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Revista interdisciplinaria de estudios de género de El Colegio de México

versión On-line ISSN 2395-9185

Rev. interdiscip. estud. género Col. Méx. vol.3 no.6 Ciudad de México jul./dic. 2017

 

Reseñas

Acercamiento al género en contextos de pobreza

Approaches to gender in the context of poverty

Mónica Orozco Corona* 

*Presidenta de GENDERS AC, email: monicaeorozcocorona@gmail.com

Tepichin, Ana María. 2016. Conocimiento de la pobreza desde un enfoque de género: propuesta de un marco analítico. México: El Colegio de México,


En esta obra, Ana María Tepichin propone un marco analítico desde el enfoque de género para conocer la pobreza. Su propuesta conjuga el aporte de conocimiento conceptual y empírico desarrollado en la literatura en las últimas cinco décadas. A partir de ello, integra las visiones tanto de los enfoques del desarrollo social y económico como los del género, con los hallazgos sobre los programas de transferencias condicionadas y los programas productivos para mujeres rurales en América Latina.

Por una parte, el libro de Tepichin se sustenta en los estudios fundacionales sobre el género desarrollados durante el periodo de la “segunda ola feminista”, entre 1960 y 1990, y su evolución hasta la actualidad, haciendo énfasis en las dimensiones de la desigualdad que propicia la subordinación de las mujeres, el significado del género y su importancia como concepto relacional enmarcado en el contexto social, así como la forma en que diversos obstáculos que se derivan de las desigualdades de género se entrelazan con la pobreza. Por la otra, integra los resultados de diversos estudios, evaluaciones y hallazgos empíricos desarrollados desde distintas disciplinas, sobre la operación de los programas y sus orígenes dentro de los paradigmas de desarrollo.

Para sustentar su propuesta analítica, la autora integra un marco conceptual y detalla la cronología del contexto internacional en el que se han situado los programas e intervenciones desarrollados en las últimas décadas. Así, su libro relata los grandes hitos que marcaron la pauta en la intención de los gobiernos de desarrollar programas orientados hacia la igualdad de género: la firma y ratificación de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer (CEDAW), la demanda de los movimientos de mujeres organizadas desde la sociedad civil y la academia, y el papel de los organismos internacionales, entre otros. Tales hitos dieron origen, en primer lugar, a un proceso de visibilización de las desigualdades de género y su encuadre en los temas de justicia y derechos humanos; posteriormente, dieron paso a una primera generación de intervenciones públicas basadas en el supuesto de que promover la actividad productiva de las mujeres podría mejorar su situación de pobreza y la de sus familias, contribuir a reducir las desigualdades en relación con los hombres y hacerlas partícipes activas en el desarrollo socioeconómico, cultural y político.

La autora realiza un trabajo fructífero al vincular los aspectos que propiciaron el desarrollo desde la agenda de género de los primeros programas productivos con orientación hacia la igualdad entre mujeres y hombres, con los paradigmas prevalecientes en las estrategias para el desarrollo en el ámbito internacional.

De esta manera, proporciona un panorama breve de las principales orientaciones de los dos enfoques caracterizados por Buvinic (1983) en Women and poverty in the Third World y por Moser (1991) en La planificación de género en el tercer mundo: enfrentando las necesidades prácticas y estratégicas de género: mujeres en el desarrollo (MED), basado principalmente en el desarrollo de capacidades de las mujeres; y género en el desarrollo (GED), que profundiza en la cuestión al considerar mecanismos para superar los obstáculos que reducen las posibilidades de las mujeres para participar en las actividades productivas.

A partir de estas orientaciones, el libro da cuenta del enfoque que prevalece hoy en día en el diseño y operación de los programas productivos para mujeres rurales que componen la oferta institucional. En su análisis concluye que, aun cuando la retórica discursiva de los programas de apoyo productivo para mujeres rurales ha incorporado la aportación conceptual del enfoque GED, estos programas distan aún de traducirse en un mecanismo para la transformación de la situación real de las mujeres y de las desigualdades de género. Señala que sus intervenciones no están pensadas desde una base económica, sino como acciones de bienestar que segregan a las mujeres a la ejecución de actividades marginales compatibles con su papel reproductor y doméstico, en vez de estar centrados en su viabilidad económica y rentabilidad, y tomar en cuenta las restricciones que enfrentan las mujeres.

El soporte del marco analítico que propone el libro parte de considerar las múltiples desigualdades de género que se entretejen con la pobreza. En la construcción del marco conceptual destacan los trabajos sobre la construcción del género desarrollados por Oakley (1972) en Sexo, género y sociedad, Rubín (1975) en “El tráfico de mujeres: notas sobre la economía política del sexo” y Scott (1986) en “El sexo, una categoría útil para el análisis histórico”; las necesidades de las mujeres de Mosser (1991) y las dimensiones de la desigualdad y subordinación propuestas en 2007 por Fraser en su texto “Políticas feministas en la edad del reconocimiento: una aproximación bidimensional a la justicia de género”.

La propuesta conceptual de la bidimensionalidad de la percepción del género de Fraser, en la que se basa el marco analítico que propone Tepichin, considera dos aspectos centrales de la subordinación de las mujeres: el que surge de la distribución y el que surge del reconocimiento. A partir de ella, la autora retoma, por una parte, las cuestiones que se derivan del principio de la estructura económica que organiza la división del trabajo y, por otra parte, las preocupaciones que derivan del principio de diferenciación de estatus de las mujeres. A decir de Fraser, la cuestión a resolver no es la valoración de la feminidad, sino que ésta radica en superar la subordinación de las mujeres que está presente en las interacciones sociales.

Por su parte, la revisión del material empírico comprende una bibliografía abundante sobre el análisis y evaluación de los programas de transferencias condicionadas y los programas productivos destinados a mujeres rurales, los cuales han sido utilizados en diversas latitudes desde la década de los ochentas como mecanismos para la superación de la pobreza. La autora pone énfasis en la no neutralidad de los programas respecto del género en el sentido de que “aunque no lo mencionan ni lo consideren en su diseño, sus acciones tienen consecuencias en las relaciones de género”.

Para analizar el material empírico, Tepichin parte del cuestionamiento y crítica desarrollada por diversas autoras feministas, siguiendo la argumentación de que al otorgar a las mujeres la responsabilidad del bienestar familiar y de la satisfacción de necesidades básicas de sus integrantes, los programas reproducen desigualdades de género que les impiden mejorar su posición al interior de su grupo familiar y en sus comunidades. No obstante, a partir del análisis de un compendio vasto de literatura, va más allá de la crítica al plasmar una síntesis de resultados directos e indirectos de los programas. Con ello proporciona un balance de pesos y contrapesos que contribuye a ampliar la visión sobre los criterios de valoración de los programas de transferencias condicionadas, tanto desde el enfoque de género, como desde el enfoque de desarrollo y superación de la pobreza que prevalece. Una contribución particularmente valiosa en la víspera de cumplirse ya dos décadas de operación del programa Prospera (antes llamado Progresa-Oportunidades) en México.

De esta forma, destaca los resultados de las evaluaciones de los programas sobre distintos indicadores y sus efectos diferenciados entre mujeres y hombres. En particular, señala la acción afirmativa adoptada por el programa mexicano en materia educativa y el cierre de las brechas de género en la asistencia escolar y el logro educativo. Y en general, documenta lo que refiere como logros fundamentales en la reducción de la pobreza, las mejoras en el consumo alimentario y el mayor acceso a los servicios de salud. Pero también sintetiza los efectos sobre el ingreso de las mujeres y las formas de organización y las dinámicas que se producen al interior de los hogares como consecuencia directa o indirecta de los programas, tales como la distribución de recursos y la división interna del trabajo, las dinámicas del grupo familiar y, con ello, de las relaciones de género.

La propuesta que presenta el libro para el conocimiento de la pobreza desde un enfoque de género relaciona las dimensiones de distribución y de reconocimiento planteadas por Fraser (2007) con diversos factores asociados a la desigualdad de género que se enlazan con la pobreza y se traducen en obstáculos que enfrentan las mujeres pobres.

Para definir los obstáculos que caracterizan las dimensiones de distribución y de reconocimiento la autora se sustenta en una extensa literatura que empíricamente da cuenta de las barreras que enfrentan las mujeres, y que dan origen al conjunto de lo que Mosser (1991) define como necesidades estratégicas, en el sentido de que se refieren a aspectos cuya modificación abonaría a la construcción de relaciones de género más igualitarias. Con ello, Tepichin logra una mancuerna estratégica entre lo conceptual y lo empírico para la construcción de su marco analítico.

En la dimensión de la distribución considera como obstáculos: i) la sobrecarga de trabajo; y ii) las reducidas alternativas para que las mujeres realicen actividades económicas generadoras de ingreso y la devaluación de la fuerza de trabajo femenina. Ambos obstáculos se originan en la división sexual del trabajo, que contribuye a configurar las vivencias de la pobreza de mujeres y hombres en forma distinta.

En la dimensión de reconocimiento, el factor asociado a la desigualdad de género que origina obstáculos de género que moldea la pobreza es el escaso poder de negociación de las mujeres. La autora relaciona con esta dimensión dos obstáculos que enfrentan las mujeres: i) limitados apoderamiento, autonomía y libertad de movimiento; y ii) riesgo de violencia.

Como resultado de la obra, Tepichin plantea la necesidad de abundar en la investigación y el desarrollo de estudios que proporcionen evidencia empírica sobre las condiciones en las que se interceptan el género y la pobreza. En particular, resalta la necesidad de contar con estudios de corte cuantitativo y cualitativo, así como con información estadística. Estas necesidades han sido planteadas de manera específica por otros estudios para México, como los de López y Salles (2006) y Orozco, Beltrán y Straffon (2016).

Las propuestas de la autora buscan abonar a reducir las desigualdades de género que se enlazan con la escasez propia de la pobreza, y generan una situación más crítica para las mujeres, tanto en términos de energía y esfuerzo como en el menoscabo del disfrute de sus derechos humanos. Para ello, plantea que eliminar los obstáculos requiere flexibilizar la división sexual del trabajo, reducir las sobrecargas de trabajo de las mujeres, ampliar los servicios de cuidado, promover la autonomía económica de las mujeres y cuestionar los patrones de subordinación que las ponen en riesgo de violencia.

La obra es una lectura obligada para el diseño y evaluación de programas con enfoque de género.

Referencias bibliográficas

López, P. y Vania Salles (2006). “La pobreza: conceptuaciones cambiantes, realidades transformadas pero persistentes” en Estudios Sociológicos. México: El Colegio de México, vol. XXIV, núm. 71, pp. 463-490. [ Links ]

Orozco, M., Brisna Beltrán y Beatriz Straffon (2016 [2015]), Incorporación de la dimensión de género en la medición multidimensional de la pobreza. México: ONU Mujeres, Instituto Nacional de las Mujeres. [ Links ]

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