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Revista interdisciplinaria de estudios de género de El Colegio de México

versão On-line ISSN 2395-9185

Rev. interdiscip. estud. género Col. Méx. vol.6  Ciudad de México  2020  Epub 09-Set-2020

https://doi.org/10.24201/reg.v6i0.554 

Artículos

Devenir “macho alpha”: performances de seducción heterosexual en una escuela de coaching de la Ciudad de Buenos Aires

Becoming the "Alpha Male": Heterosexual Seduction Performances at a Coaching School in Buenos Aires

Ramiro Nicolás Pérez Ripossio1 
http://orcid.org/0000-0001-9816-0499

1Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Sociales, Instituto de Investigaciones Gino Germani. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. email: ramiro7242@hotmail.com


Resumen

El artículo caracteriza las performances de seducción masculina en el marco de una academia, ubicada en la Ciudad de Buenos Aires durante el año 2019 (marzo-diciembre), que promueve una pedagogía sobre el cortejo heterosexual basada en los libros The game, Penetrating the secret society of pickup artista (2006) y The Mystery Method: How to Get Beautiful Women Into Bed (2007) que han tenido impacto en la denominada “comunidad de seducción”. Mediante un abordaje cualitativo se empleó el método etnográfico, la teoría fundamentada y la observación participante como técnica de investigación principal. Se halló que la institución estudiada constituye performances de seducción que establecen vínculos sexo afectivos de dominación de acuerdo con una concepción sobre el género asentada en la masculinidad hegemónica.

Palabras clave: escuelas de seducción; masculinidad hegemónica; heterosexualidad; metodología cualitativa; performance de seducción

Abstract

The article characterizes acts of masculine seduction at a coaching school in Buenos Aires in 2019 (March-December) that teaches an approach to heterosexual dating based on bestseller The Game. Penetrating the secret society of pickup artist (2006) and The Mystery Method: How to Get Beautiful Women Into Bed (2007), both of which have had an impact on the “seduction community”. Mainly based in qualitative analysis on ethnographic research method, grounded theory and participant observation. It was found that the school promotes the idea of creating affectional bonds through sexual domination according to a concept of gender based on hegemonic masculinity.

Keywords: seduction schools; hegemonic masculinity; heterosexuality; qualitative methodology; seduction performance

Introducción

Este artículo presenta las performances (Schechner, 2000) de seducción promovidas por una escuela de coaching, seducción y liderazgo para varones, en la Ciudad de Buenos Aires, durante el año 2019 (marzo-diciembre) en el marco de la sociabilidad (encuentros) nocturna y diurna. Dichas performances se estructuran de acuerdo con la performatividad del género (Butler, 2007, 2002) y mediante la citación de determinados actos y comportamientos de seducción heterosexual (Bianciotti, 2011) que refuerzan la masculinidad hegemónica. Es decir, los varones participantes de esta institución mediante la adquisición de una serie de prácticas, rutinas y discursos devienen en “machos alpha”.

Esta escuela se enmarca en una “comunidad de seducción” o “seducción pick up”. Cabe destacar que es una empresa multinacional, cuya casa matriz se encuentra en Estados Unidos y tiene sucursales en distintos países de Latinoamérica y Europa, entre ellos, México y Argentina. Además, tanto los contenidos teóricos como las salidas y ejercicios prácticos de seducción son similares y se encuentran articulados de modo operativo y temporal. En otras palabras, estudiar el funcionamiento de la performance de seducción en un país podría permitir transferir los resultados de la investigación hacia otros contextos, más allá de las especificidades y particularidades de cada sociedad. La relevancia de la investigación se asienta en un doble carácter: la ausencia de investigaciones que abordan esta temática en Hispanoamérica y el estudio de la masculinidad hegemónica vinculada a prácticas de seducción.

Me inscribí y fui parte de los talleres y cursos que ofrecían, mientras observaba de manera participativa cada una de esas actividades. Estas acciones prometían a los varones el aprendizaje de la habilidad de seducción mediante métodos y técnicas específicas aplicables a la sociabilidad nocturna y diurna. Por eso, para responder a las interrogantes de investigación propuestas se optó por observar diversas situaciones que involucraron a los alumnos, que eran partícipes de los cursos, y a los coaches que enseñaban cómo eran tales procedimientos. Además, se presentan algunos elementos que se sitúan de manera más amplia en la “comunidad de seducción”, entendida como un conjunto de personas que a nivel internacional comparte, mediante diferentes medios, información y experiencias sobre el proceso de cortejo. En este caso, la información se asienta en libros y videos subidos a la plataforma YouTube, cuyos materiales se relacionan íntimamente con la academia estudiada ya que la misma forma parte de la comunidad.

Las escuelas de seducción pueden definirse mediante el concepto de pedagogías de la sexualidad (Lopes Louro, 1999) entendidas como el conjunto de acciones, discursos, permisos y prescripciones destinadas a la regulación sexual de los cuerpos, que impacta en la manera de concebir los vínculos sexo afectivos heterosexuales, atravesados por un código moral que establece prácticas legítimas e ilegítimas relacionadas con la sexualidad (Elizalde y Felitti, 2015). En este caso, la apuesta de la escuela consiste en “dejar huella” en la vida de los varones, transformado su relación con las mujeres, aspecto que consideran de vital importancia para el desarrollo de la masculinidad.

Por otra parte, se trata de iniciativas propias del coaching y el liderazgo cuyas premisas parten de individuos autosuficientes capaces de controlar la propia realidad y transformar su vida mediante el perfeccionamiento y la “mejora constante”. Por eso, consideran que la labor que realizan tiene una trascendencia que puede impactar en la subjetividad de los varones de forma amplia y diversa. La institución, de acuerdo con estos valores, traza un camino en el que hay esperanza y certeza (Kohan, 2019) porque la seducción es un algoritmo que puede aprenderse y preverse de manera racional y efectiva. Con base en Illouz (2007, 2014) son tendencias ubicadas en la autoayuda y la realización personal, que constituyen mercados de consumidores en busca del control de su sexualidad e intimidad de acuerdo con ideales terapéuticos sobre aquello que se considera “saludable”. La autora sostiene que la autoayuda en alianza con la psicología humanista y terapéutica producen un “estilo emocional”, una gestión de los sentimientos y emociones para vincularse con otras personas mediante un proceso de aprendizaje de técnicas y rituales que provocan una “energía emocional”, es decir, una autoconfianza necesaria para la sociabilidad (Illouz, 2010). En un contexto de incertidumbre emocional, ante la liberación de la sexualidad, el neoliberalismo constituye un tipo de subjetividad en el que las personas consideran que son emprendedoras de su destino sentimental (Alemán, 2013). El “conócete a ti mismo” que se corresponde con actuar responsablemente apelando al autocontrol constituye una verdadera tecnología de la propia subjetividad (Foucault, 1990).

De este modo, ser extrovertido con las mujeres, con el fin de entablar vínculos afectivos, es una característica e indicador de la masculinidad hegemónica (Bonino, 2003). En definitiva, la escuela de seducción se rige por lo que Viveros Vigoya et al. (2001) denominan “quebradores”, es decir, varones con la capacidad de conquistar un importante número de mujeres, en contraposición con una masculinidad “cumplidora”, asociada a valores de monogamia propios del varón proveedor y responsable. De manera similar, Elizalde y Felitti (2015) señalan que el objetivo de estas escuelas apunta a constituir una hipermasculinidad con importante capital erótico (Hakim, 2012), que se asienta en la adquisición de determinados rasgos de personalidad: autoconfianza, poder, estatus, belleza, buen sentido del humor, carisma e indiferencia ante el rechazo. En otras palabras, al interior de la institución se constituyen determinadas performances de seducción masculinas heterosexuales ancladas en comportamientos sexo afectivos hegemónicos (Palumbo, 2018). De alguna manera, las escuelas de seducción evidencian las dificultades de los varones, en un contexto de transformación y plasticidad de la sexualidad (Giddens, 1998) que posibilita diferentes modos de relacionarse, pero a la vez, instaura incertidumbres sobre como vincularse satisfactoriamente.

Una de las características, de la mayoría de las escuelas de seducción masculina, es construir un glosario de términos que describe de manera detallada performances, técnicas, rutinas, actitudes y discursos involucrados en el proceso de seducción que permitirían conocer y predecir los modos de hacer, pensar y sentir propios de las mujeres y los varones. Además, tal glosario, utiliza términos belicosos, caracterizando el cortejo como si se tratase de un combate, en el que es necesario desplegar estrategias ofensivas para alcanzar la conquista de sus objetivos (mujeres).

En definitiva, mediante estas metáforas se trata de encontrar una respuesta a un algoritmo social complejo, nombrar la totalidad de los aspectos involucrados en el cortejo, apelar a un varón únicamente responsable del proceso de seducción y evitar toda conducta que lo ubique en una posición incómoda o desfavorable. En resumen, se trata de esquivar el sufrimiento mediante el auto control y dominio del otro.

Vale aclarar que la escuela estudiada presenta una teoría sobre el cortejo que se asienta en aspectos de la biología, la psicología evolutiva, la PNL (programación neurolingüística) y las teorías sobre el lenguaje no verbal, como un modo de acreditar sus prácticas y discursos bajo una producción de cientificidad y con el fin de auto legitimarse en el mercado. De este modo García y Cedillo (2011) establecen que la psicología evolutiva se presenta como un discurso científico y verdadero, que naturaliza la heterosexualidad y los mecanismos de atracción sexual como consecuencia de la búsqueda de reproducción. Las diferencias y preferencias entre varones y mujeres son entendidas como resultado de lo evolutivo y como consecuencia de ello, permiten deducir la selección de pareja y asimilar el género al sexo.

La estructura conceptual que explica el proceso de seducción heterosexual se divide en tres fases: atracción, confort/conexión y seducción. De este modo, estas etapas se encuentran presentes en todo el proceso de cortejo, que, desde esta perspectiva, se entiende como el conjunto de conductas orientadas a influir en el comportamiento de otras personas con el fin de relacionarse sexualmente. Para las academias, interesadas en estas actividades, relacionarse con una mujer es sinónimo de efectuar el acto sexual y el éxito de un varón se mide de acuerdo con la cantidad de mujeres que ha seducido. Por otra parte, para esta institución, las mujeres poseen un calibre que indica el atractivo físico y con la sigla TB (tía buena) se les asigna un puntaje que varía entre uno y diez, reduciéndolas a una objetivación corporal que como sujetos las cosifica (Sáez, Valor-Segura y Expósito, 2012). Por eso, O’Neill (2015) considera que los vínculos afectivos planteados en estos términos no se efectivizan con la subjetividad de las mujeres sino con sus cuerpos, subordinándolas a los ideales de belleza física que se adquieren mediante prácticas de normalización y control del cuerpo.

Por otra parte, el interrogante que plantea este artículo es: ¿Cómo se articulan las performances de seducción promovidas por la academia con el modo de concebir las diferencias de género? De este se desprende lo siguiente: ¿Cuáles son las principales performances de seducción que se llevan a cabo? ¿De qué manera esas performances construyen masculinidad hegemónica? ¿Cómo se determina el consentimiento sexual? ¿Qué significa devenir “macho alpha”?

La hipótesis de trabajo establece que las performances de seducción promovidas por la academia se relacionan con un modo de concebir el género que constituye vínculos sexo afectivos de dominación entre varones y mujeres. Entonces, se considera que algunas de sus técnicas y procedimientos podrían desembocar en modos de violencia contra las mujeres (Osborne, 2009). Por lo tanto, es imposible de soslayar que estas prácticas se encuentran atravesadas por aspectos biológicos, ideológicos, psicológicos y sociológicos anclados en el sistema de dominación patriarcal (Millett, 2017 [1970 ]).

El artículo se divide en cuatro apartados en los que se analizan performances de seducción promovidas por la escuela estudiada, y basadas en los bestsellers de Erik Von Markovikv The Mystery Method: How to Get Beautiful Women Into Bed (2007), y The game. Penetrating the secret society of pickup artista de Neil Strauss (2006) también denominados “seducción pick up” o “método Mystery”, que funcionan como manuales de autoayuda en los que se describen de manera detallada modos de proceder durante el proceso de cortejo. En primer término, se describen los antecedentes del problema de investigación y la metodología; en segundo lugar, algunos de los procedimientos aplicados por la escuela de seducción en el entorno de la sociabilidad nocturna, luego las performances situadas en los encuentros diurnos y, por último, se problematiza la manera en que se presenta el consentimiento sexual. Cabe destacar que en estos apartados hay subapartados que problematizan y relacionan los conceptos de la escuela con la interpretación sociológica de los mismos.

Antecedentes

Si bien, las escuelas de seducción comenzaron a surgir de modo incipiente durante la década de 1990 mediante cursos impartidos por el norteamericano Ross Jeffries (1992), especialista en programación neurolingüística, Kray Thorn (2018) sostiene que en la década de 1980 comenzaron a vislumbrarse sus primeros antecedentes. Desde el año 2007 algunas investigaciones en Estados Unidos y Gran Bretaña han descripto distintos aspectos sobre la “comunidad de seducción”. A las ciencias sociales les han llamado la atención las motivaciones de los varones, que constituyen una homosocialidad, con el fin de seducir y vincularse con mujeres participando en instituciones de este tipo. A pesar de ello, es llamativa la escasez de investigaciones empíricas que abordan esta temática en lengua hispana. En el ámbito regional, las investigaciones de Elizalde y Felliti (2015) y Bianciotti y Chervin (2016) sobre escuelas y talleres de seducción para mujeres constituyen referencias pertinentes que describen los ideales hegemónicos de seducción femenina.

Por otra parte, la tesina de Elana Clift elaborada en el año 2007 constituye el primer antecedente sobre la “comunidad de seducción” en la que se proporciona una serie de definiciones y descripciones sobre la temática. También Hendriks (2012) ha categorizado estas academias como de autoayuda que se materializa en una articulación entre hedonismo y ascetismo que según Almog y Kaplan (2017) asienta una pedagogía que devalúa a las mujeres mediante un conjunto de técnicas que no consideran sus deseos ni subjetividades.

Por otra parte, desde una perspectiva feminista Cosma y Gurevich (2019) han problematizado la cuestión de cómo la “seducción pick up” plantea que deben establecerse los acuerdos necesarios que se constituyen a la hora de mantener relaciones sexuales. De este modo, el consentimiento es uno de los aspectos de relevancia que atraviesa a las escuelas de seducción y que ha sido planteado por las mismas de un modo controversial. Por eso, Wallace (2017) sostiene que estas instituciones promueven los ideales de masculinidad hegemónica en el marco de un contexto neoliberal donde el individuo afronta conflictos mediante la superación personal.

Por último, O’Neill (2015, 2017y 2018) realizó una investigación etnográfica en Londres en la que utiliza la “seducción pick up” como objeto específico. Lejos de presentar a la “comunidad de seducción” como una subcultura que reúne a un conjunto de varones patéticos e incapaces de entablar vínculos con mujeres, considera que la misma responde al contexto neoliberal que impacta y produce determinados modos de subjetividad y de vínculos interpersonales.

Metodología

El modo de abordaje del artículo es cualitativo y se asienta en el método etnográfico (Guber, 2004) mediante el empleo de la observación participante (Scribano, 2008). De manera auxiliar se apoya en la teoría fundamentada con el fin de proporcionar elementos de codificación sistemáticos (Strauss y Corbin, 2002).

La observación participante fue realizada tanto en los cursos teóricos como en los ejercicios prácticos impartidos por la academia. Esta técnica, implica que el investigador puede oscilar entre ser participante u observador (Valles Martínez, 1999). En este caso, hubo un gran nivel de participación que permitió acceder a una importante diversidad de información y construir datos de relevancia empírica y teórica. Por eso, se afirma que fueron recuperados algunos elementos de la perspectiva etnográfica anclados en la descripción densa (Geertz, 1987) y el “estar allí” (Geertz, 1989).

Con el fin de respetar el anonimato de los participantes de la escuela y la confidencialidad de la información obtenida, solo se hace referencia a una academia de seducción sin precisar otros datos, ni de ninguno de sus participantes. Cabe destacar que la unidad de análisis de la investigación es la academia enmarcada en la “comunidad de seducción”, es decir, una unidad de análisis colectiva que puede descomponerse entre sus miembros, en este caso coaches y alumnos. La edad de los participantes oscila entre dieciocho y cincuenta años, el nivel socioeconómico suele ser medio y alto, el grado instructivo fluctúa entre secundario completo a universitario incompleto/completo y posgrado. Algunos de ellos son profesionales, a saber: ingenieros, abogados, médicos, economistas, psicólogos y contadores. Residen dentro del Área Metropolitana de Buenos Aires.

Por otra parte, se consideró el empleo de la observación participante debido a que, las entrevistas representan una técnica de investigación pertinente, pero sus desventajas han sido mencionadas por distintos investigadores. En primer lugar, el sesgo de la deseabilidad social (D’Ancona, 2009) suele estar presente en las entrevistas de manera más nítida en relación con otras técnicas. La impronta naturalista de la investigación cualitativa (Vasilachis de Gialdino, 2006) se ve alterada porque los sujetos estudiados pueden adoptar determinados discursos esperados y aceptados socialmente. Claro está que algunos investigadores e investigadoras, en esta temática, han optado por realizar entrevistas debido a las dificultades para acceder al campo. La “comunidad de seducción” mantiene cierto matiz de secretismo que complica la entrada a determinadas subjetividades en el marco de los cursos y seminarios dictados. Por ejemplo, en aquellos en los que se participó, no se aceptaba la presencia de ninguna mujer en el rol de alumna, se dictaban de manera exclusiva para varones.

La muestra fue construida de acuerdo con determinados criterios que se relacionaron con los contenidos teóricos (clases), salidas (ejercicios prácticos) y encuentros con los partícipes de la academia de modo informal. Los apartados que se presentan más adelante fueron construidos gracias a la participación en cada una de esas actividades, al ser testigo directo de todos los procedimientos que se llevaron a cabo, aunque también se tomaron como referencias canales de YouTube de distintos coaches que pertenecen a la “comunidad de seducción”: “Juega tu juego” (Álvaro Reyes), “Netkaizen” (Mario Luna), videos elaborados por Julien Blanc y producciones del canal de la academia estudiada.

Las observaciones fueron registradas mediante la escritura de un diario de campo y dieron lugar a la confección de notas observacionales, teóricas y metodológicas (Valles Martínez, 1999). Además, con base en Strauss y Corbin (2002), se aplicó una codificación abierta conforme con la actitud del investigador de estar dispuesto y alerta a las categorías emergentes que no habían sido consideradas inicialmente. Luego se procedió a realizar una codificación de tipo axial que implicó refinar las existentes para delimitar aquellas de mayor relevancia para la investigación. Finalmente, la codificación selectiva permitió integrar la teoría emergente mediante la constitución de las categorías centrales: performance de seducción y masculinidad hegemónica.

La información obtenida fue procesada mediante el software atlas ti versión 8 debido a su vinculación con algunos procedimientos situados en la teoría fundamentada (San Martín Cantero, 2014). De esta manera, se tomaron como referencia algunos criterios de esta metodología con el fin de realizar un análisis riguroso y sistemático concluyendo la investigación al alcanzar la saturación teórica.

La mayoría de los códigos generados fueron “in vivo”1, se utilizó como principal referencia el glosario de términos empleados por la escuela para describir distintos aspectos asociados al cortejo. Estos códigos remitieron a categorías de análisis más amplias que fueron: “sociabilidad nocturna”, “sociabilidad diurna” y “consentimiento sexual”. Además, con el atlas ti se redactaron distintos memos que integraron y analizaron las distintas categorías mediante una interpretación minuciosa.

Sociabilidad nocturna ¿Estrategias de seducción desinteresadas o descalificaciones insinuadas?

Durante la primera clase dictada por la academia cada uno de los participantes debe definir un nickname (apodo) que lo identifique, ya que, ninguno puede usar su verdadero nombre. Esto implica una suerte de refundación identitaria necesaria para convertirse en un aven (artista venusiano) capaz de transformarse en un seductor infalible.

La primera salida nocturna que propone la academia de seducción implica, para sus participantes, un punto de ruptura del que no hay retorno. Como mencionó un coach antes de entrar a una discoteca: “después de esto, tu vida se vuelve un quilombo” (Nota de campo, 2019a). La escuela promete una noche distinta a las demás en la que se dejarán de lado creencias limitantes respecto de la manera de relacionarse con mujeres. Antes de ir a un venue (“boliche” o discoteca), ubicado en la Ciudad de Buenos Aires, los participantes se reúnen en grupo y, en un determinado lugar del espacio público, los coaches dan instrucciones de cómo ejecutar la salida. Expresan que es necesario “subir el state”, es decir, el estado emocional necesario para ser capaces de interactuar con mujeres, venciendo la ansiedad a la aproximación. De este modo, reunidos en una ronda que une a los participantes (alrededor de 40) deben pasar al centro uno por uno y gritar de manera efusiva su nickname.

En esta actividad aclaran, además, que luego de finalizar los ejercicios, deben “subir” sus field reports a una plataforma virtual y secreta, a la que solo pueden acceder alumnos, exalumnos y coaches y en donde se socializan distintas experiencias y conocimientos relacionados con las acciones realizadas. Funciona de manera similar a un foro con distintos ejes temáticos y, a la vez, con subtemas sobre distintos aspectos relacionados a la seducción. Además, este foro es un registro de “hazañas”. Es decir, pueden leerse una serie de descripciones de los avens que participan o han participado en la escuela y que relatan cómo han seducido a determinadas mujeres mencionando los obstáculos que han atravesado y destacando sus destrezas para lograr finalmente el acto sexual. Pueden encontrarse historias extravagantes, exageradas e incluso irrisorias que se relacionan con conductas que denotan desenvoltura, intrepidez y necesidad de reconocimiento de la comunidad indispensable para constituir una masculinidad acorde con las exigencias que implica el devenir “macho alpha”. La centralidad de estos reportes es que se encuentran atravesados por la virilidad entendida como una categoría que entreteje aspectos biológicos, relacionados con la potencia sexual y culturales asociados a la conquista como afirmación de la virtud propia de una masculinidad verdadera (Bourdieu, 1996).

De esta manera, los miembros de la escuela se desplazan hasta el venue, en donde reunidos nuevamente con los coaches explican las misiones. Estas misiones consistían en generar conversaciones con mujeres del venue, que estuvieran solas o en set (grupo de personas) con el fin de generar atracción. De esta manera, se comenzaban las performances con lo que la academia denomina “abridores de opinión” u openers que consistían en pedirles “opiniones femeninas” a las mujeres de la discoteca con el fin de llamar su atención y que se involucraran en las interacciones. Comenzar las interacciones de esta manera fue importante para los participantes porque señalaron que las mujeres “siempre les respondían” (Nota de campo, 2019a). Luego de esta acción los varones debían decirles a ellas un nega (cumplido negativo), es decir, una frase que apunta a impactar en la subjetividad de las mujeres mediante una provocación que denota desinterés. En palabras de Neil Strauss (2006) “afirmación ambigua o insulto aparentemente accidental que un hombre dirige hacia una mujer” (p. 521). De este modo el autor afirma: “El propósito de un nega consiste en hacer disminuir la autoestima de una mujer demostrando falta de interés hacia ella de forma activa; por ejemplo, diciéndole que tiene los dientes manchados de barra de labios u ofreciéndole un chicle cuando ella empieza a hablar” (p. 527).

La academia de seducción plantea que es necesario el uso de negas, porque construyen una falacia respecto de las relaciones sociales entre los géneros expresadas en los encuentros nocturnos. Esto se debe a que consideran que el estatus y prestigio relativo de las mujeres en el venue se encuentra por encima del de los varones. Con lo cual resulta necesario establecer esta estrategia comunicativa con el fin de disminuir el valor social de ellas en esos ámbitos.

En la actualidad, y a nivel internacional, el uso de negas, por parte de algunas escuelas, se está cuestionando por considerar que los varones y las mujeres son iguales y, por lo tanto, parten de las mismas condiciones en el proceso de cortejo; con lo cual, no sería necesario su uso.

De este modo, ambas perspectivas son falaces porque en la seducción priman desigualdades que responden a como se organizan las relaciones entre los géneros. Con base en Scott (1993); Conway, Bourque y Scott (2000) y Rubin (1989) las relaciones de género se definen como relaciones de poder que sancionan la organización de la sexualidad y los afectos de las personas. Entendiendo éstas como relaciones jerárquicas, donde las categorías de varones y mujeres aparecen de manera estática, construidas históricamente en torno a diferencias biológicas, ideológicas, sociológicas y psicológicas que han sido jerarquizadas.

Por consiguiente, la estructura de las performances de seducción heterosexuales establece determinadas conductas que se encuentran legitimadas por la organización de las relaciones de género. Los varones pueden comunicarles su interés afectivo y sexual a las mujeres y esto es construido desde el sentido común como algo válido y legítimo, mientras que las mujeres solo pueden limitarse a rechazarlos. Con base en Pérez Hernández (2016) esta organización es estructural y responde a la premisa que establece que la propuesta sexual varonil es un indicador de afán de conquista, y la disposición o rechazo es la manera de actuar propia de las mujeres. Mediante la frase “el varón propone, la mujer dispone” los roles para que las relaciones sexuales se gesten son claros, los varones poseen la iniciativa y las mujeres deben prestar consentimiento (Jones, 2010).

Por eso, las academias de seducción son mayoritariamente masculinas y no existe ningún cuestionamiento respecto de esta estructura. La dicotomía sujeto seductor - sujeto seducido se encuentra atravesada por la lógica activo - pasivo y en esa organización, las mujeres son sujetos pasivos receptores de propuestas que no poseen la responsabilidad de generar atracción. De hecho, las escuelas de seducción promueven lo que denominan el “control del marco”, es decir, son los varones quienes deben imponer las condiciones en las distintas fases del proceso de seducción.

Volviendo al tema de los negas, como la escuela de seducción parte de la premisa que establece que las mujeres poseen un valor social más alto que los varones, esta técnica representa una forma de bajar su estatus mediante descalificaciones insinuadas que pueden ocasionar malestar y confusión. Se trata de afirmaciones que conjugan humor con provocación e indiferencia activa, con el fin de involucrar a las mujeres en la interacción (Almog y Kaplan, 2017). Si bien, la escuela estudiada hace hincapié en que los negas no deben transformarse en un insulto y deben enunciarse mediante gestos que denoten picardía y humor, la estructura que subyace es lo fundamental y, en definitiva, esta indica que la desvalorización del otro es una fuente de atracción. Por último, los negas no son una condición necesaria para poder entablar vínculos con mujeres, son el resultado de relaciones sociales de dominación que constituyen dinámicas de interacción violentas y los negas representan un indicador de ello.

Peón, peonaje, pivote y ala: el otro como mero medio para seducir

Los principales exponentes, como se mencionó anteriormente, del “método Mystery” fueron Erik Von Markovik y Neil Strauss, definen como peón a una mujer de atractivo físico convencional que es utilizada por un varón que pretende seducir a otras de mayor capital erótico (Hakim, 2012). La escuela promueve esta manera de seducir e invita a sus participantes a realizarlo durante sus prácticas en el venue. Los partícipes de la institución pueden convencer a las mujeres de acceder a esta práctica mediante juegos de preguntas que consisten en la realización de prendas, o bien, directamente poseerlas con liderazgo y caminar junto a ellas por el lugar. El punto es lograr que accedan al ejercicio, tomarlas del brazo y mostrarse dentro de la discoteca para que otras mujeres deduzcan que se trata de un hombre que fue previamente seleccionado. El concepto clave, para la escuela, es preselección y la manera en que se ejecuta esta técnica es mediante un engaño porque las mujeres que acceden a la práctica desconocen la técnica. La escuela entiende que los varones que se relacionan con mujeres dentro del venue poseen un atractivo más elevado que aquellos que permanecen aislados. Si bien, esto pude ser cierto, y ocurrir de manera circunstancial, la escuela promueve una técnica de manipulación en donde algunas mujeres son utilizadas para seducir a otras.

En otras ocasiones, un peón puede referir a un varón o grupo de varones a los que un aven se acerca con el fin de vincularse con una mujer. Claro está que no existe por parte del seductor ningún interés real en entablar una comunicación con estas personas, solo se trata de proceder de manera indirecta y con simpatía con el fin de agradarle al grupo ganándose su aceptación y con el fin de asechar al objetivo. La escuela de seducción denomina a las amistades, ya sean varones o mujeres, de las mujeres que resultan atractivas para los avens, como obstáculos, por lo tanto, los mismos deben seducirse con el fin de que no resulten un estorbo para la interacción con el objetivo.

Por otra parte, el pivote es una amiga, conocida o compañera de un varón, con la que se acuerda ir a una discoteca para mostrarse con una mujer en el marco de esa sociabilidad. Esto supone un acuerdo previo en el que hay consenso de las partes y se considera que ambos pueden beneficiarse. De todas maneras, la técnica utiliza un rótulo que establece una analogía deportiva, ya que la denominación “pivote” hace referencia a la posición de jugadores en determinados deportes, lo que lleva a pensar que la seducción es un deporte, algo que han afirmado personas y coaches que pertenecen a la “comunidad de seducción”.

La figura de pivote se relaciona con la participación de algunas mujeres dentro de la “comunidad de seducción” y particularmente en la academia estudiada. De este modo, durante el trabajo de campo solo se observó la participación de una mujer como pivote, que, a la vez, era pareja de uno de los coach. Es curioso que una comunidad que pretende mejorar los vínculos de los varones con las mujeres involucre de modo tan escaso a las mismas. Además, resulta pertinente establecer que la participación limitada de ellas no se relaciona solo a la magnitud, también se vincula al tipo de participación que se promueve. Asimismo, las mujeres que colaboran en la academia suelen tener algún tipo de lazo afectivo con los coaches o alumnos avanzados y su rol implica fundamentalmente actuar como pivote de los participantes con mayores dificultades para poder entablar conversaciones y generar performances seductoras. El trabajo que realizan, por lo general, no es remunerado y tampoco suelen realizar exposiciones durante las clases teóricas. En pocas palabras, sus cuerpos representan un mero medio disponible para que los alumnos de la escuela se valoren en el marco de la sociabilidad nocturna, incrementando su atención y deseabilidad.

Las interacciones con los sets son realizadas por los avens de manera individual, aunque en determinadas ocasiones se permite que ingrese un compañero con el fin de distraer a los obstáculos facilitando la seducción del aven hacia el objetivo. Por eso, durante el dictado de clases se dejó en claro que quien comienza la interacción con el set “Es el señor, dueño y amo de la interacción” (Nota de campo, 2019c) y el ala es un apéndice y apoyo que solo puede vincularse con los obstáculos. Es el aven quien define el objetivo y debe señalárselo al ala mediante señas y la enunciación de un apodo gracioso. Queda claro que se reproducen códigos masculinos propios de una homosocialidad que establece el respeto por la mujer ajena y en definitiva la apropiación de los cuerpos femeninos por parte del varón que ha tenido el valor de iniciar la conquista.

En la escuela de seducción se entretejen lazos de cooperación y competencia. La cooperación se orienta en la socialización de conocimientos, experiencias y en el armado del juego colectivo, mientras que la competencia se relaciona al deseo de dominio sobre otros varones mediante la demostración de la capacidad de seducción de mujeres de “alto calibre”. En resumen, se construye una homosocialidad que fortalece la masculinidad hegemónica y la objetivación de las mujeres (Bird, 1996).

Técnica de beso forzado y “macho alpha”

Uno de los cursos que ofrece la academia investigada se encuentra destinado para aquellos avens que pretenden desempeñarse como coaches de seducción. El curso consiste en una serie de clases teóricas y ejercicios prácticos durante un fin de semana en que los participantes se hospedan en un hotel y comparten de tiempo completo. Esta actividad implica pasar por una serie de rituales que apuntan al reforzamiento de determinadas performances de seducción que se han ido aprendiendo en ejercicios anteriores. Este curso es la última prueba que debe superar un aven para mostrar que sus cualidades son las indicadas, para obtener el reconocimiento de ser portador del estatus de coach, concretando el proceso de devenir “macho alpha”.

Durante el desarrollo del curso se enseñaron, entre otras cuestiones, algunas técnicas sencillas de baile. Asimismo, la “técnica de beso forzado” es una denominación propia ante la ejecución de una serie de movimientos que tienen como objetivo besarse con una mujer en la discoteca. Según indicó el coach que explicó este procedimiento, las mujeres suelen rechazarles el beso a los varones mediante la técnica de la cobra por lo que es necesario desarrollar una conducta dominante que les permita a los avens avanzar en la interacción.

En primer lugar, el coach mostró una serie de pasos de baile que permitían aproximarse al cuerpo de las mujeres mediante movimientos muy sencillos. Se trataba de una serie de ejecuciones sutiles que podían resultar útiles para aquellos avens que carecían de esa habilidad. Sin embargo, se indicó que estas maniobras permitirían lograr un kissclose (cierre de la interacción al besar). De este modo, denominó a este procedimiento como una “técnica de beso forzado” ya que consistía en sujetar la cintura y el cuello de la mujer, con quien se estaba bailando, con el fin de que quedara inmovilizada y prácticamente sin posibilidad de evitar el beso. La técnica fue definida como “agarre alpha” y se realizaron demostraciones prácticas sobre cómo conquistar el cuerpo de las mujeres. El contexto, en el que se aplica esta técnica, es el venue y se incitó a los participantes a que la realizaran. Los coaches dieron definiciones contundentes, establecieron analogías deportivas, como por ejemplo al afirmar que la actitud a la hora de besar a una mujer era similar a trabar una pelota durante un partido de fútbol: “hay que hacerlo fuerte y que se parta el que esté del otro lado” y también algunas con características ideológicas más explícitas: “ellas lo que quieren es un macho, que se metan el feminismo en el culo” (Nota de campo, 2019d).

Por otra parte, los conceptos alpha y beta son comunes tanto en la “comunidad de seducción” como en distintas redes sociales y plataformas web. Según Ging (2017) estas concepciones son parte de una reacción antifeminista, que en distintas plataformas y redes sociales han aflorado durante la última década, y están situadas de manera que determinan y jerarquizan la masculinidad en el contexto actual.

Las denominaciones alpha y beta resultan útiles para designar modos de la subjetividad masculina y determinadas actitudes mediante una analogía anclada en la psicología evolutiva y la manera de organización animal. De este modo, las aspiraciones de los varones giran en torno a la concepción de devenir “macho alpha”, es decir, tener capacidad de liderazgo, dominio y autosuficiencia para garantizar la conquista. La subjetividad masculina se piensa de manera binaria y dicotómica ya que un varón es alpha o beta según las actitudes que asume. Con base en Kimmel (1999) el varón alpha debe poseer capacidad de liderazgo, ser portador de una buena salud que se exprese en su desarrollo muscular, postura corporal erguida, capacidad de proteger a sus seres queridos, estatus, éxito profesional, rechazo de cualquier conducta femenina y poseer un lenguaje no verbal expansivo; mientras que al varón beta, se lo denomina como “frustrado corriente”, su capacidad de seducción es nula y es portador de un celibato no deseado (Ging, 2017). Por eso, Von Markovik (2007) sostiene: “si no puedes seducir a una mujer eres estéril” (p.4).

Por lo tanto, la masculinidad se constituye de acuerdo a un binarismo dicotómico; o se es alpha o se es beta, el macho alpha es una forma de masculinidad hegemónica (Connel, 1997; Bonino, 2003) y el beta es un modo de masculinidad devaluada o marginal. Asimismo, una de las paradojas que envuelve a la “comunidad de seducción” es que, si bien sus ideales aspiran a constituir masculinidades hegemónicas, sus participantes distan de emparentarse a este tipo de subjetividades y es por lo que recurren a estos espacios que prometen mejorar sus vínculos con las mujeres. En otras palabras, el proceso de devenir “macho alpha”, en este caso, evidencia la fragilidad e impostura necesaria de la masculinidad hegemónica, ya que, en las prácticas de seducción la conquista de los cuerpos y subjetividades de las mujeres resulta un factor de confirmación de la virilidad. En definitiva, estas prácticas poseen asideros en “demandas de reconocimiento y aceptación” (Illouz, 2012) que les otorgan a las actitudes de las mujeres, en el proceso de cortejo, una importancia desmedida que la escuela de seducción busca resolver mediante mecanismos de desvalorización.

Para la “comunidad de seducción”, las mujeres se sienten atraídas sexualmente por varones que poseen un conjunto de características que les permiten garantizar su supervivencia. Así, encuentran en la biología evolucionista el fundamento del cortejo y los aspectos culturales apenas son analizados. Probablemente existan parámetros que definan a algunos varones como atractivos, cualidades tales como el carisma, el sentido del humor y el capital erótico sean pertinentes, pero esto difiere de la caracterización del macho alpha realizada por la escuela de seducción.

Sociabilidad diurna Seducir en ámbitos semipúblicos: shoppings y centros comerciales

La “comunidad de seducción” amplía las performances de seducción hacia otros escenarios distintos de las discotecas o bares en donde se generan las interacciones nocturnas convencionales. De este modo, consideran que puede seducirse a “cualquier mujer”, aun cuando los espacios en los que ocurren las interacciones no sean los más comunes ni apropiados. Esto es denominado por la comunidad como daygame y responde a toda práctica destinada a la seducción de mujeres durante el día, en ámbitos cotidianos, públicos y semi públicos, abarcando prácticamente cualquier esfera de la vida social.

Cabe destacar que el “método Mystery”, que aplica la escuela, es indirecto y más allá de sus distintas fases supone que para generar atracción con una mujer es necesario no mostrar interés sexual explícito. Este método fue especialmente pensado para la sociabilidad nocturna, siendo el venue el ámbito de aplicación por excelencia. De todas maneras, estos autores, consideraban que podía aplicarse durante el día, y de hecho Neil Strauss en sus libros describía algunas de sus prácticas diurnas. Durante la última década, han emergido un número importante de empresas que ofrecen cursos sobre distintas modalidades de seducción. Si bien, se podría inferir que el “método Mystery” responde a viejas prácticas que han quedado anticuadas, las escuelas actuales construyen métodos aún más agresivos. Una de las premisas que establecen es que las interacciones deben ser directas y el interés sexual debe expresarse de manera explícita y contundente. Un caso emblemático de esta tendencia fue Julien Blanc, un coach suizo reconocido internacionalmente por la “comunidad de seducción” que promovía métodos de seducción basados en la intimidación, el acoso sexual callejero y hasta el abuso sexual.

Durante el trabajo de campo en la academia se logró observar algunos de los procedimientos realizados en el marco del daygame. De este modo, los alumnos, de acuerdo con las instrucciones de los coaches, debían interactuar con mujeres en un centro comercial (shopping) de la Ciudad de Buenos Aires. Los participantes debían acercarse a mujeres que estuvieran solas o en sets con un objeto que podía ser: la mitad de una naranja, una planta de lechuga, un sobre de sopa instantánea, una esponja de cocina, un paquete de pañales y un esmalte de uñas. Claro está que representaban modos de iniciar conversaciones que resultaran cómicas, cuando en verdad se apoyaban en la reproducción de estereotipos de género (Gavaldón, 1999). Los objetos representaban disparadores para iniciar una conversación con el objetivo de que las mujeres respondieran sobre la función de esos objetos o los pasos necesarios para cocinar alimentos. La media naranja hacía referencia a la predestinación amorosa relacionada a las representaciones sociales del “amor romántico” y los demás objetos reflejaban las supuestas aptitudes de las mujeres sobre cuestiones referidas a las tareas domésticas, de cuidado y a la estética personal. De hecho, los alumnos de la escuela comentaron que algunas de las mujeres con las que interactuaron pudieron advertir que esta práctica reivindicaba estereotipos y expresaron su malestar.

Piropo hardcore: ¿Seducción cotidiana o acoso callejero?

En este contexto, un segundo ejercicio se realizaba directamente en el espacio público y consistía en dividirse en grupos de seis participantes. Cada uno de ellos recibía una carta de póker que proponía una misión específica, algunas de ellas consistían en efectuar una conversación cotidiana con una mujer, otras en comunicar atracción de manera directa y finalmente una de ellas, consistía en decir un piropo hardcore. Este consistía en enunciar un comentario con connotación sexual hacia una o más mujeres sin pretender entablar una comunicación real con las mismas. La escuela de seducción, durante sus clases, explicó procedimientos que, si bien consistían en expresar interés de manera directa en la cotidianeidad y a mujeres desconocidas, estableció algunas pautas que apuntaban al respeto del espacio personal de ellas y a evitar contacto físico inapropiado y conversaciones de índole sexual. Sin embargo, algunas actividades se centraron en este tipo de verbalizaciones que podrían representar un indicador de acoso callejero.

Por otra parte, una de las premisas que establece la escuela consiste en afirmar que existe la posibilidad de seducir a “cualquier mujer”, aun cuando se trate de aquellas que están en el transporte público, u otros espacios en los que han experimentado agresiones de diversa índole, por lo que puede generarse un clima de incomodidad. La escuela brinda una clase teórica especial de daygame en la que se enseñan procedimientos específicos para relacionarse con mujeres en la cotidianeidad. La manera de interactuar con ellas varía, pero su estructura verbal implica llamar su atención diciendo “discúlpame” y luego comunicar un interés de manera directa, mediante frases como, por ejemplo: “pareces llamativa” o “me encanta tu look”. Si bien, no se promueven, en este caso, comentarios con contenido sexual o libidinoso, se considera que ser directo otorga un factor sorpresa que capta la atención de las mujeres quienes, además, se ven seducidas porque se trata de una situación que no están acostumbradas a experimentar.

Hacen énfasis en tener valentía y determinación, por lo que algunos comportamientos no verbales que hacen a la disposición del cuerpo pueden resultar invasivos. Por ejemplo, si una mujer se encuentra caminando y la interacción ocurre de frente se la detiene hablando en voz alta y con un lenguaje no verbal rígido que posibilite que ella efectivamente se detenga, con el fin de involucrarla en la interacción. En otros casos, algunos procedimientos resultan aún más invasivos e implican actos persecutorios, como, por ejemplo, aproximarse corriendo desde atrás, a una mujer o un grupo de mujeres, y luego ubicarse frente a ellas para llamar su atención con el objetivo de detenerlas. Durante el trabajo de campo pudo observarse que las performances de seducción, llevadas a cabo por los avens, derivaron en la invasión del espacio personal de algunas mujeres generando un clima de incomodidad.

La mayor parte de estas prácticas de seducción se han popularizado en los últimos cinco años en Iberoamérica, debido a un coach de seducción español que usa el pseudónimo Álvaro Reyes y que posee vínculos con la academia estudiada, de hecho, les ha proporcionado capacitaciones a sus instructores2.

La agresión sexual a las mujeres en el espacio público mediante acciones y/o comentarios de índole sexual no consentidos representa un indicador del sistema de dominación patriarcal. Por eso, determinados piropos podrían constituir agresiones verbales. Asimismo, la dicotomía público-privado (Molina Petit, 1994) expresa una de las formas desiguales en que se construyen las representaciones en torno a lo masculino y lo femenino. La agresión verbal a las mujeres en el espacio público se relaciona a esta dicotomía porque el acoso callejero contribuye a reforzarla. Si lo femenino se encuentra circunscripto a lo privado, entonces su presencia en el espacio público es penalizada y una de las formas en que se expresa es mediante agresiones que poseen connotación sexual. La mujer pública y autónoma es apropiable y, a la vez, indeseable (Zuñiga Elizalde, 2014).

En Argentina, en mayo del año 2019, la Ley 26 485 incorpora en el artículo 6 el inciso “G” que determina el acoso callejero como una forma de violencia contra las mujeres en el espacio público y que puede expresarse de diversas formas. El inciso permite hacer algunas apreciaciones al respecto. De este modo, se establece que este tipo de violencia supone conductas con connotación sexual ya sean verbalizadas o mediante gestos que insinúen algo similar. En este punto resulta complejo delimitar qué se considera “sexual” (Bustamante, 2015). Según Billi (2015) las dimensiones de acoso sexual callejero incorporan, además de las señaladas anteriormente, la unidireccionalidad de una conducta que se vive, por parte de la víctima, con malestar y temor. Por su parte, Gaytan Sánchez (2009) entiende que entre los piropos y las agresiones verbales existe una delgada frontera. Si bien, no hay consenso respecto de esto, para la autora los piropos considerados ofensivos por sus entrevistadas se vinculan con comentarios fácilmente perceptibles como groseros, que hacen alusión a la sexualidad o descalifican aspectos del cuerpo y poseen un tono generalmente incorrecto. En estos casos, se determina que estos piropos representan actos comunicativos de acoso sexual verbal callejero.

Por otra parte, el problema radica en que la aproximación de un varón hacia una mujer, en el espacio público, con el fin de entablar una conversación y generar algún tipo de vínculo, generalmente posee connotación sexual, pero es difícil pensar que esto provoque, necesariamente, acoso sexual callejero. Es cierto que el inciso aclara que debe crearse un ambiente hostil u ofensivo, no obstante, resulta complejo poder anticiparse al sentido que se les otorga a esas conductas que pueden llegar a considerarse agresivas. Mas aun, las consecuencias no previstas de la acción son parte de las interacciones humanas y, por lo tanto, deben ser tenidas en cuenta (Giddens, 2014).

El consentimiento sexual o sobre como doblegar la subjetividad femenina

El “método Mystery” denomina fase de “seducción” al momento en el que se produce el acto sexual. Sin embargo, los libros, sobre el método, le dedican un lugar relegado a esta etapa, otorgan escasa información sobre cómo llevar a cabo la relación sexual. Uno de los aspectos que aborda, el método, se relaciona con el tema del consentimiento del acto sexual desde una perspectiva que puede generar ambigüedades y confusiones dando lugar a situaciones peligrosas. De este modo, el método menciona la RUM (resistencia de último minuto) que describe la negación de las mujeres a concebir el acto sexual justo antes de que este ocurra. Según el fundador del método:

La resistencia de último minuto (RUM) es un miedo horrible, incontrolable y bien construido dentro del circuito de la mayoría de las mujeres, y es tu trabajo facilitarle con él. Tener sexo es un gran riesgo y una inversión mucho más grande para una mujer que para un hombre, y RUM es su último anillo de defensa antes del punto de no retorno (Von Markovik, 2006, p. 216).

En el contexto de la intimidad se señala que es altamente probable que las mujeres se nieguen a tener sexo. Es llamativo que una escuela de seducción, que propone que los varones experimenten múltiples relaciones y vínculos con mujeres, no proporcione elementos para reflexionar sobre la sexualidad. De hecho, esta etapa es a la que menos importancia se le otorga en el desarrollo de los cursos, solo se conceden algunos consejos para que el acto sexual se ejecute sin complicaciones.

La sigla RUM posee dos significados primordiales. En primer lugar, se evidencia un aspecto finalista mediante la expresión “último minuto” haciendo referencia a que luego del acto sexual el juego ha concluido. De este modo, se refuerza la concepción de que la relación sexual es el único objetivo válido de las dinámicas afectivas heterosexuales. En segundo lugar y de manera paradojal, al afirmar la existencia de resistencia por parte de las mujeres al sexo, implica que las relaciones sexuales representan un acto de dominación que se materializa en la apropiación del cuerpo de las mujeres (Mackinnon; 1995)3. Entonces, para la “comunidad de seducción” el acto sexual y la dominación se interrelacionan mutuamente.

Desde la perspectiva de la “comunidad de seducción”, este obstáculo debe resolverse mediante un conjunto de estrategias porque como afirman los exponentes del método: “Las mujeres están programadas para mostrar resistencia simbólica frente a la escalada física; es una respuesta emocional para evitar sentirse como una puta”. De esta manera, si la resistencia al sexo es “simbólica” (Von Markovik, 2007, p. 166) significa que, en verdad, tener sexo es parte del deseo natural de las mujeres, pero ellas son incapaces de expresarlo por el condicionamiento social, aunque en ninguna oportunidad se analizan ni problematizan los factores que supuestamente adquiere esta configuración cultural.

Por otra parte, desde el método se propone un conjunto de artilugios que consisten en evitar las negativas para concretar el acto sexual. Frases románticas, detener el avance de la relación sexual antes de que lo haga ella, mostrar desinterés y aplicar persistencia. Puntualmente, la persistencia implica que ante una negativa se debe esperar y luego volver a intentarlo, o bien, ambas personas pueden dormir juntos, porque según creen ellos a la mañana siguiente tendrán sexo. Según Cosma y Gurevich (2019) estos procedimientos son instrucciones propias de un mandato heterosexual masculino para poseer el control sobre la práctica sexual y constituir al varón como responsable de consumar la relación sexual. En resumen, quebrar la resistencia es una demostración de la autenticidad varonil anclada en el logro sexual que se concretiza en la imposición sofisticada sobre el cuerpo de la mujer.

La escuela de seducción elabora una modificación sobre la RUM remplazando “resistencia” por “revaluación”, pero no es un tema que ocupe un lugar importante en el desarrollo de las clases teóricas. Esto provoca que la RUM quede sujeta a las interpretaciones de los participantes que deben actuar durante sus relaciones sexuales desprovistos de reflexiones. La escuela solo brinda un curso intermitente, en algunas ciudades y, que consiste básicamente en técnicas para realizar prácticas sadomasoquistas, asumiendo roles congruentes con la caracterización del cortejo: los varones son dominantes, las mujeres sumisas. También se dan algunas instrucciones sobre cómo lograr tener sexo con dos o más mujeres.

En otro orden de ideas, en la actualidad se está debatiendo sobre los límites y ambigüedades que suscita el consentimiento sexual y los modos de relacionarse de manera previa, durante y posterior al acto sexual. No obstante, la escuela de seducción parece desconocer esta realidad sin proporcionar alguna problematización al respecto. De esta manera, quizás sea hora de pensar la seducción como un proceso intersubjetivo en el que, considerando las diferencias, el otro no sea reducido a un mero apéndice de las propias necesidades (Benjamin, 1996). En definitiva, es posible pensar una ruptura con los códigos morales y hegemónicos, (Benhabib, 2005) constituyendo vínculos empáticos.

En el contexto actual, la crítica feminista y la visibilización del “no es no” como eslogan político está comenzando a proporcionar elementos para repensar el consentimiento. Sin embargo, también resulta pertinente pensar sus limitaciones ya que, las negativas para entablar algún tipo de vínculo afectivo o sexual no siempre son claras y contundentes. Además, el ejercicio de la sexualidad femenina no puede reducirse al simple hecho de decir: “no”.

Con base en Butler (2011), es complejo considerar que el consentimiento sexual se constituya como algo estable, cuando la frontera entre aceptar o rechazar el acto sexual puede cambiar, aun en el transcurso de una relación. En resumen, la coquetería y la negación insinuada (Simmel, 2018) son parte del cortejo y configuran las performances de seducción heterosexual. Por último, Lamas (2018) sostiene que, en los últimos años, ha prevalecido un discurso feminista dominante que posee una mirada represiva sobre la sexualidad basada en un “puritanismo moral”. Entonces, el consentimiento no puede garantizarse ni constituirse de manera segura porque además de factores culturales que expresan ambigüedades, el deseo como resultado del inconsciente es volátil, incluso incontrolable.

Conclusiones

El artículo abordó las performances de seducción de una escuela de coaching en la Ciudad de Buenos Aires durante el año 2019 (marzo-diciembre). De esta manera, halló que la academia promueve performances de seducción que contribuyen a constituir a los varones bajo una concepción del género, que refuerza relaciones de dominación mediante la construcción de una masculinidad hegemónica con el fin de devenir “macho alpha”.

Los fundamentos de la existencia de este tipo de escuelas representan un interrogante que podría abordarse con mayor profundidad en investigaciones futuras, aunque se concluye que las mismas responden a un contexto de construcción de una subjetividad neoliberal, de autosuficiencia y control emocional que se conjugan con los ideales y mandatos de masculinidad hegemónica y se efectivizan en prácticas de seducción performativas.

De esta manera, se encontró que las prácticas de sociabilidad nocturna se asientan en metáforas bélicas, en donde el glosario de términos utilizado por la escuela se emparenta al uso de estrategias de convencimiento y conquista del cuerpo femenino que deberían consumarse en el acto sexual como expresión última del “combate”. Esto permite concluir que las descalificaciones insinuadas y la utilización de mujeres y varones como meros medios para lograr la conquista se asientan en una carencia empática de los vínculos sexo afectivos.

También se descubrió que la escuela de seducción se vale de técnicas que podrían encontrarse en el límite de la violencia sexual, tales como la presión ejercida en el momento de besar, insistencias para alcanzar el acto sexual y formas de seducción en la sociabilidad diurna que podrían derivar en situaciones de “acoso callejero”.

Si bien, algunas técnicas y prácticas que promueve la escuela de seducción pueden resultarle útiles a los varones que poseen escasa experiencia en vínculos con mujeres, o que han experimentado una ruptura amorosa reciente, su estructura se encuentra lejos de promover una seducción que respete y reconozca a las mujeres como sujetos. Incluso algunas de sus prácticas podrían derivar en situaciones de violencia. En un contexto en el que las problemáticas de género han adquirido relevancia y visibilidad académica, social y política, la escuela estudiada continúa reivindicando patrones de seducción hegemónicos.

Se apela en este artículo, mediante un problema de investigación escasamente explorado, a vislumbrar otros enfoques en los estudios de género y sexualidades. Las escuelas de seducción para varones pueden interpretarse como pedagogías de la sexualidad y poseen un potencial sumamente importante, aunque sus pilares han sido planteados de un modo que no contribuye a la construcción de vínculos afectivos más igualitarios. Los estudios de género y los feminismos están proporcionando elementos para pensar una seducción con características empáticas que, mediante la responsabilidad afectiva, contemple las asimetrías de género, observando las necesidades y deseos de las mujeres.

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1Según Strauss y Corbin (2002) los códigos in vivo son denominaciones que emergen de los sujetos de estudio. Sin embargo, la interpretación de los mismos y de lo que describen es tarea del investigador.

2El seductor español es también un youtuber que produce videos mediante cámaras ocultas donde se le observa interactuando con mujeres durante el día y en el espacio público. En algunos casos, a las mujeres filmadas se les censuraba el rostro y distorsiona la voz con el fin de resguardar su identidad, pero en otros casos, no existe resguardo alguno. Por otra parte, estos ejercicios, según Álvaro Reyes, consisten en incrementar el nivel de realismo de la seducción mostrando interacciones espontáneas y verdaderas. Los videos producidos por el seductor muestran en algunos casos, indicadores de acoso callejero como, por ejemplo: comentarios con connotación sexual, tocamientos y arrinconamientos. Finalmente, el coach, recibió denuncias y fue escrachado por una agrupación feminista española en el año 2016.

3En el libro The game, Strauss al abordar la cuestión de la RUM cita un fragmento del libro de Mackinnon Hacia una teoría feminista del Estado.

Registro etnográfico

Curso nivel 1 (2019a)

Curso nivel 2 (2019b)

Curso nivel 3 (2019c)

Curso para coaches (2019d)

CÓMO CITAR: Pérez-Ripossio, Ramiro. (2020). Devenir “macho alpha”: performances de seducción heterosexual en una escuela de coaching de la Ciudad de Buenos Aires. Revista Interdisciplinaria de Estudios de Género de El Colegio de México, 6, e554. doi: http://dx.doi.org/10.24201/reg.v6i0.5504

Recibido: 01 de Noviembre de 2019; Aprobado: 01 de Abril de 2020

Sobre el autor

Ramiro Nicolás Pérez Ripossio es sociólogo, magister en investigación social y candidato a doctor en Sociología por la Universidad de Buenos Aires. Es especialista en estudios migratorios, de género, sexualidades y en metodología de investigación social cualitativa.

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