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Revista interdisciplinaria de estudios de género de El Colegio de México

versão On-line ISSN 2395-9185

Rev. interdiscip. estud. género Col. Méx. vol.6  Ciudad de México  2020  Epub 09-Set-2020

https://doi.org/10.24201/reg.v6i0.510 

Artículos

El mito de la cancha neutral: la asignación generizada en las redacciones de la prensa deportiva

The Myth of the Neutral Field: The Gendered Assignment of Work in Sport Journalism Newsrooms

Claudia Ivette Pedraza1 
http://orcid.org/0000-0001-8038-6473

1Facultad Mexicana de Arquitectura, Diseño y Comunicación. Universidad La Salle, Ciudad de México, México. email: claudia.pedraza@lasalle.mx


Resumen

El objetivo de este texto es describir la forma en la cual la lógica de género, de la cultura periodística, incide en las posibilidades que tienen las mujeres para ocupar posiciones de mayor jerarquía y reconocimiento en el ejercicio del periodismo deportivo. A través de entrevistas con periodistas se analiza la asignación generizada, entendida como la división sexual del trabajo periodístico, que determina cuáles son los temas y labores propios de las mujeres. Lo anterior dificulta obtener el reconocimiento necesario para publicar una columna y se convierte en una de las barreras invisibles para acceder a puestos de decisión en la estructura de las redacciones.

Palabras clave: periodismo; deportes; género; división sexual del trabajo; desigualdad

Abstract

This article seeks is to describe how the gender logic of journalistic culture affects women´s likelihood of being appointed of senior positions and of gaining recognition in the world of sports journalism. Through interviews with journalists, this paper analyzes the gender-based division of journalistic work that determines which subjects and sports are suitable for women journalists. This barrier makes it harder for women to obtain the necessary recognition to publish a column, and becomes a glass ceiling effectively preventing them from assuming decision-making roles in newsrooms.

Keywords: journalism; sports; gender; sexual division of labor; inequality

Introducción ¿Por qué seguimos hablando de “primeras mujeres” en el deporte?

Marion Reimers, el 1 de junio del 2019, se convirtió en la primera mujer mexicana (y latinoamericana) en participar en la narración televisiva de la final del partido de la Champions League, uno de los torneos futbolísticos de mayor relevancia en el mundo. Mientras las redes sociodigitales se dividían entre el rechazo (criticando su voz, su estilo y el hecho de que por “ser mujer” la dejaran narrar) y el apoyo (como una muestra del avance de las mujeres en ese terreno), la periodista lanzaba una pregunta: ¿qué pasa en el periodismo deportivo que más de cien años después de su surgimiento seguimos hablando de “primeras mujeres”?

En efecto, a pesar de que el ingreso de las reporteras a las redacciones de deportes en México data de mediados del siglo pasado, su participación en roles de mayor reconocimiento y jerarquía se sigue presentando como una novedad. Esta resistencia se deriva de la constitución del deporte como un espacio propio de la masculinidad, lo que ha configurado diferentes mecanismos para excluir a las mujeres de todos los ámbitos relacionados, incluido el periodismo. No obstante, en las redacciones se niega la existencia de estos mecanismos que están normalizados en la cultura profesional, con la falacia de que “no hay hombres ni mujeres, solo periodistas”.

En este trabajo se busca describir la forma en la cual la lógica de género, de la cultura periodística, incide en las posibilidades de las mujeres para ocupar posiciones de mayor jerarquía y reconocimiento al interior de las redacciones de deportes1.

La cultura periodística generizada en las redacciones de deportes

Los estudios feministas, retomando diversos enfoques teóricos, han señalado las limitaciones para el acceso y la participación de las mujeres en el periodismo. Para este trabajo se retoma la perspectiva de las Gendered Newsroom Cultures o Gendered Journalist Cultures (Culturas Periodísticas Generizadas2), procedente del Enfoque Culturalista del Periodismo. Esta visión señala la existencia de una cultura periodística definida como un conjunto específico de ideales, valores, reglas y prácticas de cómo hacer las cosas, que es aceptado, aprehendido e internalizado por quienes trabajan en el ámbito periodístico con el fin de legitimar su ejercicio profesional (Ross, 2004; Melin-Higgins, 2008; Byerly C. , 2014; De Bruin, 2014; North, 2016; Shor, Van de Rijt y Miltsov, 2019). El Enfoque Culturalista señala que la identificación del colectivo de periodistas con dicha cultura depende de una serie de variables como la clase, la raza, el nivel de escolaridad y el género. Pero, para la perspectiva de las Gendered Newsroom Cultures la cultura periodística es una construcción masculina, por lo cual el género no es una variable, sino un componente estructural de la misma. Existe una lógica de género que legitima las prácticas, los contenidos y las personas que ejercen el periodismo (Djerf- Pierre, 2007; Melin-Higgins, 2008; Lofgren-Nilsson, 2010; North, 2016a, 2016b; Barnes, 2017).

Si los hombres han tenido el control de las instituciones de los medios, entonces han tenido la opción de definir no sólo cómo se deben organizar estas instituciones, sino también, como consecuencia de ello, lo que el periodismo debe ser (Melin-Higgins, 2008, p. 46).

Lo anterior quiere decir no solo que los hombres dominan los espacios periodísticos, sino que toda la labor periodística privilegia el referente de lo masculino. Esto ocurre porque en la cultura periodística existe una matriz dicotómica fundamentada en la lógica de género, por la cual se asignan valores, ámbitos de acción y modos masculinos y femeninos de hacer periodismo3 (Ver Tabla 1).

Tabla 1: Matriz dicotómica de la lógica de género del periodismo 

Matriz de lo masculino en el periodismo Matriz de lo femenino en el periodismo
Esfera pública / elites Esfera íntima / vida cotidiana
Perspectivas masculinas/fuentes autorizadas Perspectivas femeninas/fuentes periféricas
Distancia / neutralidad /objetividad Intimidad / empatía /subjetividad
Intereses profesionales orientados a lo públicamente relevante Intereses personales orientados a la audiencia

Fuente: elaboración propia retomando los trabajos de Lôfgren-Nilson, 2004, p. 81; Djerf-Pierre, 2007, p. 97; Melin-Higgins, 2008, p. 200.

En función de esta matriz se establecen clasificaciones dicotómicas sobre habilidades, puestos y valores de lo que corresponde hacer a hombres y mujeres en el periodismo. Un primer problema es que esta dicotomía no se cuestiona porque está encubierta por la mascarada de la neutralidad, denominada así por Juana Gallego. Es decir, la cultura periodística normaliza la matriz dicotómica, negando la idea de la incidencia del género en el ejercicio periodístico. Entonces, se concibe que las redacciones son una cancha neutral, recuperando el argot deportivo, donde cualquiera puede entrar al juego del periodismo. Con esta mascarada se ocultan las jerarquías basadas en la lógica de género, que determinan las posiciones desde las cuales los sujetos pueden ejercer:

Porque el pequeño microcosmos que conforman las redacciones funciona como cualquier otro colectivo humano, mediante diversas y complejas interacciones simbólicas, donde la actuación de cada uno en relación con los demás define con mayor o menor precisión la posición social de cada cual. Se está más o menos respetado, más o menos tenido en cuenta, las opiniones influyen en mayor o menor medida, el valor que se otorga a cada persona varía en función de todas esas sutiles y a veces casi imperceptibles actitudes que sólo ese colectivo, desde dentro, puede interpretar (Gallego, 2013, p. 35).

La mascarada de la neutralidad encubre que la condición, la situación y la posición de género producen diferencias sustanciales para el ejercicio periodístico. Estas tres categorías son las que, de acuerdo con Lagarde (2005), nos permiten comprender las posibilidades de acción de los sujetos en un ámbito específico. En primer lugar, está la condición de género definida como el conjunto de circunstancias, cualidades y características esenciales que definen a mujeres y hombres como seres sociales y culturales. En función de esta condición, la participación de las mujeres en el periodismo se limita a temas, fuentes y formatos que se consideran acordes para las periodistas: notas de la sección de sociales, hogar y estilo; temas del ámbito doméstico, del cuidado de los hijos, de belleza, de salud, de moda; enfoques ligeros, sentimentales o triviales. Después, está la situación de género que se refiere al conjunto de posibilidades y restricciones derivadas de la condición genérica en determinadas circunstancias históricas. Es decir, existen limitantes concretas que las mujeres experimentan en las diversas esferas de la actividad periodística: rutinas creadas para los hombres, acoso sexual, remuneración desigual, poco reconocimiento y visibilidad, barreras ocultas para alcanzar los ascensos laborales. Por último, la posición de género define al conjunto de situaciones que limitan las posibilidades de modificar el lugar que se ocupa dentro de las estructuras de poder. En el quehacer periodístico, la posición de género se manifiesta en los puestos asignados, en el grado de reconocimiento de las tareas que se desempeñan y en la participación a nivel directivo. Pero, usualmente las mujeres encuentran dificultades para acceder a mejores puestos, obtener reconocimiento y participar a nivel directivo.

No obstante, las estadísticas señalan un aumento en el ingreso de las mujeres al ámbito periodístico; por ejemplo, el último informe del Global Monitoring Media Project (GMMP, 2015) señala que a nivel global las mujeres ocupan el 37% de los puestos de los medios informativos, pero solo acceden al 26% de los cargos de decisión. En el caso particular de México, este mismo informe indica que solo 24 de cada 100 noticias son presentadas/escritas por mujeres. Esta disparidad es un primer indicador de la existencia de barreras invisibles4 en los itinerarios laborales, que ocultos tras el supuesto de la neutralidad de las redacciones producen desigualdad para el ejercicio profesional. Esta se acrecienta cuando la participación femenina se vincula con una de las áreas de mayor resistencia a la presencia de las mujeres: el periodismo deportivo. Las periodistas deportivas comparten las dificultades con mujeres que trabajan en otras áreas del periodismo (brechas salariales, dificultad para compaginar la profesión con las responsabilidades familiares y domésticas, acosos, techos de cristal para acceder a los puestos de decisiones, etcétera.) además se enfrentan a un ámbito temático que se considera de dominio masculino. En trabajos anteriores se ha abordado la forma en la cual el espacio deportivo se ha configurado como uno propio de los varones porque en él convergen valores, atribuciones y cualidades que caracterizan el modelo hegemónico de la masculinidad (Pedraza, 2012, 2016). Además de significar a los sujetos, la masculinidad atraviesa los discursos que dan sentido a las prácticas y representaciones surgidas en las canchas, en las tribunas, en todas las áreas deportivas. Desde el momento en que el deporte se conforma como un ámbito masculino, se configura ajeno para lo femenino; la categoría que explica la relación de las mujeres con el deporte es la ajenidad5, lo cual implica que:

  1. la presencia femenina en cualquier ámbito deportivo quede marcada como carente de poder;

  2. la presencia femenina en el deporte se concibe como una invasión;

  3. para revertir esa invasión se generan mecanismos de exclusión normalizados; y

  4. las mujeres deben generar tácticas para apropiarse de los escenarios, valores y prácticas que se les presentan como ajenos.

Ya sea como practicantes, como entrenadoras, como gestoras o como periodistas, la ajenidad marca el quehacer de las mujeres. En el caso del periodismo deportivo esta se combina con la cultura generizada de las redacciones, lo que representa una doble resistencia. Las estadísticas dan cuenta de ello: la International Sports Press Survey (2013) reporta que el 92% de las informaciones firmadas en la prensa deportiva están escritas por hombres. En países como Estados Unidos donde las mujeres tienen décadas dentro de las redacciones deportivas, el porcentaje de reporteras (19.2%), columnistas (12.5%) y editoras (9.8%) no supera ni la quinta parte de la plantilla de los medios (Woman Media Center, 2017).

En México, los monitoreos señalan que solo 9.2% de quienes escriben en las secciones deportivas son mujeres, similar al 10% registrado en los puestos de edición o coedición (Pedraza, 2015); sin embargo, los porcentajes disminuyen drásticamente cuando se trata de acceder a la posición de columnistas o analistas (1%). Los datos confirman la existencia de estas barreras, pero la pregunta que surge es: ¿cómo se normalizan en la cultura profesional? La hipótesis que se propone es que a partir de la asignación generizada de contenidos, roles y posiciones clasificados como propios para hombres y mujeres, se incide en las posibilidades de acceder a una columna y de ocupar un puesto de decisión; es decir, se origina un primer mecanismo para normalizar la desigualdad en las redacciones de deportes.

Estrategia Metodológica

La ruta metodológica contempló la recuperación de la experiencia de las mujeres a través de la entrevista semi-estructurada, que incluye una guía de temas predeterminados que pueden adaptarse o modificarse sobre la marcha de la conversación (Blazquez Graf y Bustos Romero, 2008, p. 52). En este caso, la guía de entrevista se diseñó en torno a tres categorías temáticas que dan cuenta de la asignación generizada: a) las fuentes, temas y enfoques asignados; b) la participación en espacios de opinión (columnas y artículos); y c) el acceso a puestos de decisión. Cada bloque temático se estructuró con el “enfoque de embudo”, que inicia con preguntas generales para luego enfocarse con temas más limitados o específicos.

Se entrevistó a trece periodistas de siete diarios mexicanos: diez reporteras, dos columnistas y una coeditora-reportera (Tabla 2). Se seleccionó a la prensa escrita por considerar que la situación de invisibilidad es mayor en este medio (al no tener la referencia audiovisual con la que cuentan las mujeres que trabajan en la radio o en la televisión deportiva). Para la selección, primero se revisó el Padrón Nacional de Medios Impresos (PNMI) a fin de enlistar a los diarios de circulación nacional con sección deportiva. De 15 diarios con esta característica, se descartaron aquellos que no registraran mujeres en su plantilla de redacción6. La lista final se integró de 13 periodistas con distintos años de trayectoria y en diarios de diferente índole, a fin de garantizar la diversidad de experiencias. Así, se entrevistó a representantes de tres periódicos de información general con sección deportiva extensa7 (El Universal, Reforma y Milenio), dos periódicos de información general con sección deportiva limitada (La Jornada y La Crónica), un periódico deportivo (Récord) y un periódico especializado en finanzas con sección deportiva (El Economista). Además, se realizaron entrevistas complementarias a cuatro editores de los mismos diarios, a fin de explorar las dinámicas de asignación de temas y labores en las redacciones (Tabla 2). Para definir el número final de entrevistas se utilizó el criterio de saturación teórica, que establece un límite cuando no se genera ninguna información adicional que permita desarrollar nuevas propiedades en las categorías analizadas (Flick, 2007, p. 79). Las entrevistas se realizaron a lo largo de dos años8, en los lugares de trabajo de las entrevistadas, en dos sesiones con cada periodista.

Tabla 2: Lista de personas entrevistadas 

Periódico

Puesto /deporte

Años dedicados al periodismo deportivo

Grado de escolaridad

Clave

La Afición

Reportera/Box

10 años

Licenciatura

RA1

Reforma

Reportera/ Futbol

26 años

Licenciatura

RA2

La Crónica

Reportera /Deporte Olímpico

24 años

Licenciatura

RA3

El Economista

Coeditora/Deporte Olímpico

12 años

Maestría

RA4

La Jornada

Reportera /Deporte Olímpico

28 años

Licenciatura

RA5

La Jornada

Reportera /Futbol

24 años

Licenciatura

RA6

Récord

Reportera /Deporte Olímpico

11 años

Licenciatura

RA7

Récord

Reportera /Futbol

9 años

Licenciatura

RA8

La Afición

Reportera/Futbol

11 años

Licenciatura

RA9

El Universal

Reportera /Deporte Olímpico

12 años

Licenciatura

RA10

Reforma

Reportera /Deporte Olímpico

7 años

Licenciatura

RA11

Récord

Columnista

8 años

Maestría

RA12

El Universal

Columnista

10 años

Maestría

RA13

El Economista

Editor

13 años

Licenciatura

E1

Récord

Editor

10 años

Licenciatura

E2

La Jornada

Editor

34 años

Licenciatura

E3

La Afición

Editor

13 años

Licenciatura

E4

Fuente: Elaboración propia

La totalidad de las entrevistadas tiene estudios de licenciatura, nueve en instituciones públicas (FES Aragón, FES Acatlán, FCPyS, FFyL, todas de la Universidad Nacional Autónoma de México) y cuatro en escuelas privadas (Escuela de Periodismo Carlos Septién García, EPCSG, El Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, ITESM, y Universidad del Valle de México, UVM). Únicamente dos periodistas no estudiaron Comunicación o Periodismo -Derecho (columnista) y Filosofía y Letras (reportera) -, pero en ambos casos, ingresaron a los medios sin ejercer ni especializarse en su carrera. Las tres periodistas con un grado superior a la licenciatura ocupan las posiciones de mayor jerarquía (columnista, coeditora). En contraparte, el máximo grado de estudios de los cuatro editores es el de licenciatura. Esto nos habla de una mayor exigencia de preparación para las mujeres que quieren acceder a los puestos de mayor jerarquía en las redacciones, la cual puede ser impuesta por quienes dirigen los periódicos, o autoimpuesta por las propias periodistas (a fin de contar con un respaldo académico para enfrentar el cuestionamiento a su capacidad).

Al revisar la edad y trayectoria de las entrevistadas, se hace evidente una brecha de casi diez años. Aquellas periodistas que iniciaron su trayectoria antes del año 2000 superan los 40 años de edad y cuentan con más de 20 años en las redacciones; en contraparte, las periodistas que ingresaron después de esa fecha son menores a los 36 años de edad, con un promedio de diez años como periodistas. Es decir, no se registran reporteras con 15, 18 o 20 años de trayectoria (que corresponde al rango de edad entre los 35 y 45 años). La pregunta que sugiere este dato es: ¿qué provoca que las mujeres de estas edades no estén presentes en las redacciones?

Otra de las relaciones entre edad y trayectoria indica dificultades en el acceso a los puestos de decisión. Ninguna de las cuatro reporteras con más de 20 años de trayectoria cuenta con un cargo de edición o es titular de un espacio de opinión. La revisión de trayectorias sugiere que, sin ser masivo, el acceso a las redacciones de deportes para la generación más reciente de periodistas presenta condiciones que les permiten ocupar una mejor posición. Esto se observa en las dos columnistas y la coeditora, todas menores de 40 años, con alrededor de diez años en el periodismo deportivo. Lo que estos datos sugieren es que la oportunidad de ocupar un puesto de decisión surge alrededor de los diez años de trayectoria, pero una vez que se cumple este periodo, se reducen las opciones: retirarse (por eso no se encuentran reporteras entre los 35 y 45 años), o permanecer como reporteras (lo que explica que las reporteras con más años de trayectoria no ocupen una mejor posición en las redacciones). Lo anterior tendría una estrecha relación con la condición de maternidad, cinco de las reporteras son madres, y ninguna de ellas ocupa cargos de edición en los diarios. Las edades y trayectorias de los editores permiten inferir condiciones distintas: tres de los cuatro editores son menores de 35 años (el otro supera los 50 años, padre de dos hijos). Asimismo, a todos les tomó menos de diez años acceder a una posición de mayor jerarquía. Es decir, el ascenso se presenta en un tiempo menor, y no está condicionado ni a la edad, ni a la paternidad. Con estos datos como preámbulo, en la exposición de resultados se desmenuzan las relaciones que sugiere esta primera revisión de trayectorias laborales9.

Resultados y Discusión

Deportes duros, deportes suaves y la visibilidad del trabajo

El periodismo es como el toro: no distingue géneros. Es muy sencillo: escriben bien o escriben mal” (E1). Afirmar que el periodismo no distingue géneros revela la creencia que el periodismo es un oficio difícil por igual para hombres y mujeres. Pero al recuperar la experiencia de las periodistas, se encontró que en las redacciones se ejecuta una asignación generizada que no permite jugar igual. Esta inicia con una división sexual del trabajo, a las mujeres se les destina a las tareas marcadas con menor valor, en la jerarquía de la cultura profesional, por considerar que al ser un ámbito ajeno tienen un déficit para ejercer el periodismo:

Entramos tres mujeres a hacer prácticas, extrañamente mujeres en deporte y nos preguntaban: “¿y sí saben de deportes?” (RA11).

No me creyó mucho que fuera mi legítimo interés, él pensaba que quería ser famosa, pero realmente hablar del deporte y llevar mi pasión de toda la vida a otro nivel, no (RA13).

Empecé cuando tenía 19 años, llegué a Deportes y el editor me dijo: pues esta es tu única oportunidad de reportear, debes de aprovecharla, pero yo creo que las mujeres son muy pendejas. Y yo dije: ¿por qué somos pendejas? Respondió: porque no entienden de deportes (RA1).

El ingreso de las reporteras al periodismo deportivo está marcado por un cuestionamiento constante sobre sus conocimientos, su interés y su lugar en la profesión, según expresan en sus testimonios. A pesar de ingresar en diferentes décadas, la totalidad de las entrevistadas enfrentó la percepción (de los otros) de que las mujeres no saben de deportes; por esta creencia, cuando llegan a las redacciones se les suele asignar las tareas consideradas de menor jerarquía: “el jefe de información me fue pidiendo que me hiciera cargo de las cuestiones deportivas que nadie quería tomar y no había nadie que pudiera hacerse cargo de ellas, porque eran así como las de relleno” (RA2).

Además de tareas, en las redacciones se reconoce la existencia de una jerarquía de temas y disciplinas de la agenda deportiva, que según editores y reporteras depende del interés de los patrocinadores y del público lector; por eso, editorialmente se privilegian ciertos contenidos (como el futbol y otros deportes varoniles profesionales). No obstante, en las entrevistas se revela que no es solo el interés de patrocinadores y público lo que determina la jerarquía de los deportes y temas en la agenda deportiva. En las secciones de deportes se ha generado una clasificación de las disciplinas: los deportes “duros” (deportes profesionales y de combate, mayoritariamente practicados por hombres y caracterizados como masculinos) y los deportes “suaves (disciplinas del programa olímpico, de carácter amateur, y en las que también participan mujeres). Esta división surge de la matriz dicotómica de la cultura periodística, que también establece jerarquías de género. Así, los deportes duros con mayor relevancia en la agenda informativa, son asignados a los reporteros: futbol, box, béisbol, automovilismo, etc. En contraparte, por esta asociación con lo femenino y por su menor jerarquía informativa, los deportes suaves son asignados a las reporteras con la idea de que a las mujeres se les da mucho mejor su cobertura:

Las chavas le entran más al deporte amateur, y lo manejan muy bien, a las mujeres sí se les da mucho mejor. No quiero parecer sexista, no quiero decir que las mujeres solo sean buenas para esto y no para otras cosas, pero al menos lo que yo he visto es que sí tienen cualidades distintas que el sexo masculino (E2).

Este testimonio muestra que además de la naturalización de las fuentes, hay una naturalización de las cualidades consideradas propias de las mujeres que, por pertenecer a la matriz dicotómica de lo femenino, se caracterizan como enfoques suaves:

Sí se nos facilitan o dificultan cosas. Por mi experiencia, creo que los hombres o algunos hombres, porque también no todos, son como muy buenos para las estadísticas, y quizá a veces una no tenga ese dato de que en 1987 sucedió tal cosa, o del 60 por ciento de los goles que lleva fulanito. Quizás las mujeres no somos tan buenas para eso, debe haber quienes sí lo sean, y quizás eres buena para destacar las experiencias, lo que sucedió, lo que la mamá dijo, como más de las historias (RA10).

Así, desde la matriz de lo masculino/lo femenino del periodismo, los reporteros son asociados con los enfoques duros que implican datos, aspectos técnicos y estadísticas; en tanto que los enfoques que resaltan la sensibilidad, el lado humano, los detalles, se relacionan con la labor de las reporteras como patrimonio genérico:

Pues mira, a mí siempre me dicen que soy buena para las entrevistas. A lo mejor no es de mi área y me piden a mí hacer una entrevista, buscar a un familiar del deportista, porque dicen que tenemos otra sensibilidad, cuestión que a ellos a lo mejor por su género no la detectan. No sé si eso sea tan real, a lo mejor es porque les gusta la forma de escribir, o porque creen que te puede salir el lado más sensible, que puedes hacer llorar a esa persona. Pero más allá de eso, creo que no hay diferencias (RA7).

Lo que se puede inferir es que el conjunto de periodistas acepta la naturalización de los deportes y los enfoques como masculinos/duros o femenino/suaves y los asocia a cualidades que se suponen inherentes a cada sexo. Pero en esta aceptación, también se normaliza la jerarquía de género que conllevan estas dicotomías.

La asignación generizada y jerarquizada en las redacciones provoca tres problemáticas: a) complica la entrada y permanencia de las periodistas en la cobertura de los deportes “duros”; b) aleja a las periodistas que cubren los deportes “suaves” de la visibilidad y el reconocimiento de su trabajo; y c) produce tareas estereotipadas para las periodistas en los espacios deportivos.

En relación con la primera problemática, si bien los editores expresan que en la asignación de deportes no hay “una incidencia del género”, los testimonios de las reporteras hacen evidentes las complicaciones para ser asignadas a los deportes duros, donde hay una mayor competencia por los puestos con los varones:

Estábamos cuatro mujeres en el área de deportes, pero éramos puras practicantes, todos los demás eran reporteros y pasaba algo muy simpático porque nuestro jefe no nos dejaba cubrir entrenamientos de futbol, nos mandaba a cubrir atletismo, otras cosas (…) yo me escapaba, las veces que yo fui a cubrir futbol fue porque mi amigo cubría los campamentos, y entonces le decía: oye llévame. Pero yo llegaba con alguna nota, mi jefe me decía: no, tu nota no entra. Y entonces como mujer nunca podías imaginar hacer una nota de futbol (RA4).

La verdad no sabía decirte por qué hay más mujeres en el deporte amateur. Sí me han comentado algunas compañeras que los editores prefieren que sean hombres los que vayan porque suponen que ellos saben más de futbol (RA8).

Yo me aviento cuatro años como auxiliar de reportera, porque no se abría la plaza, pero mi jefe siempre me dijo: cuando haya una oportunidad, vas a ser tú, no te desesperes. Cuando se abre la plaza, se abre en otros deportes, no en futbol. Y me dije: llevo cuatro años más, quien sabe cuándo vaya a abrir una plaza en futbol, mejor me la aviento. Entonces, me voy como reportera de deporte amateur, y renuncié a escribir de futbol (RA10).

Así, las mujeres que buscan cubrir los deportes duros compiten por estos espacios sabiendo de antemano que son asignados de forma preferente a los varones. Algunas de ellas renuncian a su deseo de cubrir este tipo de disciplinas, mientras que otras tienen que transitar desde la periferia, lo que complica su trayectoria, al destinarlas a tareas que también ostentan menor jerarquía:

Empecé como becaria, que no era ni auxiliar, estabas abajo del auxiliar. Entonces un día se hizo, así como una cadena de que se fue el reportero, subieron al auxiliar, de becaria subí a auxiliar, y luego se fue otro reportero, subieron al auxiliar, y a mí me dejaron en el lugar de este (…) como auxiliar me daban los equipitos de provincia, los que nadie tomaba en cuenta era con los que nos entretenían a las auxiliares (RA8).

Empecé cubriendo futbol llanero, me mandaban al campo más feo, a las ligas olvidadas, para que me aburriera (RA3).

Mi jefe me ha respaldado a pesar de que hay personas que no quieren que yo como mujer cubra a la selección mexicana. Él se estuvo peleando por decir: “ella cubre la selección mexicana, ella va a ir al Mundial”. Pero una sabe que es lo máximo a lo que puedes acceder cubriendo futbol, no les parece que una mujer sea la titular (RA9).

Como expresa este último testimonio, cuando logran acceder a tareas más valoradas en la jerarquía periodística (por ejemplo, cubrir al equipo nacional varonil) existe un mayor cuestionamiento sobre su capacidad, por considerar que ese tipo de trabajos es para los varones. Esto tendría relación con uno de los datos encontrados al revisar el grado escolar de las entrevistadas, en donde se revela que aquellas que tienen un puesto de mayor jerarquía cuentan también con un mayor grado de estudios (lo que no ocurre con los varones). Es decir, el nivel escolar constituye un argumento para enfrentar el cuestionamiento creciente que se presenta cuando ascienden en la carrera periodística.

En contraparte, una segunda problemática ocurre con las reporteras que están asignadas a las disciplinas suaves, quienes enfrentan la desvalorización de su trabajo. Al considerar que los deportes “duros” (principalmente el futbol) son los que dominan la agenda, las otras disciplinas pasan a segundo término. Las periodistas perciben que la información no obtiene la misma visibilidad, lo cual implica una pelea constante por los espacios en los diarios:

La mayoría de las historias se publican, pero sí he de reconocer que hay veces que tienen que pasar 15 días, un mes para que puedan publicarse (…) A veces sí batallas, porque obviamente tú traes tu tema y crees que podría ser importante para toda la gente el leer esa historia (RA10).

Llegaba un momento en que yo pensaba: es que mi nota si está buena, está buena mi entrevista, ¿por qué no la despliega o por qué le da un espacio tan chiquito? perdí todo el día en hacer la entrevista y le da dos párrafos (RA11).

En el periódico establecieron un sistema de premios, de medallas (…) pero después el proyecto se fue distorsionado y en un momento nos dimos cuenta de que premiaban más al futbol en el sentido de que quien cubría al América se había ganado cuatro premios en esa quincena porque tuvo al Piojo (Miguel) Herrera haciendo alguna tontería en la portada, aunque de periodístico no tuviera nada. Y ahí existía una diferencia que no se ve en nómina pero que sí se reflejaba en los premios, que al final era un monto extra de dinero (RA7).

En las frases de las entrevistadas se manifiesta la percepción de una valoración diferenciada del trabajo, en la cual su esfuerzo invertido no se refleja en los contenidos publicados, se les quita visibilidad y se generan estímulos laborales desiguales. No obstante, esta valoración diferenciada se atribuye a criterios netamente editoriales; es decir, aunque se reconoce que hay fuentes y enfoques que per se son atribuidos a las mujeres o los hombres, no se cuestiona esta asignación generizada sino que se asume como parte de la cultura del periodismo deportivo.

¿Opinar sobre deportes? el nulo acceso a los puestos de columnistas

La asignación generizada tiene una relación directa con las posibilidades de acceder a la posición de columnistas por dos cuestiones: a) porque la mayoría de las columnas deportivas que se publican en la prensa tratan de futbol10 y b) porque estar asignada a fuentes de menor jerarquía implica un menor reconocimiento, este es un requisito indispensable para escribir una columna. No obstante, desde las redacciones se mantiene el argumento de la cancha neutral: los editores sostienen que existen las mismas posibilidades para que las mujeres escriban una columna, aunque las reporteras se enfrenten a lo contrario en sus itinerarios:

Si me preguntas ahorita que estamos escasos de columnistas mujeres, quizá también es porque no quieren, porque sí hay mujeres que podrían hacer sus columnas: Betty Pereira, Betty Vázquez, Gabriela Fernández de Lara, que son gente que sabe mucho, que tienen aptitudes de sobra para poder escribir una columna (E2).

¿Mujeres columnistas? ¿Opinar de futbol, que es como ciencia nuclear? No, no, eso solo lo pueden hacer los hombres porque tienen una brillantez tremenda (en tono sarcástico). Así es como piensan en las redacciones y es una lástima, porque ahí sí es donde sale todo el tema de los cotos de poder. Con todo y el amor por mis colegas, hay muchas columnas que yo he leído que son malísimas, que no dicen nada (R11).

En este par de fragmentos se manifiesta una percepción diferenciada de las razones de la ausencia de mujeres columnistas en los diarios, el editor reconoce la existencia de mujeres con capacidad pero que “quizá no quieren”; la periodista, una de las dos columnistas entrevistadas, expresa que la escasa presencia no obedece a la capacidad requerida para el puesto, sino que está relacionada con los prejuicios de los editores sobre las mujeres. En ninguno de los testimonios se nombra alguna relación entre la asignación generizada y las posibilidades de ascender a columnista. Por lo tanto, recuperando el apartado anterior, si los deportes duros como el futbol son asignados a los varones, ellos son quienes alcanzan el estatus de expertos en el tema.

Lo que valida el estatus de experto es: a) contar con una trayectoria en el deporte (lo que explica la existencia de columnistas que fueron futbolistas, aunque no sepan de periodismo) o b) tener una trayectoria reconocida en los medios. En cuanto al primer requisito notamos que los diarios no invitan a las mujeres futbolistas o a cualquier otra deportista por considerar que solo están calificadas para analizar al deporte femenil (que tiene mínima presencia en los medios). En relación con el segundo requisito, desde los puestos de decisión editorial la ausencia de mujeres se explica con el argumento de que no cumplen con el perfil requerido:

Estamos casados con ciertos columnistas o con ciertos personajes que llevan 20 años o más años hablando de cosas con un estilo ya comprobado, con un estilo hasta cierto punto exitoso. Los medios son reflejo de la sociedad. Y si quieren ver a Martinoli y a Luis García escribiendo cosas, pues eso les vamos a dar, porque ellos te van a generar ventas. Y mujeres con ese tipo de perfil no hay (E2).

Si te pones a checar, las columnas son de futbol, pareciera que no hay lugar para nuevas plumas. Yo no recuerdo hojear un periódico deportivo y haber leído una columna de una mujer que no sea la de Inés Sainz, y además sigue siendo de futbol (RA10).

En estos dos testimonios, se reconoce la existencia de un perfil de el columnista establecido por la cultura profesional en el que no encajan las mujeres, sin importar su trayectoria:

Hay muchas reporteras con una trayectoria de 20 años que bien podrían escribirte una mejor columna de las que a veces lees, pero creo que es una decisión de los dueños de las empresas (RA10).

No hay columnas porque no te dejan. Yo tenía mi columna, se llamaba "Huella Deportiva", pero ya no me la dejaron publicar, porque aparentemente, para ellos afectaba sus intereses (RA3).

Siento que, si bien el periodismo deportivo está abierto para las mujeres, se atora un poquito en que no podemos pasar de reporteras. Y por lo mismo de que no pasamos y estamos en una categoría más baja, tenemos pocos espacios para escribir (RA11).

¿Qué es entonces lo que puede facilitar el acceso a escribir una columna? En general, el perfil del columnista lo cumple quien, además de la trayectoria, cuenta con popularidad, la cual se obtiene a través de la exposición en los medios audiovisuales: “es la gente de la televisión a la que buscan, los mismos que acaparan la televisión tienen las columnas” (RA6). Para las reporteras, esto constituye un requisito desigual, ya que para aparecer en la televisión deben cubrir otro tipo de perfil, fundamentado en la imagen:

No se trata si tienes una trayectoria, ahora es de: tienes una buena imagen, sales en la tele, la gente te conoce, puedes tener una columna. Y como mujer, para que tengas una imagen fuerte en televisión es porque tienes cierto perfil, necesitas retratar bien, no ponerte esto porque te ves más llenita, y eso ya te discrimina, porque no debe contar la cuestión física sino lo que sepas en tu rama (RA9).

Creo que se ha tergiversado el rol de las periodistas, por la presencia femenina que sale a cuadro en programas deportivos, las utilizan para el comercial del producto “equis” o para que diga “equis” anuncio, pero en ningún momento las dejan hablar. Y entonces, aparecen como mujeres que no aportan al periodismo (RA7).

Las mujeres que tienen buena imagen generalmente se desempeñan en el rol de presentadoras o conductoras, asignadas a contenidos con los enfoques suaves, por lo cual existe la idea de que no cuentan con la capacidad necesaria para escribir una columna (asociada a los datos, las estadísticas y el análisis de los enfoques duros). “Se tiene la creencia de que ‘o se ve bonita o escribe bonito’, de que no tenemos las dos cosas en una misma mujer” (RA8). En virtud de este prejuicio se establece un círculo vicioso: a las periodistas se les exige popularidad como una demostración del reconocimiento requerido para acceder a una columna, esta popularidad se consigue principalmente por cumplir con un perfil basado en la imagen, pero si cuentan con este perfil automáticamente reciben una descalificación que pone en duda sus cualidades para convertirse en columnistas. Entonces, aunque desde la redacción neutral se argumente que no hay mujeres columnistas porque no quieren, los testimonios muestran que en las trayectorias laborales se van tejiendo diferentes criterios editoriales que las alejan de este acceso.

Para las pocas mujeres columnistas que logran superar esos criterios, la permanencia en estos espacios no depende de la evaluación del trabajo periodístico, sino de los intereses de quienes ocupan los puestos de decisión. Puestos que en su mayoría están ocupados por periodistas varones ya que, como se ha dicho, el acceso a las jefaturas de información, edición o coedición también está generizado.

Y las jefas de deportes ¿para cuándo? El acceso a los puestos de decisión

En la trayectoria laboral de las periodistas el acceso a los puestos de decisión se restringe por dos cuestiones: a) un menor número de puestos disponibles y b) un mayor cuestionamiento a sus capacidades. En el transcurso de su carrera periodística, las jefaturas de las redacciones presentan con mayor claridad las resistencias fundamentadas en la naturalización de las labores que “corresponden” a cada sexo:

¿Que por qué no hay mujeres como editoras? Si apenas hay reporteras ¿de dónde van a salir las editoras? (R11).

Creo que tiene que ver con este estigma de que la mujer ha ganado terreno y todo, pero no está apta para dirigir una sección de deportes, que se me hace absurdo, porque si ya hay primeras ministras, presidentas, juezas, ¿por qué no una directora de deportes? Pero tristemente en este país aún está muy arraigado el que los deportes son para hombres. Y las mujeres, pues que se encarguen de dirigir secciones de salud, cultura, espectáculos, pero no deportes (RA3).

El dirigir a la gente no es nada fácil, tienes que lidiar con muchos egos (…) Yo tomé el mando de Señor Futbol y era rarísimo que una mujer hiciera un semanario de futbol. Es muy complejo, tienes que lidiar con la misoginia oculta de algunos que dicen: ¿por qué está una mujer aquí? (RA2).

Al escaso número de puestos y al cuestionamiento explícito, se le suman otro par de factores derivados de orden de género, pero que aparecen como ajenos al ejercicio periodístico: la falta de disponibilidad a causa de las responsabilidades domésticas atribuidas a las mujeres, y las exigencias de la maternidad. En relación con el primer elemento, el periodismo se concibe como una profesión demandante que requiere de una total disponibilidad, especialmente cuando se ocupa un puesto de decisión:

Al menos aquí las cargas de trabajo son muy fuertes, no quiero decir que no lo hagan las mujeres, pero para estar en un puesto de edición o de directora necesitas tener, de las 24 horas, 18 dedicadas a esto. Yo estoy aquí desde las 11 de la mañana y salgo a la una de la madrugada. Entonces estamos hablando de que, si empezaste a los 20 o 25 años, estarás alcanzando puestos de editor entre los 30, 35 o 40 años. ¿Qué pasa entre los 30 y 40 años en las mujeres? Bueno pues se casan y sobre todo el tiempo de la familia les pega mucho (E2).

El testimonio de este editor manifiesta la percepción de incompatibilidad de los puestos de decisión con las responsabilidades familiares, asignadas exclusivamente a las mujeres. Esto supone una desventaja frente a sus colegas varones quienes socialmente no cargan con responsabilidades domésticas, y por lo tanto tienen mayor disponibilidad de horarios y rutinas. No obstante, esta desventaja es invisibilizada porque se asume que las mujeres cuentan con menos disponibilidad por razones que se consideran “personales”, cuando obedecen a mandatos sociales generizados. Esto explica que en el periodismo, las oportunidades sean mayores para las mujeres con menores responsabilidades familiares y domésticas; es decir, mujeres disponibles para los imprevistos de la profesión como viajes no planeados, tiempos laborales indefinidos, coberturas inesperadas etc.

Siempre me decían: si eres periodista terminas alcohólico, o terminas solo o terminas divorciado. Y he comprobado que sí es cierto, muchas compañeras que realmente quisieron tener una vida familiar dejaron la profesión porque estar de reporteras es tener una vida de sube y baja. Y la responsabilidad de un hogar, en nuestra sociedad, se sigue achacando a la mujer, no puedes tener una prioridad distinta a esa. Yo estoy sola, y eso me ha permitido muchas cuestiones profesionales, pero sí es complicado mantener relaciones personales con una profesión que es demandante y para la que requieres total disposición (RA3).

Yo siento que no es difícil, porque puedo estar lavando mi ropa mientras checo mi computadora o puedo estar haciendo la comida mientras estoy con el teléfono, no tengo que parar el mundo para lavar ropa, siento que es una cuestión de organización. Creo que nos inculcan la idea de que laboralmente tienes que realizarte y luego ya hacer tu vida. La idea de "me voy a casar" parece determinar la estancia, como si esta profesión fuera incompatible con la vida doméstica (RA1).

Así, como en otros espacios, en el periodismo se articula la exigencia de la doble presencia para las mujeres, es decir, la obligación de desempeñarse efectivamente tanto en el espacio de trabajo como en el doméstico (Burin, 2012, p. 231). Ante la imposibilidad de cumplir con esta doble presencia, surge una disyuntiva exclusiva para la trayectoria laboral de las mujeres cuando tienen puestos de editora, jefa de sección o coordinadora de información (especialmente si ejercen la maternidad).

De pronto tú te vas una semana, dos semanas, o todo un mes al mundial, y con el machismo que existe, no cualquiera. Hay pocas casadas y están casadas gracias a que el marido va por los niños, o se queda haciendo otra función dentro del equilibrio de la casa, porque las reporteras andan en la calle, salen temprano, regresan tarde, tienen que correr todo el tiempo (E3).

Aquí tuvimos dos coeditoras que se embarazaron, regresaron, pero sí es muy muy pesado, y me dijeron: “sabes qué, prefiero estar con mi hijo”, y hay que respetarlas (E2).

Yo duré como editora tres años, me embaracé, y mi jefe se portó conmigo del uno, porque en muchas ocasiones embarazarte significaba ya la pérdida, regresabas a que te pusiera como mueble viejo y orillarte a renunciar (…) faltaba una semana para regresar de la cuarentena y él mismo me habló. Entonces la verdad le dije: “editando no, porque yo necesito darme una escapada para darle de comer, para llevarlo, para verlo, y editando tienes que hacer una junta editorial y la junta editorial no puede esperar a que vayas a ver el pequeño y lo recojas” (RA2).

Estos testimonios coinciden en concebir los puestos de decisión del periodismo como incompatibles con la vida doméstica y familiar. Por eso, la renuncia a estos aparece como una decisión netamente personal, aunque confluyen diferentes factores que dificultan la permanencia, como una cultura profesional demandante, la exigencia de la doble presencia y las responsabilidades de la maternidad, con la carga social que conlleva para las mujeres.

Lo que las voces de periodistas aquí presentadas han mostrado es que, tras la mascarada de la neutralidad, las barreras invisibles se normalizan en la cultura de las propias redacciones; se argumenta que el acceso de las mujeres al ejercicio periodístico, a las columnas y a los puestos de decisión editorial, depende del trabajo de cada reportera y no de la forma en que se estructuran las oportunidades laborales. Es decir, se considera un problema personal y no estructural:

En otros lados es diferente, pero el periodismo deportivo en este país, y en la gran mayoría de los países de nuestra región, no funciona así. Queremos pensar que si las mujeres trabajamos llegaremos y desafortunadamente no es así (RA12).

La mujer siempre la tiene más complicada, es un tema de machismo que tenemos desde hace muchos años. De a poco se va quitando, pero sigue. Todavía existe la generación que miraba a la mujer para estar en casa, lamentablemente, todavía sigue ejerciendo en las redacciones. Pero yo creo que si la mujer sigue apasionándose como lo ha hecho ahora, va a seguir ganando terreno (E3).

No obstante, se debe señalar que, aunque las reporteras perciben los tratos diferenciados (sin problematizar que se derivan de asignaciones generizadas), aceptan el argumento de que el periodismo deportivo es una cancha neutral en la cual no importa el género. La pregunta que surge es ¿por qué? Más que hablar de una subordinación aceptada, el reconocimiento de la agencia de las mujeres permite inferir que aceptar la neutralidad de la cancha constituye una táctica para seguir jugando en ella. Es decir, ser consideradas, tomadas en cuenta para otras tareas y con posibilidades de demostrar sus capacidades.

Yo no creo que algún día nuestra sociedad acepte lo que las mujeres podemos hacer, no veo cercano el día en que encontremos a una mujer editora en un periódico deportivo, porque nosotros mismos como sociedad estamos en contra de eso. Pensamos que los puestos de arriba son de hombres y entonces creo que sí hay discriminación. Pero creo que nosotras como mujeres no nos podemos estacionar ahí: ay es que me discriminan, pobre de mí. No tenemos que asumir el papel de víctimas, sino demostrar que lo podemos hacer (RA4).

Esto último hace evidente la tensión desde la cual estas mujeres ejercen el periodismo deportivo, entre la conciencia de las prácticas que generan desigualdad y la aceptación de estas, desde la neutralidad para mantenerse en las redacciones:

En la medida en la que yo fui demostrando que sabía de deportes, la gente creyó un poquito más en mí, primero el público, los compañeros, los jefes. Entonces hoy por hoy es un camino distinto, porque los hombres son así. Te toman en serio en la medida en que les puedas competir en algo que ellos compiten también. Entonces no se trata de entrar y adaptarse, pero una es la rara. Para poder entender un mundo, primero hay que entender sus reglas para después cambiarlas (RA10).

Reflexiones finales: cambiar las reglas, desmontar la cancha

¿Qué pasa en el periodismo deportivo que más de cien años después de su surgimiento seguimos hablando de “primeras mujeres? Esa es una pregunta constante para quienes observan que la desigualdad de las mujeres, en este rubro, constituye uno de los retos más persistentes en la búsqueda de la plena participación femenina, en las esferas periodísticas y las industrias mediáticas. Un primer paso para responderla es evidenciar los mecanismos que provocan esta situación. Esa fue la intención de este texto al cuestionar la creencia de que las redacciones deportivas son una cancha neutral donde todos pueden jugar al periodismo. Particularmente, interesó revelar la forma en que la asignación generizada complica la trayectoria laboral de las mujeres, en las redacciones existe una dicotomía de lo masculino (manifestada en la asignación de deportes, enfoques y temas duros) y lo femenino (deportes, enfoques y temas suaves) que no solo enmarca sino jerarquiza el ejercicio periodístico.

Al recuperar la experiencia de las periodistas se revelaron condiciones desiguales, fundamentadas en esta asignación generizada, por ejemplo, la asociación con los deportes y enfoques suaves limita su acceso a coberturas y labores con mayor visibilidad y jerarquía en la agenda deportiva; a su vez, establece un perfil diferenciado para acceder a espacios de opinión; y por último, se invisibilizan las exigencias de los espacios domésticos y de los roles de maternidad como ajenos a las dinámicas del periodismo, lo que restringe su llegada a los puestos de decisión. Pero como esta matriz dicotómica está normalizada en la cultura profesional, las redacciones se siguen concibiendo como un territorio neutral, lo que minimiza y anula la percepción de los efectos de la asignación generizada. En los testimonios se pudo observar que esta neutralización coloca fuera de la cultura periodística las razones de la desigualdad genérica, a las mujeres se les asignan fuentes y enfoques suaves “por sus cualidades femeninas”, se les limita su acceso a columnas por “no contar con el perfil adecuado”, y se las aleja de los puestos de decisión por la “disyuntiva personal” que supone la vida familiar.

No obstante, sin dejar de reconocer la situación de desigualdad, se observa que las periodistas aceptan estas condiciones como una táctica para mantenerse en el ejercicio periodístico, para gestionar reconocimiento, y para acceder a una mejor posición. Es decir, aceptar las reglas de esa cancha ajena permite la permanencia que por sí misma no transforma el espacio generizado del periodismo deportivo, pero sí produce fisuras.

Finalmente, lo que estos testimonios revelan es la necesidad de desmontar la cultura periodística generizada de las redacciones de deportes, tarea que no solo compete a las mujeres, sino a la totalidad de quienes participan en este rubro. Para esto, se requiere de un cuestionamiento a otras aristas del ejercicio periodístico, por ejemplo, la forma en la que se articulan las trayectorias laborales de los varones; las barreras que enfrentan las mujeres en otros medios como la radio o la televisión; la incorporación de principios éticos y políticas editoriales desde los puestos de decisión orientados a fomentar la igualdad de género en las redacciones (salarios, permisos de maternidad y paternidad, flexibilidad de horarios); el imaginario en las audiencias del profesional del periodismo deportivo, como factor de consumo e identificación con los contenidos periodísticos. Todas las anteriores constituyen líneas de exploración que desde la perspectiva de las culturas generizadas del periodismo pueden abonar a la comprensión de los mecanismos que operan en las redacciones de deportes. Comprensión necesaria no solo para explicar por qué siguen apareciendo “primeras mujeres” en el periodismo deportivo, sino, sobre todo, para potenciar las acciones y medidas que permitan erradicar las formas de exclusión y transformar la cultura periodística.

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1Este trabajo retoma los testimonios de periodistas de deportes recabados para la Tesis Doctoral (Pedraza, 2015). En un texto anterior (Pedraza, 2016) se habla de la incidencia de esta cultura periodística generizada en las dinámicas laborales de las redacciones de deportes, a partir del análisis de las relaciones de las periodistas con compañeros, jefes y fuentes de información; el estudio revela situaciones desiguales como la desconfianza, el descrédito, el acoso sexual y el sexismo benevolente como mecanismos que generan desigualdad laboral. Para este trabajo se describe otra dimensión que también se reveló en las entrevistas realizadas, pero que opera directamente en la asignación de temas, funciones y puestos que deben ocupar las mujeres de acuerdo con la cultura profesional de las redacciones.

2Desde la antropología y la sociología se propone la traducción al español de gendered como generizado (en el mismo sentido que se traduce sexed como sexuado). Este adjetivo (derivado del inglés gender: género) se utiliza para referirse a un espacio, proceso o producto social imbuido o atravesado desde su constitución por el orden de género.

3Esta matriz retoma la oposición esfera pública-esfera privada señalada por la teoría feminista (Izquierdo, 1998; Ortner, 1974), para explicar la forma en la cual se dividen espacios, cualidades, objetos y actividades en la dicotomía masculino/femenino.

4Las barreras invisibles son restricciones específicas en las dinámicas laborales que no son evidentes, pero que impiden el desarrollo y avance de las mujeres, como los techos de cristal, las fronteras de cristal y los laberintos de cristal, por lo cuales se definen recorridos en las trayectorias de trabajo que no son lineales (Mabel Burin, 2008).

5Concepto usado originalmente por Conde (2008, p. 126) para hablar de larelación sentimentalde las aficionadas al futbol.

6Los periódicos Excélsior, Impacto, Ovaciones y Esto no cuentan con mujeres periodistas en la sección de deportes, mientras que Diario de México no presenta firma en ninguna de las notas de la sección.

7Se consideró como sección deportiva extensa aquella que superó las 10 páginas, y como sección deportiva limitada la que registró menos de este número.

8En el 2014 y parte del 2015.

9Para identificar los testimonios por claves, se utiliza la siguiente nomenclatura: RA para reporteras, y E para editores, todos numerados.

10En un monitoreo realizado (Pedraza, 2014) se encontró que el 50.51% de las columnas de los diarios de circulación nacional están dedicadas a este deporte.

CÓMO CITAR: Pedraza, Claudia. (2020). El mito de la cancha neutral: la asignación generizada en las redacciones de la prensa deportiva. Revista Interdisciplinaria de Estudios de Género de El Colegio de México, 6, e510. doi: http://dx.doi.org/10.24201/reg.v6i0.510

Recibido: 30 de Agosto de 2019; Aprobado: 01 de Junio de 2020

Sobre la autora

Claudia Pedraza es doctora en Ciencias Políticas y Sociales, maestra en Comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Especialista en temas de género, deporte y medios de comunicación. Actualmente, es docente investigadora de la Universidad La Salle, en Ciudad de México y de la Maestría en Comunicación Digital de la Universidad Latina. Forma parte de la Colectiva Tequio Violeta, con proyectos de educación mediática e informacional con perspectiva de género.

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