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Revista interdisciplinaria de estudios de género de El Colegio de México

On-line version ISSN 2395-9185

Rev. interdiscip. estud. género Col. Méx. vol.3 n.6 Ciudad de México Jul./Dec. 2017

https://doi.org/10.24201/eg.v3i6.173 

Nota de investigación

Migración juvenil indígena y ejercicio sexual en los Altos de Chiapas

Youth migration and sexual exercise in the Highlands of Chiapas

Diana Reartes* 

* Instituto Pensamiento y Cultura en América Latina (IPECAL), Ciudad de México, email: dlrp8@prodigy.net.mx


Resumen:

La presente nota de investigación da cuenta de los principales resultados de una investigación socioantropológica que desarrollamos en los Altos de Chiapas (2007-2012) y que tuvo como preocupación central aproximarnos a analizar las implicaciones del proceso migratorio interno y/o internacional (a Estados Unidos) de jóvenes mujeres y varones tsotsiles en el ámbito de la sexualidad y la reproducción. Se documenta cómo la migración se erige como un proceso de vital importancia en la colocación de estas y estos jóvenes en situaciones y contextos que condicionan sus recursos y capacidad de gestión para prevenir embarazos e infecciones de transmisión sexual, dependiendo de su condición de género, escolaridad, experiencia y situación migratoria.

Palabras clave: migración juvenil; jóvenes indígenas; sexualidad; reproducción; Altos de Chiapas

Abstract:

This research note reports on the main results of a socioanthropological research that we carried out in the Chiapas Highlands (2007-2012) and whose main concern was to establish links between internal and international migration processes to the United States and its implications in the field of sexuality and reproduction, in the indigenous female and male youth population. It is documented how migration stands as a process of vital importance in the placement of these young people in situations and contexts that condition their resources and management capacity of management to prevent pregnancies and infections of sexual transmission depending on their gender condition, schooling, migratory situation.

Key words: youth migration; indigenous youth; sexuality; reproduction; Highlands of Chiapas

Introducción

Chiapas se caracteriza por una estructura demográfica conformada mayoritariamente por jóvenes, 34.7% de la población total del estado (INEGI, 2010), y por ser el estado con el segundo mayor índice de marginación en el ámbito nacional, de 88.72% (CONAPO, 2011).

La escolaridad alcanzada por la población juvenil es muy baja: 22.1% de la población joven en Chiapas no tiene estudios de postprimaria; la proporción de mujeres es mayor a la de los hombres (24.3% vs. 20%) (Ballinas-Urbina, Evangelista-García, Nazar-Beutelspacher, Salvatierra-Izabal, 2015, p. 268).

Los Altos de Chiapas, el contexto donde se desarrolló nuestra investigación, corresponde a una de las nueve regiones socioeconómicas del estado, que está conformada por municipios indígenas con niveles altos de marginación y carencias de todo tipo (CONAPO, 2011). Políticamente se ha caracterizado por la convivencia conflictiva entre indios y mestizos, el cambio religioso, las expulsiones por razones político-religiosas, los desplazamientos derivados de la emergencia del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y de las innumerables masacres perpetradas a las comunidades indígenas (Leyva Solano y Kohler, 2005).

En los últimos 20 años un conjunto de procesos económicos, políticos y sociales ha condicionado y acrecentado fuertes desigualdades sociales que afectan a la población joven, la cual vislumbra en la migración interna o internacional la posibilidad de mejorar sus condiciones de vida personales y familiares, ya sea a través de la búsqueda de trabajo y/o continuación de sus estudios (Rus y Rus, 2008; Rus, 2009).

Otros estímulos para cambiar de residencia poseen como trasfondo un conjunto de tensiones entre los proyectos personales juveniles vinculados a lo que es ser “hoy” un joven y la vigencia de ciertas expectativas comunitarias. A veces, el traslado a la ciudad, tiene que ver con la no aceptación de condiciones de vida familiares e imposiciones de los adultos (violencia familiar, restricciones económicas, obligación de trabajar en el campo o en los quehaceres domésticos, arreglos matrimoniales, prohibición de continuar los estudios).

Tomando en cuenta la importancia que adquieren los procesos migratorios en la población juvenil indígena chiapaneca nos preguntamos cómo afecta los mismos las prácticas sexuales y reproductivas de mujeres y varones de los Altos de Chiapas, que han experimentado traslados internos y/o internacionales con la finalidad de trabajar y/o estudiar y qué cambios y/o permanencias pueden observarse en este ámbito de sus experiencias vitales.

Referentes conceptuales

Hace aproximadamente quince años los estudios de género se han visto renovados por la denominada “perspectiva interseccional”, apuesta teórica y metodológica que se dirige a comprender las relaciones sociales de poder y los contextos en que se producen las desigualdades sociales que experimentan mujeres y varones a partir de sus múltiples posicionalidades como sujetos sociohistóricos. De este modo, esta perspectiva complejiza la concepción del género al concebirla como una dimensión entre otras dentro del tejido de las relaciones sociales y políticas de dominación de género, sexuales, raciales y clasistas.1 Los procesos migratorios, al estar conformados por diversos ejes de desigualdades, resultan un campo relevante para el análisis empírico de la interseccionalidad.

En las migraciones, las clasificaciones de género, clase, origen nacional, raza, etnicidad, edad, condición migratoria, orientación sexual, inserción laboral, emergen como clasificaciones sociales principales produciendo interseccionalmente diferentes trayectorias y experiencias en la vida cotidiana de las y los migrantes e influyen directamente en situaciones de desigualdad, exclusión, discriminación y vulnerabilidad (Magliano, 2015).

En el ámbito de la sexualidad y la reproducción, la perspectiva interseccional nos permite observar cómo las posibilidades de prevención de embarazos, infecciones de transmisión sexual (ITS) y VIH/Sida son diferenciales según la posición que ocupan las y los migrantes en sus lugares de origen, en los espacios de tránsito, así como en los contextos de llegada y retorno.

La construcción social de la feminidad y la masculinidad hace que las y los jóvenes reciban diferentes mensajes en relación con el comportamiento que se espera de ellas/ellos a la hora de tener relaciones sexuales. La masculinidad generalmente está asociada a la fuerza física, la independencia y la actividad sexual como prueba de la virilidad. Estos valores masculinos son construidos y reforzados por la cultura a través de muchas formas y particularmente por la presión que ejercen los pares. Numerosos estudios han señalado que los varones tienen que presumir que poseen conocimiento y experiencias sexuales y tomar riesgos para ser hombres verdaderos (Rivers y Aggleton, 1998). También se ha estudiado que la asignación a los varones de iniciativa, dominio y control sexual por parte de ellos dificulta la conciencia de riesgo y el uso de medidas preventivas (Szasz, 1999, p. 114).

Del otro lado, las imágenes dominantes de la feminidad se relacionan con valores como la virginidad, la fidelidad y la fertilidad. Esto hace que las muchachas tengan que debatirse entre estar informadas “sexualmente” y aparecer como inocentes para proteger su reputación social. De este modo, ciertas formas esperadas por la sociedad de comportarse sexualmente, según se trate de un varón o de una mujer, así como de la edad que se tenga, hacen que la prevención en las parejas resulte muy difícil, predisponiendo a una mayor vulnerabilidad y riesgo. Las posibilidades de agencia de los sujetos dependen, entonces, del lugar que ocupan en la estructura social, favoreciendo situaciones de mayor o menor vulnerabilidad, tal como lo observaremos con las y los jóvenes estudiantes y trabajadores, sujetos de esta investigación (Oliveira y Salles, 1986, citado por Salles y Tuirán, 1997, p. 21).

Situación de la salud sexual y reproductiva en la población indígena chiapaneca

La información cuantitativa generada por encuestas nacionales nos llama la atención sobre ciertas desventajas de la población juvenil chiapaneca, tomando en cuenta la edad de inicio sexual y los conocimientos sobre anticoncepción que reportaron tener. Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de 2012 (INSP, 2013), el porcentaje de adolescentes chiapanecos de 12 a 19 años que ha iniciado su vida sexual es de 20.2%, siendo éste menor que el nacional (23.0%). La mayoría de las y los jóvenes, tuvieron su primera relación sexual entre los 15 y los 19 años (75.8%) con una media para ellos de 16.8 y para ellas de 17.7, esto con base a los datos que arroja la Encuesta Nacional de Juventud 2000 (IMJ-CIEJ, 2002). En el conjunto de encuestas no se observan diferencias significativas en la edad a la primera relación sexual al comparar jóvenes indígenas y no indígenas (Ballinas-Urbina et al., 2015, pp. 263-264).

En cuanto al uso de métodos anticonceptivos en la primera relación sexual, el 34.3% no usó ninguno, siendo este porcentaje menor al nacional (22.9%). De los que usaron, 62.2% utilizó el condón masculino, cifra menor al porcentaje nacional (72.2%). Y en relación con el embarazo adolescente, 73.0% del total de mujeres (12-19 años) ha estado embarazada alguna vez (INSP, 2013).

En el ámbito estatal continúa prevaleciendo un matrimonio temprano y una fecundidad elevada entre los jóvenes de 12 a 29 años, aunque en el interior de la entidad existe una heterogeneidad como resultado diferencial del comportamiento reproductivo entre contextos y grupos sociales. La condición étnica marca una diferencia significativa en el calendario del matrimonio o unión en pareja. Los hablantes de una lengua indígena forman una unión de manera más temprana que los jóvenes no hablantes. La mitad se unió por primera vez a los 20 años, cuatro años antes que los no indígenas (Ávila Sánchez y Jáuregui Díaz, 2015).

Las jóvenes hablantes de lengua indígena muestran una entrada a la vida reproductiva más temprana en comparación con las no indígenas. Una cuarta parte de los jóvenes indígenas había tenido su primer hijo o hija a los 19 años, mientras que la misma proporción de jóvenes no indígenas lo había tenido un año después. La mitad de los jóvenes hablantes de lengua indígena tuvieron su primer hijo o hija a los 23 años, mientras que los jóvenes no indígenas lo hicieron a los 24 años (Ávila Sánchez y Jáuregui Díaz, 2015).

En cuanto a la fecundidad, según Ávila Sánchez y Jáuregui Díaz (2015), Chiapas sigue un modelo con dos transiciones de la fecundidad: la primera, que presentan las mujeres urbanas y las no indígenas que muestran un nivel de fecundidad bajo, la segunda, la seguida por las mujeres rurales e indígenas con una incidencia de la fecundidad alta. Las primeras registraron una tasa global de fecundidad (TGF) en el 2010, de 2.5 hijos y las no indígenas de 2.6 hijos, cifra que se eleva en las mujeres no urbanas a 3.6 hijos y hasta 4.2 hijos entre las mujeres indígenas (Ávila Sánchez y Jáuregui Díaz, 2015).

El uso de métodos anticonceptivos muestra diferencias según el género y la condición étnica. De acuerdo a la Encuesta Nacional de la Juventud 2010 (citada en Ávila Sánchez y Jáuregui Díaz, 2015), 48.1% ha usado algún método en su primera relación sexual, siendo los varones los que en mayor proporción lo usaron (60.2%). Según la condición étnica, la proporción de jóvenes no hablantes de lengua indígena que usaron anticonceptivos casi duplica a los hablantes de lengua indígena (51.8% y 26.1%, respectivamente). El condón es el método más utilizado en la primera relación sexual aunque diferencialmente. Los varones lo hicieron en un 91.1%, mientras que las mujeres en un 79.6%. El menor porcentaje correspondió a los indígenas, con un 76.7% (Ávila Sánchez y Jáuregui Díaz, 2015).

La especificidad de la condición indígena en la vulnerabilidad frente al VIH/Sida se ha visto invisibilizada ante la falta de un registro desagregado por pertenencia étnica y sólo recientemente contamos con trabajos pioneros que están dibujando las características de la epidemia en la población indígena (Ponce y Núñez Noriega, 2011). Muñoz Martínez (2014, pp. 99) reporta para los Altos de Chiapas, en el año 2012, 122 pacientes, de los cuales 43% son indígenas.

Migración, sexualidad y reproducción

Freyermuth Enciso y Manca hallaron que la migración a San Cristóbal de las Casas desde Chamula y Chenalhó aumentaba la edad del inicio sexual y, por ende, la postergación de la edad del primer embarazo, el retraso en la fundación de una familia y el espaciamiento de los siguientes hijos (Freyermuth y Manca, 2000, p. 222). Más recientemente, Cruz Salazar señala cómo los procesos migratorios implican profundas transformaciones del modo en que las jóvenes vivencian el cuerpo y la sexualidad, que suponen una combinación de elementos tradicionales de los roles femeninos con nuevos elementos más distintivos de la sociedad mestiza que son vistos como “prácticas juveniles” emergentes en las jóvenes (2009, p. 206).

La migración puede implicar consecuencias negativas, especialmente para las mujeres en la medida que puede dañar su reputación, pues “cuando una mujer soltera (virgen) migra, el ‘cuidado’ no puede realizarse y por lo tanto genera desconfianza sobre su posible comportamiento y generalmente la desacredita como candidata al casamiento” (Castañeda, Delgado, Brie, Cancino y de la Cruz, 1997, p. 25). La vigilancia de la parentela sobre el ejercicio sexual femenino también ocurre cuando es su pareja quien migra, instrumentándose una serie de acciones que garantizan la fidelidad femenina (Evangelista García y Kauffer Michel, 2007; Freyermuth Enciso y Meneses Navarro, 2009).

Para el caso de los varones, la migración es el espacio donde con frecuencia tiene lugar la iniciación sexual, lejos de las normas comunitarias y en especial con trabajadoras de sexo comercial (TSC) y sin el uso de métodos de protección (Castañeda et al., 1997, p. 8). Casi diez años más tarde, un trabajo con estudiantes de 14-19 años en la zona fronteriza de Chiapas sigue señalando que la iniciación sexual con TSC es una práctica común entre los jóvenes que se trasladan, por motivos de estudio, de sus comunidades a la ciudad. Para estos jóvenes, ante la imposibilidad de tener relaciones sexuales con pares (en sus comunidades), acudir con TSC, aparecía como la única opción para tener relaciones sexuales con mujeres antes y fuera del matrimonio. Sin embargo, en las cabeceras municipales sí se hizo referencia a las relaciones sexuales con novias y/o amigas debido a que en estos lugares la vigilancia social pierde la eficacia que tiene en las comunidades rurales (Evangelista García y Kauffer Michel, 2007).

Aunque las mujeres asumen que en el contexto migratorio sus parejas mantienen sexo con otras parejas o trabajadoras sexuales, temen proponer el uso del preservativo en la medida que hacerlo demostraría desconfianza y la aceptación explícita de que su pareja mantendrá relaciones sexuales extramatrimoniales (Evangelista García, 2010, p. 54). También se ha documentado cómo ciertas prácticas sexuales que no eran habituales en la relación de pareja, como el caso del sexo anal, y que fueron aprendidas en el contexto migratorio por los varones, pueden ocasionar violencia si la mujer manifiesta su negativa a acceder a ellas (Evangelista García, Tinoco y Martínez, 2007; citado por Evangelista García, 2010, p. 54).

Por su parte, la inserción de adolescentes y jóvenes indígenas migrantes como ficheras en bares, restaurantes y cantinas en San Cristóbal, favorece que eventualmente realicen trabajo sexual y estén expuestas a situaciones de violencia y alcoholismo (Zarco Mera, 2009). En lo que refiere al VIH-Sida, Evangelista García y Kauffer Michel (2007) señalan que en la región fronteriza los jóvenes tienen un discurso estigmatizante hacia las personas que migran de sus comunidades, asociándolos con su propagación.

Trabajos más contemporáneos realizados por Neila Boyer (2012), Cruz Salazar (2015) y Velasco Domínguez (2016) señalan el surgimiento y progresiva apropiación de un discurso que reivindica el deseo de elegir el/la novio/a o pareja, el de “conocerse” antes de unirse, el “entenderse” íntimamente, el reconocimiento de que tanto las mujeres como los varones tienen los mismos derechos en cuanto a poder seguir estudiando luego de unirse o tener hijos, así como de trabajar, la posibilidad femenina de tener hijos fuera del marco de una unión, o en menor medida, de no tener hijos.

El acercamiento metodológico

El relevamiento de la información de primera mano implicó la utilización de entrevistas semiestructuradas. En San Cristóbal de las Casas entrevistamos a ocho estudiantes de educación superior, cinco varones y tres mujeres, cuyas edades estaban entre los 21 y los 23 años. Todos/as eran solteros y sin hijos, a excepción de una joven. En lo que respecta a las/os trabajadores, fueron siete los entrevistados/as, cuatro varones y tres mujeres, y sus edades oscilaban entre los 17 años y 23 años. Dos se encontraban unidos, cuatro eran solteros y una joven estaba separada. Un varón tenía dos hijos y una de las jóvenes tenía uno. Se desempeñaban en tareas de baja remuneración, trabajando como cocineras, empleadas domésticas, meseras/os y personal de seguridad privada. El grupo de jóvenes que recientemente habían regresado de Estados Unidos estuvo conformado por siete varones y cuatro mujeres. El promedio de edad de los varones fue de 24,8 y el de las mujeres de 20,7 años. Presentaban un bajo nivel educativo; la mayoría no sobrepasaba los estudios de primaria. De los 11, nueve se encontraban unidos/as y/o casados/as y, a excepción de una mujer, todas tenían hijos. Todas/os los entrevistadas/os son hablantes de lenguas indígenas (tsotsil y tseltal), y el español ha sido su segunda lengua. Debido a ello, fui apoyada en la realización de algunas entrevistas por jóvenes chamulas que hicieron de traductores.

La selección de las/os estudiantes fue facilitada por la impartición de talleres de prevención de ITS en la Secretaría de Educación y Cultura de Pueblos Indios (SECPI). Esta actividad posibilitó mi encuentro con becarias/os de esta instancia gubernamental. El acercamiento a las/os trabajadores fue gestionado por contactos personales. En el caso de las/os jóvenes chamulas, fueron dos estudiantes originarios de este municipio quienes nos apoyaron en la tarea de elegir a jóvenes que habían retornado recientemente de los Estados Unidos.

Resultados

El noviazgo, el inicio sexual y el temor frente a los embarazos

Generalmente las primeras relaciones de noviazgo que establecen las/os jóvenes tsotsiles de este estudio se dan en la escuela en sus comunidades de origen. Se disolvieron cuando el ciclo escolar finalizó y alguno o ambos integrantes de la pareja se trasladaron a otro lugar para continuar sus estudios. En la mayoría de los casos, la ciudad elegida fue San Cristóbal de las Casas, por su relativa cercanía a sus lugares de origen, por la gran oferta educativa que existe, por la facilidad para conseguir trabajo complementario o por la existencia de familiares, amigos u organizaciones que apoyaran la estancia en la ciudad.

Especialmente en el caso de las jóvenes, el deseo de trasladarse desde su comunidad de origen a alguna ciudad para continuar sus estudios, fue una de las principales motivaciones para no ponerse de novias o no formalizar la relación.

Los primeros meses en la ciudad están marcados por la soledad y la tristeza, en muchos casos derivada del nulo o escaso dominio del español y la dificultad de comunicarse con el otro, o el aislamiento dado por la inserción laboral, como en el caso de las empleadas domésticas, recluidas en el espacio de la casa donde viven y trabajan. Se trata de un momento de escasa integración, que poco a poco se va resolviendo al establecer relaciones de amistad y de noviazgo en el espacio educativo y/o laboral. Fueron los varones quienes manifestaron la posibilidad de experimentar más cantidad y variedad de vínculos afectivo-sexuales en el contexto de la ciudad (novias, amigas, conocidas) que en la comunidad.

Al migrar a San Cristóbal, las/os jóvenes se enfrentan con dudas, dilemas y deben tomar decisiones en aspectos vinculados con su ejercicio sexual: iniciar la vida sexual, adoptar medidas para evitar un embarazo o, en dado caso, realizar acciones para interrumpirlo. Para la mayoría de las/os jóvenes estudiantes el inicio sexual se dio en el contexto de la ciudad y dentro de relaciones de noviazgo. El uso del condón en este evento no se encuentra generalizado ni es sistemático.

Al interior del grupo de jóvenes originarios de Chamula, encontramos diferencias significativas en cuanto al género. Los varones iniciaron su vida sexual antes de su migración a los Estados Unidos, algunos en su comunidad de origen, en el marco de una unión y otros en San Cristóbal de las Casas; en tanto, para las jóvenes la primera relación sexual se dio en los Estados Unidos cuando se unieron, evento que fue muy cercano a su llegada a ese país. A este inicio sexual, dado que no se utiliza ningún método anticonceptivo, siguió un embarazo.

Para las/os jóvenes estudiantes y trabajadores en San Cristóbal los mayores riesgos vinculados al ejercicio sexual se sitúan en la probabilidad de un embarazo y no tanto en la adquisición de una ITS. Especialmente para los estudiantes, el embarazo se construye como un gran peligro, particularmente para las jóvenes, en tanto que este acontecimiento truncaría sus proyectos de finalizar sus estudios. Es tal la fuerza del mandato parental acerca de los grandes esfuerzos que está haciendo el grupo familiar para que la o el joven estudie en la ciudad y la advertencia de que se “cuiden”, es decir que no tengan relaciones sexuales o que si las tienen adopten alguna estrategia de prevención, que muchas/os jóvenes mencionan la incompatibilidad de ser estudiante con tener novio/a. Aunque sea por un corto tiempo, en algunas/os jóvenes el proyecto de no establecer una relación de noviazgo funciona casi como un acto de prevención. Dice Juan, uno de los jóvenes: “Ella (su madre) me llamaba la atención, que me cuidara mucho, que no me exponga a problemas que después traen consecuencias, que después lo voy a lamentar por no pensar bien, ‘debes de cuidarte mucho’, me decía y eso lo obedecía porque no puedo defraudar esa confianza que ella me ha dado siempre.”

Distintas son las estrategias que estas/os jóvenes utilizan para evitar embarazos, dependiendo del tipo de relación y de la frecuencia con que se tengan relaciones sexuales.

Por ejemplo, la modalidad de noviazgo a la distancia fue frecuente entre algunas/os estudiantes, quienes vivían en San Cristóbal mientras su novio/a permanecía en la comunidad o en otra ciudad. El distanciamiento y las visitas o encuentros cada cierto tiempo imprimen necesidades diferenciales en cuanto a estrategias de protección. En estos encuentros las/os jóvenes manifestaron utilizar condón o el coito interrumpido. En este tipo de relaciones surgen también la problemática de la desconfianza, los celos, la existencia de encuentros sexuales ocasionales, el mantenimiento de relaciones paralelas.

Si se produce un embarazo, y tratándose de una joven que estudia en la ciudad y su novio vive en otro lugar, el varón puede no asumir la responsabilidad, aduciendo la lejanía con su novia, la supuesta posibilidad de que la joven haya mantenido relaciones con otra persona y/o la desprotección de la familia de origen o política ante el considerado “mal” comportamiento de la joven.

Frente a un embarazo existen distintas alternativas: desde intentos de interrupción fallidos acudiendo a distintas instancias (institucionales, de automedicación, de atención tradicional), aborto, unión impuesta, no unión, regreso de la joven a la comunidad con la consiguiente deserción escolar, no unión y continuación de estudios, la crianza del niño por parte de los abuelos maternos o la ayuda de un familiar cercano que se traslada a la ciudad para apoyar a la joven. En el caso de las jóvenes provenientes de Chamula, los embarazos suceden como un acontecimiento muy ligado al inicio de la convivencia: “No nos hicimos ni novios, nada… estaba bien perdida, bien loca, no sabía qué estaba haciendo, ya pasaron las cosas, ¡qué hice!, como que fue muy rápido” (Candelaria).

La prevención frente a ITS/VIH-Sida

La baja percepción personal y grupal frente a riesgos de ITS y VIH-Sida es favorecida entre los jóvenes estudiantes y trabajadores que viven en San Cristóbal por el inicio o mantenimiento de relaciones sexuales con personas de su comunidad o de alguna etnia como supuesta estrategia de prevención, garantía de protección o reducción del daño.

Así lo señala Eli: “Saliendo de la comunidad es diferente, yo pienso… ya es muy diferente, ya estando en una ciudad pues te contagias de lo que sea.”

Ramírez López (2011) también encuentra en su estudio que “la comunidad protege” y que a nivel de las representaciones sociales el VIH es algo exclusivo de los mestizos y extranjeros más no de los indígenas.

El uso del condón parece ser una práctica no consistente entre los estudiantes, que depende del tipo de pareja y de las condiciones en que se da el encuentro sexual. La alcoholización es un evento que inhibe su adopción. Entre los jóvenes que tienen relaciones sexuales con jóvenes extranjeras su uso parece estar motivado por las jóvenes, pero también por el tipo de pareja (temporal).

En casi todos los jóvenes, el riesgo frente al VIH-Sida se construye asociado al sexoservicio. En el caso de los jóvenes migrantes a los Estados Unidos la cercanía con esta práctica los inicia en el uso del condón a instancia de las trabajadoras sexuales. El abuso del alcohol y el sexoservicio son las principales prácticas de riesgo en el contexto migratorio: “En el Norte agarré el vicio y seguido iba a tomar cervezas a lugares donde también puedes tener sexo” (Lorenzo).

La situación es más dramática por parte de las jóvenes, quienes, con escasas estrategias, poder y recursos, poco pueden hacer para desarrollar prácticas de prevención y atención de ITS/VIH-Sida, bien si son migrantes, bien si son parejas de migrantes y esto tanto en los Estados Unidos como en sus lugares de origen, luego de su retorno.

El VIH-Sida como enfermedad se encuentra todavía lejos de los jóvenes estudiantes y trabajadores, pero un poco más cerca de los migrantes chamulas. El VIH-Sida es representado como una enfermedad mortal, tomando en cuenta que los casos de los que han sabido o conocido en su comunidad, fueron detectados tardíamente, cursaron la enfermedad sin tratamiento y/o abandonaron el mismo y finalizaron en una agonía y muerte sin atención médica.

Conclusiones

La migración tiene un impacto diferencial en las prácticas sexuales de las y los jóvenes en función de la intersección de sus múltiples dimensiones identitarias. La migración no sólo implica para esta población tránsito a otros espacios sino también el pasaje al mundo de la adultez, en la que se convierten en profesionales, madre o padre.

En este trabajo, hemos documentado cómo los procesos migratorios colocan a la población indígena juvenil en situaciones y contextos que pueden limitar su capacidad para prevenir embarazos e infecciones de transmisión sexual. La particular posición que ocupan en los distintos contextos socioculturales en los que transitan imprime matices diferenciales al modo en que enfrentan los problemas y las estrategias que elaboran para acomodarse a las nuevas circunstancias que viven en el ámbito de la sexualidad.

Una de estas estrategias es la identificación de la comunidad y la ciudad como referentes centrales en la construcción social de riesgos frente al VIH-Sida. La comunidad es vista como una entidad que a pesar de los cambios se caracteriza por la vigencia de ciertas normas y valorizaciones en torno al inicio sexual, el noviazgo, la constitución de parejas, un lugar donde los riesgos frente a las ITS/VIH-Sida son prácticamente inexistentes; la ciudad, en cambio, es un lugar donde hay mayores peligros vinculados al ejercicio sexual. La comunidad es aludida como un mecanismo para “afrontar las nuevas y cambiantes condiciones de interacción que los miembros de la comunidad establecen entre sí, al interior de la comunidad y con el exterior” (Pérez Ruiz, 2005, p. 94).

Este sentido protector coexiste con un sentido coercitivo y punitivo. A pesar de ciertos cambios perceptibles, las normas sobre el control de la moralidad y la sexualidad, particularmente de las mujeres, son reactualizadas en el contexto de la migración interna o internacional. La continuidad de vínculos con la familia y la comunidad de origen, hoy favorecida por internet y la telefonía celular, permite que la vigilancia y los controles permanezcan presentes y las sanciones ante las posibles “transgresiones” de las jóvenes sigan vigentes mediante recordatorios o amenazas vía telefónica.

Las experiencias de socialización en los lugares de destino complejizan las representaciones y prácticas juveniles en cuanto a la sexualidad y la reproducción. Si para la mayoría de las/os jóvenes era prácticamente imposible establecer un diálogo sobre aspectos vinculados con la sexualidad en el seno de su familia, la escuela y/o el traslado a la ciudad les ofreció la posibilidad de acercarse a conocimientos sobre cómo prevenir embarazos e ITS, pero también nuevos discursos sobre las relaciones entre varones y mujeres.

Las/os estudiantes y trabajadores que migraron a San Cristóbal de las Casas, presentan necesidades diferenciales de información y disponibilidad de métodos de prevención, así como recursos materiales y redes de apoyo para tener acceso a los mismos. Pocos son los servicios disponibles en esta ciudad para satisfacer estas necesidades a excepción de unas pocas organizaciones civiles, farmacias y consultorios de las mismas.

Son, sin duda, las/os jóvenes de Chamula caracterizados por su baja o nula escolaridad y escaso dominio del español, alejados por tanto de los sistemas educativos y sanitarios, quienes presentan más necesidades insatisfechas tanto en sus lugares de origen como en los Estados Unidos. Esto debido a los mayores peligros y riesgos a los que están expuesto dada su situación de clandestinidad, explotación laboral y discriminación en este territorio, que perpetúan y agudizan situaciones de violencia, opresión, pobreza y desigualdad social.

Un elemento muy importante a señalar es la emergencia de situaciones novedosas como el noviazgo, el inicio sexual desvinculado de la unión, la adopción de métodos anticonceptivos, el uso de anticoncepción de emergencia, la interrupción de embarazos, la postergación del nacimiento del primer hijo.

En relación con el noviazgo, la investigación coincide con otros trabajos que vislumbran una sustitución de la forma tradicional de corta duración por nuevas formas como lo que denominamos “noviazgo a distancia” que conlleva adaptaciones en las relaciones afectivo-sexuales (Collier, 1980; Gómez López, 2014, entre otros).

De este modo, los resultados nos muestran un mapa de heterogeneidades al interior de la juventud chiapaneca, según la condición de género, étnica, de migración y que permiten la coexistencia de lo que algunos autores denominan: “modelos de sexualidad mixtos”, uno configurado por un modelo tradicional caracterizado por un patrón de unión temprana combinado con el inicio de la vida sexual y un inmediato inicio de la vida reproductiva -ambos eventos, cercanos en el tiempo, ocurren entre las etapas finales de la adolescencia y los primeros años de la juventud- y otro modelo que “desfasa la vida reproductiva de la vida sexual (Solís, Gayet y Juárez, 2008, citado en Ballinas-Urbina et al., 2015, p. 278).

Ante estas distintas realidades es necesario atender los nuevos requerimientos de este importante sector de la población desde el ámbito de las políticas públicas y programas sociales. Es indispensable para tal fin, entender las dinámicas locales y transnacionales en que se desarrollan las prácticas sexuales de estas/os jóvenes y las diferentes vulnerabilidades a los que se enfrenta este colectivo.

Referencias bibliográficas

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1Para profundizar en los alcances teóricos-metodológicos y políticos de la interseccionalidad en la teoría feminista recomiendo la lectura del texto de Viveros Vigoya, (2016), La interseccionalidad: una aproximación situada a la dominación, publicado en Debate feminista, vol. 52, octubre, pp. 1-17.

Recibido: Enero de 2017; Aprobado: Junio de 2017

Diana Reartes es antropóloga social, egresada de la Facultad de Humanidades y Artes, de la Universidad Nacional de Rosario. Reside en México desde 1995. Es maestra y doctora en antropología social por el CIESAS, Ciudad de México, con especialización en antropología médica. Cursó, también, un postdoctorado en el Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales (CEDUA) de El Colegio de México. Desde 2013 se desempeña como profesora-investigadora en el Instituto de Pensamiento y Cultura en América Latina (IPECAL). Sus áreas de interés son las juventudes indígenas, la salud sexual y reproductiva, el género y la migración. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores en el nivel I y del Sistema Estatal de Investigadores de Chiapas, en el nivel II. Es autora de “Trayectorias sexuales y reproductivas de jóvenes migrantes indígenas de Chiapas, México”, en (En) Clave Comahue. Revista patagónica de estudios sociales (2016) y del libro Procesos migratorios, jóvenes indígenas e implicaciones en la sexualidad y la reproducción. Los Altos de Chiapas (2014).

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