráticos. Emplear preguntas que midan de manera indirecta la fortaleza o debilidad de ese apoyo a la democracia en abstracto, permite observar las diferentes valoraciones y concepciones que tienen los individuos sobre ella.19

A partir de preguntas indirectas hechas en la ENCUP podemos observar algunas diferencias intrínsecas sobre la preferencia por la democracia, al contrastar los levantamientos de la última encuesta disponible (2012) con la inmediata anterior a la última (2008) y la primera (2001), a fin de hacer algunas comparaciones entre sus resultados.20 Aunque las encuestas empleadas son instrumentos diseñados de manera independiente, los temas y las preguntas de los cuestionarios empleados están parcialmente estandarizados, por lo que para los propósitos de la investigación existe equivalencia entre las preguntas y los temas. Como señala Samuel Barnes: “el problema de la equivalencia es mitigado por el diseño de la investigación en donde el significado sustantivo y el contexto de los temas indagados no difieren necesariamente”21. Al respecto, el diseño de la ENCUP refleja una concepción normativa liberal de la democracia, por lo que no se pueden apreciar con suficiente claridad las preferencias por otros modelos de democracia participativa o deliberativa. Además, la ENCUP 2012 fue diseñada con fines comparativos con los levantamientos anteriores, por lo cual es útil para el análisis de las valoraciones sobre la democracia.

Las respuestas analizadas arrojan tres prototipos de ciudadanos: 1) aquellos cuya preferencia por la democracia es explícita e inclusive están dispuestos a sacrificar su bienestar económico por su compromiso hacia esta forma de orden político. Este es el conjunto de personas con una preferencia fuerte por la democracia.22 2) Los que dan una respuesta ambigua con respecto a su preferencia por la democracia. Estos ciudadanos no tienen un compromiso fuerte y son vacilantes con respecto a sacrificar sus derechos por alcanzar cierto bienestar económico. 3) Finalmente, los no demócratas, aquellas personas que de entrada manifiestan su preferencia por una forma de gobierno distinta a la democracia, inclusive si este otro orden político es una dictadura. En sí, son sujetos que no dan importancia a la expresión de sus derechos políticos y que prefieren les sea garantizado su bienestar económico.

Para los fines del análisis se recodificaron las variables en tres categorías: (1) Democracia, aquellos que expresan su preferencia por la democracia, (2) Indecisos, ambivalentes frente a la elección de la democracia frente a otras opciones y (3) Dictadura, que expresan su preferencia por una forma de gobierno que no sea democracia.

Aunque la proporción de demócratas es mayor que la de no demócratas, hay algunos datos relevantes sobre la tendencia que puede presentar el apoyo a la democracia. En 2001, 72% de los mexicanos manifestó su preferencia por la democracia (demócratas), mientras que en 2012 la cifra se redujo a casi 61%, es decir, once puntos porcentuales menos. Aunque actualmente cerca de tres quintas partes de la población prefieren la democracia, es revelador que una amplia proporción de ella se manifestara abiertamente en contra.

El dato inquietante aquí es la falta de lealtad hacia la democracia que se refleja en el crecimiento de los ciudadanos mexicanos no demócratas o que manifiestan preferir otra forma de gobierno, proporción que se elevó de 16% en 2001 a 22% en 2012, esto es, una variación de seis puntos porcentuales en una década.

Sin duda estos datos reflejan de entrada que el apoyo a la democracia es mayoritario y constante entre los mexicanos; por otra parte, no deja de llamar la atención que cerca de una tercera parte de la población se muestra renuente o ambivalente respecto de su preferencia por la democracia. No obstante, para conocer con mayor profundidad las características de aquellos ciudadanos que se manifiestan abiertamente por la democracia, la siguiente sección analiza los subtipos de demócratas, observando las relaciones entre el apoyo a la democracia y variables referidas a valores democráticos.

Fuente: ENCUP 2001 y 2012.

Nota: La pregunta en 2001 fue la 5-b: “¿Qué cree usted que es mejor? La democracia, aunque ésta no asegure el avance económico del país, o una dictadura que sí asegure el avance de la economía?”; en 2102 fue la pregunta 13: “De las siguientes frases que le voy a mencionar ¿cuál es la que se acerca más a su manera de pensar?”. Los porcentajes de la segunda columna no suman 100 debido al redondeo de los decimales.

Gráfica 1 Preferencia por la democracia, 2001-2012  

2.1 Los subtipos de demócratas y la no coherencia actitudinal

Los perfiles de los demócratas se pueden construir al observar las asociaciones existentes entre las variables de apoyo a la democracia, mediante preguntas directas sobre la preferencia por la democracia y las variables indirectas, que dan cuenta del apoyo de los individuos a ciertos valores constitutivos de ella. Este análisis permite identificar los perfiles de los demócratas.23 Los siguientes datos son reveladores de la manera de pensar de los demócratas en el país.

La ENCUP elabora preguntas indirectas sobre la preferencia por la democracia que permiten observar diferentes actitudes, valores e ideas asociadas con la democracia liberal y contrastar las respuestas a las preguntas directas. Este instrumento es útil para rastrear el compromiso ciudadano hacia los valores liberales y establecer órdenes que permitan clasificar las preferencias por valores más cercanos a esta concepción (demócratas liberales) o más alejados (demócratas no-liberales), así como posiciones intermedias (demócratas ambivalentes).

En concordancia con este planteamiento, los siguientes subíndices describen los rasgos distintivos de aquellos individuos que manifestaron directamente su preferencia por la democracia, pero que revelan diferencias con respecto al apoyo de algunas dimensiones intrínsecas a ésta: libertad de asociación, libertad de expresión y apoyo al pluralismo político.

Libertad de asociación

Dentro de esta primera dimensión podemos observar cierta consistencia entre la preferencia por la democracia y la inclinación por la libertad de asociación social, a través de dos preguntas de las ENCUP (ver Gráfica 2). En la ENCUP 2001, la pregunta sobre libertad de asociación es directa y refiere al derecho individual para organizarse, a fin de oponerse a cualquier proyecto del gobierno, aunque incorpora el elemento de la violencia, señalando que esta oposición debe ser sin recurrir a ella.

Fuente: ENCUP 2001y 2012.

Nota: La pregunta en 2001 fue la 5-k: “¿Qué tan de acuerdo está usted con la siguiente afirmación: Todo individuo tiene el derecho de organizarse para oponerse a cualquier proyecto del gobierno sin recurrir a la violencia?”. En 2012, la pregunta fue la 26-c: “¿A cambio de vivir sin presiones económicas, estaría usted dispuesto a sacrificar su libertad de organización?”.

Gráfica 2 Libertad de asociación 

Entre los individuos con una preferencia fuerte por la democracia (demócratas fuertes), poco más de 83% está de acuerdo en la capacidad de oponerse al gobierno por la vía pacífica. Este grupo de ciudadanos está más cercano a una oposición liberal que respeta las instituciones y los cauces para resolver conflictos dentro de la comunidad política. Esta posición parece sólida entre los demócratas, ya que sólo 10% se manifiesta indeciso sobre la libertad de asociación y apenas 7% se manifestó contrario a ella.

Por su parte, en la ENCUP 2012 se plantea una pregunta directa sobre la libertad de asociación que está condicionada a presiones económicas. No obstante, la pregunta es igualmente interesante, porque somete a evaluación si el ciudadano considera más importante su libertad o su nivel de bienestar en términos netamente económicos. Aquí, la proporción se mantiene: 72% valora más sus libertades de organización que su situación económica, mientras que tan sólo 9% manifiesta lo contrario, valora más su situación económica ante su capacidad de organizarse libremente. Resaltan los indecisos, cuyo porcentaje se incrementa al comparar ambas observaciones del 10% al 19%, quizá como efecto de la incorporación del elemento económico en la pregunta.

En cuanto a las posiciones más liberales de los demócratas, el fraseo de la pregunta parece no afectar tanto la tendencia del resultado. De cualquier forma, deja ver una clara posición de la sociedad que no se asemeja a las observaciones hechas por Almond y Verba cincuenta años atrás sobre el perfil de la cultura política de los mexicanos, que no valoraban tanto su libertad de organización y consideraban a la autoridad administrativa como la encargada de los asuntos públicos. Por el contrario, se parecen más a los hallazgos hechos por estudios recientes sobre una opinión pública mucho más consciente de sus libertades.

Libertad de expresión

La libertad de expresión es uno de los derechos más arraigados en la tradición liberal de la democracia, sin embargo, en México parecería estar poco asociada con el compromiso democrático de los ciudadanos. Para su análisis empírico, esta dimensión está planteada de manera mucho más rica en las encuestas, ya que en ellas se hacen preguntas que la identifican tanto como un derecho de terceros como con un derecho personal. Dentro de las ENCUP se puede medir a partir de dos variables: libertad de expresión en medios (Gráficas 3A y 3B) y la propia libertad de expresión frente al bienestar económico (Gráficas 4A y 4B). La primera de ellas permite observar el respeto de los individuos a la expresión de ideas ajenas a través de los medios de comunicación, mientras que con la segunda se advierte la valoración que tienen los sujetos del derecho de expresarse libremente, inclusive si esto implica reducir las posibilidades de desarrollo económico; como con el apoyo a la democracia, esta pregunta permite medir el compromiso fuerte o débil con la libertad de expresión.

Fuente: ENCUP 2001 y 2012.

Nota: La pregunta en 2001 fue la 6-g: “¿Estaría de acuerdo en que saliera en televisión una persona que usted sabe va a decir cosas que están en contra de su forma de pensar?”. En 2012, la pregunta fue la 27-d: “¿Usted considera que el gobierno debería o no intervenir en las siguientes decisiones… los contenidos de los medios de comunicación?”.

Gráfica 3 

Fuente: ENCUP 2001 y 2012.

Nota: En 2001 la pregunta fue la 5-i: “¿Cuál de las siguientes frases se acerca más a lo que usted piensa? a) Es preferible sacrificar algunas libertades de expresión, de reunión y de autoorganización, a cambio de vivir sin presiones económicas. b) Es preferible vivir con presiones económicas, pero sin sacrificar ninguna de esas libertades”; mientras que en 2012 la pregunta fue la 26-a:“A cambio de vivir sin presiones económicas, estaría usted dispuesto a sacrificar su libertad de expresión?”.

Gráfica 4 

En la ENCUP 2001 se le pregunta a los ciudadanos si estarían de acuerdo en que una persona con opiniones distintas a las de uno aparezca en televisión. Aquí, el apoyo de los demócratas se vuelve más difuso. Una alta proporción de los demócratas (56%) manifiesta que no está de acuerdo, mientras poco más de dos quintas partes de la población (44%) sí lo está. Esta variable deja entrever la baja tolerancia al disenso público entre los mexicanos. Cabe destacar que la proporción de intolerantes a las expresiones públicas es constante entre los ciudadanos sin importar que tan comprometidos estén con la democracia, ya que entre los demócratas ambivalentes el rechazo a la libertad de expresión en TV es 66%, porcentaje inclusive mayor que entre los que apoyan un gobierno autoritario (60%). Sin duda, la intolerancia es un rasgo preocupante de la cultura política mexicana.

En la ENCUP 2012 no se hace una pregunta directa, sino que se aborda como un problema de intervención gubernamental en los contenidos de los programas. Esto impide contrastar directamente la tolerancia a la libre expresión de ideas, pero permite observar la valoración de la autonomía en los medios de comunicación como herramienta de expresión y circulación de las ideas dentro de la esfera pública. Aquí, la proporción de demócratas que se manifiesta a favor de la autonomía de los medios para expresar ideas en la esfera pública es ligeramente mayor (39.7%) que la de quienes consideran que los medios deberían estar intervenidos por el gobierno (37.6%), mientras que los indecisos forman una considerable quinta parte de los demócratas (22.7%).

Cabe destacar que sobre la libertad de expresión en medios, el porcentaje de rechazo a la autonomía de contenidos entre los ciudadanos que manifiestan su apoyo por un gobierno autoritario está apenas por encima de los demócratas fuertes: 60.4% en 2001 y 40.1% en 2012. Las opiniones restrictivas a la libertad de expresión son persistentes, tanto dentro de los demócratas como entre los no demócratas. En general, los resultados de ambas observaciones plantean serias dudas sobre el compromiso de los ciudadanos con este valor asociado a la democracia liberal. La mayoría de los encuestados se ubican en una posición no liberal en esta dimensión.

En cuanto a la disposición de sacrificar su derecho a la libre expresión frente al bienestar económico, ambas encuestas plantean preguntas similares en sentido negativo sobre la pérdida de derechos frente a la seguridad económica. En el caso del cuestionario de 2001, se incluyen también la libertad de asociación y autonomía; las respuestas que dan los individuos pueden tener ciertos sesgos al tener que valorar el costo de perder no uno, sino tres derechos. Aun así, la pregunta sobre cuál frase se acerca más a lo que el sujeto piensa es categórica y permite observar la valoración de los individuos sobre su derecho a expresarse libremente: “a) Es preferible sacrificar algunas libertades de expresión, de reunión y de autoorganización, a cambio de vivir sin presiones económicas o b) Es preferible vivir con presiones económicas, pero sin sacrificar ninguna de esas libertades.” Aquí, 65% de los demócratas fuertes expresa su compromiso con los derechos, más allá de las restricciones de carácter económico, manteniendo una línea congruente con la democracia liberal, mientras que sólo una tercera parte (34%) consideró preferible sacrificar sus libertades a cambio de seguridad económica, por lo que podrían ser catalogados como demócratas ambivalentes.

Por su parte, en la ENCUP 2012, la pregunta sobre compromiso con el derecho de los individuos a expresarse libremente es más directa, al plantear solamente el costo de perder un derecho a cambio de mantener su bienestar económico, pero a diferencia de la anterior, se incluyó en las respuestas la posibilidad de manifestar indecisión. Los encuestados tuvieron que expresar si estaban de acuerdo o no, si es preferible sacrificar algunas libertades de expresión a cambio de vivir sin presiones económicas. Destaca que casi dos tercios de los demócratas dijeron no estar de acuerdo en sacrificar su derecho a cambio de asegurar su bienestar económico (63.2%), mientras que poco más de una cuarta parte (25.2%) dio prioridad a su seguridad económica por encima de sus libertades, y 11.6% se declaró indeciso.

Al contrastar las variables que dan cuenta de la dimensión libertad de expresión, resalta la racionalidad instrumental de los demócratas mexicanos, enmarcada por el carácter egoísta al valorar el peso de su propia libertad de expresión frente a los demás. Cuando se trata de sus propias libertades una amplia mayoría no está dispuesta a sacrificarlas, inclusive a costa de su bienestar económico. Esto da cuenta de la alta valoración que tienen los mexicanos sobre su derecho a expresar ideas en la esfera pública. Sin embargo, de igual manera, a una considerable proporción de los demócratas parecería no inquietarles, e inclusive está de acuerdo en que las autoridades intervengan para limitar la libertad de expresión de otros. Este carácter egoísta se puede corroborar en ambas observaciones, por lo que es un rasgo constante en la cultura política mexicana, aun a pesar de que a lo largo del periodo observado, 2001-2012, se dieron importantes avances en el marco institucional para el fortalecimiento del ejercicio de los derechos de expresión y opinión sobre los asuntos públicos en el país. Los demócratas mexicanos en cuanto a la libertad de expresión son más ambivalentes, sino es que de plano contrarios a la posición liberal.

Apoyo al pluralismo político

Dentro de esta tercera dimensión se pueden contrastar las concepciones de los mexicanos sobre la concentración o dispersión del poder entre los grupos políticos y las ideas sobre los asuntos públicos. Si “el carácter unívoco de las ideas políticas” cancela la pluralidad y se “ahoga el espíritu democrático”24, entonces resulta fundamental conocer las opiniones que tienen los ciudadanos sobre las relaciones plurales propias de una democracia poliárquica y liberal. En este mismo sentido, las transformaciones en una sociedad pluralista son producto del cambio y la simbiosis de los líderes y los ciudadanos.25

Con respecto a la medición del apoyo al pluralismo político, ambos cuestionarios de la ENCUP plantean preguntas que permiten contrastar la dimensión elitismo frente a pluralismo político, al interrogar a los ciudadanos sobre sus ideas en torno de la pertinencia de concentrar o dispersar el poder, así como la cantidad de partidos políticos. En la ENCUP 2001 se plantea una hipotética discusión entre dos personas sobre la manera en la cual debe ser gobernado el país, ante lo cual el entrevistado debe seleccionar con cual se siente más identificado: “a) Uno afirma: Yo prefiero cuando los individuos ponen al mejor político al frente y le dan poder total para gobernar. b) El otro afirma: Yo prefiero que sean varios grupos que tengan el poder y que sean éstos quienes determinen las cuestiones del país.”

Los demócratas mexicanos son más afines a la posición pluralista: 60% manifestó preferir que sean varios grupos los que tomen decisiones, mientras que 24% declaró que prefería un solo político (el mejor) para gobernar, aun si no compartía el poder, y 16% es ambivalente respecto a la concentración del poder. Esta variable sobre la concepción pluralista del poder contrasta con la preponderancia de la intolerancia a la libertad de expresión. De acuerdo con los datos de las Gráficas 5A y 5B, la proporción de apoyo al pluralismo político se mantiene más o menos constante, tanto para los demócratas indecisos (51%) como para los autoritarios (60%). Las preferencias elitistas siguen el mismo patrón, aunque en un menor grado (15% para los demócratas indecisos y 30% entre los autoritarios). Tal parece que en 2001 la ciudadanía apreciaba mucho más las virtudes de los gobiernos compartidos, experiencia que se había iniciado un lustro antes en el país.

Fuente: ENCUP 2001 y 2012.

Nota: En 2001 la pregunta fue la 5-l: “Suponga que dos personas están discutiendo la manera en que debe ser gobernado un país: ¿Con cuál de los siguientes argumentos se identifica usted más? a) Uno afirma: Yo prefiero cuando los individuos ponen al mejor político al frente y le dan poder total para gobernar. b) El otro afirma: Yo prefiero que sean varios grupos que tengan el poder y que sean estos quienes determinen las cuestiones del país”. En 2012 fue la 22-d: “Si el país tiene problemas muy serios, ¿qué tan de acuerdo o en desacuerdo está usted con la siguiente frase: que el presidente no tome en cuenta al Congreso y a los partidos políticos?”.

Gráfica 5 

Pero la alta aceptación al pluralismo entre los mexicanos no está libre de paradojas, sobre todo a la luz de la dimensión anterior. De acuerdo con la ENCUP 2001 que pregunta a los ciudadanos si se sienten más identificados con posiciones que sostienen que es mejor que los mexicanos tengamos las mismas ideas y valores, o con las que consideran que es mejor que tengamos ideas y valores distintos, entre los demócratas 80% expresó su preferencia por la pluralidad de ideas, predominando la posición liberal de la democracia, y tan sólo 19% por la uniformidad de las mismas, lejana a una posición liberal.26

No obstante los resultados anteriores, esta tendencia parece revertirse en la ENCUP 2012. Este fenómeno da cuenta de una contradicción más en la racionalidad democrática de los mexicanos. En esta medición se pregunta sobre pluralidad política a los ciudadanos, si están de acuerdo en que el Presidente concentre el poder frente al Congreso y los partidos: 70% de los demócratas tiene una preferencia pluralista, mientras que 30% es elitista. En menos de una década de experiencia democrática en el país podemos sugerir que el apoyo a la dispersión en el poder es fuerte, aunque presenta fuertes sesgos autoritarios. Pareciera que con la experiencia de gobiernos divididos y las alternancias federal y estatales, los ciudadanos valoran como positiva la concentración del poder en manos de un grupo, en vez de la búsqueda de acuerdos entre varios con capacidad de definir la agenda.

Conclusiones

Los estudios sobre la opinión pública suelen hacer simplificaciones con la finalidad de medir las preferencias por la democracia en abstracto, sin embargo, no hacen desagregaciones que permitan observar las complejas concepciones que conforman la cultura política. Las valoraciones y las actitudes hacia las formas de gobierno no son universales ni unívocas, sino más bien dinámicas, divergentes e inclusive contradictorias. La cultura política no es una efigie que deba ser venerada, sino un término que requiere de permanente reflexión y observación a través de los más noveles enfoques.

De acuerdo con las respuestas que dan los individuos a preguntas directas e indirectas en encuestas de opinión, es posible distinguir tipos de demócratas. Los perfiles de los demócratas en México están determinados por la preferencia en abstracto por la democracia, pero al analizar preguntas indirectas se pueden distinguir mayores variaciones en las actitudes ciudadanas hacia este tipo de régimen. Siguiendo esta estrategia es posible hacer cortes que identifiquen con claridad a los demócratas en las encuestas de opinión, enriqueciendo así la comprensión sobre las concepciones y valores que tienen los individuos respecto a la democracia.

Las respuestas dadas por los individuos en las dos encuestas analizadas, la primera y la última ENCUP (2001 y 2012), dan cuenta de la multiracionalidad de las identidades políticas en la democracia expresadas por los ciudadanos mexicanos. A pesar de las diferencias en las preguntas de las encuestas -o quizá gracias a ello-, es posible distinguir en dos momentos distintos, y medidos de manera distinta, las oposiciones sobre los valores asociados a la democracia. La inconsistencia de las identidades políticas en términos del sistema de valores está dada por la pluralidad de valores preservados por los individuos, lo que no quiere decir que no exista cierta coherencia entre los niveles reflexivos de los individuos sobre las situaciones políticas que se suceden en su entorno y las preferencias sobre ciertos valores que conforman sus identidades políticas democráticas, las cuales pueden variar en tanto que respuestas momentáneas a situaciones dadas.

Finalmente, cabe una reflexión en torno a la naturaleza de la democracia como sistema normativo, al cual debería reconocérsele un grado de variabilidad en la coherencia axiológica individual. Si la democracia no estimulara la variabilidad axiológica en el nivel individual sobre los valores que en ella misma son admitidos, la cultura cívica resultaría extremadamente compacta, al grado de no permitir el disenso ni la innovación social, y por lo tanto tampoco la existencia misma de la democracia. En este sentido, cabría considerar si la multiplicidad de racionalidades, de acuerdo con la heterogeneidad axiológica aquí expuesta, le va mejor a la democracia para su propio desarrollo al permitir expresiones divergentes, inclusive sobre sus propios principios fundamentales.

A la luz de la experiencia democrática de los últimas dos décadas en el país, resulta pertinente replantear el cuestionamiento sobre qué tan democrática es la cultura política en México y qué tan sólido es el compromiso de los ciudadanos mexicanos hacia los valores que soportan las instituciones democráticas. Explorar este entresijo no implica necesariamente abandonar los enfoques sobre el comportamiento, sino reformular algunas de sus premisas para dar luz sobre la compleja relación que se establece entre las actitudes y las valoraciones de las personas cuando se vinculan con una forma de gobierno que, como la democracia, implica normativamente al menos cierto grado de compromiso de los miembros de la comunidad política, en particular, con las instituciones y con el respeto de las preferencias y valores de los individuos que la integran.

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1Una primera versión de este trabajo se presentó en el XXII Congreso Nacional de Estudios Electorales Partidos y elecciones en la disputa nacional, en Puerto Vallarta, México, el 1º de noviembre de 2012. Para la realización de este artículo agradezco las valiosas críticas por parte de René Millán, Rodolfo Sarsfield y Matilde Luna a lo largo de los seminarios doctorales, así como las puntuales observaciones del lector anónimo.

2Este estudio parte del planteamiento hecho por Andreas Schedler y Rodolfo Sarsfield con respecto a los “subtipos de demócratas” en México. Ver: Andreas Schedler y Rodolfo Sarsfield, “Demócratas iliberales. Configuraciones contradictorias de apoyo a la democracia en México”, Espiral, UDG, vol. XV, núm. 44, 2009, pp. 123-159; y de los mismos autores: “Democrats with Adjectives: Linking Direct and Indirect Measures of Democratic Support”, European Journal of Political Research, vol. 46, núm. 5, 2007, pp. 637-659.

3 Gabriel Almond y Sindey Verba, The Civic Culture. Political Attitudes and Democracy in Five Nations. An Analytical Study, Little Brow, Boston, 1963.

4Véase, por ejemplo: Adam Przeworski, José Antonio Cheibub y Fernando Limongi, “¿Cuál cultura política?”, Metapolítica, CEPCOM, México, vol. 8, núm. 33, 2008, pp. 52-69; así como de los mismos autores Democracy and Development. Political Institutions and Well-Being in the World, 1950-1990, Cambridge University Press, Cambridge, 2000.

5Una revisión de los estudios más recientes del apoyo a la democracia ver Dieter, Fuchs,“The Political Culture Paradigm”, en Russell J . Dalton y Hans-Dieter Klingrnmann (eds.), The Oxford Handbook of Political Behaviour, Oxford University Press, Oxford, 2007, pp. 161-184. El apoyo a la democracia en contextos de consolidación se puede consultarse en Michael Bratton y Robert Mattes, “Support for Democracy in Africa: Intrinsicor Instrumental?” en British Journal of Political Science, núm. 31-32, 2001, pp. 447-474. En México, son pioneros los estudios de Schedler y Sarsfield, Op. cit. y de Moreno, El apoyo a la democracia en México, Op. cit.

6 Seymour Martin Lipset, “Some Social Requisites of Democracy: Economic Development and Political Legitimacy”, American Political Science Review, vol. 53, no. 1, 1959, p. 73.

7Sobre las estrategias de medición de la democracia como un concepto difícil de categorizar ver: David Collier y Steven Levitsky, “Democracy with adjectives: Conceptual Innovation in Comparative Research”, World Politics, no. 49, 1997, pp. 430-451.

8Fuchs, Op. cit. p. 163. Sobre las condiciones de apoyo a los valores de la democracia liberal ver: Dieter Fuchs, Democracy and Political Culture in Eastern Europe, Routledge, Londres, 2006.

9Sobre el estudio de la cultura política en el marco del cambio político en México véase: Jorge Buendía y Alejandro Moreno, La cultura política de la democracia en México, 2004. México en los tiempos de competencia electoral, ITAM y Vandervilt University, México, 2004; Alejandro Moreno, “El apoyo a la democracia en México: análisis y diagnóstico de la ENCUP”, Cultura política y participación ciudadana en México antes y después de 2006, SEGOB, México, 2007, pp. 35-57; Jacqueline Peschard, “La cultura política después de la alternancia”, ponencia presentada en LASA, 2003.

10 Rodolfo Sarsfield, “La racionalidad de las preferencias políticas en México. Estudios recientes de opinión pública y comportamiento electoral”, Política y gobierno, México, vol. XIV, núm. 1, 2007 p. 145.

11 Rafael Segovia, La politización del niño mexicano, El Colegio de México, México, 1975.

12Al respecto ver: Buendía y Moreno, Op. cit. Y también Pablo Parás García, Carlos López Olmedo y Dinorah Vargas López, Cultura política de la democracia en México, 2010. Consolidación democrática en las Américas en tiempos difíciles, DATA. Opinión Pública y Mercados, Vandervilt University, 2010.

13Ricardo Becerra, Pedro Salazar y José Woldenberg, La mecánica del cambio político en México. Elecciones, partidos y reformas, Cal y Arena, México, 2000. También: Peschard, Op. cit. y Moreno Op. cit.

14Bratton y Mettes, Op. cit.

15 Loredana Sciolla, Complessità sociale e identità, Milán, Franco Angeli, 1983.

16 Peter L. Berger y Thomas Luckmann, La construcción social de la realidad, Amorrortu, Buenos Aires, 1967.

17 René Millán Valenzuela, “Incertidumbre y miedo: visiones sobre la modernidad”, en Pamplona, Francisco (ed.), Paradojas del miedo, México, Universidad Autónoma de la Ciudad de México, 2009, pp.85-136.

18Actualmente existen muchos estudios de opinión y encuestas sobre temas políticos en México, como Latinobarómetro que se levanta regularmente desde 1995 o la Encuesta Nacional de Valores de 2010 de la Fundación Este País; pero aunque existen problemas metodológicos en la ENCUP, es el instrumento más útil y de libre acceso para realizar estudios sobre los valores democráticos. En relación con una crítica a la metodología de la ENCUP, ver Moreno, Op. cit. especialmente, pp. 36-45.

19Ver Schedler y Sarsfield, Op. cit., pp. 125-133.

20La ENCUP es una encuesta a cargo de la Secretaría de Gobernación, cuyo cuestionario se hace a población mexicana mayor de 18 años en sus viviendas. El diseño muestral es probabilístico, trietápico, estratificado y por conglomerados. Se ha levantado en cinco ocasiones: 2001, 2003, 2005, 2008 y 2012. Aunque se pensó originalmente como tipo panel, no se le ha dado un seguimiento riguroso a los cuestionarios, muestras ni periodos de levantamiento. En 2001 la n=4,183 y en 2012 n=3,750.

21 Samuel Barnes, “Electoral Behaviour and ComparativePolitics”, en Mark Irving Lichbach y Alan S. Zukerman (eds.), Comparative Politics: Rationality, Culture, and Structure, Cambridge University Press, Nueva York, 1997, p. 123.

22Es importante señalar que el fraseo de la ENCUP 2001 sobre el apoyo a la democracia es sensible a las percepciones entorno a las condiciones económicas, al estar ligadas las opciones de respuesta sobre las preferencias por la democracia con condiciones de bienestar económico.

23A través de preguntas indirectas sobre las preferencias y actitudes ciudadanas, es posible construir “subtipos disminuidos” de demócratas como estrategia metodológica, evitando así el problema del “estiramiento conceptual” al momento de clasificar casos difíciles por su cercanía. Sobre el punto véase Collier y Levitsky Op. cit. y Schedler y Sarsfield Op. cit.

24 Michelangelo Bovero, Los adjetivos de la democracia, IFE, Conferencias Magistrales No. 2, México, 1997.

25 Robert Dahl, La Poliarquía. Participación y oposición. Editorial Rei, México, 1993.

26Esta proporción se modifica sensiblemente si tomamos en cuenta a los “autoritarios”, entre quienes 63% se manifiesta por la pluralidad de ideas y 37% por la uniformidad.

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