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Estudios sociales. Revista de alimentación contemporánea y desarrollo regional

versión On-line ISSN 2395-9169

Estud. soc. Rev. aliment. contemp. desarro. reg. vol.33 no.61 Hermosillo ene./jun. 2023  Epub 13-Nov-2023

https://doi.org/10.24836/es.v33i61.1303 

Artículos

El hambre como problema social en sectores socio-segregados de la ciudad de Córdoba, Argentina, durante la pandemia de Covid-19

Hunger as a social problem in socio-segregated sectors of the city of Córdoba, Argentina, during the Covid-19 pandemic

*Instituto de Estudios en Comunicación, Expresión y Tecnologías (IECET), CONICET. Facultad de Ciencias de la Comunicación (FCC, UNC), ciudad de Córdoba, Argentina.

**Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (CIECS), CONICET. Facultad de Ciencias Sociales (FCS, UNC), ciudad de Córdoba, Argentina.


Resumen

Objetivo:

El objetivo fue el analizar las formas en las que el hambre aparece en las narrativas de las mujeres referentes de comedores y merenderos de la ciudad de Córdoba, Argentina, en tiempos de pandemia.

Metodología:

Abordaje mixto. Fase cuantitativa: diseño e implementación de encuesta sobre calidad de vida en la ciudad de Córdoba. Una Muestra: 680 hogares y 2,323 personas. Diseño muestral polietápico. Una Fase cualitativa: diez entrevistas en profundidad, grupales (8) e individuales (2), muestreo intencional sobre la base de barrios encuestados.

Resultados:

Fase cuantitativa: la pandemia afectó la alimentación de toda la población, con efectos más profundos en sectores socio-segregados. Fase cualitativa: el problema del hambre se presenta desde cuatro dimensiones: 1) un pasado que se actualiza: Revivimos el 2001, 2.) las marcas del hambre en el cuerpo, 3) un imperativo moral de hacer algo, 4) el desenlace de los cuidados alimentarios.

Limitaciones:

La encuesta no evaluó el consumo habitual de alimentos, tampoco los reemplazos dentro de un mismo grupo.

Conclusiones:

Un menú a base de alitas, pan, arroz y fideos da materialidad a las complejas relaciones entre ciencia, política y subjetividades. Ese repertorio alimentario se aleja de lo discursivo por parte de la ciencia y la política estatal, pero deja huella en las subjetividades de quienes cuidan y son cuidados.

Palabras clave: alimentación contemporánea; hambre; políticas alimentarias; Covid-19; cuidados; comedores comunitarios

Abstract

Objective:

To analyze the ways in which hunger appears in the narratives of women referring to soup kitchens in the city of Córdoba, Argentina in times of pandemic.

Methodology:

There were used Mixed approach. Quantitative phase: design and implementation of a survey on quality of life in the city of Córdoba. A sample: 680 households and 2,323 people. Multistage sample design. Qualitative phase: 10 indepth interviews, group (8) and individual (2), purposive sampling based on surveyed neighborhoods.

Results:

We worked with Quantitative phase: the pandemic affected the diet of the entire population, with deeper effects in socio-segregated sectors. Qualitative phase: the problem of hunger is presented from four dimensions: 1) a past that is updated: We relive 2001, 2) the marks of hunger on the body, 3) a moral imperative to do something, 4) the outcome of food care.

Limitations:

The survey did not evaluate the habitual consumption of foods, nor the replacements within the same group.

Conclusions:

A menu based on wings, bread, rice, and noodles gives materiality to the complex relationships between science, politics and subjectivities. This food repertoire moves away from the discursive on the part of science and state policy but leaves a mark on the subjectivities of those who care and are cared for.

Keywords: contemporary food; hunger; food policies; Covid-19; care; soup kitchen

Introducción1

El artículo analiza la problemática alimentaria y el hambre en Córdoba, Argentina, durante la pandemia por Covid-19. El interrogante surge a partir de las narraciones de personas, en su mayoría mujeres, que trabajaron en merenderos/comedores de la ciudad de Córdoba, en ese tiempo de excepcionalidad. Pohl-Valero y Vargas-Domínguez (2021), con la noción de “ensamblaje del gobierno alimentario” quieren dar visibilidad a las complejas relaciones entre ciencia, política y subjetividades, a la hora de conocer e intervenir la alimentación de las poblaciones.

De manera silenciosa detrás de dichas acciones se cuecen relaciones de poder que monitorean información, la controlan y gestionan bajo una “aparente” neutralidad científica, despolitizando su naturaleza. En este sentido, la política alimentaria en Argentina está configurada en base a “saberes expertos” para resolver las problemáticas en la materia. Pero, aun así, presenta vacíos estructurales en materia de evaluación y monitoreo en tanto instancias consideradas fundamentales para objetivar la gestión de la agenda social. De modo que, se “avanza a ciegas” bajo la incuestionable certeza de la acción política bajo tales presupuestos gnoseológicos (Abeyá-Gilardon, 2016, p. 600). A ello se suma que nuestro país se presenta como una potencia agropecuaria a nivel mundial, tiene autosuficiencia alimentaria2 y, además, exporta alimentos. Estas circunstancias lo configuran bajo una imagen de abundancia. Lo anterior explica, en parte, que el hambre no aparezca dentro de la política social como objeto directo de intervención (Teubal y Palmisano, 2013).

En relación con ello, De Castro (1955) plantea el concepto “geopolítica del hambre” como lugar de lectura del estado de las relaciones sociales entre países y al interior de sus fronteras, dado que permite correlacionar “crisis biológica” (cuerpos con marcas de hambre) y “crisis política” (lógicas de poder que llevan a la sujeción alimentaria de las poblaciones). Tales crisis no pueden ser leídas por separado. De esa relación se desprende cómo es y cómo ha sido la distribución de la energía socialmente disponible que configura la regulación del orden social vigente (Sordini, 2022).

En lo que respecta a la acción alimentaria del Estado frente a la desigual distribución de la energía social a lo largo de la historia argentina, el primer indicio data del año 1906 con la “Copa de Leche” basándose en evidencias científicas y en el seguimiento médico del estado de salud de los alumnos.3 Otras acciones posteriores se enfocaron en la población materno-infantil. Después de la vuelta a la democracia, en el año 1984, se implementó el Plan Alimentario Nacional (PAN), frente a los niveles de pobreza que presentaba la población; fue “cuestionado en reiteradas ocasiones por su uso clientelar y prácticas poco transparentes en los procesos de adquisición de alimentos” (Britos, O’Donnell, Ugalde y Clacheo, 2003, p. 23).

Con la crisis hiperinflacionaria del año 1989, fueron materializándose formas colectivas, espontáneas y solidarias de resolver lo alimentario: las ollas populares y comedores comunitarios. Si bien sus orígenes se remontan a 1930,4 estas expresiones sociales constituyeron más bien fenómenos aislados y localizados hasta la crisis hiperinflacionaria antes referida, en donde se observó un incremento considerable principalmente en los sectores socio-segregados de las grandes ciudades del país (Britos et al., 2003). Superado el pico de la conmoción socioeconómica, algunas fueron desapareciendo mientras otras continuaron funcionando debido al efecto de las políticas neoliberales y diversos programas de apoyo estatales; resurgiendo y transformándose en la posterior crisis de 2001.

En el año 2003, con el Plan Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional, “El hambre más urgente”, y en el año 2019 con el Plan Argentina contra el Hambre, ingresa el hambre -valga la redundancia- como objeto de intervención de las iniciativas estatales en el marco de una situación de emergencia alimentaria.5 Con el surgimiento de la pandemia la situación alimentaria se agrava producto del incremento de la pobreza e indigencia en nuestro país (INDEC, 2022). Por lo que el interrogante que guía este trabajo es: ¿cómo se manifiesta la problemática alimentaria y el hambre en los sectores socio segregados de la ciudad de Córdoba (Argentina) en tiempos de pandemia por Covid-19?

La estructura expositiva es la siguiente: 1) presentación de las consideraciones metodológicas de la investigación que se llevó adelante; 2) análisis de la situación social y alimentaria de la ciudad de Córdoba; 3) recuperación de algunas expresiones desde y en los territorios del hambre contemporáneo: el barrio, las ollas familiares y de las organizaciones, los cuerpos individuales y colectivos, el trabajo invisibilizado de mujeres pobres como convergencia en la respuesta “concreta” frente al hambre que ha predominado hasta hoy. 4) esbozo de algunas reflexiones fundadas sobre los resultados alcanzados.

Consideraciones metodológicas

El proyecto “Población socio-segregada, calidad de vida y espacio urbano en Córdoba”6 propuso un abordaje metodológico mixto. Para el trabajo de campo de aporte cuantitativo se diseñó y aplicó una encuesta sobre calidad de vida en la ciudad de Córdoba, que contempló a hogares socio-segregados (HSS) y no socio-segregados (HNSS). El objetivo fue realizar un diagnóstico sobre la calidad de vida de la población de la ciudad de Córdoba, en las dimensiones: condiciones de la vivienda y hábitat; aspectos sociodemográficos, educativos y de salud; condiciones laborales del respondente de la encuesta; alimentación; tramas familiares y percepción de violencia de género.

Cuadro 1 Variables alimentarias relevadas. Estudio “Población socio-segregada, calidad de vida y espacio urbano en Córdoba”, 2021. 

Variables Indicadores Categorías
Asistencia alimentaria antes y después de la pandemia por Covid19

-Recepción del Programa Asistencia Córdoba (Paicor) antes y después de la pandemia.

-Recepción Plan Salas Cuna (antes y después de la pandemia)

-Asistencia a comedor comunitario (antes y después de la pandemia)

Recepción de bolsón/caja de alimentos

Recepción de ticktes/vales Tarjeta

Alimentar (antes y después de la pandemia)

-Recibe

-No recibe

-No sabe/No responde

Percepción de la calidad de la alimentación familiar -Percepción de la dieta familiar

-Muy saludable

-Bastante saludable

-Poco saludable

-Nada saludable

-No sabe/No responde

-Motivo por el cual considera que la dieta familiar es poco o nada saludable

-Falta de tiempo para comprar y/o cocinar

-El precio de los alimentos saludables es muy elevado,

-Consumen muchos alimentos altos en azúcares, grasas y sal

-Consideran que las comidas saludables no llenan o sacan el hambre

-No le gustan las comidas saludables

- No le interesa tener una alimentación saludable

-Otra razón ¿Cuál? (abierta)

-No sabe/no responde

Cambios en el consumo de alimentos durante la pandemia -Cambios en la pandemia en el consumo de frutas, de verduras y hortalizas, de carnes y huevos, de lácteos, de cereales y harinas

-Aumentó el consumo

-Se mantuvo igual

-Disminuyó/suprimió el consumo

-No sabe/no responde

-Motivo de cambio en el consumo de determinados alimentos. Pregunta abierta, con posterior categorización

Fuente: estudio Población socio-segregada, calidad de vida y espacio urbano en Córdoba, 2021.

La encuesta se aplicó durante el mes de abril de 2021 y relevó datos de una muestra conformada por 680 hogares ubicados en la ciudad de Córdoba y 2323 personas. El diseño muestral consistió en un muestreo de áreas, polietápico. La estratificación de la ciudad de Córdoba se realizó a partir de medidas de estadística espacial, que permitieron identificar y localizar las denominadas “zonas de segregación” en el espacio geográfico de la ciudad de Córdoba (Pereyra, Santillán-Pizarro, Molinatti y Acosta, 2022).

Al considerar a la socio-segregación como un concepto multidimensional, en la investigación marco se tomó como criterio la segregación residencial desde una perspectiva demográfica. En este sentido, se la define como “…el grado de proximidad espacial o de aglomeración territorial de las familias pertenecientes a un mismo grupo social, sea que éste se defina en términos étnicos, etarios, de preferencias religiosas o socioeconómicas” (Sabatini, Cáceres y Cerda, 2001, p. 27). La diferenciación de los grupos sociales al interior de la ciudad se realizó en base a los valores del Censo Nacional de Población y Vivienda 2010, tomando la variable: máximo nivel educativo alcanzado por el jefe (o jefa) de hogar,7 operacionalizada a partir de los años promedio de educación, como una aproximación al nivel socioeconómico del hogar (Molinatti, 2013). En función de los “años de escolaridad promedio de los jefes/as de hogar”, se aplicó en Índice de Moran, técnica de autocorrelación espacial, la cual permitió clasificar los radios censales en cinco grupos, de acuerdo en función de su semejanza o no con las unidades espaciales vecinas: 1) Alto-Alto: radios con jefes con educación alta rodeados de otros con condición semejante; 2) Bajo-Bajo: radios con jefes con educación baja rodeados de otros con condición semejante; 3) Alto-Bajo: radios con jefes con educación alta rodeados de otros con jefes con educación baja; 4) Bajo-Alto: radios con jefes con educación baja rodeados de otros con jefes con educación alta; y 5) No significativo: radios con gran heterogeneidad.

Teniendo en cuenta que la población objetivo del proyecto de investigación es un grupo poblacional que exhibe dos vectores de vulnerabilidad asociados: pobreza y segregación socioespacial, el marco muestral de la encuesta se estratificó en dos grandes grupos en función de los resultados obtenidos del análisis de autocorrelación espacial: radios censales por pobreza socio-segregados (Bajo-Bajo) y radios censales no-segregados por pobreza (resto).

En la etapa cualitativa se realizaron diez entrevistas en profundidad, grupales (8) e individuales (2), bajo un muestreo intencional sobre la base de barrios encuestados. Por el contexto de pandemia antes aludido, el criterio de inclusión consistió en la existencia de un lazo previo con las entrevistadas. Estas últimas fueron principalmente mujeres, quienes se desempeñan como encargadas y trabajadoras de comedores y merenderos. Se indagó sobre las prácticas alimentarias y de cuidado colectivo, sus modificaciones producto del confinamiento. El análisis se realizó bajo el método de comparación constante. Se respetaron los resguardos éticos según Ley Nacional de Protección de Datos Personales Nº 25326.

Situación social y alimentaria en la ciudad de Córdoba en la pandemia de covid-19

Entre las principales consecuencias de la pandemia encontramos una profundización de la pobreza, la desigualdad, la exclusión social. Especialmente, su infantilización. UNICEF (2020), tomando como base el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), señala que entre 2019 y 2020 la cantidad de niños, niñas y adolescentes argentinos/as en condición de pobreza ascendió de 7 a 7.7 millones. Por otra parte, la indigencia para este grupo etario aumentó en alrededor de 400.000 personas. Asimismo, este organismo afirma que estos incrementos son producto del Covid-19 y la recesión que trajo asociada como resultante de las medidas de aislamiento social preventivo y obligatorio8 (caída de los ingresos, reducción de la actividad económica formal e informal en el mercado de trabajo).

En lo que refiere al 2021, de acuerdo con el INDEC (2022), la pobreza infantil alcanzó el 51,8% en el segundo semestre (5,5 millones de niñas y niños de menos de catorce años). De esta cifra, 12,6% se encuentran en situación de indigencia.9 Las menores tasas de pobreza se registraron en las regiones pampeana (35,3%) y patagónica (31,5%). Dentro de la primera región se encuentra la provincia de Córdoba.

Situación alimentaria en la ciudad de Córdoba durante la pandemia

Uno de los ejes de indagación de la encuesta realizada se refiere a la recepción de asistencia alimentaria y su comportamiento durante la pandemia, teniendo en cuenta la mencionada profundización de la pobreza en el año 2020 (INDEC, 2022). En este sentido, observamos que el 11,5% de los/as encuestados/as indicaron recibir algún tipo de asistencia alimentaria, siendo significativamente superior esta proporción en los HSS (23,9%) en comparación con los HNSS (5,4%) (p<0,001).

Respecto a la asistencia/programas recibidos, en la Figura 1 se puede observar que el protagonismo del Programa Asistencia Integral Córdoba (PAICor)10, seguido de la Tarjeta Alimentar (TA).11 En toda la muestra fue mayor la proporción de hogares que recibieron algún programa o asistencia alimentaria en los sectores socio-segregados. El caso particular de los bolsones/cajas de alimentos, comedores comunitarios y la recepción de caja de leche, solo se registra en los HSS. Por otra parte, cuando se indaga sobre si algún miembro del hogar había comenzado a recibir asistencia alimentaria a partir de la pandemia, del total que asisten a comedores comunitarios (3,1%), el 1,3% lo hizo desde ese momento. Por otro lado, del 8,9% que era destinatario/a de la TA, un 1% la comenzó a percibir desde el inicio del Covid19. Para el resto de los programas la población encuestada no indicó relación alguna con el tiempo de confinamiento.

Fuente: estudio Población socio-segregada, calidad de vida y espacio urbano en Córdoba, 2021.

Figura 1 Porcentajes de hogares que reciben programa alimentario, según tipo de programa y condición del hogar (HSS/HNSS), ciudad de Córdoba, Argentina, 2021. 

A nivel país, según Salvia, Britos y Díaz-Bonilla (2020), hubo un incremento del número de familias destinatarias de TA durante la pandemia y del monto percibido. Tuvo un efecto protector en la inseguridad alimentaria de los hogares y sus miembros particularmente en los sectores sociales en situación de indigencia y residentes de barrios informales (Poy, Salvia y Tuñón, 2021). En el caso de los comedores comunitarios, los resultados se aproximan a los observados en el abordaje cualitativo que desarrollamos en la siguiente sección. Las y los entrevistadas/os manifiestan un aumento de la demanda de la población asistida. Complementariamente, en materia de política alimentaria asistencial nacional, se estima que 5.500 organizaciones comunitarias recibieron apoyo financiero extraordinario para la compra de alimentos secos destinados a comedores comunitarios por un monto de aproximadamente 7.694 millones de pesos (Siempro, 2021 citado por Tuñón, 2022b). La Dirección Nacional de Asistencia Directa entregó 78 mil kilos de alimentos (módulos alimentarios) (Tuñón, 2022b).

Otro de los ejes de indagación fue la percepción de la calidad de la dieta (Figura 2). Si bien responde a un indicador subjetivo, su estudio puede ayudar a orientar y optimizar los esfuerzos en materia de políticas alimentarias, particularmente, la educación alimentaria nutricional (López, Navia y Ortega, 2017). El 75% indicó que su alimentación era muy saludable o bastante saludable. Una mayor proporción de personas en HNSS clasificó su alimentación como “muy saludable” (23,5%) en comparación con personas que viven HSS (15,2%). Al mismo tiempo, una mayor proporción de encuestados/as de este último colectivo social rotulan a su alimentación como “poco saludable” (27,7% versus 17,9% en HNSS, p =0,003).

Fuente: estudio Población socio-segregada, calidad de vida y espacio urbano en Córdoba, 2021.

Figura 2 Percepción de la calidad de la dieta, población total y según condición del hogar (HSS/HNSS), porcentajes, Ciudad de Córdoba, Argentina, 2021. 

De la población que refirió que la alimentación del hogar era “poco saludable” o “nada saludable”, la mayor proporción (68,2%) sostiene que la causa es el precio muy elevado de los alimentos, siendo mayor estos valores en HSS (74,6% vs 63,5% en HNSS). En los HNSS hubo mayores referencias a la falta de tiempo para cocinar y al consumo de alimentos altos en azúcares, grasas y sal (Figura 3).

Fuente: estudio Población socio-segregada, calidad de vida y espacio urbano en Córdoba, 2021.

Figura 3 Razones que caracterizan la alimentación del hogar nada o poco saludable, población total y según condición del hogar (socio-segregado/no socio-segregado), porcentajes, Ciudad de Córdoba, Argentina, 2021. 

En cuanto al cambio en el consumo de alimentos se puede observar en el Cuadro 2 que el consumo de carnes y huevos fue lo que más se disminuyó/suprimió a partir de la pandemia, seguido del consumo de lácteos y frutas. Se observan diferencias significativas en la disminución/supresión del consumo de carnes y huevos (p=0,002), frutas (p=0,04) y verduras (p=0,003) siendo mayor en los HSS. Producto de la cronicidad del tiempo afectado por el Covid-19, la reducción de ingresos y la pérdida de trabajo tuvo su repercusión en las prácticas alimentarias de los hogares, que debieron modificar o suprimir el consumo de algunos alimentos. Esto también ha sido observado en otros estudios (Sudriá, Andreatta y Defagó, 2020; Bonfiglio, 2021). Por otra parte, el consumo de cereales y harinas se mantuvo en todos los hogares, tanto socio-segregados como no socio-segregados. Si bien históricamente han sido considerados alimentos “rendidores” consumidos por las clases subalternas debido a que son baratos, llenan y gustan (Aguirre, 2005), al parecer indican que este tiempo de excepcionalidad afectó la situación alimentaria de toda la población. De todas formas, cabe destacar que la encuesta utilizada tiene como limitación que no evalúa el consumo habitual de alimentos, por ende, las diferencias de base en todos los grupos no están analizadas. Tampoco se detiene en otros cambios en el consumo de alimentos como, por ejemplo, los reemplazos dentro de un mismo grupo o tipo por otros de menor precio y calidad.

Cuadro 2 Cambios en el consumo de alimentos, según condición del hogar (socio segregado/no socio segregado), porcentajes. Ciudad de Córdoba, Argentina, 2021. 

Grupo de alimentos Disminuyó/suprimió Aumentó Se mantuvo igual
No socio segregado Socio segregado No socio segregado Socio segregado No socio segregado Socio segregado
Frutas 23,8% 33,5% 11,9% 11,2% 63,7% 54,0%
Verduras 15,4% 26,2% 15,8% 14,7% 68,1% 59,1%
Carnes y huevos 40,3% 55,8% 5,8% 5,4% 53,2% 38,4%
Lácteos 25,8% 36,3% 4,6% 4,9% 67,9% 57,8%
Cereales y harinas 16,9% 18,8% 14,8% 17,9% 66,2% 63,2%

Fuente: estudio Población socio-segregada, calidad de vida y espacio urbano en Córdoba, 2021.

En la Figura 4 se observan los motivos de disminución de consumo de alimentos en el hogar. En todos los casos, el principal fue el económico; otros motivos fueron: para mejorar la alimentación y la salud, el estado anímico, por estar en casa/encierro, entre otros. El grupo de carnes y huevos presentó la mayor disminución/supresión.

Fuente: estudio Población socio-segregada, calidad de vida y espacio urbano en Córdoba, 2021.

Figura 4 Motivos por los cuales se modificó la alimentación en el hogar. Porcentajes, Ciudad de Córdoba, Argentina, 2021. 

En líneas generales, se observa que la pandemia ha afectado la alimentación de toda la población, con efectos más profundos en los sectores socio-segregados.

Hambre en los territorios

En el marco del “ensamblaje del gobierno alimentario” argentino existen agentes indispensables en el trabajo de cuidado alimentario: las mujeres de organizaciones barriales. Ellas constituyen el último, pero el “gran” eslabón de las acciones estatales para intervenir sobre la alimentación de las poblaciones: realizan el trabajo de transformación de los alimentos en comida. Son parte fundamental pero invisibilizada de la narrativa sobre la historia de las cocinas nacionales en tiempos de crisis.

El trabajo de cuidar gira alrededor de las siguientes preguntas: quién cuida, cómo se cuida, a quiénes se cuida y en qué contextos. La pandemia puso en jaque todo ello; es decir, los procesos que hacen a la reproducción y sostenibilidad de la vida. Especialmente, corrió el velo acerca de la histórica naturalización del trabajo reproductivo y de cuidado a cargo de las mujeres. En esta perspectiva, Anzorena, Schwarz y Yañez, problematizan sobre qué implica cuidar en sociedades capitalistas que se caracterizan por privatizar el cuidado, subalternizar a quien lo ejerce y negar la carnadura humana. Así, se cuestionan: “¿Qué tienen para aportar las voces de la experiencia?” (2021, p. 16).

En esa dirección, aquí se da lugar a algunas de esas voces en tiempos de pandemia para conocer las consecuencias del hambre en la estructuración de las sensibilidades de quienes “paran la olla” en los territorios. De las diez entrevistas realizadas, solo en seis se puso en agenda de diálogo la palabra hambre. En una sola ocasión para referirse al uso coloquial y cotidiano de “tengo hambre”. De esta manera, en términos analíticos el problema del hambre en los relatos presenta como recurrencias el tomar espesor -tanto social como biológico- desde cuatro dimensiones:

Un pasado que se actualiza: Revivimos el 2001.

El trabajo de cuidado alimentario durante la pandemia inevitablemente rememoró el hambre vivenciada en el año 2001. Este tiempo en Argentina representó una crisis política, institucional, económica y social. Ello se traduce en un escenario de fuerte y larga recesión económica, alta tasa de desempleo, trabajo precario y creciente pauperización social. A ello se añaden las presiones del Fondo Monetario Internacional por el pago de la deuda externa, fuga de divisas y fin del plan de convertibilidad (un peso, un dólar) vigente desde el año 1991. El entonces Ministro de economía Domingo Cavallo implementa el llamado “corralito” financiero que impidió movilizar fondos detonando el estallido social del 19 y 20 de diciembre del año 2001 con saqueos a supermercados, cacerolazos y manifestaciones en todo el país. Como consecuencia, el presidente Fernando De la Rúa renunció y se comienza la “normalización” institucional que, entre otras cuestiones, devalúa la moneda argentina (peso) (Cabral, Huergo e Ibáñez, 2012).

Aunque, las entrevistadas van más atrás en el tiempo, hablan de una situación de pobreza que no se logra superar desde hace 50 años, donde el trabajo de cuidados ha presentado altibajos. Parece un electrocardiograma para la entrevistadora pero para quien cuida opera a un ritmo constante que se agudiza, nunca cede. La experiencia contemporánea de las mayorías que habitan en ciudades coloniales como las nuestras se sostiene en la pobreza vuelta paisaje natural. Esto implica la naturalización de la presencia cotidiana del hambre -crónico y agudo12 junto a las particulares maneras de intervenir del Estado -más o menos presente/ausente (Boito y Huergo, 2011).

Tal como se señaló en el apartado anterior, la pandemia vino a profundizar las desigualdades sociales, económicas y de salud preexistentes. No obstante, el 2001 es referido por las mujeres como más grave al no tener aceitada la asistencia estatal. Esta última, durante el tiempo de excepcionalidad por Covid-19 a pesar de ser magra estuvo presente, especialmente con el programa TA y con la Asignación Universal por Hijo (AUH).13

A: Claro. Nada, nada [en relación con el pago de algún tipo de estipendio por parte del Estado]. O sea, las chicas que no viven acá, es para pagar el colectivo. O sea, el resto se hace porque creemos que hay que hacerlo. Así que bueno, eso. Y en plena crisis, como en esta cosa del 2001, se notó mucho el tema del hambre… Bueno, cerraron todo. Los niños viviendo a pan y arroz, una cosa horrible.

E1: ustedes hace dos décadas casi que están en este trabajo comunitario. Y digamos, es como que parece que esto llegó para quedarse, es muy difícil pensar…

M1: Cada vez peor

E1: Como tiene altibajos… Tipo, parece un electrocardiograma, que hay momentos que está mejor, que baja pero que no.

A: Pero que el tema de la pobreza, no la superamos, chicas, hace 50 años… En este momento está súper agudizado, pero la desigualdad como tal existió siempre, desde que yo me acuerdo de niña, y tengo 64, o sea… Hace un rato. Pero en la pandemia se notó mucho, mucho los chiquitos estos; como con hambre y algunas familias con muchos niños … Nosotros tenemos grupos así de hermanitos que son como cinco… Ellos mismos cocinaban, si el papá se iba a hacer una changa… Igual para mí hay una diferencia, en el 2001 fue mucho más grave. Porque tampoco estábamos aceitados en el Estado, las magras ayudas que vienen ahora… la Tarjeta Alimentar, que no sé qué, la Asignación Universal… Eso ayudó a muchas mujeres, pero en el 2001 no había nada de eso.

(Entrevista a Referentes de Villa Libertador, año 2022).

Sin embargo, en contraposición, otras referentes traen a escena el Programa Jefes y Jefas de Familia14 como una acción estatal que, desde su perspectiva, es altamente valorada porque fue el puntapié inaugural de la asistencia alimentaria en el barrio. Pero, además, propició la generación de un tejido social entre vecinos y vecinas que se sumaban a “trabajar” y a llenar de actividades el espacio más allá de dar de comer. Si bien la TA y la AUH son de gran ayuda para las familias, para estas mujeres no llegan a volver a ver la sinergia colectiva que lograba el primero.15

C: Sí. Esto se levantó por los jefes y jefas [en el 2001]. Vió que tenían que devolver con trabajo…

M: Cuando teníamos el programa de “Jefes y Jefas”, bueno, venían, daban clases de apoyo, hacíamos el ropero, se trabajó muy bien. Y hacíamos mochilas, los chicos de nada y hacemos mochila de jean, de sábanas viejas, de lo que sea les hacíamos bolsita para las nenas, para los varones de jean... Cartucheras.

(Entrevista a Referentes de San Roque, año 2022).

Las marcas del hambre en el cuerpo. La entrevista inicial que referimos continúa, y la referente se explaya acerca de las huellas del hambre en el cuerpo de los niños y las niñas que fueron engendrados en 2001, principalmente en los condicionamientos que generó en sus posibilidades de aprendizajes educativos en los años siguientes. Más adelante, vuelve a tocar el tema desde la vinculación alimentación y salud, pero en tiempo presente (que involucra un futuro inmediato).

A: … Si las docentes de la zona nos contaban las consecuencias en la educación, en el aprendizaje que tuvieron esos niños engendrados en el 2001, la mamá que se embarazó ahí no tuvo, cero nutrientes. Es impresionante cómo se notaba en el rendimiento de ese niño, desde el jardín de infantes, para terminar la primaria y todo lo demás. En este momento no fue tan denso, justamente por esto otro [asistencia estatal], digamos.

(...)

M1: El tema, ¿Sabés qué? ¿Cuál es el problema de los chicos con la falta de fruta y verdura? No es ahora, ahora se la bancan. El tema es cuando tengan 14, 15 años que ya los huesos, los tendones, las cuestiones de la cabeza, todas esas cuestiones que uno va formando ¿no es cierto? Y que los nutrientes van haciendo lo suyo en nuestro organismo. ¿No es cierto? Pero imagínate, en cantidades de harina, arroz que se está comiendo en este momento. Pan, harina, lo que es el pan y la harina, y ese es otro problema. Ese es otro problema también.

A: Les llena la panza, digamos.

(Entrevista a Referentes de Villa Libertador, año 2022).

Siguiendo a de Castro (1955), el hambre marca tanto el cuerpo físico (bajos nutrientes), como el alma (sin energías para la interacción educativa en este caso): es una esclavitud biológica de fabricación humana. Sus consecuencias biológicas y sociales son más severas que las que producen una peste o una guerra. Mientras estas últimas requieren de un plazo medio de diez años para repararse, el hambre en aquellos que sobreviven a sus efectos deja secuelas por el resto de sus vidas. Por consiguiente, el mencionado pensador brasileño lo concibe como un “arma mortal” o de “destrucción masiva” de poblaciones.

Sin la energía y los nutrientes que nos proporciona la comida no hay construcción corporal posible. Desde la etapa intrauterina, los nutrientes de los alimentos aportan los elementos esenciales para la óptima y oportuna construcción corporal. La primera infancia es el tiempo-ventana para el crecimiento y el desarrollo óptimo, particularmente durante los cinco primeros años de vida. La entrevistada hace un paralelo entre esos episodios de hambre del 2001 con el tiempo presente: ahora se la bancan, el tema es cuando tengan 14, 15. Las experiencias alimentarias vivenciadas en el pasado tienen potencia performativa del tiempo futuro como vivencia presente (Scribano, Huergo y Eynard, 2010). Por eso, a la par, reconoce que bancar implica otro problema: pan y harina.

En el marco del hambre crónica, aquella que persiste en el tiempo, de Castro identifica tipologías específicas de proteínas, vitaminas y minerales. Las causas de su aparición es la falta de consumo de alimentos protectores: frescos, de origen vegetal (hortalizas, frutas) y de origen animal (carne, leche, huevo). Si se consumen estos alimentos, no hay carencias.16 Empero, son los más caros del mercado en cualquier punto del planeta, son exóticos en las canastas alimentarias de las familias que viven en contextos de pobreza y difíciles de adquirir con los magros financiamientos gubernamentales a comedores comunitarios o escolares (Boito y Huergo, 2011). Hecho que fue un denominador común referido por las interlocutoras durante la pandemia y por las/os encuestados/as. Aun así, más allá de la presencia diaria de los nutrientes, se necesita de interacciones-afectivas-asociadas para poder llevar adelante una vida que sea receptiva a los estímulos; dimensión que se desarrolla a continuación.

Un imperativo moral de hacer algo: “Se te parte el corazón”. El sentido afectivo del trabajo de cuidado alimentario: creemos que hay que hacerlo, es cada vez peor, muchos chiquitos con hambre, los niños viviendo a pan y arroz, una cosa horrible; ya no alcanza para el guiso es sólo una sopa.

De acuerdo con el Documento Estadístico titulado Condiciones de vida y desarrollo de la infancia: continuidades y rupturas en la salida de la pandemia de la Universidad Católica Argentina (UCA), la seguridad alimentaria17 en las infancias y adolescencias argentinas no está garantizada. En la última década la inseguridad alimentaria estuvo por arriba del 20%: 29,3% en 2018, 30% en 2019 y 37% en 2020. De acuerdo con la encuesta de autopercepción de seguridad alimentaria en el hogar, los y las respondentes refieren haber experimentado situaciones de “hambre” por problemas económicos en el 14,9% de la población durante el 2021.18 Esto ocurrió a pesar de la presencia y aumento de ayudas alimentarias directas estatales que han tenido una cobertura del 36% en el mencionado año: viandas escolares y de copas de leche, merenderos, TA (Tuñón, 2022a). Durante la pandemia, en los barrios aumentó la demanda de comida. Así lo relata un entrevistado, se iban sumando, de 50 a 250 raciones. Tuve que ceder, no se podía controlar la demanda por más que la escasez de los recursos disponibles requería poner criterios de inclusión. Se empezó a asistir a las familias completas donde antes funcionaban espacios destinados a infancias y adolescencias, por ende, algunos comedores optaron por dar de comer menos días a más personas.

M: … llegó un momento donde tuve que ceder porque yo ya no cocinaba para 100, yo ya empecé a cocinar para 150; yo ya no empecé a cocinar para 150, empecé a cocinar para 180; ya después dejé de cocinar para 180 y empecé a cocinar 200; 230, y así [por día] (Entrevista a Referentes de Cerro Norte, año 2022).

Como más adelante dice una entrevistada, frente a un niño con hambre se te parte el corazón. Siguiendo a Herkovits (2008), la condición de familia indigente, en la medida en que es reconocida por las interlocutoras (comunitarios, estatales) actúa de condición habilitadora para recibir una ayuda por los dos motivos allí implicados: las maternidades y, especialmente, las infancias. El hambre de un niño o de una niña es tolerable si ocurre en el anonimato, o bien, cuando se sospecha acerca de su veracidad. En otras palabras, los pedidos de asistencia tienen mayor legitimidad si se posicionan desde un nombre y un apellido. A esto se suma, como se señala en otro trabajo (Boito, Huergo y Acosta, en prensa), que las referentes entrevistadas en otros momentos de sus trayectorias vitales fueron asistidas por vecinas solidarias. Por consiguiente, ahora reconocen su quehacer como una “devolución” a la comunidad: ni bien tuvieron la oportunidad, abrieron una copa de leche para ayudar a pasar el frío, el hambre y sus dolores de panza, el tiempo sin escuela en el marco de sus barrios.

B-Toda mi vida vivimos siempre en una villa y yo veía a mis tías que viste siempre estaban metidas en los comedores y me encantaba, siempre me gustó, hasta que cuando fui grande y dije yo, ¿por qué no? y Carlos es mi marido y él empezó a darle fulbo (sic) a los chicos y viste hacía frío y decíamos, mirá, tienen hambre los chicos o se sentían mal, les dolía la panza entonces optamos con un grupo de amigas y mis hermanas a tomar la decisión de que íbamos a hacer una copa de leche (...) (Entrevista a Referentes de Cabildo Anexo, año 2022).

Tanto en Córdoba, como sucede en otras provincias (Sordini, 2022), el comer en comedores es parte de una trama social que tiene por lo menos tres generaciones familiares involucradas. No obstante, el cuidado en contextos de pobreza sigue siendo criminalizado. El único entrevistado varón con quien se conversó logró frenar el avance policial bajo la mención de: nos estamos muriendo de hambre… basta de perseguirnos porque no estamos haciendo nada malo, sumense a laburar. Es decir, vengan y conozcan nuestra labor.

D: Sí, en el primer tiempo, que estuvo estricto. Hubo que bajar y decir, “che, nos estamos muriendo de hambre. Esto es una comida comunitaria, que la estamos haciendo entre todos, porque no nos llega ni siquiera ayuda acá...” tuvimos problemas con la policía hasta que lo pudimos solucionar diciendo, “che, no loco, basta, basta. Basta de perseguirnos porque no estamos haciendo nada malo.... Entonces si a vos te preocupa tanto… vení y ayudá vos.” Y ahí cuando les dijimos, “laburá”, fue cuando dijeron, “no, no queremos laburar”. Se fueron.

(Entrevista a Referentes de Cerro Norte, año 2022).

¿Hay que morir de hambre para que se frene la criminalización de la pobreza? El efecto punitivo que tuvieron los mensajes oficiales tales como el #cuidate #quedateencasa #denunciá19, no sólo se reflejó en el accionar policial sino en la sociedad en general. Una vez más, si se vuelve al parlamento del entrevistado podemos observar un Estado social desbordado que asiste como puede en materia alimentaria; y un Estado penal que controla, vigila y disciplina esa acción20 (Wacquant, 2004). No obstante, se está hablando de un mismo Estado, que es más que un Estado Jano: no tiene dos rostros; tampoco tiene dos manos (lo que en otro tiempo se llamó la mano izquierda y la mano derecha del Estado, en materia de políticas públicas) sino que la mínima prestación que concreta expone su accionar de vigilar y/o castigar a los sectores de las clases sociales subalternas sobre las que actúa (Wacquant, 2010).

Desenlace de los cuidados alimentarios: “Se hace lo que se puede, lo mejor que podemos y sigue siendo poco”. Las comidas que acallan el hambre, puertas adentro y puertas afuera, giran alrededor de agua con fideos y tres cubitos, pan, la consagración de la alita de pollo como sagrada. La fórmula: industria alimentaria con sus ultraprocesados21 más la gestión femenina, fue clave para la elaboración de los platos ofrecidos en los comedores.

Si se retoma aquí la noción de geopolítica, se puede observar que la actividad esencial de alimentar a las poblaciones no paró en la pandemia. De acuerdo con el Decreto 297/2020 dentro de las actividades y servicios declarados esenciales en la emergencia vinculados a la alimentación está la industria, la tecnología (el celular como herramienta de trabajo) y la asistencia a partir de comedores escolares, comedores comunitarios, merenderos, copas de leche. En este marco, las primeras tuvieron ganancias récord. Muy por el contrario, las entrevistadas -juntando dinero para cubrir el colectivo en algunos casos- estuvieron al máximo de su capacidad de agencia en pos de cuidar. Una premisa que se repite en los relatos de quienes fueron entrevistados, a modo de legitimar su compromiso en el trabajo de cuidado en un contexto de escasez generalizada de recursos es: “cocino para el comedor lo que cocinaría para mi casa”.

Tal como se desarrolló en otros trabajos (Boito y Huergo, 2011), cuando aparecen algunas postales de manifestaciones más agudas o incremento de las situaciones de hambre, se concretan una sumatoria de acciones dispersas “solidarias” para actuar en consecuencia. La solidaridad como fantasía social protege del horror de lo real-social (imágenes del hambre creciendo, peligro de saqueos, muertes por hambre), espanta los fantasmas de reclamos ancestrales por parte de las clases subalternas (no hay una sumatoria de individuos con hambre, sino niños/as miembros de familias que ocupan lugares subordinados en la estructura social) y fetichiza las situaciones de donación que se concretan (el acento y la intensidad se concentra no en la pobreza, sino en la multiplicación de acciones solidarias).

En esa dirección, el panadero ayuda pero con pan duro, el Banco de Alimentos otorga productos próximos a vencer que ya salieron del circuito comercial. Recibir las sobras, cansa; la pregunta que queda latente es por qué no enoja. El cansancio, a contrapelo de una de acepciones etimológicas (ancia- vagancia), hizo que se proveyeran de los medios de producción y comenzaran con la auto-gestión de panificados a base de harina de trigo.

M: … una panadería nos ofreció buscar pan. Pero ¿qué pasaba? Teníamos, por decirte, 25 chicos, nos daban para 15... A nosotros se nos partía el corazón, porque ¿cómo hacíamos? … después … nos empezaron a dar pan duro, pan de ayer, facturas duras . Y es como que nos cansamos, porque está bien que la gente tenga necesidad o el niño tenga hambre, pero tampoco que le dés las sobras, y encima, duro. Como que nos cansamos, entonces el D con dos amigos más de él, se pusieron e hicieron el horno chileno … No es como “ah, lo hago así nomás, total es para los niños y que…”, no sino.... Entiendo que lo que yo iba a comer es lo que yo también iba a entregar, entonces siempre he poniendo toda la mejor onda, y que saliera rico, para entregarlo.

(Entrevista a Referentes de Cerro Norte, año 2022).

En el barrio de estos referentes, la alimentación es la última prioridad en la lista. Durante la entrevista querían poner en agenda otros temas más dolorosos y acuciantes que los atravesaron pre pandemia y durante la pandemia con más agudeza: suicidios, consumos de sustancias problemáticas, desempleo, violencia infantil y de género. Cuando se les preguntó por la comida, abrieron una alacena y dijeron a las investigadoras: no es problema, tenemos todo esto que nos fueron “dando”. Juguitos de sobre, paquetes de harina, salsas de tomate, paquetes de lentejas, aceite, sal y punto final. Está cubierto, recalcaron.

Aquí interesa volver reflexivamente a la pregunta sobre por qué no enoja que entreguen las sobras, que esté cubierto con una permanente monotonía. De Castro aclara que, las poblaciones con hambre crónica rara vez sufren la “sensación de falta de alimentos” porque su apetito se condicionó a ser escaso (1955). Se acostumbraron, naturalizaron esa falta.

A: Le decía [ a un niño], “¿qué cocinaste?”, “hice sopa” me dice… Y le digo yo,

“¿cómo hicieron la sopa? … “... ponemos la olla y le echamos el cubito y después le echamos los fideos”. Esa es la sopa. Es un agua con fideos.

M1: Pero había echado, ¿cuántos cubitos? Tres cubitos creo que le había echado.

(...)

E1: Y ¿cuál es la comida más les enfiesta? ¿La carne, la pizza?

A: Sí, si hay carne ni te digo…

M1: Pollo.

A: Alita, eso que compran.... La alita es sagrada.

(...)

M1: … Y el otro problema es que han tenido muchas madres, que me decían, “ay no sabés, estoy loca, tarada dice, porque compro 2 kg de pan y no llego a la noche con estos chicos”. O sea, se llenaban con pan, viste.

(Entrevista a Referentes de Villa Libertador, año 2022).

E2: Y habitualmente, ¿qué cosas hacen?

G: Guisos. Muchos guisos. Trabajamos mucho con alita, carne molida una vez al año. Pero acá se cocina mucho guiso, estofado. La última vez que hicimos estofado, pusimos un poco de nosotros, gastamos más de $3000 en mondongo. No sabía que estaba tan caro el mondongo, por Dios, me quería morir.

[...] Yo compro alitas, les separo lunes, martes, miércoles, los días que comen… Porque realmente comen alitas, todos los días comen alitas estos chicos.

(...)

G: No sé, es como digo yo … Están cagados de hambre.

(Entrevista a Referentes de Las Violetas, año 2022).

El caldito (sal, grasa animal, almidón de maíz, azúcar, agua, verduras como cebolla y perejil, cúrcuma, pimienta negra, laurel, tomillo, resaltadores de sabor: glutamato monosódico, inosinato disódico y guanilato disódico, aromatizante: idéntico al natural, colorante: caramelo IV) vuelve sopa un agua con fideos (hidratos de carbono, proteínas vegetales, grasas totales, sal, conservantes), la alita de pollo (proteínas, grasa, vitaminas y hormonas de crecimiento que se le inyectan en esa zona al animal) representa la carne que ya no se puede comprar en un guiso o estofado, el pan (hidrato de carbono, sal, grasa, conservantes) es la comida que llega a los platos. Esto resulta una gran contradicción teniendo en cuenta los mensajes del componente de educación alimentaria de la TA, donde se recomendaba una alimentación rica en micro-nutrientes (vitaminas y minerales) provenientes de insumos frescos. En el marco de una pandemia producida por un virus, para potenciar el sistema inmune de los/as destinatarios/as de estas prestaciones.

La alita es sagrada ¿Qué matriz de sentido porta lo sagrado? Para la cosmovisión andina lo sagrado implica el contacto con la naturaleza en su totalidad: tierra, viento, agua, sol. Desde esta concepción, el alimento implica comunión con la pachamama, un re-ligue particular con ella (Viteri-Robayo, Camino-Naranjo, Robayo-Poveda, Moreno-Dávila y Ramos-Jácome, 2020). Asimismo, se pueden reconocer influencias de diferentes religiones en la alimentación (cristianismo, judaísmo, islamismo, hinduísmo, budismo). Pero aquí opera otra religión: el capitalismo (Benjamin, 2016).

Ello implica, para el caso del hambre, que es sagrado porque es la única opción: sutura con gusto “a poco” y “a lo mismo” el no tener para comer. Lo sagrado, desde lo religioso se vincula a rituales, aquí lo que cumple una función rituálica es el cuidado incesante que realizan las mujeres referentes. Sus sagradas manos transforman en comida alimentos industrializados, considerados poco nutritivos desde las lecturas de alimentación saludable que promueve el Estado nacional.22 El resto es un gran negocio del que el Estado es cómplice.

Personas con hambre, miembros de las clases subalternas con hambre, en el contexto de formaciones sociales capitalistas que se devoran todo aquello que subsumen bajo la lógica de la mercancía. Ya se ha visto el ensamblaje de la industria alimentaria y del quehacer estatal. Jappe (2019), estudioso contemporáneo marxista quien relee las teorías de Marx desde la «crítica del valor», expone en su penúltimo libro La sociedad autofaga, una imagen que parte del mito griego de Erisictón. Este fue un rey que se autodevoró porque nada podía saciar su hambre; fue el castigo divino de la diosa Demeter por no respetar el carácter sagrado de ciertos espacios de la naturaleza. Fue Limos, el hambre, quien entró por la nariz del rey mientras dormía, y produjo en él un hambre sin medida hasta terminar con su propia vida. En este tiempo el viejo mito expone no ya la imposible saciedad de un impío rey, sino que muestra la forma y materia de la estructura social contemporánea, cuya lógica es la persistencia y la multiplicación del hambre.

Conclusiones

A lo largo de este escrito se han trabajado analíticamente escenas del hambre colectiva en algunos barrios segregados de la ciudad de Córdoba durante la pandemia, tiempo-espacio de profunda agudización. Para llegar a ese punto, previamente se historizó de manera sucinta las formas en las que se ha ido dando respuesta por parte del Estado nacional. En el ensamblaje del gobierno alimentario argentino, hay actores invisibilizados:

— Transnacionales biotecnológicas/industria alimentaria. En la crisis del 2001 emerge la soja transgénica como “el” remedio. A partir de 1996, estamos frente a una nueva etapa de la revolución verde, marcada por la revolución biotecnológica, asociada a la instalación de cultivos transgénicos-organismos genéticamente modificados (OMG) (Broccoli, 2011). Producto de ello, Argentina pasó de ser “el granero del mundo” a ser productor de “forraje para el ganado europeo”. En la crisis agudizada por la pandemia por Covid-19, se aprobó por resolución 41 del Ministerio de Agricultura de la nación el uso del trigo transgénico. Es un híbrido resistente a las sequías (HB4) y tolerante al herbicida glufosinato de amonio, se le reconoce una toxicidad 15 veces más alta que el glifosato con consecuencias en la salud humana, vegetal, animal y ambiental. De modo que, en cada crisis, laboratorios biotecnológicos vinculados a la agricultura aparecen en escena como los “salvadores” de este “flagelo”. Sin olvidar a otro actor de suma relevancia: la industria alimentaria. Ésta toma esos avances científicos y los capitaliza en el diseño de sus productos procesados y ultraprocesados.

Desde el abordaje cuantitativo como cualitativo pudimos observar una supresión en el consumo de alimentos frescos (de origen vegetal y animal) principalmente en los HSS, pero una ingesta constante de cereales y harina en toda la población encuestada (HSS y HNSS). La resultante territorial de esta trama macro-social es el ingreso de alimentos industrializados a la cultura alimentaria de los sectores populares para llenar las ollas vacías en tiempos de emergencia alimentaria.

— Mujeres de comedores populares, copas de leches y merenderos. Son agentes claves de la historia nacional alimentaria, teniendo en cuenta que vivimos en un país donde el hambre acecha, e intenta ser tomado como objeto de intervención por parte del Estado, desde hace más de cien años. Estas trabajadoras del cuidado colectivo se configuran en quienes ponen el cuerpo todo el tiempo y particularmente en los momentos de coyuntura, como la pandemia de Covid-19 o la crisis de 2001, cuando el hambre recrudece. Sin su accionar, los estragos de ambas crisis hubieron sido mucho peores, que de por sí lo fueron.

En los relatos de las entrevistadas, el problema del hambre durante la crisis sociosanitaria por Covid-19 presentó como recurrencia el tomar espesor -social y biológico- desde cuatro dimensiones: 1) un pasado que se actualiza: Revivimos el 2001, 2) las marcas del hambre en el cuerpo, 3) un imperativo moral de hacer algo: Se te parte el corazón, 4) el desenlace de los cuidados alimentarios: “Se hace lo que se puede, lo mejor que podemos y sigue siendo poco”. En relación con este último punto, resulta curioso que desde los mensajes oficiales no se haya tocado el tema alimentación dentro de los cuidados: vacunación, barbijos, distancia social, amamantamiento, animales (ver: https://www.argentina.gob.ar/salud/coronavirus/poblacion). Particularmente porque en el año 2019, se resolvió mediante la resolución 693/2019 establecer a las Guías Alimentarias para la Población Argentina (GAPA) como un estándar de referencia nacional para el diseño de políticas públicas.

Todo lo dicho lleva a pensar que las políticas para asegurar la alimentación y terminar con el hambre en nuestro país -así como las políticas contra la pobreza- no han tenido sustanciales mejoras en la alimentación de las clases subalternas, sino que, por el contrario, perpetúan el camino de la pobreza, con generaciones que comen y crecen en comedores y merenderos.

Durante la crisis alimentaria debido a la pandemia por Covid-19, las políticas tampoco fueron suficientes contra el hambre. La condensación del cuidado colectivo fue un menú basado en alitas, pan, arroz y fideos, sujeto al orden de lo posible. Estos alimentos dan cuenta de la materialidad a las complejas relaciones entre ciencia, política y subjetividades. Ese repertorio alimentario se aleja de los discursos científicos (GAPA) y de la política estatal (emergencia alimentaria, Plan Nacional contra el Hambre), pero deja huella en las subjetividades de quienes cuidan y son cuidados.

Referencias

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1Agradecemos los comentarios de los y las dictaminadores/as anónimos/as de la revista.

2Cuando se satisfacen las necesidades alimenticias poblacionales mediante producción local. Ver: https://www.fao.org/3/y3918s/y3918s04.htm

4La crisis del capitalismo a escala mundial en el país inauguró una seguidilla de interrupciones de los gobiernos elegidos por el voto popular, proscripciones de partidos, hasta el regreso de la democracia en el año 1983.

5Ley de emergencia alimentaria nacional: Art N° 2: Concierne al Estado nacional garantizar en forma permanente y de manera prioritaria el derecho a la alimentación y la seguridad alimentaria y nutricional de la población de la República Argentina. Siguiendo a Sordini (2022), la emergencia alimentaria está presente en la agenda de las políticas sociales argentinas desde 1983. Se ha decretado en los años 1984, 2002 y 2019.

6Proyecto Unidad Ejecutora, financiado por Conicet. Dirigido por el Dr. Adrián Carbonetti y la Dra. Vanina Papalini.

7Para evitar el efecto distorsionador de la estructura etaria sobre la educación de una población, y procurando captar a un grupo de particular influencia, se trabajó solo con los jefes y las jefas de hogar de 30 a 59 años.

8De acuerdo con información brindada por el gobierno argentino, el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO) se estableció mediante Decreto 297/2020 desde el 20 de marzo de 2020, extendiéndose por más de cien días. Implicó que en aquellas zonas del país donde hubiera transmisión comunitaria del virus, cada persona debía quedarse en su domicilio y sólo podía salir para realizar compras básicas, trabajos esenciales o trabajos exceptuados. El 28 de junio del mismo año, el poder ejecutivo dispuso el Distanciamiento Social, Preventivo y Obligatorio (DISPO) en algunas partes del país e implicó que se podía circular, trabajar y realizar actividades siempre y cuando se siga usando tapabocas y se guarde una distancia física de dos metros. En todos los casos siguieron prohibidos los eventos en espacios públicos o privados con más de diez personas (incluidos cine, teatros, clubes o centros culturales); el transporte público de pasajeros interurbano, interjurisdiccional e internacional (salvo para trabajadores esenciales); y la actividad turística. A partir de octubre de 2021 se flexibilizan estos últimos pero con protocolos sanitarios específicos a respetar: certificado de circulación, carnet de vacunación, uso de barbijos, entre otros.

9Estos valores son menores a los registrados por la Encuesta de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica (UCA) para niños, niñas y adolescentes en el año 2021: 64,9% en condición de pobreza y 14,7% en condición de indigencia (UCA, 2021). En lo que respecta a 2019, las cifras son las siguientes: 60% y 14,8% respectivamente (Tuñón, 2020).

10Programa social implementado en la provincia de Córdoba desde 1984, que tiene como destinatarios/as a niños/as y adolescentes en situación de “vulnerabilidad social” que asisten a instituciones educativas públicas.

11Es un programa alimentario destinado a mejorar la alimentación de 2.4 millones de familias argentinas vía transferencia de dinero por medio de tarjetas magnéticas, implementado en el marco del Plan Argentina contra el hambre en 2019. A partir de octubre de 2021, se incorpora a la Asignación Universal por Hijo (AUH).

12De acuerdo con su temporalidad.

13Está destinada a garantizar la salud y educación de niños y niñas de Argentina, también vía transferencia económica por medio de tarjeta magnética.

14Consistió en el pago de una ayuda económica “no remunerativa” a cambio de una serie de contraprestaciones que deben realizar los/as “beneficiarios/as” (jefes o jefas de hogar desocupados con hijos menores a cargo, estar embarazada). El monto del beneficio era de 150 pesos por cada titular.

15Esto hoy se ve con el Programa Potenciar Trabajo, pero está direccionado a personas vinculadas con cooperativas de trabajo y con organizaciones sociales. Ver: https://www.argentina.gob.ar/desarrollosocial/potenciartrabajo

16De hecho, este fue el sentido originario de la Tarjeta Alimentar.

17Cuando en todo momento se accede a alimentos nutritivos en cantidad, calidad, inocuos y culturalmente aceptables que permiten llevar adelante una vida sana y activa.

18Se utilizan para ello cinco preguntas que refieren a situaciones de insuficiencia alimentaria por causas económicas percibidas por los hogares durante los últimos doce meses antes del relevamiento.

19Para denunciar violaciones a la cuarentena o violencia institucional, comunicate con el Ministerio de Seguridad al número gratuito 134. https://www.argentina.gob.ar/coronavirus/telefonos/denuncias

20A la par se dieron debates respecto a quién cuida, ¿la policía nos cuida? Ver: https://www.revistaanfibia.com/logica-policial-etica-del-cuidado/

21El término “ultraprocesado” se utiliza para referirse a productos industriales fabricados a partir de sustancias derivadas de alimentos o sintetizadas a partir de otras fuentes orgánicas. Por lo general, contienen poco o nada de alimentos integrales, están listos para consumir o para calentar, y tienen alto contenido de grasas, sodio y/o azúcares, al tiempo que carecen de fibra dietética, proteínas, varios micronutrientes y otros compuestos bioactivos (Monteiro 2018, p. 6).

22Guías Alimentarias para la Población Argentina, consideradas estándares de referencia para las políticas públicas. Ver: https://www.argentina.gob.ar/noticias/se-establecio-que-las-guias-alimentarias-para-lapoblacion-argentina-sean-los-estandares

Recibido: 10 de Noviembre de 2022; Revisado: 30 de Enero de 2023; Aprobado: 15 de Febrero de 2023

Autora para correspondencia: María Eugenia Boito. Facultad de Ciencias de la Comunicación y Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Rondeau 467. 1er Piso. Ciudad de Córdoba, Argentina. Teléfono: 54-0351-4332780. Dirección electrónica: eugenia.boito@unc.edu.ar

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